{"id":6791,"date":"2012-12-01T00:00:15","date_gmt":"2012-11-30T22:00:15","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=6791"},"modified":"2012-12-01T00:00:15","modified_gmt":"2012-11-30T22:00:15","slug":"la-esperanza-alma-de-la-educacion","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/la-esperanza-alma-de-la-educacion\/","title":{"rendered":"LA ESPERANZA, ALMA DE LA EDUCACI\u00d3N"},"content":{"rendered":"

 
\nEugenio Alburquerque Frutos<\/strong>
\nDirector del Bolet\u00edn Salesiano y miembro del Consejo de Redacci\u00f3n de MJ<\/strong>
\n\u00a0<\/strong>
\nS\u00cdNTESIS<\/strong>
\nEl autor muestra la \u00edntima relaci\u00f3n entre esperanza y educaci\u00f3n, pues para educar en la esperanza hay que empezar por creer en la educaci\u00f3n y amarla. Despu\u00e9s, tras describir la memoria, el deseo y la promesa como fuentes principales de la esperanza humana y cristiana, presenta unas actitudes b\u00e1sicas para educar en la esperanza.
\n 
\nEl papa Benedicto XVI termina uno de sus mensajes a la di\u00f3cesis de Roma sobre la tarea urgente de la educaci\u00f3n con una invitaci\u00f3n cordial a la esperanza. Constata las asechanzas que se ciernen contra ella, de una y otra parte, de tal modo que tambi\u00e9n hoy los cristianos, como los antiguos paganos, corremos el riesgo de convertirnos en hombres \u201csin esperanza y sin Dios\u201d (cf. Ef, 2,12). Y, seg\u00fan el Papa, \u201cprecisamente de aqu\u00ed nace la dificultad tal vez m\u00e1s profunda para una verdadera obra educativa, pues en la ra\u00edz de la crisis de la educaci\u00f3n hay una crisis de confianza en la vida\u201d. Por ello, subraya: \u201cSolo una esperanza fiable puede ser el alma de la educaci\u00f3n\u201d[1]<\/a>.
\nSeg\u00fan Benedicto XVI, la esperanza es el alma de la educaci\u00f3n. Asegura Mar\u00eda Zambrano que conocerse a s\u00ed mismo o a otro, conocer a una persona, es saber qu\u00e9 espera de verdad. Porque el hombre es una criatura cuyo ser verdadero est\u00e1 fiado al futuro, en v\u00eda de hacerse. Por eso existe un trabajo a\u00fan m\u00e1s inexorable que el de \u201cganarse el pan\u201d; es el trabajo para ganarse el ser, a trav\u00e9s de la vida
[2]<\/a>. Quiz\u00e1 este es el sentido m\u00e1s profundo del quehacer educativo y, desde esta perspectiva, es posible comprender mejor la afirmaci\u00f3n del Papa. En realidad, la esperanza es el alma de la educaci\u00f3n, porque es el alma del ser, del cumplimiento y realizaci\u00f3n de la persona como persona. Sin ella, \u00bfqui\u00e9n puede atreverse a educar?, \u00bfqui\u00e9n puede tener el valor de afrontar el futuro desconocido, imprevisible e incierto? Y, sobre todo, \u00bfqui\u00e9n se atrever\u00e1 a acompa\u00f1ar y guiar a otros en el dif\u00edcil reto de este afrontamiento?
\nBuscamos en este art\u00edculo un acercamiento a la esperanza desde una perspectiva educativa, intentando se\u00f1alar algunas claves para educar en la esperanza. La reflexi\u00f3n se concentra especialmente en los fundamentos indispensables y b\u00e1sicos para emprender responsablemente esta tarea, en las fuentes mismas de la esperanza y en algunas\u00a0 actitudes necesarias especialmente por parte de los educadores.
\n <\/p>\n

    \n
  1. Creer en la educaci\u00f3n<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

     
    \nAfirma Victoria Camps: \u201cEl problema fundamental con el que se encuentra la educaci\u00f3n en nuestros d\u00edas es la falta de fe\u201d
    [3]<\/a>. Seg\u00fan Camps, no creemos en la educaci\u00f3n; no sabemos qu\u00e9 podemos esperar de ella, qu\u00e9 le podemos pedir, con qu\u00e9 finalidad hay que educar. De esta manera, la educaci\u00f3n se encuentra inmersa en el pensamiento posmoderno, d\u00e9bil, relativista, destructor del pasado e incapaz de arriesgar ideas constructivas de futuro.
    \nPara educar en la esperanza hay que empezar por creer en la educaci\u00f3n y amarla. Este es el fundamento. Y esta fe en la educaci\u00f3n implica especialmente: que los educadores crean en los j\u00f3venes, que la sociedad conf\u00ede en los educadores y que unos y otros amen la instituci\u00f3n educativa, la escuela.
    \n 
    \n\u00a01.1 Educadores que creen en los j\u00f3venes<\/strong>
    \n 
    \nLa educaci\u00f3n pone en el centro a la persona. Es este un criterio sobre el que f\u00e1cilmente podemos concordar. Pero lo importante es actuarlo, reconocer en la pr\u00e1ctica el car\u00e1cter central del ni\u00f1o, del adolescente, del joven. Para ello, son necesarios educadores que crean en los j\u00f3venes y les ayuden a valorar los recursos que llevan dentro de s\u00ed.
    \nCreer en los j\u00f3venes significa, ante todo, acogerlos en su propia vida y realidad. Abundan actualmente los estudios sociol\u00f3gicos sobre la juventud. Todos ellos apuntan grandes problemas y preocupaciones, pero tambi\u00e9n m\u00faltiples posibilidades abiertas y horizontes de esperanza. El buen educador capta unos y otros y, desde la misma realidad, a veces tan dram\u00e1tica, hace una opci\u00f3n de confianza en los j\u00f3venes. Solo la confianza del educador en los j\u00f3venes hace posible la de estos en \u00e9l. Esto lo intuy\u00f3 muy bien don Bosco y lo plasm\u00f3 de una manera muy sencilla en su pedagog\u00eda. Escribe en la introducci\u00f3n al Reglamento de sus primeras escuelas y oratorios: la juventud \u201cno es de por s\u00ed de \u00edndole perversa \/\u2026\/ Si sucede alguna vez que ya est\u00e1n viciados a esa edad, es m\u00e1s por inconsciencia que por malicia consumada\u201d
    [4]<\/a>. Su experiencia con los muchachos que se encuentran ya en temprana edad en la c\u00e1rcel o en correccionales, le hace ver que \u201cen general, la juventud no es mala por s\u00ed misma; pero que casi siempre se hace tal en el contacto con los malvados y que estos mismos, separados unos de otros, son susceptibles de grandes cambios morales\u201d[5]<\/a>.
    \nDon Bosco recibe en el Oratorio, que para \u00e9l era casa, escuela, patio y parroquia, a muchachos dif\u00edciles, a veces entregados por la polic\u00eda o reci\u00e9n salidos de la c\u00e1rcel. Es realista; no asume una actitud pesimista, ni un optimismo ingenuo. Pero conserva siempre una imagen positiva de los j\u00f3venes. Si Camus dijo que en todo ser humano hay m\u00e1s cosas dignas de admiraci\u00f3n que de desprecio, el educador Bosco est\u00e1 convencido de que todo joven, por desgraciado que sea, tiene un punto accesible al bien y es el primer deber del educador descubrir ese punto, esa cuerda sensible del coraz\u00f3n, y sacar provecho de ella. Por eso apuesta por una pedagog\u00eda de la esperanza; es la juventud la que regenerar\u00e1 la sociedad.
    \nEn el fondo de esta confianza educativa en los j\u00f3venes est\u00e1 la confianza radical en la persona humana, que procede de la convicci\u00f3n de su dignidad, de su valor absoluto en cuanto persona, creada a imagen de Dios.
    \nCreer en los j\u00f3venes implica, pues, la acogida incondicional de los j\u00f3venes. Son, como somos en general los hombres, seres heridos, rasgados, d\u00e9biles, vulnerables. Quiz\u00e1s ni\u00f1os, adolescentes y j\u00f3venes constituyen el eslab\u00f3n m\u00e1s d\u00e9bil, porque, m\u00e1s que los adultos, precisan de la comunidad para poder subsistir y porque tienen toda la existencia a\u00fan por construir y todo lo que hoy vivan, influir\u00e1 en su futuro. Son vulnerables, porque son maleables, porque est\u00e1n haci\u00e9ndose, porque todo el entorno en que viven, lo mismo que puede cuidarlos, puede tambi\u00e9n herirlos y quebrarlos. Acogerlos es amarlos. La educaci\u00f3n es cuesti\u00f3n de amor; amarlos y que se sientan amados. No hay otra manera m\u00e1s justa de explicar el sentido de la educaci\u00f3n: \u201ceducar es un acto de amor, un ejercicio de la caridad intelectual que requiere responsabilidad, dedicaci\u00f3n y coherencia de vida\u201d
    [6]<\/a>.
    \n 
    \n1.2 Confianza en los educadores<\/strong>
    \n 
    \nSi los educadores han de creer en el alumno, la sociedad ha de creer y confiar tambi\u00e9n en el educador. La educaci\u00f3n necesita credibilidad y reconocimiento de los educadores. La sociedad espera mucho de los educadores y esto constituye para ellos una responsabilidad y una oportunidad. Sin embargo, la situaci\u00f3n que atraviesan maestros y profesores en todas las etapas del arco educativo no es, ciertamente, halag\u00fce\u00f1a. De manera que se llega a afirmar que el problema de la educaci\u00f3n coincide con el problema del educador
    [7]<\/a>.
    \nLa superaci\u00f3n de la actual situaci\u00f3n de crisis educativa pasa necesariamente por la recuperaci\u00f3n de la dignidad social de los educadores. Quiz\u00e1 es necesario cuidar la selecci\u00f3n y el ingreso en la profesi\u00f3n, mejorar el reconocimiento econ\u00f3mico, cuidar los procesos de formaci\u00f3n permanente, la puesta al d\u00eda respecto a las nuevas metodolog\u00edas y la innovaci\u00f3n did\u00e1ctica. Pero, sobre todo, resulta indispensable que sepan ser testigos cre\u00edbles de las realidades y de los valores sobre los cuales es posible construir tanto la existencia personal como la convivencia social. Un verdadero educador pone en juego en primer lugar su persona y sabe unir en la tarea educativa, autoridad y ejemplaridad. El verdadero educador est\u00e1 y se siente comprometido en el quehacer educativo con su propia vida, no simplemente con algunos aspectos de su vida, sino con toda ella.
    \nPara iniciar el dif\u00edcil proceso de recuperaci\u00f3n de reconocimiento y credibilidad social, quiz\u00e1 la primera urgencia para todo educador es clarificar y situarse como educador en el actual contexto socio-cultural. En \u00e9l se encuentran las claves de comprensi\u00f3n de las opciones e iniciativas educativas. Se trata de situarse adecuadamente en el momento presente y mirando al futuro con todo el bagaje del pasado, que no se puede arrojar por la borda.
    \nJuli\u00e1n Mar\u00edas escribi\u00f3 que el principal factor de perturbaci\u00f3n en el mundo actual, la dificultad mayor para que se resuelvan los problemas y se orienten certeramente las vidas, reside en el desajuste entre la importancia que tienen las cosas y la que se les da. Seg\u00fan Mar\u00edas, esta es la clave de que el mundo marche incomparablemente peor de lo que pod\u00eda ser. \u00bfQu\u00e9 es lo que verdaderamente preocupa e importa a los educadores?, \u00bfpor qu\u00e9 se apasionan y a qu\u00e9 dedican especialmente sus esfuerzos en la labor educativa diaria?, \u00bfest\u00e1n centrados en lo esencial, en las aut\u00e9nticas finalidades de la educaci\u00f3n?, \u00bfdirigen la atenci\u00f3n a la persona, a su desarrollo y felicidad, a su demanda de verdad, de autonom\u00eda y libertad? Cuando vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales, aumenta la exigencia de una educaci\u00f3n que sea verdaderamente tal, es decir, que sea capaz de responder a las cuestiones decisivas, a las cosas que \u201cverdaderamente tienen importancia\u201d: \u201clo solicitan los padres, preocupados y con frecuencia angustiados por el futuro de sus hijos; lo solicitan tantos profesores, que viven la triste experiencia de la degradaci\u00f3n de sus escuelas; lo solicita la sociedad en su conjunto, que ve c\u00f3mo se ponen en duda las bases mismas de la convivencia; lo solicitan en lo m\u00e1s \u00edntimo los mismos muchachos y j\u00f3venes, que no quieren verse abandonados ante los desaf\u00edos de la vida\u201d
    [8]<\/a>.
    \n 
    \n1.3 Amar la escuela<\/strong>
    \n 
    \nLa escuela comienza all\u00ed donde est\u00e1 el ni\u00f1o, el adolescente o el joven, creando un punto de encuentro con sus intereses vitales, entrando en di\u00e1logo con su coraz\u00f3n. Una buena escuela necesita \u201cbuenos maestros\u201d y \u201cbuenos estudiantes\u201d. No basta uno solo de estos componentes. Es necesario que uno quiera ense\u00f1ar y otro quiera aprender; y es necesario que, junto a ellos, esto sea tambi\u00e9n lo que quiere la sociedad. En esto consiste, sobre todo, el verdadero amor a la escuela.
    \nEn un reciente discurso, de manera muy sencilla y cordial, Benedicto XVI explica a los ni\u00f1os, rememorando su propia ni\u00f1ez, el significado y la importancia de la escuela: \u201cQueridos ni\u00f1os, vosotros vais a la escuela, aprend\u00e9is naturalmente, y he pensado que han pasado 77 a\u00f1os desde que yo comenc\u00e9 a ir al colegio. Estaba en un peque\u00f1o pueblo de 300 almas, un poco \u00abdetr\u00e1s de la luna\u00bb, se dir\u00eda; sin embargo, aprendimos lo esencial. Sobre todo aprendimos a leer y escribir, y pienso que es algo grande poder escribir y leer, porque as\u00ed podemos conocer el pensamiento de los dem\u00e1s, leer los peri\u00f3dicos, los libros; podemos conocer todo lo que se ha escrito hace dos mil a\u00f1os o incluso hace m\u00e1s tiempo; podemos conocer los continentes espirituales del mundo y comunicarnos [\u2026]. Y esto es muy importante: aprender en la escuela todas las cosas necesarias para la vida y aprender tambi\u00e9n a conocer a Dios, conocer a Jes\u00fas y as\u00ed conocer c\u00f3mo se vive bien\u201d
    [9]<\/a>.
    \nPero la escuela afronta hoy grandes desaf\u00edos en el campo de la educaci\u00f3n. Desde distintos frentes se siente la necesidad de repensar la escuela, no solo planteando abierta y directamente los problemas pr\u00e1cticos e inmediatos a los que hay que responder sin demora, sino tambi\u00e9n a las cuestiones esenciales, superando prejuicios y malentendidos, buscando un verdadero di\u00e1logo social.
    \nDesde hace algunos a\u00f1os, Finlandia se ha convertido en un pa\u00eds de referencia educativa. El a\u00f1o 2004, en la comparaci\u00f3n entre los resultados de la educaci\u00f3n en diferentes pa\u00edses de la OCDE que establece el Informe PISA, Finlandia result\u00f3 ser una de las naciones con mayor \u00e9xito educativo, y as\u00ed se ha seguido manteniendo en los a\u00f1os sucesivos. Seg\u00fan I.Enkvist, los finlandeses atribuyen sus buenos resultados a los siguientes factores: buena preparaci\u00f3n acad\u00e9mica de maestros y profesores, apoyo de la familia al profesorado, metas claras en el sistema escolar, inversi\u00f3n de forma constante por parte del Estado en la educaci\u00f3n, grupos de aprendizaje no muy numerosos. De esta forma, Finlandia no ha tenido que hacer ninguna reforma educativa, porque, seg\u00fan la pedagoga sueca, tampoco hab\u00eda introducido la nueva y problem\u00e1tica pedagog\u00eda
    [10]<\/a>. No es\u00a0 una f\u00f3rmula m\u00e1gica. Es fruto de mucho esfuerzo, trabajo, responsabilidad y dedicaci\u00f3n, que son ingredientes esenciales del verdadero amor.
    \n <\/p>\n

      \n
    1. Desde las fuentes de la esperanza<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

       
      \nLa esperanza est\u00e1 plantada en el ser humano. Podemos reprimirla, ajarla, dejarla agostar; o podemos apoyarla, regarla, desplegarla. Como el hombre, es realidad y realizaci\u00f3n. Hay fuentes que la riegan vitalmente. Para educar en esperanza es necesario ir y partir de esos manantiales. Son la memoria, el deseo y la promesa
      [11]<\/a>.
      \n 
      \n2.1 La memoria del pasado<\/strong>
      \n 
      \nLa ra\u00edz primera y permanente de la esperanza es la memoria. De manera muy hermosa lo dice Luis Rosales: \u201cLa palabra del alma es la memoria; \/ la memoria del alma es la esperanza \/ y ambas est\u00e1n unidas como el haz y el env\u00e9s de una moneda\u201d
      [12]<\/a>.
      \nComo observa Gonz\u00e1lez de Cardedal, se trata de memoria en sentido metaf\u00edsico. El hombre, antes que inicio en sentido temporal, tiene principio en sentido metaf\u00edsico; y \u00e9ste le acompa\u00f1a siempre sosteni\u00e9ndole, empuj\u00e1ndole, atray\u00e9ndole. Incluso, justamente la memoria del origen nos anticipa el sentido del fin. Por eso, fil\u00f3sofos y te\u00f3logos destacaron siempre que el inicio y el fin son la misma realidad, que no tenemos escatolog\u00eda sin protolog\u00eda.
      \nNo est\u00e1 de moda mirar al pasado ni apelar a la tradici\u00f3n; y no ha sido raro el af\u00e1n de muchos educadores, seducidos por las nuevas corrientes pedag\u00f3gicas, por desprenderse de la memoria, de lo \u201cantiguo\u201d. Y, sin embargo, resulta indispensable para pensar la relaci\u00f3n educativa entre personas. En efecto, la relaci\u00f3n educativa no est\u00e1 nunca cerrada en s\u00ed misma; participa necesariamente del pasado y gestiona un legado que la precede y la hace posible. Pertenece a una memoria educativa, a un determinado patrimonio cultural. La tradici\u00f3n ofrece precisamente hip\u00f3tesis de vida, claves interpretativas, modelos de comportamiento vividos y experimentados. No tiene nada que ver con el culto tradicionalista del pasado; el tradicionalismo no es m\u00e1s que una caricatura de la verdadera tradici\u00f3n, que representa, m\u00e1s bien, la atenci\u00f3n y el cuidado del pasado vivo en el presente. Se trata, realmente, del sentido profundo de la educaci\u00f3n: \u201cEducar es formar a las nuevas generaciones para que sepan entrar en relaci\u00f3n con el mundo, apoyadas en una memoria significativa que no es solo ocasional, sino que se incrementa con el lenguaje de Dios que encontramos en la naturaleza y en la revelaci\u00f3n, con un patrimonio compartido, con la verdadera sabidur\u00eda que a la vez que reconoce el fin trascendente de la vida, orienta el pensamiento, los afectos y el juicio\u201d
      [13]<\/a>.
      \nMar\u00eda Zambrano observa que la honda crisis en que est\u00e1 inmersa la cultura occidental es crisis de la mediaci\u00f3n en todas sus formas; y advierte c\u00f3mo en el fondo de la crisis est\u00e1 el repudio de la tradici\u00f3n, rechazada con frecuencia sin percibir que el rechazo de la tradici\u00f3n es el rechazo de la historia, incluida tambi\u00e9n la propia historia
      [14]<\/a>.
      \nLa tradici\u00f3n constituye el dato originario en el que el ni\u00f1o ha nacido, con todo su aval de significados y valores. Realmente, la educaci\u00f3n encuentra su origen en el dinamismo de la tradici\u00f3n. Ninguna expresi\u00f3n humana parte de cero. Tanto el descubrimiento cient\u00edfico como el pensamiento filos\u00f3fico, la creaci\u00f3n art\u00edstica o la actividad deportiva, no surgen de la nada; dependen y est\u00e1n en relaci\u00f3n con cuanto anteriormente ha hecho el pasado en cada uno de los sectores de la experiencia humana.
      \nPor ello, la adhesi\u00f3n a la tradici\u00f3n representa un importante compromiso educativo. Es, seg\u00fan Giussani, una especie dehip\u00f3tesis explicativa de la realidad<\/em>. No se puede establecer relaci\u00f3n alguna con la realidad, ni se puede dar un paso hacia la realizaci\u00f3n si no existe al menos una idea del posible significado de la misma realidad. Por ello, para educar es necesario proponer adecuadamente el pasado. Sin la propuesta del pasado, sin el conocimiento de la tradici\u00f3n, el joven crece sin los grandes pilares que pueden fundamentar su propia experiencia humana
      [15]<\/a>.
      \nEducativamente, el malestar y la sospecha ante la tradici\u00f3n, considerada como contraria a la libertad y creatividad, resulta insidiosa y contraproducente. Cada ser humano, en su historia presente, dice Gadamer, es interpelado por la palabra del pasado. No, ciertamente, para volver al pasado, sino para poder avanzar hacia delante. Esta es la ley de la memoria: recordar lo sucedido para leer el presente y construir el futuro. Para ello, la tradici\u00f3n tiene necesidad de que cada generaci\u00f3n se la apropie vitalmente, porque los grandes valores del pasado no se heredan sin m\u00e1s; tienen que ser asumidos y renovados a trav\u00e9s de una opci\u00f3n personal, a menudo costosa.
      \n 
      \n2.2 El dinamismo del deseo<\/strong>
      \n 
      \nLa naturaleza del deseo, dice Arist\u00f3teles, consiste \u201cen ser sin l\u00edmites, y la mayor parte de los hombres no viven m\u00e1s que para colmarlos\u201d
      [16]<\/a>. El ser humano es asiento de m\u00faltiples deseos. Unos son conscientes; otros, inconscientes. No somos due\u00f1os de ellos. Surgen en cualquier momento, en las situaciones m\u00e1s inesperadas: deseo de comer, de poseer, deseos er\u00f3ticos, agresivos, etc., pero tambi\u00e9n deseo de conocer, saber, creer, hacer. Constituyen realmente una realidad din\u00e1mica, una energ\u00eda.
      \nLos deseos han preocupado siempre a los humanos; y preocupan, de manera especial, actualmente, porque vivimos en una cultura del deseo. Durante siglos se consider\u00f3 que era necesario controlarlos. Hoy, todav\u00eda, en la cultura oriental, el budismo da una visi\u00f3n terrible del deseo: es el origen del sufrimiento y solo quien logra liberarse de ellos, se libera de la tiran\u00eda del yo y alcanza la completa libertad. En la cultura occidental, junto a la memoria, el deseo es ra\u00edz de la esperanza. Es cierto que muchas veces ha estado puesto bajo sospecha, se le ha despreciado como racionalmente insignificante o se le ha rechazado con muy diferentes razones. Pero el hombre es deseo, aspiraci\u00f3n, inquietud. Y aquello que no anhelamos ni deseamos, como dice san Agust\u00edn, no puede ser objeto ni de nuestra esperanza ni de nuestra desesperaci\u00f3n.
      \nRealmente, la esperanza proviene del deseo; del deseo de amor, de libertad, de realizaci\u00f3n. Y cuanto m\u00e1s fuerte es el deseo y m\u00e1s arraigado est\u00e1 en nosotros, mayor es la capacidad de transformar el futuro, de present\u00e1rnoslo luminoso y deseable
      [17]<\/a>.
      \nEducar en esperanza implica siempre una aut\u00e9ntica pedagog\u00eda de los deseos. En realidad, no se educa si no se llega a la estructura de los deseos, a lo que el adolescente siente y quiere, a aquello a lo que aspira y ans\u00eda m\u00e1s fuertemente. Hay que ayudar a conocer los deseos, a hacer orden en ellos, a integrarlos y vertebrarlos, a suscitar, impulsar y promover los nobles, los buenos, los grandes deseos capaces de suscitar ideales y valores; y hay que ayudar a dominar y someter los deseos bajos, reconoci\u00e9ndolos en medio de todo el c\u00famulo de deseos que anidan en el coraz\u00f3n humano.
      \nDesde la perspectiva cristiana, el deseo es nuestro eco a la acci\u00f3n desiderante que Dios realiza en el coraz\u00f3n humano, concediendo dinamismo al ser, provocando libertad y poni\u00e9ndole en camino
      [18]<\/a>. El hombre es deseo, precisamente porque Dios se hace deseo en su coraz\u00f3n: \u201cNos hiciste, Se\u00f1or, para ti, y nuestro coraz\u00f3n est\u00e1 inquieto mientras no descanse en ti\u201d (San Agust\u00edn).
      \n 
      \n2.3 La promesa<\/strong>
      \n 
      \nCuando Alejandro Magno deja Grecia y emprende la conquista de Asia, deja a su madre en el trono y reparte y entrega a sus amigos todo su patrimonio: tierras, bosques, aldeas, incluso todas sus rentas. Terminado el reparto, uno de sus amigos m\u00e1s \u00edntimos, P\u00e9rdicas, le pregunta si no conserva ninguna cosa para s\u00ed mismo, ni siquiera alg\u00fan recuerdo. Y Alejandro, mir\u00e1ndole fijamente, le respondi\u00f3: \u201cS\u00ed, la esperanza\u201d. Entonces P\u00e9rdicas renunci\u00f3 tambi\u00e9n a los bienes que le hab\u00eda donado y le dijo: \u201cA nosotros, que iremos a combatir a tu lado, d\u00e9janos tambi\u00e9n compartir esa esperanza\u201d.
      \nLa esperanza es fuerza hacia el futuro, meta y promesa de aquello que puede ser, de lo que podemos realizar, de lo que debemos perseguir. En la tradici\u00f3n judeocristiana, Abrah\u00e1n es el padre de la fe, de la promesa y de la esperanza. Cree contra toda esperanza. Abandona su tierra, su patria, su casa. Como el gran Alejandro, renuncia a todo, a su pasado y a su futuro, para confiar solo en la promesa de Dios, la promesa de \u201cla tierra que te mostrar\u00e9\u201d (Gen 12,1).
      \nLa promesa se concreta en alianza y responsabilidad. Abre al hombre al futuro; y se va cumpliendo y ampliando a la vez, sucesivamente. Se convierte en la ra\u00edz suprema de la esperanza. Realmente el cristianismo es religi\u00f3n de la promesa cumplida. Es religi\u00f3n de la esperanza teologal, porque, al llegar la plenitud de los tiempos, la promesa de Dios, anticipada en los profetas, es cumplida definitivamente en Cristo. En \u00c9l sabemos que la esperanza no defrauda, \u201cporque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Esp\u00edritu Santo que nos ha sido dado\u201d (Rom 5,5).
      \nLa acci\u00f3n educativa, especialmente la educaci\u00f3n en la fe, ha de empe\u00f1arse en mostrar c\u00f3mo la promesa de Dios y su cumplimiento en Cristo, responden a algo esencial e irrenunciablemente humano. Pero no puede limitarse a sondear y fundamentar el sentido de la espera, ha de mostrar tambi\u00e9n los signos concretos en los que es posible reconocer la huella de la presencia y de la promesa de Dios en la historia humana.
      \n <\/p>\n

        \n
      1. Educar en la esperanza: algunas actitudes b\u00e1sicas<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

         
        \nDesde las ra\u00edces y fuentes de la esperanza, asentado tambi\u00e9n el fundamento educativo, podemos los educadores emprender el arduo camino de educar en la esperanza a las j\u00f3venes generaciones. Educar es siempre proponer valores y cimentar actitudes. En relaci\u00f3n a la educaci\u00f3n en la esperanza hay un conjunto de actitudes indispensables para hacerla crecer y desarrollar. El cortejo de la esperanza es muy amplio. Junto a ella est\u00e1n la fortaleza, la audacia, el coraje, la paciencia, la humildad, la generosidad, la creatividad, el entusiasmo, el optimismo, la b\u00fasqueda de sentido, la verdad, la aceptaci\u00f3n de la realidad, el amor, la amistad. Nos detenemos simplemente en alguna de ellas.
        \n 
        \n3.1 Discernimiento y apertura a la novedad<\/strong>
        \n 
        \nLa profunda crisis educativa que sufrimos actualmente no puede dejar indiferente ni a la sociedad ni a la Iglesia, porque, adem\u00e1s de la formaci\u00f3n de las personas, est\u00e1 en juego el futuro de la sociedad. El problema resulta efectivamente tan grave que parece dif\u00edcil mantener la confianza en el futuro. Con frecuencia, cunde la desesperanza tambi\u00e9n entre los educadores, frustrados y desconfiados ante el presente y con la mirada vuelta hacia un pasado que quiz\u00e1 a\u00f1oran.
        \nEspecialmente en los educadores es fundamental un cambio de actitud. Ante un futuro incierto tienen la responsabilidad de aportar a las nuevas generaciones razones para vivir y para esperar. Dice Benedicto XVI en este sentido: \u201cLos j\u00f3venes albergan una sed en su coraz\u00f3n, y esta sed es una b\u00fasqueda de significado y de relaciones humanas aut\u00e9nticas, que ayuden a no sentirse solos ante los desaf\u00edos de la vida. Es deseo de un futuro menos incierto gracias a una compa\u00f1\u00eda segura y fiable que se acerca a cada persona con delicadeza y respeto, proponiendo valores s\u00f3lidos a partir de los cuales crecer hacia metas altas, pero alcanzables\u201d
        [19]<\/a>.
        \nLa importancia de un acompa\u00f1amiento educativo, capaz de responder a la sed de sentido, hace urgente un replanteamiento pedag\u00f3gico en positivo. Educativamente, sirve de muy poco censurar los comportamientos que se juzgan autodestructivos y que es posible constatar d\u00eda a d\u00eda en la vida de los j\u00f3venes. Es preciso ser capaces de ver lo positivo de los j\u00f3venes, comprender y valorar cuanto es posible valorar y comprender, sin tener que abdicar de las propias convicciones ni mostrarse de acuerdo en cuanto dicen o hacen. Realmente, en el quehacer educativo es fundamental el discernimiento del educador, tanto de los padres como de los maestros y profesores.
        \nD\u00eda a d\u00eda, los educadores han de ser capaces de situarse con una verdadera actitud de discernimiento ante la realidad. Por una parte, no pueden dejarse impresionar y desorientar ante lo nuevo que irrumpe con la fuerza de la moda, de las opiniones dominantes o de los nuevos postulados culturales. Pero tampoco pueden dejarse llevar de una desconfianza instintiva hacia cuanto no corresponde a los propios esquemas mentales. Con frecuencia, \u201clo diverso\u201d molesta e irrita. Muchos educadores quisieran que sus hijos o alumnos siguieran las reglas a las que ellos est\u00e1n acostumbrados y no se preocupan ni siquiera de analizar el significado de los comportamientos que rechazan.
        \nDiscernimiento significa la capacidad de ir m\u00e1s all\u00e1 de las propias reacciones emotivas o instintivas, aceptar una valoraci\u00f3n m\u00e1s seria y objetiva, capaz de individuar los elementos positivos y de valorarlos. Tambi\u00e9n el educador necesita aprender y, para ello, es preciso abrirse a la novedad sin resistencias, como se exige a los alumnos cuando se les ense\u00f1a algo en lo que se cree. Apertura a lo nuevo y renuncia tambi\u00e9n a las propias convicciones, comportamientos o valores, ligados simplemente a un tiempo, a un contexto social y cultural ya pasados, conforman una actitud verdaderamente educativa. Solo as\u00ed puede el educador ajustarse positivamente al presente y preparar el futuro. Est\u00e1 en juego el valor indispensable de la esperanza. Ninguna otra actividad como la de educar supone una proyecci\u00f3n m\u00e1s esperanzada hacia un mundo distinto del nuestro, todav\u00eda en estado embrionario. El educador lo prepara y construye, preparando a quienes pueden hacerlo posible.
        \n 
        \n3.2 La esperanza produce paciencia<\/strong>
        \n 
        \nDice san Pablo: \u201cLa tribulaci\u00f3n produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda\u201d (Rom 5,3-4). Se trata de un c\u00edrculo que adquiere una extraordinaria resonancia educativa. La esperanza ha de engendrar paciencia, y esta, a su vez, alimentar\u00e1 la esperanza si el hombre es capaz de aprender a soportar los sufrimientos, contrariedades y dificultades de la vida.
        \nLa esperanza es la virtud que nos permite perseverar sin resignarnos pasivamente y sin dejarnos determinar por los conflictos, problemas y dificultades. Educar en la resistencia, ense\u00f1ar a renunciar, a superar el inmediatismo del deseo, a aguantar, a hacer frente al mal, quiz\u00e1 alcanza actualmente una importancia decisiva. Porque la sociedad actual parece estar empe\u00f1ada en hacer desaparecer la espera y la paciencia, pretendiendo eliminar la demora de la satisfacci\u00f3n. F\u00e1cilmente se deslegitima el sacrificio; todo se trivializa y reina la ley del m\u00ednimo esfuerzo. El hombre no se entrega a nada con pasi\u00f3n. Solo se reserva para s\u00ed mismo y para el disfrute personal. De esta manera se va escorando hacia una debilidad progresiva, hacia la cultura y la vida light<\/em>, en la que todo deviene liviano, vacuo, insustancial.
        \nSin la fuerza de la paciencia dif\u00edcilmente se acepta la realidad y se emprende creativamente el camino de la propia realizaci\u00f3n. Muchos j\u00f3venes tienen hoy la experiencia de un mundo duro que no aceptan, pero que tampoco esperan cambiar. Por eso no sue\u00f1an un ma\u00f1ana distinto; buscan solo acomodo en el hoy. Se busca pasar<\/em> e ir tirando; y surge entonces la apat\u00eda y la indiferencia. Es el reto de la esperanza, engendradora de paciencia.
        \nEs el reto para el educador, que tiene que ser capaz de sobreponerse a la sobreprotecci\u00f3n familiar y a los modelos de \u00e9xito f\u00e1cil aireados por la televisi\u00f3n y la cultura del espect\u00e1culo. Esquivando el trabajo constante, el esfuerzo cotidiano, la propia responsabilidad no se consiguen las metas deseadas. La persona se hace cada vez m\u00e1s fr\u00e1gil y vulnerable; las esperanzas se desvanecen y comienza el reino del desencanto.
        \n 
        \n3.3 La humildad, preludio de la esperanza<\/strong>
        \n 
        \nEnsalzada en el medioevo cristiano, hace tiempo que en el mundo moderno la humildad ha dejado de ser considerada como virtud. Nietzsche llega a considerarla como esclavitud y encadenamiento. \u00bfQui\u00e9n elogia hoy a una persona por su humildad? Los valores en alza son otros.
        \nSin embargo, para quien sigue a Jes\u00fas, es y sigue siendo una virtud poderosa y liberadora. Se entiende y se comprende, en la vida cristiana, a la luz del misterio de Cristo, manso y humilde, que se anonad\u00f3 y entreg\u00f3 por la salvaci\u00f3n de todos. Pero educativamente es bueno considerar y comprender tambi\u00e9n su verdadero sentido humano. La humildad implica una actitud hacia el mundo, hacia nosotros mismos y hacia Dios.
        \nHacia el mundo, nos ayuda a ver la verdad de nuestro proceder, tantas veces ciego y arrogante. Hacia nosotros mismos, nos hace conscientes de que no valemos m\u00e1s que el resto de las personas, de que incluso en nuestros \u00e9xitos debemos mucho a los dem\u00e1s, de que siempre podemos equivocarnos y siempre hay cosas que aprender. Por eso es un instrumento fundamental para corregirnos, para mejorar, para superar las dificultades, para aceptar las pruebas y las derrotas, para alcanzar el \u00e9xito y las metas propuestas. Hacia Dios, nos ayuda a sentirnos criaturas suyas, llamadas por \u00e9l a la vida y acompa\u00f1adas por su gracia en el camino. Es \u201cla virtud del hombre que sabe que no es Dios\u201d
        [20]<\/a>.
        \nPor todo ello es una virtud importante. Nos hace ser conscientes de nuestros deberes en la tierra y para el futuro. Nos estimula a entender a los dem\u00e1s, a respetarlos, a tratarlos con objetividad y tolerancia. Nos hace prudentes y generosos. En este sentido, dice Alberoni, la humildad es el preludio de la esperanza
        [21]<\/a>.
        \n 
        \n3.4 Apreciar la vida<\/strong>
        \n 
        \nPara Benedicto XVI, en la ra\u00edz de la crisis de la educaci\u00f3n hay una crisis profunda de confianza en la vida: \u201cCuando una sociedad se encamina hacia la negaci\u00f3n y la supresi\u00f3n de la vida, acaba por no encontrar la motivaci\u00f3n y la energ\u00eda necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre\u201d (CV 28). Si se pierde la sensibilidad y el respeto por la vida humana, se pierde tambi\u00e9n la sensibilidad ante lo que es humano y lo que no lo es, debilit\u00e1ndose, al mismo tiempo, el sentido de la dignidad de la persona y de sus derechos fundamentales. Falta la confianza radical en la vida y se quiebra entonces la confianza en la educaci\u00f3n, porque la esperanza es el alma de la educaci\u00f3n y de la vida.
        \nPor ello, al referirse a la crisis educativa, insiste el Papa en la necesidad actual de defender la vida humana. Es esta quiz\u00e1 la herencia m\u00e1s negativa de la reciente historia occidental: el olvido de que la vida se conserva solo transmiti\u00e9ndose, que la vida humana se transmite tambi\u00e9n a trav\u00e9s de una generaci\u00f3n simb\u00f3lica, cultural, espiritual, y que esta trasmisi\u00f3n es esencial. La educaci\u00f3n pertenece a este universo generativo.
        \nEl amor a la vida genera vida y \u201csolo un verdadero amor sabe custodiar la vida\u201d (EV 97). En esta perspectiva ha de plantearse y realizarse la labor educativa, que tiende siempre a ayudar al hombre a ser cada vez m\u00e1s hombre, \u201clo introduce m\u00e1s profundamente en la verdad y lo orienta hacia un respeto creciente por la vida\u201d (EV 97). Juan Pablo II advirti\u00f3 que en el mundo actual coexisten dos actitudes existenciales diferentes, dos formas de situarse ante la realidad, que \u00e9l llam\u00f3: \u201ccultura de la muerte\u201d y \u201ccultura de la vida\u201d. Cada una de ellas supone un modo de pensar y de entender al hombre, al mundo y a Dios. De manera que la clave de la actual crisis cultural se derivar\u00eda de la coexistencia en su seno de esos dos planteamientos de fondo, opuestos entre s\u00ed, que aspiran ambos a impregnar los comportamientos y las instituciones de nuestra civilizaci\u00f3n.
        \nActualmente, la dominante parece ser la \u201ccultura de la muerte\u201d. Nace de un modo superficial de concebir la vida; penetra en el hombre y oscurece la conciencia. Es m\u00e1s nociva y perjudicial que cualquiera de las muchas amenazas de muerte, porque frente a ellas, la persona es capaz de reaccionar, pero cuando la \u201ccultura de la muerte\u201d entra a formar parte de la mentalidad de un pueblo, los individuos se hacen incapaces de\u00a0 distinguir el bien del mal, la vida de la muerte, el inter\u00e9s personal del respeto debido al ser humano, especialmente al d\u00e9bil e indefenso. Contra la ambig\u00fcedad, la indiferencia o incluso el menosprecio, corresponde especialmente a los educadores \u201cla tarea de poner de relieve las razones antropol\u00f3gicas que fundamentan y sostienen el respeto de cada vida humana\u201d (EV 82). Es la aportaci\u00f3n educativa a la \u201ccultura de la vida\u201d.
        \n 
        \n 
        \n
        [1]<\/a> BENEDICTO XVI, Mensaje a la di\u00f3cesis de Roma sobre la tarea urgente de la educaci\u00f3n<\/em>, 21 de enero de 2008.
        \n
        [2]<\/a> Cf. M. ZAMBRANO, Filosof\u00eda y educaci\u00f3n<\/em>, \u00c1gora, M\u00e1laga 2007, 123-128.
        \n
        [3]<\/a> V. CAMPS, Creer en la educaci\u00f3n<\/em>, Pen\u00ednsula, Barcelona 2008, 205.
        \n
        [4]<\/a> \u201cPlan de Reglamento para el Oratorio masculino de San Francisco de Sales\u201d, en San Juan Bosco. Obras fundamentales<\/em>, BAC, Madrid 1978, 546.
        \n
        [5]<\/a> J. BOSCO, \u201cApunte hist\u00f3rico del Oratorio de San Francisco de Sales\u201d, en J. M. PRELLEZO, El Sistema Preventivo en la educaci\u00f3n. Memorias y ensayos,<\/em>Biblioteca Nueva, Madrid 2004, 74.
        \n
        [6]<\/a> BENEDICTO XVI, Discurso\u00a0 a la Congregaci\u00f3n para la Educaci\u00f3n Cat\u00f3lica<\/em>, 7 de febrero de 2011.
        \n
        [7]<\/a> Cf. L. GIUSSANI, Educar es un riesgo<\/em>, Encuentro, Madrid 2006, 125 ss.
        \n
        [8]<\/a> BENEDICTO XVI, Mensaje a la di\u00f3cesis de Roma sobre la tarea urgente de la educaci\u00f3n<\/em>, 21 de enero de 2008.
        \n
        [9]<\/a> BEDEDICTO XVI, Discurso a los alumnos de la escuela pontificia Pablo VI<\/em>, 23 de septiembre de 2010.
        \n
        [10]<\/a> Cf. I. ENKVIST, Repensar la educaci\u00f3n<\/em>, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2006, 53-54.
        \n
        [11]<\/a> Cf. O. GONZ\u00c1LEZ DE CARDEDAL, Ra\u00edz de la esperanza<\/em>, S\u00edgueme, Salamanca 1995, 487-497.
        \n
        [12]<\/a> L. ROSALES, Poes\u00eda reunida<\/em>, Barcelona 1981, 218.
        \n
        [13]<\/a> BENEDICTO XVI, Discurso a las LXI Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana<\/em>, 27 de mayo de 2010.
        \n
        [14]<\/a> Cf. M. ZAMBRANO, o.c<\/em>.,<\/em> 115-118.
        \n
        [15]<\/a> Cf. L. GIUSSANI, o. c.,<\/em> 16-18; 105-109.
        \n
        [16]<\/a> ARIST\u00d3TELES, Pol\u00edtica<\/em> II, 7, 1267.
        \n
        [17]<\/a> Cf. F. ALBERONI, La esperanza<\/em>, Gedisa, Barcelona 2001, 19-21.
        \n
        [18]<\/a> Cf. O. GONZ\u00c1LEZ DE CARDEDAL, o. c<\/em>., 492.
        \n
        [19]<\/a> BENEDICTO XVI, Discurso a la LXI Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana<\/em>, 27 de mayo de 2010.
        \n
        [20]<\/a> A. COMTE-SPONVILLE, Peque\u00f1o tratado de las grandes virtudes<\/em>, Paid\u00f3s, Barcelona 2008, 149.
        \n
        [21]<\/a> Cf. F. ALBERONI, o. c.<\/em>, 74-76.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

          Eugenio Alburquerque Frutos Director del Bolet\u00edn Salesiano y miembro del Consejo de Redacci\u00f3n de MJ \u00a0 S\u00cdNTESIS El autor muestra la \u00edntima relaci\u00f3n entre esperanza y educaci\u00f3n, pues para educar en la esperanza hay que empezar por creer en la educaci\u00f3n y amarla. Despu\u00e9s, tras describir la memoria, el deseo y la promesa como […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[1634,465,94],"tags":[],"class_list":["post-6791","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-estudios-431","category-eugenio-alburquerque-frutos","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/6791","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=6791"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/6791\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=6791"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=6791"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=6791"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}