Las Navidades se han convertido en un tiempo que cada vez suscita mayor controversia. Los anuncios comerciales la adelantan varias semanas y los grandes centros comerciales se convierten en los templos que es necesario visitar. En este número deCUADERNO JOVEN aportamos varias páginas (Decálogo, Recursos, Propuesta, Carta) que nos ayudarán a afrontar educativamente el tiempo de Navidad. También recordamos las críticas de creyentes y no creyentes que se pronuncian ante un hecho que pierde cada vez más sus raíces religiosas para transformarse en un acontecimiento sociológico sin más (Tema).
Los creyentes sabemos que este es un tiempo para actuar desde abajo y desde lo pequeño. Lo resumía muy bien Adela Cortina ya hace algunos años en el ABC Cultural (27.12.96): bajo el título de El reinado del Níño expresaba un planteamiento que hacemos nuestro:
NAVIDAD, Año Nuevo y Reyes tienen en realidad un mismo protagonista. Para los creyentes, Jesús, el hijo de Dios, que nace en los márgenes de Belén, es circuncidado como todos los de su raza, y recibe el reconocimiento de reyes extranjeros. Para creyentes y no creyentes, Jesús de Nazareth, un personaje histórico; en estos días, un niño, que en su misma impotencia presenta un mensaje de bienaventuranza, de felicidad.
«Un niño nos ha nacido -dirá con júbilo Isafas-, un hijo se nos ha dado».
El niño es la esperanza de que el mundo puede ser distinto, y no sólo porque el futuro está abierto ante él, sino porque su pequeño reinado es ya diferente. Es el reinado de la impotencia frente al poder, de la debilidad frente a la prepotencia, del ser desarmado frente a la violencia. ¿Quién ganará en tan desigual combate?
La respuesta no es sencilla. Porque en el corto plazo ganan las más de las veces los violentos, los intrigantes y los conspiradores. Pero en el medio, y sobre todo en el largo plazo, van saliendo a la luz a menudo las maquinaciones impresentables, las cacicadas inadmisibles, las fuerzas de los prepotentes se dividen en los partidos políticos -en unos y en otros-, en los hospitales, en las universidades, y las energías que parecían arrasadoras quedan reducidas a algo, a poco y, a veces, a nada.
Los ratones de campo -decía Harvey Coxson más ágiles que los pesados dinosaurios, y en un mundo de rápidos cambios e incertidumbres son capaces de adaptarse mejor que los grandes mastodontes. Son capaces de lograr y generar mayor felicidad.
Los ratones de campo: los niños, los pacíficos, los que no albergan desmesuradas ambiciones ni pretenden apoderarse del universo, los que no despilfarran su tiempo en maquinaciones, ni en tender trampas a los rivales, los que no se afanan por ser los únicos en su ámbito, los que, si no comen, al menos dejan comer; los que invierten su tiempo en cosas productivas, como imaginar y poner por obra nuevas condiciones de justicia, como generar riqueza equitativamente distribuidle, como trabajar por la paz.
Son ellos -éste es al menos uno de los mensajes de estos días- los que van a generar menos de lo mismo; los que van a triunfar en el combate de lograr a largo plazo la felicidad propia y ajena.
Siempre es tiempo -también en estas fechas- de buscar la felicidad propia y ajena. Pero ni en estas fechas ni nunca la caridad puede ser para los cristianos un espectáculo ni la fiesta un consumo desaforado. Quienes creemos que Dios se encarna en Jesús sabemos que desde entonces la historia está en nuestras manos y la justicia es nuestra obligación más allá de cualquier tentador espectáculo. Por eso comenzamos a actuar por lo pequeño y desde abajo.
CUADERNO JOVEN