{"id":3683,"date":"2008-03-01T19:25:18","date_gmt":"2008-03-01T17:25:18","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=3683"},"modified":"2008-03-01T19:25:18","modified_gmt":"2008-03-01T17:25:18","slug":"los-estragos-de-la-edad-la-manipulacion-de-la-juventud","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/los-estragos-de-la-edad-la-manipulacion-de-la-juventud\/","title":{"rendered":"Los estragos de la edad La manipulaci\u00f3n de la juventud"},"content":{"rendered":"

Eran otros tiempos, o sea, los mismos de ahora. Ante la creciente obsesi\u00f3n de Andr\u00e9 Gide<\/strong> por ser celebrado entre los j\u00f3venes, dijo Andr\u00e9 Malraux<\/strong> que hab\u00eda que ser un insensato para buscar la aprobaci\u00f3n de los menores. El encanallado escritor ten\u00eda como orgullo ser elogiado solo por gente adulta en cuestiones como la literatura o la pol\u00edtica que exigen juicios certeros.
\nDesde entonces, la angustia por la aprobaci\u00f3n de los j\u00f3venes ha crecido exponencialmente. Casi la totalidad de la publicidad y de la pol\u00edtica buscan c\u00f3mplices en ese estrato social, por otra parte menguante. Bien es cierto que cuando Malraux<\/strong> manifestaba su displicencia hacia los inmaduros, el borde de la edad de la raz\u00f3n estaba en los 20 a\u00f1os. Hoy roza ya los 40. Nuestros j\u00f3venes han envejecido mucho.
\nLa progresiva importancia del adjetivo joven<\/em> en la vida diaria es seguramente una hipocres\u00eda: lo cierto es que son la zona peor tratada, e incluso peor que en tiempos de Malraux.<\/strong> Encerrados en un campo de concentraci\u00f3n electr\u00f3nico, solo pueden ejercer como compradores compulsivos de aparatos, mientras se les mantiene en una semiesclavitud laboral. Ninguna subvenci\u00f3n o beneficencia administrativa podr\u00e1 resolver el problema mayor: la prohibici\u00f3n de acceder a la responsabilidad.
\nEn el trabajo, en la vida social, en la formaci\u00f3n educativa, en las formas mayores de la libertad, los j\u00f3venes son subalternos. Basta repasar los suplementos juveniles<\/em> de los grandes peri\u00f3dicos nacionales para constatar que se les condena a la estupidez, aunque, eso s\u00ed, a cambio de una excelente oferta sexual.
\nEl proceso de este trueque (\u00abt\u00fa te quedas con el monopolio del sexo y a cambio vives como un esclavo\u00bb) es relativamente reciente, debe de tener unos 40 a\u00f1os. Antes de la c\u00e9lebre mutaci\u00f3n llamada abusivamente Mayo del 68, el estrato juvenil acced\u00eda muy pronto a trabajos de cierta responsabilidad, a parcelas propias de emancipaci\u00f3n y a la famosa respetabilidad que era la garant\u00eda de unos ingresos estables. A cambio, el sexo casi siempre estaba condicionado a la integraci\u00f3n social por medio del matrimonio. Este es el asunto que trata Ian McEwan,<\/strong> uno de los mejores narradores vivos, en su \u00faltima novela, On Chesil Beach…<\/em>
\nLa novela desconcertar\u00e1 a la gente que no tiene la menor idea de c\u00f3mo era la vida de los j\u00f3venes hace medio siglo. E inevitablemente producir\u00e1 una avalancha de exhibicionismo del tipo: \u00abPues a m\u00ed nunca me pas\u00f3 nada semejante\u00bb. Porque el asunto del relato es el fracaso sexual de una pareja de j\u00f3venes ingleses en el primer d\u00eda de su matrimonio. Ambos pertenecen a la clase media, alta la muchacha, baja el chico, y no han tenido acceso a la m\u00e1s m\u00ednima informaci\u00f3n seria sobre las relaciones sexuales. \u00c9l solo conoce bromas chocarreras de vestuario de gimnasio y algo de pornograf\u00eda. Ella, ni siquiera esa primitiva iniciaci\u00f3n.
\nEl encuentro entre dos personas que se aman y se necesitan, pero son incapaces de ordenar los pasos ineludibles para un apareamiento sin dolor o humillaci\u00f3n, est\u00e1 tratado con sencillez, mucha ternura y sobre todo mediante una exacta medici\u00f3n de los tiempos, los espacios dedicados a la colisi\u00f3n y los antecedentes, el cuidadoso rechazo de toda morbosidad. Es un relato tan pudoroso que podr\u00edan leerlo los ni\u00f1os de secundaria y les aprovechar\u00eda mucho m\u00e1s que esos cursillos en los que la exactitud anat\u00f3mica sustituye a la comprensi\u00f3n profunda de la sexualidad.
\nEl novelista ingl\u00e9s expone con sutileza que el motivo principal del fracaso no es la inexperiencia o el encontronazo entre una mujer asustada y un hombre inexperto, ni siquiera el posible conflicto f\u00edsico entre un eyaculador precoz y una chica de sensualidad nula, sino la imposibilidad de explicarse entre s\u00ed, la ausencia de un espacio ling\u00fc\u00edstico en el que puedan darse a conocer el uno al otro, porque ni siquiera ellos mismos saben lo que les est\u00e1 sucediendo o c\u00f3mo compartirlo con el otro para que le excuse y acoja. Ese terrible principio seg\u00fan el cual uno es siempre culpable (terrible porque es verdadero) cae sobre ellos como un hachazo.
\nCuando no se puede compartir un fiasco, suele convertirse en objeto arrojadizo, como hemos comprobado a lo largo de esta tediosa legislatura. Tambi\u00e9n los j\u00f3venes, como nuestros pol\u00edticos, impotentes ante su afasia, no tienen otro escape que acusarse mutuamente de una incompetencia sexual que en realidad es trivial. La novela concluye con una coda desesperada. Ambas vidas quedar\u00e1n para siempre marcadas por esa primera y decisiva decepci\u00f3n.
\nEl caso que expone McEwan <\/strong>debe de ser ya relativamente infrecuente. [Pero] dudo de que haya mejorado la capacidad de hablar con la pareja cuando estalla el fracaso. Me temo que las acusaciones mutuas y la culpabilizaci\u00f3n siguen siendo la \u00fanica salida. Porque la culpa es eterna, aunque no haya falta.<\/p>\n

F\u00c9LIX De Az\u00faa<\/p>\n

El Peri\u00f3dico, 4\/1\/2008<\/p>\n

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