Tiempo para actuar

1 diciembre 1999

Las Navidades se han convertido en un tiempo que cada vez suscita mayor controversia. Los anun­cios comerciales la adelantan varias semanas y los grandes centros comerciales se convierten en los templos que es necesario visitar. En este número deCUADERNO JOVEN aportamos varias páginas (Decá­logo, Recursos, Propuesta, Carta) que nos ayudarán a afrontar educativamente el tiempo de Navidad. También recordamos las críticas de creyentes y no creyentes que se pronuncian ante un hecho que pier­de cada vez más sus raíces religiosas para transformarse en un acontecimiento sociológico sin más (Te­ma).
Los creyentes sabemos que este es un tiempo para actuar desde abajo y desde lo pequeño. Lo resu­mía muy bien Adela Cortina ya hace algunos años en el ABC Cultural (27.12.96): bajo el título de El rei­nado del Níño expresaba un planteamiento que hacemos nuestro:
NAVIDAD, Año Nuevo y Reyes tienen en reali­dad un mismo protagonista. Para los creyentes, Jesús, el hijo de Dios, que nace en los márgenes de Belén, es circuncidado como todos los de su raza, y recibe el reconocimiento de reyes extran­jeros. Para creyentes y no creyentes, Jesús de Na­zareth, un personaje histórico; en estos días, un niño, que en su misma impotencia presenta un mensaje de bienaventuranza, de felicidad.
«Un niño nos ha nacido -dirá con júbilo Isaf­as-, un hijo se nos ha dado».
El niño es la esperanza de que el mundo pue­de ser distinto, y no sólo porque el futuro está abierto ante él, sino porque su pequeño reinado es ya diferente. Es el reinado de la impotencia frente al poder, de la debilidad frente a la pre­potencia, del ser desarmado frente a la violen­cia. ¿Quién ganará en tan desigual combate?
La respuesta no es sencilla. Porque en el cor­to plazo ganan las más de las veces los violen­tos, los intrigantes y los conspiradores. Pero en el medio, y sobre todo en el largo plazo, van sa­liendo a la luz a menudo las maquinaciones im­presentables, las cacicadas inadmisibles, las fuerzas de los prepotentes se dividen en los par­tidos políticos -en unos y en otros-, en los hos­pitales, en las universidades, y las energías que parecían arrasadoras quedan reducidas a algo, a poco y, a veces, a nada.
Los ratones de campo -decía Harvey Cox­son más ágiles que los pesados dinosaurios, y en un mundo de rápidos cambios e incertidumbres son capaces de adaptarse mejor que los grandes mastodontes. Son capaces de lograr y generar mayor felicidad.
Los ratones de campo: los niños, los pacíficos, los que no albergan desmesuradas ambiciones ni pretenden apoderarse del universo, los que no despilfarran su tiempo en maquinaciones, ni en tender trampas a los rivales, los que no se afanan por ser los únicos en su ámbito, los que, si no comen, al menos dejan comer; los que in­vierten su tiempo en cosas productivas, como imaginar y poner por obra nuevas condiciones de justicia, como generar riqueza equitativa­mente distribuidle, como trabajar por la paz.
Son ellos -éste es al menos uno de los mensa­jes de estos días- los que van a generar menos de lo mismo; los que van a triunfar en el com­bate de lograr a largo plazo la felicidad propia y ajena.
Siempre es tiempo -también en estas fechas- de buscar la felicidad propia y ajena. Pero ni en es­tas fechas ni nunca la caridad puede ser para los cristianos un espectáculo ni la fiesta un consumo de­saforado. Quienes creemos que Dios se encarna en Jesús sabemos que desde entonces la historia está en nuestras manos y la justicia es nuestra obligación más allá de cualquier tentador espectáculo. Por eso comenzamos a actuar por lo pequeño y desde abajo.

CUADERNO JOVEN

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