Lectura orante del texto bíblico:
Descanso junto a Jesús (Mc 6, 30-34)
Señor, hoy vengo a tu presencia
para contarte, al igual que hicieron tus apóstoles,
todo lo que he hecho durante este largo curso:
clases por la mañana, academia por la tarde,
“codos” por la noche y sueño…, demasiado sueño al amanecer.
Señor, al comenzar el verano, al iniciar las vacaciones
acudo a tu “agencia de viajes”
y acepto, gustosamente, tu invitación:
Tú y yo solos, un lugar tranquilo,
y mucha… (¡gracias, Señor, lo necesitaba!), mucha paz.
Amiga, amigo: llega el momento del embarque, la hora de la verdad. En avión, en barco, en coche o a pie… Playa, montaña, pueblo o ciudad… Una semana, un mes, todo el verano o apenas un fin de semana… ¡Es indiferente! Lo importante viene a continuación. Recuerda que de tu decisión dependerá el grado de felicidad que alcances durante este verano…
Señor, dónde está el libro de reclamaciones,
no, lo siento, esto no es lo que habíamos hablado,
quédate con ellos, yo me largo…
El único destino que quiero es… ¡mis vacaciones!
mi playa, mi chiringuito, mi crucero, mi bronceado, mis amigos…
(La lista es larga, puedes continuarla; no obstante, al final llegarás al único destino posible: tu ombligo, tu ego…, tu infelicidad).
Señor, hoy más que nunca, quiero veranear a tu lado,
¿Playa?… ¡Perfecto! ¿Montaña?… ¡Está bien!
El único destino que quiero es… ¡nuestras vacaciones!
En el mar, en el pueblo o sin salir de mi hogar,
pero nunca, jamás… (¡no lo soportaría, Señor!) un verano sin Ti.
(Es el momento de elegir destino… Ya sabes, si eres capaz de conjugar el verbo veranear en segunda persona [“No siempre lo que yo quiero, sino también lo que quieres Tú, Señor”] te llevarás más de una sorpresa y todos los caminos que tomes –junto al Señor– durante este verano, te llevarán al único destino posible: tu felicidad).
J. M. de Palazuelo