Sólo se vive una vez

1 enero 1997

Apreciado amigo:
Supongo que te sorprenderá volver a recibir noticias mías tras todos estos meses.
Ante todo, quiero decir que, gracias a Dios, después de tanto tiempo de búsqueda, me siento feliz de poder dedicarme en cuerpo y alma a algo que me llena.
Estoy inmerso en el mundo de los marginados, toxicómanos y delincuentes, trabajando las 24 ho­ras del día por su reinserción, por su integración en la sociedad, conviviendo con ellos e intentando ayudarles. ¡Es muy difícil, pero al mismo tiempo gratificante!
Hace pocos días llegó un exfutbolista de un gran club de primera división, famoso años atrás y que ha perdido todo: miles de millones, pareja, amigos, trabajo… Y ha pasado de todo eso a la na­da. Es un ejemplo viviente de la fugacidad de tantas cosas a las que damos importancia. Su caso ha calado fuerte entre los que vivimos aquí.
No sabes hasta qué punto me han servido tantas y tantas cosas que aprendí en el ambiente sale­siano y muchísimas veces cito a D. Bosco en mis conversaciones con los chavales.
No he de negarte que empezar a trabajar aquí fue duro. Me costaba mucho integrarme, que con­fiaran en mí y no me vieran como un «funcionario» que viene a ganarse un sueldo. Poco a poco fui asentándome y conviviendo día a día con sus problemas como la abstinencia, el sida, la cárcel, de­sarraigos familiares y todo lo que te puedas imaginar. Realmente una cosa era la teoría y el contacto esporádico con estos problemas y otra vivirlos diariamente.
Pero, como decíamos alguna vez, «sólo se vive una vez» (quizás esta sea la frase que más les re­cuerdo a los chavales) y ahora verdaderamente por primera vez en mi vida, después de tantos años, no tengo la impresión de estar desaprovechándola. Sinceramente, soy feliz.
Procuro de vez en cuando «desconectar» marchando a casa, manteniendo mi antiguo ritmo de oración personal (insiste mucho a los jóvenes en su importancia). Ella es la que da fuerzas, el motor y el combustible al mismo tiempo. Sin ella no hay sentido. Al principio cuesta, pero al final es como un torrente que te arrastra… ¡Vale la pena!
En fin, podría estar días enteros hablando de esta experiencia…
Te dejo ya, hoy han llegado cuatro chavales nuevos y tres de ellos en un estado lamentable. Hoy quizás dormirán por el efecto de la droga, pero mañana empezará apretar el «mono» y tendremos «fiesta nocturna», y otra vez a luchar. Y es que cada quince días viene gente nueva y los casos se repiten. ¡Insiste a tus muchachos sobre el peligro real de este problema! Que no caigan nunca en la tentación de probarlo ya que las consecuencias les desbordarán.
Espero seguir contando con tu amistad y por supuesto, ponerme a tu disposición por si alguna vez puede serte útil en algo.
Recibe un cordial saludo.

Jorge Vicente

PARA TRABAJAR PERSONALMENTE Y EN GRUPO
 

  1. ¿Qué sentimientos y reflexiones despierta en ti esta carta?
  2.  ¿Conoces jóvenes como éstos de los que habla Jorge? ¿Por qué crees se llega a situaciones así? ¿Cómo prevenir?
  3. ¿Qué «palabra de Dios» va resonando en estas líneas? ¿En qué páginas evangélicas, hechos o di­chos de Jesús, os hace pensar?
  4. ¿Puedes decir, como Jorge, que eres feliz con lo que haces, con la vida que llevas?
  5.  ¿Qué influencia tiene en tu vida la oración personal?
  6. Conozco a Jorge y no le ha sido fácil descubrir su vocación, el sentido de su vida… ¿Qué haces tú por descubrirlo?

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