Podcast testimonio del CampoBosco 2018, puedes leer el texto más abajo
Querida familia:
Tres meses más tarde, mientras compartimos un café, nos sigue siendo inevitable acordarnos del Campobosco y hablar de lo vivido, cada vez que nos vemos.
Escribimos estas líneas Celia, Elena, María y Cris, que queriendo escapar del frío salmantino nos gustaría volver a sentir el calor que allí nos abrazaba… ¡Y qué calor!
Ahora, con la vuelta a la rutina y una vez desaparecido el “pedo místico” de esos días. ¿Qué nos queda de todo aquello?
Emoción, recuerdos, ilusión, ganas, miedo, fe… Todo lo que engrandece el alma.
Y es que vivir 700 personas a un mismo latido esta experiencia, te cambia la vida.
Nos queda la emoción de entrar en Casa, porque eso fue lo que sentimos al entrar en la Basílica de Mª Auxiliadora en Turín agarradas de la mano.
Recuerdos, como las conversaciones profundas, la reconciliación, los actos desinteresados de amor, los abrazos, las sonrisas, las personas maravillosas, las oraciones y todo lo que nos transmitieron los lugares de Don Bosco.
Sin olvidar los bailes en el autobús, la app, los mosquitos, las guerras de agua, los kilómetros recorridos, el himno, la fiesta, cantar en la ducha, los vídeos ¡saludamos al dron! Y el calor. ¿Lo hemos dicho ya? ¡Qué calor!
Nos queda la ilusión, aquella que recobramos en el patio de Valdocco jugando como si fuéramos niños de Don Bosco.
Ganas de seguir cumpliendo el sueño de este loco acompañando a nuestros chavales como hacía él desde el patio de la Iglesia de San Francisco de Asís o la mismísima Capilla Pinardi.
Lo más duro, el miedo de que todo esto se quede allí o no lo sintamos parte de nosotros mismos como pasaba en Turín.
Pero la Fe siempre vence al miedo. Y al final es lo que nos queda.
Fe que nos ilumina como esa noche en la que cientos de velas alumbraban el camino hacia el Cristo que nos acoge.
Fe que nos unió alrededor de la casa de Don Bosco la última noche como si fuéramos solo uno.
Se nos ha acabado el café ¡qué casualidad!
Podemos pensar que todas estas cosas han pasado porque sí, llámalo destino, llámalo azar, llámalo casualidad. Nosotras ahora estamos convencidas de que se trata de una “diosalidad”, porque cuando Dios quiere jugar al escondite, se disfraza de casualidad.
Y lo mejor, es que esto no queda aquí. Hace tres meses hicimos la promesa de que a partir de ahora y siempre, iremos a medias.
Con amor,
Celia, Elena, María y Cris. / Centro Juvenil Mª Auxiliadora Salamanca.
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