Esta imagen de Raúl ilustraba un artículo en «El Pais» (6.4.98) titulado La generación de la llave, que trataba sobre los riesgos psiquiátricos de los niños que permanecen solos en casa al llegar del colegio. (Ver Tema de este mismo número de Cuaderno joven).
La imagen puede servir especialmente para adolescentes, época en la que tanto la soledad como los amores se viven de forma explosiva y apasionada.
- El personaje
– Mostrar la imagen y decir lo que se ve. Partir de lo que vaya saliendo.
– Centrarse en lo que le sucede. Se puede ayudar formulando alguna pregunta: ¿Qué pasa ahí? ¿Qué le pasa a ese personaje? ¿Por qué? – Centrarse en las causas y consecuencias: ¿Cómo está? ¿Qué ha sucedido para que esté así? ¿Qué le va a pasar? ¿De dónde viene? ¿Adónde va?
- La puerta
– Centrarse en el lugar: ¿Dónde está el personaje? ¿Cómo es ese lugar?
– Aparece en una puerta… ¿Entra o sale? ¿Quiere entrar o quiere salir?
– La puerta es sólo una raya con un pequeño agarradero, pero delimita todo el futuro… El marco se ha convertido en un muro negro. Anlizarlo simbólicamente.
– Las puertas pueden salir de quicio. ¿También las personas? ¿Qué nos hace salir de quicio en nuestra familia?
- Lleno de cosas
– Centrarse en lo que lleva el personaje, especialmente si no ha salido antes.
– Por ejemplo, centrase en la forma en que va vestido: la camisa grande y desabrochada, las rodilleras, los deportivos, etc.
– Centrarse en la mochila: se supone llena, pero va medio suelta… ¿Cómo la va nuestra? ¿De qué la llenaríamos o de qué la vaciaríamos…? – Lleva un balón (diversión, juego, equipo, infancia…) y se ve la regla (normas, estructuras, rigideces, medidas…) Trabajar simbólicamente con esos dos objetos.
- La llave
– Un objeto destaca sobre los demás: la llave. ¿De dónde puede ser?
– ¿Qué llave colgaría cada uno al cuello para no perderla?
– ¿Y si esa fuese la llave de la felicidad? ¿Qué puertas abriría?
– Diseñar una lleve mágica: la llave de la felicidad. En la forma de la llave se ha de incluir la idea que tenemos nosotros de ser felices, cómo lograrlo, cómo mantenerlo…
- El personaje y nosotros
– Con todo lo que haya salido ya hay suficiente material para descubrir que el personaje de la imagen es cada uno. Concretar ahora: en qué se parece a mí. Se puede recordar las intervenciones que cada uno haya hecho y aplicárselas a sí mismo.
– El personaje puede ser también un reflejo colectivo. ¿En qué se parece a la gente de nuestra edad? ¿En qué se parece a nosotros, a nuestro grupo?
- Solos en casa
– Si no ha salido antes, es hora de decir el origen de la imagen: los niños y adolescentes que tienen que pasar muchas horas en casa solos, con graves consecuencias: soledad, depresiones, rebeldía, agresividad, rechazo de las normas sociales… (Ver Tema de este mismo número).
– Valorar lo que hemos vivido en nuestra familia: todo lo que nuestra familia ha hecho por nosotros y todo lo que nos gustaría que hubiera hecho. Decir al menos tres aspectos en cada caso.
– ¿Puede hacer algo el personaje para arreglar la situación? ¿Y nosotros? Concretar y ponerlo en práctica.
HERMINIO OTERO