Angel Miranda es salesiano secretario general de “Don Bosco Internacional”
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor reconoce que hoy un discurso sobre la irresponsabilidad aplicado a los jóvenes que no es nuevo. Es un discurso que siempre ha estado presente. Se acerca a la agenda de LISBOA 2010 donde tres de las ocho competencias definidas nos hablan de la responsabilidad. A partir de ese momento de su reflexión con un lenguaje vivo y provocativo nos devuelve a los adultos la pregunta sobre nuestra propia responsabilidad o irresponsabilidad. Acaba el artículo respondiendo las tres preguntas que se formula en el título “Responsabilidad ¿por qué? ¿Sobre qué? ¿Ante quién?. Esta vez referida a los adultos.
«La juventud de hoy está corrompida hasta el corazón, es mala, atea y perezosa. Jamás será lo que la juventud ha de ser, ni será capaz de preservar nuestra cultura»
(Inscripción grabada en una tablilla babilónica del siglo XI antes de Cristo)
«No tengo mucha esperanza en el futuro de nuestro país si los jóvenes de hoy toman el poder porque son irresponsables y están fuera de control» (Hesiodo, 720 B.C.)
Nuestra juventud adora el lujo y su ego, está mal educada, niegan la autoridad y no tienen el más mínimo respeto por alguien maduro. Nuestros jóvenes de hoy son verdaderos tiranos. No son capaces, ni siquiera, de levantar la mirada cuando alguien mayor se acerca y los consejos de sus padres les parecen sencillamente erróneos» (Sócrates, 470-399 a.C.)
PUES ESO…¡LA JUVENTUD!
O sea, que la preocupación por la “irresponsabilidad” personal, cultural, social, sexual, no es algo nuevo, sino algo permanente y más, es cosa de personas mayores y hasta cierto punto, selectas, que ya en tiempos antiguos eran capaces de poner por escrito lo que muchos de sus coetáneos adultos pensaban.
Por eso, desde que recibí el encargo de redactar algunas páginas sobre el tema, aunque he tardado en configurarlas, siempre me ha venido la misma duda. ¿Escribirlas desde la lamentación sobre lo que “es así” o desde la constatación de que lo que estamos haciendo, sigue siendo muy parecido a lo que hicieron aquellos preceptores babilónicos, griegos o romanos, por poner una época, que, dirán algunos, dieron al traste con imperios y culturas tan poderosas como las actuales aunque en ámbitos geográficos tan diferentes?
EN BUSCA DE UNA DESCRIPCIÓN COMPARTIDA
Naciones Unidas: Competencias para el futuro
En búsqueda de claves sobre el futuro de la sociedad y del mundo, en Noviembre de 1999, la ONU, publicaba un documento sobre este tema en el que, además e hablar de las competencias establecía un cuadro de referencia sobre los valores fundamentales en el que describe la “Responsabilidad o capacidad de rendir cuentas” como un valor que se manifiesta en una persona cuando, en su quehacer habitual:
- asume como propias todas las responsabilidades,
- cumple los compromisos adquiridos,
- entrega los resultados o trabajos encomendados, de los cuales es responsable, dentro del tiempo prescrito y conforme a los estándares de costo y calidad,
- actúa conforme a las regulaciones y reglas de la organización,
- apoya al personal subordinado, aporta los efectos de su propia supervisión y se responsabiliza de las tareas que ha delegado y
- asume, incluso, la responsabilidad personal por las deficiencias de sus subordinados y las de su equipo de trabajo, cuando corresponde.
Cada uno de nosotros, sin necesidad e otras referencias religiosas, éticas o morales, podemos hacer con estas premisas un “examen o autotest de responsabilidad. Y a lo mejor disminuye nuestro empeño en pedir cuentas a los jóvenes sobre sus niveles de responsabilidad.
Las competencias básicas en el Sistema Educativo
La determinación europea de caminar hacia el dominio y ejercicio de las 8 competencias básicas en todos los currículos de los diferentes países europeos han determinado algunas claves de intervención educativa, puestos de relieve en todos los países empeñados en la revisión y adecuación de sus sistemas educativos a las perspectivas de los acuerdos de Lisboa 2010.
Cuando plantea la competencia número 5 del ejercicio de una ciudadanía activa e integradora la cuestión se describe más o menos operativamente en claves de
- comprensión de los valores en que se asientan los estados y sociedades democráticas, de sus fundamentos, modos de organización y funcionamiento.
- reflexión crítica sobre los conceptos de democracia, libertad, solidaridad, corresponsabilidad, participación y ciudadanía,
- atención particular a los derechos y deberes reconocidos en las declaraciones internacionales, en la Constitución española y en la legislación autonómica, así como a su aplicación por parte de diversas instituciones; y
- comportamiento coherente con los valores democráticos
En la competencia nº 7 del la competencia relacionada con la capacidad de“aprender a aprender” realiza, también, una aproximación explícita al concepto “responsabilidad” en cuanto plantea la necesidad de
- la perseverancia en el aprendizaje, como un elemento que enriquece la vida personal y social y que
- es merecedor del esfuerzo que requiere;
- la capacidad de autoevaluarse y autorregularse,
- la responsabilidad y el compromiso personal,
- la administración del esfuerzo,
- la aceptación de los errores y
- la capacidad de aprender de y con los demás.
Y, finalmente, la competencia nº 8 que aborda la “autonomía e iniciativa personal” desde las claves de la adquisición de la conciencia y aplicación de un conjunto de valores y actitudes personales interrelacionadas como
- la responsabilidad,
- la perseverancia,
- el conocimiento de sí mismo y la autoestima,
- la creatividad,
- la autocrítica,
- el control emocional,
- la capacidad de elegir, de calcular riesgos y de afrontar los problemas, así como
- la capacidad de demorar la necesidad de satisfacción inmediata,
- de aprender de los errores y de asumir riesgos.
Como es natural la normativa oficial se queda en una descripción más o menos filosófica, sin entrar en la propuesta de descriptores o indicadores que evidencien la posesión o el crecimiento progresivo de los alumnos en las citadas competencias. Pero la cosa no resulta más fácil cuando los claustros de profesores tienen que plantear esos criterios de desempeño de forma que contenten a las instituciones sin alarmar a las familias o a los alumnos cuando se apunta a evaluar el reflejo interno de la responsabilidad, la constancia, el cumplimiento de compromisos, o la aceptación de los errores, salvo que eso no impida que los alumnos puedan aprobar las asignaturas, que para la mayoría, es lo importante.
UN PELIGRO: ADULTOS IRRESPONSABLES HABLANDO DE LA IRRESPONSABILIDAD DE LOS JÓVENES
Al fin y al cabo es una forma de no tener que hablar de nuestra propia irresponsabilidad, manifestada en las múltiples quejas que planteamos sobre una sociedad, un mundo, una economía o unos marcos políticos nacionales o internacionales que nos hemos dado los adultos a nosotros mismos.
En este sentido, llama la atención que en la sociedad adulta y en sus órganos democráticos de decisión, el problema de la responsabilidad de los jóvenes surja cuando nos llegan repetidas noticias sobre
- la violencia callejera o la kale borroka, atribuída en su caso a los cachorros de un terrorismo creado y mantenido por adultos,
- las actuaciones de los skins, de los grupos neonazis o pronazis, de los okupas o de los extremistas políticos, atribuidas a unos esquemas que no caben dentro de los cánones de responsabilidad que nos lleva a los adultos a situaciones de bronca política permanente, de descalificaciones si no calumnias o procesos malintencionados, de manipulación de la norma en función de intereses más o menos encubiertos, aunque en lugar de bates de béisbol o de pintadas de paredes, empleemos otros recintos que llamamos más democráticos
- los problemas de las “maras”, los “ñetas” o los “latin”, que emplean la violencia como tantas veces hacemos los adultos en niveles “más civilizados o democráticos” – decimos – con tal de conseguir lo que queremos,
- la cuestión de clasificar algunos espectáculos deportivos o musicales de alto riesgo, donde muchos de sus protagonistas han superado con creces la adolescencia y la juventud,
- la destrucción del mobiliario urbano, denunciada muchas veces por adultos, muy hábiles solemos decir, que escaquean sus impuestos impidiendo que se pueda reponer o poner otro más resistente,
- el “bullying” de las aulas siempre que tenga que ver con los “pobres alumnos” pero no con el que producen nuestro hijos, siempre buenos, respetuosos y bien educados en casa que “sólo” llegan a faltar al respeto, a difamar a sus educadores o a lesionar su propia dignidad con “cosas de jóvenes” que, decimos, hay que comprender,
- los vídeos sexuales juveniles de “Youtube” y de otras redes sociales, que muchos adultos admitimos, incluso como libertad de expresión, porque son cosas modernas de las que ya no entendemos y nos desbordan,
- el abandono y pérdida de valores denunciado, en no pocos casos, por quienes hace mucho tiempo dejaron en entredicho su compromiso de fidelidad matrimonial o su militancia cristiana o su apuesta por un estilo de vida y de criterios evangélicos que resultan incómodos para la gran mayoría,
- la aplicación de criterios de política o de economía o de relación social, o… que asumimos como “éticamente correctos” en virtud de una mayoría democrática no siempre comprometida desde claves de autenticidad y de transparencia
- el descontento y la agresividad juvenil cuando crecen los gastos en educación y en servicios juveniles o cuando les de decimos que queremos satisfacer sus deseos y necesidad, crecientes de día en día, incrementados por una sociedad adulta que les ofrece estímulos cada vez más costosos mientras les pone más cortapisas para poder contar con los recursos necesarios para alcanzarlos.
Y claro, cuando estamos en esas, es natural que nos refugiemos o denunciemos la “irresponsabilidad de los jóvenes” y que busquemos como adultos responsables soluciones basados en la propuesta de una “responsabilidad personal y social impuesta a los jóvenes, traducida en el descenso de la edad penal, en meterles cuanto antes en la cárcel para alejarles de la sociedad, o en la aplicación de penas mayores en virtud de las cuales tengan miedo y así se comporten mejor o sea, que así se vuelvan más responsables.
PERO ES VERDAD, MOTIVOS NO NOS FALTAN
Por eso de seguir comentando, nos duele, entendemos muy bien y muchas veces los adultos no vemos soluciones ante
- el incremento de la violencia doméstica en nuestro entorno,
- el robo, con o sin intimidación a los turistas, que se atreven a denunciarlo,
- la venganza de los alumnos que en situaciones de conflicto con sus educadores plantean temas de acoso sexual o personal, en la mayoría de los casos, infundadas,
- la provisionalidad y abandono de la práctica religiosa, si es que ha existido y la pérdida de sentido de vida al llegar la adolescencia,
- la sensación de desmadre en concursos juveniles de fin de semana donde se entremezcla el alcohol, la droga y el sexo,
- el número de accidentes en que se ven implicados jóvenes víctimas del alcohol, de la droga o del afán de experimentar el incremento de adrenalina llevado al extremos,
- su empeño en relativizar cosas serias cuando se trata de hacer nuevas experiencias, de probar y de probar convencidos de que al llegar al límite siempre habrá marcha atrás,
- su convencimiento de que la violencia permite conseguir “todo” y hasta crea “status” social en los ambientes juveniles
- la idea persistente en no pocos grupos de que, siempre que no se llegue a un extremo – en muchos casos al homicidio – se vea como cosa de cada día el mal trato de los personas, la agresión o las burlas mientras no se “pasen” demasiado.
Y esto en todas as latitudes y en todas las culturas, en las más avanzadas y en las más tradicionales, en un mundo globalizado, de manera, si se quiere más evidente, cuando los modelos juveniles de conducta superan otros criterios válidos en otros tiempos como eran los relacionados con el nivel económico o socio-cultural de las familias, su identidad religiosa o la capacidad de ideales y el horizontes de futuro de los mismos jóvenes.
Basta, por ejemplo, salir al encuentro de uno de los ámbitos de responsabilidad más evidente: el de los estudios, que ocupa el mayor número de jóvenes de nuestro entorno. Los índices de abandono escolar prematuro o de absentismo escolar que afecta en los niveles no universitarios, a uno de cada tres de nuestros adolescentes y, en niveles más altos, aunque nunca publicados a los jóvenes que prolongan indefinidamente, cambian de carrera o abandonan la universidad o los estudios superiores, son gestos claros de falta de responsabilidad relacionada con el coste social de su propia formación.
¿CUESTIÓN DE JÓVENES O DE ADULTOS?
Y así podemos continuar pero siempre con la condición de que el tema se considere como problema de los jóvenes, mirando para otro lado.
Llevando las cosas hacia un extremo. Muchas veces hablamos de “corrupción de menores” y nos referimos algo estrictamente sexual, y ¡es verdad! Pero hay otras muchas “corrupciones” de las que también deberíamos hablar. Hay un sistema montado por los adultos empeñados en volcar sobre adolescentes y jóvenes actuaciones de adultos, muy adultos que se aprovechan de los jóvenes
- provocando unos niveles de consumo y de gasto juvenil donde se obtienen abundantes beneficios a partir de los jóvenes y del dinero que manejan ofreciéndoles “objetos de deseo” disfrazados de cultura, diversión, tiempo libre, relación interpersonal, libertad o fuga de la realidad,
- montando negocios “novedosos”, “interesantes”, “atractivos”, reales y virtuales, movidos y explotados por adultos que aprovechan, si no favorecen los puntos más débiles de la personalidad adolescente y juvenil: la imagen física, el qué dirán, las ansias de autonomía, la ruptura con normas infantiles, la necesidad de probar y experimentar,
- empleando de manera irresponsable una judicialización de la conducta en la que nunca existen responsables, sino “presuntos responsables” que siguen así en recursos hasta el infinito,
- buscando permanentemente responsables y culpables, muchas veces ocultos,fuera o al margen de quienes son los responsables más evidentes de las cosas que no nos gustan,
- adecuando los criterios éticos del “bien y del mal” de la “responsabilidad oirresponsabilidad” en función quién sea el autor responsable o su víctima,
- fomentando el uso abusivo y la irresponsabilidad al vaciar de su verdadero sentido palabras y conceptos que corresponden a criterios fundamentales de vida: aborto/interrupción voluntaria del embarazo, “matrimonio homosexual”, “bautismo o Primera comunión civil”, “grandes o pequeñas violencias”,
- fundamentando el éxito en una valoración irresponsable, medida en muchos casos por los índices de audiencia y de presencia en los medios, naturalmente gestionados por adultos, de la infidelidad, la incoherencia, la falta de respeto, la ausencia de perdón, en nombre de una irresponsable libertad de expresión que afecta a lo más profundo de las personas,
- banalizando estructuras de la vida familiar como el abandono irresponsable de los deberes asumidos a la hora de concebir y dar vida a los hijos, la dejación de responsabilidades educativas en personas ajenas a la propia familia ycolocando en el centro la relación adulta o, a menudo, adolescente de los padres.
Es decir, ¿podemos acusar de irresponsables, o de falta de responsabilidad a los jóvenes cuando sufren una inmersión permanente en la irresponsabilidad generada, sostenida y alentada por lo adultos?
¿IRRESPONSABILIDAD, MIEDO O ABANDONO DE RESPONSABILIDAD DE LOS ADULTOS?
Lo que, desde esta panorámica podemos afirmar es que antes de hablar de la irresponsabilidad y fragmentación de los jóvenes frente a sus deberes familiares, escolares, laborales, ciudadanos, religiosos o sociales, vale la pena que nosotros, los adultos (familia, escuela, vecinos) nos miremos a nosotros mismos y tratemos de descubrir la parte de la culpa, por abdicar de nuestras responsabilidades.
Y eso, aunque a menudo, como decía algún joven sobre el tema, encontremos la justificación de que estamos “ocupados en cosas “más importantes”: en el trabajo, los negocios, la economía, la política o quizás, que sería peor, en los divorcios, en el probar con gente más joven, en empeñarnos en vivir y aparentar como adolescentes y jóvenes de cuerpo y de mente los cuarenta o más años a golpe de gimnasio o de spa o de…”
Porque, en el fondo, cuando nos apuntan con el dedo sobre nuestra parte en su falta de responsabilidad les resulta fácil echarnos en cara que
- la empresa valora la responsabilidad, siempre que no se plantee, en muchas de ellas, la pregunta por el sentido y el valor ético de la ganancia o de la inversión;
- lo que para nosotros es tan importante como el valor de la realización personal o de pareja, muchas veces pasa por el abandono de los hijos en manos extrañas, por fieles que sean o en modelos de referencia, beneméritos abuelos, que resultan mucho más distantes generacionalmente;
- la falta de tiempo de convivencia familiar, queda circunscrita, en el mejor de muchos casos, casi exclusivamente a los tiempo de vacación y de ocio, lejos de la vida ordinaria donde se exige y se forma de verdad el sentido de responsabilidad,
- la disminución, si no la ausencia, del sentido de diálogo y de búsqueda de lo que une en los momentos de discrepancia, muchas veces no resueltos, evidencia nuestra falta de responsabilidad a la hora de buscar el encuentro, el perdón o la confianza en lo bueno de cada uno,
- el empeño y el compromiso de los gobernantes o políticos evidencia que lo importante no es la confianza mutua y la transparencia sino buscar el modo de continuar instalados en el poder y la posible destrucción del otro,
- que, incluso en la relaciones padres hijos, lo importante para muchos adultos es que no se enteren los padres, y evitar disgustos o consecuencias desagradables mediante “píldoras” del día antes o día después, da igual, de fácil acceso, que eliminan los problemas.
No es difícil entender que muchos de los “irresponsables jóvenes” de quienes hablamos estarán de acuerdo con el comentario de Helen Jaktlun, subdirectora de la fundación sueca “Padres y madres en las calles” en 2007, cuando pareció saltar por los aires la indiferencia de la sociedad sueca ante la violencia juvenil ante un grupo de chicos de 16 años, de la alta sociedad, que mata a un compañero de la misma edad a patadas, por motivos aún desconocidos, y cuando algunos asistentes a la fiesta en la que se encontraban hablaban de “envidia o de comentarios tontos que se hacen cuando se está borracho”.
“Debemos vivir cerca de nuestros hijos, dice, para ver lo que hacen, y confirmarlos o reprochárselo. Los chicos quieren tenernos a su lado, desean unos padres que los comprendan, que los quieran, aun cuando ellos no lo merezcan. Se sabe que no siempre nos reciben bien, que a veces nos ven como gente de otro tiempo, pero nos echan en falta, necesitan alguien que se interese por ellos.
Y hay que saber poner límites, ser exigentes, ser claros en las condiciones. Lo necesitan, lo piden. Quieren que alguien les oriente sobre lo que está bien o mal. Quieren que los padres les dediquen tiempo, en cantidad y calidad.
En la sociedad sueca empieza a abrirse camino la idea de que son los mayores los que han decepcionado a los hijos. La falta de presencia de los padres en la vida de los jóvenes es el mayor error. No basta decir que los queremos si no estamos con ellos.
Debemos atrevernos a decir lo que está bien y lo que está mal. Que pegar está mal y que no se debe tolerar, y sobre todo hablar de las consecuencias. Hay que dar líneas claras de comportamiento, valores, normas. Al mismo tiempo hay que admitir que es difícil ser padre de jóvenes y por ello debemos ayudarnos entre nosotros, compartir experiencias y dificultades”.
LAS PREGUNTAS DE LOS JÓVENES.
Y es que es verdad. Los jóvenes concretos, muchos de ellos, al menos, tampoco están contentos con su irresponsabilidad. Y se sienten injustamente tratados cuando se la echamos en cara.
Es ahora cuando me viene a la memoria la discusión en clase con gente mayor, de Formación Profesional, sobre el tema, cuando volvían sus preguntas a los adultos con formulaciones de este tipo
- ¿Cómo se puede pedir responsabilidad a los 17 o a los 18 años cuando no ha habido ninguna exigencia de responsabilidad anterior o se han reído como “gracias y ocurrencias” atribuidas a la gracia y al ingenio de las ocurrencias del chaval?
- ¿Se puede pedir un gasto responsable en el fin de semana cuando es más caro tomar un botellín de agua que cualquier otra bebida alcohólica?
- ¿Por qué los adultos nos ponéis como ejemplo de triunfo gente que llega a altos cargos o grandes éxitos profesionales, sin plantear una crítica a los sistemas sociales que se emplean para “subir” en la mayoría de los casos?
- Pero… ¿os atrevéis los adultos a darnos alguna responsabilidad? Es claro que en muchos casos no, sobre todo cuando nos queréis dar todo resuelto.
- ¿Qué nos dejáis escoger? Una moda impuesta, una música impuesta, una religión impuesta, unos sistemas de estudiar y de aprobar impuestos… ¡qué espacio nos queda para sentirnos responsables de algo”.
- Lo más que nos dejáis es hacer o no hacer lo que decís que tenemos que hacer.
- En nuestra pandilla, somos responsables, siempre hay uno que se queda sin beber, para poder conducir… Así los demás pueden emborracharse tranquilos o, al menos, “coger el punto”.
- Si no existe agresión ni violencia ¿qué tiene de malo que hagamos lo que nos gusta?
- Mi dinero es mío y hago con él lo quiero… lo mismo que hacéis vosotros…
- Yo no pedí ni me pidieron permiso para nacer, así que ahora no os quejéis… Nos aguantáis como somos
Y no eran superdotados… aunque es posible, que a lo largo de su estancia en la escuela, habían llegado a entender que, al menos, podían hablar con libertad, “respondiendo” de lo que estaban diciendo.
RESPONSABILIDAD “CON” LOS JÓVENES
En el título del artículo se plantean tres preguntas en torno a la responsabilidad de los jóvenes: ¿por qué?, ¿sobre qué?, ¿ante quién?,
Esta vez, al revés que otras veces, el título del artículo me apareció antes que el contenido, porque ante la propuesta recibida desde la dirección de la revista en torno al qué y el como de la responsabilidad de los jóvenes, en una sociedad necesariamente fragmentada y en unos niveles de prolongación de la adolescencia y de la consideración sociológica de la categoría “juvenil” hasta los 30 o 35 años, cuando la edad de abandono del hogar familiar se estura en España hasta los 32 años de media, cuando la toma de decisión sobre el estado de vida alcanza esa misma edad o cuando las provisiones entienden que el joven que termine sus estudios, a lo largo de su vida, va a tener en el mejor de los casos, hasta 6 ó 7, ocupaciones diferentes, las tres preguntas están justificadas para ellos.
Por eso resultaba difícil un acercamiento a los adolescentes y jóvenes para pedirles responsabilidades que, en muchos casos, consideran lejanas, difusas, para cuando “asienten” la cabeza, tengan una familia con mayor o menor medida de provisionalidad, o tengan un margen de autonomía que les exija vivir por su cuenta.
Desde esa perspectiva quería volver la pregunta hacia nuestra responsabilidad y nuestra experiencia como educadores o como animadores de jóvenes responsables. Y/ entonces las tres preguntas pasan de la exigencia de ver cómo educamos “para” que los jóvenes sean responsables a buscar como somos capaces de educar desde la perspectiva de la responsabilidad educativa que contraemos “con” ellos. Es decir, nosotros, adultos, educadores ¿qué responsabilidad tenemos “con” los jóvenes sujeto y centro de nuestra misión educativa.
Responsabilidad ¿“para qué”? Justamente para ayudarles a
- construir el tipo de persona que es capaz de asumir su responsabilidad en la construcción de un mundo y una sociedad mejor,
- descubrir la responsabilidad como compromiso y fuente de crecimiento personal integral
- buscar alternativas, elegir y comprometerse con un sentido vocacional de la vida,
- entender en cada momento, la llamada a ser responsables de su propia vida en los diferentes ámbitos donde la vida está en juego: familia, trabajo, sociedad, fe y compromiso ético, etc.
- a leer e interpretar con responsabilidad las llamadas, de Dios, que cuenta con cada persona como elemento “corresponsable” en la construcción del Reino.
Responsabilidad ¿por qué? Tenemos una responsabilidad asumida, que no impuesta, con nuestros jóvenes y nuestros destinatarios en la medida que son para nosotros
- los destinatarios fundamentales de nuestra misión,
- el lugar teológico donde Dios nos habla y nos permite anunciar su reino,
- fuente de crecimiento integral como personas comprometidas con nuestra sociedad, con las familias de nuestros destinatarios que nos confían su educación y con la Iglesia,
- campo abierto a la siembra permanente de un cuadro de valores que fundamentan su felicidad futura en la vida familiar, laboral, social,
- fuente de sentido de vida en lo que somos y lo que hacemos día a día entre ellos y con ellos.
Responsabilidad ¿ante quién?
- ante Dios, nosotros creyentes, que nos sigue llamando a ser continuadores de su acción creadora y de salvación en medio de los jóvenes,
- ante la sociedad, que nos atribuye la categoría de educadores de las nuevas generaciones responsables del futuro del mundo,
- ante las familias que, en muchos casos, dejan en nuestras manos educadoras el mayor valor que tienen en su vida,
- ante la institución a la que pertenecemos que necesita ser fecunda y fiel al carisma recibido
- ante cada uno de nosotros que, con todos nuestros defectos, nos sentimos convocados por todos ellos a ser agentes comprometidos en la construcción del Reino
A MODO DE CONCLUSIÓN PARA SEGUIR COMPARTIENDO
Son muchas las conclusiones operativas que puede sugerir esta reflexión. No obstante, para sintetizar al máximo, será preferible buscar algunas en nuestros equipos de animación y acción pastoral que tengan que ver con los procesos de crecimiento en la responsabilidad desde la infancia a la adolescencia y la juventud, abriendo puertas al crecimiento a lo largo de toda la vida.
En ese sentido, dejamos una serie de palabras “generadoras” que pueden darnos pistas para revisar nuestros Proyectos pastorales desde la perspectiva de la responsabilidad “con” los jóvenes: Esfuerzo, deber, autonomía, compromiso, elección, libertad, toma de decisiones, generación de alternativas, sentido comunitario de la vida, admitir el error, valorar pequeños logros, revisar nuestras normas, confianza en cada persona, establecimiento de límites, coherencia de vida y de acción, respeto.
Y esto aplicado a padres, profesores, educadores, tutores y todos cuanto tenemos interés por la responsabilidad de nuestros jóvenes y por nuestra responsabilidad en la tarea. Seguro que la práctica añade más. Será cuestión de leer y profundizar con “responsabilidad” sobre nuestra “responsabilidad” con ellos.
ANGEL MIRANDA