Sitio para todos

1 marzo 1999

Esta imagen proviene de una colección de muebles de Agatha Ruiz de la Prada. Son sillas de diseño que han tenido gran éxito, como declaraba Conrad Amat, director de la fábrica de mobiliario Amat, que ganó el Premio Nacional de Diseño de 1988: «La colección de muebles de Agatha Ruiz de la Prada… ha tenido una excelente respuesta en el mercado nacional e internacional. Sus sillas y mesas de colores vivos y de formas divertidas configuran un estilo simpático y atractivo que a nadie deja indiferente.» (El Mundo, 26.10.98)
La imagen puede dar mucho de sí. Aquí solo apuntamos algunas pautas genéricas, recordando que hay sitio para todos.
 

  1. Media docena de sillas

– Centrarse en esa media docena de sillas. ¿Qué nos dicen?
– Son sillas de diseño. ¿Qué decimos?
– Centrarse en algunas características: son originales, son sencillas (no lujosas), ¿son cómodas?, son personales (¿tienen personalidad?), son removibles (no fijas al suelo), son de vivos colores, son iguales y distintas a la vez.
– Poner un título a ese conjunto de sillas.
 

  1. Sillas para algo más que sentarse

– La silla, además de para sentarse, sirve para otras funciones: señalar el estatus, servir de adorno…
– Dar un nombre a cada silla. Puede ser algo más que silla corazón, silla flor, silla luna, silla sol, silla estrella, silla sonrisa (o Smiley)… Al menos, que queden éstos: todo el grupo puede referirse a cada silla por estos nombres.
– Imaginar que esas sillas tienen la propiedad de contagiar a las personas que las ocupan las características que tienen. Para ello, decir las características de cada una de ellas según la forma que tienen.
– ¿Para qué o para quiénes pueden servir estas sillas?
 

  1. Sillas para decir quiénes somos

– Caer en la cuenta de que son sillas iguales pero distintas. Y la distinción está en el respaldo: aquello que nosotros no vemos porque lo llevamos la espalda, pero los demás sí pueden ver. ¿Cuál es lo que nos caracteriza a cada uno que los demás no conocen? ¿Cuál es lo que los demás ven en nosotros y nosotros no?
– Asignar una silla a cada miembro del grupo a partir de las características de cada silla: la que más necesite, la que más usa, la que más va con él, la que más presta a los demás…
 

  1. Sillas para todos

– Regalar esas sillas: asignar cada una de esas sillas a diversas personas o personajes: mis padres, profesores, amigos, políticos conocidos…
– Diseñar nuevos respaldos simbólicos: los que reflejen lo que convendría a:
– uno mismo: la propia silla,
– un cristiano comprometido,
– un creyente del siglo XXI,
– un joven actual.
 
– Diseñar nuevas sillas. ¿Qué sillas harían falta para una conferencia de paz? ¿Y para la lucha en pro de los derechos humanos?
 

  1. Sillas para sentarse y actuar

Realizar un ejercicio de expresión, comunicación e implicación personal y grupal: cada uno se expresa o escucha desde diversas sillas. Para ello se puede seguir el siguiente proceso:
– Poner seis sillas de frente, como están colocadas las de la imagen.
– Preparar dos dibujos con los símbolos que aparecen en los respaldos de las sillas (corazón, flor, luna, sol, estrella, cara sonriente o smiley…). Uno de ellos se pega en el respaldo; el otro se pone a los pies de la silla o en el asiento.
– Cada persona del grupo que lo desee, sale y se sienta en una de las sillas a la vez que coge en las manos el dibujo que está en los pies o en el asiento. Según el sitio en que se coloque, dice o hace algo distinto. El grupo puede concretar qué hace en cada caso. Sugerimos algunas posibilidades:

  • Silla del corazón: Hablar de los propios sentimientos ante una determinada realidad.
  • Silla de la flor: Ejercicio de autoestima: decirle aspectos positivos concretos que se ven en esa persona.
  • Silla de la luna: Hablar brevemente de las personas que más han influido en la propia vida.
  • Silla del sol: Comunicar tres aspectos de la infancia que los demás desconozcan.
  • Silla de la estrella: Comunicar las propias utopías: sueños, ilusiones, esperanza.
  • Silla de la sonrisa: mirar a la gente durante poco menos de un minuto y sonreír. Comentar después lo que ha sucedido.

 

                                                                                  Herminio Otero