{"id":3819,"date":"2007-09-01T17:26:54","date_gmt":"2007-09-01T15:26:54","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=3819"},"modified":"2007-09-01T17:26:54","modified_gmt":"2007-09-01T15:26:54","slug":"precauciones-ante-la-television-en-diez-palabras","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/precauciones-ante-la-television-en-diez-palabras\/","title":{"rendered":"PRECAUCIONES ANTE LA TELEVISI\u00d3N EN DIEZ PALABRAS"},"content":{"rendered":"

Se pone usted ante el televisor y de entrada no se da cuenta \u2013quiz\u00e1s no lo advierte\u2013 que est\u00e1 usted ante la gran pitonisa de nuestro tiempo. Ella, a poco que usted se descuide, se puede convertir en el gran compulsor de sus emociones y aun en el gran devorador de sus decisiones de conciencia. No ser\u00eda malo tomar, previamente al hecho televisivo, una serie de precauciones:
\n1\u00aa. Conozca usted la televisi\u00f3n.<\/strong> No es el aparato ante el que se pone usted. Es m\u00e1s bien el producto pl\u00e1stico y sonoro que ha requerido para su factura muchos esfuerzos personales y econ\u00f3micos, m\u00e1s de un quebradero de cabeza y hasta es posible que alg\u00fan acomodamiento de la conciencia.
\n2\u00aa. \u00c1mela en lo que vale<\/strong>. No crea usted que la mejor soluci\u00f3n a los problemas que puede plantear la televisi\u00f3n en casa es la de dejarla afuera. La de no tener televisi\u00f3n. La televisi\u00f3n, tan aparentemente apisonadora, es sumisa y es modesta. Es sencilla y no avasalla a nadie. Se sabe en manos del destinatario y respeta las decisiones del mismo. La televisi\u00f3n, sencillamente, oferta su producto. Y hay que amarla porque ese producto es m\u00faltiple y respetuoso. Usted tiene en la mano el mando a distancia. Y puede hacer con \u00e9l lo que le parezca m\u00e1s oportuno. Y la televisi\u00f3n no se va a quejar a nadie.
\n3\u00aa. No hay que verla solos<\/strong>. La televisi\u00f3n no tiene que ser la sacudida del aburrimiento en esas largas horas en que no hacemos nada porque nada se nos ocurre. El espectador de la televisi\u00f3n tiene que ser generoso consigo mismo y con los dem\u00e1s. Y, hasta donde pueda, debe convocar a los dem\u00e1s a un espect\u00e1culo que enriquecer\u00e1 a todos en la misma medida en que sepan compartirlo. El destinatario verdadero de la televisi\u00f3n no es el individuo, sino el grupo familiar. Entre dos o cuatro o cinco puede ver m\u00e1s y mejor que lo que es capaz de ver una persona sola… y solitaria.
\n4\u00aa. No exija a la tele lo que la tele no puede dar<\/strong>. Se le pide cultura. Una cultura uniforme. Se le pide que edifique virtudes en los ciudadanos, como si la moral fuera unitaria y catequ\u00e9tica. Se le pide que no nos aburra. Se le pide que d\u00e9 a nuestros ocios el divertimento que m\u00e1s vaya con nuestra capacidad de distracci\u00f3n. Hay que convencerse: la televisi\u00f3n no est\u00e1 para suplir las carencias de algo o de alguien. La televisi\u00f3n, sencillamente, se\u00f1ala caminos. Para eso no hay que pedirle, adem\u00e1s, que nos empuje por ellos.
\n5\u00aa. Seleccione los programas<\/strong>. Echen lo que echen, no se lo trague todo. Si usted es un consumidor a esgaya, acabar\u00e1 por hastiarse de la televisi\u00f3n y llegar\u00e1 imprudentemente a la conclusi\u00f3n de que no hay en ella nada que valga la pena. A diario hay en la televisi\u00f3n (en las muchas televisiones que tenemos), bastantes programas apetecibles. Inevitables, incluso. Hay que buscarlos, claro est\u00e1. Y hay que hacer de entre ellos el men\u00fa de cada jornada.
\n6\u00aa. Busque usted la almendra de cada programa.<\/strong> Ya est\u00e1 hecha la selecci\u00f3n. Ya nos sentamos a desmenuzar el men\u00fa que hemos preparado. Y bien: se va a dar cuenta de que cada programa tiene su exigencia: de tema, de realizaci\u00f3n, de compromiso. Reexamine usted la calidad de estos elementos. Comprom\u00e9tase con ellos. Retire la paja que pueda encontrar. Qu\u00e9dese con el grano, con la almendra. Es decir: convi\u00e9rtase de espectador pasivo en espectador inteligente.
\n7\u00aa. Cambiar de canal es cosa sabia<\/strong>. Le pedir\u00e1n a usted que no cambie. Le pedir\u00e1n que aguarde un poquito mientras le tiran encima la red de la publicidad. No haga caso. Si a usted le gusta el programa que est\u00e1 viendo, siga usted con \u00e9l pero sin que nadie le empuje. Pero si el programa no le gusta, sepa usted por qu\u00e9 lo abandona, pero aband\u00f3nelo.
\n8\u00aa. Rechace la violencia<\/strong>. Toda la violencia. La que viene en las pel\u00edculas con series contadas a prop\u00f3sito y conveniencia de la misma \u2013la violencia\u2013 o la que se filtra en los documentos de la guerra abierta o de las facciones revolucionarias.
\n9\u00aa. Hay que hablar de lo que se ha visto<\/strong>. Los programas no deben morir una vez que han pasado por televisi\u00f3n. Los programas buenos tienen derecho a que se los discuta y a que se llegue con ellos a conclusiones est\u00e9ticas o morales. O a las dos a la vez. Y el espectador inteligente har\u00e1 bien en llevar sus ideas \u2013las que se le hayan promovido por un programa\u2013 a la conversaci\u00f3n de la casa o de la calle o de las reuniones de amigos. La escasa imaginaci\u00f3n que padecen algunos para acercarse a determinados temas, puede ser aliviada generosamente por la televisi\u00f3n.
\n10\u00aa. No todos los programas son iguales<\/strong>. Ni son iguales sus formulaciones. Ni son iguales los destinatarios. Hay programas en diferido y hay programas en directo. Los \u201cen directo\u201d son la televisi\u00f3n m\u00e1s verdadera y habr\u00e1 que tenerlo en cuenta.<\/p>\n

Eduardo T. Gil de Muro<\/strong><\/p>\n

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