{"id":12673,"date":"1997-09-01T11:18:45","date_gmt":"1997-09-01T09:18:45","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=12673"},"modified":"1997-09-01T11:18:45","modified_gmt":"1997-09-01T09:18:45","slug":"seduccion-de-dios-y-praxis-compasiva-2","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/seduccion-de-dios-y-praxis-compasiva-2\/","title":{"rendered":"Seducci\u00f3n de Dios y praxis compasiva"},"content":{"rendered":"

Xavier Quinz\u00e1\u00a0<\/strong>es\u00a0<\/em>profesor\u00a0<\/em>de\u00a0<\/em>la Universidad Ponti\u00adficia Comillas (Madrid).<\/em>
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S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/h3>\n

El art\u00edculo encara la relaci\u00f3n entre el mundo de los deseos y la evangelizaci\u00f3n,\u00a0pro\u00adponiendo tres itinerarios educativos: A\/ De\u00a0la\u00a0cultura del deseo a la cultura del coraz\u00f3n; B\/ De la man\u00eda del \u00eddolo a la seducci\u00f3n del Icono; C\/ De la praxis de los \u00abderechos\u00bb a\u00a0las\u00a0pr\u00e1cticas compasivas. La \u00abverificaci\u00f3n\u00bb de la \u00abseducci\u00f3n de Dios\u00bb a trav\u00e9s de\u00a0una: \u00abpraxis compasiva\u00bb, de ese\u00a0modo, queda\u00a0articulada en\u00a0una din\u00e1mica progresiva: primeros pasos perdidos y\u00a0los\u00a0pasos hacia los otros
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  1. Tres itinerarios de integraci\u00f3n<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

    Estas notas pretenden ser orientadoras para la necesaria integraci\u00f3n de los muchos elementos que inciden en el mundo de los de\u00adseos y en su evangelizaci\u00f3n. Todos coincidi\u00admos en se\u00f1alar la emergencia de una cultura del deseo, que dentro de los m\u00faltiples meca\u00adnismos del consumo generalizado, cultiva ca\u00adda vez m\u00e1s unas determinadas formas de de\u00adsear. Dicha\u00a0cultura\u00a0<\/em>del deseo\u00a0<\/em>no debe ser de\u00admonizada desde las posturas creyentes como un competente desleal que busca rivalizar con la oferta religiosa, sino que, partiendo de ella como realidad inevitable, debe y puede ser desenmascarada para descubrir sus prop\u00f3si\u00adtos y, valorando lo positivo, poner en cuesti\u00f3n\u00a0tambi\u00e9n su negatividad. Creo que s\u00f3lo par\u00adtiendo de esta postura de aceptaci\u00f3n cultural, podremos orientar certeramente la evangeli\u00adzaci\u00f3n del deseo y de su cultura y dise\u00f1ar unas pr\u00e1cticas acordes con el Evangelio para los j\u00f3venes de nuestro tiempo.
    \nTres itinerarios<\/em>\u00a0se proponen para integrar de un modo m\u00e1s eficaz la fe y la vida.\u00a0En el primero<\/em>\u00a0(A) se pretende recorrer los meandros de los deseos, como una realidad m\u00faltiple y compleja que nos atraviesa y nos desorienta. Y descubrir ah\u00ed una fuerza importante de inte\u00adgraci\u00f3n. S\u00f3lo desde el fondo de los deseos y aceptando el dinamismo ciego de los mis\u00admos, podemos orientamos de una forma ade\u00adcuada y radical hacia el coraz\u00f3n. No hay ata\u00adjos. Y demasiadas veces, por obviar este con\u00adfuso mundo, nos hemos encontrado con una evangelizaci\u00f3n superficial que no ha arraiga\u00addo en el n\u00facleo de los sujetos como seres culturales.\u00a0En el segundo<\/em>\u00a0(B) se pretende de\u00adsenmascarar el\u00a0aguij\u00f3n\u00a0<\/em>del deseo como lugar del pecado y el mal. Deshacerse de los \u00eddolos no es una tarea f\u00e1cil y exige creatividad y mu\u00adcho coraje. Para dejarnos seducir el coraz\u00f3n por Dios tenemos que atrevernos a mirar \u00abel sal\u00f3n de los pasos perdidos\u00bb. Y s\u00f3lo el que vuelve, como el hijo peque\u00f1o en la par\u00e1bola lucana, puede cambiar de Dios.\u00a0En el tercero<\/em>\u00a0(C) de estos recorridos de integraci\u00f3n nos proponemos entrar en el mundo de las pr\u00e1c\u00adticas del Reino. Quiz\u00e1 nos hemos apoyado demasiado en la \u00e9tica, en el mundo de los de\u00adrechos como campo exclusivo de la transfor\u00admaci\u00f3n evang\u00e9lica. Y es posible que haya\u00admos olvidado el lugar privilegiado desde el que nace toda conversi\u00f3n: la sensibilidad in\u00adterior. No se trata, como veremos, de renun\u00adciar al cambio para aceptarnos en una priva\u00adcidad culpable, se trata de alcanzar el n\u00facleo personal y desarmar la pretensi\u00f3n autojustificadora de las obras de la ley. Recibir el Reino de Dios es un imperativo \u00edntimo para colabo\u00adrar en su realizaci\u00f3n, y sabernos \u00abdel Reino\u00bb es salir del propio amor.
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    A.\\ Los primeros pasos: de la cultura del deseo a la cultura del coraz\u00f3n<\/h2>\n

    2. Reconciliarnos con el mundo del deseo<\/h4>\n

    Todo\u00a0<\/strong>el mundo de los deseos es un mun\u00addo inestable y confuso. Desear es estar con el motor de arranque en marcha. Hay una expe\u00adriencia de dinamismo interior que nos catapul\u00adta hacia el objeto de nuestro deseo de una ma\u00adnera ardiente y compulsiva. Y se hace necesa\u00adrio aceptar esta\u00a0marcha interior<\/em>\u00a0de nuestros deseos, este perpetuo movimiento del \u00e1nimo que nos dinamiza y nos arranca de la par\u00e1lisis y el estancamiento. Debemos perder el miedo a nuestros deseos. Afrontarlos, mirarles a la cara, atrevernos a dejarlos emerger de nuestro interior es el punto de partida inevitable. La\u00a0erostenia,<\/em>\u00a0es decir, el debilitamiento y la ane\u00admia de nuestro desear, es una enfermedad del coraz\u00f3n y de nuestra cultura. Los j\u00f3venes sien\u00adten de una forma muy clara este tumulto de los deseos y no se arredran ante \u00e9l. Buscan, an\u00adhelan, desean con todo su ser. Y esto no es malo; m\u00e1s a\u00fan, podr\u00edamos afirmar que ellos\u00a0son la reserva del deseo de nuestra sociedad.<\/em>\u00a0La inestabilidad de los deseos no debe ser tra\u00adtada con desconsideraci\u00f3n porque esconde dentro una energ\u00eda muy importante de dina\u00admismo y de salida de uno mismo.
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    \nSomos seres de deseo y nos configuramos desde ah\u00ed como personas capaces de amar y de proyectamos m\u00e1s all\u00e1 de lo que somos. Ca\u00adda uno y cada una de nosotros llevamos dentro una aspiraci\u00f3n fundamental, y si la dejamos mo\u00adrir perdemos la misma fuerza de la vida. La cul\u00adtura del deseo no es mala porque nos incite a desear sino porque nos cultiva una forma de vi\u00advir los deseos ego\u00edsta que, en realidad, nos de\u00adsorienta y nos resta la verdadera energ\u00eda interior. La evangelizaci\u00f3n del deseo comienza por el reconocimiento y la aceptaci\u00f3n de lo que somos y debe constituirse como un\u00a0cultivo evang\u00e9lico del desear.<\/em>\u00a0Toda la predicaci\u00f3n de Jes\u00fas estaba destinada a potenciar y rehabilitar el deseo en el coraz\u00f3n de la gente. Y buena prueba de ello son las Bienaventuranzas y su esfuerzo constante por despertar los anhelos del coraz\u00f3n exigiendo una fe en la ilimitada capacidad del deseo como fuerza de curaci\u00f3n corporal y como potencia\u00adci\u00f3n de las expectativas humanas para desple\u00adgar la energ\u00eda del Reino de Dios. S\u00f3lo si somos hombres y mujeres\u00a0de grandes deseos<\/em>\u00a0pode\u00admos recibir el Evangelio y abrazarnos con los peque\u00f1os y los pobres, que nos indican el ca\u00admino hacia una insensata manera de desear lo que los grandes y poderosos les tienen vedado. El que no desea ardientemente el amor y la jus\u00adticia no puede entrar en el Reino de Dios.
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    1. Discernir el deseo para descubrir la deseabilidad<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

      Reconciliamos con los deseos es una ta\u00adrea ardua. Que nadie piense que nos podemos internar en ese laberinto confiando en la ingenuidad. El deseo es el motor de arranque, pero el coche no funciona bien si el encendido no se co\u00adnecta con el motor y lo pone en marcha. Intentar el viaje haciendo funcionar solamente el motor de arranque nos llevar\u00e1 seguramente a quemar\u00adlo. Los\u00a0deseos no son solamente la atracci\u00f3n del objeto deseado, no se acaban en la mera satis\u00adfacci\u00f3n de lo que anhelamos. O, en todo caso, son una energ\u00eda de doble direcci\u00f3n: nos ponen en contacto con lo deseado, pero tambi\u00e9n nos conectan con nuestra capacidad misma de de\u00adsear. Cuando deseamos algo no solamente es\u00adtamos expresando una\u00a0carencia,<\/em>\u00a0sino tambi\u00e9n y sobre todo, una\u00a0capacidad.<\/em>\u00a0Puesto que desea\u00admos esto o aquello, caemos en la cuenta de que somos seres de deseo, y descubrimos nuestra propia capacidad de desear.\u00a0Los\u00a0deseos nos co\u00adnectan con la\u00a0deseabilidad personal,<\/em>\u00a0que es el verdadero motor de nuestra vida. Nos est\u00e1n lla\u00admando la atenci\u00f3n hacia una fuerza primordial y \u00fanica que Dios ha puesto en nuestro interior co\u00admo creaturas amadas, bendecidas y elegidas por \u00e9l a ser\u00a0sus dioses.<\/em>
      \nEl verdadero acompa\u00f1amiento en la evange\u00adlizaci\u00f3n del deseo no se preocupa solamente en que elijamos bien nuestros objetos de deseo, como nos hemos limitado a hacer la mayor\u00eda de las veces, sino que se ocupa en que nos des\u00adcubramos personas que no se identifican tanto con lo que desean como con su propio ser ca\u00adpaz de desear. Y orientan el discernimiento ha\u00adcia esa\u00a0llama doble<\/em>\u00a0que, por un lado arde ali\u00adment\u00e1ndose del ox\u00edgeno del aire y, por otro, de la cera original de la que est\u00e1 hecha. Y m\u00e1s a\u00fan cuando se trata del deseo hacia las otras per\u00adsonas que nos fascinan. No deseamos origina\u00adriamente al otro o la otra para que llene el vac\u00edo de nuestro coraz\u00f3n, sino para poder compartir con \u00e9l o con ella todo el rico mundo de entrega y sentimientos que ha despertado en nuestro in\u00adterior. En realidad lo que deseamos es ser dese\u00adados, es decir compartir con \u00e9l o con ella ese fuego interior que su mera presencia nos en\u00adciende, pero que se alimenta de la rica cera con la que hemos construido nuestra vida, que aho\u00adra, y por su acci\u00f3n sorprendente, nos ilumina el mundo y la vida de una forma inaudita. No hay forma m\u00e1s alta de felicidad que esta comuni\u00f3n de deseos que nos hace realmente dioses en presencia de la \u00fanica Fuente del Deseo que es Dios mismo. Y tambi\u00e9n eso que llamamos amor al pr\u00f3jimo participa de este mismo principio er\u00f3\u00adtico (eros=deseo), aunque su mundo de senti\u00admientos se oriente hacia la amistad, el cuidado o la responsabilidad. No hay verdadero amor sin potenciaci\u00f3n \u00edntima del deseo.<\/p>\n

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      4. El coraz\u00f3n como reino del deseo rehabilitado<\/h5>\n

      El\u00a0deseo en nuestra cultura es siempre triangular. Quiero decir que siempre necesita\u00a0de un tercero que medie entre nosotros y lo que deseamos. Esta sencilla verdad es la que ha descubierto la cultura del deseo, cuando en la publicidad, por ejemplo, nos alerta sobre la necesidad de buenos mediadores para lograr lo que deseamos. Todo su esfuerzo se orienta a que nos dejemos iluminar por otros que son los que verdaderamente se convierten en\u00a0mo\u00addelos del deseo.<\/em>\u00a0As\u00ed, en muchos casos se nos orienta m\u00e1s que a consumir este o aquel obje\u00adto, a desear como esta o aquella persona que se nos presenta envuelta en una capacidad de fascinar muy grande. As\u00ed es como cultiva un mundo de\u00a0tipos ideales<\/em>\u00a0para nuestro desear a los que somos invitados a imitar. Desear lo que otros desean y desear\u00a0como\u00a0<\/em>ellos lo desean es el objetivo primordial de nuestra cultura. Los deseos se convierten as\u00ed en\u00a0cultura<\/em>\u00a0y configu\u00adran un imaginario rico en formas y modos de conseguir la realizaci\u00f3n de lo que anhelamos. Igualmente el mundo de la novela, del cine y hasta de las revistas del coraz\u00f3n, tipifican esa estructura triangular del deseo y nos ponen delante a verdaderos mediadores para nues\u00adtros deseos siempre inciertos e inseguros.
      \nEsta funci\u00f3n cultural de la\u00a0mediaci\u00f3n del de\u00adseo<\/em>\u00a0debe ser atendida cuidadosamente en nuestra evangelizaci\u00f3n. Toda la actividad edu\u00adcadora de Jes\u00fas del mundo del deseo de sus disc\u00edpulos y amigas tuvo en cuenta esta ley uni\u00adversal. Y no solamente les propuso un mundo de objetos nuevos para desear, que ser\u00eda el Rei\u00adno de Dios, sino que les introdujo en una din\u00e1\u00admica de transformaci\u00f3n de su coraz\u00f3n, es de\u00adcir, los fue llevando a aprender a desear de otra manera y no simplemente a cambiar unos ob\u00adjetos por otros.\u00a0El seguimiento,<\/em>\u00a0como catego\u00adr\u00eda evang\u00e9lica fundamental, adquiere aqu\u00ed todo su sentido. Seguirle a \u00e9l era desear como \u00e9l, aprender a dejarse cambiar el coraz\u00f3n desde su amistad y cercan\u00eda. La\u00a0llamada<\/em>\u00a0a estar con \u00e9l y a predicar con \u00e9l adquiere as\u00ed una calidad nueva y supone todo un aprendizaje del mun\u00addo de los deseos. Es el coraz\u00f3n el que debe ser evangelizado desde la ins\u00f3lita aventura de sentirse llamados por Jes\u00fas, es decir, desea\u00addos y atra\u00eddos por \u00e9l para la causa del Reino. Y esa cercan\u00eda amorosa de Jes\u00fas es la fuerza por la que acceden a la rehabilitaci\u00f3n de sus deseos, y se convierte en verdadera entrada en la vida de Dios. Por eso ellos y ellas descu\u00adbren que est\u00e1n viviendo la ocasi\u00f3n de su vida. Y que la amistad del Profeta les incluye de una forma misteriosa en el conocimiento de Dios como\u00a0Abb\u00e1,\u00a0<\/em>como Fuente de todo amor y ca\u00adpacitaci\u00f3n para un nuevo mundo de vivencias y de tareas de servicio humilde.
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      \nB.\\\u00a0<\/strong>Los pasos perdidos: de la man\u00eda del \u00eddolo a la seducci\u00f3n del Icono<\/strong><\/p>\n

      5. La man\u00eda del \u00eddolo nos vampiriza<\/h4>\n

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      \nLa\u00a0man\u00eda del \u00eddolo es una locura. En el con\u00adfuso mundo de nuestros deseos se alzan \u00eddolos poderosos que nos fascinan. Y la\u00a0fascinaci\u00f3n<\/em>\u00a0es la primera y principal figura del deseo. Esta\u00admos en el mercado y muy variadas ofertas se nos presentan para ganar nuestro coraz\u00f3n. Adem\u00e1s, como el mundo de los deseos no es precisamente el mundo de las razones, sino el de las atracciones, los diferentes objetos de de\u00adseo se nos presentan en una din\u00e1mica que no nos permite elegir. Se trata de conquistar, de seducir, de incitar, de atraer, verbos todos ellos que indican una imantaci\u00f3n de la voluntad, una cierta manipulaci\u00f3n de lo que deseamos. Vivi\u00admos en una sociedad falta de discernimiento, porque de lo que se trata es de\u00a0calentar<\/em>\u00a0los mensajes al m\u00e1ximo para que conquisten a las mayor\u00edas. Y aqu\u00ed todo vale, no hay normas. Los objetos de deseo se convierten en \u00eddolos por\u00adque se presentan como la realizaci\u00f3n de todos los anhelos, como quien favorece la realizaci\u00f3n inmediata de todos los sue\u00f1os, como quien puede traernos la felicidad con tal que nos rin\u00addamos a su acci\u00f3n todopoderosa.
      \nY a\u00fan peor. Se convierten en \u00eddolos porque, ofreci\u00e9ndonos el colmo de la felicidad, escon\u00adden una cl\u00e1usula en letra peque\u00f1a: les hemos de entregar tambi\u00e9n el colmo de nuestro cora\u00adz\u00f3n. No se contentan con menos, porque la fuerza del \u00eddolo est\u00e1 precisamente en que vive de la sangre de sus v\u00edctimas. Por eso decimos que nos vampiriza, que nos chupa la vida, que nos ata en una dependencia que nos imposi\u00adbilita liberar nuestra libertad para vivir aut\u00f3no\u00admo nuestro deseo. En la\u00a0cultura del deseo<\/em>\u00a0no hay lugar para el ate\u00edsmo, porque todo el es\u00adpacio est\u00e1 ocupado por la competencia entre los diferentes dioses de este nuevo polite\u00edsmo. Por eso se ha definido el neoliberalismo con\u00adtempor\u00e1neo como una cultura de la violencia sacrificial. As\u00ed la nueva idolatr\u00eda aparece como una\u00a0fuerza espiritual<\/em>\u00a0que el sistema dominante se asigna identific\u00e1ndose con lo trascendente y oprimiendo en su nombre. Al ir invadiendo el mundo de nuestros deseos, el sistema consu\u00admista tiende a reemplazar todo sistema de eva\u00adluaci\u00f3n y transformarse en una atracci\u00f3n ciega. Tiene un car\u00e1cter\u00a0insidioso,<\/em>\u00a0muy sutil, capaz de infiltrarse en el coraz\u00f3n de nuestras percepcio\u00adnes, para borrar nuestros puntos de referencia y producir una sumisi\u00f3n casi total, una obe\u00addiencia ciega a sus imperativos. Cuando las personas se hacen productos, el \u00eddolo las sa\u00adcrifica a sus propios intereses.
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      1. Deshacerse del mal amor<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

        El\u00a0\u00eddolo juega sobre un enga\u00f1o fundamen\u00adtal: lo que nos har\u00e1 felices es seguir ciegamen\u00adte al\u00a0amor propio.<\/em>\u00a0Y aqu\u00ed podemos caer f\u00e1cil\u00admente, porque sentimos que los deseos nacen en lo m\u00e1s central de nosotros y se identifican con lo m\u00e1s nuestro, con nuestro propio amor. Y esto es verdad. Pero no es toda la verdad.
        \nSalir del amor propio no es renunciar a lo me\u00adjor que somos cada uno de nosotros. La base positiva de lo que somos, la propia deseabili\u00addad personal, es algo a lo que no podemos re\u00adnunciar sin arriesgar el n\u00facleo de la felicidad. Y, sin embargo, su principal enemigo es preci\u00adsamente ese\u00a0mal amor<\/em>\u00a0que nos cierra sobre nosotros mismos. La consigna asc\u00e9tica del\u00a0agere contra,<\/em>\u00a0del hacer contra uno mismo, se ha convertido a veces en un promete\u00edsmo de la voluntad que pretender\u00eda alcanzar el miste\u00adrio del amor a base de pu\u00f1os, como si se pu\u00addiera desvelar recurriendo a golpes y ara\u00f1azos contra las propias tendencias naturales.
        \nPero no es as\u00ed. Al salir del mal amor propio no se presiona sobre ninguna inclinaci\u00f3n na\u00adtural, sino sobre ese mecanismo psicol\u00f3gico tan conocido mediante el cual convertimos en\u00a0bueno\u00a0<\/em>lo que simplemente nos gusta y demo\u00adnizamos sin criterio lo que nos disgusta. La propia sensualidad es la tendencia natural a huir del dolor f\u00edsico, de la soledad, el decai\u00admiento y la tristeza, y es tender a la satisfac\u00adci\u00f3n que provoca la facilidad del buen uso de los sentidos tanto internos como externos. Y el\u00a0amor de s\u00ed<\/em>\u00a0no es sino huir de fatigas, traba\u00adjos y sufrimientos, y abrazarnos con el bienes\u00adtar corporal, lo que sigue siendo una inclina\u00adci\u00f3n natural propia de todo ser vivo. Y eso tam\u00adpoco es, de ninguna manera, malo en s\u00ed.
        \nEntonces, \u00bfqu\u00e9 es lo malo de todo ello? Lo malo es la orientaci\u00f3n hacia uno mismo que, curv\u00e1ndonos sobre nosotros, nos refuerza esas tendencias naturales y nos hace pensar que s\u00f3lo sigui\u00e9ndolas vamos a encontrar la felici\u00addad. La felicidad del reino de los amigos del \u00abRey\u00bb no es la facilidad de las tendencias na\u00adturales, sino la cercan\u00eda y la amistad de Jes\u00fas que \u00c9l mismo nos brinda. Estar con \u00e9l, vivir co\u00admo \u00e9l, gozar y sufrir con \u00e9l y por \u00e9l, en eso es\u00adt\u00e1 la alegr\u00eda del Reino. Y es contra el\u00a0mal amor,<\/em>\u00a0as\u00ed entendido, contra el que debemos luchar. Salir al amor-amor. Hacer el \u00e9xodo del propio gusto e inclinaci\u00f3n natural, afrontar el malestar que las contradicciones y sufrimientos nos su\u00adponen, estar decididos a soportar la soledad del coraz\u00f3n y el descr\u00e9dito de los dem\u00e1s precisa\u00admente para aprender a amarnos rectamente a nosotros mismos y a los dem\u00e1s. Deshacernos de un proyecto ego\u00edsta que nos hace depen\u00adder del objeto de nuestro deseo y no de la ca\u00adpacidad amorosa de nuestro coraz\u00f3n.<\/p>\n

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        Dejarnos seducir el coraz\u00f3n<\/h2>\n

        Para dejamos seducir el coraz\u00f3n debemos mudar de afectos. Y quiz\u00e1 el secreto de la muda estribe en que debemos despedimos de los amores para vivir el amor. Pero no un amor in\u00adtemporal, trascendente, sino concreto y tempo\u00adral pero m\u00e1s intransitivo. El amor que nace y muere en todos los amores y que pervive siem\u00adpre y es eterno precisamente a base de saberse caudal pero no fuente de la vida. El amor que co\u00adnocemos s\u00f3lo podemos nombrarlo as\u00ed, sin des\u00adnaturalizarlo, porque lo identificamos brotando en nosotros en cada p\u00e1lpito del coraz\u00f3n enamo\u00adrado, pero no como algo nuestro, sino como al\u00adgo que est\u00e1 siempre naciendo\u00a0en nosotros.\u00a0<\/em>Ese secreto del amor fontal s\u00f3lo se nos revela por el hecho de no ser nosotros los que amamos, sino el amor en nosotros el que ama y por el que so\u00admos amados y capaces tambi\u00e9n de amar.
        \nDejarnos\u00a0seducir el coraz\u00f3n<\/em>\u00a0es despertar los sentidos interiores para conocer el verdadero objeto de nuestro deseo. De eso se trata. De mover los afectos para afinar el deseo y sentir los labios resecos por la sed. Como la cierva herida que jadea por un hilillo de agua entre los montes. Estamos junto al pozo, pero el manan\u00adtial es hondo y no tenemos con qu\u00e9 sacarlo. Y es el deseo el que se hace manos, cuerda, po\u00adzal… Conocer el don -\u00a1si lo conoci\u00e9ramos!- es un misterio que se revela en la sed, o en la no\u00adche. La sed y la herida. Y s\u00f3lo en el lenguaje de la intimidad se puede revelar lo que la luz de los ojos jam\u00e1s comprender\u00eda. Nosotros hemos vis\u00adto, nuestros ojos se han abierto para percibirlo, nuestras manos lo han tocado y hemos podido o\u00edr con nuestros o\u00eddos de carne el misterio de su cercan\u00eda. Esta noticia que se ha revelado en la intimidad se abre a otros corazones que la desean. Y se hace gozo de comuni\u00f3n y de ex\u00adperiencia compartida. Cae la atadura del temor, y surge una libertad despojada que vive en el deseo y se recrea una y otra vez en \u00e9l.
        \nConocer el\u00a0<\/em>don es desearlo,\u00a0<\/em>es\u00a0abrir el o\u00eddo del coraz\u00f3n y dejar que sus sonidos alegren el silencio y ahuyenten las sombras de nuestra vida. Conocer el don es saber de su ternura, dejarse suavemente en sus manos, ofrecido a sus caricias, llamado a un desvelamiento pro\u00adgresivo de su persona hasta una intimidad que ya es franca ocupaci\u00f3n de nuestro ser. Nuestro coraz\u00f3n quiere vivir en el Amor. Y la seducci\u00f3n del coraz\u00f3n es un entrenamiento del deseo. Y Jes\u00fas es el mejor entrenador del deseo que nos libera del amor ego\u00edsta y nos abre a la aventura de dejarnos llevar por \u00e9l por los caminos del Reino. La evangelizaci\u00f3n de la cultura del deseo pasa por el enamoramiento total de Jesucristo, por la entera ocupaci\u00f3n de nuestro coraz\u00f3n para desear tanto como \u00e9l.
        \n\u00a0<\/strong>
        \nC:\\\u00a0<\/strong>Los pasos hacia\u00a0<\/strong>los\u00a0<\/strong>otros: de la praxis de los derechos las pr\u00e1cticas compasivas<\/strong>
        \nLa experiencia del amores una pr\u00e1ctica<\/strong>
        \nSometer la propia experiencia del amor al primado de la pr\u00e1ctica es un imperativo de hoy y de siempre. Amamos no porque sentimos m\u00e1s o menos intensamente, sino porque transforma\u00admos y nos dejamos transformar por el amor. El amor se manifiesta m\u00e1s en obras que en pala\u00adbras, porque es una fuerza que circula y nos al\u00adtera la interioridad y nos organiza de otro modo\u00a0nuestra relaci\u00f3n con los dem\u00e1s y con el mundo. La experiencia del amor es lo \u00fanico que nos ca\u00adpacita para la rebeld\u00eda. Y hace falta mucho co\u00adraje para afrontar el amor y sus responsabilida\u00addes. Porque estamos en un campo de fuerzas siempre mayor que nosotros y sometidos a su acci\u00f3n que nos altera y nos revoluciona, que no nos permite pactar con la realidad tal cual es.
        \nEl amor no es solamente una fuerza de con\u00admoci\u00f3n interior, sino que sobre todo es una re\u00adalidad que afecta a nuestro cuerpo y a nuestra manera de relacionarnos con otros seres cor\u00adporales y otras realidades f\u00edsicas y materiales. Es decir, amar no nos permite dejar las cosas como est\u00e1n. Amar nos obliga a poner en pr\u00e1c\u00adtica la misma fuerza del amor, a transformar a los seres a quienes amamos. Por eso la mejor forma de amar, desde el mensaje de Jes\u00fas, es vincularnos a la vida de los otros, meternos en su piel, ponernos en su lugar, es decir solidari\u00adzamos con su gozo y tambi\u00e9n con su sufri\u00admiento. El amor evang\u00e9lico es una pr\u00e1ctica de proximidad, es un estar junto al que nos nece\u00adsita. Y ello nos va a llevar inevitablemente a lu\u00adchar para que su espacio vital no le sea. arre\u00adbatado, para que su vida y sus aspiraciones quepan en este mundo, que no siempre es la realizaci\u00f3n perfecta de la justicia y la paz.
        \nEl que ha descubierto la experiencia del amor en su coraz\u00f3n obra en favor del amor, ensancha el espacio de su tienda, se abre a pr\u00e1cticas solidarias en favor de la justicia. Ha\u00adcer la justicia es un imperativo del amor, pero nunca lo sustituye. Si nuestra justicia no so\u00adbrepasa la de los comprometidos de nuestro tiempo, la de los l\u00edderes sindicales o pol\u00edticos, la de los grandes grupos de poder en nuestra sociedad, no es la verdadera justicia del Reino de Dios. Emplearnos a fondo con el amor su\u00adpone dejarle espacio para que act\u00fae en nues\u00adtro entorno y serle muy fieles a la hora de plan\u00adtear sus verdaderas exigencias. La experiencia del amor es una pr\u00e1ctica, y el que ama descu\u00adbre que est\u00e1 en un campo de fuerzas que le
        \nsobrepasa. El amor activo, transformador, nos tiene en sus manos y nos cambia ante la mira\u00adda gozosa del Dios fuente de todo amor.
        \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

          \n
        1. La praxis de los derechos como las obras de la ley<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

          A\u00a0ver si nos entendemos bien: reivindi\u00adcar los derechos de los que no los tienen es una verdadera pr\u00e1ctica evang\u00e9lica. M\u00e1s a\u00fan: es una exigencia fundamental de aqu\u00e9l o aqu\u00e9lla que se diga en comuni\u00f3n con el Dios de Jes\u00fas. A la luz de Jesucristo el otro es una llamada permanente a la fraternidad. Incluso cuando el ambiente lo rechaza, cuando los ene\u00admigos lo aplastan, cuando los amigos lo aban\u00addonan. Cuando \u00e9l mismo camina por un ca\u00admino equivocado, cuando ya no resulta \u00fatil para nadie. Nadie pierde nunca\u00a0la calidad\u00a0<\/em>de\u00a0hermano. Y\u00a0<\/em>reivindicar los derechos del her\u00admano es luchar por esa calidad de humanidad que Dios mismo asumi\u00f3 en su encarnaci\u00f3n.
          \nEl problema surge cuando hacemos de la praxis de los derechos la \u00fanica especificaci\u00f3n y concreci\u00f3n del amor cristiano. Y nos quedamos tan contentos. En la perspectiva del evangelio los derechos no se contraponen a los deberes, sino precisamente a los deseos. Es decir, dere\u00adchos y deberes est\u00e1n en el mismo r\u00e9gimen: el de las exigencias, el de las m\u00ednimas condiciones para ser persona. Los derechos son siempre condiciones para la realizaci\u00f3n de lo que so\u00admos, pero no aseguran el cambio interior, la transformaci\u00f3n del coraz\u00f3n. Los deseos son el n\u00facleo, lo interior que nos configura y nos pone en la disyuntiva de la opci\u00f3n personal. M\u00e1s a\u00fan, hacer de la conquista de los derechos la \u00fanica traducci\u00f3n de la praxis cristiana nos puede po\u00adner en la din\u00e1mica de las obras de la ley. Nos puede llevar a vivir la vida como la realizaci\u00f3n de una justicia exterior que nos deja tranquila la conciencia, pero que nos cierra el coraz\u00f3n. La conquista de la fraternidad cristiana no se agota en la reivindicaci\u00f3n de los derechos propios o ajenos, sino que nos abre a unas pr\u00e1cticas des\u00adde las que el hermano alcanza con nosotros la redenci\u00f3n de su propia fraternidad.
          \nLa fraternidad nace de la gracia, de la gra\u00adtuidad vivida desde Dios que se hace uno de tantos porque quiere, porque nos quiere. As\u00ed es como la fraternidad alcanza el mundo futu\u00adro. Y este esp\u00edritu de Amor tiene el estatuto de la sanaci\u00f3n, no meramente exterior, sino como recuperaci\u00f3n de la dignidad de hijos y herede\u00adros. La fraternidad se construye desde dentro, desde la conversi\u00f3n del coraz\u00f3n, que se niega a ser el juez que se satisface o se culpabiliza por la suerte de los dem\u00e1s. Los dem\u00e1s nos cam\u00adbian el coraz\u00f3n cuando nos sentimos vinculados a ellos desde el amor intransitivo de Dios. Desde el amor compasivo que no nos admite porque lo hagamos bien, sino porque nos quiere. La ex\u00adperiencia del amor o alcanza a sanar lo m\u00e1s profundo de nuestro ser o no es verdadera ex\u00adperiencia del amor fontal, del Amor que ama sin m\u00e9ritos, porque s\u00ed.
          \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

            \n
          1. Pr\u00e1cticas compasivas y conversi\u00f3n de la sensibilidad<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

            Y adem\u00e1s la pr\u00e1ctica del amor cristiano supone la proximidad f\u00edsica y afectiva de Dios en el territorio de los \u00faltimos. Decimos f\u00edsica y afectiva. La pasi\u00f3n por todo lo humano se con\u00advierte en empat\u00eda cordial, en ejercicio visceral de entendimiento, en pr\u00e1ctica de reconoci\u00admiento afectivo que potencia proyectos alter\u00adnativos que generen la verdadera inclusi\u00f3n del excluido. La experiencia espiritual del pobre es primariamente una experiencia f\u00edsica, cor\u00adporal, que obliga a dejar de contemplar la rea\u00adlidad de la injusticia con gafas oscuras o de\u00adformadoras de lo que sucede a nuestro alrededor. En la familiaridad del Dios con nosotros se nos revela otra familiaridad, la del pobre y a trav\u00e9s de sentimientos de cordialidad y afec\u00adto, nace una solidaridad cristiana nueva. Estar con ellos, gozar con ellos, sufrir con ellos es el origen de la espiritualidad. En el encuentro con el pobre se a\u00fanan lo f\u00edsico y lo espiritual, lo temporal y lo eterno. De ah\u00ed que sea hoy el territorio eclesial por excelencia.
            \nEl pobre, de rostro concreto y desfigurado, al que expatriamos y excluimos,\u00a0nos presta su mi\u00adrada,<\/em>\u00a0nos deja ver el mundo desde sus ojos. Y as\u00ed, nos capacita para una visi\u00f3n diferente y nueva, cr\u00edtica y comprometida Por eso se ha\u00adce necesario que aprendamos a mirarle y que no nos asustemos, sino que dejemos que nos penetre en la sensibilidad interior que tenemos da\u00f1ada e insensibilizada. La conversi\u00f3n de la sensibilidad es un proceso largo y paciente. Nuestros sentidos interiores se renovar\u00e1n en contacto con las personas que sufren y espe\u00adran una nueva ocasi\u00f3n para su vida. Son los sentidos interiores los que nos aseguran el arraigo del compromiso cristiano y solidario. Y los que vertebran nuestra orientaci\u00f3n de la vi\u00adda.\u00a0Estar con<\/em>\u00a0los otros, los despojados, desa\u00adtendidos, excluidos, para adquirir una perspec\u00adtiva de visi\u00f3n diferente y una nueva manera de ver nuestro mundo desde el apego, desde la cercan\u00eda y la implicaci\u00f3n con los que sufren.
            \n 
            \nEvangelizar nuestra cultura del deseo desde las pr\u00e1cticas compasivas es ir haciendo un iti\u00adnerario muy arriesgado. Porque supone de\u00adsandar muchos de nuestros caminos, rehacer los recorridos de la injusticia y la marginaci\u00f3n, pero con los otros, los que han sido puestos en el margen de la vida por nuestro propio deseo ego\u00edsta y est\u00e9ril. Y es, tambi\u00e9n, descubrir la fuer\u00adza de rehabilitaci\u00f3n para nuestro desear. El ca\u00admino de seguimiento de Jes\u00fas es un \u00e9xodo humilde. La met\u00e1fora de una historia con futu\u00adro se puede vivir cuando se reconoce el \u00c9xodo de los pobres y se descubre el don divino que se nos regala, presencia pobre y oculta, pero salvadora para ellos y para nosotros.<\/p>\n

            Xavier Quinz\u00e1<\/h6>\n

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            Xavier Quinz\u00e1\u00a0es\u00a0profesor\u00a0de\u00a0la Universidad Ponti\u00adficia Comillas (Madrid).   S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO El art\u00edculo encara la relaci\u00f3n entre el mundo de los deseos y la evangelizaci\u00f3n,\u00a0pro\u00adponiendo tres itinerarios educativos: A\/ De\u00a0la\u00a0cultura del deseo a la cultura del coraz\u00f3n; B\/ De la man\u00eda del \u00eddolo a la seducci\u00f3n del Icono; C\/ De la praxis de los \u00abderechos\u00bb a\u00a0las\u00a0pr\u00e1cticas […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","inline_featured_image":false,"footnotes":""},"categories":[128,216,94,63],"tags":[],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12673"}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=12673"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/12673\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=12673"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=12673"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=12673"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}