Jim Keady, estudiante de up master en teología en la Universidad católica neoyorquina de Saint John’s, buscaba hace tres años un tema para una investigación de fin de curso. La idea era hallar un vínculo entre moral teológica y deporte. Por más que miraba y daba vueltas a la cabeza, no encontraba nada. Normal. Hasta que un día leyó un editorial en el periódico de la universidad, en el que se criticaba vagamente la relación entre Saint John’s y la compañía Nike. ¡Eureka!
Al final, la investigación le costó el trabajo; puso fin a una posible carrera como entrenador de fútbol, pero ha colocado al primer fabricante mundial de material deportivo contra las cuerdas de la opinión pública. Keady ha estado trabajando en agosto como un empleado local para Nike en Indonesia y acusa a la compañía de pagar salarios de hambre: «En un mes de trabajo, yo perdí más de 11 kilos».
Nike no es sólo el brillo de Tiger Woods, Marion Jones o Maurice Greene, las grandes figuras del deporte que lucen el logotipo y usan el material del fabricante a cambio de contratos multimillonarios en dólares, dicen quienes llevan años embarcados en una campaña contra la explotación de los trabajadores que esta empresas y otras del sector ejercen de forma regular en los países más pobres. Unas 500.000 personas se afanan en plantas subcontratadas por Nike en Asia y América Latina.
Tim Connor, autor de un demoledor informe sobre las condiciones de trabajo en Nike, asegura que Nike no paga lo suficiente, ni siquiera lo necesario, dice Jim Keady. El teólogo ha tomado la palabra a los responsables de la empresa, que aseguran que con un salario diario de 1,20 dólares (unas 220 pesetas) se puede vivir perfectamente en Indonesia, y ha pasado un mes trabajando en las condiciones y por la paga de un empleado local. «Puedes sobrevivir, pero no da para vivir», declara Keady «Es un salario de hambre. Lo sé porque yo pasé hambre. Perdí más de 11 kilos y estuve casi todo el mes hambriento y agotado». Nike vistió y calzó a más de 1.000 deportistas en Sydney, y Keady dice que sus compañeros de trabajo se quedaban «completamente pasmados» cuando se enteraban de los salarios de fábula que los atletas recibían de Nike.
Esta aventura personal de Keady es el último episodio de una traumática campaña que empezó con su investigación sobre moral y deporte. Él es un católico de 28 años que vive el evangelio con la entrega de los primeros cristianos. Hace un par de años era también segundo entrenador del equipo de fútbol masculino de Saint John’s, campeón nacional de la Liga Universitaria en 1996 y, por tanto, un socio ideal para Nike. Nike ofreció una millonada a Saint John’s -quizá 3,5 millones de dólares, cifra que ninguna parte quiere confirmar- a cambio de vestir a los futbolistas.
Para la universidad era un negocio perfecto. Para Keady, una bofetada a la doctrina social de la Iglesia y a la misión que la universidad se tiene marcada.
Keady se negó a vestir la camiseta oficial del equipo y comenzó a denunciar en todos los medios a su alcance la relación contra natura entre una universidad católica y Nike, cuyo material es «producido en deplorables condiciones». No se ahorró palabras. La universidad le planteó un ultimátum al final del curso 1997-1998: o se callaba y vestía la camiseta o dejaba el equipo.
Keady dimitió, pero considera su salida del equipo un fruto de las maquinaciones de Nike y Saint John’s, y les tiene planteada una indemnización de 11 millones de dólares por violación de sus derechos civiles y por destrozar su reputación.
Para hacer 1. Leer este testimonio, del que apareció noticia en «El País» (10.9.2000). ¿Qué nos llama la atención? 2. También nosotros usamos prendas (deportivos, camisetas…) de la marca «Nike». ¿Por qué? ¿Podríamos no hacerlo? |