{"id":11824,"date":"2000-12-01T09:26:57","date_gmt":"2000-12-01T07:26:57","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=11824"},"modified":"2000-12-01T09:26:57","modified_gmt":"2000-12-01T07:26:57","slug":"hacia-jerico-la-iglesia-en-la-ciudad","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/hacia-jerico-la-iglesia-en-la-ciudad\/","title":{"rendered":"Hacia Jeric\u00f3 La Iglesia en la ciudad"},"content":{"rendered":"

[vc_row][vc_column][vc_column_text]PIE AUTOR
\nAntonio Cano Moya<\/strong>\u00a0es sacerdote diocesano y desarrolla su actividad pastoral en la Parroquia \u00abSan Juan M\u00aa Vianney\u00bb de Madrid.<\/em>
\n 
\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO
\nAnunciar la \u00abBuena Noticia\u00bb en la ciudad, en la aproximaci\u00f3n simb\u00f3lica y narrativa que hace el autor a esta tem\u00e1tica, guarda una estrecha relaci\u00f3n con el desierto. Camino de Jeric\u00f3, tras el per\u00edodo en el desierto de Judea, Jes\u00fas se encuentra con un ciego… Tambi\u00e9n hubo \u00abun hombre que bajaba de Jerusal\u00e9n a Jeric\u00f3, cuando unos bandidos…\u00bb. Por ah\u00ed discurren los caminos de la comunidad cristiana; en pasajes as\u00ed est\u00e1 dibujado el talante de la comunidad cristiana en la ciudad como \u00abcontemplativa en el ruido\u00bb e identificada con los malheridos.
\n <\/p>\n

Jes\u00fas y sus acompa\u00f1antes<\/em><\/h5>\n

est\u00e1n a punto de abandonar<\/em>
\nel desierto de Judea…<\/em>
\n 
\nYa divisan en lontananza el ub\u00e9rrimo oasis de Jeric\u00f3. Tras la larga y lenta traves\u00eda, a\u00f1oran la sombra y les apetece un buen trago de agua cristalina. El viento del desierto les ha purificado el esp\u00edritu y los ha dejado dispuestos para afrontar los retos del oasis. Se aproximan a la \u00abciudad de la luna\u00bb. Est\u00e1n ya contemplando los umbrales de la historia, all\u00ed donde los primer\u00edsimos antepasados se congregaron en torno a los manantiales, que hicieron de Jeric\u00f3 la rica \u00abciudad de las palmeras\u00bb (Jue 3,13).
\nJes\u00fas y sus acompa\u00f1antes se dirigen a una ciudad llena de esa sabidur\u00eda que los siglos van acumulando, extra\u00edda de la vida larga y de la experiencia comprobada. No van, pues, a inventar el oasis, sino a sumergirse en unos valores adquiridos que ellos deber\u00e1n asumir, asimilar y enriquecer. Por los historiadores antiguos sabemos que Jeric\u00f3 fue un gran centro comercial, productor y exportador de sustancias medicinales y arom\u00e1ticas, particularmente b\u00e1lsamo. Jeric\u00f3, la ciudad de la misericordia, ten\u00eda que ser tambi\u00e9n la ciudad del perfume, es decir, la ciudad en la que Dios habita. El oasis es un mundo en peque\u00f1o, la naturaleza restaurada en su estado original, pero es un para\u00edso humano.
\n 
\nTras cuarenta a\u00f1os de peregrinaci\u00f3n por el desierto,<\/em>\u00a0el pueblo de Israel fue conducido por Josu\u00e9 a dar el gran salto del yermo al oasis. La puerta de entrada a ese anhelado pa\u00eds fue Jeric\u00f3. Estando ya cerca del oasis, Josu\u00e9 se encontr\u00f3 con un \u00e1ngel, que le hizo descalzarse en respeto al lugar que pisaba. Al quitarse las sandalias, Josu\u00e9 resum\u00eda simb\u00f3licamente los cuarenta a\u00f1os de traves\u00eda del desierto vac\u00edo y la experiencia del desamparo, porque estar descalzo es igual que estar desnudo. Se descalz\u00f3, asimismo, sabiendo que s\u00f3lo desde el reconocimiento de la debilidad y peque\u00f1ez, pod\u00eda aceptar a Dios de acompa\u00f1ante, y admitir que la entrada en el oasis no se deb\u00eda a su valent\u00eda sino a la benevolencia del Todopoderoso. Quiz\u00e1 al oasis, a cualquier Jeric\u00f3, la mejor forma de entrar es descalzos, sin pretensiones ni paternalismos, con respeto y entra\u00f1as de misericordia, m\u00e1s como alumno que como maestro.
\n 
\nAs\u00ed es como Jes\u00fas y sus acompa\u00f1antes se aproximan a Jeric\u00f3: ellos son el pueblo renovado, guiados por Jes\u00fas, que, como nuevo Josu\u00e9, los introduce en la tierra deseada. Su ceremonial no consiste en dar gritos sino en escucharlos, ni en dar vueltas sino en dejarse envolver; no es su objetivo conquistar el vergel sino sembrarlo de misericordia. La primera oportunidad se les presenta en un ciego sentado a la vera del camino: \u00e9l es el grito que puede romper la muralla del coraz\u00f3n. Sobre Jeric\u00f3 se alza el monte de la cuarentena. Aqu\u00ed es donde Jes\u00fas se retir\u00f3 durante cuarenta d\u00edas y cuarenta noches para orar, ser tentado y decidirse a recorrer su camino (Mt 4,1-11). En la cima del monte, Jes\u00fas toma conciencia de que tras la prueba ha de bajar al fragor de la vida de los hombres. El monte abrupto hay que abandonarlo para entrar en el oasis, que es un paradigma de la vida, que se debate entre las contradicciones de la gloria y la miseria, de la muerte y la vida, de la ca\u00edda y la misericordia. Igual que desde el desierto se divisa el oasis, desde el oasis no ha de perderse nunca la perspectiva del \u00e1rido monte: entre el oasis y el desierto se entabla un permanente di\u00e1logo de conversi\u00f3n. Al fin, la vida ser\u00e1 un ir y venir del yermo vac\u00edo al ub\u00e9rrimo jard\u00edn, porque ni el desierto es definitivamente domesticado de una vez por todas ni el jard\u00edn es siempre un para\u00edso. A veces, el desierto le gana terreno al oasis; a veces, el oasis puede gan\u00e1rselo al desierto.
\n 
\nDe este rico oasis hizo Jes\u00fas la \u00abciudad de la misericordia\u00bb. Adem\u00e1s del episodio de la curaci\u00f3n del ciego (\u201ccuando se acercaba a Jeric\u00f3 hab\u00eda un ciego sentado a la vera del camino\u201d: Lc18,35), el evangelio sit\u00faa en esta ciudad el encuentro de Jes\u00fas con Zaqueo (\u201centr\u00f3 Jes\u00fas en Jeric\u00f3 y empez\u00f3 a atravesar la ciudad\u201d: Lc 19,1); y el mismo Jes\u00fas ambienta la par\u00e1bola del samaritano bueno en el camino de Jerusal\u00e9n a Jeric\u00f3. En los tres casos se da una mirada, una escucha, una parada; en los tres casos sobreabunda la benevolencia. Porque, seg\u00fan las palabras que pone Milton en boca de Dios, \u201cpor la misericordia y la justicia triunfar\u00e1 mi gloria as\u00ed en el cielo como en la tierra: mas la misericordia, desde el principio al fin, ser\u00e1 la que resplandezca m\u00e1s\u201d.
\n 
\n 
\nA las puertas del oasis,<\/em>
\n\u00a0<\/em>
\nJes\u00fas se encuentra con un hombre ciego sentado a la vera del camino. Entre el desierto y el oasis hay un hombre, que no ha salido de la nada del yermo ni se ha adentrado en la suficiencia del oasis. Este hombre es ciego. Piensan m\u00e1s de dos que alg\u00fan pecado inconfesable habr\u00e1 causado su ceguera, por eso, pasan de largo. Pero aquel hombre no tiene m\u00e1s pecado que el de no ver ni saber qu\u00e9 es un oasis. Se ve a simple vista que no es uno de esos ciegos pobres que van cantando\u00a0aleluyas<\/em>\u00a0por las esquinas; tampoco es un adivino que, falt\u00e1ndole la vista, ve otras cosas, con otros ojos, de otros mundos. No ha sido cegado como Tiresias, Tirsias, Edipo o Sans\u00f3n. Se parece m\u00e1s bien a Tobit, que viv\u00eda en la oscuridad, como un muerto en vida, que o\u00eda hablar a la gente, pero no la ve\u00eda, y que oraba humildemente al caer la tarde: \u00abSe\u00f1or, acu\u00e9rdate de m\u00ed y m\u00edrame\u00bb (Tob 5,10; 3,3). Porque quiz\u00e1 lo m\u00e1s terrible para un ciego no sea no ver, sino que nadie lo mire. Este hombre, sentado a la vera del camino, tiene los ojos vac\u00edos, pero su coraz\u00f3n es posible que est\u00e9 nuevo y clarividente. Es posible que algunos de la caravana no hayan visto al ciego. \u00c9l est\u00e1 a la vista, no se ha escondido, pero no lo han visto porque no lo han mirado. Por otra parte, los m\u00e1s atentos de la caravana tienen la sensaci\u00f3n de estar siendo mirados. El ciego no est\u00e1 all\u00ed pasivo y muerto, sino mirando. Los que no perciben esta sensaci\u00f3n se preguntan que c\u00f3mo es posible que un ciego mire. Pero los sentimientos son indiscutibles, y algunos notan que est\u00e1n siendo mirados precisamente por el ciego.
\n 
\nJes\u00fas camina con una mirada contemplativa a la que nada escapa. Todos sus acompa\u00f1antes lo sab\u00edan porque \u00e9l siempre hab\u00eda mirado lo que para los dem\u00e1s pasaba desapercibido. El ojo contemplativo mira de tal manera que traspasa las formas y las apariencias y llega hasta la m\u00e9dula de la realidad: all\u00ed no puede haber mentira. Y porque el ojo contemplativo es amoroso, lo mirado se muestra transparente, porque no se le mira para poseerlo sino para amarlo. Como dec\u00eda el poeta persa Hatef: \u201cAbre el ojo del coraz\u00f3n para que veas claramente lo que no es visible\u201d. El gran m\u00edstico suf\u00ed Yalal al-din Rumi aconseja: \u00abTransforma todo tu cuerpo en visi\u00f3n; convi\u00e9rtelo en mirada, convi\u00e9rtete en mirar\u201d.
\n\u00bfAd\u00f3nde iba a ir el ciego? \u00bfAcaso no era todo desierto? \u00bfAcaso no estaba ya rendido de dar vueltas y no estaba ya aburrido de volver siempre al mismo sitio? Estaba sentado y quieto. Y estaba pidiendo. Todos los transe\u00fantes sab\u00edan que \u00abvale m\u00e1s morir que mendigar\u00bb (Eclo 40,28). Posiblemente alg\u00fan transe\u00fante lo mir\u00f3 con piedad, o quiz\u00e1 con desprecio. Pas\u00f3 mucha gente por aquel camino; iban sudorosos, nerviosos, y con prisa. Pas\u00f3 much\u00edsima gente y aquel hombre ciego sigui\u00f3 sentado a la vera del camino. Se dio cuenta de que pasaba gente, de que la vida sigue y llena los caminos , aunque la gente tenga mucha prisa por llegar cuanto antes al oasis. O\u00eda que la caravana pasaba atropell\u00e1ndose; nadie le dio las buenas tardes, nadie le pregunt\u00f3 si ten\u00eda una manta para el fr\u00edo de la noche, nadie le ofreci\u00f3 un pocillo de sopa para la cena. S\u00f3lo oy\u00f3 que pasaba la gente. Preguntaba el ciego que qu\u00e9 era aquello. El ciego preguntaba porque hab\u00eda o\u00eddo, y lo que se oye crea interrogantes. \u00bfAd\u00f3nde ir\u00eda tanta gente? \u00bfQu\u00e9 tierra prometida les aguardaba? \u00bfQui\u00e9nes eran? \u00bfPor qu\u00e9 la prisa les imped\u00eda mirar a la cuneta? \u00bfPor qu\u00e9 no lo ve\u00edan? \u00bfSer\u00edan ciegos? No perd\u00eda nada por preguntar, si acaso ganar\u00eda una respuesta. Algunos m\u00e1s sensibilizados le explicaron brevemente. Le dijeron que estaba pasando Jes\u00fas el Nazareno. Si era \u00e9ste el que pasaba, el ciego pod\u00eda esperar. Seguro que no pasar\u00eda de largo. Entonces empez\u00f3 a dar voces. La informaci\u00f3n le hab\u00eda aclarado la garganta. El ciego se anim\u00f3 y pidi\u00f3 justicia. El camino era tan ancho que cab\u00edan todos. Y si no lo fuera, \u00bfqu\u00e9 costaba estrecharse un poco para que entrase uno m\u00e1s? \u00bfPod\u00eda permitirse que alguien, por muy ciego que fuera, tuviese que sobrevivir entre los matojos de la cuneta?
\n 
\nTen\u00edan mucha prisa los que iban delante. No es que vayamos a decir que eran unos aprovechados ego\u00edstas, ni vayamos a pensar que quer\u00edan llegar los primeros para coger la mejor sombra de la palmera m\u00e1s frondosa, ni vayamos a criticar que fueran \u00e1giles y avispados. Dios nos libre. Es que quiz\u00e1 no se dieron cuenta de que hab\u00eda mucho rezagado. Ellos iban delante e ignoraban lo que hab\u00eda detr\u00e1s. Posiblemente, alguno se dio cuenta, y es hasta probable que alguno se dijese que no merec\u00eda frenar por causa de los renqueantes. Alguno pudo encontrar argumentos sensatos y de alta conveniencia: que cada persona tiene posibilidades para llegar por s\u00ed misma; que los que vengan detr\u00e1s que arreen… Los que iban delante, siguieron delante. Eran \u00e9stos, los que iban delante, los que rega\u00f1aban al ciego. El pobre mendigo era la nota discordante que desafina en la caravana en fiesta. Ellos le rega\u00f1an; ellos son los que saben, los que corrigen, los que condenan a un hombre ciego, porque es pobre y adem\u00e1s grita. Ellos lo saben todo y rega\u00f1an. Quer\u00edan que se callara, porque adem\u00e1s de ser inoportuno, era impertinente. Los que acallaban al ciego eran los mismos acompa\u00f1antes de Jes\u00fas, que iban delante. \u00bfQu\u00e9 hacemos con los ciegos? \u00bfLes imponemos silencio o los animamos a que griten m\u00e1s fuerte? \u00bfLes ayudamos a que griten con sentido? \u00bfGritamos con ellos? \u00bfSeguimos gritando cuando ellos ya est\u00e1n af\u00f3nicos? \u00bfEspabilamos a los que ni siquiera se dan cuenta de que se puede gritar? Los que iban delante quisieron acallar al ciego, pero \u00e9l gritaba mucho m\u00e1s.
\n 
\nJes\u00fas dirigi\u00f3 la palabra al ciego cuando lo tuvo cerca. Desde lejos no se puede. La compasi\u00f3n empieza acerc\u00e1ndose. No se saca a nadie de la cuneta desde los despachos o desde los p\u00falpitos; para sacar al ciego de la cuneta, alguien tiene que mancharse de barro y pincharse en los matojos. Algunos vuelven de la cuneta como unos crucificados. Desde los despachos se puede argumentar aquello de ense\u00f1ar a pescar (se duda si dar la ca\u00f1a). pero no dar el pescado, porque se crean dependientes y perezosos. Afortunadamente, aparecen algunos so\u00f1adores, que no tienen despacho ni p\u00falpito (y si lo tienen, de bastante poco les sirve) y van, y se meten en la cuneta, porque saben que sin salir de all\u00ed no hay criatura que pueda patear el camino. Una vez en \u00e9l, ser\u00e1 posible encontrar un hombro para apoyarse. Los que fueron capaces de atravesar la cuneta de ida y vuelta se suelen quedar en la caravana. Desde fuera no se puede salvar a nadie. Hasta es posible que desde lejos no puede salvarse nadie.
\n 
\nJes\u00fas no s\u00f3lo contempla al que aguarda en la cuneta sino que le pregunta, es decir, investiga, se entera, hace un estudio de la realidad para dar una respuesta adecuada. No le pregunta la edad, ni el n\u00famero del carn\u00e9 de identidad, ni d\u00f3nde vive, ni a qu\u00e9 sinagoga pertenece. S\u00f3lo le pregunta: \u00bfqu\u00e9 quieres que haga por ti? A veces nos pierde la suficiencia; por no investigar, ni escuchar, damos al ciego lo que no necesita. Jes\u00fas es muy sutil, y le pregunta: \u00bfqu\u00e9 quieres que haga por ti? No dice qu\u00e9 quieres que te d\u00e9 o qu\u00e9 quieres que te diga, sino qu\u00e9 quieres que haga. Y es que el amor inquieta y moviliza. El ciego quiere ver otra vez. Sabe lo que quiere, no duda. Ya est\u00e1, pues, a punto de ver. Quiere ver otra vez., lo que significa que hab\u00eda visto antes, y pide volver a la primera dignidad. Si el servicio cristiano mantiene al ciego a oscuras, no hace sino hundirle m\u00e1s en la tiniebla. Si por el contrario, le acompa\u00f1a en la b\u00fasqueda hasta que sepa lo que quiere, est\u00e1 realizando el milagro de dar vista a los ciegos.
\n 
\nEl ciego Bartimeo recobr\u00f3 la vista. Su fe lo hab\u00eda curado. Hay que tener fe para seguir insistiendo; hay que creer de verdad en uno mismo y en las posibilidades de cambio. \u00bfPor qu\u00e9 ha de ser todo siempre igual? Con fe persistente y a prueba de contrariedades, aunque pasen los de delante con su jolgorio, el pobre espera la desaparici\u00f3n de la cuneta. Un d\u00eda todo ser\u00e1 camino. El ciego recobr\u00f3 la vista y sigui\u00f3 a Jes\u00fas por el camino. En esto consisti\u00f3 la curaci\u00f3n, en que el ciego abandon\u00f3 la cuneta, dej\u00f3 de estar a la vera del camino y fue asumido por la caravana. Al hacerse part\u00edcipe de la historia, dej\u00f3 de ser marginado. De nada sirve mantener al ciego ilusionado, pero en la cuneta; de nada vale que el ciego aprenda a gritar, pero no se le permita salir de la cuneta. Lo importante es unirse a la marcha.
\n 
\n 
\nUn hombre bajaba de Jerusal\u00e9n a Jeric\u00f3 (Lc 10,25-37)<\/em>
\n 
\nUnos bandidos lo hab\u00edan asaltado y hab\u00edan huido despu\u00e9s de desnudarlo y apalearlo. Por all\u00ed pasaba mucha gente; el que no peregrinaba, iba de negocios. Aquel camino, que atravesaba el desierto, hab\u00eda de recorrerse con precauci\u00f3n. En las guaridas de sus profundos\u00a0wadis<\/em>\u00a0se refugiaban bandidos y salteadores que estaban al acecho de solitarios y despistados. All\u00ed asaltaron a un hombre que pasaba; qued\u00f3 tendido en la cuneta, pero nadie repar\u00f3 en \u00e9l. No es que tuvieran mala voluntad los que pasaron de largo, no; es que no lo miraron y, si acaso lo vieron, creyeron que era uno de esos vagabundos que duermen donde les alcanza el sue\u00f1o. S\u00f3lo uno de los transe\u00fantes, el que menos pod\u00eda pensarse, se acerc\u00f3 y le vend\u00f3 las heridas. Era uno que iba fij\u00e1ndose atentamente. Y se acerc\u00f3. Algunos vieron al hombre tirado, pero s\u00f3lo uno mir\u00f3 las heridas y se acerc\u00f3. Los otros ni siquiera se dieron cuenta, ten\u00edan mucha prisa, les urg\u00edan asuntos important\u00edsimos en el oasis de la abundancia. As\u00ed es que el samaritano, al que llamamos\u00a0bueno<\/em>\u00a0como pod\u00edamos llamar\u00a0misericordioso,<\/em>\u00a0mir\u00f3, escuch\u00f3 el lamento del herido, se detuvo para informarse, se le conmovieron las entra\u00f1as y dio la inmediata y adecuada respuesta. De nada sirve mirar y despedirse.
\n 
\nEl samaritano bueno de la par\u00e1bola, y Jes\u00fas y su caravana al encontrarse con el ciego, llevaban caminos encontrados: el uno ven\u00eda de Jerusal\u00e9n; los otros iban a la santa ciudad. Ambos se vieron obligados a atravesar el desierto, ambos necesitaban repostar en el oasis. El hombre bueno ven\u00eda de la gran ciudad rebosante de posibilidades, donde estaba el templo y los tribunales, corr\u00eda el dinero y las influencias, ejercitaban su poder los sabios y los sumos sacerdotes. Jes\u00fas y los suyos, sin embargo, ven\u00edan de la nada del desierto, donde el vac\u00edo les hab\u00eda derribado todas las pretensiones excesivas. Ambos necesitaban de la familiaridad del oasis. Y no hay mejor reposo del coraz\u00f3n que el albergue de la misericordia. En el camino fueron pr\u00f3jimos, porque todos los caminos nos igualan.
\n 
\nEl samaritano \u00abiba de viaje\u00bb, como Jes\u00fas y sus acompa\u00f1antes. Parece que esa es una condici\u00f3n indispensable para ser samaritano bueno y para ser caravana misericordiosa: estar en movimiento, en camino, de viaje. Parados y quietos no se llega a ninguna parte, ni se descubre a nadie desnudo y apaleado o ciego. Lo que importa es estar de camino. La comunidad misericordiosa significa, pues, en primer lugar, que es una comunidad en movimiento, que recorre los caminos, que se hace pr\u00f3xima y conoce a los dem\u00e1s viajeros, a los que le une la b\u00fasqueda del sentido de la vida y de la muerte; en el acoger y compartir, se identifica y encuentra la direcci\u00f3n de su servicio al reino de la fraternidad y justicia. Al mismo tiempo, hace la experiencia de Dios en la historia de los hombres, algunos de los cuales se encuentran invidentes, desnudos, molidos a palos y, encima, en la cuneta. La par\u00e1bola dise\u00f1a un programa sobre el modo como los seguidores de Jes\u00fas deben situarse en el mundo. Las pautas que han de seguir son las mismas que sigue el samaritano bueno a las puertas de Jeric\u00f3: lleg\u00f3 a donde estaba el herido, lo vio, sinti\u00f3 l\u00e1stima, se le acerc\u00f3, le vend\u00f3 las heridas, lo mont\u00f3 en su cabalgadura, lo llev\u00f3 a una posada y lo cuid\u00f3. La descripci\u00f3n es muy completa y hasta detallista. En ella puede reflejarse el talante que ha de informar la pr\u00e1ctica misericordiosa de la caravana: ser una comunidad contemplativa y comprometida.
\n 
\n 
\nUn hombre bajito…<\/em>
\n 
\nse hab\u00eda subido a una higuera loca para ver a Jes\u00fas cuando \u00e9ste atravesaba Jeric\u00f3 (Lc 19,1-10). Jes\u00fas acababa de derrochar misericordia con el ciego de la cuneta, pero a\u00fan le sobraba para regalarla en el oasis. Al ver encaramado al hombre bajito, le pidi\u00f3 que se bajase de all\u00ed, no fuera a caerse. Aquel hombre baj\u00f3 lo m\u00e1s deprisa que pudo, atropelladamente quiz\u00e1, acaso con alguna rozadura en la pantorrilla. \u00bfQui\u00e9n pod\u00eda negarse a bajar de la suficiencia altiva del \u00e1rbol, tras aquella provocadora invitaci\u00f3n? Cuando estaba en el suelo, Jes\u00fas entendi\u00f3 por qu\u00e9 se hab\u00eda encaramado al \u00e1rbol. Se trataba de un hombre bajito que se llamaba Zaqueo. Y no es que ser bajito fuera un desprop\u00f3sito, aunque podr\u00eda servir a algunos para la burla y la \u00e1cida iron\u00eda, sino que era una dificultad para ver la caravana que pasaba. Era un hombre corto de estatura y no se ajustaba a los c\u00e1nones de la buena imagen exigidos para hombres de su condici\u00f3n. Pero era bajito, a su pesar, y sin remedio. Cuando Jes\u00fas lo tuvo a tiro de conversaci\u00f3n, habl\u00f3 con \u00e9l y quedaron en verse m\u00e1s despacio. As\u00ed es que se citaron en casa de Zaqueo, sabiendo el Maestro que la casa ense\u00f1a mucho de uno, para comer juntos y hablar largo y tendido. Porque sentarse a la misma mesa y compartir los alimentos es algo fundamental para conocerse y sobre todo para amarse. A lo largo de la conversaci\u00f3n, Jes\u00fas se enter\u00f3 de que el tal Zaqueo era jefe de los recaudadores, y hombre muy rico. Era de esas personas odiadas por el pueblo, considerado pecador p\u00fablico, que estrujaba el bolsillo de los pobres, aumentando caprichosamente las tasas impuestas por la autoridad for\u00e1nea. Jes\u00fas era muy atrevido al entrar en esa casa y sentarse a la mesa de tan mala persona, seg\u00fan dec\u00edan los malpensantes. Pero Jes\u00fas era paciente y osado. Desnud\u00f3 con su mirada el coraz\u00f3n de aquel hombre, que no pudo sino sincerarse y comprometerse a compartir sus bienes y restituir con creces lo robado.
\n 
\nNo deja de ser sorprendente que un hombre tan rico, por bajito que fuera, se encaramase a un \u00e1rbol, por interesante que apareciera la fiesta de la caravana que pasaba. Parece que no estaba loco, aunque fuese una locura trepar hasta las ramas. All\u00e1 en lo alto, se sentir\u00eda protegido por la sombra y por el cielo, del que estaba m\u00e1s pr\u00f3ximo. Porque eso es subirse a un \u00e1rbol, participar de la locura del vuelo, desentenderse de lo rastrero de esta tierra, ascender a los \u00e1mbitos de la enso\u00f1aci\u00f3n. Esta es la paradoja: un rico bajito que sue\u00f1a, que se desprende de lo terreno, que menosprecia la buena imagen y la apariencia y se olvida de guardar las buenas formas sociales establecidas. Parece que no le importa demasiado lo que digan las gentes de su clase ni sus enemigos. Pero lo mismo que sube al \u00e1rbol, es capaz de bajar. Parec\u00eda como si se hubiese ca\u00eddo de un \u00e1rbol, como un ingenuo, como una fruta madura. Para caer, necesit\u00f3 apenas un soplo, el soplo de la misericordia.
\n 
\nComo ocurri\u00f3 con el ciego o con el herido del camino, Jes\u00fas procedi\u00f3 con su acostumbrada estrategia: mir\u00f3 a Zaqueo, se detuvo, lo escuch\u00f3 y dio la adecuada respuesta. Al ciego de la cuneta, la gente le impon\u00eda silencio; al malherido del camino, la gente lo ignora; a Zaqueo, la gente le impide ver a Jes\u00fas. \u00bfQu\u00e9 nos ocurre? \u00bfPor qu\u00e9 somos un obst\u00e1culo en el camino de los que quieren ver? Probablemente el Gu\u00eda de la caravana ten\u00eda un camino m\u00e1s corto para atravesar el oasis, pero una corazonada lo impuls\u00f3 a dar un rodeo, porque present\u00eda que Zaqueo lo estaba esperando encaramado a un sic\u00f3moro. La autoinvitaci\u00f3n de Jes\u00fas le cay\u00f3 muy bien al rico y lo recibi\u00f3 muy contento. Zaqueo se puso en pie para hacer su prop\u00f3sito de enmienda, lo que significa que se trat\u00f3 de una solemne y formal declaraci\u00f3n; de pie, dispuesto a ponerse a caminar, como hizo el ciego mendicante. Jes\u00fas declar\u00f3 dando su adecuada respuesta: \u00abHoy ha llegado la salvaci\u00f3n a esta casa\u00bb.
\n 
\n 
\n\u00bfTienen algo que hacer Jes\u00fas y sus acompa\u00f1antes en el oasis?<\/em>
\n 
\n\u00bfAcaso no concentra el oasis un c\u00famulo de negaciones que hacen imperceptible el amor que Dios nos tiene? Parece que, precisamente por eso, la caravana de los que acompa\u00f1an a Jes\u00fas tiene una funci\u00f3n que cumplir en la ciudad de la abundancia.
\n 
\nq\u00a0Caminos ineludibles de la comunidad cristiana<\/strong>
\nHa de ponerse con urgencia a recorrer el desierto del mundo, abrir nuevas sendas, participar de las auroras y de las tinieblas de los hombres, buscar a Dios, s\u00ed, buscar a Dios, porque nadie lo encuentra de una vez por todas, nadie cree de una vez por todas; hacer la experiencia de Su cercan\u00eda y proponerlo a los hombres de hoy de una forma nueva. Para llegar a las fuentes de la revelaci\u00f3n, el profeta El\u00edas hubo de atravesar el desierto. Su llegada al monte fue dram\u00e1tica. Era un hombre roto que iba a llorar en la soledad. El\u00edas tom\u00f3 conciencia de su fragilidad, asumi\u00f3 que era hombre y no Dios, conoci\u00f3 sus limitaciones y carencias, y dej\u00f3 as\u00ed limpio el desierto de su coraz\u00f3n para que Dios lo habitara. Para poder anunciar al Dios vivo, hubo de re-nacer en el desierto. Acurrucado en una cueva, not\u00f3 el paso de Dios que ven\u00eda a visitarlo. Despu\u00e9s de esta experiencia, El\u00edas se convirti\u00f3 en un hombre nuevo rozado por lo inefable. Su respuesta la concentr\u00f3 en un expresivo grito: \u00ab\u00a1Vive Dios, en cuya presencia estoy!\u00bb. Una vez que encontr\u00f3 a Dios, o se dej\u00f3 encontrar, el profeta no alcanz\u00f3 las delicias del para\u00edso, sino que hubo de desandar el camino hacia el desierto de Damasco, para anunciar a su pueblo que Dios est\u00e1 vivo y no se desentiende de los hombres . De la misma manera que recorri\u00f3 el desierto para encontrar a Dios, tuvo que desandarlo para encontrar a los hombres, y revelarles a Dios con signos de misericordia. El hombre tocado por el soplo de Dios fue reconocido entonces como \u00abprotector de los pobres\u00bb.
\n 
\nAl profeta no le sirvieron las viejas formas, ni los viejos m\u00e9todos, porque Dios es siempre nuevo y no est\u00e1 ajeno a los nuevos caminos de los hombres. A la Iglesia, como a El\u00edas, no le basta con negar la realidad evidente que tiene ante los ojos, sino asumirla, acoger, dialogar, participar en las b\u00fasquedas del hombre, caminar en los nuevos caminos, rectificar el rumbo cuando se desoriente en la b\u00fasqueda y reconocer con sinceridad que no hay m\u00e1s Dios que Dios y que todos, todos somos peregrinos. Como el profeta, la Iglesia ha de subir al Horeb. Anclarse en el pasado es perderse el futuro, y el Dios que conocimos ayer no ser\u00e1 exactamente el mismo que se nos revelar\u00e1 ma\u00f1ana. Dios es un Dios vivo, sorprendente y sorpresivo. La Iglesia es la buscadora de Dios en el fragor de la ciudad, y no ha de instalarse en el para\u00edso de las verdades, las seguridades y la complacencia, sino adentrarse en el desierto y el oasis del mundo am\u00e1ndolo, porque s\u00f3lo el amor redime.
\n 
\nq\u00a0Talante de la comunidad cristiana<\/strong>
\nEste es el talante de la comunidad: ser contemplativa en el ruido<\/em>. Y esto requiere:
\n 
\n\u00a1\u00a0Tener los ojos limpios y abiertos para mirar amorosamente la realidad y admirarse de lo que encierra. Una mirada profunda, que se dirige al centro de las cosas y los acontecimientos, m\u00e1s all\u00e1 de las apariencias. Para mirar bien hay que acercarse respetuosamente, sin deseos de dominio. El ciego, el herido y el hombre bajito est\u00e1n ah\u00ed: se pueden ver sin un gran esfuerzo.
\n\u00a1\u00a0Escuchar los sonidos de la vida que laten en cada cosa, y los clamores de los hombres, especialmente de los pobres, a trav\u00e9s de los cuales frecuentemente llega la voz de Dios. Escuchar para entablar un respetuoso di\u00e1logo, \u00absin deseos obsesivos de posesi\u00f3n\u00bb.
\n\u00a1\u00a0Detenerse pausadamente ante lo visto y o\u00eddo, y no pasar de largo sin entenderlo y sin solidarizarse. El herido del camino fue atendido porque el samaritano se detuvo; las heridas no se curan con mando a distancia. Jes\u00fas atendi\u00f3 al ciego \u00abcuando lo tuvo cerca\u00bb, y se detuvo bajo el sicomoro hasta que baj\u00f3 Zaqueo.
\n\u00a1\u00a0Detectar la presencia de Dios y experimentarlo en la realidad que se mira y en la historia cotidiana. Acoger a Dios, que se muestra cercano y gratuito, dejando que su palabra ilumine, juzgue y redima la realidad cargada de esperanza. \u00bfNo estaba Dios acaso en el herido y en el ciego, en el renqueante de la caravana y en el que ya no ten\u00eda ni ganas de llegar al oasis?
\n\u00a1\u00a0Amar lo que se ha descubierto, buscar la respuesta adecuada y coherente a lo que demandan las cosas, los hombres y Dios. Porque, \u00bfc\u00f3mo se puede cuidar misericordiosa y gratuitamente al herido, o dar luz a unos ojos o darle la vuelta a un coraz\u00f3n si no hay una pizca de amor?
\n 
\nCuando la caravana de Jes\u00fas peregrina con actitud contemplativa, como el samaritano bueno, se hace m\u00e1s humana, es decir, m\u00e1s comprensiva, cercana y acogedora; baja de sus nubes particulares y se reconoce caminante, con los pies manchados por el polvo del desierto; se reconoce pecadora (\u00a1no pasa nada!) y busca perd\u00f3n para sus errores; potencia la finura en la acogida, sin discriminaciones, reduplicando acaso la atenci\u00f3n a los que no tienen sitio en la asamblea de los\u00a0normales<\/em>\u00a0y se sienten extra\u00f1os en la mesa cada d\u00eda menos com\u00fan de la vida. La comunidad se hace m\u00e1s tolerante y, en vez de entornar la puerta, la abre de par en par y hace de su casa com\u00fan un lugar de encuentro, un \u00e1mbito de reposo, una posibilidad de reconciliaci\u00f3n y oferta de perd\u00f3n.
\nCon mirada contemplativa, los que acompa\u00f1an a Jes\u00fas ganan en sensibilidad y se capacitan para disfrutar un s\u00edmbolo y padecer una carencia, para vivir un rito y acoger una miseria. La mirada contemplativa a la realidad nos humaniza, nos descubre a nosotros mismos lo que somos de verdad.
\n 
\nLa caravana se hace m\u00e1s profunda y pasa de las apariencias, porque su mirada es penetrante; descubre a los hombres con sus angustias y esperanzas, y aquilata los juicios antes de emitirlos. Gana en hondura, se hace m\u00e1s reflexiva y fundamenta sus criterios en razones de peso y en una Palabra que da la clave de toda interpretaci\u00f3n. Se hace m\u00e1s dialogante, tanto en sus grupos como con el mundo, que incesantemente interroga y frecuentemente cuestiona las posturas que se creen seguras e intocables. Sin olvidar, como advierte E. S\u00e1bato, que \u00aben el v\u00e9rtigo todo es temible y desaparece el di\u00e1logo entre las personas. Lo que nos decimos son m\u00e1s cifras que palabras, contiene m\u00e1s informaci\u00f3n que novedad. La p\u00e9rdida del di\u00e1logo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer del propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad\u00bb. El ser dialogante no impide a la Iglesia que tenga un esp\u00edritu cr\u00edtico en sus valoraciones y en su observaci\u00f3n de la realidad, pues ni todo es bueno ni todo puede aceptarse como llega; le corresponde hacer una lectura teol\u00f3gica de lo que ocurre y juzgar si lo que ocurre est\u00e1 en conformidad con el plan de Dios. Pero no desprecia la cultura y las nuevas tendencias que aparecen en la sociedad, sino que indaga en los valores que contiene y vive, sin desertar de la vida de ahora, a\u00fan sabiendo que tiene que ser fiel a un proyecto enmarcado en una \u00e9poca. Sabe comprometerse desde su propia identidad para colaborar en la implantaci\u00f3n del Reino en la historia.
\n 
\nLa actitud contemplativa hace a la comunidad m\u00e1s creyente, m\u00e1s centrada en Jesucristo, pendiente del evangelio y buscadora de los signos de Dios en la vida. Se hace m\u00e1s orante y celebrativa, porque en el encuentro con Dios transciende lo visto y o\u00eddo, y se deja iluminar por la luz de su presencia; celebra lo que vive o lo que intenta vivir, y comparte fraternalmente la liberaci\u00f3n gratuita. Vive una espiritualidad encarnada, siguiendo las huellas del Maestro, que \u00abpas\u00f3 haciendo el bien\u00bb. Por eso se centra en el amor, del que tiene sobrada experiencia y del que ha recibido abundantes pruebas, y se dispone a hacer visible el amor que Dios nos tiene.
\nY como la experiencia contemplativa moviliza, pues la caravana va por ah\u00ed dando esperanza, acogiendo a los desnudos, apaleados, ciegos y despistados, denunciando a los\u00a0bandidos<\/em>\u00a0que asaltan por los caminos, anunciando el Reino de Dios y se\u00f1alando los signos de su presencia. Va por ah\u00ed ensalzando la fuerza de lo d\u00e9bil y avisando que el asfalto puede convertirse r\u00e1pidamente en un jard\u00edn, porque ya se han visto algunas flores en las alcantarillas.
\n 
\n 
\nComo vamos en la caravana y vivimos el drama del camino,<\/em>
\npodemos identificarnos con el malherido,<\/em>
\n 
\nsentir el escozor de los hematomas y, sobre todo, padecer la humillaci\u00f3n a que ha sido sometido por los salteadores y el abandono en que lo han dejado los transe\u00fantes, que no se dignaron pararse ni echarle un vistazo. En el camino de Jeric\u00f3, no hemos visto reconocida nuestra dignidad y nos duelen m\u00e1s las heridas del desprecio que los moratones de la paliza. Pues los que pasan no est\u00e1n heridos, son autosuficientes y no necesitan ayuda, pero nosotros no podemos valernos y necesitamos de la compasi\u00f3n del que cruce. Si la caravana del oasis, si los seguidores de Jes\u00fas tuviesen alguna vez la experiencia del herido del camino, ser\u00edan m\u00e1s misericordiosos y jam\u00e1s pasar\u00edan de largo de ning\u00fan herido…
\nNos ponemos en el lugar del posadero; ponemos atenci\u00f3n en c\u00f3mo acogemos al herido, asumiendo el riesgo del posible reclamo de los salteadores, la calidad y calidez que ponemos en la cura y cuidado del apaleado, el mimo incluso al aplicarle los ung\u00fcentos y al servirle el caldo y las tisanas vigorizadoras. Porque no se cura s\u00f3lo con la medicina sino sobre todo con el cari\u00f1o con que se administra. Si la comunidad de seguidores de Jes\u00fas adem\u00e1s de aplicar ung\u00fcentos los aplicara con delicadeza, otro testimonio dar\u00eda.
\n 
\nNos identificamos incluso con uno de los salteadores. Sentimos la dureza del coraz\u00f3n, la insensibilidad mientras apaleamos, el rebusco inmisericorde de la faltriquera del malherido, la huida veloz despu\u00e9s de haber cometido el latrocinio. Ni siquiera nos duele la conciencia, sino que huimos y gustamos inicuamente lo que otro ha sudado.
\nY no hay que identificarse con aquellos presurosos que pasaron porque no quer\u00edan mancharse con la sangre del inocente, porque quer\u00edan celebrar sus ritos con toda pulcritud… Eso ya lo hacemos. Jes\u00fas no act\u00faa as\u00ed al encontrar al ciego, sentado a la vera del camino, apaleado por muchas indiferencias, asqueado por los desprecios de los bien pertrechados transe\u00fantes, ni con el bajito Zaqueo.
\n 
\nNos podemos identificar con Zaqueo. A causa de nuestra baja estatura, lo vemos todo grande y desproporcionado. Nuestro sino es mirar hacia arriba; dif\u00edcilmente podemos mirar a los ojos del que tenemos delante, a no ser que \u00e9l nos conceda el honor de agacharse. Los dem\u00e1s nos ven m\u00e1s peque\u00f1os de lo que somos, y nosotros los vemos m\u00e1s grandes de lo que son. Es una cuesti\u00f3n de perspectiva. Nunca aprendimos a mirar a los dem\u00e1s de igual a igual. Maldecimos ser bajitos, y nos proponemos suplir esta pretendida deficiencia mont\u00e1ndonos en zancos artificiales que nos proporcionen reconocimiento. Pero no nos sirve. Jes\u00fas se fija, nos mira amorosamente; \u00e9l siempre prefiere lo peque\u00f1o, y nosotros tenemos diminuto el cuerpo y el coraz\u00f3n; por primera vez en la vida, alguien mira desde abajo para vernos.
\n 
\nNos identificamos con la higuera loca. Siempre estuvimos en aquel recodo, formando parte del paisaje cotidiano del oasis. Nos sabemos todas las historias contadas al amparo de nuestra sombra, conocemos a todos los habituales transe\u00fantes y alguna vez vimos pasar apresurado a un tal Zaqueo, un hombre rico, bajito y regordete. En nuestras ramas pernoctan numerosos gorrioncillos y alg\u00fan que otro vencejo despistado. Acogemos a todos los visitantes y hasta las hormigas se acomodan en nuestras hojas. Regalamos nuestros golosos frutos a p\u00e1jaros y transe\u00fantes. Tenemos las ra\u00edces oscuras, llenas de noche, y la copa iluminada, transida de luz. Higuera loca y sabia: participa de la tierra y del cielo, de la luz y del aire, del agua y del perfume. Nada se le escapa. Desde nuestra altura vemos el pesado arrastrar los pies de los humanos, as\u00ed como las aspiraciones de sus sue\u00f1os. Tenemos a punto la rama resistente, que soporte el peso del bajito y regordete Zaqueo. Somos un sufrido sicomoro que aguanta todas las medidas. Es nuestro honor ver pasar al Maestro sin ponernos de puntillas, le ofrecemos sombra y frescura y, de paso, aupamos a los bajitos para que puedan ver. Ya nadie puede decir que no ve porque los m\u00e1s altos le impiden la visi\u00f3n.
\n 
\nNos identificamos con el coraz\u00f3n de Zaqueo, que est\u00e1 removiendo las mejores intenciones. Estamos a punto de convertirnos. Sentimos que se derrumba el mundo al que est\u00e1bamos habituados y estamos dispuestos a darnos la vuelta; porque si hasta ahora le d\u00e1bamos la espalda a Dios, ahora estamos decididos a darle la cara. Eso es convertirse: ponerte frente a Jes\u00fas, cara a cara, en nuestra misma casa, sentados a la misma mesa. Al mirarlo, nos hemos visto; al vernos, queremos compartir; al compartir, crecemos a la altura de nuestra dignidad.
\nEstamos divisando Jeric\u00f3, la ciudad de la misericordia, pero \u00e9ste no es el t\u00e9rmino de nuestro viaje. Nos queda desierto por recorrer y alguna tarea pendiente: dejar abiertos los sepulcros de las cunetas.\u00a0\u00a1<\/p>\n

Antonio Cano Moya<\/h6>\n

estudios@misionjoven.org[\/vc_column_text][\/vc_column][\/vc_row]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

[vc_row][vc_column][vc_column_text]PIE AUTOR Antonio Cano Moya\u00a0es sacerdote diocesano y desarrolla su actividad pastoral en la Parroquia \u00abSan Juan M\u00aa Vianney\u00bb de Madrid.   S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO Anunciar la \u00abBuena Noticia\u00bb en la ciudad, en la aproximaci\u00f3n simb\u00f3lica y narrativa que hace el autor a esta tem\u00e1tica, guarda una estrecha relaci\u00f3n con el desierto. Camino de Jeric\u00f3, […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[122,547,548,94],"tags":[],"class_list":["post-11824","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-2000-mision-joven-2","category-antonio-cano-moya","category-estudios-287","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11824","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=11824"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/11824\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=11824"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=11824"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=11824"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}