[vc_row][vc_column][vc_column_text]PIE AUTOR:
Manuel Cuenca Cabeza es fundador del «Instituto de Estudios de Ocio» y Vicerrector de Investigación de la Universidad de Deusto (Bilbao).
SÍNTESIS ESTUDIO:
Nuestra sociedad no se entiende sin el ocio y el tiempo libre. Ahora bien, “no es suficiente con el tiempo libre para tener una experiencia de ocio”. El autor se detiene en el análisis de esto último como experiencia humana integral que «recrea» o es “un medio para restablecer la voluntad y el valor de vivir”. Así planteado, apenas cabe la identificación del ocio con el descanso, con el premio al trabajo bien realizado o con el mero pasatiempo; tampoco tiene que ser necesariamente «tiempo libre». Por lo demás, “la vivencia creativa del ocio, que conduce al desarrollo de un nuevo humanismo, es uno de los grandes retos de la Pedagogía del Ocio”. Y de ello se ocupan las reflexiones finales del artículo.
La invitación a escribir en MISIÓN JOVEN es ocasión inesperada para expresar mi admiración hacia la labor inabarcable de la gran familia de Don Bosco. Como educador que estudia y profundiza en la trascendencia humana del ocio, hace tiempo que sentí estar ante un tema en el que, además de reflexionar, era necesario intervenir. Y es ahí, en la acción comprometida que he podido ver y analizar a lo largo del tiempo, donde surge mi admiración hacia Don Bosco y la familia salesiana. Pues ambos han sabido poner en práctica planteamientos que se pueden encuadrar en una Pedagogía de Ocio comprometida y de vanguardia.
La invitación de los responsables de MISIÓN JOVEN ha servido también para descubrir el buen hacer de la propia revista y, a través de ella, llegar a vosotros, a quienes la leéis y a quienes la utilizáis como elemento de trabajo y reflexión. Poder comunicarme con vosotros y compartir mis preocupaciones y anhelos en un tema que tanto me ocupa y me preocupa es también causa de satisfacción que llena de sentido el objeto de mis reflexiones.
Sólo tengo unas breves páginas en las que escribir sobre lo que se me pide y por eso debo acotar el tema cuanto antes, presentando el punto de vista en el que me sitúo. Debo decir, sin rodeos, que hablaré del ocio y no trataré el tema del tiempo libre, alguna de las razones la señalaré después. Hablaré del ocio en cuanto experiencia humana integral y derecho, algo bien diferente del ocio-producto de la sociedad de consumo. Bien es verdad que el consumo se ha vinculado tanto al ocio que resulta difícil separarlos, pero quiero aclarar que mi objetivo es tratar de esclarecer una concepción del ocio actual y humana. Tal es mi compromiso y la tarea a la que he dedicado profesionalmente los últimos doce años.
1. Para situarnos en el contexto
Resulta muy difícil entender la sociedad que nos rodea ignorando el ocio. El ocio se vislumbra como un importante pilar de desarrollo para el siglo XXI. Para ver que esto es así, basta con pararse a pensar lo que significa hoy, económica y culturalmente, el mundo del espectáculo, la televisión, los deportes, el turismo, la música moderna, los parques temáticos, los juegos de azar o los museos. La experiencia humana de ocio está en todas partes y en todas las personas, aunque de un modo especial en niños y jóvenes. Está presente en juegos, prácticas deportivas, viajes, vacaciones y fines de semana llenos (o vacíos) de música, fiesta y un largo etc. Su ausencia se puede ver en el aburrimiento, en la falta de integración, de creatividad, de iniciativa… y, como consecuencia, en la tristeza, las borracheras, el sinsentido, la drogadicción… El ocio es una realidad en continuo cambio, que está sufriendo una metamorfosis total antes de ocupar su hueco en la era del conocimiento.
Con la llegada del tercer milenio se está produciendo un cuestionamiento de nuestra forma de ser y vivir de difícil parangón. Nuevas concepciones de las cosas, nuevos usos y nuevas formas de estar en el mundo conducen a lo que pudiéramos llamar, de un modo genérico y global, una nueva ciudadanía. El cambio experimentado en los últimos años, especialmente en los países desarrollados, ha puesto de manifiesto la importancia de nuevos estilos de vida que plantean interrogantes desconocidos.
El ocio es un elemento significativo de este cambio y un aspecto cada vez más importante de nuestra sociedad. La nueva realidad que nos rodea ha aumentado nuestras posibilidades de elección exponencialmente, de manera que la satisfacción no se consigue con tener más o gastar más, sino optando por aquello que nos haga sentirnos mejor con nosotros mismos y nuestro entorno. En la era del conocimiento debemos aprender a vivir en un contexto distinto que, aunque ya sea realidad diaria, no tiene precedentes en la historia de la humanidad. En este nuevo contexto deberemos redefinir hábitos, usos de tiempo y espacio o la manera de entender trabajo y ocio. En este artículo trataré de plantear la relación que existe entre el ocio y la vida en el contexto de un cambio social y cultural que nos envuelve de día en día.
2. El ocio desde una visión humanista
Es bastante habitual que, en el lenguaje cotidiano, utilicemos el concepto de ocio con un significado similar a tiempo libre o a la realización de unas determinadas actividades. Pero, en su sentido más estricto, el ocio no debe ser identificado con el tiempo, puesto que el tiempo en sí mismo no define la acción humana. La identificación que se produjo entre ocio y tiempo libre, a raíz de los estudios –especialmente sociológicos– llevados a cabo entre los años cincuenta y ochenta, dificultó la comprensión del ocio al separarlo de su percepción psicológica. No es suficiente con el tiempo libre para tener una experiencia de ocio, el tiempo es una coordenada vital presente en cualquier acto humano. La importancia del ocio radica en ser un ejercicio libre de identidad, autorreconocimiento y voluntad.
Cuando el ocio se identifica con la actividad o con el resultado de la misma, la vivencia del ocio se objetiviza, se socializa y se hace cuantitativa. No se puede afirmar, por ejemplo, que ver un partido de fútbol sea una actividad de ocio en sí misma mientras haya personas a las que no les gusta el fútbol. La acción es un aspecto más que, junto a la percepción de quien la realiza, puede transformarse o no en vivencia de ocio. Esto explica que los pensadores idealistas considerasen que la esencia del ocio está en el «modo de ser», refiriéndose al modo de sentir personal. Kriekemans definió el ocio como “una «recreación», o sea, un medio para restablecer la voluntad y el valor de vivir»[1]. El término «recreación» está usado aquí en un sentido más profundo que el de “diversión, alegría o deleite”. Siguiendo la definición de la Real Academia, su significado es “acción y efecto de recrear”, entendiendo por recrear la acción de “crear o producir algo nuevo” que, en este caso, es una nueva voluntad de vivir y un redescubrimiento del valor de la vida.
Esta es una aportación que da profundidad al concepto ocio, marcando pautas para una lectura actual y moderna del ocio humanista. Un ocio que «recrea», que da vida, no puede ser una experiencia superficial, sino que ha de estar anclado en la vida interior y en los valores base. A partir de aquí, los recursos y las posibilidades comerciales se convierten en medios y no en un fin en sí mismos. La evasión y la diversión que se proponen desde la sociedad de consumo tienden a identificarse con el egoísmo y el placer personal. La vivencia de un ocio capaz de recrear vida en quien lo experimenta es, por esencia, un ocio compartido, porque las ganas de vivir y la satisfacción que lleva implícita su vivencia implica la apertura al otro y el desarrollo de ámbitos de comunicación que trascienden a los sujetos que la experimentan.
Los tratamientos humanistas actuales del ocio se sustentan en la necesidad de realización e identificación personal y grupal. También inciden en los valores y beneficios, haciéndonos ver la función autorrealizadora y su incidencia en la salud y el bienestar. En cualquier caso, el ocio humanista no es algo que se desarrolla espontáneamente, es una vivencia basada en la formación[2]. Desde este punto de vista, hablar del ocio en la actualidad es hablar de sentidos de vida, de ocupación gustosa y voluntaria, de derechos de la llamada tercera generación. Es también hablar de salud, economía y desarrollo personal o comunitario.
3. Un nuevo modo de entender el ocio
La nueva cultura, de la que hablaba antes, nos abre a otro modo de entender la vida, también a un modo nuevo de entender el ocio. El ocio de la sociedad moderna, consecuencia de la era industrial, ha sido una realidad en continuo desarrollo. No sólo se ha aumentando en cantidad y nuevos usos, sino en posibilidad de acceso. Al inicio del siglo XXI, los países desarrollados pueden hablar de la existencia de un ocio democrático y generalizado. Su nacimiento y evolución, a lo largo de más de un siglo, ha supuesto el descubrimiento de modos de vida que han hecho posible la situación que conocemos. Pero, desde mi punto de vista, la génesis del ocio actual radica en un cambio de mentalidad, en la diferente concepción de la vida y el mundo que nos rodea.
Alain Corbin ha escrito que «los especialistas de la historia natural saben hoy estudiar las instituciones, los objetos y las prácticas pero no se atreven a abordar los mecanismos afectivos cuyo conocimiento constituye el único medio capaz de dar un sentido a sus pacientes y fructíferas investigaciones»[3]. La génesis del ocio, en cuanto que el ocio es una experiencia elegida y deseada, es la génesis de los deseos, la manera en que han ido emergiendo deseos personales y sociales que antes no existían, prácticas y hábitos de vida que, independientemente de las posibilidades, se abren camino en el tiempo histórico y se convierten en objeto de deseo de una comunidad determinada.
Se puede afirmar que el ocio de la era del conocimiento aprovechará todos los inventos conseguidos hasta ahora, integrándose en nuevos modos de hacer que descubrirán a su vez nuevas posibilidades. Aún así la transformación radical del ocio en la «era de los conocedores» irá más al fondo, al modo de entenderlo. El ocio que se señala como ideal, al comienzo del nuevo milenio, es un ocio humano y libre, capaz de realizar a las personas y dar sentido a sus vidas. Apenas tiene que ver con el ocio identificado con el descanso y el premio al trabajo realizado. Teóricamente se hace eco de las principales tendencias, que se recogen tanto en planteamientos políticos como en líneas de investigación. Destaco tres de las argumentaciones principales: autorrealización, derecho y calidad de vida.
3.1. El ocio como autorrealización
En él, se parte de una percepción de ejercicio de libertad y, consiguientemente, autodesarrollo personal y comunitario. Enlaza con la tradición clásica del ocio, actualizada y defendida por autores como Dumazedier, Pierre Laine o Erich Weber. También se relaciona con la defensa de un ocio liberador, en el sentido que lo defienden Racionero o José Luis López Aranguren. Las personas somos los únicos sujetos y protagonistas de la libertad; pero el ocio es un campo específico en el que la necesidad de expresar esa libertad es posible y conveniente. En las prácticas de ocio ve Eliade el refugio de valores existenciales escondidos por la racionalidad del trabajo u otras formas de eficacia propias de la vida moderna. El ocio, en cuanto fuente de satisfacción, alegría y creatividad, nunca podrá ser algo impuesto, sino que, al contrario, necesita del ejercicio de la libertad. Esto permite que sea considerado fuente de autorrealización. Brightbill llegó a formular una sentencia que recoge con acierto esta idea: «Dime lo que eres cuando eres libre de realizar tus deseos y te diré qué clase de persona eres».
3.2. El ocio entendido como derecho
Es una de nuestras más preciadas formas de expresión de libertad. Distintos autores consideran que es una experiencia irrenunciable a la que tienen derecho todos los seres humanos, independientemente de su raza, estatus, género, religión o habilidades. El derecho al ocio supone una defensa del ocio en sí mismo, es decir, del ocio considerado como fin, como experiencia vital diferenciada, no como medio para conseguir otras metas. El derecho al ocio forma parte de la categoría jurídica de los Derechos Humanos, del conjunto de atributo innato, de las «cualidades cuyo origen no ha de buscarse en la ley humana, sino en la propia dignidad del individuo»[4]. Se explicita de manera directa, como ocio en sí mismo, y de forma indirecta, reconociendo el derecho de los ciudadanos a manifestaciones tales como cultura, deporte, turismo, etc. El ejercicio del derecho al ocio adquiere un sentido especial cuando se piensa en las personas discapacitadas, colectivo que ha venido reclamando paulatinamente sus derechos ciudadanos y, entre ellos, se ha incorporado en los últimos años el derecho al ocio en sus diversas manifestaciones.
3.3. El ocio como calidad de vida
Nos remite, en un primer momento, a un imaginario colectivo tradicional en el que ambos conceptos se asociaban al lujo, la abundancia y otras muchas prácticas relacionadas con la suntuosidad y las clases pudientes. La percepción moderna va por un camino bien distinto. Calidad de vida tiene que ver en la actualidad con las distintas necesidades humanas y su satisfacción, desde unos parámetros sociales y humanos equitativos y justos[5]. Una sociedad con calidad de vida será aquella que garantice la satisfacción de sus necesidades (alimentación, vivienda, salud, educación, ocio…) sobre una base de igualdad, respeto y no discriminación.
Ello significa el reconocimiento de la importancia de la vida cotidiana, de su contexto ambiental y social, junto a la valoración de la satisfacción de la comunidad que consigue poder realizar adecuadamente dichas necesidades. Josep Muñoz Redon, en Filosofía de la felicidad[6], recoge unas palabras de La Rochefoucauld que resultan oportunas en este contexto: «C’est avec qu’on aime qu’on est hereaux et non avec ce que les autres trouvent aimable (Cada uno es feliz con lo que ama y no con lo que otros encuentran digno de amar)». La felicidad, afirmaba Levinas, no está hecha de ausencia de necesidades sino de la satisfacción de todas las necesidades.
4. La experiencia de ocio
He señalado antes que el ocio es una experiencia humana relacionada con nuestros valores y significados profundos. Quisiera detenerme ahora en este aspecto, puesto que considero que el ocio vivido como experiencia humana es fuente de desarrollo y prevención de ocios nocivos.
En este sentido conviene recordar que John Dewey distinguía entre la experiencia común y la verdadera experiencia. Afirmaba que la experiencia común se corresponde con cualquier acción consciente de nuestra vida: ver la televisión, reconocer a alguien, desear hacer algo, etc. Cada día está lleno de experiencias así. Dewey separaba estas experiencias cotidianas de otras especialmente intensas, unificadas en torno a una situación, un acontecimiento o un objeto cualquiera. Son las experiencias que siguen un curso procesual, de manera que tienen un cumplimiento que permite conservarlas como recuerdos perdurables. Pone como ejemplos escribir un libro, llevar a cabo una conversación satisfactoria, jugar una partida de ajedrez, etc. Son experiencias que, a diferencia de las primeras, constituyen un todo independiente, caracterizado por la conciencia de elección y voluntariedad; de ahí su cualidad individualizadora y autosuficiente. Esto hace que podamos hablar de una singularidad experiencial, en virtud de que su cualidad emocional satisfactoria proporciona una integración interna que culmina gracias a su cumplimiento.
El ocio, entendido como experiencia humana, forma parte de este segundo tipo de experiencias y se separa así del mero pasar el rato, transformándose en una vivencia llena de sentido. La vivencia de ocio es, o debiera serlo, una vivencia integral, relacionada con el sentido de la vida y los valores de cada uno, coherente con todos ellos. Pero esto no ocurre sin más ni más, sino gracias a la formación. La experiencia de ocio crea ámbitos de relación que pueden ser «re-creativos» o no, pueden ser ámbitos de encuentro o desencuentro.
El ocio, entendido como experiencia con valor en sí misma, se diferencia de otras vivencias por su capacidad de sentido y su potencialidad para crear encuentros creativos que originan desarrollo personal. El ocio vivido como encuentro nos entrelaza siempre con la vida de los otros, es una experiencia trascendente que nos abre hacia horizontes de comprensión y conocimiento. Porque el conocimiento no es algo ajeno a la vivencia de ocio, al contrario, a mayor conocimiento más capacidad de comprensión y satisfacción.
La vivencia de ocio gana significación, importancia y calidad en la medida que se separa del mero «pasatiempo» y se incardina en nuestras vidas rompiendo las barreras del tiempo objetivo. Es una experiencia que se enriquece al fijar su realidad en un presente procesual, coherente con el pasado y el futuro que le corresponde. El tiempo que precede a la realización de una actividad de ocio no tiene que ser necesariamente «tiempo libre», ni tampoco su tiempo posterior. La vivencia de una experiencia de ocio se inicia, o puede iniciarse, mucho antes de la realización de la actividad en sí misma. El atractivo de lo que ha de venir nos permite vivir con esperanza e ilusión. Ilusión y esperanza, dos proyecciones de futuro que habitualmente están presentes en la preparación de nuestras fiestas, vacaciones, diversiones y hobbies.
La vivencia de ocio, en cuanto experiencia humana, tampoco completaría su sentido si no trascendiese a la realización misma de la actividad imbricándose en el recuerdo. Gracias al recuerdo podemos revivir mentalmente una experiencia pasada satisfactoria que, lo que puede ser aún más importante, al ser recodada se convierte en motivación inicial de un nuevo proceso existencial. De modo que la vivencia de ocio cierra su ciclo con la unión de pasado, presente y futuro en una misma realidad. Este dinamismo temporal hace del ocio una experiencia dinámica y, consiguientemente, creativa.
5. La experiencia óptima
En esta línea de pensamiento, Mihaly Csikszentmihalyi, a quien tuve la ocasión de conocer personalmente en el 6º Congreso Mundial de Ocio celebrado en Bilbao el año pasado, estudia desde hace tiempo la incidencia de las experiencias satisfactorias, que él denomina óptimas o experiencias de «flujo», término utilizado por muchas de las personas entrevistadas en sus estudios al describir lo que sienten. Para este autor las experiencias óptimas se alcanzan «cuando todos los contenidos de la conciencia se encuentran en armonía entre sí y con las metas que define el self de la persona»[7]. Son las condiciones subjetivas que permiten acceder al placer, la felicidad, la satisfacción y el disfrute.
La experiencia óptima que analiza Mihaly Csikszentmihalyi tiene en común con la experiencia de ocio que puede experimentarse en distintos ámbitos y dimensiones. Para que una experiencia pueda ser óptima, una persona debe percibir qué quiere y debe hacer algo (percepción de desafío) que es capaz de hacer (que tiene habilidades para ello). Del mismo modo, en la experiencia de ocio maduro se establece un diálogo entre lo que queremos hacer y las habilidades que disponemos para llevarlo a cabo. El interés de la experiencia de ocio no está tanto en el tipo de actividad, sino en los «desafíos» que proporciona a la persona y en el disfrute de su realización.
Esto quiere decir, siguiendo a Csikszentmihalyi, que es la persona, en último término, la que determina si una experiencia es gratificante, óptima o, por el contrario, aburrida. De manera que los resultados de las experiencias óptimas en general, o de las experiencias de ocio en particular, varían en función de la personalidad de quien las experimenta. A pesar de este carácter subjetivo, los estudios realizados al respecto determinan que las características más habituales de esas experiencias positivas[8] son las siguientes:
– Equilibrio entre «desafíos» y habilidades.
– Metas claras.
– Feedback inmediato.
– Satisfacción para quien las vivencia.
– Alto nivel de motivación.
– Olvido o distorsión del tiempo.
Las consecuencias de vivir una experiencia óptima de ocio tienen una amplia y rica bibliografía conocida bajo la denominación de beneficios del ocio. No obstante quisiera destacar aquí la importancia de las experiencias satisfactorias en cuanto reafirmadoras del self, del «sí mismo», algo de especial importancia en nuestros días. Si consideramos válida una de las afirmaciones básicas en los trabajos de Mihaly Csikszentmihalyi, que «el disfrute es la piedra angular de la evolución»[9], podemos considerar que las experiencias de ocio, en cuanto generadoras de vivencias que tienden a repetirse y mejorar la satisfacción que nos proporcionan, son fuentes de desarrollo humano individual y social. Es decir, que el ocio, en cuanto experiencia satisfactoria, tiene una incidencia más allá de lo personal e individual, extendiéndose también a niveles comunitarios y sociales.
- Ocio y educación
La vivencia creativa del ocio, que conduce al desarrollo de un nuevo humanismo, es uno de los grandes retos de la Pedagogía del Ocio. Es la petición que hace años realizaba Laín Entralgo cuando, hablando de ocio, proclamaba la necesidad de una formación intelectual y estética que corrigiese el actual empobrecimiento, sacando a las personas de la estrechez propia del especialismo. También Julián Marías, refiriéndose hace años a los efectos nefastos del ocio de consumo señalaba que a la persona hay que instruirla y asesorarla desde la niñez para que aprenda a pensar; porque las ilusiones se incardinan por un proceso de sedimentación que, “si no recreamos interiormente las apetencias y los proyectos, si nos los imponen antes de desearlos, entonces te desmotivas y lo que consumes se convierte en pura inercia, en un acto mecánico, sin sustancia ni interés»[10].
Pero el ocio humanista, ya lo he señalado antes, no es el ocio espontáneo que pudiera imaginarse, sino más bien el ocio posible que puede hacerse realidad gracias a la educación. Deberíamos hablar más de la educación del ocio y su importancia. La educación del ocio es un espacio inigualable de integración y desarrollo de valores positivos: solidaridad, alegría, visión lúdica de la vida, disfrute compartido, etc. Los lectores interesados en ampliar este aspecto pueden acudir a otros lugares donde me he podido detener en esto que digo[11].
La Educación del Ocio es una de las herramientas más valiosas para favorecer la formación integral de la persona mediante la adquisición de conductas positivas. Constituye un proceso continuo de aprendizaje que conlleva el desarrollo de actitudes, valores, conocimientos, habilidades y recursos. También ayuda a reducir las diferencias entre los grupos sociales, facilitando la igualdad de acceso al ocio, tanto desde el punto de vista físico y mental, como social y cultural. El ocio humanista pretende hacer realidad la igualdad de oportunidades, posibilitando la vivencia y la participación personal y comunitaria.
A partir de la publicación de Leisure Education: Theory and Practice, de J. Mundy y L. Odum[12], en 1979, muchos autores consideran que la Educación del Ocio es un proceso relacionado directamente con la mejora de la persona en relación a sus vivencias de ocio. Del encuentro entre formación y ocio surge un campo inmejorable de autoconocimiento, un ámbito único de consciencia, una ocasión de desarrollo de valores y sentidos, una poderosa fuente para potenciar nuestra identidad personal y comunitaria. La Educación del Ocio tiene sentido dentro de la educación integral y total, pero su especificidad radica en el conocimiento y la toma de conciencia de la importancia del ocio en la vida personal y social. Porque el ocio que proporciona desarrollo y crecimiento se abre a la vivencia de un ocio solidario.
La Educación del Ocio implica el desarrollo de conocimientos desinteresados, la revalorización de lo cotidiano y lo extraordinario, la vivencia creativa de tiempo, libertad, participación, solidaridad y comunicación. La Educación del Ocio es un proceso de formación continua a lo largo de toda la vida porque la vivencia de ocio es algo que debe evolucionar con nosotros mismos, con nuestras necesidades y capacidades. Su objetivo constante es aumentar nuestro potencial humano para vivir experiencias de ocio de calidad, coherentes con la edad, el estilo de vida y otras múltiples circunstancias que a menudo resultan difíciles de identificar.
El sentido específico de la Educación del Ocio no es tanto la liberación del aburrimiento o la prevención de las lacras sociales que han proliferado en las sociedades de consumo, es la reivindicación de la persona, de su libertad responsable y su generosidad. Es la defensa de lo satisfactorio por encima de lo útil o, si se quiere, la redefinición de nuestras acciones en función de criterios diferentes a la utilidad, los resultados y las necesidades básicas. Esta manera de entender la Educación del Ocio nos afecta a todos, porque en el ocio, como en la vida misma, estamos sometidos a un continuo proceso de cambio que requiere una sucesiva adaptación a cada realidad vital. La Educación del Ocio, no puede, ni debe, eludir la comunicación personal; pero tampoco debe olvidar la reflexión sobre lo genérico y social: exclusión, manipulación, reduccionismos de la libertad o modelos de vida sin sentido.
Dicho todo lo anterior, quisiera añadir que, desde un punto de vista práctico, la Educación del Ocio es algo que está por hacer, pues ni la transformación del Tiempo Libre en Ocio se realiza automáticamente, ni nos sirven los modelos de generaciones pasadas. Las nuevas posibilidades diversión, propias de la sociedad actual, abren nuevos cauces de desarrollo personal, pero también nuevos ámbitos de alienación. No se trata sólo de tener conciencia de la importancia del tema o de realizar aisladamente ésta u otra acción particular. Estamos ante una cuestión que debe ser abordada por instituciones educativas, asociaciones de padres y educadores de cualquier tipo.
El sentido humano del ocio demanda que revisemos nuestras concepciones, replanteando el papel que el ocio puede jugar en nuestras vidas y cambiando de actitud hacia el ocio de los otros. El reto del ocio humanista que propongo va más allá de comprender la incidencia de las prácticas de ocio en la sociedad, más allá del disfrute y el mero «pasar el rato», está necesitado de reflexión y actuación. Este es el reto comprometido que quería compartir con cada uno de vosotros al empezar mi escrito. Mi deseo es que intentemos superarlo y, compartiendo nuestras múltiples experiencias, descubramos los caminos de un ocio más creativo y solidario. Un ocio que abra nuevos ámbitos de convivencia, respeto e integración. §
Manuel Cuenca Cabeza
estudios@misionjoven.org
[1] A. KRIEKEMANS, «La educación del empleo de los ocios» en Pedagogía General, Herder, Barcelona, 1973, 525.
[2] He desarrollado más a fondo estas ideas en el libro Ocio humanista, Documentos de Estudios de Ocio Nº 16, Universidad de Deusto, Bilbao 2000.
[3] CORBIN, A., El territorio del vacio. Occidente y la invención de la playa (1750-1840), Mondadori, Barcelona, 1993, p. 9.
[4] R. DE ÁNGEL, Una teoría del Derecho, Cívitas, Madrid 1993, 17.
[5] M.L. SETIÉN, Indicadores sociales de calidad de vida, CIS/Siglo XXI, Madrid 1993.
[6] J. MUÑOZ REDON, Filosofía de la felicidad, Anagrama, Barcelona 1999, 17.
[7] M. CSIKSZENTMIHALYI-I.S. CSIKSZENTMIHALYI, Experiencia óptima. Estudios psicológicos del flujo de la conciencia, Desclée de Brouwer, Bilbao 1998, 38.
[8] Ibid., p. 46.
[9] Ibid., p. 47.
[10] El Semanal (suplemento de El Correo, Bilbao), 18 de octubre de 1992.
[11] M. CUENCA CABEZA: Temas de Pedagogía del Ocio, Universidad de Deusto, Bilbao 1995; Ocio y Formación. Hacia la equiparación de oportunidades mediante la Educación del Ocio, Documentos de Estudios de Ocio Nº 7, Universidad de Deusto, Bilbao 1999; Práctica deportiva escolar con niños ciegos y de baja visión, en colaboración con Aurora Madariaga, Documentos de Estudios de Ocio Nº 8, Universidad de Deusto, Bilbao 2000; Ideas prácticas para la educación del ocio: fiestas y clubes, Documentos de Estudios de Ocio Nº 15, Universidad de Deusto, Bilbao 2000.
[12] J. MUNDY-L. ODUM, Leisure Education: Theory and Practice, John Wiley and Sons, New York 1979.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]