Augusto Fernández es profesor de Historia y Estética de la Cinematografía (Universidad de Valladolid) y de Filosofía del Lenguaje en el Instituto Superior de Filosofía “San Juan Bosco” (Burgos).
SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
A través de un amplio conjunto de filmes, el artículo analiza algunos de los valores y contravalores que más frecuentemente se muestran en la representación fílmica de los jóvenes: la despreocupación y rutina de la vida cotidiana y la magnificación de la fiesta, los múltiples rostros de la violencia, la ausencia de adultos y el enfrentamiento a problemas que les sobrepasan, las relaciones intergeneracionales y la búsqueda del propio lugar en el mundo.
¿Qué valores se desprenden de las películas relacionadas con los jóvenes? ¿Qué contravalores? ¿Es posible delimitarlos de forma tajante? ¿Lo perciben del mismo modo los jóvenes y los adultos? Demos un paso por algunas películas representativas para hacernos una idea del panorama general.
- Por fin, es fiesta
La figura juvenil se asocia frecuentemente, con la despreocupación, el rechazo del esfuerzo y de la responsabilidad o la asunción pasiva en los días laborales que encuentra su válvula de escape los fines de semana.
En Fiebre de sábado noche (1977) de John Badham, John Travolta encarna a Tony. El empleado en una tienda de pinturas de Brooklyn se transforma el sábado por la noche: un nuevo aspecto (repeinado, colonia Brut, camisa de flores ajustada, pantalones de tela de gabardina, zapatos de plataforma) para practicar su afición preferida (deslumbrar en la pista de baile al resto del público). Vestuario, figura, contoneos, música discotequera al pegadizo ritmo de Bee Gees. La banda sonora será la más taquillera hasta la irrupción de «Thriller» de Michael Jackson.
No se trataba de un caso excepcional. Quadrophenia (1979) de Franc Roddam recreaba el ambiente de Gran Bretaña, al hilo de la ópera rock de The Who (1973). Los años sesenta veían el enfrentamiento de dos microcosmos juveniles –mods y rocks- al margen de la sociedad adulta. La insoportable rutina cotidiana de quienes carecían de importancia entraba en ebullición de merced a las pastillas, el grupo, el sexo y las multitudinarias peleas en la apacible arena turística de Brighton. “Yo no quiero ser igual que cualquier otro; por eso soy un mod. ¿Te enteras?” (Jimmy)
Con un tono más desenfadado, desde Desmadre a la americana (National Lampoon’s Animal House, 1978) de John Landis –con Ivan Reitman como productor, guión de Harold Ramis y la alocada actuación de John Belushi-, han proliferado las películas que repiten estructuras, anécdotas y caracteres: estudiantes universitarios divididos por hermandades –de la elitista Omega a la desharrapada Delta-, los novatos recién llegados que intentan encontrar su lugar, los rituales de iniciación, las juergas y las bromas, la ausencia de lo que debería constituir un ambiente de estudio.
American Graffiti (1973) de George Lucas, producida por Francis Ford Coppola, ya seguía las andanzas de quienes terminaban el curso en 1962 y disfrutaban en la calle antes de proseguir los estudios superiores o comenzar el trabajo. La distensión se teñía de melancolía al presentir que una etapa más despreocupada de la vida se concluía y algunas despedidas eran definitivas.
¿Puede extrañarnos que uno de los personajes de mayor éxito y duración sea James Bond, el agente secreto británico 007, «con licencia para matar», creado por Ian Fleming en 1953? Las misiones a las que es destinado rezuman acción, exotismo, lujo y erotismo.
Los diferentes actores que lo han representado a lo largo de la dilatada trayectoria, especialmente Sean Connery, destacan por un aspecto físico y vestuario elegantes, capaces de seducir a cualquier mujer –incluida la sempiterna y rendida secretaria– y de enfrentarse a los enemigos más peligrosos con la seguridad de que los vencerá de algún modo. Le gusta rodearse de los objetos y ambientes más exquisitos – adaptándose con la mayor naturalidad -, aunando el conocimiento de las bebidas con el de las jugadas en los casinos. Se puede topar con él en lugares reales (Jamaica, Bahamas, Francia, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Rusia, Egipto, España, Italia, India) o imaginarios (la República de Istmo, la isla de Saint Monique). ¿Quién se resiste al atractivo modelo del triunfador?
El envés lo facilita Clockers (1994) de Spike Lee. Aparentemente es un caso más de investigación policial en el conflictivo barrio de Brooklyn y parece resuelto cuando el suspicaz agente de la policía Rocco Klein investiga el asesinato de un camello: se confiesa culpable, incomprensiblemente, el honrado Victor Dunham. Strike, el hermano menor de Víctor, trabaja como camello del peligroso gángster Rodney Little. Un niño atraído por la vorágine de un ambiente que lo va arrastrando al tráfico de las drogas y al uso de las armas de fuego, en el que asiste a la muerte de los amigos y vecinos como otro aspecto rutinario, poco puede tener en común con James Bond.
- ¿Violencia como diversión?
El polémico Michael Moore en Bowling for Columbine (2002) se planteaba por qué estalla con tanta frecuencia la violencia -unas 11.000 personas mueren cada año- en los Estados Unidos. ¿Es un caso único en el mundo? ¿Dónde se hallan las raíces de tan funesta plaga?
Elephant (2003) de Gus Van Sant -cuyo título es un homenaje a la de Alan Clarke que en 1989 reflejaba la violencia en Irlanda del Norte- nos lleva a un instituto americano de la mano de algunos de quienes acuden y nada parece perturbar el apacible ambiente: Eli queda en hacer una fotos a los roqueros, Nate queda con la novia después de terminar el entrenamiento, John deja las llaves del coche paterno para que las recoja el hermano y sale con sus amigos Alex y Eric, Jordan y Nicole critican en la cafetería a sus madres. Pero, inesperadamente, estallará la violencia y el desconocido centro alcanzará una triste fama mundial.
“Estos chicos son conscientes de este tipo de violencia porque todavía están en la escuela, así que creo que existe mucha ansiedad y mucha opinión propia. Y son realmente buenos. Para algunos es realmente difícil estar en la escuela, es como un infierno. A menudo usan esta palabra, infierno. Para otros la escuela es estupenda. Creo que no es muy diferente de cuando yo iba al instituto […] Las personas formaban parte en el proceso de creación de sus personajes. La mayoría de los chicos estaban interpretando papeles que perfectamente podían ser de la vida real“ (Gus Van Sant, en http://www.labutaca.net/films/21/elephant1.htm, 6-01-2008).
El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991) de Jonathan Demme serviría de referencia gracias, especialmente, al rotundo retrato del asesino brillante y despiadado Hanibal Lecter (Anthony Hopkins). Requerido por la novata Clarice Starling para encontrar al asesino en serie Buffalo Bill, asistiremos al fascinante juego del gato y el ratón en el que el antiguo psiquiatra desplegará sus mejores dotes intelectuales para sacar el mejor partido. La refinada inteligencia del tortuoso asesino se complementa con otras obras en la que predomina la violencia física más descarnada y explícita, entramos en el área del gore.
La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, 1974) de Tobe Hooper señalaba otro camino, basada en el caso real descubierto en la vivienda de Edward Gein (1957): la piel, el cráneo y los huesos humanos servían como elemento decorativo. Cuando el grupo de jóvenes viaja para ver cómo se encuentra la tumba de los padres, dadas las noticias de profanación que les han llegado, se verá arrastrado a la casa del terror, donde domina la figura de Leatherface, oculto el rostro tras la máscara de piel humana y agitando amenazador la sierra mecánica.
Esa efigie del mal se continúa en la saga de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, 1984) de Wes Craven. Freddy Krueger se introduce en los sueños adolescentes con sus largas y afiladas cuchillas en la mano para arrastrarlos a la muerte. A pesar de los esfuerzos que se hagan, ¿cómo evitar dormir?
Jason Voorhees en Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) de Sean S. Cunningham en el campamento de verano del lago Crystal Lake y Michael Myers en Halloween (1978) de John Carpenter turbarán las noches de muchos espectadores.
Si el peligro acecha en casa, resulta más inesperado y amenazador cuando sales fuera. Como les sucede a los cinco estadounidenses viajeros en Turistas (2006) de John Stockwell. Un accidente de autobús los deja varados en el pequeño y desconocido lugar brasileño. El descanso y la bebida de las exóticas playas se van tiñendo de recelo ante los misterios que se les abren hasta que descubren que detrás de todo está el médico que imparte la justicia a su manera: extraer los órganos de quienes explotan a su pueblo.
Acechan los extranjeros en América y en los países europeos que se han incorporado recientemente a la democracia. Así, en Hostel (2006) de Eli Roth. Nuevamente los dos jóvenes compañeros de universidad norteamericanos, Paxton y Josh, acompañados del islandés Oli, escuchan la invitación del desconocido viajero para visitar Eslovaquia, donde las mujeres los aceptarán fácilmente. La rápida seducción de Natalya y Svetlana esconde, en realidad, un cebo para convertirlos en pieza de tortura y muerte de quienes más pujen en la subasta.
El director y guionista Eli Roth comentaba cómo se había inspirado en hechos reales sucedidos en Tailandia, donde se podía pagar por disfrutar de un asesinato: diez mil dólares a cambio de una pistola y una víctima humana.
Ese sentimiento xenófobo estaba larvado en El expreso de medianoche (Midnight Express, 1978) de Alan Parker, con guión de Oliver Stone, también sustentado en una historia real. El sorprendido e ingenuo Billy Hayes es detenido en Turquía al intentar subir al avión con hachís oculto en el cuerpo. Su experiencia carcelaria supone un descenso a los infiernos de los malos tratos, del hacinamiento, de los escasos amigos -Erich, Jimmy y Max-, de los juicios interminables, del inesperado desenlace cuando todo parecía perdido.
- ¿Dónde están los adultos?
Podemos contemplar en la pantalla películas en las que apenas si aparecen adultos o quedan relegados a papeles secundarios. Películas en las que la figura paterna no ofrece ningún atractivo. Películas en las que el consejo y la ayuda se busca en otra parte.
¡Salvaje! (The Wild One, 1954) de Laszlo Benedek seguía las andanzas del grupo de jóvenes enfundados en cazadoras de cuero a lomos de las llamativas Harley Davison, capitaneados por un arrogante y amenazador Marlon Brando. Les gusta adentrarse en los pacíficos y dormidos pueblos donde llaman la atención y se convierten en los amos durante un tiempo. Pero, incluso el líder es menos imperturbable de lo que aparente y basta la presencia de una joven atractiva para despertar la nostalgia de un hogar y el deseo de establecerse.
James Dean en Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1955) de Nicholas Ray, junto a Natalie Wood y Sal Mineo, es el joven desorientado Jim Stark. Nos lo encontramos en la calle, ebrio, conducido por los policías hasta la comisaría, donde se encuentra con Judy y Platon, alumnos problemáticos del mismo centro de estudios, con los que formará un grupo que mitigue las carencias de unas familias en las que no se sienten a gusto. A Jim Stark no le gustaría acabar siendo como su padre: la marioneta cuyos hilos mueve una madre protectora. Platon admira a Jim y ve en él el sustituto de un padre permanentemente ausente. Judy sirve de catalizador para que Jim acepte participar en el peligroso desafío donde intenta mostrar su hombría: el rival Buzz perece accidentalmente en la carrera. La tragedia está servida y Platon hará de víctima propiciatoria al empuñar una pistola descargada ante los policías que los cercan. La reconciliación final de un Jim Stark abatido ante un padre que, por fin, decide asumir su papel, es un leve alivio ante la permanente claudicación de su vida.
Rebeldes (The Outsiders, 1983) de Francis Ford Coppola, según la novela de S.E. Hinton, ofrece un panorama poco alentador de la presencia adulta en las bandas juveniles que se enfrentan. Es uno de los escasos elementos que comparten dandis y grasientos: la queja común de la influencia de los progenitores en sus vidas. Todos se sienten igualmente maltratados. Pero, la ausencia se manifiesta, con mayor claridad, en algunos casos. Ponyboy Curtis crece como un adolescente huérfano al cuidado de unos hermanos que intentan mantenerse unidos sin más guía que las ideas propias. Los choques y decepciones, ¿difieren demasiado de lo que sucede en una familia tradicional? Johnny está harto de los gritos que escucha constantemente en casa. En Ponyboy y en Dallas encuentra un apoyo momentáneo y ni siquiera ante la muerte aceptará la visita de quien no se había ocupado antes de él. Los prófugos tienen la ocasión de actuar heroicamente en el incendio de la iglesia abandonada, mientras los responsables de los niños se limitan a observarlos con admiración. El límite entre la delincuencia y la fama es una tenue línea.
Cuando la situación se vuelve incontrolable, se toman medidas drásticas, como en Curso de 1999 (Class of 1999, 1990) de Mark L. Lester. Es lo que le espera a Cody Culp al volver a clase al Kennedy High School, después de cuatro meses en prisión, e intentar llevar una vida tranquila alejado de las bandas. El director del centro, Miles Langford, recurre al plan experimental que se encargan de implantar los tres nuevos e implacables profesores: Mr. Hardin, de historia, Mrs. Connors, de química, y Mr. Bryles, de gimnasia. Orden o aniquilación. El veterano actor que interpreta al desbordado director, Malcolm McDowll, encarnaba el papel opuesto en «La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971)» de Stanley Kubrick, según la novela de Anthony Burgess.
Alex DeLarge (McDowell) en la Inglaterra futura de 1995 – vista desde 1965 -, se siente atraído por la música de Beethoven, el sexo, el robo y la violencia gratuita. Lidera a los drugos y suele utilizar la jerga nadsat hasta que su mundo se viene abajo al ser detenido por una traición. Cumplidos los dos primeros años de prisión – de los catorce que lo aguardan -, obtendrá la libertad condicional si se somete al tratamiento Ludovico: no puede apartar la mirada de una pantalla en la que se suceden escenas de violencia, mientras se le somete al dolor. ¿Puede sobrevivir en una sociedad hostil quien no puede responder a la agresividad? Alex probará en su propia carne la venganza de quienes aprovechan la oportunidad para ajustar las cuentas pendientes. «Definitivamente, estaba curado».
El manga y anime Akira (1988) de Katsuhiro Ôtomo sucede en Neo-Tokyo durante 2038, después de la III Guerra Mundial, en un ambiente dominado por el estado policial, la corrupción de los políticos, los grupos revolucionarios, las violentas pandillas callejeras y las sectas religiosas. Akira, dotado de extraños poderes mentales, se mantiene en custodia criogénica desde hace mucho tiempo. Otro joven psíquico, Tetsuo, decide liberarlo de unos adultos que intentan explotar las cualidades del encerrado en su propio beneficio.
Con El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice nos trasladamos a un pequeño pueblo de la meseta castellana de 1940. La sociedad humana – como también reflejara Camilo José Cela – parece una claustrofóbica colmena, apenas aliviada por las mágicas sesiones cinematográficas del domingo, especialmente cuando se proyecta la sorprendente historia de Frankenstein y lo contemplan los ojos de una niña absorta. Las preguntas de Ana no pueden acogidas por unos padres distantes – Fernando y Teresa – y anegados en las propias inquietudes insatisfechas, ni por la resabiada hermana Isabel. El pozo misterioso, el extraño escondido, la luminosa presencia del monstruo, abren otra dimensión que únicamente Ana puede cruzar. ¿Serán capaces los demás de recuperarla? ¿Se alejará Ana, definitivamente, de la colmena?
Más perniciosa aún es la influencia materna en Furtivos (1975) de José Luis Borau. Ángel apenas conoce otro lugar, sino el bosque apartado, ni otra presencia femenina. Pero el viaje a la ciudad le permite conocer a Milagros, escapada de un reformatorio y amante del delincuente El Caqui. Cuando decide llevarla con él, el conflicto entre las dos mujeres resulta inevitable.
Tampoco faltan en la obra de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne las situaciones difíciles de los menores que se enfrentan a problemas que los sobrepasan en un mundo hostil.
En Las tortugas también vuelan (Turtles can fly, 2004) de Bahman Ghobadi, Kak Satélite es el líder reconocido por todos. A pesar de su corta edad, los demás chicos acatan las órdenes y los adultos recurren a él para resolver los problemas planteados por una sociedad que no entienden. La necesidad de encontrar el sustento ejerciendo los trabajos más peligrosos o la manipulación de las antenas para poder sintonizar las emisiones encumbran a Satélite, sin necesidad de acudir a una escuela que no es capaz de aportar soluciones. Pero sustituir a las autoridades adultas exige un alto precio, especialmente cuando aún no se ha alcanzado la madurez afectiva y la explosión de una bomba conlleva ingresar en el club de los mutilados de guerra.
“Creo que, a pesar de todo, quizás con su diálogo, mi película trata de los niños, que son únicamente niños en el físico. En Kurdistán, los niños son únicamente niños en el físico. Mentalmente son adultos. Cuando nacimos, fuimos arrojados a los veinte o treinta años. Crecimos con el sonido de las bombas. Lo recuerdo. En mi primer recuerdo estaba en la espalda de mi madre yendo de ciudad en ciudad. Nunca hubo paz. Vi la guerra civil, vi la guerra de irán contra Iraq. Vi todas esas guerras. Todos los nombres son bélicos: mina, apátrida, fuga, huelga, revolución. Recientemente, algunos niños son llamados Condolesa Rice, Colin Powell… Es una locura. ¿Crees que es una auténtica infancia?” (traducido de la entrevista de David Stratton al director enhttp://www.abc.net.au/atthemovies/txt/s1439491.htm, 14-01-2008).
Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003) de Andrew Stanton y Lee Unkrich se centraba en el azaroso viaje de un padre angustiado, Marlin, para encontrar a su hijo desaparecido, Nemo, cumpliendo la promesa que hiciera a la esposa fallecida por salvar la vida del pequeño.
En El rey león (The Lion King, 1994) de Rob Minkoff y Roger Allers, el joven heredero se aleja de la manada al considerarse culpable de la muerte del padre y sólo volverá cuando haya recorrido un largo camino de aprendizaje que le haga digno de heredar el trono que le correspondía por nacimiento.
- Un lugar en el mundo
¿Resulta inevitable la separación entre adultos y jóvenes? ¿Se pueden entablar diferentes formas de encuentro entre quienes comienzan el camino y quienes lo van terminando?
Karate Kid (1984) de John G. Avildsen permite que el adolescente inerme, Daniel LaRusso –interpretado por Ralph Macchio , Johnny en Rebeldes (The Outsiders, 1983) de Francis Ford Coppola- encuentre un maestro en el anciano vecino extranjero Miyagui, cuando los matones de una escuela de kárate le hagan la vida imposible. Antes del previsible combate final, asistimos a un tipo de entrenamiento desconcertante: limpiar y pulir van más allá del desempeño de unas faenas domésticas.
El Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería sirve a Harry Potter, el célebre mago creado por la escritora J. K. Rowling, de lugar de estudio y de amistad, especialmente junto a Ron Weasley y Hermione Granger. Desde la muerte de sus padres, Lily y James Potter, sólo había conocido el desprecio en el hogar de sus tíos Vernon, Petunia y su obeso primo Dudley Dursley. Pero no forma parte de un grupo cerrado de adolescentes. A lo largo de la saga, asistimos al magisterio, desconcertante en ocasiones, del sabio poderoso Albus Dumbledore, la entrañable figura que vela por el aprendiz más allá de lo que alcanza a imaginar.
“A pesar de que en apariencia ésta es una historia sobre magia y criaturas mágicas, fueron los temas que se exploran en ella lo que me resultó tan interesante, y tan relevante en la actualidad. Los temas sobre el hecho de hacerse mayor, la identidad, las relaciones con los amigos, la falta de orientación paterna y la búsqueda interior. Hay también temas sobre clase social, injusticia, racismo – cosas que nos afectan a todos en todo el mundo […] Harry no se enfrenta tanto a la amenaza de criaturas mágicas como a las revelaciones sobre su propia vida. Descubre cosas nuevas sobre su identidad y la de los que le rodean que le obligan a crecer deprisa.” (Alfonso Cuarón, al comentar Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter and the prisoner of Azkaban, 2004)” enhttp://www.labutaca.net/films/23/harrypotter31.htm, 14-01-2008)
En “El señor de los anillos”, la influyente novela fantástica de J. R. R. Tolkien, el protagonista Frodo Bolsón – héroe a su pesar -, iniciaba un largo camino de aprendizaje bajo la guía de Gandalf el Gris, mago de la orden de los Istari. El grupo de la Comunidad del Anillo formado por 9 personajes de los pueblos libres de la tierra media – elfos, hobbits, enanos, humanos -, intenta destruir el Anillo Único, forjado por Sauron y corruptor de quien lo lleva.
“En nuestros guiones originales, y en algo del rodaje original, teníamos a Aragorn luchando contra Sauron más allá de la Puerta Negra. Sentíamos que puesto que ésta película se la llamó El Retorno del Rey trataba sobre Aragorn – futuro rey de Gondor – y el adversario de Aragorn, Sauron. Entonces creímos que los espectadores se decepcionarían si Aragorn no lograba hacerle frente a Sauron en un uno contra uno.
Pero, al final, nos dimos cuenta de que no era el caso de ninguna manera. Nos dimos cuenta totalmente de que el público debería estar, y estaría, acompañando a Frodo y Sam mientras que suben penosamente el camino al Monte del Destino para destruir el Anillo. Cuando Aragorn y sus hombres viajan a la Puerta Negra para enfrentarse a los ejércitos de Mordor una última vez, no se están sobreponiendo para desafiar a Sauron a un enfrentamiento. Lo van a hacer como distracción para que Frodo obtenga tanto tiempo como sea posible en su misión para destruir el Anillo. A fin de cuentas, era mucho más un acto heroico, porque Aragorn y sus hombres excedían en número. Consistía en mantener el tiempo suficiente para darle a Frodo un recorrido despejado al Monte del Destino mientras se distrae el ejército de Sauron en las Puerta Negra. No se trata de enfrentarse a Sauron, De este modo mantuvimos a Sauron exactamente a como estaba en el libro. Es una presencia metafísica – un ojo.” (Entrevista de Joe Fordham al director Peter Jackson en http://www.elfenomeno.com/info/ver/9011/titulo/Entrevista-a-Peter-Jackson-en-Cinefex, 14-01-2008)
La venganza de los Sith (Star wars. Episode III: Revenge of the Sith, 2005) de George Lucas presenta los primeros años de Anakin Skywalker. Junto a Obi-Wan Kenobi rescata al Canciller Supremo Palpatine del cabecilla de los ejércitos androides, el general Grievous. El futuro aparece totalmente despejado para un joven tan brillante y equilibrado. Sin embargo, todo se echará a perder: las tensiones políticas entre Palpatine y los caballeros jedi, el embarazo ilegal de la amada princesa Padmé Amidala, las pesadillas en las que asiste impotente a su pérdida… van entretejiendo una tela de araña en la que se enreda cada vez más y los halagos irresistibles de quien le promete la mejor solución lo arrastrarán a las fuerzas oscuras. El apuesto héroe juvenil dará paso al siniestro Darth Vader.
«Como todos los defensores del pragmatismo político, Palpatine saca el mayor partido posible de la situación, buscando y criando a un nuevo y joven aprendiz. Me quedé atónito cuando vi hasta qué punto se había centrado George Lucas en la relación entre Anakin y Palpatine en “La venganza de los Sith”. Las escenas que hacemos entre Hayden y yo nos dan la oportunidad de hablarnos en voz baja y con un intenso dramatismo. Palpatine presenta todo tipo de insinuaciones, promesas y posibilidades a Anakin, y luego sencillamente se sienta a esperar pacientemente a ver cuál de ellas hace efecto en Anakin: cuáles serán demasiado tentadoras para resistirse a ellas». (Ian McDiarmid en http://www.labutaca.net/starwars/episodio3-4.htm, 14-01-2008)
En Million Dollar Baby (2004) de Clint Eastwood nace una relación tan improbable como la que se pueda dar en la tardía aspirante a boxeadora Maggie y el desencantando ex entrenador Frankie Dunn, reacio a comenzar un nuevo pupilaje tan poco prometedor. Es el callado y observador Scrap, veterano ex boxeador y ayudante de Frankie, quien nos comenta con su voz en off los entresijos de la historia.
“Meterse en un ring para golpear y ser golpeado es algo que no llegué a comprender hasta que me puse a entrenar para esta película. Pero para Maggie, el boxeo no es tan sólo su manera de escapar de un entorno de pobreza y desesperación, se trata de algo que ama con todas sus fuerzas. Yo puedo identificarme con eso porque de niña mi familia vivía en una caravana y no teníamos muchos recursos. Empecé a actuar en pequeñas representaciones a los nueve años. Eso era lo que más me gustaba y lo que quería que fuese mi vida; por eso pude conectar con ese aspecto de Maggie […] Ella le ha visto moldear a boxeadores noveles hasta convertirlos en increíbles púgiles y quiere que la entrene a toda costa; él es el adecuado. Su obsesión le ha puesto una especie de orejeras que la convierten en alguien con una determinación inquebrantable” (Hilary Swank enhttp://www.labutaca.net/films/30/milliondollarbaby3.htm, 14-01-2008).
El club de los poetas muertos (Dead Poets Society, 1989) de Peter Weir ha servido de estímulo para quienes han imaginado una relación educativa distinta a la vivida en la enseñanza tradicional. La irrupción del profesor Keating en la Academia Walton en el año 1959 supuso un soplo de aire fresco para unos, la destrucción de los valores indiscutibles para otros, la oportunidad de saborear experiencias nuevas o de acabar trágicamente ante las consecuencias desatadas… en todo caso, una experiencia inolvidable.
En el diario de las reuniones del club se puede leer lo siguiente: “Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia. Quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida. Dejar de lado todo lo que no fuera la vida para no descubrir, en el momento de la muerte, que no había vivido.”
También la joven profesora Katherine Watson sufrirá una experiencia similar en La sonrisa de Mona Lisa(Mona Lisa smile, 2003) de Mike Newell, cuando llegue a la elitista Universidad de Wellesley (Nueva Inglaterra) para impartir la clase de arte a unas alumnas hostiles.
Diarios de la calle (Freedom writers, 2007) de Richard LaGravenese, basado en el libro The freedom writers diary de Freedom Writers y Erin Gruwell, ofrece la actuación de Hilary Swank encarnando a la autora. La veterana aprendiz de boxeadora es ahora una novata profesora que intenta ganarse a unos alumnos desmotivados y marginados. El aprendizaje nace de una interrelación que va enriqueciendo – no sin grandes esfuerzos – a quienes toman parte, pero que conlleva la ruptura matrimonial. ¿Hasta dónde debe implicarse un educador? ¿Cómo compaginar la dedicación profesional y la vida personal?
“Decidí no bajar el nivel, no consentirles como si fueran niños pequeños. Quería que vieran la relevancia de los textos que tenía en mi programa, ya fuera un soneto o un libro como “La Odisea”. Quería que los conectaran con su vida, que las palabras saltaran de la página impresa y cobraran sentido para ellos. Al principio no entendían qué tenían que ver con ellos Homero o Shakespeare, cuando lo que querían era un contrato discográfico con Dr. Dre. Pero debían entender que todos esos escritores habían vivido su propia odisea; quería que aplicaran esa lección a su propia experiencia, para validar lo que eran en la vida. Quería crear un puente entre los libros y su formación vital, enseñarles que la educación tiene una gran fuerza liberadora y es un instrumento igualitario. Estudiar no significaba que tuvieran que renunciar a sus valores propios, a su experiencia; pero era importante que entendieran que ahí fuera les esperaba un mundo de oportunidades”. (Erin Gruwell, en http://www.labutaca.net/films/49/freedomwriters1.htm)
Incluso las palabras que un educador dice en clase pueden originar unas consecuencias mucho más de lo esperado, como dejaba ver Cadena de favores (Pay It Forward, 2000)” de Mimi Leder. Si cada uno devuelve a otra persona un favor recibido, se puede ir creando una cadena interminable que cambie el mundo. ¿Y si un niño se lo toma en serio? ¿Si es capaz de implicar a quienes lo rodean? ¿El mundo es tan permeable o resulta un esfuerzo inútil?
En el fondo, se trata de encontrar “Un lugar en el Mundo”, como ya narrara Adolfo Aristaráin (1992). Tarea común para adultos y jóvenes. Camino que cada uno tiene que recorrer con sus propios pies. ¿Solo? ¿Acompañado?
AUGUSTO FERNÁNDEZ