Los apóstoles estaban “atacaditos” de los nervios, y es que la tarde prometía… El Maestro “se había portado” y, después de tanta prédica, milagro y meditación, no le había quedado más remedio que cumplir su promesa. Y allí, entre sus manos, tenía el objeto tan preciado: 13 entradas para asistir a un partido de fútbol. Y no se trataba de cualquier partido… ¡No, no! Se trataba de los dos grandes equipos de la liga de las estrellas: Real Madrid y F. C. Barcelona se veían las caras en un apasionado derbi…
Así que ya se pueden imaginar, los discípulos estaban que no cabían en sí, todos ellos ataviados con bufandas, gorras, camisetas y demás enseres de sus equipos y jugadores favoritos. Pero “la cosa” no quedaba ahí, el bueno de Jesús, no sólo se había rascado el bolsillo ¡y de qué manera! con las dichosa entraditas; además les había prometido que tendrían la posibilidad de bajar a los vestuarios y hablar con “uno de los grandes,” que para más inri (nunca mejor dicho) era amiguete suyo…
De manera que cuando acabó el partido, por cierto un tanto rácano en cuanto a juego y a goles, los discípulos, capitaneados por el Señor y, entre una batalla campal de apretujones, almohadillas y pisotones, llegaron en un santiamén a los vestuarios. Menos mal que un guardia de seguridad les dio el alto, porque si no se meten hasta las mismas duchas. Y como no daban su brazo a torcer, tuvo que llegar un dirigente del club queles convenció de que tenían que esperar un poco, pues los medios de comunicación tenían que hacer su trabajo…
Según esperaban, se entretenían haciendo quinielas sobre quién sería “el galáctico” o el integrante del nuevo “Dream Tean” que iban a conocer…. Unos decían que seguramente sería Beckam y que le iban a pedir que les firmara la camiseta; otros se decantaban por Ronaldinho y ya tenían preparadas las hojas y el boli para el autógrafo; finalmente, otros “tiraban” por el producto nacional y anhelaban que Raúl oXavi les tendieran la mano y les concediesen una foto a su lado…
El caso es que el tiempo fue pasando y los nervios cada vez eran mayores… Al fin, a la hora más o menos, una persona vestida con la equipación del equipo local les invitó a seguirle. Por los pasillos los apóstoles empezaron a mosquearse pues no se veía a nadie y las luces se iban apagando paulatinamente. Así que cuando entraron en el vestuario y vieron únicamente al utillero del club afanándose en dar brillo a las botas, los discípulos se quedaron como estatuas. Y el cabreo que cogieron fue una minucia comparado con la mala leche que les entró cuando Jesús, rematando la faena, les comunicó que “ese,” el utillero, era el amiguete suyo y, por tanto, uno de los grandes del equipo. No os digo más que por poco al bueno del Señor le meten en la ducha (y precisamente no para celebrar algo bueno).
Así que al final, con la derrota pintada en sus rostros, los apóstoles, uno a uno, salieron del estadio, sin autógrafos, sin firmas, sin fotos, sin ninguna camiseta… e intentando digerir (tendría que pasar mucho tiempo) el pedazo de gol que les había marcado su Maestro…
Y es que deben saber que Jesús es forofo de dos grandes equipos: uno juega en lo más alto de los cielos…, el otro lo hace en el más humilde de los corazones.
En fin, acabo, que estamos ya en tiempo de descuento: no creáis que tendríamos que ir todos de ojeadores por la vida, para fichar a aquellos que hacen de la humildad un canto a la Vida… Hasta puede que teniendo a este tipo de personas a nuestro lado, se nos “pegue” algo, que falta nos hace…
José María Escudero
Para hacer
¿Qué nos dice está parábola?
¿Por qué nos fijamos en “los grandes” y no somos capaces de descubrir lo bueno de “los pequeños”?
¿Si Jesús participara en otros momentos de nuestra vida, ¿qué haría y qué nos diría?