¿Solitarios en la red?

1 noviembre 2008

Hace algunos años Umberto Eco describió la sociedad del futuro dividida en tres clases sociales. La inferior estaría formada por un nuevo proletariado compuesto por personas que no saben utilizar el ordenador y cuyas únicas informaciones provienen de la televisión; estaría excluida de cualquier participación en el poder. La clase media la formaría una pequeña burguesía que sabe usar el ordenador, pero no programarlo. La clase superior sería la de lanomenclatura, en sentido soviético, es decir, la compondrían un conjunto de personas que saben interactuar con el ordenador. El resultado sería una clase proletaria que sigue las indicaciones de “cualquier presentador estúpido”, una clase media que sigue a Bill Gates, y una clase dominante que, en cambio, lee a Marvin Minski.
 
No nos interesa, en modo alguno, analizar o valorar ahora los criterios indicados sobre la estratificación social. Sí me parece importante, en cambio, señalar la importancia concedida a las nuevas tecnologías respecto a la configuración social; y, sobre todo, creo que merece la pena indicar cómo en todos los debates suscitados en torno a las nuevas tecnologías aparece destacada la relación existente entre lo social y lo tecnológico, entre sociedad y tecnologías. La sociedad impulsa la innovación tecnológica, y las tecnologías mueven y determinan los cambios sociales. En este escenario puede comprenderse mejor tanto el continuo y acelerado progreso tecnológico en el campo de las comunicaciones, como el actual cambio epocal.
 
Y quizás un aspecto no siempre suficientemente resaltado dentro de esta relación sociedad-tecnologías de la comunicación es la referencia a los jóvenes. La  mayoría de los informes sociológicos de nuestro país muestran la fuerte importancia que tienen las tecnologías multimedia entre los jóvenes. Ellos son quienes más usan las TIC. Les resulta algo connatural el uso del ordenador, el móvil, el correo electrónico. Es posible que exista una generación que haya crecido confundiendo la vida real con lo que sale en sus pantallas, cada vez más pequeñas y cercanas. Ciertamente, a través de ellas, encauzan muchos la imaginación, la creatividad, la espontaneidad o la rebeldía juvenil. La vida de los jóvenes pende cada vez más en lo virtual, como nuevo espacio de acción e interacción; y lo virtual puede hacer perder la concretez de lo real, no ofrece alteridad y no deja espacio para la singularidad.
 
Esta irrupción de las tecnologías comunicativas supone un nuevo reto educativo. Se abren múltiples y poderosas fuentes disponibles, pero cambia también el control tradicional de la expresión, relación e información en la familia, en la escuela, en las diversas instituciones formativas. Si antes el poder estaba en la oferta (principalmente padres y profesores eran los transmisores y controlaban los procesos), ahora se puede decir que el poder está en la demanda; quien decide es el usuario -el adolescente, el joven a solas desde su habitación-, que elige entre una multitud de ofertas disponibles. ¿Quién los prepara y forma para elegir, para seleccionar?, y ¿cómo hacerlo?
 
Es un hecho que las cadenas de televisión y las empresas de multimedia se están aprovechando comercialmente de los jóvenes ante la mirada con frecuencia pasiva de padres y educadores. No parece que existan dudas de que actualmente las fuentes principales de información y de configuración de actitudes han pasado a los multimedia. Pero paradójicamente no existe apenas formación alguna acerca de ellos, no se sabe quiénes los dirigen realmente, ni por qué, ni frecuentemente existe la capacidad para detectar una información manipulada, de manera que adolescentes y jóvenes quedan sencillamente indefensos ante ellos.
 
Una reciente encuesta sobre la infancia en España arroja este dato: el 27 % de los niños de España se sienten solos al llegar a casa tras la jornada escolar y echan mano de la tele o del ordenador para pasar el rato. Ante ésta realidad y ante otros datos semejantes, los autores de la encuesta afirman que existe un porcentaje de 10-20 % de niños en riesgo social. ¿Solitarios en la red? Realmente, solitarios en la vida.
 
Son muchas y muy ricas las posibilidades abiertas por las nuevas tecnologías, pero también son muy reales los riesgos. El reto educativo está precisamente en hacer posible a través de ellas, mejorar la enseñanza, hacer más democrática la cultura, acceder a todos a la información, promover el sentido crítico, construir una sociedad más humana, libre, participativa y solidaria.
 

          EUGENIO ALBURQUERQUE FRUTOS

directormj@misionjoven.org