Llega el verano y la actividad educativo-pastoral no descansa. Cambiamos de destinatarios, cambiamos de lugares, pero nuestra oferta evangelizadora sigue presente en las actividades veraniegas. Y la actividad juvenil veraniega fuerte es nuestro campamento de verano de tiempo libre educativo. En la provincia religiosa salesiana de «Santiago el Mayor», que corresponde al noroeste de España, organizamos campamentos desde los 8 hasta los 19 años. En todos tratamos que sea «transversal» lo educativo-pastoral. De hecho, no defendemos la dicotomía de «reuniones formativas» y «tiempo lúdico», por ejemplo, sino que toda actividad ofertada en el campamento ha de ser auténticamente educativa y pastoral. De ahí que se cuiden detalles como la acogida, el acompañamiento, eliminar la competición por la competición, las bromas pesadas y menos pesadas o se persiga detectar esos destinatarios «invisibles» de los que nadie se da cuenta, estar atentos a los tristes, solos, problematizados y un largo etc. Uniendo estrechamente actividad y objetivos, tratamos que las 24 horas del campamento ayuden a crecer como personas y como creyentes a todos los participantes.
Y sin contradecirse con lo anterior, y más hoy en día, también ofrecemos momentos explícitos de vivencia cristiana para nuestros destinatarios y para los propios animadores y animadoras. Momentos semejantes a los de la mayoría de los campamentos de tiempo libre educativo cristiano: los buenos días y las buenas noches, la bendición de la mesa, las celebraciones de la Eucaristía y la Reconciliación, los «tiempos de paz», etc. Eso que denominamos tiempos de paz consiste en un momento de reflexión que todos los días hacemos con los acampados. Varían según la edad y el tipo de campamento. Con los más pequeños, son unas sencillas reflexiones en pequeño grupo sobre lo vivido para ir descubriendo entre todos lo profundo y la riqueza de las pequeñas cosas compartidas y vividas. Con los mayores, son talleres de oración del estilo de «orar desde…» la música, la prensa, el padrenuestro, los salmos, la expresión corporal.
Para presentar el tiempo de paz sobre todo a los más pequeños, recurrimos a una dinámica muy sencilla que nos ayude a comprender el auténtico significado del tiempo de paz. Nos reunimos todos los participantes del campamento, si son de edades homogéneas y, en círculo, les explicamos que todos los días a esta misma hora y en este mismo lugar tendremos un tiempo para pararnos y darnos cuenta de lo que vivimos, porque sino se nos escapa el campamento y no lo vivimos a tope. Con estas palabras, o más sencillas todavía, y con algún ejemplo se les explica oralmente el tiempo de paz. Una vez que todos, en teoría, lo tienen claro, les pedimos que en silencio cierren los ojos y abran muy bien los oídos y que durante dos minutos (¡atentos a la relación minutos con edades!) descubran todos los «ruidos» que escuchan. Pasado ese tiempo pedimos que vayan indicando todo lo que han oído: ruidos de coches, pájaros, viento, toses, risas, hablar a un compañero, pisadas, balones botando, etc. Habrá alguno que diga también la respiración del compañero o la propia, el latir del corazón etc.
Una vez hecha la puesta en común, se les pregunta si los «ruidos» que dijeron los escucharon media hora antes cuando estaban en el tiempo libre o jugando. La respuesta de la mayoría será que no. Y ahí está la enseñanza de la dinámica, y del propio tiempo de paz; los más peques lo captan a la primera: los «ruidos» importantes –como los que se dijeron– no se «escuchaban» bien o ni se escuchaban en la actividad habitual. El latir del propio corazón que funciona todo el día solamente lo descubrimos cuando nos «paramos». ¡Descubrimos el funcionamiento de nuestro corazón en el silencio y la tranquilidad! Eso es el tiempo de paz: pararnos y, con tranquilidad, ir descubriendo todos «los ruidos» importantes del campamento para que no se nos escape ninguno, incluso el «ruido de Dios» que nos acompaña las 24 horas del campamento (y de la vida) y, si no nos paramos, ni nos damos cuenta, igual que el latir de nuestro corazón o el del vecino.
A partir de esta breve y sencilla reflexión, cantamos una canción «ad hoc», por ejemplo, «Escucha tú, la Palabra de Dios» y acabamos rezando todos unidos por las manos, sintiendo a los compañeros y compañeras que están a nuestro lado, el Padrenuestro.
La semilla y la motivación del tiempo de paz está hecha ahora. Solamente queda el tiempo de paz diario en nuestro campamento. Todo un reto a la creatividad, al espíritu orante del animador y animadora, al pisar tierra (y barro) con nuestros destinatarios y a la acción incesante del Espíritu Santo… ¿O es que su «ruido» no lo oímos en nuestras vidas tan llenas de actividad?
Xulio C. Iglesias