Norberto Alcover
Norberto Alcover es periodista y profesor de Teoría de la Comunicación en la Universidad Pontificia «Comillas de Madrid.
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
Más allá de las habituales definiciones light, la persona humana es un ser que se arriesga en el “viaje interior y exterior en busca de otros semejantes a los que narrar su propia identidad”. Pero nuestra sociedad dificulta sobre manera este «ser, viajar y arriesgarse», con el sometimiento informativo y el empobrecimiento comunicativo. Las consecuencias de esa influencia dictatorial: pérdida de la intimidad, de la sociedad y de la «ajenidad». Por ahí discurre la «miniantropología de la comunicación» tejida por el autor con diversos hilos de la actualidad para, finalmente, sugerir algunas pautas educativo-pastorales de cara a los jóvenes.
- Interrogación inicial
Parece que hemos aceptado definir nuestra sociedad desde parámetros fundados en una mezcla de sociología y de psicología al uso, desvinculando el intento de toda posible intervención de naturaleza metafísica, por una parte, y de naturaleza material por otra (se evita decir materialista para evitar malos entendidos, aunque sería lo más justo). De esta manera, el resultado siempre es el mismo: una sociedad establecida sin referentes sustanciales y situada en una especie de nimbo que se pretende ocultar mediante saturación de elementos sociológicos y psicológicos. Estamos, para esclarecer nuestro pensamiento, a todas luces contracultural según la moda imperante, ante una definición de sociedad que carece de basamento y también carece de justificación, como no sea el recurso más inmediatista tomado de esas dos disciplinas comentadas. Resultado: cierta satisfacción a la hora de determinar cuanto nos sucede porque, irremediablemente, nos sucede por determinadas razones plenamente estudiadas y justificadas. Y ahí estamos, dando enésimas vueltas de tuerca a la maquinaria inventada como «para siempre», como si no fuera posible ir más allá en la investigación.
Está claro que la consecuencia más radical de todo esto es que al mismo tiempo vamos desarrollando una correlativa definición de persona, es decir, de este ser humano que se debate cotidianamente en el seno de ese magma social ya definitivo. Una persona sociológica y psicológicamente fijada en la vida y en la historia, carente, como su sociedad, de referentes metafísicos y materiales. En otras palabras, la negación de Tomás de Aquino hasta llegar a Habermas y pasando por Hegel, Freud, Marx y Rhaner. Toda esta gente que podríamos llamar «maestros de la sospecha» porque obligan a trabajar desde una permanente aporía sobre la propia investigación, toda vez que el objeto de su trabajo, la persona/ser humano, se escapa a toda intentona de fijación determinista.
Por jugar con dos conceptos que manejaremos con frecuencia después, estamos estableciendo con los conceptos de sociedad y persona una relación informativa/plana y nunca otra comunicativa/honda, a manera de las reglas más pronunciadas por la postmodernidad. Caemos en la trampa de cuanto decimos querer evitar. Pero tan contentos con nuestros análisis audiovisuales de turno, saltándonos a la torera cuanto los precede como condición de posibilidad de esos mismos análisis.
He aquí, pues, la interrogación inicial que pretende darte sentido último al conjunto de cuanto se va a estudiar en este grupo de aproximaciones: ¿no será necesario romper con sistemáticas trilladas para acceder a una definición de sociedad y de persona mucho más fundada y, desde ella, por paradójico que pueda resultar, resolver en profundidad la cuestión pendiente de su carácter audiovisual, típico del momento que vivimos en lo sociológico y en lo psicológico? Vamos a intentar proponer tales definiciones, sin perder jamás de vista que deberán conducimos a la tripleta emblemática de nuestra época: comunicación, infamación y relación, como fundamentos del misterio de la amistad y de la transmisión de ese otro misterio que es la «Buena Noticia»[1].
- Un caso: «El paciente inglés»
Desde Memorias de África, con la excepción de Los puentes de Madison, es muy difícil encontrar una película que haya revuelto nuestras entrañas con el poder audiovisual del film de Ánthony Minghella, donde sobresale la fascinante presencia de Juliette Binoche, el rostro más inquietante del cine actual. Tomemos, pues, este «paciente inglés» como materia de trabajo a la hora de definir lo permanente de la persona y su correspondiente textura social, sin perder de vista que lo hacemos sobre un producto precisamente audiovisual, es decir, basado en datos informativos y comunicativos de relevancia por tratarse de algo de calidad irrebatible (aunque no se trate de un film perfecto).
La médula de este cautivador film reside en la historia de amistad, que en parte deviene en historia de problemático amor, entre una enfermera (Juliette Binoche) y un personaje herido de muerte (Ralph Fennes), a la sombra de un perdido monasterio en la Italia colorista durante el final de la II Guerra Mundial. Toda una antropología, por mínima que sea, se esconde en esta historia de relación exquisitamente humana porque nos permite constatar que ser hombre/mujer es «ser», es «viajar» y, para colmo, es «arriesgar». Y desde ahí, sin olvidar jamás que estamos ante un producto audiovisual, será posible determinar un tipo de sociedad donde la información, la relación y la comunicación alcanzan carta de ciudadanía hasta llegar a los verdeantes y siempre peligrosos campos de lnternet.
Toda persona comienza, como nuestros protagonistas, por ser algo. Un algo que, antropológicamente, se convierte en ser alguien. En la raíz de toda realidad existe, pues, una ontologicidad más o menos consistente pero innegable porque sin ella la persona desaparecería en cuanto tal. Es nuestro fundamento radical, que nos constituye en cuanto seres humanos y que es imposible olvidar al analizar individuos y sociedades. Pero decir esto significa que referimos, a la vez, la historia personal de ese alguien, lo que nosotros llamamos su viaje interior y exterior en busca deotros semejantes a los que narrar su propia identidad. Ningún ser humano se basta consigo mismo, puesto que tiende a la nada.
Entonces, la esencia se hace existencia en una extrapolación viajera a través del tiempo y del espacio históricos. Quien no viaja muere. Muere de soledad solitaria Muere de esa feroz entropía que aniquila. Y si esto es así, resulta que solamente una necesaria capacidad de riesgo será capaz de movilizar la feroz tendencia a conservar lo adquirido en anteriores viajes y practicar renovados intentos de salir de nosotros mismos en viajes interrogantes, sorpresivos, misteriosos. Quien no arriesga nunca viajará. Será víctima de su propio miedo, de su propia autoconservación, de su propia y falsa seguridad[2].
Tanto la enfermera como su paciente son lo que son. Y porque lo son pueden entrecruzarse sus propias historias, que por contener ser fecundo en riqueza nos subyugan. Y cuando sus respectivos seres/historias se encuentran en los repetidos diálogos, siempre agónicos y cariñosos, aparece el viaje particular de cada uno, camino del pasado (él) y camino del futuro (ella). Precisamente porque viajan desde su propio ser, precisamente por esta concretísima razón, puede desarrollarse el producto audiovisual: éste es el misterio del guión/realización en todo film. Naturalmente, los dos arriesgan, aunque sea in extremis: ella arriesga el sentido profesional y personal en el amor que deposita en él y él arriesga nada menos que el misterio de su pasado en la confianza que deposita en ella. Cuando él muera, el film estará cerrado. La historia fundamental habrá concluido.
Ser, viajar, arriesgar constituyen los fundamentos metafísicos de toda relación que, basándose en una determinada información, deviene excelente comunicación, pero sin perder de vista la materialidad del asunto. Y es que todo lo anterior acontece en un determinado basamento espacio/temporal que permite que «la historia arriesgada de esos dos seres viaje» en diferentes escenarios y en diferentes momentos históricos. Somos, viajamos y nos arriesgamos en algún sitio y en algún momento materiales, que confieren consistencia visible y audible a lo más hondo e invisible. Nada interior carece de su correspondiente exteriorización, pero también al revés. Por ahí discurre la conjunción entre metafísica y materialidad que constituye la esencia espacio/temporal donde se realiza la esencia existencial humana Eso que llamamos, sin más, vida.
Las sociedades, de la misma manera, compuestas como están por personas/seres humanos que se desarrollan en su propia materialidad, también son lo que son ontológicamente y contienen sus propios viajes históricos y permiten observar apabullantes riesgos de su propia corporeidad social, especialmente en esos momentos seculares que llamamos revoluciones. Toda sociedad es y viaja y se arriesga en el espacio y en el tiempo, tanto corno matriz de cuanto le sucede a sus personas como consecuencia de que éstas sean y viajen y se arriesguen en su posición histórica Persona y sociedad constituyen un delicioso caso de vasos comunicantes en su metafísica y en su materialidad. El resultado de esta conjunción se denomina «cultura de un momento histórico» que suele devenir en «civilización del mismo momento histórico». Nada escapa a nada. Y siempre hay desarrollo.
El paciente inglés esconde el siempre misterioso devenir de personas y sociedades. Es ella secándole el sudor a él y es él contándole su pasado a ella. Es un momento determinado de una sociedad determinada, que se concentra, porque existe la varita mágica del arte, en dos miradas entrecruzadas en ese destruido pero acogedor monasterio italiano, hincado en el verdeante campo meridional que siempre recoge memorias mediterráneas. El sol poniente. La belleza inmarcesible de todo detalle.
- Intento de traducción audiovisual
La película tomada como referente hemos dicho que es un producto audiovisual, como son audiovisuales, con sus correspondientes matices, todos los medios de comunicación social que dominan la actualidad. Surge, pues, una pregunta de sentido común: ¿qué relación se establece entre cuanto hemos escrito anteriormente con este universo prepotente en donde la imagen hecha extraño sonido configura, según estamos todos de acuerdo, la sociedad y las personas? Porque, en definitiva, lo que se nos solicita en este trabajo es teorizar con fundamento sobre » la sociedad de la información» donde deberá darse o no darse el fenómeno de la amistad y la proclamación de la Buena Noticia.’ Demos, pues, el salto3.
1.- La cuestión de fondo no reside en comenzar preguntándose por lo audiovisual en cuanto tal sino en cómo incide lo audiovisual en el ser, viajar y arriesgar materializados de sociedades y personas. Es decir, hay que realizar un planteamiento de la cuestión mucho más anterior, más amplio y más profundo, so pena de permanecer en aquellos análisis recortadamente sociológicos y psicológicos. Hay que ir hasta la raíz de la actualidad. Tomar la herencia de McLuhan, en autores como Chomsky, como Eco, como Gubern, como Moragas y un largo etcétera, y someterla al filtro de los grandes interrogantes metafísicos y materiales. Es imprescindible.
2.- Entonces, descubrimos que tiene una lógica absoluta hablar de una persona y de una sociedad preferentemente sometidas a la dimensión informativa y empobrecidas en su dimensión comunicativa, creándose un tipo de relación superficial en primera instancia (más allá de la periferia relacional siempre es peligroso establecer teorías definitivas). Cuando los sucesivos datos informativos, a través de todo el universo mediático, se desploman sobre la persona sin discernimiento alguno o casi alguno, entonces se hace muy complejo que dicha persona los transforme en material de comunicación: ¿cómo lanzar un mensaje que pueda provocar reacciones de ida y de vuelta (ahí reside la comunicación) si previamente los datos de tal mensaje han recaído en una persona que ni es, ni viaja, ni arriesga en la materialidad espacio/temporal de su vivir cotidiano? Responderse a este interrogante es decisorio para comprender cuanto sigue.
3.- Está claro que si la persona procede así, y el ciudadano medio así procede, su correspondiente sociedad vaya disminuyendo su ser, su viajar y su arriesgar sobre su correspondiente materialidad histórica, para asentarse en una aquiescencia cuasi total a cuanto los poderes de las diferentes cúpulas determinan. La consecuencia es de. un peligroso subido y nunca puede ser olvidada en este contexto: las actuales sociedades, sometidas al imperio de una dominante relación informativa (y no comunicativa) desde el universo mediático, acaban siendo sociedades dictatoriales en todas sus esferas aunque permanezcan sobre el papel referencias a la democracia, al pueblo, a la ciudadanía, es decir, a todo aquello que construye la sociedad desde la base y, de esta forma, la libera de opresiones económicas, políticas, ideológicas y hasta religiosas.
Dogmatismos, totalitarismos y fundamentalismos guardan una relación perfecta con sociedades informadas y no comunicadas, porque la información neutral homogeneiza mientas que la comunicación personalizada produce lo heterogéneo y plural, condiciones para un recto ejercicio de la libertad crítica. Este problema está a la base de cualquier hecho amistoso y de toda la proclamación del Evangelio, porque condiciona el ámbito societario y personal en que todo se desarrollará. El gran debate del futuro se detiene aquí.
4.- Alcanzamos una conclusión bastante evidente: el incremento del universo mediático/audiovisual puramente in formativo (por la pobreza del ser, del viajar y del arriesgar de la persona moderna) invalida la relación comunicativa, y de esta manera la pescadilla se muerde la cola:aumentará el empobrecimiento del ser, del viajar y del arriesgar, convirtiéndose los MCS en instrumentos de aniquilación social y personal si se aceptan indiscriminadamente y sin su correspondiente lectura. Entonces, la persona verá incrementarse su ámbito de noticias pero será necesario investigar si le corresponde un incremento del ámbito del conocimiento en el sentido comprensivo de tales noticias. De otra manera, la persona mediatizada será un «tren repleto de datos» (pura información) que jamás alcanzará la deseada estación de una comunicación en que los datos devienen instrumentos de relación interpersonal.
Las consecuencias las analizaremos inmediatamente, pero siempre serán muy delicadas. Porque no debe olvidarse esta afirmación tan sencilla como peligrosa: los datos/noticias son puestos en circulación, de forma dominante, por los grandes pomares de todo tipo, y el usuario delInternet, por ejemplo, siempre acabará por encontrarse con ellos de forma preferente, a no ser que vaya en busca diferenciada de determinados datos/noticias, pero estos supondría ya una actitud comunicativa difícil de alcanzar. Par aquí, de nuevo, surge la serpiente del peligro democrático al que antes nos referíamos.
Metafísica y materialidad constituyen, así, el núcleo duro de toda investigación empirista de naturaleza sociológica y psicológica, que no negamos pero si ponemos en un lugar ni prioritario ni decisorio. Analizar nuestra sociedad mediatizada y qué tipo de persona determina conduce irremediablemente a preguntarse por el ser, por el viajar, por el arriesgar en la materialidad ambiental/histórica, todo lo cual hemos visto que produce reflexiones y constataciones de amplio espectro, desde la posible defenestración democrática hasta el vaciamiento informativo de un ser humano normal/medio. La traducción audiovisual intentatada no solamente es fácil sino también provocadora, más allá de recortados detalles una y otra vez repetidos en tantos manuales afamados. Hay que ir más allá, para situarse donde las cosas alcanzan su radical ultimidad.
- Consecuencias concretas
Como hemos anunciado, se hace preciso detectar una serie de consecuencias que, nacidas en el seno de la sociedad estudiada, acaban por determinar la situación de muchas personas del momento, sin que ello signifique que todas ellas se encuentran en idéntica situación y aunque se haga muy complejo escapar a estas denotaciones singulares.
– La pérdida de la intimidad
El aluvión de datos informativos invade la intimidad de la persona y la hace incapaz de re-flexionar sobre ella misma, saturada como está de miniseres dominantes. La persona se extrovierte entonces porque no se encuentra con ella misma jamás, incapacitándose para el contacto comunicativo con otras personas. Hablar de pérdida de la intimidad es corno hablar de la pérdida del propio ser, lo que provocará incapacidad para viajar y, por supuesto, un pánico cerval a todo posible riesgo porque carece de asentamiento en sí misma. Curiosamente, toda esta situación produce personas pseudoseguras en la medida que reproducen como retahíla datos y datos en estado bruto y en ellos basan su pretendida seguridad. No solamente perdieron su intimidad sino que, además, se convirtieron en ignorantes de la realidad verdadera.
– La pérdida de la soledad
Parece mentira pero la persona contemporánea se ha tornado un ser humano dominado por la solitariedad pero incapaz de soportar todo tipo de soledad. llamando solitariedad a la soledad inducida desde afuera, mientras la soledad es la opción de la propia libertad. Pocas personas, hoy día, desean tener la experiencia sublime de toda intimidad, cuando te recuperas de tus zonas más hondas y viajas por ti mismo y arriesgas en tu propia ultimidad, determinando así tu propio ámbito material histórico. El aluvión informativo conduce a este aluvión de personas solitarias, capaces, entonces, de venderse a cualquier oferta, por sospechosa que resulte, de cercanía y de amistad posibles. El solitario se vende con facilidad mientras quien desea experienciar la soledad solamente se vende a sí mismo en un acto de soberana libertad. Y entonces, se comunica consigo mismo,placer de dioses y fundamento de toda extroversión.
– La pérdida de la «ajenidad»
¿Cómo tener en cuenta al otro como persona susceptible de comunicación si el otro aparece como otro dato más de naturaleza puramente informativa? Es ingrato constatar esta feroz realidad, y sin embargo abunda tanto que produce pavor, pensando sobre todo en los más jóvenes. Porque el joven, por naturaleza, necesita este viaje hasta la ~¡dad como instrumento de desarrollo personal en un momento de la vida en que no puede construirse en solitario de forma alguna El otro se objetiza, en la línea de los existencialistas franceses de los cincuenta, convirtiéndose en «objeto informativo» al que se conoce pero al que se distancia Y es que produce miedo, no sea que invada mi intimidad.
Una sociedad formada, en general, por personas humanas carentes de intimidad, de soledad y de ajenidad aparece ante nosotros como una sociedad de autómatas, susceptibles de ser manipulados desde cualquier ámbito y de poner en serio peligro las realidades comunitarias. Habrá que recordar cómo todo esto lo intuyó perfectamente Herbert Marcuse en los sesenta al escribir El hombre unidimensional, y cómo lo ha verificado Woody Allen en su excelente Otra mujer, con una aplicación preferente al universo femenino.
Llegados aquí, uno se pregunta de dónde surgen entonces, tantas sonrisas y tanta carcajada como nos invaden. La respuesta es sencilla: de la propia nada, como expresión idiotizada de una intimidad vaciada, de una soledad evitada y de una ajenidad alienada. Es la cultura del simulacro en estado puro, correspondiente a una civilización tecnológica punta que determina la invasión de instrumentos mediáticos en cadena. Entonces, los denominados «escenarios de encuentro» devienen «escenarios de silencio», silencio de naturaleza insuperable porque, sencillamente, se carece de algo que responder. Y no hay otra solución: ser uno mismo, viajar hasta la extenuación y arriesgar contra todo pánico, sabiéndose instalados en un espacio y tiempo concretos. Es decir, vivir viviéndose.
- Referencias evangelizadoras
En el marco que nos ocupa, es de sentido común que intentemos ofrece– algunas referencias de cara a la actividad pastoral/evangelizadora, teniendo presente, sobre todo, a los jóvenes. Un grupo social que, al consumir con especial intensidad productos mediáticos de todo tipo, resulta afectado en profundidad por cuanto llevamos dicho, tanto más cuanto en muchas ocasiones resulta imposible para el todavía joven reaccionar frente a tan compleja situación. De ahí la trascendencia que tienen el educador y el pastoralista, en nuestro caso, para llevar adelante cuanto se diga a continuación.
1.- Desde el horizonte planteado, queda claro que se hace necesario trabajar para que los jóvenes obtengan una identidad personal consistente como paso previo a la confrontación de sus vidas con el Evangelio. Queremos decir que debe intentarse que sean conscientes de su propio ser, de su propio viajar y de su propio arriesgar dentro de los parámetros espacio temporales que constituyen su sociedad. Sugerimos que este trabajo se realice, entre otros modos, utilizando elementos mediáticos, y muy especialmente películas pero también canciones de moda, de forma que, a la vez que se identifican, vayan descubriendo todo el potencial humanístico encerrado en los medios de comunicación e información social. Por ahí se distingue una tarea sumamente asequible y además de resultado potencialmente valioso. El vídeo sale al encuentro de tal necesidad.
2.- Convendrá demostrar a los jóvenes las diferentes apreciaciones comentadas en tomo a la información y a la comunicación como diferentes sistemas de relación interpersonal y societaria, sin perder de vista cuanto se ha escrito relativo a la dimensión democrática del fenómeno, puesto que pocas veces relacionamos la acción evangelizadora con la construcción de una sociedad verdaderamente democrática. Hay que enseñarles, siempre desde productos mediáticos, que en este caso podrá ser la prensa o el telediario, la relación entre información, comunicación, democracia y los elementos comentados en el anterior apartado, como formando un bloque único que decide tanto su personalidad corno la de la sociedad.
3.- En tercer lugar, habrá que insistir, con todos los medios de comunicación e información sin excepción, en que descubran la realidad socio/histórica que constituye su ámbito espacio/temporal inevitable en el que se insertan como personas y como ciudadanos. Establecer esta relación entre individuo y contexto es fundamental para un acceso objetivo y no alienado y alienante al hecho cristiano. Insistiendo en que pueden quedarse en consideraciones meramente informativas/planas del fenómeno sin alcanzar otras comunicativas/hondas del mismo. O se domina la estructura social o se es dominado por ella. No hay término medio en realidad.
4.- Mucho más concreto es el trabajo de mostrarles cómo una mediatización imperfecta produce la terna comenta da en lo relativo a la intimidad, a la soledad y a la ajenidad, precisamente utilizando productos mediáticos. Porque recogiendo lo dicho antes, es capital que contemplen todo ello en el entramado audiovisual de naturaleza lingüística. El joven comprende con llamativa rapidez cuanto se juega en la vida precisamente cuando lo contempla hecho imagen audiovisual a la que tan habituado está.
5.- Por fin, pero con suma precaución, habrá que ayudarles a descubrir cómo el Evangelio contiene los elementos necesarios para desarrollar esos fundamentos metafísicos y materiales de que hemos hablado con tanta intensidad, así como puede suplir las carencias que conlleva la comentada información/plana que normalmente es su campo de acción espontáneo. Esto significa aproximar el hecho evangélico a las mismas fuentes antropológicas de estos jóvenes, consiguiendo asumir lo humano desde lo divino y lo divino desde lo humano que siempre acaba siendo el gran reto evangelizador. Importa mucho en esta tarea, compleja y sutil, insistir en la riqueza personal y social de la misma persona de Jesucristo, como definitoria en sí misma de los ámbitos esenciales y existenciales del ser humano y de su sociedad.
Como se observa se trata de cinco aplicaciones prácticas encadenadas en función de cuanto llevamos escrito y con la intención de que el educador/pastoralista consiga llevar a cabo una obra de «afincamiento personal» del cristiano en desarrollo como algo consentáneo con la obra de «adhesión personal» relativa al Evangelio, unificando la dimensión mediática y la dimensión evangelizadora. Porque la clave en esta cuestión es la no separación entre el producto mediático y el hecho cristiano para evitar posibles instrumentalizaciones y manipulaciones de ambas cosas. Una tarea que exige en quien la realiza como acompañante el dominio de la «lectura crítica» de todo producto mediático, con especial referencia al universo audiovisual en que todo acaba por jugarse. Saber leer la vida hecha imagen verbalizada es capital para poder leer desde ella la vida cristiana como algo inserto en la realidad cotidiana y, sin embargo, transcendiéndola.
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¿Hemos relegado la sociología y la psicología tan de moda hoy? En absoluto. Pero ambas disciplinas solamente podrán proyectarse sobre el fenómeno mediático cuando tengamos clarificado su previo universo metafísico y material espacio/temporal. Hay que plantearse, en otras palabras, el hecho informativo y comunicativo de la relación humana como algo afectado en su raíz por el ser del hombre considerado como estructura compleja, relativa a su sociedad. Hay que darse cuenta de que en todo escenario mediático se encuentran, en el caso interpersonal, protagonistas personales y su contexto societario.
No se trata, pues, de un mero problema de información y de comunicación sino que tal problema queda impactado por una lectura mucho más última de lo que somos, de lo que viajamos y de lo que arriesgamos. Es decir, desde dentro del universo audiovisual/mediáfco, accedemos a una «miniantropología para la actualidad» que en general ni se contempla ni se somete a radical estudio. Esta es la grandeza de una información en camino de convertirse en comunicación, es decir, en instante privilegiado de relación interpersonal de cuantos vivimos en la misma sociedad.
En un momento dado de El paciente inglés, un oficial indio ayuda a que la enfermera descubra los frescos de un derrumbado monasterio italiano. Es momento deslumbrante, como si el espectador descubriera también tanta belleza como se oculta en la realidad velada.
Algo así puede producirse en cuanto llevamos escrito: que paseándonos, junto a los jóvenes, por misteriosos vericuetos mediáticos, en cualquier momento seremos capaces de hacerles descubrir la belleza de lo informativo/comunicativo en su calidad estrictamente personal y societaria. Será un gran momento. Y será un gran momento también para nosotros, unos adultos afectados de tantas enfermedades mediático/históricas que ya casi las hemos olvidado…
Norberto Alcover
[1] Ayudará para este planteamiento el libro de A. GIODENS, Modernidad e identidad del yo, Ed. Península, Barcelona 1995.
[2] Aproximaciones a esta materia en Comunicación y Pluralismo, de AUTORES VARIOS (1 er. Congreso Internacional de Salamanca), Ed. Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 1994.
3 El sustrato de todo ello lo descubrimos en Creer, esperar, amar, de P. LAÍN ENTRALGO, auténtica antropología metafísica y societaria (Ed. Círculo de Lectores, Madrid 1993).