SEMILLAS DE EVANGELIO

1 octubre 2005

Luis Antonio Medina
 
Ofrezco en estas páginas, como materiales para la reflexión, un conjunto de textos de distinta procedencia. Pero todos ellos tienen algo en común. Son trozos de la vida cotidiana que nos muestran cómo hoy en este mundo nuestro está creciendo, de manera sencilla, la semilla del Reino. No he querido añadirles ningún tipo de pistas para su utilización catequética o pastoral. Fácilmente, catequistas y animadores pueden hacerlo. Sin duda pueden resultar útiles tanto para la reflexión personal como para ser comentados en grupo.
 
La vida cotidiana de Pili y Manolo
 
Pili y Manolo están jubilados, viviendo ese momento de su historia en el que muchos se dejan llevar por la inercia de la vida y sienten que tienen ya todo hecho. Los hijos ya están situados, los nietos van creciendo, la vida laboral se acabó y la casa, antes siempre tan llena y en la que todos vivían más bien prietos, se les queda grande…Podrían dedicarse al turismo y a hacer familia, pero ellos han decidido seguir llenando su vida de sentido.
Por un lado, como tienen habitaciones de sobra, han puesto su casa a disposición de los demás y siempre tienen viviendo con ellos alguna persona del tercer mundo, que viene a España a completar su formación o a trabajar. Lo curioso es que al poco tiempo de llegar, ya se sienten como de la familia y varios de ellos hasta han participado en sus reuniones de comunidad cristiana. Además saben hacer que se sientan como en su propia casa, pactan la libertad e intimidad de unos y otros y se facilitan la vida, sin invadirse ni condicionarse, pero intentando crear un clima familiar y cercano entre ellos.
Otra tarea que hacen esta pareja, además de ocupar su tiempo en colaborar con alguna organización solidaria, es visitar a personas de su barrio que no tienen familia. Se ocupan de que se sientan acompañadas, de sus necesidades, de ir con ellas al médico o de visitarlas cuando están hospitalizadas o terminan en una residencia.
También este matrimonio tiene unos días fijos dedicados para ejercer de abuelos, y que sus hijos puedan aprovechar para irse al cine o darse un paseo. Lo tienen organizado de forma que cada hijo sepa qué día de la semana puede contar con ellos y, al mismo tiempo, respetar los compromisos de los padres. Esta pareja tiene la cualidad de saber cuidar  a los amigos y, en cuanto surge una enfermedad, un apuro o una necesidad, inmediatamente aparecen ellos, como si fueran el servicio de urgencias, que cuida a los cuidadores y que sabe mantener vivas las relaciones. A todos nos sorprende cómo, misteriosamente, están atentos a todo y a todos.
De vez en cuando se regalan un viajecito o unos días de retiro espiritual, para recargar pilas y volver fuertes para poder, con sus achaques y los de los demás, que nos colgamos de ellos.
Cuando al atardecer de la vida les examinen del amor, estos dos abrirán su corazón lleno de nombres, pues han sabido crear una gran familia y colaborar por construir la gran familia humana, porque saben hacer que todos nos sintamos con ellos como hermanos. Son personas de oración, se alimentan del evangelio y Dios es la fuerza y el motor de su vida.
Otros, a su edad, andan por la vida quejándose de sus enfermedades y dándose la buena vida, tan merecida, que hoy se ofrece a los jubilados, de viajes y balnearios. Pero ellos eligen vivir la Vida en Abundancia, del evangelio y ocuparse en que otros, los más posibles, tengan mejor vida.
Escribir esto de mis amigos me hace caer en la cuenta de cuántos detalles tienen con los de alrededor, cuánto regalo pensado, sorpresas, invitaciones, casas compartidas, ayudas económicas, confidencias,  apoyos en dificultades, recados y telefonazos oportunos… y todo ello envuelto en mucho cariño, austeridad y sencillez, que es su forma de estar en el mundo. Porque lo más curioso es que ellos no necesitan casi nada para sí mismos, pero adivinan las necesidades y caprichos de los demás.
Con gente así cerca, la vida es más bonita… y si les conoces a fondo… te enamoran de Dios, que es su ilusión, su dinamizador y su descanso y, además, lo saben contar con sencillez. Es muy posible que si este escrito cae en sus manos, ellos ni se reconozcan a sí mismos, por la naturalidad con que viven.

Mari Patxi Ayerra

 
19 evangelios de 15 y 16 años
 

“Amad a los muchachos como a las pupilas de vuestros ojos”

Beato Ludovico Pavoni

 
Ocho de la mañana, primer dilema de la jornada: ¿Porretas o Camela?… mejor “los 40” así contento a unos y a otros…
De esta singular manera comienza mi jornada, otro día lleno de buenos proyectos y mejores intenciones. Diecinueve adolescentes serán, otro día más, el centro de mis preocupaciones y desvelos de mis enfados y dolores de cabeza y, cómo no, también de mis satisfacciones y alegrías. Muchas horas juntos, en las clases y en el recreo, en el comedor y en el juego, en los talleres y en la formación, hasta en el merecido descanso nuestro sueños se cruzan, fruto de la cercanía de nuestras respiraciones. ¿Rutina? ¡qué va! Para ellos no existe tal palabra. Cuatro años remando juntos, aunque no siempre en la misma dirección, nos ha servido para repetir cada mañana nuestro particular grito de guerra: “Vamos a inventar este nuevo día que Dios ha creado especialmente para nosotros.”
Después a lo largo de la jornada, ellos me van interpelando continuamente. Siempre hay alguno que me “chafa” mi ordenada y pulcra agenda, e inventa, sin contar conmigo, su propio día: se convierte en la oveja descarriada que hay que salir a buscarla, alterando el horario establecido. Otros (suelen ser siempre los mismos) vuelven a ser protagonistas en la sala de profesores ¿pero cuántas oportunidades más hay que dar a estos chicos?… Cuando voy en busca de ellos, reglamento interno del centro en mano, su miradas  me responden: “no te digo un mes, ni dos, sino todo el curso y el que viene si fuera necesario…”
Después están los que levantan la mano, los que “echan codos,” los que me dan un respiro, aunque esto no suele durar mucho tiempo, pues el Educador por excelencia se encarga de mandarme a uno de los que no dan “un palo al agua” que me recuerda: “si quieres pavonearte de tus jóvenes, tendrás que empezar por los últimos, por los que no cuentan ni para ti, ni para la sociedad.” Y empiezan de nuevo mis dudas, dudas que se diluyen como un terrón de azúcar en un vaso de agua, cuando alguna pifia me despierta de mi letargo educativo recordándome: “ama a todos tus alumnos, mas ama de un modo especial a aquellos que son más difíciles, que alteran tu ritmo educativo, que te contestan de malas maneras y que incluso, en alguna ocasión, han osado en levantarte la mano. Pues si amas únicamente a los que no te dan problemas y que aplauden con su actitud y buenos modales “tu afanado programa educativo” ¿qué mérito vas a conseguir? También lo hacen sus padres, sus amigos y la sociedad en general. Tú desgástate con “los peores,” con los que no cuentan para nadie… te aseguro que será grande tu recompensa.”
Y así continúo mi jornada, rescatando capítulos y versículos que Dios ha puesto en los corazones de mis muchachos. Y es que cada uno de ellos son un evangelio, un evangelio viviente, un evangelio tal vez incómodo e hiriente, mas es el Evangelio que me toca leer cada día. Esla Buena Noticia que, en el descanso de la noche, cuando ha cesado ya “la guerra de almohadones,” Dios me entrega actualizada.
Se que al final de la Jornada (en mayúsculas) Dios me pedirá cuentas, y se que no le voy a mostrar un gran tesoro, ni le voy a doblar o a triplicar los talentos, mas estoy convencido de que de mi saco saldrán al menos, 19 pequeñas perlas, cada una con su etiqueta y su denominación de origen… ¡Ojalá que cada una de ellas lleve impreso mi nombre!
 

JOSÉ MARIA ESCUDERO

 
Ante el terrorismo
 
De todo lo que rodeó al asesinato de mi marido me fui enterando al ir pasando los días, ya que realmente no era consciente de lo que estaba sucediendo. Durante mucho tiempo todo parece una pesadilla. Vives como en una nube. Supe que no levantaron el cadáver durante al menos cuatro horas. Me pareció horrible y me quedó grabada una pena inmensa por ésta y otras negligencias que rodearon a su asesinato y que la gente me fue contando.
La casa se llenó de gente, ¡tanta!, que al final no recordaba las personas que habían pasado. Y los medios… sin parar de insistir. Nunca pensé en encontrarme en una situación parecida. De repente eres desgraciadamente noticia y eso iba a hacer que para mí, que siempre me había gustado pasar desapercibida, ya todo iba a ser diferente. Pensé que mi fe, a la que siempre me había agarrado en los momentos difíciles de mi vida, me ayudaría, y así ha sido. Creo que sin ella me hubiese sido imposible seguir adelante, pero era tan duro que me costó mucho reaccionar ya que no podía concebir que le hubiesen quitado así la vida. Sentía una impotencia y una rabia inmensa. Habían destrozado mi vida, mi familia. Otra familia destrozada. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Con qué derecho esa gente extraña decide arruinarme la vida? No hay respuesta.
La verdad, tengo que decir que me sentí arropada por muchísima gente, más de la que nunca hubiese imaginado. Fueron incontables las visitas, cartas, llamadas, telegramas. Tanto la gente conocida como desconocida… El sentirte arropada a parte de la familia, por tantas personas, te ayuda a pasar el primer trago. Después va volviendo todo a la normalidad y es cuando realmente te vas dando cuenta de lo increíble que resulta. Cambia tu manera de ser, eres mucho más sensible y la tristeza aflora de manera incontrolada en cualquier circunstancia. Cada vez que hay una desgracia semejante vuelves a vivirla como tuya.
Me he dado cuenta que la gente que me quiere es una mayoría. En ese sentido estoy contenta y reconozco que se han acercado a mí personas de todas las ideologías, en las que pienso que ha sido mayor el sentimiento de cariño y amistad… También he tenido y tengo que soportar esa minoría que se ha sentido feliz con lo sucedido. Personas que han llamado a casa insultando la memoria de mi marido y ahondando en la herida, hasta tener que cambiar el número de teléfono. Yo no lo puedo entender. ¡Cómo puede la gente sentirse bien de esa manera! ¡Por qué tanto odio!…
Mi lucha ha sido y es día a día muy fuerte en lo referente a alcanzar una paz espiritual, porque la rabia sale sin querer y las preguntas ahí están, sin respuesta. Cada día, cuando hago mi examen de conciencia me pregunto si soy capaz de perdonar. Es muy difícil perdonar (sobre todo sin que te lo pidan), pero me es necesario hacerlo. El perdón no es una obligación, no es una expresión de superioridad moral ni es una renuncia al derecho. El perdón es una acto liberador. Perdonar es ir más allá de la justicia. Esforzarnos en plantear el perdón, en proponerlo y hablar de él es invitar a ser cada vez más persona.

CARMEN HERNÁNDEZ, Viuda de Jesús Mª Pedrosa,

Concejal de Durango, asesinado por ETA el 4 de junio del 2000.

(La reconciliación. Más allá de la justicia, Cristianisme i Justicia, Barcelona 2003)

  
Un día en la cárcel
 
Quiero compartir con vosotros una bonita experiencia de trabajo que he tenido hace dos días en la cárcel masculina de Como (Italia).
Me llamaron para  dar un curso sobre la  no-violencia, pues el grupo local de Educación para la Paz no se atrevía a hacerlo. No sin cierta aprensión acepté y me presenté a las 9,00 de la mañana ante la puerta de la cárcel. Una vez pasados todos los controles puede entrar en ese mundo que parece no existir en el nuestro.
Pasillos y pasillos, gente que te mira, guardias, puertas, explicaciones, el maestro me acompaña, y detrás de mi 4 del grupo local, para ver » cómo se hace» ( y yo pienso «y yo qué se!», ¡si creen que no tengo miedo!…)
Finalmente llegamos a la biblioteca, un lugar estrecho, lleno de mesas y sillas puestas para una conferencia. Me doy cuenta de haber olvidado avisar de que necesitaba un espacio libre con sillas alrededor, donde podernos mover. Me dicen que no existe. «No se puede» es la frase preferida de los funcionarios de la cárcel. Por fin encontramos un aula libre, quitamos las mesas y nos ponemos en círculo. Unos 30 hombres de varias edades, algunos extranjeros que no hablan casi italiano. En el aula de al lado suenan los tambores del curso de percusión. Qué follón! No creo haber trabajado nunca en condiciones más difíciles!
Pego en la pared mi cartel con el programa del día, paso un lápiz entre los participantes y les pido que se presenten: «Me llamo… y si tuviera una barita mágica desearía…» Unos decían: nadar en un agua cristalina; otros: volver a casa, a mi país; otros aun: volar… Los únicos que no parecían tener sueños, los cuatro del grupo local (¡qué penita: «no se me ocurre nada»; qué bofetón…!).
Trabajamos sobre los conflictos, sobre la violencia y la no-violencia, sobre los fines y los medios, sobre el poder, la complicidad, el miedo,… Las horas pasan rápidamente. Se discute, se colocan cerca de los papeles que reflejan su posición, trabajan en grupos, escriben una carta cambiando punto de vista…
Llega el momento de cerrar y hacer la evaluación del encuentro. Para todos parece haber sido un momento interesante y agradable. (Se integra en un ciclo de conferencias para los alumnos de la escuela primaria y media), pero lo que màs les ha gustado: » Que finalmente no viene uno a hablarnos y ya está, sino que nos pregunta lo que pensamos….»
Bien. Me doy cuenta de vivir en el mundo como si no existiera la cárcel. Y cuántas otras realidades ignoramos, no nos caben, preocupados por nuestras miles preocupaciones cotidianas…
Al final el maestro me pide si podría hacer un curso entero más largo. Les paso la pelota a los del grupo local: programar juntos sí, venir desde mi pueblo (he necesitado 2 horas para llegar), no. Pero una cárcel cerca de mi pueblo si que hay… quien sabe si… (calma Merche, que te conozco!)
La gente dentro me ha parecido mucho más normal de lo que me esperaba. Con una sed enorme de normalidad, de esperanza, de relaciones con el exterior (está prohibido internet, no existe ni siquiera un periódico interno). Blindados entre reglas y dinámicas viciadas («no os asustéis de lo que decimos» – decían – » aquí las cosas son distintas de fuera. Hay que sobrevivir, y no meterse en líos»). Me provocaban una ternura… Habría querido abrazarlos uno a uno en su dolor existencial para protegerlos, para hacerles volar, nadar, volver a casa…. Con mi barita mágica habría querido convertir todas las cárceles en lugares de verdadera «redención» en vez  de aislamiento y embrutecimiento…

MERCEDES MAS

 
El regalo de una vida entregada
 
Se me acercó en el patio mientras yo estaba hablando con otro profesor. ¿Te acuerdas de mí?. La cara me era conocida pero el nombre no me venía a la cabeza. Sí, le contesté. Tú estabas en el chiquicentrocuando yo venía aquí los fines de semana hace seis años…
Seis años dan mucho de sí y más cuando uno pasa de tener once a tener diecisiete… La conversación se iba animando. Nacho, que así se llamaba el chaval, se acordaba de los compañeros, de los juegos, de los campamentos de verano… Los nombres de los animadores que por entonces organizaban las actividades fueron saliendo uno tras otro, hasta que Nacho nombró a Toñi. Entonces, los ojos de aquel hombretón de bachillerato, se volvieron vidriosos por un instante y una secuencia de recuerdos pasaron rápidamente por mi mente. Parecía mentira pero casi los tenía olvidados…
Sí, Toñi había llegado al corazón de todos los que compartimos con ella un trocito de vida. Por aquel entonces aquella mujer de setenta y tantos años acudía con la ilusión de una colegiala, sábado tras sábado, a organizar su taller de pintura de escayola. Allí estaba la primera cuando había que irse de excursión o cuando había que organizar juegos o cuando había que preparar a los niños de comunión para ayudar en misa…
Tal vez no entendía mucho de proyectos educativos, objetivos, líneas de acción y programaciones pastorales, pero su semilla cayó en la buena tierra de la sencillez, el cariño y el sentido común. De ella aprendimos que no hay fecha de caducidad para entregar lo mejor de uno mismo a los demás; que los chicos perciben a la perfección cuando alguien hace algo porque les quiere; que la sencillez debe ser siempre nuestra compañera de viaje en el camino de la vida.
Y Toñi se nos fue en el fragor de la batalla. Desde el hospital organizó su última actividad para los chavales, ya que sin ella éramos incapaces de saber los kilos de castañas que teníamos que comprar para la fiesta de los Santos. Y después de eso, al poco tiempo se nos fue.
Lo que Nacho nunca supo fue que aquella tarde, junto al cuerpo sin vida de nuestra amiga, los animadores decidimos tener actividades con él y sus compañeros al siguiente fin de semana. Nosotros no estábamos de humor, pero estábamos seguros de que eso era lo que a ella le hubiera gustado. Y así lo hicimos. Y así procuramos día tras día que la semilla de aquella joven de 72 años siguiera germinando en medio de nuestros chavales.
¡Las personas olvidamos tantas cosas! Por suerte Nacho aquella tarde, al acercarse en el patio, me ayudó a  recordar algo que nunca quisiera olvidar.

Nando García

 
Cuando el cáncer quiere cambiar el rumbo de la vida
 
Me piden que cuente algo de gente que vive el evangelio y se me ocurren un montón de personas. Porque la verdad es que, aunque esté de moda hablar mal de la gente, cuando uno quiere contar lo bueno, encuentra un montón de cosas y de personas contables.
Elijo una mujer sencilla, normal y corriente, con un marido y unos hijos, a  la que un buen día el cáncer le cambia el rumbo de su vida. Aparece la enfermedad y tiene que abandonar su trabajo, que le llevaba casi todas las horas de su vida, y reflexiona sobre lo realmente importante de su historia. El cuerpo se le deteriora bastante, pero la mente se le espabila. Tiene un encuentro profundo con el Señor y se da cuenta de que antes andaba como la Marta del evangelio: liada en mil cosas de la vida, ocupada en acumular, pero sin disfrutar a fondo de casi nada, ni de la pareja, ni de la maternidad, ni del ocio… y comienza sus tratamientos de quimio, acompañados de un proceso espiritual de reflexión y encuentro consigo misma y con Dios. Se despierta en su vida su parte de María.
Descubre que lo importante de la vida es disfrutar a tope del momento presente; que ella no sabe si va a tener futuro, y decide hacer que otros disfruten también y vivan mejor. Comienza a leer más, a ir a unos grupos de crecimiento personal, a  intensificar su vida de oración y se compromete a colaborar con una asociación de ayuda contra el cáncer. Después comienza a enseñar corte y manualidades a otras personas que lo necesitan y cambia el rumbo de su vida: de vivir para incrementar su economía, a vivir para darse, para crecer y para hacer que viva mejor otra gente.
Participa en un curso de inteligencia emocional y, como le ayuda a crecer, inmediatamente se compromete con la asociación que lo promueve, para colaborar en la extensión gratuita de estos cursos para enfermos y familiares. Y así va implicándose en distintas actividades, apoyada siempre en una vida fuerte de oración, que ella dice le multiplica el tiempo y las capacidades.
Vive atenta y entregada a quien le necesite, sin abandonar a los suyos, pero con un corazón universal. Lo mismo se implica en poner en marcha un festival, para recoger fondos, para apoyar un proyecto de educación de niños trabajadores de Perú, que teje vendas para los leprosos de … Te la puedes encontrar acompañando a una vecina al psiquiatra, o pintando figuras para hacer un mercadillo en beneficio de cualquier otra organización pro alguien.
Una cosa buena que tiene esta mujer es que cuenta con claridad lo que Dios va haciendo en su vida. Comparte su experiencia de enfermedad, igual que cuenta el impulso que recibe en la oración cotidiana… Sale al encuentro de personas que están elaborando el duelo de la enfermedad recién descubierta o de las que viven en unsindiós y les ayuda a despertar su parcela espiritual y a desarrollar sus recursos personales de autosanación mental.
Es fiel a su encuentro con el Señor, pues dice que si no deja espacios para la oración, vive distraída y desorientada, como gastando más energías en vivir, pero consiguiendo una menor calidad de vida. En cambio, cuando transcurre su vivir cotidiano sabiéndose habitada, ella tiene mayor fortaleza y seguridad y se le multiplica el tiempo para los otros.
Pasa sus épocas de miedos ante las revisiones médicas y ante otras situaciones que le desbordan, pero las supera recurriendo al Señor cuando está cansada y agobiada, dejando que El le descanse o volcándose en el momento presente, sabiendo que “cada día ya traerá su propio afán”. ..
Aunque ya ha cumplido el medio siglo, ella dice que hace sólo unos pocos años que vive realmente viva, exactamente desde que le apareció la enfermedad y descubrió a Dios en su vida. Antes tenía con El una relación light, creyendo que era un conjunto de normas, en vez de una compañía gozosa y potenciadora que una vive en los adentros. Esta mujer genera alrededor clima de comunicación, valentía y amistad con Dios, porque lo que le ocurre lo cuenta con total naturalidad. Es una suerte tenerla de amiga…

Mari Patxi Ayerra

 
En el camino de la enfermedad
 
… En esto de las enfermedades es un paso hacia delante y dos o tres hacia atrás. Y así se va haciendo el camino. Lo importante es encontrar una buena razón para amanecer cada día porque de ese modo tiene más sentido afrontar cuanto te encuentras en él, y, ciertamente, hay días que como no fuera por eso, caería en la rutina y hasta en el aburrimiento. Ahora sólo veo el mundo a través de una ventana y siempre la misma, pero cuando el día es gris para mí, intento enseguida echar mano de algún recurso que me procure sol y claridad… Me doy un paseo por las nubes y voy a tantos lugares donde hay personas a quienes amo, y disfruto recordando cosas buenas. Otras, sueño cosas bonitas que podré disfrutar si salgo de ésta. Bueno, la cuestión es pensar en los otros y no en mí.
Vivo sin tiempo, porque la vida, para mí ahora no es estar ocupada, sino vivir sencillamente, saboreando todo, esperando todo, soñando en todo, pensando en todos para no caer en la tristeza de mis dolores, ni caer en el pesimismo de mi futuro, que no sé si lo tengo; ni tampoco deprimirme por las limitaciones del presente, que las hay, aunque cada vez son menos, todo hay que decirlo…
No obstante, cuando llega el atardecer, a veces sólo tengo la fe justita para terminar el día y lo mismo el ánimo y las fuerzas y la alegría y la paciencia… Pero basta con lo suficiente para cada día, sin afán de almacenar nada, sino agradeciendo todo y consiguiendo todo a fuerza de pedírselo como hacemos con el “pan nuestro de cada día”. Pues lo mismo con la salud y con la fe y con la esperanza  y con las fuerzas y con el valor… todo es un regalo por parte de Quien se adelantó en amarnos mientras nos creaba y nos dotaba del gran Don dela Vida. En la vivencia del dolor, uno se siente salvado. Mirar a la cruz es sólo “un lugar de paso”, porque esperamos experimentar y participar en la resurrección.
Hoy, en nuestro mundo, hacen falta signos de Jesucristo y Éste resucitado. Hay muchas cruces repartidas y alzadas en todos los caminos…, demasiados hombres sufriendo y demasiado pocos gozando de la Pascua en compañía. Bien merece la pena que quienes creemos en Él, como Dios de la Vida, nos tomemos en serio lo de hacer presente ya aquí su Reino. Es mejor procurarnos el Reino aquí en la tierra. Aunque yo no soy experta nada más que en curar heridas, porque soy enfermera (¡y ahora enferma que no me puedo curar a mí misma!), pienso que eso del  Reino se consigue nada más que por la vivencia del Amor.
Ya sabéis que todos, absolutamente todos, necesitamos mucho querer y que nos quieran, pero sobre todo cuando sufrimos. Jesús se detenía por eso y se volcaba tanto en cualquier persona que se encontraba en situación de sufrimiento. Nosotros no podemos quitar el mal ni curar como él lo hacía, pero sí podemos hacer realidad su ternura, su bondad, su misericordia y hacerle presente junto al dolor de cualquier persona. Dios no nos evita ningún dolor, pero nos acompaña en todos ellos.
Una enferma os dice: no viváis con tantas prisas, que con el estrés se cae el pelo y duele el estómago.

Mª Soledad del Álamo

 
Invitación de Primera Comunión
 
Este el texto de una invitación de primera comunión, que recibí el pasado mes de mayo: El día 4 de junio de 2005 haré la Primera comunión en la iglesia de la Paz (calle O’ Donnell). Me gustaría que me acompañes. Todo será sencillo. Después tomaremos unos pinchos en el bar de enfrente. Si se te ocurre regalarme algo, te pido que no me compres cosas. Tengo muchas y no necesito nada. Pero sé que en Guatemala hay unos niños que sí necesitan. Si me traes algo que sea en euros. Se los mandaré, sin contarlos, a los niños de Guatemala. Muchas gracias

Laura Toraño