Viacrucis de la justicia y de la paz

1 marzo 2002

Mauricio Paniagua – Natalia de la Parte
 
 
 
 
 
 

Justicia para Construir la Paz

 
Viacrucis, el camino de la cruz, el que recorrió Jesús y el que recorre toda la humanidad que sufre. Ser discípulo de Jesús es seguirle en un camino muchas veces lleno de cruces e injusticias, pero que desemboca en la vida y en la paz. Las estaciones del viacrucis son algo propio de Jesús y algo nuestro. El viacrucis de Jesús continúa en el viacrucis de los hombres y mujeres que sufren, que son perseguidos, que están encarcelados… A ellos y a nosotros, Dios Padre también sale al encuentro para transformar nuestro camino de la cruz en camino de vida.
 
 
1ª Estación
 
q Jesús es juzgado ante Pilato y condenado
 

  • Presidente: Lectura de Lc 23,1-2; 23-24.
  • Lector 1: No cabe duda, Señor, que hicieron contigo una gran injusticia. Bueno, una de tantas… porque –por extraño que a algunos les parezca– Cristo hoy se llama Antonio, Juan, Marta, Clara… ¡Ecce Homo! He aquí el hombre, Cristo. Él es el hombre que precisa de justicia, que tiene derecho a la justicia, que merece justicia (H. Camara). Injusticias en el trabajo; injusticias cuando se desprecia al necesitado de cariño, de pan o de amistad; injusticias con nuestras críticas. Injusticias y más injusticias sobre los hombres, sobre mi hermano, es decir, sobre Cristo.
  • Lector 2: Según los informes de la Fao, se calcula que el hambre afecta a unos 34 millones de personas en el mundo occidental. Casi dos tercios de la población desnutrida, más de 526 millones, viven en Asia y el Pacífico. La India por sí sola cuenta con el número mayor de seres humanos que pasan hambre, unos 204 millones. Más de 180 millones están en el África sub-sahariana…
  • Presidente: —Por los que sufren injusticias en sus personas o en sus derechos, roguemos al Señor… —Para que no se repitan falsas condenas a nuestro alrededor, roguemos al Señor… Recordamos, Señor, tu juicio y tu falsa condena. Nos vienen también a la memoria tantas y tantas injusticias por nuestra parte. Que tu recuerdo nos haga defender siempre a los más débiles y necesitados.

 
 
2ª Estación
 
q Jesús es cargado con una cruz
 

  • Presidente: Lectura de Jn 19,16-17.
  • Lector 1: La cosa fue muy sencilla. Una condena a bocajarro, unos gritos organizados de ¡muera!, agitación general y dos palos cruzados sobre los hombros de un inocente. Como título expresivo: «Violencia». Se trata de la violencia –en nuestro mundo, también en el 2002– que ejerce una minoría de privilegiados contra la inmensa mayoría de un pueblo explotado en el Tercer Mundo; es la violencia del hambre y del subdesarrollo; la violencia de la persecución, de la opresión y de la ignorancia, de la esclavitud, de la discriminación social, intelectual y económica. Como aquella primera violencia contra Jesús de Nazaret, se están cometiendo muchas más hoy día. Tal vez nosotros también, en nuestro ambiente, aunque sea a pequeña escala…
  • Lector 2: Existen unos 400 millones de niños y niñas trabajadores, bajo condiciones consideradas de «explotación». Millones de niños y niñas mueren víctimas de los conflictos armados. Alrededor de unos 300.000 menores de 18 años participan en los conflictos armados en todo el mundo; algunos son reclutados legalmente, otros secuestrados u obligados pro la fuerza a unirse a los ejércitos gubernamentales o a los movimientos armados de oposición.
  • Presidente: —Por los que sufren los egoísmos de unos pocos, roguemos al Señor… —Por los que viven a nuestro lado, olvidados de nosotros, oprimidos por nosotros, roguemos al Señor… Nos das, Señor, una buena lección sufriendo las violencias de los otros. Que por nosotros nadie sufra y luchemos para transformar el mundo con el amor y la generosidad.

 
 
3ª, 7ª y 9ª Estaciones
 
q Las tres caídas de Jesús
 

  • Presidente: Lectura de Jn 12,27-28 y Mt 26,39.
  • Lector 1: Jesús cae cansado por el peso de la cruz, pero vuelve a levantarse y sigue. A veces la cruz es pesada y caemos, caemos al suelo, caemos rendidos, caemos en la desesperación, caemos y…, a veces, ya no nos queremos levantar: dudas, dificultades, disgustos, angustias, soledad, cansancio de vivir… Pero siempre hay que seguir, siempre adelante, agarrándonos a Dios que nos ayuda. Por otra parte, ¡ojalá nunca nos alegremos de la caída de los demás, sino que siempre les ayudemos a seguir adelante!
  • Canto: «Caminaré en presencia del Señor…».
  • Testimonio:

Hoy he conocido a Cristiana. Salía de mi casa a la parroquia. En la esquina observé que una chica joven pedía algo. Llegué a su altura y me susurró con voz débil: —Tengo hambre. Aquello me paró en seco. Me di la vuelta y me quedé mirándola. —¿Puedes comprarme un bocadillo? Me miraba fijamente con sus grandes y tristes ojos verdes, que reflejaban dolor y una inmensa soledad. Sólo puede articular un «vamos». Fuimos a una cafetería; ella pidió un café con leche y un bocadillo. Al calor del local y a salvo de la lluvia que caía insistentemente, Cristina pareció tranquilizarse; tras unos minutos de silencio, ella misma rompió el hielo, pero no contándome su historia, sino preguntándome por mi vida. Al preguntarle por la suya, me contó su triste historia.
Sus padres están separados. Ella tiene 21 años. A los 17 se queda embarazada y tiene una niña. Intenta olvidar sus problemas y comete un trágico error: cae en las redes de la maldita droga. Se va de casa. Le retiran la custodia de la niña y se la entregan a su padre. Posteriormente, ingresa en un centro de rehabilitación de toxicómanos. Al cabo de dos años y medio, consigue desengancharse. Entonces le comunican que es portadora de anticuerpos de Sida. Pierde su trabajo y, pese a sus estudios de auxiliar administrativo, no consigue empleo por lo del Sida. Rechazada por todos y avergonzada de sí misma, Cristina no quiere que su hija sea señalada por ser hija de una sidosa. Termina de comer… No le quedan lágrimas para sí misma, todas son para su hija. Sin embargo, está algo contenta porque una amiga le permitirá ducharse a escondidas en su casa. Nos despedimos; le doy mi «bono-bus» y el teléfono de la parroquia. Después me pide permiso para despedirnos con dos besos, ya que hace mucho tiempo que no besa a nadie y nadie la besa.
Hace tiempo que no encontraba a Cristo por la calle. Hoy Cristina me trajo de nuevo –y con más intensidad que nunca– a Cristo. A Cristo-hombre que entonces fue
 
 
 
4ª, 5ª, 6ª y 8ª Estaciones
 
q Jesús encuentra a su Madre, al Cireneo, a la Verónica…
 

  • Presidente: Lectura de Lc 23,26-28.
  • Lector 1: Estas cuatro estaciones fueron cuatro gestos de amor al Señor, un querer aliviar sus penas y dolores. Pero… ¡cuántos son los que en nuestro mundo no encuentran ningún alivio! Hay muchos que piden una mano amiga, un cireneo en sus penas, el pan para sus familias, trabajo para sus manos. ¿Hasta cuándo no seremos respetados como seres humanos? ¿Hasta cuándo? Ya estamos saturados de tantas humillaciones y de no poder gritar por un salario digno, por escuelas y hospitales… Sí, hoy día también existen caminos que llevan directamente al Calvario. Por él van muchos pobres, muchos que sufren. Necesitan el ánimo de una madre, el alivio de un amigo cireneo o, simplemente, ser limpiados del sudor.
  • Lector 2: En el último decenio, los conflictos armados se cobraron el triple de vidas que los desastres naturales. Desde 1970, se han librado en África más de 30 guerras. En Sudán se libra una guerra olvidada que dura cuatro décadas y que ha producido, desde 1983, un millón de muertos, entre dos y tres millones de desplazados y una crisis humanitaria constante. También está Afganistán, Oriente Medio, etc., etc.
  • Presidente: —Por los que están solos o despreciados, por los que son utilizados para la violencia, roguemos al Señor… —Para que la justicia empuje a la paz, roguemos al Señor… Señor, que tomemos conciencia de que nuestra vida ha de ser un servicio generoso y pacífico a favor de los demás.
  • Canto: «Sufres, lloras, mueres…».

 
 
10ª y 11ª Estaciones
 
q Jesús es despojado de sus vestidos y lo crucifican
 

  • Presidente: Lectura de Mt 27,33-35.
  • Lector 1: Terriblemente ultrajado Jesús; en su cuerpo, en su dignidad… Pero, ¿no se le hiere y se le ultraja igualmente, cada día, en los chicos y chicas jóvenes ultrajados en su honor y dignidad, manipulados, comercializados, en la multitud de guerras que destruyen el mundo y los cuerpos de los hombres…
  • Lector 2: He aquí algunos párrafos de la carta de un joven: «Tengo 20 años. He tenido que vivir deprisa, sin tiempo para respirar, para crecer. Veinte años de bombardeos, de incendios, de atentados, de revueltas… He visto de todo. Comencé a verlo a los ocho años, cuando nuestra pequeña escuela fue incendiada. Tengo 20 años y no he reído jamás. Tengo 20 años; ni he trabajado ni he estudiado… Nadie me ha querido ni me podrá querer… ¿Qué falta he cometido para nacer hace veinte años?». No hace falta más comentario. Las terribles estaciones del viacrucis siguen repitiéndose en muchos hombres y mujeres inocentes, abocados a no ser casi nada en la vida.
  • Presidente: —Por los que sufren la injusticia del hambre, de la guerra o la persecución, roguemos al Señor… —Por los que profanan la vida de los jóvenes, roguemos al Señor… Señor, que tu paz llene toda la tierra y que nosotros no contribuyamos a que otros lloren o sufran. Cambia los corazones de quienes quieren el mal, el deshonor y la guerra porque salen ganando en sus ambiciones.

 
 
16ª Estación
 
q Jesús muere en la cruz
 

  • Presidente: Lectura de Jn 19, 28-30.
  • Lector 1: Cristo Jesús ha muerto. Está ahí, agujereado por una lanza, clavado de pies y manos, extendido sobre dos palos… Ha cumplido su misión, le han matado por defender a los pobres, los hambrientos, los que sufren, los que nada tienen… Pero, ¿se han acabado por fin los pobres, los que sufren, los enfermos…? No, Cristo sigue muriendo todavía en ellos, abandonado; ni socorrido ni siquiera compadecido… Para concluir el viacrucis, queden estas palabras del Papa: «No puedo por menos de destacar que los pobres constituyen el desafío actual, sobre todo para los pueblos ricos de nuestro planeta, donde millones de personas viven en condiciones inhumanas y muchos, literalmente, mueren de hambre. No se puede anunciar a Dios Padre a estos hermanos sin el compromiso de colaborar en nombre de Cristo con vistas a la construcción de una sociedad más justa».
  • Canto final: «Victoria, tú reinarás…».

 
 
 

Un Compromiso Común en favor de la Paz

 
Antes de la canción final o bien como conclusión se podría leer la «Declaración Final» del «Encuentro de Asís» que suscribieron los más de 250 líderes religiosos que participaron en él.
 
Reunidos aquí, en Asís, hemos reflexionado juntos sobre la paz, un don de Dios y un bien común de toda la humanidad. Si bien pertenecemos a diferentes tradiciones religiosas, afirmamos que la construcción de la paz requiere amar al prójimo en obediencia a la «ley de oro»: «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan».
Con esta convicción, trabajaremos sin descanso en la gran empresa de construir la paz. Por ello:
 

  1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de que la violencia y el terrorismo son incompatibles con el auténtico espíritu de la religión y, condenando todo recurso a la violencia y a la guerra en nombre de Dios o de la religión, nos comprometemos a hacer todo lo que nos sea posible para desarraigar las causas del terrorismo.
  2. Nos comprometemos a educar a la gente en el respeto y la estima mutuos para favorecer una convivencia fraterna y pacífica entre personas de diferentes grupos étnicos, culturas y religiones.
  3. Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo para que crezcan la comprensión y la confianza recíproca entre individuos y pueblos, siendo éstas las premisas de la paz auténtica.
  4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona humana a vivir una existencia digna, según la propia identidad cultural y a formar libremente una familia.
  5. Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro imposible de superar, sino por el contrario reconociendo que el encuentro con la diversidad de los demás puede convertirse en una oportunidad para mejorar la comprensión recíproca.
  6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y prejuicios del pasado y del presente, y a apoyarnos en el común esfuerzo por derrotar el egoísmo y la prepotencia, el odio y la violencia, así como a aprender del pasado que la paz sin la justicia no es una auténtica paz.
  7. Nos comprometemos a estar de parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, haciéndonos portavoces de quien no tiene voz y trabajando concretamente para superar tales situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo.

 

  1. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quien no se resigna a la violencia y al mal y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas para dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.
  2. Nos comprometemos a alentar toda iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico, cuando falta un entendimiento solidario entre los pueblos, expone al mundo a crecientes riesgos de destrucción y muerte.
  3. Nos comprometemos a pedir a los líderes de las naciones que hagan todos los esfuerzos posibles para crear y consolidar, a nivel nacional e internacional, un mundo de solidaridad y paz, basado en la justicia.

Como personas de diferentes tradiciones religiosas, proclamaremos sin descanso que la paz y la justicia son inseparables y que la paz y la justicia son el único camino por el que la humanidad puede avanzar hacia un futuro de esperanza. En un mundo en el que sus fronteras cada vez están más abiertas, y las distancias son más breves a causa de una amplia red de comunicaciones, estamos convencidos de que la seguridad, la libertad y la paz nunca serán garantizadas por la fuerza, sino por el entendimiento mutuo.
Que Dios bendiga estas resoluciones y dé justicia y paz al mundo. ¡Nunca más la violencia! ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más el terrorismo! En nombre de Dios, que toda religión traiga justicia y paz, perdón y vida, ¡amor!