[vc_row][vc_column][vc_column_text]En mayo de 1993 decidimos abrir nuestra casa a A. Compartiendo una cena con un amigo, conocimos la necesidad que tenía una madre de encontrar una familia que acogiera a su hija de un año y medio durante una año. Durante ese tiempo, ella estaría en un piso de Cáritas para su reinserción social después de haberse enganchado a las drogas.
Cada uno por nuestra parte recogimos el guante. A los pocos días, compartimos lo que parecía un paso importante en la vida de la pareja: abrir nuestra a casa a otra persona, además, a otra persona dependiente que había que acoger, cuidar, cubrir sus necesidades, en definitiva, abrirnos a compartir la vida con una niña.
Digamos que fue un parte muy prematuro y sin dolor. Después de un breve tiempo de relación y conocimiento entre nosotros, la madre y la niña, finalmente, durante una noche y en la habitación al lado de donde descansábamos nosotros, ya estaba dormida A., un niña de año y medio, a la que habíamos conocido durante tres escasas semanas de relación.
EL tiempo ha ido pasando y, como anunciamos al principio de estas notas, el compromiso se ha ido renovando en nuestro interior día a día. Además hemos compartido la experiencia de renovarlo también oficialmente, ya que la madre no ha obtenido las condiciones de vida necesarias para que la niña vuelve a vivir con ella.
Damos gracias a Dios por sentir y vivir esta experiencia en comunidad. No sólo la que formamos nosotros y nuestra familia, sino también la de nuestra pequeña comunidad cristiana del barrio de Moratalaz (Madrid). También ellos han compartido y gozado como nosotros la aventura de la es nuestra hija; la relación se estableció desde el primer momento, pero se ha incrustrado y consolidado en el amor y la convivencia cotidiana.
Nada de todo esto nos obligó a pensar -y no lo hace tampoco ahora- que se trate de una situación definitiva (digamos que sólo Dios lo sabe). El futuro sigue siendo incierto. Aunque la situación legal es estable, estuvimos un tiempo teniendo como referencia el acogimiento con el consentimiento materno. Las circunstancias y los acontecimientos nos han obligado a colocar la ley de por medio por el bien de la niña.
JUNTO a nuestra gente, siempre hemos contado con el apoyo, nunca mejor dicho, de la Asociación «Apoyo», también de Moratalaz. Ellos y nosotros nunca dejamos de lado a la madre, a quien acompañamos en sus movimientos de péndulo entre lo que debería ser y lo que es, siempre con la realidad de la dependencia de la droga. Muchos nos preguntan sobre cómo lo vive la niña, cómo nos «llama» y como nos vincula a su existencia.
- es una niña normal, despierta, e inquieta que, sobre todo, ríos ha mostrado la experiencia de sobrevivir, de saber sobrevivir en la circunstanciaque leha tocado vivir. Más de una vez se ha levantado en un sitio, cuando se había acostado en otro totalmente distinto. [la aprendido a adaptarse i las circunstancias y en siete años ya ha vivido más de cuanto nosotros en muchos más años.
Nuestra relación con ella es de padres hija; lo ha sido desde el primer día. Su educación, sus experiencias, su crecimiento ha sido contemplado por los ojos de unos padres, porque no nos imaginábamos tratando a un hijo de nuestra sangre -si lo tuviéramos– de distinta manera, ni queriéndole más del amor ofrecido a A.
A por las circunstancias que le rodearon desde su concepción, se defiende… Sufrió en el vientre de su madre el enganche y desenganche de la draga, las curas de metadona, la falta de fuerzas y ganas de vivir de su madre, el posible contagio de Sida… 1 la vivido todo eso en el corto espacio de unos meses. Pero, afortunadamente, no ha contemplado la cara más horrorosa de la droga; no ha experimentado el maltrato físico, ni la utilización indiscriminada, ni la visión de su madre en los peores momentos.
Cuando era pequeña, decía con naturalidad que tenía dos madres, varios padres, muchos abuelos… Sin embargo, ha llegado el momento en que «no se la puede engañar». Aunque hasta ahora no
ha existido lar mentira, no obstante no se le ha dicho toda la verdad sobre su vida. No resulta fácil el tema. Un amigo nuestro nos dijo que a los niños hay que responderles a las preguntas que ellos se hacen v sólo a las que hacen. En nuestro caso, se trata de un buen consejo que estamos siguiendo; no pretendemos ocultarle la verla, pero habrá un momento y un tiempo pura «saberla».
estas alturas, no entenderíamos nuestra vida sin ella. 1lemos aprendido a vivir el momento, también a no estar con ella cuando se la llevaban… No existe otro remedio que escuchar las preguntas habituales, que no queremos contestar: «¿La niña ya estará con vosotros para siempre? «¿Bueno, la niña ya no os la pueden quitar7»
HEMOS aprendido a gozar de las cosas pequeñas de las que gozan los críos y a contemplar un poco con sus ojos la maravilla de vivir. Hemos aprendido que amar no tiene nada que ver con poseer o con buscar necesidades.
A no es nuestra ni de su madre. Y nosotros hemos, recibido el gran regalo de vivir juntos, la oportunidad de quererla y ayudarla a crecer día a día. ¡No os podéis imaginar nuestra amor y nuestra alegría!
Nos sentimos orgullosos de que A. no tenga problemas de relación y de que esté dotada de un alto nivel de habilidades sociales y sea capaz de una rápida adaptación al medio que la rodea. Particularmente felices nos descubrimos al comprobar como A. es querida por tanta gente, cómo «se la gana».
A la hora de escribir estas líneas, 13 de noviembre 1998, A. cumple precisamente hoy 7 años. Precisamente hoy.
¡Felicidades,Begoña y Jesús¡
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]