{"id":7185,"date":"2012-01-01T00:00:13","date_gmt":"2011-12-31T22:00:13","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=7185"},"modified":"2012-01-01T00:00:13","modified_gmt":"2011-12-31T22:00:13","slug":"el-proceso-formativo-de-la-fe-en-cristo-jesus","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/el-proceso-formativo-de-la-fe-en-cristo-jesus\/","title":{"rendered":"EL PROCESO FORMATIVO DE LA FE EN CRISTO JES\u00daS"},"content":{"rendered":"

DESDE LA EXPERIENCIA PASCUAL A LA TRADICI\u00d3N EVANG\u00c9LICA<\/h1>\n

Juan J. Bartolom\u00e9, sdb<\/strong>
\n <\/strong>
\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/strong>
\nEn el t\u00edtulo, el autor, nos presenta el prop\u00f3sito de su art\u00edculo: describir el proceso formativo de la fe en Cristo Jes\u00fas, partiendo de la experiencia de la resurrecci\u00f3n y teniendo en cuenta la tradici\u00f3n evang\u00e9lica. La predicaci\u00f3n misionera parte de la experiencia de la resurrecci\u00f3n donde la comprensi\u00f3n de Dios y su confesi\u00f3n queda definida en relaci\u00f3n con Cristo Jes\u00fas. Resucitado por Dios, Jes\u00fas se ha convertido en norma \u00fanica y camino exclusivo de salvaci\u00f3n para todos los hombres. El autor concluye su art\u00edculo con estas dos afirmaciones: la comunidad creyente es el origen de la tradici\u00f3n y su destinatario; la predicaci\u00f3n oral fue y ha de seguir siendo el n\u00facleo originario y la actividad recreadora de la fe en Cristo.
\n <\/strong>
\nEl cristianismo, como hecho hist\u00f3rico, ha nacido de, y con, el testimonio p\u00fablico de que Jes\u00fas de Nazaret hab\u00eda resucitado. La convicci\u00f3n a la que llegaron unos hombres, disc\u00edpulos del Nazareno ajusticiado en Jerusal\u00e9n bajo Poncio Pilato, de que lo hab\u00edan visto vivo y la inmediata proclamaci\u00f3n de esa experien\u00adcia<\/em> inesperada constitu\u00adyen el origen hist\u00f3rico de la fe en Cristo<\/em> y la causa determinan\u00adte de su originalidad. Se sea o no consciente, se es cristiano es por saber y testimoniar que Jes\u00fas de Nazaret est\u00e1 vivo.
\n <\/strong><\/p>\n

    \n
  1. Encontrarse con Jes\u00fas vivo, n\u00facleo de la experiencia pascual<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

    El libro de los Hechos de los Ap\u00f3stoles nos ha dejado una imagen bastante veros\u00edmil de los primeros d\u00edas del cristianismo. Su autor pone en boca de Pedro unos discursos, en los que el ap\u00f3stol presenta la nueva fe a un p\u00fablico jud\u00edo (Hch 2,14-40; 3,11-26; 4,8-12; 5,29-32). Aunque su actual formulaci\u00f3n responda a las ideas del redactor, no hay duda de que transmiten con fidelidad el n\u00facleo b\u00e1sico de las primeras afirmaciones de la fe cristiana: \u201cOs hablo de Jes\u00fas el nazareno.., lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucit\u00f3<\/em>\u201d (Hch 2,22-24; cf. 2,31-36; 3,14-15; 4,10; 5,30-32).
    \nTal afirmaci\u00f3n establece un neto contraste entre la acci\u00f3n humana de matar y la acci\u00f3n divina de resucitar, siendo Jes\u00fas de Nazaret, en ambos casos, el sujeto pasivo. Para Pedro, Dios y los hombres se han definido por su postura personal con respecto a Jes\u00fas de Nazaret. Y puesto que Dios opt\u00f3 por \u00e9l, resucit\u00e1ndolo de entre los muertos, la relaci\u00f3n de los hombres con Dios pasa necesariamente por la aceptaci\u00f3n del mismo Jes\u00fas como Se\u00f1or y Cristo (Hch 2,36; cf. 2,38; 3,17-20; 5,31): \u201cla salvaci\u00f3n no est\u00e1 en ning\u00fan otro, es decir, bajo el cielo no tenemos los hombres otro diferente de \u00e9l al que debamos invocar para salvarnos<\/em>\u201d (Hch 4,12; cf. Flp 2,9-11).
    \nAs\u00ed, y desde un principio, la fe en la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas no s\u00f3lo afirmaba la nueva y definitiva vida <\/em>del crucificado en el G\u00f3lgota, tambi\u00e9n inclu\u00eda la convicci\u00f3n de que tal suceso implicaba a cuantos la proclamaban y \u2013 lo cual era menos comprensible \u2013 a cuantos les escuchaban: la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas ten\u00eda que ver con todos los hombres. La actuaci\u00f3n divina no se agot\u00f3, pues, en el profeta de Nazaret, aunque en \u00e9l se hubiera concentrado; lo que ya le hab\u00eda acontecido se consideraba prometido a todos los que en \u00e9l creyeran. Con su intervenci\u00f3n en favor de Jes\u00fas, Dios se desvelaba a favor de quienes aceptaran la vida y la obra de Jes\u00fas de Nazaret como normas de sus vidas y de sus obras.
    \nFue, precisamente, la persuasi\u00f3n de que lo sucedido a Jes\u00fas de Nazaret le transcend\u00eda, implicando potencial\u00admente a todo hombre, lo que motiv\u00f3 a los testigos a lanzarse a publicar su experien\u00adcia y proclamar Salvador a Cristo Jes\u00fas. Su creencia personal se convirti\u00f3 en mensaje que predicar. Y con cuantos, acept\u00e1ndolo, se sintieron salvados naci\u00f3 la comunidad cristiana.
    \n 
    \n1.1. Datos b\u00e1sicos de la fe en la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas<\/strong>
    \nEl creyente en Cristo es, por lo tanto, hijo y heredero de la experiencia de resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas. En ella se sabe salvado. Con demasiada frecuencia, por desgracia, el cristiano pasa por alto, si es que no lo ignora por completo, el contenido real de la afirmaci\u00f3n central de su fe: \u201cDios resucit\u00f3 a este Jes\u00fas; y todos nosotros somos de ello testigos<\/em>\u201d (Hch 2,32).
    \n 
    \nHaber resucitado significa vivir para siempre<\/em><\/strong>
    \nRecurriendo de modo inconsciente a las im\u00e1genes visuales con las que la pintura religiosa ha intentado captar el misterio, el cristiano que habla, o siente hablar, sobre la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas, asocia autom\u00e1ticamente el t\u00e9rmino de resurrecci\u00f3n con la salida de Jes\u00fas, triunfante, de un sepulcro abierto. No es \u00e9sta la idea de la resurrecci\u00f3n que nos ha transmitido el Nuevo Testamento. En realidad, no sabemos siquiera si los que proclamaron a Jes\u00fas resucitado hab\u00edan presenciado su salida de la tumba. Sabemos, eso s\u00ed, que no dieron a este hecho demasiada importancia.
    \nLos testigos primeros de la resurrecci\u00f3n aseguraron exclusivamente haber visto al Se\u00f1or vivo <\/em>(Mt 28,9-10.17; Mc 16,7.12-14; Lc 24,32.34-35.36-41; Jn 20,18.25-29; cf. 1 Cor 15,5-9), sin reparar demasiado en las objeciones que semejante afirmaci\u00f3n suscitar\u00eda en sus oyentes<\/a>. La formulaci\u00f3n elegida, ser visto o dejarse ver<\/em>, presenta el suceso como algo sensible, aunque no siempre verlo llevase a creerle vivo (Lc 24,15-21; Jn 20,20-24.29); de ah\u00ed que la experiencia pascual no puede ser reducida a un aconteci\u00admiento puramente visual. El caso es que los testigos hablaron de ella como de un encuentro personal, que ellos consideraban real, por m\u00e1s que superara su capacidad de contarlo con propiedad.
    \nY es que la extra\u00f1eza de sus oyentes no podr\u00eda compararse con la sorpresa incr\u00e9dula que tuvieron que superar ellos. Los relatos evang\u00e9licos, que nacieron a partir de sus recuerdos, concuerdan en resaltar las resistencias de los testigos a creer lo que estaban viendo y que s\u00f3lo las vencieron a instancias del Resucitado (Mc 16,11-13; Lc 24,10-12.22-25.36-40; Jn 20,15-16.24-28). Porque quienes afirmaron haber visto al Se\u00f1or (Jn 20,25; Lc 24,34), lo sab\u00edan muerto en cruz y bien enterrado (Jn 19,30-41; Lc 24,20-22); eran, pues, los \u00faltimos en imaginarse que lo encontrar\u00edan vivo al \u2018tercer d\u00eda\u2019 de su crucifixi\u00f3n. Sin embargo, superados los primeros momentos de asombro y desconfianza, no pudieron silenciar su experiencia: \u201cJes\u00fas vive. Se nos ha aparecido<\/em>\u201d (Jn 20,25; Lc 24,32).
    \n 
    \nUn \u00fanica afirmaci\u00f3n, dos hechos dispares<\/em><\/strong>
    \nQuien desee captar lo que esa afirmaci\u00f3n, obvia en apariencia, implicaba para cuantos la repet\u00edan, habr\u00e1 de tener en cuenta los elementos fundamentales, dos, que la integran.
    \nPor una parte, hablan de Jes\u00fas de Nazaret, una persona de ellos bien conocida, con la que hab\u00edan convivido largo tiempo y a la que hab\u00edan abandonado s\u00f3lo unos d\u00edas antes. El Resucitado tuvo que emplearse a fondo mostr\u00e1ndo\u00adseles vivo, mientras ellos perd\u00edan el tiempo busc\u00e1ndole entre los muertos (Mc 16,9; Mt 28,9-10; Lc 24,13-15; Jn 20,11-18.24-29). Esta inmediatez de Jes\u00fas, dif\u00edcilmente apreciable por nosotros hoy, era tan real que, precisamente por ello, les creaba problemas afirmar que lo acababan de ver de nuevo. Les resultaba m\u00e1s l\u00f3gico, sobre todo para ellos, pensar en fantasmas (Mt 28,17; Lc 24,37) o atribuirlo a habladur\u00edas de mujeres (Mc 16,11; Lc 24,22-24) que aceptar la evidencia de su resurrecci\u00f3n. Pero el hecho se les impuso de forma tan \u2018palpable\u2019 (cf. Lc 24,39-40; Jn 20,20.25-27), que no les qued\u00f3, al final, m\u00e1s remedio que admitirlo como realmente acontecido.
    \nPor otra parte, y una vez superada la sorpresa de unos hechos que se opon\u00edan a su experiencia anterior y a sus l\u00f3gicas expectati\u00advas, los testigos se convencieron, muy a su pesar, de la realidad de su nueva vivencia. Con todo, el convencimiento al que llegaron no les prepar\u00f3 mejor para expresar bien la nueva experiencia. De hecho, los relatos de las apariciones son confusos, contradic\u00adto\u00adrios a veces. Quienes hab\u00edan visto y conocido a Jes\u00fas de Nazaret no le reconocen cuando topan con \u00e9l. Aunque hab\u00edan convivido con \u00e9l, lo confunden con un extra\u00f1o (Jn 20,15; cf. Lc 24,18); reconocido, desaparece (Lc 24,32; cf. Jn 20,17); puede presentarse como fantasma (Lc 24,37-39), tras haber entrado en una casa, cuyas puertas estaban atrancadas (Jn 20,19.26), dejarse tocar (Lc 24,39), comer pescado asado (Lc 24,41-43; cf. Jn 20,25; 21,12-13) o caminar sobre el mar (Jn 21,1.4) ante unos disc\u00edpulos a\u00fan at\u00f3nitos, cuando no incr\u00e9dulos.
    \nLas incoherencias que acumula la narraci\u00f3n est\u00e1n reflejando la veracidad del testimonio dado, tanto como la absoluta novedad de lo sucedido. Si los testigos no pudieron acallar su experiencia, no supieron c\u00f3mo decirla sin desdecirse o sin caer en incongruen\u00adcias. Eran conscientes de no tener a disposici\u00f3n categor\u00edas adecuadas para manifestar lo que hab\u00edan vivido. La vida nueva del Resucitado era tan novedosa, tan primeriza y diversa, que no exist\u00eda a\u00fan lenguaje humano que la describiera con propiedad. Inventar ese lenguaje fue tarea de creyentes. La predicaci\u00f3n cristiana, primero, y el Nuevo Testamen\u00adto, despu\u00e9s, son prueba de ese esfuerzo testimo\u00adnial, enorme y no siempre bien logrado.
    \n 
    \n1.2. El testimonio, \u00fanico modo fehaciente de hablar de la resurrecci\u00f3n<\/strong>
    \nComo cualquier experiencia humana, la experiencia del Resucitado estuvo precedida por un suceso real que la posibilit\u00f3 y, a su vez, provoc\u00f3 un lenguaje que la hizo p\u00fablica. De no haber resucitado Jes\u00fas, sus disc\u00edpulos no lo habr\u00edan encontrado vivo. De no estar vivo, no se les habr\u00eda aparecido. De no hab\u00e9rseles aparecido, no se habr\u00edan convertido en sus testigos \u201chasta el fin del mundo<\/em>\u201d (Hch 1,8).
    \nLa comunicaci\u00f3n de su experiencia personal, mediante la predica\u00adci\u00f3n misionera, logr\u00f3 que la nueva vida de Jes\u00fas no pasara desapercibida en cuanto suceso concreto; e impidi\u00f3 que la experiencia se redujera al grupo de quienes hab\u00edan visto al Se\u00f1or (cf. 1 Cor 15,5-8). A quienes Jes\u00fas no se les mostr\u00f3, entonces como hoy, les\/nos queda un solo camino para llegar a la convicci\u00f3n de que realmente vive: la aceptaci\u00f3n de la experiencia de los testigos.
    \nEllo significa que, por un lado, el hecho de la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas<\/em> permanece, en s\u00ed mismo, inaccesible a nuestra verificaci\u00f3n hist\u00f3rica. Pero no poder demostrar sin fisuras que se dio, no legitima negar que se diera. La \u00fanica posibilidad de aproximaci\u00f3n reside en la aceptaci\u00f3n cordial y completa de la vivencia de quienes vieron al Se\u00f1or resucitado. Por otro lado, y ello no es m\u00e1s que consecuen\u00adcia de lo dicho, afirmar la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas como hecho hist\u00f3rico es, m\u00e1s que prueba o motivo de la fe en Cristo, su tema y contenido central.
    \nEn realidad, cuanto predicaron sobre el Se\u00f1or Jes\u00fas resucitado sus testigos fue descripci\u00f3n de su propia vivencia<\/em>, m\u00e1s que relato neutral de lo acontecido a Jes\u00fas de Nazaret. En el origen de las expresiones que crearon no estuvo el inter\u00e9s por narrar la salida de Jes\u00fas del reino de la muerte (cf. Hch 2,29-31), sino la necesidad de dar publicidad a sus encuentros con el Se\u00f1or ya vivo. Si la acci\u00f3n divina de resucitar a Jes\u00fas hizo posible las apariciones de \u00e9ste a sus disc\u00edpulos, fueron en definitiva las afirmaciones repetidas por ellos las que dieron a conocer el hecho de la intervenci\u00f3n de Dios en favor de Jes\u00fas.
    \nSe roza aqu\u00ed un dato esencial<\/em> para la comprensi\u00f3n de la resurrec\u00adci\u00f3n de Jes\u00fas. De ella no se puede hablar sin implicarse personalmen\u00adte; cuanto sobre ella se diga tendr\u00e1 que ser dicho testimo\u00adnialmente. No se alcanza, pues, el suceso real, si no se acepta la incidencia subjetiva en las personas que lo atestiguaron. El testigo no habla de o\u00eddas, sino a sabiendas; relata su propia vivencia cuando da testimonio de lo sucedido; crey\u00e9ndose haberse encontrado con Dios, hace de su experiencia personal contendido de su predicaci\u00f3n: el testigo de Dios habla de s\u00ed<\/em>, cuando tiene que hablar sobre Dios.
    \nQuien reconoce que Dios, resucitando a Jes\u00fas de entre los muertos, le ha ofrecido una salida definitiva a sus angustias y liberado de todo l\u00edmite, muerte incluida, no puede hablar fr\u00eda y desapasionadamente de Jes\u00fas resucitado. S\u00f3lo quien habla sabi\u00e9ndose comprometido con lo que dice (se sabe salvado), y lo dice queriendo comprometer a quien le oiga (quiere salvar), habla fehacientemente del Se\u00f1or resucitado.
    \nTal es el lenguaje de los primeros cristianos, de cuya proclama\u00adci\u00f3n nacer\u00eda el Nuevo Testamento. No puede esperarse de \u00e9l, por tanto, un recuento notarial y fr\u00edo de lo sucedido, sino la proclamaci\u00f3n de sus consecuencias por parte de quienes se saben afectados.
    \n 
    \n1.3. <\/strong>El lenguaje de la resurrecci\u00f3n<\/strong>
    \nLa mayor parte de cuanto sabemos sobre la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas se lo debemos a disc\u00edpulos an\u00f3nimos. El lenguaje que crearon se tuvo que acomodar al auditorio concreto para el que fue pensado. No pod\u00edan hablar de Jes\u00fas vivo sin aludir a la vida de los cristianos. Y, en consecuencia, la diversidad de situaciones vitales en que se mov\u00edan, ellos y sus oyentes, diferenci\u00f3 su testimonio; no pudieron hablar de la resurrecci\u00f3n de forma id\u00e9ntica antes un auditorio pagano (cf. Hch 17,22-32) o en una asamblea de jud\u00edos (cf. Hch 2,14-41; 13,16-42), en catequesis a cristianos (cf. 1 Cor 15,1-17) o durante una celebraci\u00f3n com\u00fan de la fe (cf. Flp 2,5-11).
    \nEllo implica que, sin tener que renunciar al testimonio del hecho, incluyeran en sus afirmaciones y relatos otros intereses y nuevas preocupaciones. El respeto que deb\u00edan a las necesidades de sus oyentes oblig\u00f3 a los predicadores cristianos a introducir en su testimonio motivos y temas que, de por s\u00ed, no pertenec\u00edan al n\u00facleo de su experiencia pascual, pero eran vistos como ineludible aplicaci\u00f3n a la situaci\u00f3n del auditorio.
    \nEste enraizamiento del lenguaje de la resurrecci\u00f3n en situaciones comunitarias del cristianismo primitivo tuvo como consecuencia su diversificaci\u00f3n: al ser la experiencia dicha en diferentes ambientes sociales, para oyentes distintos, tuvo que encontrar diversas formas de expresi\u00f3n.
    \nA veces bast\u00f3 la mera afirmaci\u00f3n del hecho (1 Tes 4,14; Rom 10,9), mientras que, otras, los destinatarios del mensaje esperaban un relato de lo sucedido (Hch 1,2-8; 10,40-42; 13,30-33). De este modo, ha llegado hasta nosotros un doble tipo de lenguaje<\/em> testimonial sobre la resurrec\u00adci\u00f3n de Jes\u00fas: la escueta declaraci\u00f3n de su nueva vida y la descrip\u00adci\u00f3n, m\u00e1s o menos detalla\u00adda, de las apariciones del Resucitado.
    \n 
    \nLa experiencia afirmada<\/em><\/strong>
    \nAfirmar la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas como hecho es el modo m\u00e1s directo y elemental de expresar la experiencia pascual, sea que se indique a Dios como actor principal (1 Tes 1,10; Rom 10,9; Col 2,12; Ef 1,10; Hch 2,23-24.32; 3,15; 4,10; 17,31), sea que se nombre a Cristo como sujeto pasivo (1 Tes 4,14; Rom 8,34; 1 Cor 15,12.13.14-16.17.20: Lc 24,34).
    \nEstas afirmaciones, primeras expresiones de la fe cristiana y embri\u00f3n del Nuevo Testamento, encontraron un ambiente propicio en la misi\u00f3n<\/em>. El esfuerzo proselitista acompa\u00f1\u00f3 su nacimiento y mantuvo su necesidad. Pero la mera afirmaci\u00f3n de la resurrecci\u00f3n no agot\u00f3 la capacidad, ni la necesidad, de crear nuevo lenguaje dentro de la comunidad. Una forma a\u00fan m\u00e1s profunda, mejor reflexionada, de decir la fe surgi\u00f3 cuando \u00e9sta se celebraba en com\u00fan.
    \nDe hecho, el culto cristiano fue la ocasi\u00f3n privilegiada para descubrir con m\u00e1s nitidez y expresar con mayor belleza las dimensiones reales de la interven\u00adci\u00f3n de Dios en Jes\u00fas resucita\u00addo. Al reunirse para recordar agradecidos la haza\u00f1a realizada por Dios, los creyentes se convirtieron en poetas que leyeron la experiencia pascual de forma inigualada, insuperable, en esas estupendas recreaciones del significado de la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas que son los himnos cristol\u00f3gicos (Flp 2,6-11; 1 Tim 3,16; 1 Pe 3,18-22; Jn 1,1-18).
    \nLa afirmaci\u00f3n de la experiencia pascual no es, pues, un\u00edvoca. Ha inventado dos formas de expresi\u00f3n, que dependen directamente de las dos actividades caracter\u00edsticas de la comunidad<\/em> cristiana: el culto <\/em>com\u00fan, que es donde mejor se comprende el misterio, por ser el lugar donde uno se sabe comprendido por lo que celebra y agradecido por ello; la misi\u00f3n, tambi\u00e9n com\u00fan, que nace y se mantiene por la necesidad de dar a conocer a otros una salvaci\u00f3n de la que uno ya ha hecho experiencia.
    \n 
    \nLa experiencia narrada<\/em><\/strong>
    \nTanto las confesiones de la fe como los himnos lit\u00fargicos que la celebran dejaban sin satisfacer la l\u00f3gica curiosidad de los oyentes. Los testigos tuvieron que acudir a sus recuerdos para ofrecer un relato que, describiendo el hecho y el alcance que para ellos tuvo, lo hicieran m\u00e1s comprensible a sus oyentes. La convicci\u00f3n b\u00e1sica era la misma, pero su expresi\u00f3n literaria se hizo cr\u00f3nica biogr\u00e1fica. Afirmaciones como la de Pablo en 1 Cor 15,4-8 pudieron servir de gu\u00eda e inspiraci\u00f3n para la recreaci\u00f3n de relatos m\u00e1s circunstan\u00adciados.
    \nEstas reconstrucciones narran, pues, la experiencia pascual. Si la confesi\u00f3n de fe afirma el hecho y el himno se centra en su sentido, el relato sit\u00faa hecho y sentido en un tiempo y en un espacio, donde personas conocidas comparten protagonismo con el mismo Dios. El relato concretiza la experien\u00adcia haci\u00e9ndola m\u00e1s asequible; pero se enga\u00f1ar\u00eda quien pretendiera identificar lo narrado con lo sucedido.
    \nLas divergencias, contradic\u00adciones incluso, que los relatos ofrecen, impiden hacerse una imagen de lo acontecido que quede al abrigo de toda duda razona\u00adble. Y es que las mismas preocupaciones comunitarias que condicionaron la formulaci\u00f3n de la fe en la resurrecci\u00f3n, influyeron en la producci\u00f3n de estos relatos. Los testigos no pudieron narrar lo sucedido aquel primer d\u00eda de la semana (Mt 28,1; Mc 16,2; Lc 24,1; Jn 20,1), sin reflejar lo que les estaba sucediendo a ellos mientras lo narraban.
    \nLos relatos sobre la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas, presentes en los cuatro evangelios, pueden agruparse en dos tipos diferentes<\/em>: aqu\u00e9llos que concentran la acci\u00f3n en torno al sepulcro vac\u00edo (Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-2; Jn 20,1-10) y los que describen las apariciones del Resucitado a sus disc\u00edpulos (Mt 28,16-20; Lc 24,13-32.33-53; Jn 20,19-29).
    \n 
    \nEn torno a la tumba vac\u00eda<\/em>
    \nLos primeros recogen tradiciones marginales al n\u00facleo de la fe en la resurrecci\u00f3n; elaboran el hecho de que unos disc\u00edpulos, algunas mujeres probablemente, encontraron la tumba abierta y vac\u00eda; ratifican, adem\u00e1s, la veracidad de la muerte de Jes\u00fas y facilitan la identificaci\u00f3n del Resucitado con el ajusticiado. Sutilmente dejan entrever un dato, rigurosamente hist\u00f3rico, de notable transcendencia: el descubri\u00admiento de la tumba vac\u00eda no condujo a sus protagonistas a la fe ni, mucho menos, al testimo\u00adnio de la resurrecci\u00f3n; a lo sumo, sembr\u00f3 en ellos sorpresa y desconcierto (cf. Mc 16,8). La tumba abierta es signo para quien ya cree, para quien se siente amado (cf. Jn 20,8); en s\u00ed misma, se mantiene abierta a otras explicaciones posibles (cf. Mt 27,62-66).
    \n 
    \nLas apariciones<\/em>
    \nLos relatos de apariciones, historificaci\u00f3n de la experiencia de los testigos, presentan, a su vez, dos modelos diversos deencuentros con el Resucitado<\/em>: los que se interesan por un grupo restringido de disc\u00edpulos, nombrados testigos por el Resucitado en persona, sea en Galilea (Mt 28,16-20; Jn 21,11-28), sea en Jerusal\u00e9n (Lc 24,33-53; Mc 16,14-20); y los que narran el encuentro del Resucitado con creyentes individuales: Mar\u00eda Magdalena (Jn 20,11-28; Mc 16,8-11), las dos Mar\u00edas (Mt 28,1.9-10) o los disc\u00edpulos de Ema\u00fas (Lc 24,13-32; Mc 16,12-13).
    \nLos primeros son, en realidad, cr\u00f3nicas de la fundaci\u00f3n de la comunidad cristiana<\/em>. Predomina en ellos la intenci\u00f3n de narrar el surgimiento de una comunidad, nacida de un mandato y con una tarea impuesta por el Resucitado. Aunque cada evangelista subraya el aspecto que m\u00e1s le interesa (p. ej., Mateo, la evangelizaci\u00f3n; Juan, el perd\u00f3n), la misi\u00f3n universal y la identificaci\u00f3n del vidente como testigo son los dos datos comunes a esos relatos. Los ap\u00f3stoles tuvieron que sentirse enviados al mundo por una encomienda del Resucitado, tras haberle encontrado vivo; vencieron su sorpresa, teniendo al mundo como destino de su vida y teni\u00e9ndolo por oyente del evangelio (Mt 28,18-20; Hch 1,18).
    \nLos relatos de encuentros del Resucitado con alg\u00fan disc\u00edpulo concreto escenifican un posible acceso a la experiencia pascual<\/em> para cuantos no han sido elegidos por Cristo como sus testigos personalmente. A quienes Jes\u00fas no se les mostr\u00f3 vivo, les quedaron otros caminos para reconocerlo como Se\u00f1or y Cristo: el testimonio que se f\u00eda del anuncio de que vive (Mt 28,5-8; Mc 16,8), la fe que no precisa de pruebas (Lc 20,24-29), el reconocimiento que renuncia a mantener al Se\u00f1or a la propia disposici\u00f3n (Jn 20,11-18), la escucha de la Palabra y la participaci\u00f3n en la eucarist\u00eda com\u00fan (Lc 24,30-32). Estas v\u00edas hacia la fe pueden ser recorridos por todos los que no lo acompa\u00f1aron \u201cdesde los tiempos en que Juan bautizaba hasta el d\u00eda en que se lo llevaron al cielo\u201d (Hch 1,22). Tambi\u00e9n nosotros.
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      \n
    1. La ineludible tarea de reformar la propia fe<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

      Afirmar la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas es la primera confesi\u00f3n que hacer para poder presentarse como cristiano y la \u00faltima a la que renunciar antes de dejar de serlo. Pero no es, ciertamente, la \u00fanica.
      \nApenas confesada la resurrecci\u00f3n del Se\u00f1or Jes\u00fas, y precisamente por sentirse salvados en \u00c9l, los primeros cristianos iniciaron un proceso, lento y profundo, de repensamiento de su fe y de la anterior convivencia con Jes\u00fas de Nazaret. Buscaban comprender lo sucedido a \u00c9l\u2026, y a ellos. No hay que olvidar que entre quienes iniciaron este proceso estaban los que hab\u00edan acompa\u00f1ado al profeta galileo desde el inicio, lo hab\u00edan visto predicar el reino y hacer milagros, sab\u00edan que hab\u00edan muerto crucificado y d\u00f3nde hab\u00eda sido sepultado. Cuando lo supieron vivo y se supieron salvados por Dios (2 Cor 4,14; Rom 4,25; 8,11; 10,9), empezaron a ver a Dios y a Jes\u00fas de modo bien distinto; tuvieron que reformular su fe en el \u201cDios de nuestros padres\u201d (Hch 3,13) e iniciar a formular su fe en Cristo Jes\u00fas (Hch 2,36).
      \nEl descubrimiento de que Jes\u00fas de Nazaret era el Se\u00f1or Resucitado (1 Tes 1,10; Rom 6,9; Flp 2,6-11) comport\u00f3 la transformaci\u00f3n de Dios, verdadero actor del acontecimiento (1 Tes 4,14; 1 Cor 6,14-15), que desde ese momento en adelante ser\u00e1 proclamado como Padre de nuestro Se\u00f1or (Ef 3,14; 1 Pe 1,3). S\u00f3lo el Dios que ha dado un futuro sin l\u00edmites a Jes\u00fas de Nazaret ha demostrado, m\u00e1s all\u00e1 de toda duda, que quiere un nuevo futuro para el hombre y est\u00e1 dispuesto a conced\u00e9rselo.
      \n 
      \n2.1. <\/strong>\u201cDios y Padre de nuestro Se\u00f1or Jesucristo\u201d (Rom 15,6)<\/strong>
      \nLa convicci\u00f3n de que Jes\u00fas, que hab\u00eda muerto crucificado, hab\u00eda sido resucitado por Dios (Hch 2,36; 3,15), oblig\u00f3 a los primeros creyentes a repensar las esperanzas mesi\u00e1nicas que les hab\u00edan llenado de ilusi\u00f3n mientras segu\u00edan a Jes\u00fas. Y, m\u00e1s decisivo a\u00fan, les impuso tener que aceptar un cambio radical en su concepci\u00f3n de Dios: no era ya s\u00f3lo \u201cel Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres\u201d (Hch 3,13) sino tambi\u00e9n, y sobre todo, Aquel \u201cque resucit\u00f3 a Jes\u00fas de entre los muertos\u201d (Hch 2,24.32).
      \nSin ser rechazado, el monote\u00edsmo jud\u00edo tuvo que ser modificado: la comprensi\u00f3n de Dios y su confesi\u00f3n queda definida en relaci\u00f3n con Cristo Jes\u00fas. El Dios creador (Ef 1,3-6; Col 1,15-19), el \u201cDios de nuestros padres\u201d (Hch 3,13), es el \u201cDios y Padre de nuestro Se\u00f1or Jesucristo\u201d (2 Cor 1,3; 11,31). El Dios de Israel viene de ahora en adelante caracterizado \u2018desde\u2019 y \u2018por\u2019 Cristo: el Resucitado es su Hijo (1 Tes 1,10; Gal 1,16; Rom 1,4), a quien le ha conferido su Nombre (Flp 2,9-10). Es \u00c9l su icono (Flp 2,6; 2 Cor 4,4), el portador de su gloria (2 Cor 4,6; Flp 3,21); se sienta a su derecha (Rom 8,24), ejercita su poder (1 Cor 15,27; Flp 3,21), y ser\u00e1 su representante exclusivo en el \u00faltimo juicio (1 Tes 1,10; 1 Cor 16,22; 2 Cor 5,10).
      \nNunca honrado como un \u2018segundo\u2019 dios, Cristo Jes\u00fas fue insertado en el culto al \u00fanico Dios verdadero: ha sido Dios quien ha hecho conocer la gloria divina que se ve en el rostro de Cristo. Hay que reconocer, pues, que el Se\u00f1or Jes\u00fas, exaltado a la gloria de Dios, no amenaza el radical monote\u00edsmo de la fe, primero jud\u00eda, luego cristiana. Ya en los a\u00f1os cincuenta, Pablo llegar\u00eda a definir a Jes\u00fas describiendo la actuaci\u00f3n de Dios en \u00e9l y por medio de \u00e9l (Col 1,15-19; Ef 1,4-10). Esta superposici\u00f3n de funciones salv\u00edficas entre Dios y Jes\u00fas se hab\u00eda dado ya antes de Pablo, y en un per\u00edodo de tiempo verdaderamente escaso.
      \nDetr\u00e1s de Jes\u00fas resucitado est\u00e1 siempre, y s\u00f3lo, Dios: Dios lo ha enviado (Gal 4,4-5; Rom 8,3-4), lo ha entregado a la muerte y lo ha hecho resurgir de entre los muertos (Rom 4,25; 8,32); por medio de \u00e9l, Dios ha reconciliado el mundo consigo (2 Cor 5,18-19) y justifica a quien crea en \u00e9l (Rom 5,1-11). Despu\u00e9s de la exaltaci\u00f3n de Jes\u00fas, Dios contin\u00faa siendo confesado como \u00fanico Dios, pero Cristo Jes\u00fas est\u00e1 ya siempre junto a \u00c9l: el Dios cristiano es el Dios Padre de nuestro Se\u00f1or Jesucristo.
      \nLa actuaci\u00f3n de Dios el d\u00eda de Pascua, aunque fuera en un solo hombre y de una vez por todas, tuvo consecuencias sobre todos los creyentes y en el mundo (cf. 2 Cor 5,21; 8,9). El poder de la resurrecci\u00f3n sobrepasa con mucho su experiencia personal, concreta e indivisible, de Jes\u00fas de Nazaret. El Dios que lo resucit\u00f3 es un Dios que quiere tanto la vida que la cre\u00f3 un d\u00eda y se ha comprometido con nosotros en recrearla de nuevo y para siempre; es un Dios que devuelve la vida a los suyos, porque es Viviente, vive El y hace vivir a cuantos le conf\u00edan la vida; es un Dios que rescata de la muerte, porque ama retornando a la vida a quienes quiere. En definitiva, es un Dios, en quien se puede confiar de la forma m\u00e1s incondicional, precisamen\u00adte cuando todas las seguridades nos abandonen o en punto de muerte se desmorona la posibilidad misma de supervivencia.
      \n 
      \n2.2. <\/strong>\u201cDios ha hecho Se\u00f1or y Cristo a este Jes\u00fas\u201d (Hch 2,36)<\/strong>
      \nLa resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas origin\u00f3, sobre todo, una lenta e inexorable b\u00fasqueda de de comprensi\u00f3n de su misterio personal. Resucitado por Dios, Jes\u00fas se ha convertido en norma \u00fanica y camino exclusivo de salvaci\u00f3n para todos los hombres: no hay otro nombre en el cielo, en la tierra, en el abismo, en las alturas, ante quien doblar la rodilla (Flp 2,10). La decisi\u00f3n divina obliga a los hombres a tomar una decisi\u00f3n tan transcendental como urgente: convertirse a Dios pasa ahora necesariamente por la aceptaci\u00f3n de Jes\u00fas, sus ideas y su predicaci\u00f3n, el motivo de su vida y la razones de su muerte (Hch 2,38; 3,26).
      \nPara expresar el estado y la funci\u00f3n que el Resucitado ejerce en sus vidas, los cristianos recurrieron a t\u00edtulos que tomaron prestados de su heredada fe jud\u00eda. Confesando qui\u00e9n es, en realidad, Jes\u00fas, proclamaban lo que hab\u00eda hecho por ellos.
      \n <\/p>\n