Sentirse queridos

1 mayo 2006

Santiago Galve
 
Mi querido maestro me enseñó una máxima que él aprendió del eminente educador San Juan Bosco. Don Bosco como a él le gustaba llamarle:
 
No basta con quererles, ellos han de darse cuenta de que se les quiere.
 
Hace unos años, cuando era Tutor de 3º de BUP (hoy 1º de Bachillerato), tuve que llamar a los padres de un alumno, dado que su comportamiento no era correcto: apenas estudiaba, solía estar metido en todos los fregados, y no le importaban lo más mínimo los castigos; más aún, parecía que disfrutaba con ellos.
Lo único que pretendía era llamar la atención.
A la entrevista acudió únicamente la madre, a pesar de que en la nota que les envié pedía que se personasen ambos padres, poniendo ellos la hora, para no interferir en el horario laboral.
Después de comentarle las quejas que sobre su hijo teníamos los profesores, le pregunté por qué no había acudido el padre. La buena mujer prorrumpió en llanto y con una gran amargura me dijo:
Su padre dice que él bastante hace con matarse a trabajar para que sus hijos puedan tener un colegio de pago. Que él no tuvo ni siquiera eso y ha salido adelante. Que me encargue yo que no tengo que hacer otra cosa.
— Mire, y perdone lo que le voy a decir, los síntomas que tiene su hijo es el  del niño que no se siente querido en casa. Es por eso por lo que busca continuamente llamar la atención. Es más a quien únicamente respeta es a las dos profesoras que tiene. A los profesores nos muestra siempre una especie de rencor o animadversión.
Finalmente, y con lágrimas en los ojos, me dijo algo tan tremendo como esto:
Su padre nunca les ha dado un beso a ninguno de los tres hijos. Siempre dice que eso es cosa de mujeres; que él no puede perder la autoridad. Y sí que les quiere porque, cuando eran pequeños, sí les daba besos pero, eso sí, sólo cuando estaban dormidos…
 
Aquel alumno no terminó el curso en el Colegio. Hubo de ser expulsado, pues cometió una falta muy grave que no es el caso referir.
A la vuelta de unos años conocimos el luctuoso hecho de su muerte, en una reyerta en la cárcel.
Su padre sí quería a sus hijos, aunque fuese a su manera. Prueba de ello es que, según me refirió la madre cuando la llamé para mostrarles las condolencias en nombre del Colegio, le sucedió eso que en algunas anécdotas se cuenta pero que yo no podía imaginar que fuese verídico: se le encaneció totalmente el pelo, de la noche a la mañana, al enterarse de su muerte.
Pero que su padre sí le quisiera no sirvió de nada, pues el chico tenía otra idea bien distinta.
 
Evidentemente este es un caso extremo. Y he de recordar lo que en otras experiencias he repetido: en psicología no existen leyes matemáticas, y una misma causa puede producir efectos no ya diferentes sino hasta opuestos. En este caso, por ejemplo, el padre tuvo la misma actitud con los tres hijos, y dos de ellos no tuvieron una problemática límite, aunque el otro sí.
La mente humana es tan compleja que no puede controlarse por meras observaciones estadísticas, pero es bien cierto que todos, especialmente en nuestra infancia, precisamos cariño, y que su ausencia puede marcar nuestra conducta.
 
 
■ Consejos
 

  • Los alumnos, los hijos, son mendigos de cariño. Si ellos perciben que se les trata con afecto, sin duda alguna atenderán nuestras directrices, aunque les sean en muchos casos gravosas. En caso contrario ya tienen un buen pretexto para salvar la cara y justificar sus actuaciones menos correctas, e incluso claramente transgresoras.

 

  • La auténtica autoridad no se consigue con malas caras, prohibiciones porque sí y con un rigor fuera de tono. Con esto se puede obtener únicamente miedo y hasta odio.

 

  • La ternura, el cariño, el afecto, no son caracteres exclusivamente femeninos. Esta idea obedece a una concepción machista bastante trasnochada. Es una lástima que aquello de la igualdad entre hombres y mujeres no se aplique a valores tan esenciales como estos.