{"id":11595,"date":"2001-12-01T12:58:42","date_gmt":"2001-12-01T10:58:42","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=11595"},"modified":"2001-12-01T12:58:42","modified_gmt":"2001-12-01T10:58:42","slug":"la-logica-perversa-del-dinero","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/la-logica-perversa-del-dinero\/","title":{"rendered":"La l\u00f3gica perversa del dinero"},"content":{"rendered":"

[vc_row][vc_column][vc_column_text]PI\u00c9 DE AUTOR
\nCarlos Dom\u00ednguez Morano\u00a0<\/strong>es profesor en la Facultad de Teolog\u00eda de Granada.<\/em>
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\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO
\n\u00abNo puede definirse el dinero sin hacer referencia a su efecto sobre la conducta humana\u00bb. En esa perspectiva, el autor analiza primero los factores de orden personal \u2013vinculaciones afectivas y din\u00e1mica infantil subyacente\u2013 que entran en juego en relaci\u00f3n con el dinero y, posteriormente, los de orden social \u2013por encima de todos, el \u00abconsumir\u00bb que nos consume\u2013. Los\u00a0caminos<\/em>\u00a0actuales nos conducen a una \u00abl\u00f3gica perversa\u00bb, una de cuyas im\u00e1genes m\u00e1s l\u00facidas es el \u00absupermercado\u00bb o el \u00abcentro comercial\u00bb de nuestras ciudades convertido en \u00abla representaci\u00f3n m\u00e1s acabada del\u00a0jard\u00edn de las delicias\u00bb;\u00a0<\/em>y ah\u00ed, \u00abdesplazado hacia un mundo fetichista de objetos, el deseo se dispersa en un ansia de posesi\u00f3n, de acaparamiento y acumulaci\u00f3n en el que pretende satisfacer lo que el mundo de relaciones interpersonales le niega…\u00bb.
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\nSiempre hay un \u00abalgo m\u00e1s\u00bb que dinero en nuestra percepci\u00f3n y vivencia del dinero. Nunca, en efecto, nos relacionamos exclusiva y as\u00e9pticamente con ese valor de cambio, tan fundamental por otra parte en nuestra vida. La historia de cada uno ha ido marcando esa relaci\u00f3n con un colorido afectivo y emocional espec\u00edfico que, sin duda, entra siempre en juego, determinando una l\u00f3gica particular m\u00e1s o menos sana, pero que puede llegar a ser aut\u00e9nticamente \u00abperversa\u00bb.
\nNo puede definirse el dinero, nos dijo la figura m\u00e1s relevante de la psicolog\u00eda conductista, B.F. Skinner, sin hacer referencia a su efecto sobre la conducta humana. De otra manera estamos en una pura ficci\u00f3n explicativa, tal como fueron las de las teor\u00edas econ\u00f3micas del siglo XIX. Pero es un hecho demostrable que las variables extra-econ\u00f3micas y, m\u00e1s particularmente, las de orden psicodin\u00e1mico, juegan siempre de un modo important\u00edsimo y son las que en muchas ocasiones explicar\u00edan muchos fracasos de las predicciones de los te\u00f3ricos de la econom\u00eda[1]<\/sup><\/a>. Como tambi\u00e9n esas variable extra-econ\u00f3micas son las que pueden conducir los mayores desvar\u00edos en este campo.
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\nDentro de esta perspectiva conductual de la psicolog\u00eda de Skinner, el dinero fue considerado como uno de los m\u00e1s importantes \u00abrefuerzos positivos\u00bb. Refuerzo \u00absecundario\u00bb \u2013se dice\u2013 porque con \u00e9l no satisfacemos directamente ninguna necesidad primaria. Pero, sin duda, entre los m\u00e1s importantes a la hora de explicar y controlar el comportamiento humano, al menos en nuestras sociedades occidentales ya que, mediante \u00e9l, se pueden satisfacer muchas de esas necesidades primarias, desde el hambre y la sed hasta las de afecto, consideraci\u00f3n, prestigio o, incluso, las de car\u00e1cter estrictamente sexual. El dinero se convierte as\u00ed en un reforzador clave del comportamiento y en un instrumento fundamental para el control social de las conductas personales. Comprender las vinculaciones \u00edntimas que todos mantenemos en la relaci\u00f3n con el dinero ayudar\u00e1 a comprender, sin duda, la l\u00f3gica perversa que se puede desencadenar en la relaci\u00f3n con el mismo.
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  1. Vinculaciones afectivas con el dinero.<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

     
    \nBastar\u00eda emprender un somero autoan\u00e1lisis en este campo para percatarnos de que esa relaci\u00f3n est\u00e1 impregnada de componentes afectivos y emocionales que nada tienen que ver con la funci\u00f3n de valor de cambio que el dinero tiene en nuestra vida. Probablemente, pocas relaciones con el mundo material de objetos se ven tan \u00abcargadas\u00bb afectivamente como esta del dinero. La atracci\u00f3n, el apego, la dificultad para desprendernos de \u00e9l, o por el contrario (aunque, probablemente, en menos cuant\u00eda), el rechazo, la repugnancia, la culpa, etc. Y la mayor parte de las veces…, una marcada ambivalencia. Es decir, una polaridad de sentimientos y afectos contrarios en relaci\u00f3n con ese objeto que progresivamente se fue haciendo tan determinante en nuestra existencia.
    \n 
    \nEl psicoan\u00e1lisis nos ha hecho ver que la relaci\u00f3n con el dinero se encuentra vinculada a dimensiones y estructuras emocionales muy primitivas y que sobre \u00e9l se desplazan apreciaciones y afectos relacionados con lo m\u00e1s \u00edntimo de nosotros mismos
    [2]<\/sup><\/a>. Son muchos los factores inconscientes implicados en esta relaci\u00f3n, elementos que escapan a nuestro conocimiento y control, pero que est\u00e1n ah\u00ed determinando de mil modos y maneras nuestra relaci\u00f3n con el dinero.
    \nEl resultado es que, con demasiada frecuencia, el comportamiento respecto al dinero llega a adquirir caracteres aut\u00e9nticamente irracionales. Hay sujetos que mueren en la miseria con millones guardados en escondrijos. En nuestros d\u00edas no es raro encontrar personas con fuertes temores y a veces hasta convencimiento testarudo (y paranoide) de que el Euro venga a reducir el valor de sus ahorros tan penosamente logrados. Hay sujetos que a la hora de comprar se resisten a soltar sus monedas sueltas, aunque le sobren, porque lo consideran no como dinero para gastar, sino para acumular como si se tratara de una colecci\u00f3n. Para otros pagar en met\u00e1lico parece tener m\u00e1s valor que si lo hace con cheques o tarjetas de cr\u00e9ditos, etc., etc. Los casos, sabemos, se podr\u00edan multiplicar hasta el infinito, porque pocos terrenos se muestran tan propicios para el desarrollo de lo irracional. As\u00ed lo supo ver John M. Keynes, una de las figuras de mayor impacto en toda la teor\u00eda econ\u00f3mica del siglo XX, cuando, consciente de las variables afectivas que juegan en el mundo econ\u00f3mico, afirmaba: \u201cEl amor al dinero como posesi\u00f3n \u2013distinto del amor del dinero como medio del conocimiento del gozo y de las realidades de la vida\u2013 se reconocer\u00e1 como lo que es, una morbidez un tanto repugnante, una de esas propensiones medio patol\u00f3gicas que se entregan con un estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales\u201d
    [3]<\/sup><\/a>.
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    \nEl dinero, llega f\u00e1cilmente a constituirse en un objeto al que se le confiere \u00abcualidad de Yo\u00bb. Algo as\u00ed como si fuera una parte de nosotros mismos, una prolongaci\u00f3n o un objeto que se hubiera desprendido de nuestro propio ser. Algo que est\u00e1 fuera, pero que consideramos como que debiera estar dentro. Por la misma raz\u00f3n, \u00abpropiedad\u00bb viene a significar cosas que de hecho no pertenecen al yo, pero que debieran pertenecer, una extensi\u00f3n de la propia realidad personal
    [4]<\/sup><\/a>. El dinero, entonces, con esa \u00abcualidad de Yo\u00bb, se constituye en un asunto bastante importante en la din\u00e1mica personal y f\u00e1cilmente problem\u00e1tico tambi\u00e9n: perder dinero, darlo a cambio, donarlo, constituyen actos de despojo que no podemos ya considerar como mera p\u00e9rdida de un objeto exterior, sino tambi\u00e9n de algo que ha sido previamente \u00abin-corporado\u00bb; es decir, de algo \u00edntimamente relacionado con el Yo. Conseguir dinero, acumularlo, retenerlo se vivencia f\u00e1cilmente, por la misma raz\u00f3n, en un modo de asegurar, engrandecer, extender la fuerza del Yo.
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    \nEn el amor \u00abperverso\u00bb al dinero, no se trata ya de \u00abtener algo\u00bb, sino de \u00abtenerse a s\u00ed mismo\u00bb en una tendencia de orientaci\u00f3n marcadamente centr\u00edpeta. Se trata de encerrarse sobre s\u00ed en una totalidad que quiere negar su obligada referencia al exterior. Con ello el sujeto pretende cubrir una carencia interna y conquistar una seguridad. Pero en realidad, se est\u00e1 situando en la posici\u00f3n m\u00e1s insegura que cabe imaginar, pues como expresa E. Fromm en sus an\u00e1lisis sobre el tener, \u201csi soy lo que tengo y lo que tengo se pierde, entonces \u00bfqui\u00e9n soy?\u201d
    [5]<\/sup><\/a>
    \nEsta relaci\u00f3n tan \u00edntima que el dinero posee con nuestro mundo m\u00e1s personal es la que viene a dar cuenta, entre otras cosas de que, tal como sucede en los temas concernientes a la sexualidad, el dinero provoque tambi\u00e9n tantas reacciones de doblez, de falso pudor y de hipocres\u00eda. Hablar de dinero, se\u00f1ala Freud a este respecto, puede resultar, a veces, tan engorroso como hablar de asuntos sexuales
    [6]<\/sup><\/a>. Y, generalmente, nos guardamos de abordar clara y directamente nuestro modo de proceder en estos terrenos. Con frecuencia, debido a la existencia de unos sentimientos de culpa que temen ser afrontados[7]<\/sup><\/a>.
    \n 
    \nPorque junto a esa evidente y fundamental funci\u00f3n de valor de cambio que posee, son m\u00faltiples y variadas las significaciones que para cada uno puede llegar a desempe\u00f1ar el dinero. Desde una medio con el que ganar afecto, hasta un soporte de prestigio y seguridad personal o un instrumento poderos\u00edsimo de poder sobre los dem\u00e1s, un medio de defensa e incluso de ataque sobre los otros. En el \u00e1mbito inconsciente, todav\u00eda, puede estar ligado tambi\u00e9n con equivalencias muy determinantes de la propia din\u00e1mica personal.
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      \n
    1. Din\u00e1mica subyacente infantil<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

      \u00a0<\/strong>
      \nEl amor al dinero, pues, cuando se impone m\u00e1s all\u00e1 de sus espec\u00edficas funciones de cambio, pone de manifiesto dimensiones enlazadas al pasado infantil de nuestro mundo afectivo. De modo particular, a aquellas m\u00e1s directamente asociadas con el narcisismo y la omnipotencia infantil. Es un amor, por tanto, que, en mayor o menor grado, pone de manifiesto una din\u00e1mica en la que no se ha alcanzado un adecuado desarrollo de la afectividad y en la que sobresalen los aspectos m\u00e1s arcaicos del desarrollo afectivo. Tener dinero, retener lo ganado, acumular m\u00e1s y m\u00e1s intentan satisfacer necesidades narcisistas, en una tendencia egoc\u00e9ntrica, que se resiste y niega a abrirse al exterior para entrar en una din\u00e1mica de intercambio y donaci\u00f3n. Se deja ver, entonces, las huellas de la fase anal del desarrollo afectivo, en la que retener y poseer constitu\u00edan un modo de autoafirmaci\u00f3n impregnada de agresividad
      [8]<\/sup><\/a>.
      \n 
      \nPero tambi\u00e9n la avidez por el dinero puede simbolizar para el sujeto una especie de alimento con el que calmar determinadas ansiedades primitivas o con el que compensar determinadas carencias de las primeras fases del desarrollo afectivo. E. Fromm afirma a este respecto que a mediados del siglo XX la orientaci\u00f3n \u00abacumulativa\u00bb, m\u00e1s caracter\u00edstica de la fase anal, ha cedido lugar a la orientaci\u00f3n \u00abreceptiva\u00bb; es decir a la fase oral y, por tanto, a la etapa m\u00e1s antigua del desarrollo afectivo. La finalidad entonces es la de recibir, \u00abchupar\u00bb, tener siempre algo nuevo, vivir con la boca entreabierta
      [9]<\/sup><\/a>. En otros casos tambi\u00e9n, el dinero puede ser utilizado como s\u00edmbolo de una problem\u00e1tica de potencia genital, dando lugar con ello a comportamientos de aparente generosidad (regalos de valor, mecenazgos, etc.) y que no buscan sino poner de manifiesto una problem\u00e1tica y deseada \u00abpotencia\u00bb en otro orden de cosas.
      \n 
      \nSi en la relaci\u00f3n con el dinero existe de modo latente una cuesti\u00f3n de amor, ese amor puede expresarse, como vemos, en muy diversos registros; yendo desde los m\u00e1s primarios e infantiles hasta los m\u00e1s evolucionados. Por supuesto, caben tambi\u00e9n las regresiones desde un registro a otro, a partir de la din\u00e1mica afectiva particular que el sujeto vaya experimentando en las condiciones de su presente. Una genitalidad disminuida puede acentuar la importancia de las funciones anales, como en el caso de aquel sujeto cuyas inversiones en bolsa se estimulaban cada vez que sufr\u00eda un fracaso amoroso. Para otros, gastar y acaparar objetos se convierte en un importante lenitivo a la falta de calor afectivo que experimenta. Otros preferir\u00e1n esforzarse trabajando duramente para conseguir un sobre de dinero que les representa un acrecentamiento de su val\u00eda personal. En el caso de algunas mujeres problematizadas con su propia feminidad, sacar dinero al hombre, empobrecerle, se puede convertir en una especie de despojo de marcado car\u00e1cter vengativo. Para otros varones una mujer acaudalada puede significar la oportunidad de \u00abalimentarse\u00bb de un imponente pecho nutricio. Otros ver\u00e1n en el dinero un material inigualable para servir a unas tendencias aut\u00e9nticamente perversas de exhibici\u00f3n y ostentaci\u00f3n ante los otros. Cabr\u00edan, pues, mil \u00abf\u00f3rmulas de equivalencia\u00bb en las que la idea consciente de dinero se podr\u00eda sustituir por otras inconscientes: afectividad, virilidad, potencia, etc.
      \n 
      \nEl problema se agudiza, por lo dem\u00e1s, si tenemos en cuenta que por ser una cuesti\u00f3n de amor la que nos liga al dinero, y de amor con fuertes ra\u00edces inconscientes, en la relaci\u00f3n con \u00e9l caben tantos autoenga\u00f1os como los que caracterizan a todas las cuestiones afectivas profundas. El autoenga\u00f1o se hace f\u00e1cil. Las falsas justificaciones mediante sofisticados mecanismos de defensa (de racionalizaci\u00f3n
      [10]<\/sup><\/a>, particularmente) guardan el objetivo de permanecer amorosamente vinculado a ese dinero convertido en fetiche de seguridad, de val\u00eda personal, de poder sobre los otros, etc. Pocos campos tan propicios a la \u00abtentaci\u00f3n\u00bb. Es decir a presentarse a la conciencia como algo bueno, justo, prometedor, viniendo a ser realmente lo contrario, trampa y fuente de destrucci\u00f3n. Porque el dinero tiene un car\u00e1cter \u00abpegajoso\u00bb, posee una siniestra adherencia que, en la medida en que m\u00e1s se fija, mayor va siendo su fuerza para atraer nuevas capas. Finalmente, se acaba por crear una dura corteza que defiende y a\u00edsla del entorno y que aliena al sujeto en una insensibilidad para lo que no sea su propia realidad.
      \n 
      \nPor ello, conquistar una aut\u00e9ntica libertad frente a la fascinaci\u00f3n del dinero supone conquistarla en uno de los lugares m\u00e1s decisivos de la existencia. No es f\u00e1cil. Sobre todo si tenemos en cuenta las implicaciones afectivas conscientes e inconscientes anteriormente se\u00f1aladas. No es f\u00e1cil tampoco porque no podemos identificar esa libertad con el no tener, con la desposesi\u00f3n o el simple desinter\u00e9s. Sabemos muy bien, por ejemplo, que la culpa puede ir asociada a un deseo inconsciente de posesi\u00f3n y que, desde ah\u00ed, puede producir una din\u00e1mica de desposesi\u00f3n, desprendimiento, desinter\u00e9s, etc., que no sean realmente tales. Nos encontrar\u00edamos, m\u00e1s bien, con el caso de una importante \u00abformaci\u00f3n reactiva\u00bb; es decir, un mecanismo de defensa mediante el cual se adopta una conducta que es diametralmente la contraria de la que inconscientemente se desea. Hay \u00abausteridades\u00bb y \u00abpobrezas\u00bb revestidas de ropaje \u00e9tico o religioso, pero que, en realidad, responden a una imposibilidad para disponer con libertad de unos bienes y poder disfrutar de ellos responsablemente. Como afirm\u00f3 Rahner en unas bellas p\u00e1ginas sobre la pobreza, el mezquino, el raqu\u00edtico por la menesterosidad y falta de aspiraciones de su ser, el no desarrollado, el frugal, el hombre de la medida peque\u00f1o-burguesa, no es, desde luego, el hombre que puede llevar a cabo el sentido del acto de fe en la pobreza
      [11]<\/sup><\/a>.
      \n 
      \n <\/p>\n

        \n
      1. El factor social<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

         
        \nEl problema de la relaci\u00f3n con el dinero se agudiza m\u00e1s a\u00fan si tenemos en consideraci\u00f3n que, junto a estos factores de orden personal, hay que a\u00f1adir el influjo y la determinaci\u00f3n fundamental que viene desde el medio ambiente sociocultural. Nuestro deseo no es ajeno, por supuesto, a las din\u00e1micas culturales en la que \u00e9ste necesariamente se desarrolla, crece, busca y puede encontrar sus objetos de satisfacci\u00f3n. De ah\u00ed, que la din\u00e1mica econ\u00f3mica de nuestros d\u00edas deba ser muy tenida en cuenta a la hora de comprender las v\u00edas por las que circulan nuestros v\u00ednculos con el dinero. De hecho, ella juega como propulsora importante de las vertientes m\u00e1s regresivas de los comportamientos con el dinero. Por ello, se podr\u00eda afirmar con Otto Fenichel, que es m\u00e1s bien la funci\u00f3n real del dinero lo que viene a influir y a condicionar el erotismo perverso que se puede establecer en la relaci\u00f3n con \u00e9l, ya que son esas condiciones sociales las que determinan, en gran medida, el alcance e incluso la intensidad de las tendencias pulsionales de retenci\u00f3n y acumulaci\u00f3n. Las pulsiones infantiles \u2013concluye acertadamente O. Fenichel\u2013 se transforman en un deseo de alcanzar riqueza solamente bajo la existencia de condiciones sociales espec\u00edficas
        [12]<\/sup><\/a>.
        \n 
        \nA todo este prop\u00f3sito, merece la pena recordar tambi\u00e9n los an\u00e1lisis realizados por E. Fromm, poniendo de relieve la profunda alienaci\u00f3n humana que se produce desde los modos occidentales de consumo. Consumir ha dejado de ser una experiencia significativa, humana para convertirse en un modo de satisfacer fantas\u00edas artificialmente estimuladas, fantas\u00edas que en realidad son ajenas a nuestro ser real y concreto. Comemos y bebemos las fantas\u00edas que nos suministra la propaganda. Consumir se ha hecho de este modo un fin en s\u00ed mismo; un fin, por lo dem\u00e1s, de car\u00e1cter claramente compulsivo e irracional y con el que el \u00abser\u00bb queda sustituido por el \u00abtener\u00bb, hasta el punto de que en la sociedad actual se puede llegar a la identificaci\u00f3n perversa seg\u00fan la cual el sujeto podr\u00eda afirmar con verdad: yo soy lo que consumo
        [13]<\/sup><\/a>.
        \n 
        \nEl deseo enloquece as\u00ed en una din\u00e1mica de insatisfacci\u00f3n permanente. Desde la negativa a reconocer el l\u00edmite, siempre hay un algo m\u00e1s que la sociedad parece querer mostrarnos para que nuestra necesidad se multiplique al ritmo de sus intereses de producci\u00f3n. La sociedad de consumo sabe que nos falta algo y se ofrece ante nosotros como quien lo posee y o puede ofrecer. La estratagema es inteligente. Porque ese algo que nos falta es, en realidad, un objeto imposible
        [14]<\/sup><\/a>. Por eso, el enga\u00f1o funciona: nos parecer\u00e1 que es el coche, la casa, el ordenador, el…, pero nada de eso llegar\u00e1 nunca a cubrir la carencia de base que es la fuente del deseo. Por eso, siempre podr\u00e1 aparecer una otra cosa que despierte la fantas\u00eda de que \u00e9sa s\u00ed podr\u00e1, finalmente, cubrir y colmar la falta. El enga\u00f1o se hace permanente e infinito. Nunca el autom\u00f3vil que tenemos ser\u00e1 el mejor, nunca nuestro ordenador tendr\u00e1 las prestaciones que nos har\u00edan m\u00e1s eficientes, nunca la casa que habitamos tendr\u00e1 las comodidades que nos proporcionen una suficiente calidad de vida, nunca la ropa que vestimos estar\u00e1 a la altura del status social que pretendemos ostentar ante los otros. Y as\u00ed hasta el infinito.
        \n 
        \nDe este modo tambi\u00e9n, el deseo, el propio deseo queda encubierto, obturado, sustituido por el discurso del otro, en este caso, de ese otro que es el sistema socio-econ\u00f3mico. El sujeto se pierde y tan lejos queda de su propio deseo que, con toda raz\u00f3n, se puede decir que ya \u00abno sabe lo que quiere\u00bb. Lo dicen por \u00e9l los otros. La insatisfacci\u00f3n puede llegar a ser muy profunda. Tanto m\u00e1s, cuanto aparezcan otros que parecieran haber logrado de modo m\u00e1s cumplido las aspiraciones falsamente suscitadas por este orden socio-econ\u00f3mico. La rivalidad, la envidia, la destructividad, el despojo y el expolio de los m\u00e1s d\u00e9biles, se desencadenan con toda facilidad. Todo desde una conciencia anestesiada por el mismo sistema, que parecer convertir en connatural los mayores desprop\u00f3sitos y atropellos. En este sentido, resulta sorprendente y alarmante a la vez, esa buena conciencia en el \u00abhomo economicus\u00bb de nuestros d\u00edas. La corrupci\u00f3n, incluso, puede llegar a convertirse en algo absolutamente normal, norma de juego, algo obligado para el desenvolvimiento de cualquier tipo de actividad econ\u00f3mica que se pretenda llevar a cabo. La culpa pr\u00e1cticamente desaparece de la conciencia por efecto de esta anestesia ambiental. Y ser\u00e1n muy pocos tambi\u00e9n los que lleguen a percibir la necesidad de una denuncia. \u00bfQui\u00e9n se atreve, por lo dem\u00e1s, si son tan evidentes los \u00abbuenos resultados\u00bb de esta l\u00f3gica del negocio?
        \n 
        \n <\/p>\n

          \n
        1. El \u00abjard\u00edn de las delicias\u00bb<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

           
          \nPascal Bruckner
          [15]<\/sup><\/a>\u00a0nos ha mostrado de un modo particularmente l\u00facido de qu\u00e9 manera, el supermercado, el centro comercial de nuestras ciudades, se ha venido a convertir en la representaci\u00f3n m\u00e1s acabada del \u00abjard\u00edn de las delicias\u00bb. Ni el Bosco lo hubiera imaginado con tal profusi\u00f3n de elementos y fantas\u00eda. Torrentes de luz, kil\u00f3metros de anaqueles, colorido infinito: es la victoria de la ciudad capitalista sobre la escasez. No se puede abarcar el conjunto de manjares y bienes. Ser consumidor significa saber que en los escaparates siempre hay m\u00e1s de lo que uno se puede llevar. Un pecho nutricio inmenso, desbordante, inabarcable. Podemos encontrar all\u00ed una botella de whisky al coste de m\u00e1s de seiscientas mil pesetas[16]<\/sup><\/a>. Es probable que nadie la compre. Pero quiz\u00e1s eso no sea lo m\u00e1s importante. Lo que importa es mostrar que all\u00ed existe todo y m\u00e1s de lo que podemos desear. Por eso, a veces, se va al centro comercial no para comprar, sino para constatar que todo est\u00e1 al alcance de la mano o que siempre habr\u00e1 incluso m\u00e1s de lo que hoy podemos conseguir. De ese modo, lo posible se vuelve deseable y lo deseable acaba convirti\u00e9ndose en necesario. El deseo se pervierte as\u00ed en un mal\u00e9fico desplazamiento hacia la posesividad material, desencadenando una din\u00e1mica aut\u00e9nticamente perversa.\u00a0El imperio del consumismo y de la diversi\u00f3n ha inscrito el derecho de la regresi\u00f3n en el registro general de los derechos humanos[17]<\/sup><\/a>.<\/em>
          \n\u00a0<\/em>
          \nEl problema es que, desde ese habernos convertido de modo tan esencial en consumidores fascinados por el \u00abjard\u00edn de las delicias\u00bb, aspectos fundamentales de la vida quedan seriamente afectados. De modo particularmente pernicioso, la relaci\u00f3n interpersonal queda marcada tambi\u00e9n por ese dinamismo perverso del consumo. Desplazado hacia un mundo fetichista de objetos, el deseo se dispersa en un ansia de posesi\u00f3n, de acaparamiento y acumulaci\u00f3n en el que pretende satisfacer lo que el mundo de relaciones interpersonales le niega. Paralelamente, esas relaciones interpersonales se ven seriamente afectadas por esta mentalidad. El mundo y los otros son concebidos tambi\u00e9n como objetos a consumir, como una especie de pecho nutricio, obligado a proporcionar un alimento y una satisfacci\u00f3n constante.
          \n\u00a0<\/em>
          \n\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0<\/em>Una mentalidad de \u00abuso y consumo\u00bb impregna, en efecto, los modos de relaci\u00f3n. Si el fin es consumir y acumular para seguir consumiendo, el otro pasa a convertirse en una realidad secundaria o, peor todav\u00eda, en un mero instrumento que se manipula para lograr un mayor provecho. De ese modo, la manipulaci\u00f3n superficial y descomprometida del otro, tal como encontramos en la din\u00e1mica m\u00e1s \u00edntima de la histeria, se convierte en modo social de encuentro. El otro no pasa, en muchas situaciones cada vez m\u00e1s \u00abadmitidas\u00bb socialmente, de ser un objeto manipulable, como un producto m\u00e1s del mercado. Desde la mentalidad de consumo el entramado de relaciones interpersonales se ve as\u00ed directamente afectado. Una mentalidad utilitarista y descomprometida se impone, evitando cualquier tipo de compromiso en las vinculaciones personales. La mentalidad consumista de \u00abusar y tirar\u00bb impregna los modos de relaci\u00f3n, que se hacen cada vez m\u00e1s f\u00e1ciles, m\u00e1s numerosos y cada vez tambi\u00e9n m\u00e1s superficiales. La actual fiebre por el \u00abChat\u00bb en Internet, generadora ya de una adici\u00f3n definida por la psicolog\u00eda cl\u00ednica, ilustra mejor que nada este estado de cosas
          [18]<\/sup><\/a>. Nunca se dio tanta posibilidad abierta para elegir con quien comunicarse y nunca m\u00e1s facilidad para hacerlo de modo m\u00e1s descomprometido. Es el resultado de una cultura \u00abzapping\u00bb en la que todo se consume y pocas cosas se metabolizan
          \n 
          \nSin duda, las consecuencias m\u00e1s graves que se derivan de la din\u00e1mica analizada corresponden m\u00e1s bien al moralista y al te\u00f3logo. A ellos les dejamos, pues, la palabra. El acercamiento a los mecanismos ps\u00edquicos que, a escala personal y social, juegan en la l\u00f3gica perversa del dinero pueden, sin embargo, ayudar a calibrar de mejor modo esas derivaciones \u00e9ticas y religiosas implicadas.\u00a0n
          \n <\/p>\n

          Carlos Dom\u00ednguez Morano<\/h3>\n

          estudios@misionjoven.org
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[1]<\/sup>\u00a0Cf. B.F. SKINNER,\u00a0Ciencia y conducta humana<\/em>, 406-424.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[2]<\/sup>\u00a0Las relaciones entre el dinero y la fase \u00abanal\u00bb del desarrollo libidinal han sido ampliamente analizadas por el psicoan\u00e1lisis desde el mismo Freud (cf.:\u00a0El car\u00e1cter y el erotismo anal<\/em>, 1908, O.C., II, 1.355-1.357;\u00a0Sobre las transformaciones de los instintos y especialmente del erotismo anal<\/em>, 1917, O.C., II, 2.035-2.036;\u00a0Nuevas lecciones introductorias al psicoan\u00e1lisis<\/em>, 1932: G.W. XV, 106-107; O.C., III, 3157-3158). Cf. tambi\u00e9n: S. FERENCZI,\u00a0Ontog\u00e9nesisis del inter\u00e9s por el dinero<\/em>, 1914,\u00a0Psicoan\u00e1lisis, II,\u00a0<\/em>Madrid 1981, 187 ss.; una obra de especial inter\u00e9s en el tema es la de E. BERGLER,\u00a0Money and Emotional Conflicts<\/em>, International University Press, London 1951.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[3]<\/sup>\u00a0J. M., KEYNES,\u00a0Essays in Persuasion,\u00a0<\/em>London 1931, 369.
          \n 
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[4]<\/sup>\u00a0O. FENICHEL,\u00a0Teor\u00eda psicoanal\u00edtica de las neurosis<\/em>, Buenos Aires\u00a05<\/sup>1973, 318-324.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[5]<\/sup>\u00a0E. FROMM,\u00a0Ser o tener<\/em>, M\u00e9xico 1978, 110.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[6]<\/sup>\u00a0Cf. a este respecto S. FREUD,\u00a0La iniciaci\u00f3n del tratamiento<\/em>, 1913; O.C., II, 1.666.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[7]<\/sup>\u00a0Resulta significativo a este respecto la dificultad que a veces experimentan algunos grupos cristianos para el abordaje de esta problem\u00e1tica. Ese asunto, en efecto, se convierte como en una especie de tab\u00fa que conduce a posponer una y otra vez el tema, a pesar de la conciencia que todos pueden tener de que se trata de un asunto que afecta seriamente a la vida personal y de fe. Probablemente existen culpas, m\u00e1s sanas o menos, pero que prefieren permanecer en estado de dormici\u00f3n para evitar conmociones angustiosas. El resultado, muchas veces es el de una alarmante buena conciencia en el \u00abhomo economicus\u00bb. La corrupci\u00f3n, incluso, puede llegar a convertirse en algo connatural, algo obligado en el desenvolvimiento de la actividad econ\u00f3mica. No hay ni culpa evidente\u00a0\u00a0ni otros llegan a percibir la necesidad de la denuncia.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[8]<\/sup>\u00a0La llamada fase anal o fase anal-s\u00e1dica constituye la segunda fase de la evoluci\u00f3n libidinal infantil y se caracteriza por una organizaci\u00f3n de la libido bajo la primac\u00eda de la zona er\u00f3gena anal. La funci\u00f3n fisiol\u00f3gica de la defecaci\u00f3n, en su doble polaridad de expulsi\u00f3n-retenci\u00f3n, se establece como paradigma de relaci\u00f3n con los objetos.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[9]<\/sup>\u00a0\u00a0Cf.\u00a0Psicoan\u00e1lisis de la sociedad contempor\u00e1nea<\/em>, Madrid 1956, 113.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[10]<\/sup>\u00a0Es decir, aduciendo unas razones \u00abverdaderas\u00bb para ocultar otras verdades que cuesta reconocer.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[11]<\/sup>\u00a0K. RAHNER,\u00a0Marginales sobre la pobreza y la obediencia<\/em>, Barcelona 1962, 74.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[12]<\/sup>\u00a0Cf. O. FENICHEL, ib., 545.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[13]<\/sup>\u00a0Cf. E.\u00a0FROMM, Ibid., 113-118 y\u00a0Ser o tener<\/em>, 43 y 105 ss. Se puede consultar tambi\u00e9n: P.M. LAMET,\u00a0La fiebre del oro y el hombre \u00abLight\u00bb<\/em>\u00a0en: \u00abSal Terrae\u00bb 78 (1990) 425-433; AA. VV.,\u00a0Sociedad de Consumo<\/em>, mesa redonda en el\u00a0\u00a0Congreso de Teolog\u00eda, Madrid 1990:\u00a0Evangelio y Liberaci\u00f3n<\/em>, 163-170.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[14]<\/sup>\u00a0El objeto del deseo radicar\u00eda esencialmente en una eliminaci\u00f3n de toda distancia y de toda diferencia, en la eliminaci\u00f3n de nuestro car\u00e1cter de \u00abseres separados\u00bb que nos constituye como seres humanos desde el d\u00eda de nuestro nacimiento. Sobre este tema entro en detalle en un libro de inmediata aparici\u00f3n:\u00a0Los registros del deseo: del afecto, el amor y otras pasiones,\u00a0<\/em>Descl\u00e9e de Brouwer, Bilbao 2001.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[15]<\/sup>\u00a0La tentaci\u00f3n de la inocencia<\/em>,\u00a0\u00a0Anagrama, Barcelona\u00a03<\/sup>1999.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[16]<\/sup>\u00a0Ese es el precio (exactamente 660.000 pts) que muestra en uno de nuestros m\u00e1s conocidos grandes almacenes.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[17]<\/sup>\u00a0Ibid. 82.
          \n
          <\/a>\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0[18]<\/sup>\u00a0Cf. a este prop\u00f3sito\u00a0R. GUBERN,\u00a0El Eros electr\u00f3nico<\/em>, Taurus, Barcelona 2000.[\/vc_column_text][\/vc_column][\/vc_row]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

          [vc_row][vc_column][vc_column_text]PI\u00c9 DE AUTOR Carlos Dom\u00ednguez Morano\u00a0es profesor en la Facultad de Teolog\u00eda de Granada.   S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO \u00abNo puede definirse el dinero sin hacer referencia a su efecto sobre la conducta humana\u00bb. En esa perspectiva, el autor analiza primero los factores de orden personal \u2013vinculaciones afectivas y din\u00e1mica infantil subyacente\u2013 que entran en juego […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[120,62,647,94],"tags":[],"class_list":["post-11595","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-2001-mision-joven-2","category-carlos-dominguez-morano","category-estudios-299","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11595","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11595"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11595\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11595"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11595"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11595"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}