{"id":12671,"date":"1997-09-01T11:16:21","date_gmt":"1997-09-01T09:16:21","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=12671"},"modified":"1997-09-01T11:16:21","modified_gmt":"1997-09-01T09:16:21","slug":"la-fe-en-el-laberinto-de-los-deseos-2","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/la-fe-en-el-laberinto-de-los-deseos-2\/","title":{"rendered":"La fe en el laberinto de los deseos"},"content":{"rendered":"

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Carlos Dom\u00ednguez Morano<\/strong>\u00a0es profesor de la Facultad de Teolog\u00eda de Granada.<\/em>
\n\u00a0<\/em><\/p>\n

S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/h3>\n

La fe religiosa est\u00e1 \u00edntimamente implicada en el mundo de los deseos. En este art\u00edculo se nos presentan \u201clos ejes fundamentales por los que la fe puede discurrir para su maduraci\u00f3n y crecimiento o para sus extrav\u00edos b\u00e1sicos\u201d en el laberinto de los deseos. Con tal objetivo, el autor analiza c\u00f3mo \u201cla fe nace en el seno del deseo\u201d, en estrecha relaci\u00f3n con las experiencias fundamentales de amor de protecci\u00f3n, de contacto y de comunicaci\u00f3n. En esas experiencias encontramos precisamente c\u00f3mo, para acceder de verdad al deseo y al reconocimiento de la alteridad, es necesaria la\u00a0\u00abseparaci\u00f3n\u00bb: \u201c en la experiencia de fe existe el enorme riesgo de confundir a Dios con el seno de una madre imaginaria a la que, de hecho, nunca se renunci\u00f3\u201d. Por eso existe el riesgo de que el deseo sofoque la fe, aunque tambi\u00e9n el contrario de que la fe mate al deseo. Descifrar el laberinto, pasa por una \u201cfe que viene por la palabra\u201d y, con todo, encuentra a Dios a trav\u00e9s del deseo; a un Dios… \u00ab\u00a1Deseante! \u00bb
\n 
\nSon \u00edntimas las relaciones entre la fe y el mundo de los deseos. \u00edntimas y, sin embargo, nada claras ni f\u00e1ciles de comprender y, menos a\u00fan, de evaluar. Porque la fe se encuentra, a es\u00adte nivel, en un aut\u00e9ntico laberinto: son m\u00faltiples las v\u00edas por las que puede deambular con el con\u00adsiguiente riesgo de errar en el camino emprendido. Muchas veces, con el m\u00e1s profundo con\u00advencimiento de encontrarse en la mejor direc\u00adci\u00f3n. Como en todo laberinto, el extrav\u00edo es f\u00e1\u00adcil y, a veces, el resultado de la desorientaci\u00f3n puede resultar fatal \u00bfSer\u00e1 necesario recordar si\u00adtuaciones en las que las creencias religiosas con\u00addujeron a todo tipo de alienaci\u00f3n e incluso de destrucci\u00f3n total? A\u00fan est\u00e1 reciente en la me\u00admoria de todos los suicidios colectivos de los que extraviaron su fe en un curioso mundo de deseos que circulaba por las v\u00edas del\u00a0Internet\u00a0<\/em>a la b\u00fasqueda de un cometa fugaz.
\nSin llegar a estos extremos, el mundo de los deseos puede convertirse, en efecto, en un la\u00adberinto en el que el enga\u00f1o puede imponerse f\u00e1cil y subrepticiamente. En la multiplicidad de v\u00edas a seguir, podemos dar por v\u00e1lida y verda\u00addera la que no constituye sino una aut\u00e9ntica encerrona y callej\u00f3n sin salida. Todo ello sin conciencia. Creyendo estar en el mejor punto de partida y disposici\u00f3n interior para llegar a la meta.
\nPocas dimensiones de la existencia poseen tales implicaciones con el mundo del deseo. De ah\u00ed, que la fe religiosa sea capaz de originar una serie de comportamientos y actitudes de un di\u00adnamismo y calibre como pocas otras dimensio\u00adnes de la vida. Para lo mejor y para lo peor. Po\u00adcas haza\u00f1as se han podido realizar como las que se han llevado a cabo en nombre de la re\u00adligi\u00f3n. Francisco Javier muere a las puertas de China impulsado por el deseo de conquistar pa\u00adra su Dios todo un continente. No es f\u00e1cil encon\u00adtrar polarizaciones vitales de tanta intensidad. Teresa de \u00c1vila\u00a0muere porque no muere,<\/em>\u00a0en su anhelo m\u00e1s profundo de encontrarse con el ob\u00adjeto de su creencia Tampoco encontramos en otros campos ofrendas de s\u00ed mismo como se han podido efectuar en los altares de la religi\u00f3n: aztecas sacrificados a sus dioses, cristianos que aceptan ser ofrecidos a los leones antes de apostatar de su Dios. Negaci\u00f3n de s\u00ed en una as\u00adc\u00e9tica feroz que, como san Jer\u00f3nimo, empuja a revolcarse desnudo sobre las zarzas, o, incluso, a la mutilaci\u00f3n de sus cuerpos, como en el ca\u00adso de Or\u00edgenes y tantos otros.
\nSi se trata de combatir y luchar por la causa, pocas batallas como las que la religi\u00f3n ha pro\u00adpulsado; habiendo de tener en cuenta, ade\u00adm\u00e1s, que otro cualquier tipo de batalla se exa\u00adcerba y dinamiza con una intensidad muy par\u00adticular cuando la religi\u00f3n se presenta como par\u00adte de su causa. Savonarola o Jomeini prendie\u00adron hogueras capaces de acabar con todo lo que, desde su pasi\u00f3n religiosa, era considera\u00addo extrav\u00edo en el discurrir de la fe. Probable\u00admente, ninguna otra instituci\u00f3n social cuenta con el potencial de deseos que anima y en\u00adciende a la experiencia religiosa. En pocos te\u00adrrenos la pasi\u00f3n, el fervor, el entusiasmo, el fa\u00adnatismo, la compasi\u00f3n, la violencia, etc., han podido jugar con la intensidad con la que lo ha\u00adce en el campo de la religi\u00f3n. De ah\u00ed, su enor\u00adme potencial liberador y su tremenda capaci\u00addad tambi\u00e9n para la destrucci\u00f3n. El deseo, en su multiplicidad de derivaciones, constituye la energ\u00eda b\u00e1sica por la que la fe aut\u00e9nticamente (y hay que reconocer en sentidos muy diversos)\u00a0mueve monta\u00f1as.<\/em>
\nNo se trata, por lo dem\u00e1s, de una cuesti\u00f3n de un pasado hist\u00f3rico, ya apaciguado y ca\u00adduco. El poder y progresiva propagaci\u00f3n de determinadas sectas religiosas, las manifesta\u00adciones sagradas que se advierten f\u00e1cilmente en la\u00a0New Age,<\/em>\u00a0los nuevos fundamentalismos de las grandes religiones monote\u00edstas, todo hace pensar que, a pesar de la tan cacareada secularizaci\u00f3n de nuestro mundo, la religi\u00f3n constituye a\u00fan un poder de una intensidad na\u00adda despreciable. El deseo est\u00e1 ah\u00ed proporcio\u00adn\u00e1ndole su motor m\u00e1s en\u00e9rgico y poderoso. Veamos de qu\u00e9 forma se transmuta en religi\u00f3n y cu\u00e1les son las principales v\u00edas por las que puede extraviarse.
\nTendremos que remontarnos a los or\u00edgenes mismos de nuestra vida. All\u00ed donde el deseo jug\u00f3 un papel esencial para nuestra misma ve\u00adnida al mundo. Porque, como vamos a ver, la manera en la que el deseo jug\u00f3, antes mismo de nuestro nacimiento marcar\u00e1 ya, de entra\u00adda, parte del juego que se va a desarrollar en nuestra vida entre la fe y el mundo de nuestros anhelos m\u00e1s particulares.
\n <\/p>\n

    \n
  1. La fe nace en el seno del deseo<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

    De alguna manera se podr\u00eda afirmar, al menos desde una perspectiva psicol\u00f3gica, que el deseo se presenta como madre de la\u00a0fe. No\u00a0s\u00f3lo porque el deseo jug\u00f3 de una manera u otra en nuestra concepci\u00f3n y venida al mundo. Sino, de modo m\u00e1s importante, porque el deseo, en su amplitud que desborda los avatares de la pro\u00adcreaci\u00f3n, estuvo all\u00ed para acogemos en nuestra venida a la existencia y recibimos en unos bra\u00adzos que iban a configurar de modo fundamen\u00adtal nuestra primera relaci\u00f3n con la vida y el mun\u00addo. Tambi\u00e9n con la creencia religiosa.
    \nCreer significa, entre otras cosas, poseer una confianza b\u00e1sica en la vida. Contar con una cer\u00adteza, no demostrable, de que la vida y el mun\u00addo, poseen un sentido, una l\u00f3gica y una finali\u00addad, por complicada que a veces nos resulte comprenderla. Desde las dudas y perplejida\u00addes, atravesando a veces \u00abnoches oscuras\u00bb, desde la rabia apenas contenida en las que nos encontramos como el viejo y sabio Job, creer significa que, de un modo u otro, nos sentimos , fundados, protegidos, preservados. Creer sig\u00adnifica que podemos pedir porque recibiremos, buscar porque encontraremos, llamar porque se nos abrir\u00e1 (Mt 7,7). Creer conlleva que podemos\u00a0estar apurados pero no desesperados, acosados pero no abandonados\u00a0<\/em>(2Cor 4,9). En definitiva, por recurrir al t\u00e9rmino que quiz\u00e1s cualifique me\u00adjor que ning\u00fan otro la esencia de la religi\u00f3n, por la creencia, nos sentimos\u00a0\u00absalvados\u00bb,<\/em>\u00a0sea cual sea el modo en el que queremos entender esa salvaci\u00f3n. Creer, significa de un modo muy fundamental, poseer una certeza de que pase lo que pase, al final no nos hundiremos en un pozo sin fondo; sino que, finalmente, seremos sostenidos y protegidos.
    \nPero para poder experimentar ese sentimien\u00adto, nuclear en toda vivencia de\u00a0fe,\u00a0de ser ama\u00addo antes mismo de haber podido amar (Dios nos am\u00f3 primero:<\/em>\u00a0Jn 1,7,10); de que somos
    \nm\u00e1s importantes que los gorriones del cielo o los lirios del campo (Mt 6,28-29); para todo ello, es necesario haber tenido previamente ese mismo tipo de experiencia en los momentos mismos en los que nos abr\u00edamos a la realidad del mundo, en los que comenz\u00e1bamos a tener los primeros contactos con la vida y en los que nos constitu\u00edamos como sujetos humanos[1]<\/a>.
    \nLa psicolog\u00eda de la religi\u00f3n ha mostrado fe\u00adhacientemente que la experiencia religiosa dif\u00ed\u00adcilmente puede surgir donde no se han dado, como condici\u00f3n previa, experiencias fundantes de amor, de protecci\u00f3n, de contacto y comuni\u00adcaci\u00f3n que nos hacen sentimos previamente deseados, amados y protegidos por otros.
    \nEl deseo humano no nace si el deseo de otro no le precede. Porque s\u00f3lo del ser dese\u00adados podemos surgir como seres deseantes. Quien de hecho no fue deseado desde el prin\u00adcipio, quien en su primera infancia no ha teni\u00addo la experiencia de ser realizaci\u00f3n del deseo de sus padres, quien no se ha experimentado a s\u00ed mismo como objeto primordial y sumo va\u00adlor en su primer entorno, dif\u00edcilmente podr\u00e1 sentir que el deseo brota en \u00e9l. Quien no se ha sentido acogido, contenido, abrazado y rega\u00adlado, dif\u00edcilmente podr\u00e1 experimentar en su vi\u00adda que el mundo es bueno, que la vida es un don, que la confianza en los otros es posible. Y si este tipo de experiencias no son dables, dif\u00edcilmente podr\u00e1 surgir un tipo de vivencia como la religiosa que incluye en su n\u00facleo m\u00e1s \u00edntimo un sentimiento b\u00e1sico de confian\u00adza, de resguardo, de creencia y expectativa en la posibilidad de un mundo mejor de lo que hay. Quien no ha experimentado en su pasa\u00addo primero la felicidad de sentirse acogido y respaldado, dif\u00edcilmente podr\u00e1 sentir la espe\u00adranza de un futuro prometedor.
    \nTan s\u00f3lo, en efecto, cuando el\u00a0eros materno<\/em>\u00a0
    [2]<\/a>\u00a0ha proporcionado el sentimiento primero de felicidad, protecci\u00f3n y esa posibilidad de abandono confiado que se deja ver, por ejem\u00adplo, cuando un ni\u00f1o duerme, es posible de adulto entonar con la cabeza y con el coraz\u00f3n un canto que dice\u00a0Refugio m\u00edo, alc\u00e1zar m\u00edo, D\u00edos m\u00edo confi\u00f3\u00a0<\/em>en ti<\/em>… (Salmo 91). Con raz\u00f3n se ha dicho: los santos rezan como los ni\u00f1os duermen. Porque s\u00f3lo desde la confianza b\u00e1\u00adsica infantil que posibilit\u00f3 el dormir abandona\u00addo, se puede experimentar el adulto abando\u00adno en los brazos de un Dios madre y padre.
    \nLa vida, posteriormente, en muchas de sus etapas dejar\u00e1 sentir y ver esa vinculaci\u00f3n \u00ednti\u00adma que existe desde el principio entre la ener\u00adg\u00eda del deseo y la posibilidad de descifrar la existencia en su sentido \u00faltimo trascendente. \u00bfNo hemos podido todos experimentar que en los momentos en los que la vida nos roba las ilusiones o nos golpea sembrando senti\u00admientos de corte depresivo, de soledad, de in\u00adseguridad y desaliento, la fe tambi\u00e9n se hace dif\u00edcil y la esperanza se resquebraja, dejando su voz, en el mejor de los casos, al\u00a0Dios\u00a0<\/em>m\u00edo \u00bfporqu\u00e9 me has abandonado?\u00a0<\/em>cuando no, al silencio y ausencia m\u00e1s absoluta de Dios?
    \nDesde esta relaci\u00f3n \u00edntima entre el mundo del deseo y la creencia habr\u00eda que compren\u00adder tambi\u00e9n lo que sucede en muchas crisis religiosas de la adolescencia y primera juven\u00adtud. No son ajenos a la crisis o al abandono religioso los profundos sentimientos de corte depresivo que en esos momentos de la vida suelen irrumpir en el coraz\u00f3n humano. Es dif\u00ed\u00adcil creer y esperar cuando las entra\u00f1as experi\u00admentan soledad y el alma se ve invadida por sentimientos de perplejidad y desamparo.
    \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

      \n
    1. El deseo nace de la separaci\u00f3n<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

      Ser deseado, amado y protegido consti\u00adtuye, seg\u00fan hemos visto, una condici\u00f3n b\u00e1sica para poder desear y amar a otros. Pero no se accede al deseo y al reconocimiento de la alteridad y, por tanto, a la capacidad de rela\u00adci\u00f3n y de amor, sino a partir de un complejo proceso en el que vamos asumiendo nuestra condici\u00f3n b\u00e1sica de estar constituidos como \u00abseres separados\u00bb[3]<\/a>.<\/h2>\n

      En efecto, en los inicios de nuestra vida so\u00admos una pura aspiraci\u00f3n a la recuperaci\u00f3n de un estado originario fusiona\u00a1, cuya representa\u00adci\u00f3n protot\u00edpica vendr\u00eda dada por la situaci\u00f3n intrauterina. En ella no exist\u00eda lugar para la dis\u00adtancia ni la diferencia. De ese modo, lo que fue realidad f\u00edsica mediada biol\u00f3gicamente el d\u00eda de nuestro nacimiento (la separaci\u00f3n del cuer\u00adpo de la madre) no llegar\u00e1 a ser realidad ple\u00adna, a un nivel ps\u00edquico, sino mucho m\u00e1s tarde. S\u00f3lo cuando se posea la capacidad para asu\u00admir una separaci\u00f3n b\u00e1sica, sin vuelta atr\u00e1s, respecto al imaginario materno.
      \nAs\u00ed, pues, s\u00f3lo mediando un complejo pro\u00adceso, lo que fue la separaci\u00f3n biol\u00f3gica que nos entrega a la vida mediante el parto, se po\u00addr\u00e1 hacer realidad ps\u00edquica, que nos hace su\u00adjetos humanos de pleno derecho. Como en un nuevo parto. Y s\u00f3lo a partir de ah\u00ed, ya como sujetos separados, seremos para siempre y, por ello mismo, permanentemente deseantes.
      \nTodo ello se llevar\u00e1 a cabo mediante la inter\u00advenci\u00f3n de la palabra paterna
      [4]<\/a>. Ella posibilita esa separaci\u00f3n del mundo materno con el que se pretend\u00eda mantener una situaci\u00f3n fusional,\u00a0imposibilitadora de la propia palabra y del pro\u00adpio deseo. Con la pretensi\u00f3n de constituirnos como objeto \u00fanico y exclusivo del deseo del otro, no pod\u00edamos acceder a nuestro propio mundo de deseos. Solo, pues, por la media\u00adci\u00f3n de un desgajamiento que nos constituye como falta, de una cesura que nos adapta a nuestra condici\u00f3n de seres separados, pode\u00admos pasar de ser deseados a ser tambi\u00e9n se\u00adres deseantes. Porque la separaci\u00f3n es como una herida nunca plenamente cicatrizada que origina una fuerza tendente a la primitiva uni\u00f3n que es, justamente, lo que llamamos deseo: anhelo de un objeto que pudiera colmar y cal\u00admar plenamente esa hendidura, esa carencia de fondo que nos constituye. Pero ning\u00fan ob\u00adjeto podr\u00e1 ya colmarla. Y, por eso mismo, se\u00adr\u00e1n innumerables los objetos que har\u00e1n surgir el encantamiento ilusorio de ser ellos mismos los que podr\u00edan hacerlo. Nace el mundo del deseo, de las ilusiones y anhelos. Imparable, permanente. Porque nada ni nadie podr\u00e1 ya, por nunca, cerrar esa herida que nos mantiene por siempre inquietos.
      \n\u00a0<\/strong>
      \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

        \n
      1. El deseo como sofocamiento de la fe<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

        Pero si el deseo es, de alguna manera, seno materno para la fe, tambi\u00e9n \u00e9sta puede morir sofocada por ese mismo deseo en el que vio su origen. Veamos c\u00f3mo.
        \nEfectivamente, cuando el proceso de sepa\u00adraci\u00f3n descrito no tiene lugar de modo acaba\u00addo, se permanece en una aspiraci\u00f3n oculta y dominante a reencontrar la situaci\u00f3n paradis\u00ed\u00adaca infantil de fusi\u00f3n y de totalidad. S\u00f3lo reco\u00adnociendo nuestra separaci\u00f3n constituyente podemos liberar nuestro deseo. S\u00f3lo aceptan\u00addo que nunca seremos todo para nadie y que nadie podr\u00e1 nunca ser todo para nosotros, en\u00adtramos en una disposici\u00f3n de encontramos re\u00adalmente con la vida y con los dem\u00e1s. El deseo ser\u00e1 entonces en nuestra existencia propul\u00adsi\u00f3n, motor permanente que nos induce a la b\u00fasqueda constante de algo nuevo y mejor.
        \nCuando esto no es as\u00ed, cuando no est\u00e1 sufi\u00adcientemente aceptada esa separaci\u00f3n que nos constituye como falta y carencia de base, el de\u00adseo se convierte en algo devastador que nos empuja a la quimera y el enga\u00f1o. No impulsa ya un dinamismo de futuro por hacer, sino que arrastra a la b\u00fasqueda de un pasado que ya es imposible. Es muy f\u00e1cil, entonces, perderse en el laberinto de los deseos. Dentro del campo religioso con una intensidad particular.
        \nEn la experiencia de fe, en efecto, existe el enorme riesgo de confundir a Dios con el seno de una madre imaginaria a la que, de hecho, nunca se renunci\u00f3
        [5]<\/a>. En realidad, en esa situa\u00adci\u00f3n no se desea a Dios, se desea tan s\u00f3lo la experiencia misma de la relaci\u00f3n con lo que, como Dios, se imagina Se pretende, adem\u00e1s, mantener una presencia ininterrumpida, una permanencia constante del gozo de la fusi\u00f3n. Y en esa permanente aspiraci\u00f3n a fundirse con una totalidad de corte materno, hay una inca\u00adpacidad para asumir la ausencia del otro, la distancia inevitable que nos constituye como \u00abseres separados. Dios queda reducido a la condici\u00f3n de fuente de placer y de consuelo. Nos encontramos as\u00ed con la pasi\u00f3n m\u00edstica que pretende ignorar cualquier limitaci\u00f3n en su aspiraci\u00f3n a fundirse con la totalidad. S\u00f3lo quiere saber del deseo, deseo de fusi\u00f3n, de in\u00admersi\u00f3n en un todo en el que pretende perder\u00adse. La fe se convierte entonces en una vana ilu\u00adsi\u00f3n en el sentido m\u00e1s estrictamente freudiano del t\u00e9rmino: pura quimera, realizaci\u00f3n de dese\u00ados infantiles, cuando no, puro delirio[6]<\/a>. Es de
        \nese modo como el deseo, madre de la fe, pue\u00adde llegar incluso a sofocar y hacer morir a quien pudo ser uno de sus mejores hijos.
        \nNo son raras hoy las tentaciones que, dentro del laberinto de los deseos, nos inducen a to\u00admar esos caminos extraviados de la religi\u00f3n. Abundan de nuevo las religiosidades que se polarizan en la exaltaci\u00f3n del encuentro con Dios, de la comuni\u00f3n inmediata con su Esp\u00edritu, de la exacerbaci\u00f3n y los arrebatos emociona\u00adles, de la p\u00e9rdida de s\u00ed en una especie de pan\u00adte\u00edsmo de corte orientalizante
        [7]<\/a>. Se dice, con ra\u00adz\u00f3n, que estamos asistiendo a una feminiza\u00adci\u00f3n de la religi\u00f3n, a una matriarcalizaci\u00f3n de las representaciones de Dios[8]<\/a>. Reacci\u00f3n com\u00adprensible a una imagen de Dios patriarcal y ma\u00adchista (cuyos peligros habr\u00e1 igualmente que re\u00adconocer y se\u00f1alar), pero que hoy nos pone en peligro tambi\u00e9n de perdernos en una regresi\u00f3n, que activa deseos infantiles no del todo per\u00adceptibles a primera vista. La radical alteridad de Dios se difumina peligrosamente en esa b\u00fas\u00adqueda de fusi\u00f3n indiferenciada. La realidad his\u00adt\u00f3rica en la que estamos llamados a vivir, a en\u00adcontrar al Dios de Jes\u00fas y a darle cuerpo a nuestra fe, se desplaza y distancia hasta un se\u00adgundo plano casi evanescente.
        \nDentro de la evoluci\u00f3n religiosa del indivi\u00adduo, el adolescente tiende de manera especial a desarrollar este tipo de experiencia de fe. Desde sus sentimientos de soledad reci\u00e9n es\u00adtrenados, desde la acentuaci\u00f3n de sus nece\u00adsidades y carencias afectivas, desde la nostal\u00adgia del mundo de la infancia que se le va, gus\u00adta de envolverse y sumergirse en una expe\u00adriencia de Dios que se confunde con todo, con la naturaleza, con el cosmos y con \u00e9l mismo. Las psicolog\u00eda de la religi\u00f3n le dio el nombre de \u00abedad m\u00edstica\u00bb a la que se desarrolla alre\u00addedor de los quince-diecis\u00e9is a\u00f1os
        [9]<\/a>. Ser\u00e1 im\u00adportante comprender al joven en esta situa\u00adci\u00f3n particular por la que atraviesa. Habr\u00e1 que reconocer y aceptar serenamente que ese ti\u00adpo de religiosidad responde a unas vivencias evolutivas normales. Al mismo tiempo habr\u00e1 que ofrecerle tambi\u00e9n elementos para que, evitando la tentaci\u00f3n (hoy especialmente fuer\u00adte) de permanecer ah\u00ed, sepa reconocer el ros\u00adtro del Dios que habla desde el acontecer his\u00adt\u00f3rico y que llama a la construcci\u00f3n de su Rei\u00adno en el mundo en el que vive.
        \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

          \n
        1. La fe viene por la palabra<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

          Hemos visto que el deseo necesita ser modulado y organizado por la palabra paterna Ella marca el sentido de la alteridad y la realidad hist\u00f3rica en la que hay que madurar y crecer. S\u00f3lo por la mediaci\u00f3n de lo que llamamos lo pa\u00adterno, se opera la transformaci\u00f3n del deseo fu\u00adsional. A trav\u00e9s de la intervenci\u00f3n separadora de la palabra, se hace posible el nacimiento de un yo capaz de situarse frente a un t\u00fa, indepen\u00addiente y libre para satisfacer o frustrar. Lo pater\u00adno se alza as\u00ed como s\u00edmbolo de una ley que hay que afrontar para devenir aut\u00e9nticamente hu\u00admano: la de la limitaci\u00f3n en la aspiraci\u00f3n totali\u00adtaria del deseo. Ese padre-ley, en un mismo mo\u00advimiento, se convertir\u00e1 tambi\u00e9n en modelo del camino a seguir para la consecuci\u00f3n del gozo.
          \nSabemos que desde esta ordenaci\u00f3n b\u00e1sica del deseo, la imagen de Dios recibe una confi\u00adguraci\u00f3n fundamental. El Dios construido has\u00adta entonces por la materia deseante, va a ad\u00adquirir nombre, forma y figura a trav\u00e9s de esta simbolog\u00eda paterna que estructura lo humano. Si el deseo fue la tierra madre para la fe, la pa\u00adlabra es la semilla desde donde germinar\u00e1. Porque, efectivamente,\u00a0la fe viene por la pala\u00ad<\/em>bra (Rom 10,16). Una palabra que, por ser tal, nos remite a un mundo construido de presen\u00adcia y de ausencia y, por tanto, de figura y ocul\u00adtamiento de Dios en ella. Adiestrase en una fe que resiste y asume esa presencia y ausencia, la luz y la oscuridad, la consolaci\u00f3n y la deso\u00adlaci\u00f3n, vendr\u00e1 a constituir una tarea funda\u00admental del crecimiento en la experiencia de fe.
          \nPero adem\u00e1s, la palabra que modula y or\u00adganiza el deseo en la fe, es una palabra que, como la del padre terreno tambi\u00e9n, remite a la realidad. Para el creyente, la palabra del Pa\u00addre, Jes\u00fas, remite a una realidad hist\u00f3rica que ha de transformarse en un proyecto de Reino de Dios. Y esa referencia a la alteridad y a la historia, aparecer\u00e1 como constituyente de la fe en el mismo grado, por lo menos, que el de\u00adseo que estuvo en su origen y que la anima.
          \nEse mismo proyecto de reinado de Dios aco\u00adger\u00e1 y ser\u00e1 configurado por buena parte del de\u00adseo. Como para Jes\u00fas, la construcci\u00f3n del Rei\u00adno se tendr\u00e1 que constituir en una aut\u00e9ntica pa\u00adsi\u00f3n. Pasi\u00f3n por transformar una realidad injus\u00adta, insolidaria y violenta en un mundo digno de Dios y digno del hombre, su hijo. S\u00f3lo as\u00ed, la vertiente m\u00edstica se salvaguardar\u00e1 de no caer en un iluminismo regresivo y narcotizante, ex\u00adtravi\u00e1ndose en el laberinto de los deseos.
          \nLo supieron muy bien los grandes m\u00edsticos. El deseo de encuentro y uni\u00f3n con Dios no s\u00f3lo no les cerr\u00f3 el paso para desempe\u00f1ar una funci\u00f3n hist\u00f3rica, sino que fue ese mismo deseo el que les impuls\u00f3 a desarrollar una acci\u00f3n de trascen\u00addencia en el momento hist\u00f3rico en el que vivie\u00adron. Es lo que tiende a olvidar la espiritualidad de los tiempos post-modernos en su cultivo casi exclusivo de lo personal, lo \u00edntimo y lo privado.
          \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

            \n
          1. La fe que mata al deseo<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

            Pero si la intervenci\u00f3n de la palabra del padre libera de la fascinaci\u00f3n fusional primitiva, tambi\u00e9n esa palabra puede ser pronuncia\u00adda de un modo tal que haga imposible su au\u00adt\u00e9ntico reconocimiento y su mediaci\u00f3n libera\u00addora y madurativa. Esa palabra queda, enton\u00adces, como una pura amenaza de la que hay que preservarse con la exclusi\u00f3n y eliminaci\u00f3n de todo tipo de deseo. La funci\u00f3n paterna de\u00adja de cumplir un cometido fundamental: se\u00f1a\u00adlar al hijo el camino a seguir para la consecu\u00adci\u00f3n del gozo. Porque lo paterno, en efecto, no es s\u00f3lo ley y modelo a seguir. Tambi\u00e9n ha de ser promesa de felicidad futura.
            \nTambi\u00e9n en la experiencia religiosa cabe o\u00edr la palabra del padre con tintes de terror. El cumplimiento de la ley, la exigencia perfeccio\u00adnista, el ideal al que nunca se accede ense\u00f1o\u00adrean todo el campo de la fe. El deseo no en\u00adcuentra lugar alguno donde canalizarse. Ha de quedar recluido fuera de la conciencia, discu\u00adrriendo por v\u00edas subterr\u00e1neas y poco saluda\u00adbles. La fe se reseca y el espacio del deseo lo ocupan el dogmatismo, la ley, el fanatismo y la tiran\u00eda del ideal. No hay lugar para la fiesta y la celebraci\u00f3n del encuentro con el Padre y los hermanos.
            \nLa imagen de Dios queda terriblemente per\u00advertida. Se convierte en el enemigo n\u00famero uno del deseo. El placer, la satisfacci\u00f3n, la fe\u00adlicidad en suma, parecen como incompatibles con la creencia en ese Dios, que guarda m\u00e1s relaci\u00f3n con la figura imaginaria y terror\u00edfica de la infancia que con el Padre del que nos habl\u00f3 Jes\u00fas de Nazaret. En esta din\u00e1mica, la sexua\u00adlidad es elegida f\u00e1cilmente como espacio pre\u00adferente para el exterminio del deseo. Se pre\u00adconiza el menosprecio del cuerpo y, a veces, se propicia una vinculaci\u00f3n con Dios de tonos manifiestamente sadomasoquistas.
            \nEl deseo, perdido en una especie de labe\u00adrinto subterr\u00e1neo, no encuentra sino v\u00edas ex\u00adtraviadas para canalizarse. Una de ella puede ser la de proyectado sobre el propio yo, gene\u00adrando una divinizaci\u00f3n de s\u00ed mismo y de la pro\u00adpia idea. La psicolog\u00eda, en efecto, ha recono\u00adcido a los que, desde una identificaci\u00f3n de s\u00ed mismo con la divinidad, vienen a caer en lo que se ha llamado \u00abComplejo de Jehov\u00e1\u00bb
            [10]<\/a>.\u00a0El deseo infla, entonces, al sujeto convirti\u00e9ndole en un remedo de Dios. La vivencia del propio dogma y la propia moral queda absolutizada. El fundamentalismo y el fanatismo (los otros rostros peligrosos de la religiosidad de hoy) pueden comenzar as\u00ed un peligroso desliza\u00admiento por el interior del laberinto.
            \nOtra v\u00eda f\u00e1cil en la que el deseo se pierde cuando no puede ser reconocido como pro\u00adpio, es la de su cesi\u00f3n en favor del deseo de los otros. El sujeto pierde la voz y la palabra. No sabe lo que quiere. Mejor dicho, no se atreve a saberlo. Por eso prefiere delegar todo decir en el deseo y la palabra de los dem\u00e1s. Ser\u00e1 tan s\u00f3lo un altavoz hueco y vac\u00edo que re\u00adproduce el deseo y la palabra, en realidad la consigna, de los dem\u00e1s. La fe se pierde as\u00ed en el laberinto de los deseos ajenos.
            \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

              \n
            1. Encontrar a Dios<\/strong>a trav\u00e9s del deseo<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

              Fue necesario el campo del deseo para que pudiera surgir la fe. Campo que, como he\u00admos visto, tuvo que ser modulado y organiza\u00addo por una palabra que introduce el reconoci\u00admiento de nuestra condici\u00f3n de seres separa\u00addos. S\u00f3lo as\u00ed evitamos el confundir a Dios con el objeto primero de nuestros anhelos infanti\u00adles. Desde ese momento, animados por el de\u00adseo que sabe reconocer la presencia junto con la ausencia de Dios y que nos impulsa al reco\u00adnocimiento de la alteridad y de la historia, Dios puede ser reconocido y encontrado a trav\u00e9s de ese mismo laberinto interior de nuestro desear. All\u00ed, en el campo del deseo, Dios quiere ser tam\u00adbi\u00e9n escuchado. La tarea, sin embargo, como nos mostraron los grandes maestros de la es\u00adpiritualidad, no result\u00f3 nunca f\u00e1cil.
              \nDentro del \u00e1mbito del deseo se genera toda una arborescencia de numerosas y enrevesa\u00addas ramificaciones. Cada uno, en efecto, cons\u00adtruye a partir de las vicisitudes de su historia, su particular mundo de anhelos, aspiraciones, apetencias, sue\u00f1os o intereses. Cada cual, lo sabemos, vive en su propia mara\u00f1a de dese\u00ados. La historia ir\u00e1 dibujando nuestro laberinto particular, construyendo v\u00edas espec\u00edficas que edifican nuestra singular arquitectura desear\u00adte. Tambi\u00e9n la construcci\u00f3n \u00fanica y original en los modos de enfrentar, organizar, huir o de\u00adfendernos dentro de ese laberinto deseante. Sobre gustos no hay nada escrito. Sobre las defensas ante esos gustos, tampoco.
              \nLa infinita complejidad de la vida ir\u00e1 dise\u00f1an\u00addo, pues, para cada uno su propio laberinto del desear con sus v\u00edas abiertas y sus callejones sin salida. Consumir, poseer, dominar, gozar se\u00adxualmente, entregarse a los dem\u00e1s, saber y co\u00adnocer, crear, contemplar o combatir… La cues\u00adti\u00f3n fundamental que se plantea, entonces, pa\u00adra la vida, en general, y para la experiencia reli\u00adgiosa, en particular, es la de ordenar el deseo, encontrar un eje que verterme y organice con\u00advenientemente todo el conjunto de anhelos y aspiraciones en el que vivimos. Somos una plu\u00adralidad de deseos, a veces, incluso, de deseos opuestos y contradictorios. Lo importante en\u00adtonces es saber c\u00f3mo se articulan y en qu\u00e9 los tenemos puestos. Se impone de ese modo la compleja tarea del discernimiento y de la edu\u00adcaci\u00f3n de nuestro mundo de deseos. Llegar a conocer el modo en que hablan, c\u00f3mo se ocul\u00adtan o camuflan, de qu\u00e9 manera responden a nuestra propia din\u00e1mica m\u00e1s personal, a cu\u00e1les les tememos y huimos, a qu\u00e9 otros privilegia\u00admos, cu\u00e1les llegan a confluir con nuestros valo\u00adres e ideales propuestos, etc.
              \nEn estas p\u00e1ginas s\u00f3lo he atendido a los ejes fundamentales por los que la fe puede discu\u00adrrir para su maduraci\u00f3n y crecimiento o para sus extrav\u00edos b\u00e1sicos. Queda por determinar el complejo procedimiento para discernir m\u00e1s de cerca de qu\u00e9 manera podemos tambi\u00e9n o\u00edr a Dios a trav\u00e9s de nuestro desear. Habr\u00eda que remitirse para ello a los grandes maestros de la espiritualidad que brindaron unas t\u00e9cnicas refinadas de\u00a0discreci\u00f3n de esp\u00edritus,\u00a0<\/em>desde el convencimiento de que es en lo m\u00e1s \u00edntimo de nuestra alma y a trav\u00e9s de nuestro laberinto de deseos desde d\u00f3nde tenemos que o\u00edr la voz de Dios sobre nosotros. Su deseo. Por\u00adque, contra lo que muchas veces hemos ten\u00addido a pensar, m\u00e1s desde la filosof\u00eda griega que desde el mensaje del Evangelio, nuestro Dios, que es un Dios Amor, es, por eso mismo, un Dios deseante. Un Dios que, lejos de mos\u00adtrarse como un absoluto imperturbable, com\u00adpleto y cerrado en s\u00ed mismo, es relaci\u00f3n, co\u00admunicaci\u00f3n, y b\u00fasqueda y, por tanto, tambi\u00e9n un dinamismo de deseos que aspira a la uni\u00f3n y al encuentro con lo que es la obra m\u00e1s que\u00adrida de sus manos.
              \nCarlos Dom\u00ednguez Morano<\/strong>
              \n\u00ab…\u00a0<\/em>Los sentimientos Son el balance consciente de nuestra situaci\u00f3n.\u00a0<\/em>Son una amalga\u00adma Subjetiva y objetiva, un resumen de urgencia, un lenguaje cifrado que hay que aprender a descifrar, un SOS o un \u00ablen hora buena!\u00bb o un \u00abtal vez\u00bb o un \u00ab\u00a1ay de m\u00ed!\u00bb, cuya superficie conocemos y cuyo fondo ignoramos. En este balance, como en el balance de una empresa, intervienen varias partidas: el estado f\u00edsico, la marcha de nuestros deseos y proyectos, el sistema de creencias, nuestras experiencias anteriores…\u00bb (p.27).<\/em>
              \n\u00ab…\u00a0<\/em>Los sentimientos son experiencias cifradas.\u00a0<\/em>Nos cuesta trabajo admitir que los sentimientos, una evidencia tan descarada, tan firme, tan inevitable, sean de naturaleza cr\u00edp\u00adtica. \u00bfC\u00f3mo no voy a saber si estoy enamorado, furioso, aterrado o melanc\u00f3lico? No hay m\u00e1s remedio que distinguir: una cosa es la claridad de la experiencia y otra muy distinta la claridad del significado de la experiencia\u00bb (p. 31).<\/em><\/p>\n

                \n
              1. A.MOLINA,El laberinto sentimental,\u00a0<\/em>Anagrama, Barcelona 1996.<\/li>\n<\/ol>\n

                 
                \n
                [1]<\/a>\u00a0Cf. J. ROF CARBALLO,\u00a0Urdimbre afectiva y enferme\u00addad,\u00a0<\/em>Labor, Barcelona 1961.
                \n
                [2]<\/a>\u00a0Con estos t\u00e9rminos se refiere A.\u00a0VERGOTE\u00a0a las ex\u00adperiencias primeras de contacto con la madre que po\u00adsibilitan la posterior experiencia de confianza religiosa. Cf. Psicolog\u00eda religiosa, Taurus, Madrid 1969, 191-216.
                \n 
                \n
                [3]<\/a>\u00a0Sobre toda esta problem\u00e1tica me detuve en el tra\u00adbajo: El deseo y sus\u00a0ambig\u00fcedades, \u00ab<\/em>Sal Terrae\u00bb 84\/8 (1996), 607-620.
                \n 
                \n
                [4]<\/a>\u00a0En la que hay que entender toda palabra que, dicha por el padre biol\u00f3gico o quien le sustituya (incluso por la madre misma), haga comprender que no se es obje\u00adto \u00fanico y exclusivo en el deseo de la madre.
                \n 
                \n 
                \n
                [5]<\/a>\u00a0V\u00e9anse a este prop\u00f3sito las obras de\u00a0D. VASSE,\u00a0L’Autre du\u00a0<\/em>d\u00e9sir et le\u00a0Dieu\u00a0de la fol. Lire\u00a0aujourd’hui\u00a0<\/em>Tr\u00e9r\u00e9se\u00a0d’Avfla,\u00a0<\/em>Ed. Du Seuil, Paris 1991 y A. Vergote, Dette\u00a0et\u00a0d\u00e9sir, Ed. Du Seu\u00fc, Paris 1978.
                \n 
                \n
                [6]<\/a>\u00a0A estos temas me refer\u00ed en los trabajos Orar despu\u00e9s de Freud, FeySec\/Sal Terrae, Madrid-Santander 1994 y\u00a0El Dios\u00a0<\/em>imaginado, \u00abRaz\u00f3n y Fe\u00bb 231(1995), 29-40.
                \n 
                \n
                [7]<\/a>\u00a0Cf. En este sentido: cf. F\u00a0CHAMPION-D.\u00a0HERVIE L\u00c9GER,\u00a0De I’\u00e9motion en religi\u00f3n.\u00a0<\/em>Renouveaux et traditions,\u00a0<\/em>Cen\u00adturion, Paris 1990.
                \n 
                \n
                [8]<\/a>\u00a0Cf.\u00a0el\u00a0<\/em>sugerente trabajo de J.A.\u00a0GARC\u00cdA,\u00a0\u00abCor in\u00adquietum\u00bb.\u00a0<\/em>Dios y las voces del\u00a0<\/em>deseo,\u00a0<\/em>\u00abSal terrae\u00bb 84\/8 (1996), 638.
                \n 
                \n
                [9]<\/a>\u00a0Cf. C.\u00a0MILANESI-M.\u00a0ALETTI,\u00a0Psicolog\u00eda de la religi\u00f3n,\u00a0<\/em>Ed. CCS, Madrid 1974,231-260.
                \n
                [10]<\/a>\u00a0Cf. El estudio ya cl\u00e1sico de E. JONES,\u00a0El Complejo\u00a0<\/em>de Jehov\u00e1<\/em>, en\u00a0Ensayos de psicoan\u00e1lisis aplicado,<\/em>\u00a0Ed. Tiempo Nuevo, Caracas 1971, 179- 203.
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                [vc_row][vc_column][vc_column_text]Carlos Dom\u00ednguez Morano\u00a0es profesor de la Facultad de Teolog\u00eda de Granada. \u00a0 S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO La fe religiosa est\u00e1 \u00edntimamente implicada en el mundo de los deseos. En este art\u00edculo se nos presentan \u201clos ejes fundamentales por los que la fe puede discurrir para su maduraci\u00f3n y crecimiento o para sus extrav\u00edos b\u00e1sicos\u201d en el […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[128,62,216,94],"tags":[],"class_list":["post-12671","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-1997-mision-joven-2","category-carlos-dominguez-morano","category-estudios-248","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12671","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12671"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12671\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12671"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12671"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12671"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}