Taller de Astronomía

1 julio 2007

Antonio Gómez (Alicante)
 

  1. ¿Por qué un taller de Astronomía desde el punto de vista de la Pastoral Juvenil?

 
Hoy día, los que nos dedicamos a la Pastoral Juvenil tenemos un problema para llegar a ciertos destinatarios. Me refiero a los y las adolescentes o preadolescentes que tienen suficiente con lo que ven y pueden comprender. Creen que no es necesario trascender, porque todo tiene una explicación que alguien ya ha encontrado. Se consideran a sí mismos racionales, y para “creer” en algo exigen “pruebas”.
Además, no cualquier tipo de prueba: deben poder comprenderla, y no contradecir lo que ya saben, o creen saber. Las actividades habituales en grupos juveniles, catequesis, clase de Religión…puede que no les resulten ni siquiera interesantes, y muchas veces su “enfoque racionalista” puede evitar que entren en las dinámicas y se queden simplemente observando y criticando, pero sin participar. Es para ellos, sobre todo, para los que puede servir este taller.
¿Podemos utilizar la ciencia como punto de partida para una actividad pastoral?. La astronomía es, desde cualquier punto de vista, una ciencia. Estudia cosas bastante raras que se pueden ver (estrellas, planetas, galaxias…), y otras aún más raras que no se pueden ver (agujeros negros, continuos espacio temporales, el origen del Universo…), rompiendo los esquemas de lo que llamamos la “lógica”, contradiciendo muchas veces el sentido común y nuestras ideas preconcebidas.
Así pues, puede resultar interesante para mostrar a estos “jóvenes racionalistas” otras cosas que también son bastante raras y se pueden ver (los sentimientos, la necesidad que tenemos de los demás, y los demás de nosotros….) y cosas aún más raras que no se pueden ver (como por ejemplo, Dios mismo). Se necesita una palanca para romper el muro que esta mentalidad supuestamente moderna ha puesto a todo lo que sea imaginar, sentir, trascender, creer sin pruebas…y la astronomía puede ser esa palanca. Confrontar a una persona con la inmensidad del Universo tiene efectos secundarios.
Aparte de este objetivo, la astronomía siempre es un buen recurso para una noche en una acampada o en una convivencia. Siempre puede suceder que un vistazo al cielo en una noche estrellada se convierta en una actividad inolvidable.
Una última advertencia. Muchos tendrán una cierta alergia a los números, los datos, o los nombres científicos extraños. No sé por qué, se supone que la formación humanística implica que odies lo que significa ciencia o matemáticas. En mi trabajo, he reducido mucho los números, no he puesto ecuaciones, y casi no hay términos exclusivamente científicos. De todas formas, conviene cambiar el enfoque. Para conseguir estos números, alguien sacrificó una parte, probablemente importante, de su vida, de su esfuerzo… ¿Existen personas a las que de verdad les guste estar en un lugar cerrado, frío y maloliente como puede ser un laboratorio simplemente porque “es lo que les gusta hacer”?. ¿O pasarse las noches despierto y los días dormido durante casi toda la vida en lugares dejados de la mano de Dios como son los observatorios “porque mola”? Esas cosas se hacen por lo mismo que cualquiera hace locuras: por amor. Amor a la verdad, al descubrimiento… Amor a esa sensación que se tiene cuando se levanta ligeramente el grueso telón que separa lo desconocido y nos permite ver lo que hay detrás. Además, los datos nunca son fríos. Siempre indican algo que es fascinante. Puede ser los millones de grados quetiene el núcleo de una estrella, o los millones de años que le quedan de vida, o lo que ha tardado su luz en llegar hasta nosotros. Los datos no requieren paciencia para soportarlos, sino imaginación para interpretarlos. Y eso, a los que nos dedicamos a los jóvenes, no nos debería faltar. Estos datos no puede ojearse, como no se puede ojear la poesía o la filosofía. Necesitan reflexión, y se pueden usar para hacer reflexionar.
 

  1. Primero contemplar, después… algunas historias

 
A los astrónomos nos resulta una tontería montar una tienda de campaña y meternos dentro. ¡Nuestro tema está fuera, bajo la noche estrellada!. Nos juntamos en un corro, y cuando ya hemos visto más o menos las estrellas, constelaciones y demás astros que esa noche tengamos, nos sentamos y, o bien les cuento una leyenda o una historia. Se va ambientando la noche…y entonces, en ese clima, les cuento una de estas… En caso de emergencia, se puede hacer también en una sala, a oscuras, proyectando imágenes (que se consiguen maravillasen Internet. Recomiendo la página del Telescopio Hubble: http://heritage.stsci.edu/gallery/gallery.html) y con música suave de fondo… El objetivo es que el personal vaya abriendo la mente. La experiencia la he realizado con adultos y con chavales de ESO y Bachillerato, y nadie se ha quejado (a lo mejor, tenían miedo de que les contara otra…)
 
Las nebulosas de emisión
 
El universo es, lo mires como lo mires, una cosa enorme. De hecho, todo lo que conocemos y la mayor parte de lo que no conocemos está dentro. O sea, que es totalmente gigantesco. Eso sí, no es totalmente infinito. Tuvo un principio y, por eso, no puede ser ilimitado. Y aunque dentro está todo, hay una cantidad determinada de ese todo. Con esto comienza mi historia.
Los astrónomos saben actualmente cuánto pesa el Universo. Es una cifra, evidentemente, astronómica. Son cientos de miles de trillones de billones de millones de objetos y partículas flotando por ahí. Tenemos de todo para elegir: estrellas, nebulosas, galaxias, agujeros negros, planetas…incluso polvo. De todas formas, yo tengo una debilidad: las nebulosas de emisión. Me encantan.
Una nebulosa de emisión es una nube de gas que se extiende por el espacio. Son enormes, majestuosas, a veces tienen muchos colores, y brillan fuerte contra el fondo oscuro del cielo. Lo que tienen de especial es que brillan. ¿Cómo es que una nube, por gigante que sea, brilla?. Pues en realidad es muy sencillo: porque esa nube crea estrellas en su interior.
Estas nubes, cuando se hacen muy grandes, empiezan a aplastarse por su propio peso. El gas que las forma empieza a apretarse, a comprimirse, y entonces empieza a calentarse. La nube se va rompiendo por dentro y cada pedazo se va haciendo cada vez más caliente. Al final, cada trozo de la nube se convierte en una estrella. Y por eso brilla la nube: las estrellas que ha creado la iluminan.
La nebulosa seguirá formando estrellas mientras le quede gas. Cada estrella que nazca le irá quitando un pedazo, y al final la nube desaparece. Pero eso sí, ha formado muchas estrellas, que quedarán brillando en las noches oscuras para recordarnos esa nube desconocida que les “dio a luz”. Y es más: las partes de la nebulosa que no se conviertan en estrellas empezarán a girar alrededor de alguna de las estrellas recién nacidas. Esos pequeños trozos de nube se irán enfriando, y se irá congelando al menos en parte, haciéndose más o menos sólido. A base de girar alrededor de la estrella, se irán haciendo redondos.  Son los planetas, promesa de vida.
Podríamos usar a la nebulosa de emisión como el ejemplo perfecto del que se entrega al máximo para conseguir dar la luz y la vida a otros. Podría ser un caso típico de implicación hasta el final en un proceso de formación. Ésa es una razón para que me gusten. La otra es que son preciosas, como joyas colgando del cielo, cuando las observas con telescopio o ves una foto suya. Impresiona, de verdad, verlas tan grandes y tan bonitas. En la espada de Orión hay una en particular que me encanta.
Bueno, el caso es que después de averiguar cuánto pesaba el Universo, los científicos sumaron el peso de todo lo que se ve (las nebulosas, las galaxias con sus estrellas, el polvo incluso…) y todo lo que vemos sólo es…¡un 4%!. El 96 % del universo es frío y oscuro, incapaz de iluminar. Sólo un 4% ha aceptado el desafío y se ha sacrificado para convertirse en luz…
 
Los meteoritos
 
La gente tiene mucho miedo de los meteoritos, y es normal. Sólo hay que mirar los cráteres de la Luna para ver lo que pueden llegar a hacer. En nuestro Sistema Solar, hay planetas y satélites que incluso giran al revés porque un meteorito chocó contra ellos y los desvió del golpe. En uno de los satélites de Marte hay un agujero que cubre casi toda la superficie. Los científicos todavía se maravillan de que el impacto no despedazara del todo la pequeña luna. En nuestro mismo planeta han causado muchas catástrofes: todos sabemos lo que les pasó a los dinosaurios, y de vez en cuando aparece una imagen del Meteor Crater de Arizona en libros, revistas o documentales para recordarnos lo peligrosos que son los visitantes del espacio exterior. Seguro que has visto alguna película sobre el tema: “Meteoro”, “Deep Impact” o “Armaggedon” son buenos ejemplos.
Sin embargo, la historia de los meteoritos merece más lástima que terror, aunque parezca mentira. Llamamos “meteorito” a todo objeto natural que cae procedente del espacio sobre la Tierra u otro planeta o satélite. El meteorito más común es una partícula que no llega a medir ni un milímetro, y todos los días caen unas 500 toneladas de ellos en nuestro planeta, sin destruir nada ni hacer agujeros gigantes. ¿De dónde viene, cómo se han formado?.
Hace unos 5000 millones se empezaron a formar los objetos que componen el Sistema Solar: el Sol, los planetas, los cometas, los satélites… Se formaron al parecer juntando pedazos pequeños que se iban chocando entre sí y se iban uniendo formando pedazos más grandes cada vez. Así, aparecieron poco a poco planetas, unos más grandes y otros más pequeños, y los trozos que no llegaron a ser suficientemente grandes fueron atraídos por esos planetas. Algunos cayeron sobre ellos y pasaron a formar parte del planeta, y otros se quedaron girando a su alrededor, convirtiéndose en satélites. Pero hubo un grupo que no pudo hacer ninguna de estas cosas…
En la zona entre Marte y Júpiter había un montón de pedacitos de planeta listos para encontrarse. Iban a formar un planeta pequeño, bastante rocoso, seguramente sin nada especial, aunque en realidad todos los planetas tienen algo especial, y cada uno tiene su encanto. Los fragmentos se iban reuniendo, formando pedazos de planeta, algunos grandes y otros pequeños. Pero algo salió mal. Júpiter ya estaba formado casi del todo, y es un planeta enorme. Aunque estaba muy lejos, al ir pasando atrajo a muchos de los granos de polvo espacial que se estaban uniendo. No llegó a llevárselos, pero los hizo separarse entre sí. De esta forma, nunca llegaron a encontrarse ni a fundirse entre ellos para formar un planeta. Iban a ser granos de arena en un desierto, o piedras de una montaña, o lava que sale ardiente de un volcán, pero se quedaron en simples motas de polvo que flotaban en el espacio sin poder encontrarse. Los que les dio tiempo de hacerse más grandes son lo que llamamos “asteroides”, y esos sí que nos dan miedo, pero el resto son simplemente demasiado pequeños.
Hay otra causa de formación de meteoritos. Los cometas son enormes bloques de hielo que se formaron a billones (con “b” de “barbaridad”) de kilómetros del Sol hace también 5000 millones de años. Atraparon mucho de ese polvo cósmico dentro de ellos. De vez en cuando, alguno de estos bloques cae hacia el Sol, y empieza un viaje de años y años hasta llegar a él. Conforme se va acercando, el hielo se va fundiendo e hirviendo, y el vapor va saliendo disparado hacia atrás, formando la cola del cometa. Y el pobre polvo que estaba tan tranquilo de turista en el hielo sale disparado también, quedando abandonado y solo en medio del espacio…
Así, los meteoritos, vengan de un planeta que nunca llegó a nacer o de un cometa que los arrojó en marcha, se quedan colgados en la nada fría y oscura. Eso sí, son fieles hasta el fin, como soldados que se hubieran quedado sin general: siguen girando alrededor del Sol por donde iban antes, cumpliendo las últimas órdenes. Los que proceden del planeta que nunca existió siguen moviéndose por la zona en la que se hubiera formado éste, y los que han caído del cometa van siguiendo el camino que el cometa sigue recorriendo, como si fueran perros abandonados en la cuneta que se esfuerzan en seguir el coche de sus antiguos amos. Es muy triste haber estado a punto de ser parte de un hermoso planeta, o haber pasado millones de años viajando por el Cosmos, y verte de repente convertido en nada más que un grano microscópico flotando en el vacío.
Durante mucho tiempo no pasará nada, y nuestro meteorito seguirá su solitario viaje en torno al Sol durante miles o millones de años. Pero, un buen día, nuestro querido planeta Tierra atravesará  esa nube de polvo y se llevará por delante a nuestro diminuto amigo. Será como cuando un coche choca contra un montón de mosquitos a toda velocidad. Por la enorme velocidad que llevamos, sumada a la del meteorito, el impacto será a unos 200000 kilómetros por hora. De repente, el granito de polvo choca con la atmósfera, del roce con el aire a tanta velocidad arderá y brillará con fuerza: es una estrella fugaz. Del incendio sólo quedan unas pequeñas cenizas que caen lentamente. Los pequeños meteoritos no pueden chocar contra el suelo, del golpe con la atmósfera se destruyen.
 
Pero la historia no acaba aquí. A todos nos han enseñado que las nubes dejan caer la lluvia porque se enfría el vapor de agua, pasa a líquido y entonces caen las gotas. Pero en realidad esto es más complicado. Necesitamos “superficies de condensación”. Una superficie de condensación es la respuesta a “¿Por qué no llueve en tu cuarto de baño?”. Cuando abres el agua caliente, el aire del cuarto se llena de vapor y se forma una nube.  ¿Por qué entonces no empieza a llover al enfriarse el aire?. El caso es que sí que se han empezado a formar gotitas de agua en el aire, pero son tan pequeñas que no pesan lo suficiente para caer: flotan. Esas pequeñas gotitas se van pegando a las paredes y al espejo, y por eso se empañan y chorrean de agua. Las paredes y el espejo son lo que llamamos “Superficies de Condensación”. Pero en las nubes no hay espejos ni azulejos. ¿Por qué llueve entonces?.
Necesitamos que en las nubes haya algo que permita a las “minigotas” irse juntando y pegando para formar una gota lo bastante grande como para caer hasta el suelo. El caso es que las pequeñas partículas de ceniza que han quedado de los meteoritos se han ido cayendo muy lentamente, durante años a lo mejor, y al final llegan a las nubes. Allí puede que, rodeadas de pequeñas gotas que no pueden caer y que flotan sin poder unirse, se acuerden de cuando eran motas de polvo que estaban a punto de ser un planeta, o de cuando viajaban por el Sistema Solar rodeadas del hielo de un cometa. Y empiezan a atraer las “minigotas”. Y cada vez se van pegando más, y más, y pesan todas juntas cada vez más, hasta que de repente, caen porque ya tienen el tamaño de una gota de lluvia, ya son, todas juntas, una gota de lluvia. Y, por fin, nuestro meteorito llega al suelo… en medio del chaparrón.
Nunca será parte de una montaña en un planeta extraño y lejano, ni nunca verá pasar los planetas y el Sol a toda velocidad metido en su nave de hielo, pero, finalmente, ha sido el resplandor de la estrella fugaz que vieron dos enamorados paseando cogidos de la mano por el parque, y ha sido el que formó la gota que dio vida a la flor y alivió la sed del que buscaba agua.
Si quieres verlos es muy fácil: hay unos días al año en que es muy probable verlos incendiarse cruzando la atmósfera. Son las “Lluvias de meteoritos”, y todos los años suelen caer por las mismas fechas. También puedes, con un cacharro, recoger agua de lluvia, y luego dejar que ésta se evapore. Al fondo quedará un poso de polvo. Nuestros amigos del espacio estarán mezclados con contaminación, sal marina… Se les puede separar con un imán, porque suelen tener hierro. Míralos con una lupa potente, y los verás con forma de pequeñas gotas sólidas (se fundieron al caer, y luego se solidificaron). Cuando los veas, no olvides pensar en todo el viaje que han tenido, en lo que podían haber sido…y dales las gracias. Me da que pensar esta historia. En realidad, no importa tanto que tu sueño no se pueda cumplir si lo que haces para conseguirlo vale la pena, y conviertes tu vida en algo hermoso, ¿no?
 

  1. Si el sol es un balón: una actividad para romper esquemas

 
Muy poca gente conoce las auténticas medidas del Universo, o exageran la capacidad del ser humano para realizar viajes espaciales. Esto puede ser una actividad interesante para demostrar a la gente que “está de vuelta de todo”, que cree que la Ciencia tiene todas las respuestas, que las cosas no son tan fáciles. Además, es una excelente iniciación a la astronomía.
Lo mejor es hacerla de día. Esta actividad se puede realizar en un patio enorme, ir a lo largo de todo el colegio, o por una calle, o proyectando imágenes. Puede venir bien tener pelotitas de algunos de los tamaños que se van indicando, aunque esto no es especialmente necesario. Con la del Sol será suficiente. Si se puede, estaría muy bien ir paseando por los distintos “planetas”
Supongamos que el Sol es una pelota de unos quince centímetros de diámetro. Más o menos es como nos parece que es, ¿verdad?. Bueno, pues si el Sol es así, ¿cómo sería el resto del Universo?. Si dejamos el Sol en el suelo, y caminamos unos 6 metros, nos encontraremos con Mercurio. Eso sí, a esta escala mediría como un grano de arena. Este planeta pequeño, sin atmósfera, y tostado por el Sol, gira haciendo círculos más o menos a 6 metros de él.
Para llegar a Venus, el siguiente planeta, tenemos que caminar 5 metros desde Mercurio, 11 desde el Sol. Mide cosa de un milímetro. Venus se parece mucho a nosotros, tiene nuestro tamaño, y tiene atmósfera, con nubes y todo…pero su atmósfera es enorme, más grande que la nuestra, y está hecha de dióxido de carbono. Esto produce efecto invernadero, y nos da una temperatura de 400º…para fundir el plomo. Y bueno, de las nubes, mejor no hablar…son de ácido sulfúrico. Nuestro querido planeta Tierra está a 4-5 metros de Venus, a unos 15 del Sol. Como se supone que es el que mejor conocemos, no nos detenemos demasiado en él… En ese milímetro de planeta cabe todo nuestro mundo, nuestra especie, nuestra historia…qué importantes somos, ¿verdad?
Marte, el planeta rojo, ya está a 22 metros del Sol. Es pequeñito, mide un poco más de medio milímetro. Sus satélites a esta escala son microscópicos… si seguimos caminando, cruzaremos una extensión en la que sólo se verían de vez en cuando objetos menores de una décima de milímetro. Son los asteroides del Cinturón Interno. Flotan en medio del Espacio, girando en torno al Sol…
 
Por fin, llegamos a Júpiter, el mayor de los planetas. Este ya se puede ver. Mide casi un centímetro y medio. Se nota que es el mayor de los planetas. Está muy lejos ya del Sol, a unos 77 metros…En realidad, sólo es una nube redonda de gas, con muchos satélites a su alrededor, algunos del tamaño de planetas pequeños…Si Júpiter hubiese sido más grande, hubiese sido una estrella…pero, en fin, se ha quedado en planeta, y de momento le va muy bien.
Saturno y sus anillos se encuentran 143 metros del Sol. Si estás en un campo de fútbol, ya te sales. Es un poco más pequeño que Júpiter, mide 1,2 centímetros. Sus anillos están hechos de polvo y pequeñas piedras que giran a su alrededor, y desde lejos parecen algo sólido. Todos los planetas gigantes tienen anillos, pero los de Saturno son los más chulos.
Urano está ya a 274 metros del Sol…espero que te quede sitio. Mide cosa de medio centímetro. Es un mundo frío y lejano, hecho de gas…Tiene un montón de satélites, y, curiosamente, a estos satélites se les han puesto nombres de personajes de Shakespeare: Julieta, Oberón, Desdémona…
Neptuno pilla a 445 metros del Sol, mide casi lo mismo que Urano y tiene también muchos satélites. A partir de él empieza otra zona llena de asteroides gigantes y planetas enanos que se llama Cinturón de Kuiper. En él se encuentra Plutón.
Cuando llegues aquí, intenta ver dónde dejaste el Sol. Impresiona, ¿verdad?. Bueno, pues esto es parte del Sistema Solar. Nuestro Sistema termina en realidad a unos 1000 kilómetros de distancia del Sol, siempre hablando a esta escala. O sea, que te saldrías del país. Cruzarías un inmenso espacio vacío, sin estrellas ni planetas ni nada, y llegarías a un conjunto de tres balones, dos del tamaño más o menos del Sol y otra más pequeña. Es el Sistema de Alfa Centauro, formado por tres estrellas. Son las estrellas más cercanas a nosotros, y a nuestra escala estarían…más o menos en Escandinavia. Las siguientes estrellas están mucho más lejos. La galaxia no cabría ni en el Sistema Solar aunque redujéramos la escala diez veces…O sea, que el Universo es enorme. Y, encima, piensa que en los huecos entre planeta y planeta no hay casi nada. Sólo espacio. Por eso le llamamos Espacio, ¿no?.
A todo esto ¿cuál es la contribución humana? La conquista del Cosmos y todo eso… Bueno, hemos mandado naves vacías que salieron hace cosa de 30 años y ya han salido del Sistema Solar hace poco. Pero, ¿y naves que llevan personas? Nuestro recorrido máximo fuera de la Tierra han sido, a esta escala…4 centímetros. ¿Te sientes ahora tan grande como antes? Siempre nos queda lo que decía Pascal “Mi persona es como un átomo en medio del Universo, pero, con mi mente, puedo abarcarlo todo” Si podemos entender estas distancias, sentirnos humildes y aún así intentar conoces mejor el Universo en que vivimos, estamos en el buen camino.
 

  1. La Osa Mayor y la Polar, centinelas del cielo

 

  • Objetivos

– Encontrar el primer punto de referencia celeste
– “Picar” la curiosidad
– Plantear la cuestión de los modelos en la vida
 

  • Material y condiciones

– Una brújula
– Unos prismáticos
 

  • Época del año para realizar esta actividad

Cualquiera sirve
 

  • Desarrollo

Es muy probable que ya conozcas la Osa Mayor (cuidado, a veces he encontrado a gente que confunde la Osa con otras constelaciones. Conviene comprobarlo antes si no se tiene experiencia). Si no la conoces, lo mejor es mirar hacia el Norte. A su alrededor es fácil observar un grupo bastante grande (unos dos palmos con el brazo extendido) de siete estrellas que forman una especie de cazo o sartén (ver figura…): ésa es la Osa Mayor

 
 
 
 
 
 
La Osa Mayor en sí misma es muy interesante y guarda muchas sorpresas. Aun así, su importancia está en que puede servirnos para encontrar casi todas las demás constelaciones. En especial, es la que nos indica cómo encontrar la Estrella Polar (única estrella brillante de la Osa Menor), que es la más importante del cielo (aunque no la más brillante). Por eso, muchos llamamos a la Osa Mayor “La Llave del Cielo”. Si prolongamos la distancia entreMerak y Dubhe cinco veces (Fig…), aparecerá una estrella de brillo medio, solitaria: es la Polar. Ni es demasiado brillante, ni está cerca, ni se parece al Sol. El caso es que si esperas el tiempo suficiente verás que todas las estrellas giran, menos ella. Todas dan vueltas a su alrededor. Es el “punto fijo” del cielo, y está colocada justamente sobre el norte. Cuando la miras, estás mirando al Norte, tu espalda da al Sur, tu derecha es el Este y tuIzquierda el Oeste. Más exacto que una brújula, y se puede comprobar.
 

  • Cosas para hacer y contar.

– Dile a tu grupo que se fijen en la posición de la Osa Mayor. Ve contándoles todo esto y, por ejemplo, la historia de las dos Osas. Cuando haya pasado como media hora, se notará que la Osa Mayor efectivamente ha girado como la aguja de un reloj alrededor de la Polar. En efecto, la Polar no se ha movido.
Mizar, la estrella que está en el centro del “asa” de la Osa Mayor, es en realidad doble. Esto quiere decir que en realidad son dos estrellas que giran juntas y parecen una sola. Hay gente que puede notarlo a simple vista, pero si usas unos prismáticos lo verán enseguida. La compañera de Mizar se llama Alcor, que en árabe quiere decir “la prueba”. La usaban los oculistas para saber si alguien estaba bien o no de la vista: era una “prueba” de visión. Por cierto, si se usa telescopio, se ve que tanto Mizar como Alcor son dobles…En realidad, hay cuatro estrellas donde parece haber sólo una.
– Comprueba con la brújula que la Polar está en el Norte. Habrá una ligera desviación: se llama “declinación magnética” y es un error de la brújula. La Polar tiene un error muy pequeño, casi insignificante.
– La Polar está a 680 años luz. Eso son 6460 billones (con “b” de barbaridad) de kilómetros. Para comparar, la vuelta al mundo son sólo cuarenta mil kilómetros. Esa luz que ves hoy ha tardado 680 años en llegar, o sea, que salió antes de que Colón descubriera América, en la Edad Media.
– La Polar también se mueve por lo que se llama “precesión de los equinoccios”, un giro muy lento, de 23500 años de duración. Dentro de miles de años, ya no señalará el Norte. Cuando los egipcios construyeron las pirámides, el sitio estaba ocupado por la estrella Thuban, de la constelación del Dragón, y por eso algunas de las galerías de la Gran Pirámide señalan hacia ella. La Polar volverá a señalar el Norte dentro de 26000 años.
 

  • Para reflexionar

 
– A veces una persona “pierde el norte”. No sabe qué hacer, no encuentra razones para vivir, se queda sin esperanza, o empieza a hacer cosas sin sentido. Las personas deberíamos ser como el cielo. Tener un punto fijo al que mirar todas las noches, y saber que ese punto estará ahí mañana, y pasado mañana… Por mucho que cambien las cosas, por muy del revés que se nos vuelva el mundo, siempre tenemos una Polar, alguien que nos indica dónde está nuestro Norte. Alguien que nos indica cuál es el camino en medio de la noche, cuando todo lo demás no es seguro. El amigo que nunca falla. El Camino. Y siempre tenemos, a nuestro alrededor, quien nos puede guiar hacia Él
– Hoy has tenido un encuentro con lo profundo del espacio. Has visto luz de hace 680 años. ¿Sabes que si esa estrella explotase ahora, no verías la explosión hasta dentro de 680 años?. Puede ser que estés viendo una estrella que ya no existe, pero cuya luz sigue viajando durante más de medio milenio, por el frío vacío, hasta llegar a ti esta noche…
– En cuanto a Mizar y a Alcor, fíjate cuántas veces, a medida que te fijas en lo que te rodea, encuentras pequeñas maravillas. Imagina cómo sería estar en un planeta con cuatro soles… Y el caso es que la mayor parte de la gente, desde aquí, sólo verá un punto de luz en medio del cielo… Si quieres descubrir las cosas más maravillosas y sorprendentes, sólo tienes que abrir bien los ojos