Bandera verde
- Bucea este verano por las profundidades del corazón del ser humano. Sumérgete sin miedo. Adéntrate y descubre el tesoro que alberga en su interior.
- Rrefresca tu vida y tu corazón a base de oleadas de creatividad, chapuzones de imaginación. Haz una buena y prolongada aguadilla al veraneante monótono y aburrido que todos llevamos dentro.
- Monta tu propia embarcación de salvamento. Hay muchos hermanos que corren peligro. De ti depende que este verano, independientemente de donde lo pases, haya personas que vuelvan a sonreir, a ilusionarse, a lanzarse de nuevo al mar de la Vida.
- Sáltate “las balizas falsas” que delimitan la zona de “las personas de bien” de las del resto, de los que nadie quiere, de los que la sociedad aparta. Adéntrate en su zona y descubre, entre ellos, al bañista por excelencia: a Jesús de Nazaret.
- A lo largo del día reserva un tiempo para alejarte de la orilla de tus seguridades, de tus preocupaciones, del trajín de cada día. Un tiempo para el silencio, la escucha, la oración… No te preocupes, Dios, desde su torre de vigilancia, te observa y te protege las 24 horas del día.
Bandera roja
- Prohíbete durante este verano que las corrientes del aburrimiento, la resaca de todos los años lo mismo, pongan en peligro tu vida.
- No te expongas a los rayos del consumismo, del despilfarro, de un verano a base de talonario. Que a la vuelta no te encuentres con los bolsillos, la cartera y, lo que es peor, el corazón vacíos y quemados.
- No arrojes sobre los otros tus amarguras ni contamines a tus hermanos con tus malos humos. No te pases todo el verano tumbado a la bartola, esperando que pasen la mano sobre tu hombro y te compadezcan.
- No pases de largo sin detenerte por tantos puestos de socorro como hay por el mundo (sí, sí, también donde tú estás) haciendo oídos sordos a las necesidades de tus hermanos más débiles, más necesitados.
- No delimites tu propia zona de descanso para que nadie pueda perturbar tu vida… Deja, aunque te incomoden, que las personas, entre las que se encuentra (vaya casualidad, eh) el mismo Jesús, puedan acercarse y juntos, experimentar un verano de bandera.
J. M. de Palazuelo