SANTA MARÍA “FUTBOLERA”

1 mayo 2010

Santa María del contrato indefinido, tú que dijiste “sí, hágase Su voluntad”
a un contrato demasiado arriesgado y que muy pocos firmarían…,
ayúdame a ser valiente para fichar por ti y blindar mi contrato con una cláusula
de amor y fidelidad, de manera que nada ni nadie pueda apartarme de tu equipo.
 
Santa María con el corazón infiltrado, tú que a pesar de no estar en condiciones de jugar,
saltaste sin pensártelo dos veces al campo de Ain Karim,
pues sabías que tu prima te necesitaba a su lado…
ayúdame a darlo todo por mis compañeros más necesitados,
aunque eso suponga renunciar a mi día de descanso o a jugar entre semana.
 
Santa María de las grandes asistencias, tú que siempre jugaste en la segunda línea,
contribuyendo con tu juego, poco vistoso pero muy efectivo, a los logros de tu equipo…
ayúdame a asistir siempre a mis hermanos y compañeros, l
anzándoles balones de amistad, cariño y esperanza.
 
Santa María del saludo revolucionario, tú que celebrabas cada uno de tus goles entonando un cántico que provocaba los pañuelos y los pitos en la grada… ayúdame a jugar con los más pobres, los más humildes, los más desamparados, con aquellos que, un día sí y otro también, tienen que soportar auténticas goleadas de odio, desprecio y abandono.
 
Santa María, fichaje extracomunitario, tú que tuviste que huir de tu tierra, abandonando
a tu equipo de siempre, para recalar, a miles de kilómetros, en las filas de otro club…,
ayúdame a dar juego a tantos hermanos venidos de otras ligas,
en busca de una oportunidad que se les niega en sus canteras, y a sentir como propios
sus colores (no tan diferentes, si los analizamos desde la pizarra del corazón).
 
Santa María con el siete a la espalda, tú que perdonaste tantas y tantas jugadas sucias
como tuviste que soportar, guardando únicamente en la videoteca de tu corazón
las grandes hazañas, los grandes goles…, ayúdame a evitar
la patada fácil, los piscinazos o el juego rudo y violento
con el que tan a menudo salto a los campos de la vida.
 
Santa María, estrella del banquillo, tú que apareciste tan pocas veces en la sala de prensa
y evitaste en todo momento los flashes y las cámaras,
sabiendo que tu tarea consistía en hacer lo que Él dijera…
ayúdame a priorizar siempre los intereses del grupo sobre los personales.
 
Santa María con el menor presupuesto, tú que tuviste que pasar
por todos los cargos del club, desde utillera a presidenta,
para ajustar los presupuestos y no dejar las arcas semivacías…,
ayúdame a valorar a las personas con las que me encuentro cada día
en tantos estadios de la vida, no por lo que tienen, los goles que llevan
o por la ficha que poseen, sino por lo que son, jugadores como yo,
del mismo Mister y, por lo tanto, compañeros y hermanos del mismo equipo.
 
Santa María de los partidos más difíciles, tú que, en los momentos malos,
estuviste siempre a pie de campo y a pie de la cruz,
sabiendo que esa era tu posición natural y nunca te pillaron en fuera de juego…,
ayúdame “a dejarme la piel y el corazón” por mis hermanos
y a no pedir el cambio cuando el partido “pinte mal.”
 
Santa María, jugadora de equipo, tú que eras la número uno en hacer piña,
en hacer grupo, que estuviste animando al grupo de los apóstoles
cuando todo el mundo vaticinaba vuestra derrota…,
ayúdame a estar al lado de mis compañeros cuando el equipo,
fruto de las lesiones, la mala suerte o los pésimos resultados,
ocupe posiciones de descenso.

José María Escudero

 
 

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