La imagen
Esta imagen nos la ha enviado José Miguel Burgui, que actualmente es guía en las catacumbas de San Calixto de Roma. Es uno de los dibujos que entrega y explica, con otros símbolos paleocristianos (el “Ijzús”, el “Cristós”, el Buen Pastor…), a los grupos a los que guía [Ver la sección Testimonio (p. 5) en este mismoCuaderno Joven]. Él les explica cómo estos signos evocan una idea o realidad que va más allá de lo que expresan, y cómo llaman la atención sobre algo espiritual: señalan verdades de fe. Así manifestaban los cristianos su identidad.
También nosotros podemos trabajar con ella. Antes, podemos conocer su simbolismo y origen, aunque no es necesario explicarlo desde el principio para trabajar con ella.
El ancla
El ancla marina es uno de los símbolos cristianos más antiguos: aparece desde el siglo III en relieves y pinturas de las catacumbas. Sólo en el cementerio de Santa Priscilla, antes del siglo IV, se encuentran cerca de setenta ejemplos.
En el más viejo de los epitafios (siglo II), el ancla se encuentra asociada a expresiones como pax tecum,pax tibi (la paz contigo, la paz para ti…), que reflejan la firme esperanza de los autores de esas inscripciones de que sus amigos han sido admitidos en el cielo. El ancla también se encuentra junto a nombres propios formados a partir de los términos latinos o griegos de esperanza (spes, elpís…).
A veces va asociada a la cruz o a un delfín. Este símbolo fue interpretado de diferentes maneras en la Edad Media. A partir del siglo XV pasa a ser el atributo de la esperanza cristiana. Así se lee en la carta a los Hebreos: “Tal esperanza es como el ancla de nuestra vida…” (6,19). San Ambrosio tenía este símbolo en su mente cuando escribió (en referencia a este pasaje de la carta a los Hebreos): “Como el ancla lanzada desde un barco impide a éste ser movido mientras lo mantiene con seguridad, así la fe, fortalecida por la esperanza…”
Electivamente, el ancla fija el navío al fondo del mar, con lo cual resiste las tormentas sin desplazarse: es símbolo de la seguridad, la firmeza, la solidez…, con frecuencia en contraposición a los factores de alteración e inestabilidad
El ancla es también un símbolo de la cruz, que se empleó durante los primeros tiempos del cristianismo para eludir la representación de ésta.
Trabajar con la imagen
- Vemos la imagen. ¿Qué nos dice? ¿Qué nos sugiere? ¿Qué nos recuerda?
- Se trata de un ancla. ¿Con qué asociamos esa ancla?
- Recordamos todas las funciones que puede tener un ancla (desde la antigüedad y todavía ahora, a pesar de la tecnología, hay elementos insuperables). Hacemos una lista amplia de esas funciones. Se puede hacer completando estas o parecidas frases: “El ancla sirve para…” “Con el ancla logramos…” “Para que funcione bien el ancla es necesario…”
- Aplicamos después todas las frases que hayamos dicho a nosotros mismos, a nuestra vida. ¿Qué aspectos se nos revelan de nosotros?
- Recordamos nuestra propia historia, pequeña o larga: ¿Qué anclas hemos tenido? ¿Quién o qué nos han anclado? ¿Quién nos ha ayudado en los momentos más difíciles…?
- Dibujamos la propia ancla: esa que refleja lo que cada uno es, lo que necesita, lo que sueña, lo que le da seguridad, lo que le anima o da esperanza…
- Nos centramos de nuevo en el dibujo de esta ancla. Ahora se puede decir que es un símbolo paleocristiano. Y se puede explicar su simbolismo. Para ello vemos tres posibles partes:
- El círculo superior: representa a Dios Padre, principio y fin…
- La tabla horizontal, con el eje vertical forma una cruz: representa a Jesús, Dios Hijo.
- La parte inferior podrían ser las alas desplegadas de una paloma: representa al Espíritu Santo.
- Así pues, Padre, Hijo y Espíritu se dan cita en ese sencillo dibujo, cargado de simbolismo… Releemos desde ahí lo que hemos dicho del ancla.
- Hacemos una oración relacionada con lo que ha salido. O elaboramos un texto poético…
- Y resumimos al final: “El ancla que yo necesito es…”
Herminio Otero