¿Siguen siendo válidos los Centros Juveniles?

1 julio 2009

Santiago Domínguez es  Director de la Casa de Juventud Aleste (Valladolid), Coordinador de Centros Juveniles de la Inspectoría Salesiana Santiago El Mayor y Gerente Federación de Centros Juveniles Don Bosco de Castilla y León.
 
Cuando me formularon esta pregunta pensé que iba con cierta trampa. Desde mi experiencia personal, la respuesta la tengo muy clara: no es que sigan siendo válidos los centros juveniles, creo que son muy necesarios y son espacios privilegiados de educación y de evangelización. Ciertamente es una pregunta que he escuchado en algún foro cargada de escepticismo, planteando la “no necesidad” de centros juveniles o dudando muchas veces de su valor pastoral.
Voy a intentar responder partiendo de mi experiencia de años en este ambiente educativo-pastoral. Los centros juveniles nos ofrecen grandes oportunidades y grandes retos. Una premisa de partida: no hay un único modelo de centro juvenil, aunque si ciertos rasgos de calidad que los pueden definir.
 

  1. Desde el tiempo libre educativo

 
Las manifestaciones de la cultura actual se configuran, de forma rotunda, a través del tiempo libre, y en torno a él, se organiza la vida personal y social. Especialmente los jóvenes encuentran en el tiempo libre y el ocio, una oportunidad de autorrealización, y es expresión de su identidad personal.
¿Qué es y qué no es educación en el tiempo libre para nosotros? De entrada parece fácil responder a esta pregunta, pero si lo pensamos bien, veremos que actualmente existen tantas ofertas que ocupan el espacio de tiempo libre de los niños y jóvenes que la respuesta ya no es tan sencilla como quizá lo era hace unos años.
Antes de 1980 las actividades de tiempo libre organizadas eran claramente educativas y las organizaban de forma casi exclusiva los centros juveniles, centros de tiempo libre y agrupaciones escultistas. Posteriormente, con la democratización del país y con el aumento de la demanda de ocupación del tiempo libre de los niños, adolescentes y jóvenes, las iniciativas para el tiempo libre no dejaron de crecer y diversificarse hasta llegar al momento actual.
Hoy, los organizadores de actividades de tiempo libre son muy diversos. Evidentemente, continúa la tarea de los centros juveniles pero también existen actividades promovidas desde administraciones públicas, empresas privadas, entidades de servicios, etc.…Pueden surgir desde instancias con finalidades muy diversas y con objetivos y programas muy distintos. Hoy por hoy todo se considera actividad de tiempo libre, sea del tipo que sea.
Los centros juveniles se desarrollan en este ámbito y siguen siendo válidos, convirtiéndose en verdaderas estructuras de educación en el tiempo libre, de amplia convocatoria, capaz de interesar a los jóvenes y de implicarles en el desarrollo de su propio crecimiento personal e integral, partiendo de la base que se marca una diferencia de calidad ante un ocio consumista, competitivo, individual y carente de valores.
 

  1. Hacia una definición de centro juvenil

 
Es muy complicado realizar una definición que ponga límites creativos a lo que es un centro juvenil. Es una iniciativa clara y explícitamente educativa. Se orienta a la educación integral de niños y jóvenes, con planteamientos abiertos en cuanto a las dimensiones a trabajar y los contenidos y actividades. Cuenta con la presencia de educadores que plantean educativamente las situaciones, privilegiando los aspectos relacionales, haciendo una educación colectiva y para la convivencia, donde las relaciones interpersonales, intragrupales tienen un papel destacado, y donde se cultiva la participación a todos los niveles, también en la regulación de la vida colectiva, y se busca la implicación personal en la institución, para motivar esta participación y facilitar la identificación con unos determinados valores que el centro quiere representar. Los centros juveniles son ambientes educativos de vida joven que se presentan como espacios de animación de la cultura representativa de los jóvenes, y de proyección para un mayor compromiso en la vida personal, familiar, social y hasta eclesial de sus miembros, junto a todos los grupos y movimientos que en una zona trabajan con y para los jóvenes.
Los centros juveniles siguen siendo válidos desde el momento en que se marca una diferencia de calidad desde la misma propuesta educativa, ideario que tiene cada centro.
 

  1. Aspectos de calidad de un centro juvenil

 
Cada uno de nosotros tenemos unos criterios personales que son los que nos permiten identificar o decir que un producto es de calidad o no. Cuando optamos por un producto o servicio y no por otro es porque esperamos de éste que satisfaga nuestras necesidades y expectativas. Si lo consigue hablaremos de un servicio de calidad. Lógicamente nuestros centros juveniles van más allá de ofrecer unos productos o servicios, pero tienen unos aspectos de calidad que los diferencian de otras ofertas y estructuras con las que tenemos que convivir en nuestra sociedad actual. Los centros juveniles siguen siendo validos por este “plus” de calidad que podemos ofrecer a nuestro entorno más cercano. Algunos de ellos son los siguientes.
 
 Educación con sentido
Ante la creciente diversidad de ofertas de ocio y tiempo libre los centros juveniles explotan mucho más sus rasgos distintivos y diferenciadores. Ofrecen una “educación con sentido” “una educación con horizontes y proyecto” que va más allá de espacios que únicamente pretenden entretener, de guardería para los padres, de consumo de actividades.
La educación en el tiempo libre participa de los mismos fines que la educación en términos generales. Esta educación se desarrolla en otros entornos y con otra metodología, pero es extraordinariamente eficiente a la hora de llevar a buen puerto los fines de la acción educativa.
Dos finalidades de toda educación con sentido son la construcción de la persona y la transformación del mundo. Construir una persona significa desarrollar sus múltiples dimensiones, consiste en realizar su polifacetismo. La educación en el tiempo libre desde los centros juveniles es una ocasión idónea para construir a la persona, para abrirla a su futuro personal, para explorar el universo de posibilidades que hay latente en ella y todo con un proyecto definido y actualizado.
 
Promoción integral
La “educación con sentido” alcanza todas las facetas y dimensiones de la persona que pasa por un centro juvenil. El centro de la propuesta educativa lo constituye la persona, que es el sujeto de los procesos de crecimiento y maduración y objeto de intervención educativa.
La tradición pedagógica de la educación en el tiempo libre en nuestro país nos habla de cinco dimensiones importantes. Parte de la base de que el individuo se relaciona con él mismo, con los demás y con su entorno a partir de cinco ámbitos diferenciados que se relacionan entre ellos, una interrelación que nos hace cinco veces persona y que es integral.

  • Ámbito personal: Es el que hace referencia a la relación que establece cada persona con ella misma, a partir del desarrollo físico e intelectual
  • Ámbito interpersonal: Forma parte de un primer nivel de socialización. Es el ámbito de relación con los demás, con las personas que nos son próximas.
  • Ámbito social: Es el segundo paso en el camino hacia la socialización del individuo. Nos capacita para convivir dentro de una sociedad junto con muchas otras personas, a participar de una colectividad más amplia, que va más allá del grupo primario.
  • Ámbito trascendente: Forma parte de una necesidad de los individuos consistente en cuestionarse el origen y el destino como personas y a relacionarse con aspectos que trascienden la propia dimensión individual.
  • Ámbito ambiental: Se trata del vínculo vital de la persona con su entorno inmediato y de la conciencia de formar parte de un ecosistema (o red de vida) que a su vez, forma parte de un todo más amplio: el planeta.

 
Opción cristiana de frontera
Los principios y valores por los que se opta y motiva nuestra tarea en un centro juvenil son los de Jesús de Nazaret: el modelo de persona y del mundo, el estilo de vivir. Una visión cristiana de la vida, que se desarrolla en el mismo ambiente, en el aquí y ahora, rico en valores evangélicos que facilita la experiencia de la fe en la vida concreta de cada día.
Las actividades propias, el estilo de un centro juvenil podemos llamarlas “de frontera” porque  no es una catequesis, ofrece itinerarios diversificados según la edad de los destinatarios, la oferta de un camino gradual de educación y de personalización de la fe, la celebración festiva de la fe y los sacramentos, la educación en el compromiso y vocación cristiana en el propio ambiente y la maduración del propio proyecto de vida en la Iglesia y en la sociedad.
Los centros juveniles desde la propia configuración de su identidad presentan un carácter de universalidad  que les hace ser un espacio abierto y no cerrado. Los centros juveniles con identidad cristiana, por su propia identidad, son espacios abiertos a todos los que quieran entrar en su seno y no ambientes restringidos, excluyentes y cerrados.
 
 Protagonismo de los destinatarios
Educar es construir la persona, pero no hay moldes definidos a priori para levantar la construcción de la persona, pues cada uno tiene su manera de ser y tiene que encontrar su lugar en el mundo. La acción educativa es construcción, pero en esta construcción el educador ocupa un papel secundario, ya que el verdadero constructor de su vida es el mismo educante y por esa razón se sirve de la experiencia, del consejo y de los conocimientos que el educador le transmite.
Los jóvenes constituyen el centro de la vida del centro juvenil, de sus opciones y propuestas. Son una parte integrante del centro y están llamados a ser responsables y protagonistas de su propio crecimiento y a participar activamente.
 
 Acompañamiento personal
Entendiéndolo como relación de ayuda, no directividad, de caminar juntos, centrado en la persona, basado en una relación personal que ayuda a madurar. Los centros juveniles se distinguen de la amplia oferta existente cuando ponen de manifiesto el núcleo relacional y de comunicación humana de sus intervenciones. Hoy en día, más que nunca, existe una gran necesidad de ir al encuentro del otro, de ser escuchado, de encontrar a alguien con quien compartir experiencias emocionales comunes, de vivir y apreciar experiencias cargadas de valores; y en estas materias, los centros juveniles son unos grandes expertos.
 
 Transformación de la realidad/Compromiso social
La persona y la sociedad son dos realidades que se interrelacionan. La sociedad condiciona e influye en las personas, que maduran participando en la construcción y transformación de su entorno. Se pretende la transformación de la realidad (contexto, entorno más cercano) para que sea más habitable, más digno, más social, más humanizador. Nuestra acción educativa no se limita a responder a necesidades personales, sino que implica una opción de crítica social, de compromiso con el entorno, de búsqueda de alternativas. A través de nuestro trabajo educativo continuo y la implicación de los jóvenes en estos procesos, colaboramos, sobre todo en la transformación de la sociedad.
 
   Capital humano
Los animadores, educadores de los centros juveniles, en general, tienen la cualificación y preparación necesarias para el desarrollo del proyecto tanto a nivel personal (madurez humana) como profesional (tareas concretas). Es nuestra gran riqueza.
Es cierto que la realidad de nuestros educadores, animadores ha ido cambiando en estos últimos años, pero hay que verlo con creatividad y con optimismo, y huir de posturas pesimistas y de recordar tiempos mejores. Hacen falta centros juveniles convencidos de su contribución social, de su capacidad de transformar e incidir en el desarrollo social. Para ello es preciso que las personas voluntarias sean las primeras convencidas de la importancia de la acción social voluntaria, y sean las primeras en saber dar razón de lo que hacen, desde dónde, para quién y por qué lo hacen.  Nuestro gran reto y oportunidad a la vez.
 
Ambiente educativo
El centro juvenil es una casa abierta a todos y un lugar de referencia para los adolescentes y jóvenes de una zona. El ambiente del centro es fruto de una serie de encuentros significativos, con historia y nombres propios. Es fruto de la calidad en las relaciones humanas, y del trabajo de todos los participantes en la vida del centro juvenil. No se crea sólo con tener las puertas abiertas y con que los jóvenes tengan todo a disposición. El ambiente educativo se crea con intencionalidad educativa, donde todos se sientan acogidos especialmente aquellos a quienes tienen más dificultades para integrarse, manteniendo con ellos una presencia cercana que les despierte ilusiones e intereses.
 
 Apertura a la zona – trabajo en red
No se conforma con esperar a que vengan los diversos destinatarios en los centros juveniles sino que  se sale al encuentro. Se trabaja en red con otros agentes de la zona y de la ciudad. Nuestro proyecto educativo hay que entenderlo como un trabajo en red de todos los agentes educativos para un fin común, desde la escuela, el centro juvenil, el polideportivo, la parroquia, el centro cívico… entre otros. El objetivo primordial de esta coordinación es promover el crecimiento integral de nuestros niños, adolescentes y jóvenes, reduciendo las desigualdades entre los colectivos. El trabajo en red debe tener un proyecto común que vaya más allá de los intereses individuales tiene que crear un espacio para compartir los conocimientos y los recursos y aceptar el acuerdo como herramienta de trabajo, desde una actitud abierta y positiva.
 
 Lo cotidiano
Todos los momentos cuentan en un centro juvenil, hay que destacar la importancia de lo cotidiano como medio educativo. Todos los momentos del día educan ya que se encuentran presentes a lo largo de toda nuestra propuesta educativa. Educan porque será a partir de nuestros comportamientos diarios como referentes que nos convertiremos en auténticos ejemplos a seguir e imitar. Educan porque…. Nuestras rutinas, aquellas acciones que hacemos diariamente, nuestra manera de organizarnos, etc.… dicen muchas cosas de nosotros mismos.
 
Comunidad educativo pastoral
Las personas que dan vida a un centro juvenil forman una comunidad educativo pastoral siendo a la vez, protagonistas y destinatarios de su Proyecto Educativo. Una comunidad, donde el espíritu de familia hace que todos sus miembros – jóvenes, padres, madres, animadores, animadoras, etc.- se sientan protagonistas y responsables de una misma experiencia educativa especialmente los jóvenes. Una comunidad que vive la realidad juvenil con los jóvenes, hace suyas sus inquietudes, sus problemas y expectativas, y abre espacios para vivir y comprometerse en el mundo juvenil. De ahí un espíritu evangélico, testimonio y anuncio de un estilo nuevo de vida, pudiendo ser alternativa educativa para el tiempo libre de los jóvenes. Un aspecto que sigue siendo válido.
 

  1. Retos de futuro y nuevos horizontes

 
Teniendo en cuenta los aspectos de calidad desgranados en el apartado anterior que hay que seguir potenciando y trabajando en los centros juveniles se nos presentan nuevos retos de futuro y horizontes que tendremos que trabajar para ser de verdad una alternativa en el tiempo libre educativo. Algunos de ellos como pincelada son los siguientes.
 
La familia. Los nuevos cambios en las estructuras familiares, así como la aparición de nuevas necesidades de conciliación de la vida familiar con la laboral y escolar, piden a los centros juveniles que redefinan su oferta en función de estas nuevas realidades y de las demandas de las familias. También habría que ofrecer experiencias y oportunidades para vivir el ocio familiar compartido.
Las comunidades escolares. Hay que estrechar mucho más los vínculos entre los centros juveniles y las comunidades escolares, como elemento de complementariedad. La posibilidad de ofrecer un proyecto de educación en valores, vinculado a las nuevas necesidades y problemáticas que la propia escuela y las familias tienen dificultades para asumir puede ser una buena contribución a la educación integral de los niños y jóvenes siendo una oportunidad para trabajar más coordinadamente.
El trabajo en red. La creación de redes y espacios participativos entendidos como vertebración de la sociedad, es una labor difícil y no siempre apoyada o impulsada por los diferentes poderes y las distintas administraciones.  Pero hoy más que nunca se nos habla de crear sinergias, redes para fortalecer el trabajo coordinado, el crecimiento en la identidad, el diálogo abierto.
Hacia un nuevo modelo de organización. La organización de la ciudadanía en asociaciones va más allá de la satisfacción de los propios intereses, es una forma de expresión práctica de la participación directa y del compromiso social transformador de las personas que toman parte en tales asociaciones. Sea del tipo que sea la asociación han de entender y defender su función como estructuras mediadoras entre la población juvenil y el resto de la sociedad, dando a los y las jóvenes la oportunidad de acceder y hacer uso de sus cuotas de poder ciudadano. La nueva realidad asociativa nos lleva a buscar fórmulas creativas, innovadoras y que tengan validez civil.
Escuelas de participación. El futuro de nuestros centros juveniles pasa obligatoriamente por generar una cultura de la participación como alternativa a los valores dominantes. Esto supone apostar por que los centros juveniles  sean espacios en los que sea posible aprender y ejercitar la participación.
Más profesionalización. Un número importante de entidades sociales están experimentando un importante grado de profesionalización, lo cual se ha traducido en un aumento considerable de su tamaño, su presupuesto, su infraestructura, su volumen de actividad y obviamente, sus recursos humanos, tanto profesionales como voluntarios. Es deseable en el corto y medio plazo avanzar en la profesionalización de una parte importante de nuestros centros juveniles con objeto de preservar y mejorar su organización y la eficacia de sus objetivos. En cualquier caso debemos evitar que estos procesos de profesionalización, se traduzcan en la práctica en que nuestros centros se conviertan en meras prestadoras de servicios sociales.
Desde lo social. También es necesario que los centros juveniles miren a su entorno y estudien las estrategias más apropiadas para adaptarse a las nuevas realidades sociales y ponerse a su servicio. Al fin y al cabo, educar a niños y jóvenes en el tiempo libre es una forma de ponerse al servicio de la sociedad y crear alternativas para hacer frente a sus necesidades.
Desde la creatividad e innovación. El tiempo libre tiene que ser también un embajador de la innovación con nuevas iniciativas que siguiendo su ideario y la persecución de la educación integral, supongan un factor añadido a la calidad de las actividades. Los centros juveniles siguen constituyendo una vanguardia para el cambio social aunque precisen, hoy por hoy, organizarse e interrelacionarse para poder multiplicar la eficacia de su acción y fortalecer nuevos procesos de transformación social.
Hacia un diálogo interreligioso. Si nuestros centros en su identidad y en su propuesta formativa son confesionales ¿cómo responder a chicos y chicas de otras religiones que se acerquen a los mismos? ¿Cómo pueden convivir la misión de evangelizar (anunciar a Jesucristo) que tienen por sí todos los grupos y centros cristianos con el respeto, la convivencia, la acogida y la integración de otras religiones en nuestros proyectos educativos? En un breve espacio de tiempo histórico, España ha pasado de una tradición religiosa marcada por el predominio de una sola religión, la católica, a un contexto nuevo donde varias religiones deben de convivir. Hemos pasado de ser centros cristianos para cristianos para pasar a ser centros cristianos para todos. Eso ya puede darnos una idea de la importancia de respetar la libertad del acto de fe que no deja de ser algo que se propone, no se impone. Hay que  indicar que la identidad cristiana de nuestro centro juvenil no depende tanto de los niños y jóvenes a quienes están dirigidos como de las instituciones, los educadores y animadores que llevan adelante el proyecto educativo de la institución. Sería incluso comprensible un centro juvenil de identidad católica en el que sus usuarios no lo fueran mayoritariamente.
 
Conclusión
 
Los centros juveniles siguen siendo válidos. Apostemos pues por una educación en el tiempo libre, poniendo a nuestro servicio lo que la sociedad del siglo XXI nos ofrece y sabiendo siempre que la calidad de educación no se mide por el éxito profesional, sino por la felicidad y plenitud de las personas durante toda su vida. Nuestros centros juveniles pueden ser plataformas donde el joven y el niño encuentren razones para su vida, desde una clave humana y cristiana. Cada día… son más necesarios.
 
 

Santiago Domínguez Fernández