Isaac Díez de la Iglesia
Isaac Díez es Responsable de la ONGD Jóvenes del Tercer Mundo (JTM). |
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El artículo presenta una forma concreta de vivir y ser solidario: la vivencia de la solidaridad en la experiencia de voluntariado internacional o misionero. Analiza el sentido mismo de la solidaridad, que sintetiza en: compasión, reconocimiento y universalidad. Se detiene especialmente en dos de sus expresiones: Voluntariado y Cooperación Internacional, ofreciendo datos, presentado el perfil del voluntario y señalando los compromisos, actitudes y prácticas para vivir realmente una solidaridad en estos campos.
Nunca miré a nadie desde arriba,
si no fue para levantarlo
(atribuido a Gabriel García Márquez)
Se habla mucho de solidaridad. Victoria Camps la califica como virtud sospechosa por ser la virtud de los pobres y oprimidos. Otros la juzgan como el valor que nos une a personas y grupos compartiendo sus intereses y necesidades… En este sentido entendemos que la solidaridad lleva siempre una carga y dimensión afectiva; expresa de alguna forma un sentimiento más que un deber. Puesto a escribir algo sobre las formas de vivir y ser hoy solidario me parece interesante detenerme en tres puntos:
– Qué entiendo por solidaridad y diversos modelos o formas de entenderla.
– La vivencia de la solidaridad en las experiencias de voluntariado internacional o misionero.
– Solidaridad y Cooperación Internacional.
- Cómo entiendo la solidaridad
Debo decir que para mí es importante cuanto aparece sobre solidaridad en el catecismo de la Iglesia Católica del año 1992. En dicho catecismo hay un apartado sobre la Solidaridad Humana que abarca los números del 1939 al 1948.
El catecismo afirma que “la solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida la paz del mundo depende de ella” (n. 1941). La igualdad, la dignidad humana, los derechos humanos y su ejercicio efectivo por parte de todos y de cada uno de los humanos que poblamos esta tierra comprometen a todos en la lucha por erradicar “las desigualdades inicuas”. Concretando este compromiso el catecismo afirma que “la solidaridad es ejercicio de comunicación de bienes espirituales aun más que comunicación de bienes materiales” (n. 1948).
Sin pretender hacer un estudio de lo que significa la solidaridad, pues no es este el objetivo del artículo, sí me parece importante presentar algunas pinceladas sobre la solidaridad y algunas formas de entenderla, para poder tener un cuadro de referencia desde el principio.
1.1. Modelos de solidaridad
A Reyes Gonzáles y Jorge Enríquez les debemos un cuadro de diversos modelos de solidaridad. Como todo esquema, corre el riesgo de simplificar y, en esa misma medida, caer en un cierto maniqueísmo. En el cuadro podemos encontrar diversas formas y modelos de entender hoy la solidaridad. El cuadro nos puede servir para identificar las diversas formas de entender la solidaridad, los riesgos y sombras que existen en cada una de ellas y sobre todo el compromiso de responder lo mejor posible a todos los retos que nuestro mundo nos presenta. Conviene que comparemos entre sí los diversos modelos que los autores nos proponen: Solidaridad del espectáculo, solidaridad de campañas, solidaridad de cooperación, y solidaridad encuentro. A su luz nos será más fácil entender y descubrir lo que hoy nos pide vivir en clave de solidaridad. Aquí presento el cuadro. Dejo a cada uno que se detenga en comparar e identificar bien cada modelo y sus componentes[1].
ESPECTÁCULO | CAMPAÑAS | COOPERACIÓN | ENCUENTRO | |
Festivales | Información | Organización | Presencia | |
Cauce | Mass-media ONGs | Mass-media ONGs | ONGs-Voluntariado | ONGs-Voluntariado |
Visión del conflicto | Desgracia | Lacra | Desajuste del sistema | Desequilibrio radical N/S |
Grado de implicación | Ni seguimiento ni proceso | Seguimiento económico | Seguimiento de proyectos | Procesos de acompañamiento |
Modelo de voluntariado | Colaboradores en los espectáculos | En situaciones límite | Puesta en marcha de proyectos | Alternativa a la sociedad |
Horizonte | Mantener el desorden | Paliar los efectos de las catástrofes | Ayuda promocional desde la O.N.G. | Transformación social |
Efectos para los agentes | Consumir solidaridad |
Desculpabilización |
Toma de conciencia | Configurar un proyecto de vida |
Efectos paradestiantarios | Seres sin rostro o descontextualizado | Alivio temporal | Dependencia para realizar proyectos | Protagonistas de su liberación |
Modelo ético | Postmodernismo | Emotivismo | Consenso | Compasión |
Palabra clave | MERCADO |
AYUDA |
DESARROLLO | TRANSFORMACIÓN |
1.2. Compasión, reconocimiento y universalidad
La solidaridad une compasión, reconocimiento y universalidad. En cuanto sentimiento, la solidaridad es compasión, afecta a la forma de ver y acercarse a la realidad. Supone mirar el mundo, los acontecimientos y personas con los ojos del corazón, sentirse afectado por el sufrimiento ajeno, asumir como propios los problemas del otro.
Asumir como propios los problemas del otro, supera ya el sentimiento. Da el paso al reconocimiento de la reciprocidad. El otro es también una persona, fin en sí misma, nunca un objeto… alguien que exige ser respetado y aceptado en su dignidad inviolable. Por lo mismo la solidaridad es fraternidad y considera a todos y cada uno como hermanos con la misma dignidad y derechos.
Cuando hablamos de solidaridad entendemos al menos estos tres campos: compasión, reconocimiento y universalidad en nuestra forma de vivir y relacionarnos[2]. Me parece importante insistir en un detalle muy fácil de confundir: ¡No es lo mismo compasión que lástima! La compasión es cercanía, ayuda concreta y eficaz, compañía en una circunstancia mala. La compasión se hace gesto y acción, aceptación y apertura al otro. Por su parte la lástima necesita del dolor ajeno, de la desgracia del otro, para sentirse distinto, separado y exhibirse así con una ayuda que humilla y separa.
La solidaridad es todo lo contrario de la lástima: se basa en la igualdad y fraternidad universal expresada en los derechos y dignidad de cada persona humana; genera protagonismo y nunca dependencia; da sin herir; crea humanidad en su entorno con generosidad, humildad y silencio; supera todo exhibicionismo, lástima o instrumentalización.
1.3. La solidaridad en la redención
Siendo mucho y difícil cuanto he expresado en el punto anterior hay otro elemento que me parece importante si hablamos de solidaridad en la vida cristiana: la solidaridad en la redención. En mi historia personal, el trato y acompañamiento a víctimas del terrorismo me lo ha hecho entender como el centro de mi vida cristiana. Es la comunión en el misterio de la Pascua de Jesús.
Cuando hablo de solidaridad cristiana hablo de solidaridad en la redención. De comunión en la lucha contra el mal en todas sus manifestaciones. El poder destructor del mal es enorme. No hace falta abrir mucho los ojos, ni acudir a lugares lejanos.
Pero el mal y su expresión más importante como es la muerte, han sido vencidos ya. Es cierto que debemos pasar por el absurdo de la cruz y destrucción física, pero no es lo último. La meta es la comunión con el misterio de la vida y resurrección y ya ha sido lograda. El Apocalipsis no lo expresa maravillosamente con una imagen preciosa: “el cordero degollado está de pie”. La solidaridad en la redención consiste, pues, en preguntarse cada día por quién estoy dando la vida y cómo cargo con el precio que los que están a mi lado deben pagar en su lucha contra el mal.
- Expresiones y experiencias de solidaridad:
Me detendré en dos expresiones de solidaridad de las que se habla mucho hoy: el Voluntariado y la Cooperación Internacional.
2.1. El voluntariado una experiencia de solidaridad y gratuidad.
Algunos datos
Me referiré sobre todo al voluntariado en países en desarrollo. No porque sea más importante o más necesario que el voluntariado social aquí, no lo es. Me centraré en el voluntariado misionero o internacional porque es en el que trabajo más directamente. Algunos datos sacados exclusivamente de los voluntarios JTM nos pueden ayudar a valorar las experiencias de voluntariado en el terreno:
– En la sede central, recibimos al año entre 600 y 700 solicitudes de voluntarios.
– De entre todas ellas, la media de voluntarios que terminan haciendo la experiencia de voluntariado es 15.
– La edad media está en 28 años y, teniendo en cuenta las cifras de los cinco últimos años no hay diferencia en el número de mujeres y hombres, pues, en este tiempo, se compensan las diferencias entre los dos sexos.
– La mayoría tienen estudios universitarios acabados y han hecho ya alguna experiencia laboral, la mayoría sin contrato indefinido.
– Los dos campos más críticos para afrontar con garantías una experiencia de voluntariado en JTM son el grado de equilibrio y madurez personal, y el de las motivaciones y sentido, es decir el afectivo y el religioso.
– Los dos aspectos que para JTM deben estar asegurados antes de hacer la experiencia de voluntariado en terreno son, en primer lugar, que el voluntario se encuentre con el mundo de los pobres; y, en segundo lugar, que el voluntario vaya a ser acompañado en todo el proceso personal que el encuentro con la pobreza provoca en toda persona.
En todos los voluntarios encontramos como detalles positivos:
– La generosidad que supone dar su vida en solidaridad y gratuidad durante un tiempo.
– La disponibilidad para buscar y aceptar el proyecto y destino que se proponen.
– El sentido de servicio realmente de peso.
– El entusiasmo con que se entregan a su formación y capacitación.
– La estima y cariño a la institución que les acoge.
Entre los aspectos más críticos aparecen:
– La clarificación de sus motivaciones y su apertura al mundo del sentido.
– Una gran confusión y desinformación sobre lo que es y supone el voluntariado.
– El desconocimiento del mundo de la Cooperación Internacional y Desarrollo de los pueblos.
– La falta de mentalidad de proyecto que hace que estén pensando en línea asistencial y de improvisación más que de respuestas estudiadas.
Tras el perfil de voluntario:
Para definir y delimitar bien lo que entendemos por voluntariado, creo que podemos asumir el “Decálogo para una búsqueda” de Joaquín García Roca[3]:
– El voluntario necesita descubrir la complejidad de los procesos sociales; una idea simple es una idea simplificada. Los problemas sociales tienen la forma de tela de araña; están tejidos por multitud de factores. Saber estar en una sociedad compleja disponiendo de una buena información es una cualidad esencial del voluntariado hoy.
– El voluntario sólo tiene sentido cuando no pierde de vista el horizonte de la emancipación. Es necesario darle ternura a un enfermo terminal o acoger una persona que lucha contra su adicción, pero ello sólo merece la pena si es un paso más en la remoción de las causas de la marginalidad y del sufrimiento innecesario.
– La acción voluntaria sólo tiene calidad ética cuando es la opción libre de un sujeto en el interior de una triple aspiración: la estima de sí mismo, la solidaridad con los demás y el compromiso por una sociedad justa.
– El voluntariado no es una coartada para desmantelar los compromisos del Estado, sino más bien para reclamarlos. Si su presencia es, en algún momento, un pretexto para que la Administración se retire o reduzca sus esfuerzos, el voluntariado ha entrado en zona de peligro.
– La acción voluntaria es como una orquesta: lo importante es que suene bien; importa poco si la flauta es de madera o de metal, si es propiedad de éste o de aquel. A la orquesta debemos exigirle coordinación, coherencia y concentración de esfuerzos. El voluntario es siempre un eco-équipier. La fragmentación no conduce a nada, y en el equipo cada cual juega en su propio lugar colaborando con el resto en función de la partida.
– La acción voluntaria ha de tener competencia humana y calidad técnica. Con el amor no basta; si, por ignorancia o incompetencia, hiciéramos sufrir a una persona frágil, aunque fuera con la mejor intención, sólo lograríamos aumentar su impotencia y su marginalidad.
– El voluntariado debe ganar espacios en las clases populares. No puede ser una institución que interese sólo a las clases medias ni aquellos a quienes les sobra tiempo; más bien responde al ejercicio de la ciudadanía que se responsabiliza de los asuntos que afectan a todos.
– El voluntariado estima al profesional de la acción social y buscará siempre la complementariedad; pero, por lo mismo, no se convierte en auxiliar ni en correa de transmisión, sino que defiende el espacio de libertad que le es propio.
– El voluntariado necesita hoy disciplinar su acción. Las mejores iniciativas se pierden por incapacidad de someterlas a un programa, a unos objetivos, a un método, a unos plazos, a una dedicación seria, a una evaluación. La buena intención es un camino viable si hay disciplina; si no la hay, es un fracaso. El voluntario rehuye las palabras vanas y se acerca a los gestos eficaces. Es importante servirse de palabras justas y de expresiones exactas.
– La acción voluntaria requiere reciprocidad: no se orientará simplemente a la asistencia del otro, sino al crecimiento de ambos, aún cuando sean diferentes sus contribuciones. La estima del otro no sólo exige la acogida, sino que también espera una respuesta análoga.
A la hora de dar un juicio valorativo de las experiencias de voluntariado vividas estos años en JTM me quedo con las siguientes:
– La experiencia de voluntariado es una experiencia de gratuidad y solidaridad cuyo efecto más importante es el encuentro. Encuentro consigo mismo: prácticamente todos afirman cómo la experiencia les ha llevado a encontrarse y ver con claridad su propia vida, sus relaciones personales y valorar de forma diversas las personas y las circunstancias. Es cierto que se han sentido especialmente gratificados en la esfera afectiva, y han podido personalizar y socializar un proyecto personal de vida que antes no conocían ni intuían. Han tenido que afrontar su vida sin poder esconderse en los refugios de la familia, amigos, cultura, formación… Con ello han sacado un sentido muy especial de la persona humana y su dignidad, y han cultivado una capacidad de relaciones personales directas de forma extraordinaria.
– Las cualidades humanas que aparecen más cultivadas y resaltan en la experiencia de voluntariado, son la alegría y la apertura personal a los diversos ambientes y entornos culturales. No creo que sea necesario explicarlo.
– El ritmo de trabajo y de vida que han llevado les ha ayudado a superar una cierta idea folkklórica y romántica del voluntariado y les ha conducido a vivir un sentido de lo cotidiano muy realista y concreto.
– De forma especial han madurado el lado doméstico. Lavar, fregar, cuidar el orden, limpieza, “las cosas de casa” que aquí no hacían, ha sido quehacer ordinario y asumido con normalidad.
– Les impacta de forma muy especial la alegría y los valores de la gente que en situación de pobreza y necesidad viven sin embargo alegres su fe, bondad, y generosidad. Por ello viven una confrontación importante en el campo religioso y de sentido. Encuentran una visión de Dios, de fe, de celebraciones religiosas muy diversas a lo vivido antes.
– Desde los responsables en el terreno, se nos dice que la madurez de los jóvenes del Sur suele ser mayor que la de los jóvenes de su edad en el Norte. El sufrimiento y la pobreza les ha llevado a madurar y reflexionar sobre la vida, las personas, la fe, han tenido que asumir responsabilidades familiares, laborales desde muy niños y asumir roles y papeles que los jóvenes entre nosotros no asumen. Si esto es así, debemos reflexionar sobre la formación y educación en nuestra sociedad de bienestar y consumo.
– Entienden muy bien que no van a “enseñar”, sino a vivir un intercambio fructífero de valores, servicio, testimonio, generosidad.
– Un último punto que tan sólo señalo es que no podemos dar por sabido ni lo más elemental. No es cierto que un voluntario, por el hecho de serlo, tenga una preparación y formación especial. La formación del voluntario debe ser pormenorizada, concreta y global y debe capacitarle para ser y vivir una experiencia de encuentro con la pobreza y los necesitados en clave de gratuidad y solidaridad.
2.2. Solidaridad y Cooperación Internacional
La Cooperación Internacional y la Ayuda Oficial al Desarrollo, han adquirido una gran importancia en nuestra sociedad. Son muchos los signos que así lo indican. Entre otros:
– Han surgido muchas ONGD que recogen la pluralidad de formas sociales de entender y responder en este campo.
– Han aumentado muchísimo las personas que, como voluntarios o como cooperantes, trabajan fuera, en el terreno, entre los más desfavorecidos.
– Las Cumbres Mundiales y los Compromisos Internacionales se multiplican a la hora de tratar temas de Desarrollo y Cooperación.
– Este campo se ha tecnificado muchísimo y la mayoría de las universidades ofertan algún tipo de Master de Cooperación y Desarrollo[4]
Cada uno de estos aspectos tienen ya una gran literatura y estudios especializados. Aquí me ceñiré a algunas apreciaciones siempre desde la óptica de la solidaridad y tratando de señalar cómo la cooperación puede ser y debe ser una expresión de solidaridad. Lo característico de la Cooperación Internacional es que, al ser una realidad que afecta a las relaciones entre el Norte y el Sur, está marcada por la dialéctica y polaridad que viven los dos bloques. Esto crea una tensión muy especial en todo lo que tiene que ver con ella. De este modo nos encontramos que debemos vivir buscando un equilibrio entre:
- Lo universal y lo particular
Lo universal lo vivo desde mi rincón… La Cooperación Internacional supone que soy solidario con el mundo. Que estoy abierto a todos y supero las fronteras y círculos reducidos y míos. En la práctica todo esto debe ser vida, no sólo palabras o intenciones y todos sabemos que se pasa muy fácilmente de lo universal a lo anónimo; del amar a todos a no amar a ninguno en concreto. Todavía es peor el riego de pasar de amar a las personas, a la ideologización de nuestra vida y trabajo. Es el salto mortal que supone pasar del compromiso con la realidad, al compromiso con la idea. En este campo es muy fácil caer en estos riesgos, y por ello debemos tratar de conseguir el equilibrio entre lo universal y lo particular.
- Vivir la presencia desde la distancia:
Presencia y distancia tiene en nuestro mundo una realidad muy particular a través de los medios de comunicación. Los medios nos meten en casa y en la mesa, lo más dispar y lejano. Lo distante se hace presente de forma virtual. La distancia nos permite analizar y proyectar con objetividad, comparar e intercambiar la diferencia, enriquecernos con el intercambio. Y a la par la distancia impide el encuentro personal directo, la vivencia sensible y concreta. Aunque esté presente, la imagen modulada es distante. En ella no nos encontramos con la persona que sufre, la vida está enlatada en la imagen virtual, nos lleva a vivir de “oídas”, más que de encuentro, y sin el encuentro personal no se puede personalizar nada ni vivir una solidaridad efectiva y real.
- Armonizar lo particular y lo institucional
Lo institucional está frecuentemente bajo sospecha. Y sin embargo es una dimensión que se da en todo lo que existe. En el campo de la Cooperación, la institucionalización es algo necesario para lograr que las acciones sean sostenibles. Es la institución la que perdura, resiste, defiende… Debe ser una institución la que proyecte, dé respuestas y visualice los resultados. Siendo todo esto cierto, la institución deberá favorecer los procesos que nacen de todo encuentro con la persona que sufre y que a veces no son fáciles de integrar. La institucionalización favorece la tecnificación, algo elemental, pero si subrayamos mucho este aspecto técnico e institucional, corremos el riesgo de burocratizarnos sin dar alma; confundir medios y fines; lo efectivo comerá lo afectivo; la calidad enfriará la calidez,…; y, sobre todo, será difícil vivir en la vida real el encuentro personal, base de la solidaridad, acostumbrados a relacionarnos de acuerdo al rol o función institucional.
- Lo económico como mediación más importante:
Es cierto que la Cooperación no es sólo económico-financiera. Hay también Cooperación humana y técnica. Sin embargo las mediaciones ordinarias en la Cooperación Internacional son económicas: envío de dinero a programas y proyectos, recursos para afrontar las necesidades básicas y apoyar el desarrollo. El problema reside en el riesgo de confundir medios y fines. El dinero es un medio, importante, pero medio. El fin es el desarrollo, la solidaridad con el pobre, la construcción del Reino. Es de suma importancia superar el riesgo de usar mal el dinero en ambientes de pobreza. El dinero mal gestionado en ambientes de pobreza, convierte a los destinatarios en pedigüeños y dependientes, rompe y envenena las relaciones sociales y la comunidad local, genera o aumenta la corrupción. No con aportar medios y dinero hacemos sin más el bien.
- Ir a las causas:
La lucha contra la pobreza nos pide ir a las causas y no quedarnos sólo en sus manifestaciones y efectos. Las causas son tanto culturales y personales como estructurales. En realidad, la gran tentación es sentirnos fuera y por encima de la realidad y en esa misma medida, usar a los pobres. Sería el mayor cinismo si acabásemos viviendo de los pobres más que con ellos.
2.3. Compromisos, actitudes y prácticas para vivir la solidaridad en este campo
- Cultivar la mirada:
Todo lo humano comienza por los sentidos. Sólo desde lo vivido y sentido, se puede después reflexionar, analizar, actuar. En estos temas usamos cifras y datos provocadores, pero las cifras nos dejan siempre fríos, no pueden provocar respuestas y novedad. Para superar la indiferencia el resabio, la comodidad o impotencia que nos invaden tantas veces en estos temas, sólo cave encontrarnos y vivir el encuentro personal con la pobreza. Necesitamos encontrarnos con la pobreza real y seguir manteniendo la misma sensibilidad y frescura del primer encuentro. Es vital cultivar nuestra sensibilidad para que los problemas y su complejidad, las contradicciones y limitaciones de todo tipo, no endurezcan ni emboten nuestros ojos y nuestro corazón.
- Fortaleza que nos haga resistentes desde nuestra esperanza:
Mantenerse sensibles y receptivos no es fácil. En este campo tocamos constantemente las heridas de nuestro mundo. Para mantenernos en esta actitud, debemos ser capaces de dar sentido al absurdo del dolor y sufrimiento humano, conocer el valor del esfuerzo y trabajo diario. Es cierto que los resultados no son espectaculares, que las resistencias y fracasos abundan, que las preguntas sobre si merece la pena seguir asaltan con frecuencia. La esperanza cristiana alimenta la solidaridad en la redención. Desde el misterio de la Pascua de Jesús se entiende el sentido del sufrimiento, el valor del trabajo y actividad humana, el saber que la vida entregada por los demás es el camino al triunfo definitivo y la que construye la resurrección entre nosotros. Desde la esperanza cristiana sabemos perder y seguir, resistir y responder. La esperanza cristiana hace de ka vida una pedagogía que nos lleva a descubrir el bien y trigo entre la cizaña, y nos capacita para hacerlo crecer entre luces y sombras, alegrías y tristezas, gozos y esperanzas. Son la fe y la esperanza las que nos dan la certeza de que el Dios de la vida está detrás de toda circunstancia, y que su amor, nos enseña a ser auténticamente solidarios en la redención, sin tristezas o gestos grandilocuentes, sino con la alegría y gratitud de quien sabe que con nuestra vida sencilla está construyendo la resurrección y vida definitiva y plena.
- La solidaridad internacional como vivencia de la comunión con el Dios de la vida que quiere el desarrollo y realización en plenitud de todos
El mundo de la pobreza es un lugar privilegiado para encontrarnos con el Dios de la vida que habita en toda circunstancia humana. Es el pobre es un lugar privilegiado para encontrarnos con Dios y descubrir así el sentido que podemos dar al sufrimiento de tantos crucificados como viven en nuestro mundo. La realidad es dura y terca, las fuerzas débiles y limitadas, los resultados no aparecen… Sólo cuando tenemos claro que vivimos en comunión con el Dios de la vida que hace caminar la historia hacia la comunión plena y definitiva de todo lo humano, nos sentimos fecundos y capaces de celebrar la vida y la presencia del Dios de la vida en un mundo de desigualdades, corrupción, y pobreza. Aquí está la fuente de la vida como solidaridad y solidaridad en la redención de la que hemos hablado desde el principio[5]
3.3. Actitudes y prácticas para vivir la solidaridad en la cooperación internacional
- Responsabilidad y realismo
La situación de nuestro mundo nos pide ser responsables y realistas. Los datos son escalofriantes. En nuestro mundo que proclama los Derechos humanos y habla de la aldea global, somos responsables de que toda persona pueda vivir según su dignidad humana. No es cuestión de proclamar derechos, es cuestión de que todos puedan vivir ejercitándolos. Es necesario ser conscientes de la realidad de nuestro mundo. La conciencia nos hace responsables. Responsables concretos y realistas. No somos responsables de todos y de todo. La responsabilidad afecta a lo personal y a lo estructural y político. Somos responsables de nuestro ritmo y nivel de vida de acuerdo a lo es el compartir. El consumo y el compartir en nuestra vida diaria es el primer plano de nuestra vivencia de la solidaridad. La primera responsabilidad que tenemos es la de fijar nuestro tren de vida. En la esfera estructural y política, somos responsables de que los marcos legales y las actuaciones concretas no sólo respeten la dignidad y los derechos humanos, sino que posibiliten y faciliten su ejercicio efectivo. En esto se debe traducir nuestra responsabilidad.
- Ser concretos
Las abstracciones son un camino de escape fácil. La vida es concreta. Debemos estar informados y contrastar la información. Necesitamos pisar y patear la realidad para poder crecer y caminar. El resto es palabrería inútil.
- Personalizar e interiorizar lo vivido
Nuestra cultura audiovisual hace que estemos bombardeados continuamente por estímulos sensibles y que nos quedemos en percibirlos y consumirlos sin más. Debemos superar el riesgo de su provocación y consumo para superar el vivir de la imagen y apariencia, de las llamadas externas como reclamos constantes y entrar en fortalecer el propio yo hasta lograr que sea sujeto y centro que unifique y dé unidad y sentido a todo lo externo… De esta manera superaremos el relativismo, evitaremos movernos sólo por lo emotivo, no caeremos en el escapismo y la huida. Es desde la propia identidad desde donde se puede responder y ser solidario. Y la identidad y madurez personal se manifiesta en:
– La sensibilidad y frescura que nos abren a la vida y su provocación, y nos capacitan para responder con sencillez creando comunión y solidaridad con el dolor ajeno.
– El coraje de hacer el viaje a la propia interioridad. Aceptarnos como somos, conocer nuestras reacciones, personalizar un proyecto de vida centrado en el servicio a los demás.
– Saber calibrar las cosas y atreverse a decidir y elegir.
La metodología y prácticas para conseguir formarnos y vivir en estas claves pasan por vivir momentos y experiencias de:
– Asumir todo lo que nos viene en la vida real sin catastrofismos, sino como experiencias humanas que nos fundan y forman.
– Vivir experiencias significativas y profundas en lo personal, social y global que modelen el corazón la mentalidad y el compromiso concreto que debemos asumir.
– Estudio y dominio de lo profesional, de las culturas, y de la situación mundial.
– Vivir y celebrar todo en comunidad.
Quizás he dejado este punto al final porque me parece vital y además afecta a muchas de las cosas y aspectos que he tratado a lo largo del artículo. ¡La importancia de las comunidades locales! En la comunidad local se configura la memoria y se celebra la vida. De esta forma cada comunidad trasmite las tradiciones sin dejarse deslumbrar, sino asimilando las novedades. La comunidad local genera la comunión entre sus miembros para que sus relaciones no se corrompan por los intereses personales y las personas no se quemen. La comunidad local es el ecosistema en que florece la solidaridad, la paz y la justicia. Si lo presento al final, es para que quede como resumen e invitación que engloba y posibilita todo[6].
ISAAC DÍEZ
estudios@misionjoven.org
[1] R. GONZÁLEZ-J. ENRIQUEZ, Solidaridad y voluntariado : ¿es posible una cultura de la solidaridad ?
[2] Mª R. BUXARRAIS, Educar para la solidaridad, ACSUR, Las Segovias 1998.
[3] J. GARCÍA ROCA, Solidaridad y voluntariado, Sal terrae, Santander 1994, 265 ss.
[4] MAEC, Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008,. Ver los tres primeros capítulos.
[5] L. ARANCIBIA, « La solidaridad internacional : territorio de discernimiento y de encuentro con el Diosde la vida », Sal terrae 92 (2004) 34-47.
[6] J. A. GUERRERO ALVES, « La identidad cristiana de la cooperación internacional », Sal terrae 92 (2004) 47-63.