Óscar Bartolomé
Coordinador Inspectorial de Pastoral Vocacional
Salesianos León
En los números anteriores hemos ido presentado alguna experiencia fuerte que puede ayudar en la tarea de animación vocacional o a que cada persona pueda elegir, discernir cuál es su vocación.
En esta ocasión nos gustaría subrayar y destacar algunos elementos importantes de cómo el voluntariado, a nivel general, y en concreto el voluntariado misionero puede ayudar a jóvenes adultos y a diferentes personas a realizar una determinada opción vocacional.
Algunos de los elementos que ayudan a la persona a ir madurando en su propia vocación pueden ser los siguientes:
- Tenemos que partir del convencimiento de que el voluntario, haga su voluntariado en la asociación que lo haga o realice el voluntariado en un país en vías de desarrollo, es una persona que piensa en los demás, en los otros y que ha decidido entregar algo suyo a esas otras personas: tiempo, energías, ilusión, esfuerzos…
- Este voluntario o voluntaria, que decide dedicar parte de su tiempo a los demás, está viviendo algunos valores como el servicio, la entrega, la generosidad, el compromiso, la dedicación… que son valores clave en toda vocación, tanto profesional como religiosa.
- Estos valores se pueden vivir desde una perspectiva puramente solidaria y altruista, o pueden ser vividos desde un convencimiento y una vivencia religiosa intensa y profunda o como compromiso de vida o concreción de un proyecto de vida. El primer tipo de voluntariado lo puede realizar cualquier persona y su tarea y trabajo a favor de los demás es muy encomiable. El segundo tipo de voluntariado nos habla de una motivación diferente que nos puede llevar a pensar en el voluntariado de tipo cristiano, uno de estos tipos de voluntariado es el misionero.
- Este tipo de voluntariado ayuda al voluntario a compartir su vida con la de una determinada comunidad religiosa que tiene una misión, una vida de oración y una vida comunitaria más o menos rica.
- La experiencia vivida en el trabajo, codo con codo en la misión, hace que estos voluntarios puedan ir descubriendo las motivaciones de otras personas que han decidió dedicar toda su vida a una causa concreta, la de Jesús de Nazaret.
- El compartir la vida de oración con una comunidad puede ayudar al voluntario o a la voluntaria a desarrollar su dimensión celebrativa y su apertura al misterio y a la trascendencia, sin duda ayuda vivir la vida teniendo a Dios como telón de fondo en todo momento. Esperemos además que esta oración se pueda traducir en la vida.
- Finalmente la vida comunitaria puede ayudar al voluntario a descubrir el valor de los otros, de la importancia de compartir unas mismas expectativas con otras personas que no han decidido voluntariamente vivir juntas, si no que por haber sido llamadas a una misma vocación comparten techo y pan. Dependerá de cada comunidad que su estilo y modo de vida incida más o menos en el voluntario o voluntaria.
- En el caso del voluntariado misionero el trabajo suele desenvolverse en un contexto muy diferente al que al mundo occidental desarrollado, consumista, hedonista… La pobreza, la precariedad, la falta de recursos… no impiden a las personas que viven en países en vías de desarrollo a ofrecer, a regalar a la persona que lleva de fuera la importancia de valores esenciales como la alegría y la felicidad, la esperanza y la ilusión, el valor del compartir y de la acogida, el valor del compañerismo y del servicio… Una persona sensible, como suponemos que es el voluntario o la voluntaria, no puede quedar indiferente ante esta nueva situación que se le presenta a sus ojos.
- Pero el voluntario no puede llegar a este momento sin un proceso previo en el que la formación le oriente y le ilumine sobre lo que podrá encontrarse en la nueva realidad en la que va a trabajar y a vivir por un determinado periodo de su vida.
- Esta experiencia vivida con intensidad y con unas motivaciones auténticas deja en el voluntario o voluntaria un poso que, a la postre, puede ser que germine en un compromiso mayor, en el deseo de hacer una experiencia de larga duración, en un cambio de vida… Por lo tanto, una experiencia de este tipo no puede ser una experiencia más. Supone mucho para dejar indiferente a quien realiza la experiencia.
- Como toda experiencia ha de estar bien acompañada por alguien que haya seguido el proceso del voluntario. El ideal sería que este acompañante viajase con el voluntario o voluntarios al país en el que realizará su experiencia, pero de no ser posible, estaría que el proceso previo a la experiencia estuviese muy cuidado y a la vuelta ayudase al voluntario o voluntaria a compartir, a recordar, a hacer aflorar todas las sensaciones, sentimientos y reflexiones que dicha persona ha vivido. Este momento es especialmente significativo y valioso para buscar y proponer un compromiso mayor a nivel vocacional.
Probablemente que cada congregación, diócesis o agrupación llevará a cabo de un modo determinado sus propuestas de voluntariado, pero creo que estos elementos estaría bien que estuviesen presentes de uno u otro modo. También podríamos invitar a jóvenes adultos a realizar experiencia de voluntariado en nuestras presencias en las que llevamos a cabo diferentes actividades pastorales. También en nuestros países podríamos potenciar el voluntario en colaboración con alguna comunidad religiosa o parroquial. El compartir tiempo, misión, oración, vida en común también se puede experimentar y vivir en cada uno de nuestros países, no es necesario irse a otros lugares.
¡Cuántos voluntarios están haciendo posible la misión de la Iglesia! ¡Cuántos voluntarios viven su vida como vocación! ¿Cuántos voluntarios podrían comprometerse todavía más y entregar toda su vida a la causa de Jesús de Nazaret?
Óscar Bartolomé