RETOS EDUCATIVOS CON LOS JÓVENES EN EL TIEMPO LIBRE

1 julio 2007

Josep Oriol Pujol Humet  es Director General de la Fundación  Pere Tarrés
 
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Aborda el artículo la perspectiva educativa del tiempo libre, señalando algunos retos . Destaca ante todo, la importancia del educador y de una educación en valores; desde aquí, plantea el reto de las actividades de ocio, indicando algunos aspectos que merece la pena tener en cuenta en la programación educativa: calidad de las instalaciones, vinculación a acciones voluntarias, preocupación  por la noche, relación a la cooperación para el desarrollo, atención a los espacios de vivencia espiritual
 
Acompañar a adolescentes y jóvenes en sus espacios de ocio es uno de los grandes retos de la Iglesia a lo largo de toda su historia reciente y, especialmente, en estos momentos. Y es también un reto para toda organización que tenga por finalidad la educación en el tiempo libre. La realidad actual de esta relación educativa la vivimos como especialmente compleja, aunque no dudamos de que cada generación los ha percibido de forma parecida. Es importante ser consciente, por preocupados que podamos estar por la realidad juvenil, que la frase “la juventud está perdida” aparece ya en textos de autores clásicos griegos. Reflexionemos sobre los retos educativos actuales desde la perspectiva de unas mínimas actualizaciones a lo que serian unos criterios clásicos y estables desde la aparición de “generaciones adolescentes”.
En todo momento de la historia ha habido un decalaje entre las formas de actuar de las nuevas generaciones respecto de la perspectiva del adulto, aunque es cierto que los cambios en el mundo occidental actual son más rápidos que en épocas pretéritas. Como afirma José Antonio Marina para educar a un joven es necesaria toda la tribu, pues las influencias son las de todo su entorno. Y si bien hace unas generaciones los criterios de “toda la tribu” eran homogéneos hoy no lo son en la misma medida y existe cierta conciencia generalizada de que es mejor no inmiscuirse. Esta aparente ausencia de criterios y de modelos es una influencia que no ayuda a fijar ni límites ni criterios, es pues un elemento más de dispersión en los inputs educativos que el joven recibe.
 

  1. El educador

 
El elemento fundamental y principal reto de toda relación educativa es la figura del educador. O disponemos de una persona de referencia, con criterios claros y dedicación suficiente o lo que hacemos no es una intervención educativa. Podemos abrir locales, “acoger” a los jóvenes, facilitarles un tipo de entretenimiento, pero si no hay una persona de referencia no tiene sentido continuar con nuestras reflexiones ni, probablemente, con la actividad que propongamos. La auténtica pastoral, la verdadera influencia educativa, se da en el único contexto de un educador y un grupo más o menos reducido de jóvenes. Determinemos pues en nuestro centro quien es el referente, el responsable, la persona a la que se le reconoce la autoridad moral, además de la formal, de dirigir la organización. Invirtamos nuestros esfuerzos en buscar a la persona, en facilitarle las horas necesarias de dedicación al proyecto ya que sin ella nada tendrá sentido. No confiemos a la providencia o a las inercias un colectivo juvenil, ya que su misma vitalidad no canalizada puede conducirnos a problemas y rupturas conflictivas.
Sobre la figura del director del centro educativo, del responsable de cada entidad, podríamos reflexionar más allá de la extensión prevista en estas páginas. Con todo, no podemos olvidar que ha de ser una persona con cierto carisma para con los jóvenes, con capacidad y voluntad de trabajo, entusiasmada por el proyecto, que tenga los criterios claros sobre los valores a educar y la forma de hacerlo. Trasmitir además la fe solo es posible desde la propia vivencia, desde las convicciones profundas, desde la plegaria y la celebración ordinaria de la misma.
El educador debe comprometerse con el grupo de jóvenes. Ello implica disponibilidad, mucha disponibilidad, porque la voluntad del adolescente es la de permanecer juntos en distintos momentos y durante horas. Pero además la disponibilidad debe ser  con cada joven que tiene unas vivencias personales intensas por primera vez, que puede requerir del educador en cualquier momento y durante periodos no necesariamente cortos de tiempo. Es un contrasentido prever intervenir como educador o agente pastoral durante unos momentos  a la semana o al mes. La disponibilidad es imprescindible, sino el adulto deja de ser la referencia y se convierte en el que fija la norma desde la distancia provocando el enfrentamiento generacional lógico de la edad.
 

  1. Sociología de la juventud actual

 
Un segundo elemento que marcará los retos educativos es la naturaleza misma de cada generación joven. A pesar de que no podemos hablar de la juventud sino de cada persona, es cierto que existen algunas características propias de la época. Si los elementos definitorios de la edad pueden ser la inestabilidad, una aparente apatía, la voluntad de protagonismo, la necesidad del grupo… podemos añadir como características de los grupos actuales la poca fidelidad, así como la necesidad constante de estímulos intensos fruto de un entorno rico y cambiante.
Recientemente la prensa se hacia eco de las dificultades ya en la infancia por mantener la atención hacia un tema durante un tiempo razonable. Maestros y profesores son conscientes que situaciones como la hiperactividad, la gran riqueza de estímulos, las carencias de sueño, etc… provocan una dificultad añadida en muchos niños a la vitalidad propia de la edad. Ello hace a los adolescentes y jóvenes de hoy más desapegados a un proyecto concreto, a un lugar de encuentro, a un tipo de actividad. Pueden valorarlo y estimarlo pero para un rato de su ocio, sin llegar al compromiso o la constancia.
Salvador Cardús, profesor de sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona ha expuesto en diversas conferencias el modelo del radar que va guiando al joven orientándolo desde distintos puntos de referencia. No hay un norte claro como en la brújula tradicional, sino distintos puntos de referencia que permiten orientar al radar. Quizás hemos de acepar la limitación de ser solo una de las antenas o puntos fijos donde rebotan las ondas del radar y no el norte magnético. Nuestra influencia quizás es menor que en tiempos pretéritos pero una sola referencia puede evitar la colisión y orientar correctamente a pesar de su modestia. Si esta es la especificidad social actual aceptémosla, sin desánimo y sin mermar nuestro compromiso para con los jóvenes y el proyecto educativo que lideremos.
 

  1. Educar los valores

 
Educar es transmitir unos valores, entendidos éstos como una construcción teórica que define unas tendencias de comportamiento en determinado sentido.  Desde medios divulgativos a veces se habla de los valores como si se tratase de unas pequeñas pastillas que alguien posee y que en la acción educativa va dando al educando. Educar es fijar límites, saber decir no y acompañar en la aceptación de este no. Educar es fijar normas de conducta, hábitos y hacer posible que se cumplan. Hábitos a veces simples, que se refieren al respeto, al orden en la vida cotidiana, a la disciplina, al esfuerzo y a la constancia en actividades como una excursión. Y es a partir de la interiorización de estos comportamientos que dejan incluso de suponer un esfuerzo para la persona, que se convierten en hábitos y de ellos podemos inferir unos valores, una forma de ser.
Frente a una sociedad que propone valores como el relativismo, la comodidad, por no hablar de la pereza o el mínimo esfuerzo, la sensualidad, el placer, el éxito fácil… el reto de nuestra propuesta es hacer estimulante la exigencia, seducir con proyectos que faciliten integrar valores como: respeto, constancia, austeridad, reflexión profunda, responsabilidad…  Transmitir valores es vivirlos conjuntamente mediante la actividad y en la vida cotidiana que envuelve la actividad. Educar en la constancia es llegar al pico de nuestra excursión, no hablar y hablar sobre el significado del vocablo “constancia”. Educar la austeridad es vivirla en un campamento, en la actividad semanal y reflexionarla después de una experiencia solidaria con los que la viven por falta de recursos.  No edulcoremos nuestro proyecto, no diluyamos la propuesta. Desde la dignidad, desde el rigor, desde el conocimiento y la vivencia personal, no dudemos en educar los valores “clásicos” en nuestra relación con los jóvenes. Nuestra propuesta quizás poco atractiva de unos valores “de resistencia”, los del humanismo cristiano, ayudaran sin duda a la persona en su futuro. Transmitir-los verdaderamente es un reto para el educador.
 

  1. Innovación en la actividad

 
Un educador maduro que puede liderar un nutrido equipo educativo, la juventud normal de nuestra época -con los pantalones caídos y aspecto descuidado-, una propuesta educativa solvente y, por último, el reto de la oferta de actividades, que no es lo esencial pero es el “envoltorio” con el que nos los jugamos todo. No podemos envolver nuestro proyecto con papel de periódico, ni siquiera con papel kraft marrón, debemos valorar el contenido con un envoltorio de calidad. Las actividades son la excusa para la educación en valores, la propuesta concreta, donde el reto quizás está en la innovación y en la calidad de las mismas.
El reto de la actividad no es asumido lo suficiente por muchas de las organizaciones y centros escolares que acogen grupos de jóvenes. Existen modelos que no han perdido su vigencia como es la práctica del excursionismo o del campamento, pero si nos fijamos en la rapidez con la que se consumen estímulos en nuestra sociedad quizás algunas deben ser substituidos o combinados con otras alternativas. El turismo practicado en el contexto de un centro juvenil, viajar en líneas low cost a destinos de interés cultural, que posibilitan también el esfuerzo y la proximidad a la naturaleza, puede ser una alternativa. Los intercambios con otros grupos de lugares distintos pero con un substrato cultural parecido puede suponer un atractivo para grupos juveniles y en especial para aquellos de dimensión reducida, donde el aliciente interno es menor. La creatividad, el esfuerzo incluso para el educador en la definición de actividades innovadoras es necesario para el éxito de las propuestas.
Nos atrevemos a insistir en la necesaria coordinación con otras organizaciones para aportar novedad en la relación, estímulo necesario a ciertas edades y en especial si el grup es numéricamente reducido. Un ejemplo de éxito, aunque sin duda requiere de un trabajo de preparación significativo, son los campos de trabajo donde la aportación del joven se percibe claramente, se pueden palpar avances y resultados, y todo ello desde la convivencia en el grupo de iguales liderado por expertos en el sector de actividad más allá del educador acompañante del grupo. Quizás es más fácil innovar con las vacaciones pero debemos buscar también alternativas para la cotidianeidad como las nuevas tecnologías, facilitando las relaciones y captando el interés del joven. Debemos “revolucionar” también la actividad periódica semanal con el grupo.
 

  1. El marco físico de la actividad

 
La calidad de las instalaciones donde se enmarca nuestra propuesta educativa, el confort sin renunciar a la austeridad, son un reto por abordar. Para atraer a una generación, que demasiadas veces vive  en la opulencia, debemos de plantearnos un mínimo de dignidad en los locales, las salas y los espacios en donde se realiza la actividad. Y a partir de un marco, que sin duda les atraiga,  ser creativos en las propuestas de actividades.
Chesterton afirmaba que una habitación con una mesa, cuatro sillas distintas y una bombilla en el techo se trataba sin duda de una parroquia católica. Esta austeridad extrema que raya el descuido no hace atractiva la propuesta a los jóvenes de hoy. Las salas deben revestir un mínimo de calidez, los espacios deben ser confortables por lo que respecta al mobiliario, calefacción, iluminación. Debe haber recursos musicales, retroproyector, televisión… para que las nuevas tecnologías que tanto seducen a los adolescentes puedan ser la excusa para coincidir en el centro juvenil. La grabación de un CD, el visionado de una película o de un partido de fútbol, comunicarse con otro grupo con el que compartimos un encuentro o una actividad de vacaciones, deben ser actividades posibles desde los centros para la juventud. Un proyecto educativo o pastoral riguroso no puede olvidar un mínimo de  confort y los recursos citados para que pueda ser atractivo.
No confundamos la austeridad con la precariedad, tengamos conciencia de que es imprescindible invertir un mínimo si queremos hacer agradables las actividades. Y de la misma forma como las escuelas católicas se han renovado y han mejorado los campos de deporte, gimnasios y demás instalaciones, acondicionemos los locales de nuestro centro. Y si optamos por las colonias de vacaciones o una salida itinerante, no nos conformemos sólo con refugios de montaña o viejos caserones y dediquemos un tiempo a elegir modernos albergues de juventud o instalaciones que puedan ser un atractivo por ella misma.
 

  1. Compromiso voluntario

 
Aunque en aparente contradicción con su actitud vital, el joven necesita de la ocupación intensa de su tiempo libre combinado con espacios de conversación gratuita y ocio. Es importante sugerir propuestas de acción voluntaria que requieran constancia y sean verdaderamente útiles, si no  dejan de ser atractivas. El éxito de los centros de tiempo libre se debe, en gran parte, al compromiso constante que requieren del joven monitor y de la utilidad que éste percibe de su actividad semanal y durante las colonias de verano con niños y niñas. De forma parecida en cuanto a la exigencia pueden ser las actividades de montañismo y deportes. El contacto con la naturaleza, la autosuperación, el equipo… son elementos que identifican al joven y le permiten romper hábitos de ocio como las vacías noches de bares o discotecas.
La experiencia en Barcelona y su entorno, respecto a los movimientos católicos de juventud en una sociedad muy secularizada, nos muestra que donde existen grupos significativos de jóvenes es, mayoritariamente, comprometidos como monitores de tiempo libres e incluso escouts. Los movimientos especializados de acción católica han sufrido una mema de militantes muy significativa llegando incluso a disolverse uno de los movimientos generales que había tenido mayor militancia. Nos referimos al movimiento conocido como Hora 3. Dicha afirmación es simplificadora pues el objeto de estas páginas no es hacer una análisis exhaustivo de la realidad pastoral en Cataluña. Pero analizando la realidad constatamos que los únicos colectivos con cifras importantes de jóvenes se encuentran vinculados a acciones voluntarias que requieren constancia,  como es el caso de la educación en el tiempo libre. De ahí el reto para cualquier educador de grupos de adolescentes de ser capaz de encontrar actividades que den sentido al grupo por ellas mismas y que faciliten el compromiso individual con el proyecto. Si la única oferta son actividades para el joven y el principal nexo las interrelaciones personales es probablemente demasiado débil para mantener el grupo unido durante periodos largos de tiempo.
 

  1. El reto de la noche

 
La noche siempre ha sido un reto, pero hoy lo es más que nunca. Cualquier propuesta en positivo para ocupar algunas noches debemos valorarlo  como un gran logro. No se trata de condenar por condenar los espacios de ocio “naturales” que ofrece el mercado, sino de hacer propuestas que puedan ser complementarias. Es importante que la persona encuentre razón de ser a cómo ocupar el ocio. Si verdaderamente el joven opta por las actividades con sentido, también en una noche de bares será capaz de encontrarlo y su tiempo libre será enriquecedor para él y su entorno. Experiencias de competiciones deportivas nocturnas, de veladas dentro de una excursión de fin de semana, de alternativas positivas para la noche, son uno de los principales retos que como educadores se nos plantean actualmente.
La noche es la gran preocupación para los padres, la noche parece no ser responsabilidad de nadie excepto si hay disturbios de orden público. Autoridades, escuela, educadores vocacionales, incluso las familias parecen girar la cabeza a otro lado como si las actividades que se inician a partir de las 12 de la noche no fuera con ellos. Parece que los únicos dueños de la noche son las discotecas, bares, el alcohol, los estupefacientes… El joven siempre ha sentido atractivo por la noche, y nuestro reto está en ser capaces de ofrecer alternativas atractivas a las vacías noches de botellón. Las actividades partirán sin duda del deporte, el montañismo y la disposición a abrir locales y acoger actividades alternativas.
Ofrecer propuestas concretas es tan importante como la acción educativa realizada previamente a la adolescencia y desde la cotidianeidad de nuestros centros juveniles. La persona que ha crecido como tal desde la infancia, que ha interiorizado unos valores, unos hábitos saludables, que sabe divertirse y relacionarse en positivo, difícilmente se dejará llevar por el consumo de tóxicos y su disfrute del tiempo libre nocturno no se apartará de su forma de ser como persona. Haber realizado esta tarea con suficiente solidez hasta el momento es sin duda la principal garantía de éxito ante el ocio nocturno.
 

  1. Cooperación al desarrollo

 
Viajar, en un mundo donde el transporte es mucho más accesible y los destinos turísticos pueden tener gran interés para el joven, es otra de las actividades a incluir en nuestro catálogo de recursos tal como afirmábamos anteriormente. El antaño destino de un campamento es hoy habitual en un fin de semana, por lo que debemos ser atrevidos al plantear actividades de verano. Y dentro de este catálogo no olvidemos la experiencia personal que puede suponer un campo de trabajo de cooperación en un país subdesarrollado. Sin duda, esta actividad influirá en el joven y no sólo en él sino en nuestra sociedad que, fruto de la generosidad de muchos, desplaza a miles de personas cada verano por distintos destinos del tercer mundo. ¿Qué mejor forma de educar el valor austeridad y el respeto por la diferencia que conociendo África o muchos lugares de Latinoamérica?
Existen muchísimas ONG, algunas vinculadas a congregaciones religiosas, donde la acción en el tercer mundo es dirigida por misioneros con un fuerte compromiso espiritual y social. Tener la excelente oportunidad de trabajar sobre el terreno con ellos, vivir su experiencia humana y cristiana, deja huella en las personas. Compartir un mes de agosto con personas en general felices, a pesar de las carencias materiales, acompañados por alguien que da su vida entera por los demás, cuestiona al joven sobre el sentido de muchas de sus preocupaciones. Prepararlo requiere sin duda partir de un grupo maduro, mayor de edad, con los que se ha realizado un trabajo previo, cohesionados, con una calidad humana que les permita integrar la vivencia que van a tener. Requiere, además, encontrar el lugar donde realizarlo, las personas que les van a transmitir un testimonio excepcional. Exige también una disponibilidad temporal significativa, renunciar a vacaciones, a comodidades… es el compromiso con la educación.
 

  1. Animación de la fe

 
Un último reto que creemos importante son los espacios de vivencia espiritual, de plegaria o de celebración. No pueden ser momentos aislados, descontextualizados, que responden sólo al estilo del religioso, sacerdote o seglar que nos lidera. Han de ser un momento “habitual” de la vida de grupo, pueden ser consecuencia de espacios de reflexión compartida, del contacto personal con cada uno. Han de formar parte de la cotidianeidad desde la excepcionalidad de la vivencia del trascendente y de la proximidad con el Dios-amor. Sin miedos, con el apoyo de la vivencia del celebrante o líder del grupo, en absoluto rutinarias, respondiendo a la realidad del conjunto y a los momentos personales. Debemos dejarnos llevar por la fe. Y a partir de estas vivencias tomaran aun mayor sentido la participación en actos multitudinarios en santuarios, en Taizé, los encuentros con el Santo Padre…
Estamos convencidos de que aquellos grupos modernos, cohesionados, que tienen una vivencia de fe, son los principales destinatarios de estas manifestaciones colectivas que la Iglesia posibilita. Nuestro papel como educadores está en hacer posible la asistencia a dichos actos y compartirlos con ellos, no “enviarlos” al margen nuestro pensando que el ambiente hará todo lo demás. La experiencia en grupo de los encuentros de Taizé o los que Taizé organiza durante las Navidades en una ciudad europea, puede ser excepcional para muchas personas de la misma forma que las jornadas mundiales de la juventud o cualquier encuentro de movimientos juveniles.
Los retos no divergen demasiado de lo que ha sido la educación a lo largo de la historia. El entorno es, sin duda, más duro en tanto que no comparte nuestros valores, si no que propugna otros con gran firmeza convirtiendo nuestra propuesta en un planteamiento de resistencia. Nos encontramos con una juventud sin carencias materiales, en general mucho más necesitada que en otros tiempos de referentes claros y de propuestas que los hagan crecer como personas.  El reto es motivador y nuestro compromiso personal nos ha de llevar a responder con ilusión y coraje.
 

Josep Oriol Pujol Humet