{"id":7202,"date":"2011-12-01T00:00:31","date_gmt":"2011-11-30T22:00:31","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=7202"},"modified":"2011-12-01T00:00:31","modified_gmt":"2011-11-30T22:00:31","slug":"una-sola-fe-varias-formas-de-vivirla-en-comun","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/una-sola-fe-varias-formas-de-vivirla-en-comun\/","title":{"rendered":"UNA SOLA FE, VARIAS FORMAS DE VIVIRLA EN COM\u00daN."},"content":{"rendered":"
Juan J. Bartolom\u00e9, sdb<\/strong> Se ha dicho, no sin raz\u00f3n, que el fruto hist\u00f3rico m\u00e1s tangible, la innegable evidencia, de la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas fue el inesperado resurgimiento de la comunidad de disc\u00edpulos que se congregaron en torno a unos pocos que \u2018hab\u00edan visto\u2019 al Se\u00f1or (Lc 24,34; cf. 1 Cor 15,5-8). De esa convicci\u00f3n compartida naci\u00f3 la comunidad cristiana. Una com\u00fan fe, pudiera parecer, habr\u00eda de sustentar una \u00fanica vida com\u00fan. Tal es la impresi\u00f3n que se tiene cuando se leen los primeros cap\u00edtulos de los Hechos de los Ap\u00f3stoles (Hch 1,12-4,35); su autor se empe\u00f1\u00f3 en transmitir la imagen de una comunidad primitiva \u00fanica y homog\u00e9nea, perseverando unida en la oraci\u00f3n y asidua en la ense\u00f1anza de los ap\u00f3stoles (Hch 2,44-47; 4,32-35). Sin embargo, el NT, en su conjunto, no soporta esa visi\u00f3n id\u00edlica, m\u00e1s bien la contradice. El grupo de personas que surgi\u00f3 en torno a Jes\u00fas de Nazaret, mientras \u00e9ste predicaba el reino en Galilea, no puede considerarse como origen hist\u00f3rico \u2013 ni siquiera como criterio normativo \u2013 de la vida com\u00fan del primer cristianismo. El seguidor del Jes\u00fas hist\u00f3rico compart\u00eda, a lo sumo, la misi\u00f3n personal de su maestro, la restauraci\u00f3n de la soberan\u00eda del Dios de Israel sobre su pueblo, asumiendo el g\u00e9nero de vida y los objetivos apost\u00f3licos del profeta de Nazaret. A los pocos d\u00edas de la muerte y sepultura de Jes\u00fas, algunos de sus disc\u00edpulos empezaron a proclamarle resucitado (Lc 24,19-23). Mientras el grueso del grupo hab\u00eda iniciado el regreso a sus hogares y a las antiguas ocupaciones (Mc 14,50; 16,7), unos cuantos creyeron ver vivo a Jes\u00fas de Nazaret, para su sorpresa y en contra de la evidencia, pues lo sab\u00edan muerto y conoc\u00edan el lugar donde lo hab\u00edan sepultado (Mc 16,6; cf. Jn 20,2). En tiempos del NT no hubo una forma homog\u00e9nea de vivir en com\u00fan la fe, que pueda arrogarse el derecho de ser \u2018can\u00f3nica\u2019, la \u00fanica leg\u00edtima. La pluralidad aqu\u00ed rese\u00f1ada es un somero recuento de las m\u00e1s importantes. Puede decirse con seguridad que ni siquiera fueron las \u00fanicas, aunque sean, s\u00ed, las que han quedado mejor documentadas. Juan J. Bartolom\u00e9<\/p>\n EL TESTIMONIO DEL NUEVO TESTAMENTOS. Juan J. Bartolom\u00e9, sdb S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO El autor afirma que el encuentro con el Resucitado fue el paso obligado para reencontrarse con la comunidad de testigos. Apoyado en estudios cr\u00edticos se acerca al primer cristianismo (algunos grupos y personalidades importantes). Juan J. Bartolom\u00e9, en este art\u00edculo, presenta una secuencia […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[1551,541,94],"tags":[],"class_list":["post-7202","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-estudios-419","category-juan-jose-bartolome-lafuente","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/7202","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=7202"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/7202\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=7202"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=7202"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=7202"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}
\n <\/strong> <\/strong>
\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/strong>
\nEl autor afirma que el encuentro con el Resucitado fue el paso obligado para reencontrarse con la comunidad de testigos. Apoyado en estudios cr\u00edticos se acerca al primer cristianismo (algunos grupos y personalidades importantes). Juan J. Bartolom\u00e9, en este art\u00edculo, presenta una secuencia de los acontecimientos hist\u00f3ricos acompa\u00f1ada de profundas claves teol\u00f3gicas y pastorales.<\/p>\n<\/h2>\n
\nTras la muerte de Jes\u00fas en cruz y el hallazgo de su tumba vac\u00eda, casi inmediatamente (\u201cal tercer d\u00eda\u201d: Lc 24,22; 1 Cor 15,4), algunos de sus antiguos compa\u00f1eros, que, habiendo compartido con \u00e9l caminos en Galilea y fe en la restauraci\u00f3n de Israel, hab\u00edan terminado por abandonarlo en Jerusal\u00e9n, fueron diciendo haberlo visto vivo y, por ello, lo empezaron a proclamarlo p\u00fablicamente Se\u00f1or y Cristo (Hch 2,36). Su testimonio personal les llev\u00f3 a iniciar vida com\u00fan, a la que se integraron enseguida quienes, sin haberse encontrado con El, lo creyeron su Se\u00f1or, fiados en el testimonio de quienes lo hab\u00edan visto.
\n <\/p>\n\n
\nLa presentaci\u00f3n lucana de unos or\u00edgenes comunitarios en los que la unanimidad en la vida de oraci\u00f3n (Hch 2,42.46) y la aceptaci\u00f3n constante de la ense\u00f1anza apost\u00f3lica (Hch 2,42-43; 4,33) corr\u00edan parejos con una fraternidad a toda prueba (Hch 2,44-45; 4,32.33-35) y un incesante incremento del n\u00famero de conversiones (Hch 2,41.47; 4,4; 5,14) es hist\u00f3ricamente poco probable. La realidad tuvo que ser mucho m\u00e1s compleja y, ciertamente, menos gloriosa.
\nNo est\u00e1 probada la existencia de esa comunidad primitiva, unificada por la oraci\u00f3n com\u00fan y la caridad fraterna y organizada en torno a los ap\u00f3stoles, que crecer\u00eda lenta e inexorablemente, mientras llevaba el evangelio al mundo con m\u00e1s aciertos que penalidades. Ese retrato de la primera comunidad cristiana responde m\u00e1s al ideal lucano que a la realidad hist\u00f3rica, no es tanto cr\u00f3nica neutral de lo ocurrido cuanto la versi\u00f3n personal \u2013 o mejor, predicaci\u00f3n interesada \u2013 de su autor. Recordando los heroicos tiempos apost\u00f3licos quer\u00eda estimular a su comunidad, compuesta por una generaci\u00f3n posterior, a una fidelidad m\u00e1s entusiasta a sus or\u00edgenes.
\nEl estudio cr\u00edtico de las fuentes hist\u00f3ricas a disposici\u00f3n permite hoy acceder a noticias fragmentarias sobre diferentes grupos dentro del primer cristianismo, sospechar cierto protagonismo de alguna personalidad cristiana al interno de esas comunidades y adivinar alguna de las m\u00e1s cruciales situaciones por las que atravesaron. M\u00e1s que apuntar hacia una visi\u00f3n compacta de la vida com\u00fan en el primer cristianismo, el NT identifica varios modelos de comunidad cristiana que, siendo a veces contempor\u00e1neos, viv\u00edan y celebraban diversamente la fe com\u00fan, emprend\u00edan misiones aut\u00f3nomas, cuando no contrapuestas, y se posicionaron en su entorno social de m\u00faltiples formas, sustentados como estaban por diferentes grupos sociales que respond\u00edan a \u2013 y reflejan \u2013 divergentes preocupaciones teol\u00f3gicas y situaciones hist\u00f3ricas irrepetibles. Pocas veces, si alguna, se ha vivido la fe com\u00fan de una forma tan plural que durante el primer siglo del cristianismo.
\n <\/strong><\/p>\n\n
\nJes\u00fas de Nazaret predic\u00f3 la irrupci\u00f3n definitiva del reinado de Dios vi\u00e9ndola iniciada en su propia actuaci\u00f3n; crey\u00f3 ser su misi\u00f3n personal la reuni\u00f3n del pueblo de Dios y quiso poner como signo fehaciente de ella la instituci\u00f3n de los doce (Mc 3,13-19; Mt 10,2-4; Lc 6,13-16)[1]<\/a>, elegidos entre sus secuaces como representantes de nuevo pueblo congregado bajo la soberan\u00eda de Dios, aceptada con gozo y realizada con radicalidad.
\nEn una \u00e9poca en la que no exist\u00edan ya las doce tribus originales \u2013 hab\u00edan desaparecido en el siglo VIII a. C., a ra\u00edz de la ca\u00edda del reino de Israel \u2013, la decisi\u00f3n de Jes\u00fas de elegir a doce hombres delata su voluntad de reconstruir sobre la base de ese peque\u00f1o resto al pueblo de Dios, que se hallaba diezmado y confundido, sujeto por la fuerza al pagano. La constituci\u00f3n de los doce era una eficaz invitaci\u00f3n, a fuer de simb\u00f3lica, a congregarse de nuevo y recuperar la esperanza. No es seguro que Jes\u00fas los viera como garantes de su tradici\u00f3n, testigos futuros de su resurrecci\u00f3n y predicadores de su evangelio (Lc 6,13; Hch 1,17-22), aunque pudo muy bien considerarlos como compa\u00f1eros de misi\u00f3n y sus representantes (Mt 10,1-15). Por su origen y procedencia, era un grupo heterog\u00e9neo desde el punto de vista social y religioso: pescadores en Galilea (Mc 1,16-20), alg\u00fan recaudador de impuesto (Mc 2,14) o activos celotas que (Mc 3,18; Lc 6,15), al menos en una ocasi\u00f3n, portaban armas (Lc 22,38; Jn 18,10); escribas (Mt 8,18-21) e, incluso, alg\u00fan l\u00edder religioso (Jn 3,1-14; 19,38-42; Mt 27,57).
\nLos doce pertenec\u00edan a un grupo m\u00e1s amplio, el de los disc\u00edpulos, que la actividad taumat\u00fargica y misionera de Jes\u00fas contribuy\u00f3 a formar muy tempranamente (Mc 2,15.23; 4,34; 6,1.35; 7,5; 9,14.18; 14,12; 16,7). El discipulado fue el resultado m\u00e1s evidente de la actividad de Jes\u00fas en Galilea. No se ajustar\u00eda a realidad el concebir la actividad en Galilea como un per\u00edodo lleno \u00fanicamente de \u00e9xitos; triunfos y fracasos, simpat\u00eda y hostilidad, acompa\u00f1aron el quehacer p\u00fablico de Jes\u00fas. Y, curiosamente, la primera oposici\u00f3n naci\u00f3 en el seno de sus m\u00e1s allegados, su propia familia y sus conciudadanos (Mc 3,21; 6,1-6). En cambio, del pueblo que se aglomera en torno de \u00e9l van surgiendo hombres dispuestos a seguirle, tras recibir \u2013 y ello es significativo, por inusual \u2013 una invitaci\u00f3n personalizada y exclusiva.
\nEn s\u00ed mismo, el discipulado de Jes\u00fas como hecho hist\u00f3rico no tiene nada de extraordinario. Vocabulario y realidad estaban ya presentes en el juda\u00edsmo a \u00e9l contempor\u00e1neo[2]<\/a>; es posible incluso que disc\u00edpulos de Jes\u00fas lo hubieran sido, antes, del Bautista (Jn 1,25-30). La novedad proviene, m\u00e1s bien, de los v\u00ednculos personales que establece Jes\u00fas con aquellos que le siguen; no son disc\u00edpulos por propia iniciativa, sino por vocaci\u00f3n personal. La llamada impone una ruptura con la forma concreta de vivir, se inaugura una existencia nueva que m\u00e1s que conquista es consecuencia del don de Dios: no entran los que quieren, sino los que son \u2018queridos\u2019; es estado definitivo y no etapa transitoria (Mt 10,24; Jn 13,16).
\nLa movilizaci\u00f3n de un discipulado restringido estaba en funci\u00f3n de la llegada del reino. Los invitados al seguimiento se sab\u00edan primeros ciudadanos de ese reino y, de forma demostrativa, optaban por un g\u00e9nero de vida que los singularizaba. Su grupo no coincid\u00eda, pues, con el de adeptos o simpatizantes de Jes\u00fas, que eventualmente le hospedaban en sus casas y le sosten\u00edan con sus bienes (Mc 14,3; Lc 10,138-39; Jn 11,1-2); a todos ped\u00eda Jes\u00fas conversi\u00f3n y fe (Mc 1,14-15), s\u00f3lo a algunos invitaba a su compa\u00f1\u00eda (Lc 9,62; 12,46) imponi\u00e9ndoles su forma de vida. Seguir a Jes\u00fas fue vagar sin lugar fijo, aceptando las consecuencias de un continuo desplazamiento como modo de vida (Mc 8,20): seguir a Jes\u00fas signific\u00f3 serle compa\u00f1ero, repartirse pan y cansancio y compartir misi\u00f3n (Mc 3,14; Jn 4,6.13). Dejar a todos y seguirle (Lc 14,25-26), venderlo todo y renunciar a cuanto se tiene es una exigencia universal para quien desee entrar en el reino (Mc 10,17-31).
\nJes\u00fas mantuvo con quienes le segu\u00edan una relaci\u00f3n diferenciada; no todos sus amigos le siguieron (Jn 6,60-66; Lc 10,1; Hch 1,21-23) ni a cuantos le segu\u00edan estim\u00f3 de id\u00e9ntica forma (Jn 21,15-23). La tradici\u00f3n sin\u00f3ptica concede a uno de ellos, Pedro, un rango de primac\u00eda (Mt 10,2; cf. Mc 8,27-30; Mt 16,13-20; Lc 9,18-21). A esta posici\u00f3n destacada de Pedro pudo contribuir su entusiasmo por Jes\u00fas y, muy probablemente, una confesi\u00f3n p\u00fablica \u2013 la primera \u2013 de su mesianismo (Mc 8,31-33), que inclu\u00eda una comprensi\u00f3n equivocada de ella (Mc 8,34-38). De hecho, en la tradici\u00f3n evang\u00e9lica Pedro aparece como portavoz del grupo (Mt 14,28; 15,15; 18,21; 26,35.40; Mc 8,29; 8,5; 10,28; Jn 6,68).
\nLos seguidores m\u00e1s estrechos de Jes\u00fas proced\u00edan de las clases sociales m\u00e1s desfavorecidas: pescadores (Mc 1,17; Lc 5,10) y publicanos (Mc 2,14; Mt 9,9), quiz\u00e1 tambi\u00e9n artesanos y campesinos galileos, incluido alg\u00fan activista pol\u00edtico (Mc 3,18; Lc 6,15) y algunas mujeres (Lc 8,1-3; 23,49.55; 24,9; cf. Mt 27,55-56.61; 28,1). Se pueden excluir de este primer grupo los procedentes de clases dirigentes y los gentiles. La tradici\u00f3n evang\u00e9lica conserva retazos biogr\u00e1ficos de este grupo muy realistas: a menudo comprenden mal a Jes\u00fas o no le entienden (Mc 4,13; 6,52; 7,18), discuten entre s\u00ed (Mc 9,33-37; Mt 18,1-5; Lc 9,46-48) o con Jes\u00fas (Mc 8,32-33), buscan las preferencias de Jes\u00fas (Mc 10,35-45; Mt 20,20-28) o le abandonan en el peor momento (Mc 14,10.30.50): son hombres normales, entre el desamparo y la esperanza, entre la traici\u00f3n y la fidelidad.
\nEn vida de Jes\u00fas el grupo de seguidores no conoci\u00f3 estructura o jerarqu\u00eda interna. El grupo se caracterizaba por la estrecha vinculaci\u00f3n personal con el maestro, quien despertaba en ellos esperanzas y entusiasmos mesi\u00e1nicos tan insospechados como ins\u00f3litas eran sus exigencias (Mt 8,18-22; Lc 9,57-62). La desaparici\u00f3n intempestiva y tr\u00e1gica de Jes\u00fas, su muerte en cruz, sepult\u00f3 las mejores esperanzas entre cuantos le segu\u00edan m\u00e1s de cerca. Su inmediata dispersi\u00f3n dio por fracasado el proyecto de Jes\u00fas al que con tanto entusiasmo hab\u00edan servido[3]<\/a>.
\n <\/p>\n\n
\nEs veros\u00edmil que Pedro no fuera el primero que lleg\u00f3 a la tumba vac\u00eda (Mc 16,1-3; Jn 20,1-6) ni el primero al que se le apareci\u00f3 el Resucitado (Mt 28,9-10; Jn 20,14-18). Si no fue tampoco el primero que lleg\u00f3 a la convicci\u00f3n de que viv\u00eda (Jn 20,8), ni el primero en llevar la noticia a los dem\u00e1s ap\u00f3stoles (Jn 20,17-18), es probable, con todo, que fuera quien m\u00e1s se esforz\u00f3 en difundir la buena nueva entre los disc\u00edpulos (1 Cor 15,5; Mc 16,7; Lc 24,34; Jn 21,1-19). Ciertamente, no fue el \u00fanico: la experiencia de la nueva vida de Jes\u00fas fue hecha por un buen grupo de disc\u00edpulos, repetidas veces (1 Cor 15,4-8; Mt 28,16-20; Lc 24,36-39; Jn 20,19-23; Hch 1,9-11).
\n
\n3.1. <\/strong>Testigos itinerantes del Resucitado<\/strong>
\nLa localizaci\u00f3n de estos encuentros en Galilea (Mt 28,16-20) o en Jerusal\u00e9n (Lc 24,35-53; Jn 20,19-29), lo mismo que su duraci\u00f3n, restringida al primer d\u00eda de la semana (Mc 16,1-20; Mt 29,1-20; Lc 24,1-53; Jn 20,1-29) o extendida a un per\u00edodo mayor (Jn 21,1; Hch 1,3) son cuestiones abiertas. Los documentos no concuerdan en su testimonio. Con todo, lo m\u00e1s probable es que la mayor parte de los disc\u00edpulos que llegaron al convencimiento de que Dios hab\u00eda resucitado a Jes\u00fas de entre los muertos (Hch 2, 24; 3,15), estuvieran ya en Galilea (Mc 16,7; Mt 28,16; Jn 21,1): la muerte de su maestro les hab\u00eda devuelto a la vida de antes, a sus lugares de origen, a sus familias y a sus quehaceres cotidianos.
\nFue el encuentro con el Se\u00f1or Resucitado lo que los devolvi\u00f3 la vida com\u00fan y les recuper\u00f3 para la misi\u00f3n (Lc 24,30-34; Jn 20,19-23). El grupo que resurgi\u00f3 no era mera continuaci\u00f3n de la comunidad de disc\u00edpulos de Jes\u00fas de Nazaret; ni todos ellos llegaron a la convicci\u00f3n de que viv\u00eda su Se\u00f1or ni todos los que la alcanzaron se dedicaron a predicarla, dejando de nuevo casa y profesi\u00f3n. Quienes lo hicieron misionaron otra vez Galilea y regiones lim\u00edtrofes convirtiendo al predicador de Nazaret, con quien hab\u00edan compartido caminos y evangelio, en contenido central de su predicaci\u00f3n.
\nEste grupo, activo especialmente durante los a\u00f1os treinta y cuarenta, estaba formado por carism\u00e1ticos itinerantes que copiaron la forma de vida marginal del profeta de Nazaret radicaliz\u00e1ndola incluso y manten\u00edan la esperanza de una pronta restauraci\u00f3n de Israel, ligada ahora a la venida de Jes\u00fas Resucitado, legitimado por su resurrecci\u00f3n de entre los muertos como el esperado Mes\u00edas y \u00fanico Se\u00f1or. La investigaci\u00f3n hist\u00f3rica ha logrado reconstruir el \u2013 podr\u00edamos llamarlo as\u00ed \u2013 manual para la predicaci\u00f3n que recoger\u00eda sus m\u00e1s \u00edntimas convicciones de fe y los contenidos habituales de su predicaci\u00f3n; conocida como fuente Q.[4]<\/a>, es una colecci\u00f3n de dichos de Jes\u00fas, de la que se sirvieron despu\u00e9s los evangelistas Mateo y Lucas[5]<\/a>.
\nQ conten\u00eda, pues, los materiales de predicaci\u00f3n y las directrices para la vida de este grupo primitivo de misioneros (Mc 10,1-12; Mc 10, 7-16). M\u00e1s a\u00fan, el documento deja ver una forma de vida y un conjunto de convicciones muy definidas: los predicadores llevan vida radical e itinerante, oblig\u00e1ndose a vivir una pobreza apost\u00f3lica rayana en la insensatez (Lc 10,4). Ello los liberaba del riesgo de ser confundidos en otros predicadores contempor\u00e1neos m\u00e1s interesados en su supervivencia. Persuadidos de la inminente irrupci\u00f3n del Reino de Dios, no parecen necesitar de m\u00e1s apoyos externos que su convicci\u00f3n de enviados y su confianza en el evangelio; deben ir all\u00e1 donde el evangelio es predicado y quedarse all\u00ed donde sea aceptado, sin mayores pretensiones; la hospitalidad que logre su evangelizaci\u00f3n ser\u00e1 se\u00f1al inequ\u00edvoca de que traen consigo la presencia del Reino, eficaz en la sanaci\u00f3n de enfermos y en la expulsi\u00f3n de demonios que promueven (Lc 10,8-9).
\nObviamente, el grupo itinerante de misioneros necesitaba de la hospitalidad de sus bienintencionados adeptos. Se mantiene as\u00ed la polaridad ya existente en vida de Jes\u00fas de Nazaret y sus secuaces: el predicador vive con ins\u00f3lita radicalidad su dedicaci\u00f3n al anuncio del Reino por venir, mientras necesita de la acogida y del sustento de sus simpatizantes, quienes viven con toda normalidad su inserci\u00f3n en el mundo religioso y social jud\u00edo. La urgencia por preparar la llegada del Reino hace que el grupo itinerante no sienta preocupaci\u00f3n alguna por darse una m\u00ednima organizaci\u00f3n interna; su radicalismo exacerbado en el seguimiento del Se\u00f1or Jes\u00fas y la forma itinerante de vivirlo no lo hubieran permitido tampoco. Ello contribuy\u00f3, sin duda, a su pr\u00e1ctica desaparici\u00f3n a finales del siglo I; una existencia carism\u00e1tica, tan inconforme con la realidad que le rodeaba, no pudo subsistir sin estructuras estables que lo incorporasen en el tejido social de la comunidad cristiana y, a trav\u00e9s de ella, en su entorno. No obstante, su radicalismo y la itinerancia son patrimonio perenne de una iglesia que no puede asentarse del todo en la normalidad de lo cotidiano ni en la cordura de lo habitual, si ha de seguir con el evangelio como quehacer primero[6]<\/a>.
\n
\n3.2. <\/strong>Testigos del Resucitado en Jerusal\u00e9n<\/strong>
\nMientras que predicadores itinerantes iban anunciando al Resucitado por tierras de Galilea, en Jerusal\u00e9n se estaba consolidando una comunidad de creyentes en torno a los doce. Reconstituido tras la traici\u00f3n y la dispersi\u00f3n que sigui\u00f3 a la muerte en cruz de Jes\u00fas, el grupo se hab\u00eda puesto bajo el liderazgo de Pedro, reci\u00e9n venido de Galilea, testigo convencido de la resurrecci\u00f3n.
\nNo ser\u00eda explicable que la ciudad de Jerusal\u00e9n, tumba de Jes\u00fas y de su movimiento, fuese elegida como lugar de reuni\u00f3n y encuentro de los primeros creyentes, a no ser que, y ello a pesar de los tr\u00e1gicos acontecimientos, no hubiera quedado despojada de su entidad salv\u00edfica: Jerusal\u00e9n sigui\u00f3 siendo para los creyentes centro del universo y hogar permanente de Dios. All\u00ed deber\u00eda iniciarse la renovaci\u00f3n definitiva esperada en c\u00edrculos apocal\u00edpticos jud\u00edos; all\u00ed habr\u00eda de comenzar la restauraci\u00f3n de Israel, all\u00ed marchar\u00edan en peregrinaci\u00f3n los pueblos de la tierra. Puesto que los doce presentaron la resurrecci\u00f3n de Jes\u00fas como aut\u00e9ntica irrupci\u00f3n del d\u00eda de Yahv\u00e9 y cumplimiento de las mejores expectativas de su pueblo, era l\u00f3gico que pensaran en Jerusal\u00e9n como la l\u00f3gica cuna para esa reconstrucci\u00f3n de Israel, esperada y anunciada como inmediata por Jes\u00fas de Nazaret. All\u00ed debi\u00f3 morir \u00e9l y aparecerse a sus disc\u00edpulos, all\u00ed se present\u00f3 la comunidad nacida en torno a los doce como realizaci\u00f3n primeriza del nuevo Israel; all\u00ed se presentaron en p\u00fablico el d\u00eda de Pentecost\u00e9s anunciando el nuevo credo e iniciando la congregaci\u00f3n de todos los pueblos; all\u00ed se derram\u00f3 el Esp\u00edritu del Se\u00f1or sobre los creyentes y los constituy\u00f3 testigos.
\nReunir al pueblo de Dios en ese lugar fue programa teol\u00f3gico de la comunidad de Jerusal\u00e9n y motivo hist\u00f3rico de su progresiva institucionalizaci\u00f3n. La tarea, te\u00f3rica y sobre todo pr\u00e1ctica, de la nueva comunidad no se centraba tanto en hacer proselitismo hacia fuera, proclamando la buena nueva ad gentes, cuanto en agruparse y fortalecerse en Jerusal\u00e9n, testimoniando el querer de un Dios, empe\u00f1ado salvar a su pueblo congreg\u00e1ndolo de nuevo y con instituciones nuevas.
\nPero circunstancias inesperadas no tardaron en imponer profundos e insospechados cambios. El enfriamiento de las expectativas mesi\u00e1nicas, causado por la dilaci\u00f3n, primero, y el retraso sine die, despu\u00e9s, del anunciado retorno de Cristo Jes\u00fas, lo mismo que la resistencia, cada vez m\u00e1s consistente, que los jud\u00edos de Jerusal\u00e9n iban poniendo a dejarse integrar en el nuevo pueblo de Dios, contribuyeron a modificar la comprensi\u00f3n que la comunidad ten\u00eda de s\u00ed misma. Jerusal\u00e9n, la ciudad de Dios, dej\u00f3 de ser centro y la meta de la salvaci\u00f3n divina y la comunidad creyente empez\u00f3 a verse como representante leg\u00edtima de ese nuevo pueblo, iglesia (congregaci\u00f3n, asamblea por convocaci\u00f3n) de Dios, que surg\u00eda en todos los lugares de la tierra donde era predicado y aceptado Jes\u00fas de Nazaret como Se\u00f1or y Cristo. En Jerusal\u00e9n la peque\u00f1a comunidad de creyentes se arrog\u00f3 el derecho \u2013 percibido seguramente m\u00e1s como deber \u2013 de realizar el papel salv\u00edfico que las esperanzas jud\u00edas hab\u00edan puesto, durante siglos, en la ciudad santa, en nombre y a favor de todos los que hab\u00edan cre\u00eddo en Cristo Jes\u00fas.
\nEsta funci\u00f3n salv\u00edfica \u00fanica se expresaba, al tiempo que la confirmaba, en la excepcional autoridad que la comunidad atribuy\u00f3 a sus dirigentes. Pedro, primero, luego, quiz\u00e1 por breve tiempo, las \u2018columnas\u2019 , Santiago, Pedro y Juan (Gal 2,9) y, sobre todo, durante decenios, hasta su martirio, Santiago, el hermano de Jes\u00fas, gozaron de una potestad incontrastada que surg\u00eda del encuentro personal con el Resucitado. Esa experiencia personal los convirti\u00f3 en sus testigos de excepci\u00f3n y en receptores y garantes de la tradici\u00f3n que naci\u00f3 a partir de Pascua (1 Cor 15,5-8). Su autoridad era personal, como lo hab\u00eda sido su experiencia, pero se fundaba no en sus personas, sino en la decisi\u00f3n personal del Resucitado de dej\u00e1rseles ver vivo y hacerlos sus ap\u00f3stoles. Porque una especial\u00edsima gracia estaba al origen, su autoridad era innegable: el Se\u00f1or Resucitado segu\u00eda siendo quien gobernaba la comunidad; y los dirigentes, sus leg\u00edtimos enviados.
\nDe hecho, no acapararon \u00e9stos todos los puestos de mando en la comunidad de Jerusal\u00e9n: imitando la organizaci\u00f3n sinagogal contempor\u00e1nea, la comunidad confi\u00f3 muy pronto a un consejo de ancianos (Hch 15,4-6), hombres maduros, de buena posici\u00f3n social y reconocida honorabilidad, la capacidad de organizar su vida diaria y la tarea de representarla ante la sociedad. Al parecer, no hubo en este caso razones de tipo teol\u00f3gico, los motivos eran, m\u00e1s bien, de conveniencia pr\u00e1ctica: la aceptaci\u00f3n social de la que dispon\u00edan en su entorno y sus posibilidades econ\u00f3micas aseguraban a la comunidad tranquilidad hacia fuera y seguridad hacia dentro. La realidad diaria se hac\u00eda as\u00ed presente en la estructuraci\u00f3n jer\u00e1rquica de la vida com\u00fan.
\nLa comunidad de Jerusal\u00e9n pudo mantener la primac\u00eda que le conced\u00eda haber contado con los primeros testigos de la Resurrecci\u00f3n mientras \u00e9stos vivieron en ella: Pablo es testigo fidedigno (Gal 2,10; Hch 20,1-6). La misi\u00f3n ad gentes primero, en el caso de Pedro, y la muerte violenta despu\u00e9s, en el de Santiago, la privaron de un argumento tan s\u00f3lido como el ser sede y hogar de tales \u2018columnas\u2019. S\u00f3lo habr\u00eda que esperar dos decenios para que la misma comunidad abandonara Jerusal\u00e9n, antes incluso del asedio y la ca\u00edda de la ciudad en manos de los romanos, a\u00f1o 70 d. C., corrigiendo as\u00ed sus propias esperanzas y sepultando para siempre, quiz\u00e1 sin saberlo, su pretensi\u00f3n de ser centro y medio del proyecto salv\u00edfico de Dios[7]<\/a>.
\n
\n3.3. <\/strong>Cuerpo de Cristo disperso en el mundo<\/strong>
\nApenas iniciada la segunda mitad del siglo I, emerge una nueva situaci\u00f3n comunitaria como consecuencia de acontecimientos que, localizados propiamente en la d\u00e9cada anterior, provocan un cambio fundamental en el modo de entenderse y de organizarse las reci\u00e9n fundadas comunidades cristianas.
\nLa expansi\u00f3n misionera de la nueva fe en el mundo grecorromano, tan exitosa como inesperada, hab\u00eda urgido un profundo replanteamiento de la identidad y misi\u00f3n eclesial: la presencia masiva de cristianos provenientes del paganismo imped\u00eda a la comunidad judeocristiana verse \u00fanicamente como el Israel de Dios (Gal 6,16) restaurado; m\u00e1s \u2013 \u00a1y peor! \u2013 a\u00fan, la pertinaz resistencia que el pueblo jud\u00edo ofrec\u00eda a dejarse integrar en el nuevo movimiento mesi\u00e1nico provoc\u00f3 en las comunidades serios interrogantes teol\u00f3gicos en los que la fidelidad de Dios quedaba cuestionada y el estatuto salv\u00edfico de Israel parec\u00eda haber sido anulado (Rom 9-11).
\nPrimero de forma inconsciente y a resultas de decisiones que impon\u00edan las circunstancias (Hch 10,1-11,11), despu\u00e9s, con plena conciencia y como consecuencia de la identificaci\u00f3n de un gran plan divino, entraron en la comunidad hombres de toda raza y naci\u00f3n, sin que se les pudiera exigir, previamente, hacerse jud\u00edos: el misterio encerrado desde el inicio y ahora descubierto era la unificaci\u00f3n de gentiles y jud\u00edos bajo el se\u00f1or\u00edo de Cristo Jes\u00fas (Ef ); si s\u00f3lo la fe en Cristo salva, y no el cumplimiento de la ley (Gal 2,15-16), la fe en Cristo se convierte en la \u00fanica base imponible para entrar a formar parte en la comunidad cristiana.
\nEn los a\u00f1os treinta los primeros evangelizadores, lo mismo que Jes\u00fas antes, hab\u00edan encontrado su audiencia en peque\u00f1as aldeas de Galilea; predicadores y oyentes eran rudos hombres de campo, de escasa cultura b\u00edblica; el evangelio se narraba en par\u00e1bolas (Mc 4). Veinte a\u00f1os m\u00e1s tarde, y como resultado del \u00e9xito de un militante proselitismo, el cristianismo se hab\u00eda adentrado en las grandes urbes del Imperio: Antioqu\u00eda, Tesal\u00f3nica (1 Tes 1,7-8), Filipos (Flp 4,5), Corinto (1 Cor 16,5; 2 Cor 1,1), \u00c9feso (Rom 16,5; 1 Cor 16,19), Roma (Rom 15,20); predicadores y oyentes eran ciudadanos de cultura helen\u00edstica; el evangelio se presentaba con discursos bien construidos (Hch 18).
\nLas grandes ciudades, situadas a lo largo de las calzadas romanas, eran m\u00e1s f\u00e1cilmente alcanzables; y bastaba hablar griego para poderse entender con todos sus habitantes. Las comunidades cristianas, que en ellas surg\u00edan, hab\u00edan gozado en un inicio de la hospitalidad de las sinagogas (Hch 12,5.14.43; 13,14-43; 14,1; 17,1-2.10.17; 18,4.19; 19,8), pero fueron pronto por ellas abandonadas y perseguidas; por lo que se vieron en la necesidad de vivir su fe nueva en una nueva situaci\u00f3n: reci\u00e9n fundadas, las comunidades tuvieron que buscar acomodo en un entorno pagano, en lugares p\u00fablicos (Hch 16,13; Hch 17,17.19-34) y en casas privadas (1 Cor 16,19; Rom 16,5; Flm 2; Col 4,15).
\nMisioneros en permanente peregrinaje, como Pablo, se hospedaban en casas de alquiler o eran acogidos, m\u00e1s habitualmente, en hogares cristianos[8]<\/a>. La casa prestaba no s\u00f3lo alojamiento y reposo sino tambi\u00e9n el ambiente adecuado para la propaganda y el culto (1 Cor 15; Rom 16,5). \u201cEn la residencia de Aquila y Priscila se reun\u00eda la comuni\u00addad de \u00c9feso (1 Cor 16,19), alg\u00fan a\u00f1o m\u00e1s tarde la de Roma (Rom 16,3.5); en la de Filem\u00f3n, la de Colosas (Flm 1-2); en la de Ninfa, la de Laodicea (Col 4,15). Sin estos lugares de acogida, que por fuerza exig\u00edan comunidades reducidas en n\u00famero (1 Cor 1,14), hubiera sido impensable la misi\u00f3n paulina.
\nLa consecuencia es tan obvia como decisiva: el espacio reservado a una familia se convert\u00eda en lugar de fe y culto comunitario, sin que se pudiera muy bien distinguir entre vida familiar y celebraci\u00f3n lit\u00fargica, comunidad dom\u00e9stica (1 Cor 16,19; Rom 16,5) e iglesia de Dios (1 Cor 14,23; Rom 16,23). \u201cLa vida de la comunidad creyente crec\u00eda en el hogar de una familia, por lo regular pudiente (cf. Rom 16,13); esa vida com\u00fan quedaba separada de la calle donde transcurr\u00eda la vida oficial; la privacidad favorec\u00eda la estabilidad y mayores relaciones interpersonales, pero posibilit\u00f3 tensiones (1 Cor 1-4.8-10); cierto liderazgo, en concreto la responsabilidad diaria, recaer\u00eda en la familia due\u00f1a de la casa, que era dominio de la mujer (Rom 16,1-2; 1 Cor 16,15-16; 1 Tes 5,12-13)\u201d[9]<\/a>.
\nEsta \u2018domesticaci\u00f3n\u2019 de la vida com\u00fan fue un proceso, posiblemente, involuntario; ejerci\u00f3, eso s\u00ed, una profunda influencia en el modo ordinario de vida y en la propia autocomprensi\u00f3n de las comunidades cristianas en las grandes metr\u00f3polis. Pablo, especialmente en 1 Cor, es testigo de excepci\u00f3n. La fe com\u00fan, celebrada en la mesa com\u00fan, crea y mantiene la vida com\u00fan. Aunque Pablo conoce la diferencia entre la asamblea dom\u00e9stica (1 Cor 16,19; Rom 16,5) y toda la iglesia (1 Cor 14,23; Rom 16,23), para \u00e9l iglesia es, propiamente, cada asamblea local reunida en torno a la mesa del Se\u00f1or; en ella participan muchos, hombres y mujeres de diferente origen \u00e9tnico y diverso estatus social, del \u00fanico \u2018cuerpo de Cristo\u2019, en el que memorializa y verifica la entrega hasta la muerte del Se\u00f1or. Y esa participaci\u00f3n los convierte a todos en el \u00fanico cuerpo de Cristo: compartirlo entre todos los une a todos en uno solo (1 Cor 10,17). Iglesia es, pues, la comunidad de vida y de servicio mutuo que surge y se perpet\u00faa en el memorial eucar\u00edstico; la vida fraterna en \u00e9l fundada prueba el se\u00f1or\u00edo ya iniciado de Cristo Jes\u00fas en este mundo (1 Cor 12,12-27).
\nLa comunidad cristiana que vive en minor\u00eda en un entorno pagano encuentra en sus reuniones familiares el lugar donde se hace a s\u00ed misma como iglesia (1 Cor 11,18): en ellas se sabe convocada por la Palabra de Dios que escucha y se convierte en comensal del Cuerpo de Se\u00f1or. All\u00ed donde es congregada, la comunidad creyente se hace iglesia de Dios. Para Pablo iglesia es, en primer lugar, asamblea local en la que vive y act\u00faa el Se\u00f1or Jes\u00fas, y desde ella y por ella, en el mundo; por eso no soportar\u00e1 el ap\u00f3stol que emerjan en ella grupos consolidados, ni siquiera en Corinto, donde el n\u00famero de conversos exigi\u00f3 desde un principio la existencia de varias comunidades dom\u00e9sticas; Pablo les pedir\u00e1 que, adem\u00e1s de sus reuniones cultuales particulares, celebren juntos peri\u00f3dicamente para que hagan visible y eficaz la unidad de todos (1 Cor 14,23).
\nEsta conformaci\u00f3n eclesial, muy ligada a hogares particulares, impuso un nuevo sistema de ministerios y servicios comunitarios. Es verdad que Pablo jam\u00e1s abdic\u00f3 de su autoridad personal, reivindicada con vigor inusitado all\u00ed donde fuera cuestionada; pero puesto que no pod\u00eda garantizar su presencia de forma permanente en las comunidades por \u00e9l fundadas, se vio en la necesidad de favorecer la creaci\u00f3n de cargos que velaran por la celebraci\u00f3n digna de las eucarist\u00edas comunitarias y que guiaran las comunidades en su lucha diaria por su subsistencia. No resulta dif\u00edcil imaginar c\u00f3mo los due\u00f1os de las casas donde se reun\u00edan las comunidades pasaron de anfitriones a presidentes de la celebraci\u00f3n y de presidir la asamblea lit\u00fargica a encargados, episcopos, de la comunidad local; para organizar mejor la vida diaria y, en especial, para ejercer caridad en nombre de la comunidad se dejaron ayudar por ministros o di\u00e1conos (Flp 1,1).
\n\u201cQue la c\u00e9lula m\u00e1s peque\u00f1a del cristianismo fueran sus asambleas dom\u00e9sticas (Rom 16,5.19; Flm 2) no lo restringe a ellas; la iglesia abarca la reuni\u00f3n de fieles de una ciudad (1 Cor 5,4-5; 11,18), de una regi\u00f3n (1 Cor 16,1.19; Gal 1,2; 2 Cor 8,1), de todos los gentiles (Rom 16,4), de todos los creyentes (Rom 16,16; 1 Cor 11,16.22). La conciencia de pertenencia a un pueblo \u00fanico y universal es constante en las comunidades paulinas; si por algo luch\u00f3 el ap\u00f3stol fue, precisamente, por ello (1 Cor 1,2). Integrarse en la iglesia cristiana no deb\u00eda ser una decisi\u00f3n f\u00e1cil; supon\u00eda un radical cambio en las creencias y de situaci\u00f3n social; la condena del mundo actual sin remisi\u00f3n y la clara percepci\u00f3n de la existencia del mal favorec\u00edan la conversi\u00f3n necesaria y, una vez dada, la legitimaban\u201d[10]<\/a>.
\n
\n3.4. <\/strong>\u201cCasa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo\u201d (1 Tim 3,14)<\/strong>
\nEl modelo paulino de iglesia, el mejor conocido del NT dada la cantidad y calidad de testimonios escritos que lo reflejan, se implant\u00f3 en las comunidades cristianas de mayor\u00eda \u00e9tnica no jud\u00eda, a partir ya de los a\u00f1os cincuenta y sobreviviendo al ap\u00f3stol durar\u00eda hasta las postrimer\u00edas del primer siglo. Los \u00faltimos decenios del cristianismo nuevotestamentario conocieron retos nuevos tan profundos como para introducir cambios radicales, otra vez, en el modo de entenderse y en la forma organizarse las comunidades.
\nAsentado ya durante a\u00f1os en el mundo grecorromano, y privado definitivamente de la tutela jud\u00eda, el cristianismo de finales de siglo tuvo que afrontar las consecuencias de su propio \u00e9xito. Inmersa dentro de una cultura ideol\u00f3gicamente plural la llamada tercera generaci\u00f3n cristiana no pudo sustraerse al di\u00e1logo y a la confrontaci\u00f3n con el paganismo, ni evitar la hostilidad pol\u00edtica y la persecuci\u00f3n; en su medio aparecieron quienes, interpretando novedosamente la tradici\u00f3n o rehaci\u00e9ndose a una revelaci\u00f3n nueva, introdujeron controversias y divisiones que llegaron a veces a poner por escrito (cf. 2 Tes 2,2) y que supon\u00edan un verdadero desaf\u00edo a su fidelidad, pues se presentaban como doctrina ahora revelada, oculta hasta ahora, precisamente en tiempos en que la iglesia, hu\u00e9rfana de sus ap\u00f3stoles primeros, viv\u00eda en riesgo de no encontrar seguridad y certezas en la interpretaci\u00f3n ortodoxa de la fe de siempre (1 Tim 1,6.19.20; 4,1-3; 6,5.10.21; 2 Tim 2,14.18; 4,4; Tit 1,10.16; 3,10).
\nEn efecto, \u201cla desapari\u00adci\u00f3n f\u00edsica de los grandes testigos del primer cris\u00adtianismo, acaecida dentro de los a\u00f1os sesenta, priv\u00f3 de la voz apost\u00f3lica a las comunidades, que se lanzaron a recoger y publicar su predicaci\u00f3n, en cartas, siguiendo el ejemplo de Pablo, o creando los evangelios. El vac\u00edo que dejaron estos personajes carism\u00e1ticos fue siendo llenado por los escritos que recog\u00edan su predicaci\u00f3n y que, atribuidos a algunos de ellos, obtuvie\u00adron una acogida pronta y generalizada; la p\u00e9rdida de los primeros testigos, creadores de tradici\u00f3n apost\u00f3lica, favoreci\u00f3, adem\u00e1s, la progresiva institucionalizaci\u00f3n de los ministerios en las iglesias locales.
\nEl retraso sine die de la parus\u00eda, cada d\u00eda mejor asimilado, hab\u00eda obligado a cambiar el contenido de la esperanza cristiana, a tomar en serio la inserci\u00f3n en el mundo afrontando los problemas que de ello se derivaban, a recuperar la memoria de Jes\u00fas como criterio de discernimiento de su presente, a situarse en la historia sin perder su concien\u00adcia de estar ya salvados\u201d[11]<\/a>. La vida cotidiana se revisti\u00f3 de un consistencia y concretez que no pod\u00edan obviarse: \u00bfc\u00f3mo hacer para, sin exiliarse de su tiempo y de esos espacios, mantener identidad y permanecer fiel?
\nLa soluci\u00f3n se encontr\u00f3 en una doble opci\u00f3n, que marc\u00f3 profundamente la vida de las comunidades e hizo que emergiera una nueva conciencia eclesial: se buscaba mantener la unidad en la fe y en el culto entre el tiempo apost\u00f3lico y el periodo eclesial, y la comuni\u00f3n entre los creyentes, jud\u00edos y gentiles, marido y mujer, viejos y j\u00f3venes, ricos y pobres.
\nPor un lado, las comunidades adoptaron el modelo patriarcal de su entorno social y cultural, con el fin de instalarse con mejor acomodo en \u00e9l. Como \u201cla casa de Dios, colum\u00adna y soporte de la ver\u00addad\u201d (1 Tim 3,14-15; 2 Tim 2,19-21), la comunidad se sabe edificada seg\u00fan un orden interno puesto por el mismo Dios (1 Tim 3,14; 2 Tim 2,21), que la estabiliza por dentro y que promociona una imagen honorable en el entorno: la conducta de sus miembros debe conformarse a los c\u00e1nones sociales, para que no d\u00e9 ocasi\u00f3n de cr\u00edtica a sus conciudadanos y facilite entre ellos el proselitismo y la evangelizaci\u00f3n.
\nDe ah\u00ed que se proponga a las comunidades un ideal de vida cristiana que valora la practica de las buenas obras (1 Tim 2,10; 2 Tim 3,17; Tit 2,14) y se elogien cualidades del hombre virtuoso, como la piedad (1 Tim 2,2; 4,7-8; 6,2.5-6.11; 2 Tim 3,5), la prudencia, la dignidad o el equilibrio (1 Tim 3,3.8; 5,23). Para lograr un testimo\u00adnio fidedigno de la fe, el cristiano ha de vivir inserto dentro de las estructuras sociales en vigor, la familia y el estado, sin entusiasmos asc\u00e9ticos ni escapismos apocal\u00edpticos; su comporta\u00admiento ha de ser ejemplar y aceptable (1 Tim 2,15; 3,4-5.12.15). A la mujer cristiana \u2013 para desmayo de feministas actuales \u2013 se le asigna los roles tradicionales que confirman el status quo social del tiempo, la de esposa y madre (1 Tim 2,8-15; 5,3-16; 2 Tim 3,6; Tit 2,3-5).
\nPor otro lado, en confrontaci\u00f3n con otras ense\u00f1anzas (1 Tim 3; 6,3), las comunidades saben disponer de la sana doctrina, conforme a la piedad (1 Tim 1,10; 4,6; 6,3; 2 Tim 4,3; Tit 1,9; 2,1) y a las pala\u00adbras del Se\u00f1or Jes\u00fas (1 Tim 6,3; 2 Tim 1,13; Tit 2,8). El criterio de verificaci\u00f3n doctrinal radica en su origen apost\u00f3li\u00adco; la tradici\u00f3n (1 Tim 6,20; 2 Tim 1,12.14; 2,2), es entendida como ense\u00f1anza apost\u00f3lica confiada a sus disc\u00edpulos, quienes han de guardarla con celo y dejarla en heren\u00adcia con fidelidad; este dep\u00f3sito incluye tanto el kerigma apost\u00f3lico cuanto su instruc\u00adci\u00f3n, evangelio y disciplina.
\nAnte la autonom\u00eda sectaria legitimada en nuevas doctrinas, la iglesia opta por la instituci\u00f3n ministerial y la sucesi\u00f3n apost\u00f3lica; la aut\u00e9ntica tradici\u00f3n est\u00e1 asegurada por una cadena de trans\u00admisores legitimados para su salvaguardia: presb\u00edteros (Tit 1,5-6; 1 Tim 5,17-22), obispos (Tit 1,7-9; 1 Tim 3,1-7), di\u00e1conos (1 Tim 3,8-13; 4,14; 5,17-22; Tit 1,5-9) y viudas (1 Tim 5,9-16). El gu\u00eda de la comunidad, sea un presb\u00edtero (1 Tim 4,14) u obispo (1 Tim 3,2; Tit 1,7), es el representante local delegado del ap\u00f3stol, administrador de la comunidad (Tit 1,7), su l\u00edder con responsabilidades tambi\u00e9n econ\u00f3micas (1 Tim 3,3); encargado de su tarea mediante un rito oficial de investidura (1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1,6; Tit 1,5), anuncia y explica la Palabra (2 Tim 2,8-9), con ella educa y sostiene la fe de los creyentes (2 Tim 3,16), conserva y defiende la tradici\u00f3n (1 Tim 1,3; 3,2; 4,11-16; 2 Tim 2,23-25), gu\u00eda y preside la vida com\u00fan (1 Tim 2,1; 5,1-6,2). La institucionalizaci\u00f3n del ministerio est\u00e1 al servicio de la preservaci\u00f3n de la doctrina; la tradici\u00f3n queda asegurada por una cadena de transmisores legiti\u00adma\u00addos para ello; la imposici\u00f3n de manos consagra la asunci\u00f3n de la responsabilidad eclesial. El elemento carism\u00e1tico ha cedido su lugar al principio ministerial; el gobierno eclesial, de ser servicio comunitario, pasa a oficio instituido (1 Tim 1,18; 4,14; 2 Tim 1,6).
\nLa iglesia ya no es principal\u00admente comunidad local, es instituci\u00f3n salv\u00edfica; su organi\u00adzaci\u00f3n garantiza el dep\u00f3sito de la fe, concebido \u00e9ste como algo fijo y transmisible; la autoridad apost\u00f3lica pasa a sus sucesores, elegidos para asegurar la transmi\u00adsi\u00f3n de la fe y el orden en la vida com\u00fan; el ministerio eclesial, de funci\u00f3n carism\u00e1tica, pasa a ser instituci\u00f3n permanente; la comunidad ha de sustentar a sus ministros (1 Tim 1,18; 3,1-8.8-13; 4,14; 5,17-22; 2 Tim 1,6; 2,1-2; Tit 1,5-9), quienes deben comportarse de forma decente (1 Tim 3,7.10; 5,8.14; Tit 2,5.8).
\n
\n3.5. <\/strong>Hu\u00e9rfanos de Cristo en un mundo hostil<\/strong>
\nEn las \u00faltimas d\u00e9cadas del siglo primero la comunidad jo\u00e1nica[12]<\/a> compart\u00eda parecidos retos a los que estaba afrontando la tercera generaci\u00f3n cristiana; b\u00e1sicamente eran dos: la ruptura consuma\u00adda con el juda\u00edsmo, ad extra, con el consiguiente exilio de la legalidad jur\u00eddica romana (Jn 9,22; 16,2), y los primeros fen\u00f3menos de escisi\u00f3n por motivos cristol\u00f3gi\u00adcos, ad intra, (1 Jn 2,18-19; 1 Jn 7), que fomentaron, como ant\u00eddoto, tendencias al aislamiento del entorno y al entusiasmo intimista.
\nLa comunidad reaccion\u00f3 de forma tan singular y \u00fanica que su respuesta no cuadra c\u00f3modamente con el pensamiento y las instituciones del primer cristianismo[13]<\/a>. Seg\u00fan una hip\u00f3tesis plausible, habr\u00eda pasado por varias etapas. En su origen, antes incluso de la puesta por escrito del evangelio, hubo un grupo de jud\u00edos, radicados posiblemente en Palestina, que aceptaron el mesianismo dav\u00eddico de Jes\u00fas; se hab\u00edan agrupado en torno a un personaje carism\u00e1tico que hab\u00eda conocido a Jes\u00fas durante su ministerio p\u00fablico y le hab\u00eda seguido; a \u00e9l, o posiblemente a sus inmediatos seguidores, se remonta el enigm\u00e1tico disc\u00edpulo al que Jes\u00fas amaba (Jn 13,23-25; 19,25-26; 20,2-10; 21,20-23); este maestro, que goz\u00f3 de enorme autoridad, alent\u00f3 una formulaci\u00f3n de la tradici\u00f3n evang\u00e9lica muy personal, y la supo expresar con inusitada libertad. Al grupo inicial, en el que habr\u00eda disc\u00edpulos del Bautista (Jn 1,35-40), se unieron pronto jud\u00edos cr\u00edticos con el Templo que misionaron Samaria, e impulsaron una cristolog\u00eda m\u00e1s desarrollada, afirmando la preexistencia y divinidad de Jes\u00fas y, por ello, sufrieron la expulsi\u00f3n del juda\u00edsmo oficial; en esta etapa, y a consecuencia de lo vivido, el grupo opt\u00f3 por ver las expectativas escatol\u00f3gicas realizadas en Jes\u00fas Resucitado.
\nEl evangelio refleja, en efecto, una situaci\u00f3n comunitaria donde se ha consumado la separaci\u00f3n con el juda\u00edsmo (Jn 9,22; 12,42-43; 16,2), que se convierte cada vez m\u00e1s en s\u00edmbolo de la resis\u00adten\u00adcia a la fe (Jn 8,44) que en realidad hist\u00f3rica: los jud\u00edos son prototipos de la incredulidad (Jn 12,37-40) y la comunidad tiene que abrir a los gentiles (Jn 12,20-23). Es mientras se est\u00e1 dando este cambio de comprensi\u00f3n que la comunidad se muda a la di\u00e1spora (Jn 7,35) y escribe el evangelio, cuyos t\u00e9rminos sem\u00edticos traduce a sus lectores; se advierte una tendencia al aislamiento progresivo de la comunidad dentro de su entorno (Jn 17, 15-16; 14,30; 16,33) y de las dem\u00e1s comunidades cristianas, que no comparten su cristolog\u00eda (Jn 6,67-69; 10,16; 17,11). Frente a los jud\u00edos insiste en la presencia de Dios en Cristo, que lleva a la superaci\u00f3n de las fiestas y suplantaci\u00f3n del Templo. Polemiza, asimismo, con cristianos por su juda\u00edsmo larvado, su tibieza en la profesi\u00f3n de la fe, o su incapacidad para confesar la preexistencia de Cristo; en la \u00e9poca m\u00e1s reciente, criticar\u00e1, adem\u00e1s, a cuantos no afirman la realidad humana de Jes\u00fas. La experiencia cristiana est\u00e1 profundiza\u00adda y se expresa como un cierto intimismo cristoc\u00e9ntrico (Jn 10,14; 15,1-8); la vivencia com\u00fan de la fe es una preocupaci\u00f3n sentida (Jn 6,53); el amor mutuo, exigencia caracter\u00edstica (Jn 13,34; 15,12.17).
\nCuando aparecen las cartas, unos a\u00f1os despu\u00e9s, el evangelista hab\u00eda concluido ya su obra, aunque el evangelio no habr\u00eda conocido a\u00fan su \u00faltima edici\u00f3n. Las cartas, escritas por otra(s) persona(s), reflejan una situaci\u00f3n comunitaria diversa: el problema con los jud\u00edos est\u00e1 ya superado. Ahora las tensiones nacen en el seno mismo de la comunidad (1 Jn 2,18-19; 2 Jn 7), debido tanto a divergencias cristol\u00f3gicas como a diferencias en la gesti\u00f3n de la vida com\u00fan. Se advierte en ellas los inicios de una organiza\u00adci\u00f3n mon\u00e1rquica de la comunidad local (Jn 21,15-17), no muy bien soportada por los l\u00edderes carism\u00e1ticos itinerantes (3 Jn) ni suficientemente aceptada dentro de la comunidad (1 Jn 4,1-6); la persisten\u00adcia del apostolado misionero ambulante causa problemas a las comunidades locales. Los antagonis\u00adtas son ya cristianos, autoridades de comunidades locales, o herejes, creyentes que interpretan diversamente la misma tradici\u00f3n. Las tres cartas habr\u00edan sido redactadas en un corto per\u00edodo de tiempo.
\nLa comunidad del apocalipsis est\u00e1, en cambio, bajo la presi\u00f3n de la persecuci\u00f3n pol\u00edtica y mira al mundo con desconfianza y desafecto. La insistencia en una escatolog\u00eda futura la separa netamente de la escatolog\u00eda realizada del cuarto evangelio. La imaginer\u00eda simb\u00f3lica proviene de la apocal\u00edptica jud\u00eda. La tradici\u00f3n jo\u00e1nica ha sido asumida aqu\u00ed muy libremente; aunque las coincidencias tem\u00e1ticas y de vocabulario sean obvias, mayores son las diferen\u00adcias. La comunidad del apocalipsis representa, probablemente, una desviaci\u00f3n temprana de la tendencia jo\u00e1nica.
\nUna literatura tan plural no ha surgido de la mano y mente de un autor \u00fanico[14]<\/a>; m\u00e1s probable es que se deba a un grupo o escuela de pensamiento que coincide en conceder una relevancia inusitada a la persona de su l\u00edder, un esmerado cuidado \u2013 culto casi \u2013 de la tradici\u00f3n a \u00e9l debida, el ideal de amistad entre los creyentes y la confrontaci\u00f3n con el mundo externo que tipifican la vida de comunidad. Sea quien fuere el iniciador, la comunidad productora de esa literatura tuvo una larga vida y un espacio de implantaci\u00f3n amplio, rasgos ambos que la diferencian de Pablo y de su herencia.
\nDemorado indefinidamente el regreso del Se\u00f1or Jes\u00fas y deca\u00eddo el fervor de su espera, el presente de la comunidad adquiere una inusitada importancia. La salvaci\u00f3n es una experiencia actual, m\u00e1s que objeto de anhelo. En esta situaci\u00f3n acecha el peligro de acoger en el cristianismo, a\u00fan inicial, formas y contenidos del entorno cultural y religioso, donde la m\u00e1s sincera b\u00fasqueda de la salvaci\u00f3n se un\u00eda a la valorizaci\u00f3n \u00fanica del presente como tiempo salv\u00edfico: surge la tentaci\u00f3n gn\u00f3stica. La comunidad jo\u00e1nica responde de modo creativo: asumiendo imaginer\u00eda y sensibilidad gn\u00f3sticas elabora un evangelio donde la realidad de la salvaci\u00f3n cristiana queda a salvo; aqu\u00ed el revelador entrar\u00e1 en la historia, al hacerse hombre (Jn 1,14; 1 Jn 4,2-3). Y cuando \u00e9ste deje hu\u00e9rfanos a los suyos, les mandar\u00e1 al Esp\u00edritu, aut\u00e9ntico abogado defensor (Jn 14,16-17), que, adem\u00e1s de asistirlos, les introducir\u00e1 en la verdad (Jn 16,13-14). La comunidad de los creyentes se enra\u00edza y permanece en Cristo, como el racimo en la vid (Jn 15,4-5) y convive con hermanos que ha de considerar amigos (Jn 15,12): el amor mutuo, imaginado y medido seg\u00fan el amor de Cristo Jes\u00fas, es la forma constitutiva de la vida com\u00fan (Jn 15,17).
\nLa teolog\u00eda jo\u00e1nica es, eminentemente, cristol\u00f3gica, subrayando la afirmaci\u00f3n de la divinidad de Jes\u00fas y su preexis\u00adtencia; esta cristolog\u00eda alta, tan t\u00edpica del cuarto evangelio y una de las razones de su popularidad, fue pronto causa de tensiones e, incluso, divisiones intraco\u00admuni\u00adtarias (1 Jn 4,2; 2 Jn 7). Por desgracia, una cristolog\u00eda tan elevada acabar\u00eda por no poder sostener la unidad eclesial (2 Jn 10; 3 Jn 9-10); 1 Jn ya consideraba el evangelio como tradici\u00f3n autorizada y recibida (1 Jn 1,5; 3,11), que no necesita ser ni citada ni definida (2 Jn 1-4; 3 Jn 1.3.8.12). La comunicaci\u00f3n oral, mediante una predicaci\u00f3n que no se mantuvo siempre dentro de la fe com\u00fan (1 Jn 2,18-19), no bastaba; s\u00f3lo lo escrito podr\u00eda mantener la comuni\u00f3n[15]<\/a>. A trav\u00e9s de \u00e9l se tuvo que intervenir, de forma en\u00e9rgica, para salvar la unidad entre las comunidades (2 Jn y 3 Jn). Mientras un buen grupo evolucion\u00f3 hasta el gnosticismo, el resto se integr\u00f3 en la iglesia universal, cat\u00f3lica, seg\u00fan la expresi\u00f3n de Ignacio (Esm 8,2)[16]<\/a>.
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\n <\/p>\n\n
\nReci\u00e9n estrenada, la fe en Cristo condujo a su vivencia en com\u00fan. De ello no hay duda: el encuentro con el Resucitado fue el paso obligado para reencontrarse con la comunidad de testigos (Lc 24,35). Pero si la fe en Cristo Jes\u00fas impuso la vida com\u00fan, los creyentes se sintieron libres a la hora de proyectar y organizar sus comunidades. La multiplicidad de formas de vivir la fe, en este per\u00edodo constituyente de la experiencia cristiana, no privilegia ninguna de ellas: el origen y las urgencias sentidas por los diversos grupos cristianos y la necesaria acomodaci\u00f3n a situaciones cambiantes, en entornos sociales diversos, hizo emerger comunidades que, sin abdicar de la \u00fanica experiencia fundante, la vivieron y concretizaron en diferentes maneras.
\nLos modelos de comunidad que el NT atestigua son antes palabra de Dios para las iglesias que derecho can\u00f3nico, criterio de discernimiento para la vida eclesial y no ley de obligado cumplimiento. Es normativo que quien quiera vivir la salvaci\u00f3n en Cristo ha de vivirla en com\u00fan, no lo es que, por haber s\u00f3lo salvaci\u00f3n en Cristo, tenga que ser vivida uniformemente. M\u00e1s a\u00fan, la uniformidad en la vida com\u00fan cristiana, si es que es posible, no es deseable, por no ser fiel al modelo, o mejor modelos, de comunidad en el NT. Que se dieran varias formas de vivir en com\u00fan la \u00fanica fe es una invitaci\u00f3n al creyente en Cristo para que \u201cencuentre\u201d la comunidad cristiana en la que mejor \u201cse encuentre\u201d con Cristo, su Se\u00f1or.
\n <\/p>\n
\n
\n[1]<\/a> El cuarto evangelio, en cambio, parece conocer s\u00f3lo a ocho: Jn 1,35-51; 6,7; 12,21-22; 14,22; 21,1-2.
\n[2]<\/a> Mc 2,18; Mt 22,16: disc\u00edpulos de los fariseos; Mc 2,18; Mt 9,14: disc\u00edpulos de Juan Bautista; Jn 9,28: disc\u00edpulos de Mois\u00e9s.
\n[3]<\/a> Pero ya que se dio una continuidad b\u00e1sica entre el grupo de Jes\u00fas antes de Pascua y el grupo de creyentes en el Resucitado, la comunidad hist\u00f3rica de disc\u00edpulos de Jes\u00fas no tard\u00f3 en ser idealizada como inspiraci\u00f3n y modelo de la comunidad cristiana: la tradici\u00f3n evang\u00e9lica, la sin\u00f3ptica en particular, es prueba irrefutable.
\n[4]<\/a> Abreviatura de Quelle<\/em>, fuente en alem\u00e1n. Se supone que estar\u00eda a la base de buena parte del material discursivo que Mateo y Lucas tienen en com\u00fan; de ah\u00ed, que la investigaci\u00f3n cient\u00edfica bautizara el supuesto documento como Spruchquelle <\/em>o Logienquelle<\/em>, fuente de sentencias atribuibles a Jes\u00fas de Nazaret.
\n[5]<\/a> De hecho, es a partir de estos evangelios escritos, de la tradici\u00f3n com\u00fan que comparten y que Marcos desconoce, que pudo pensarse en su existencia y reconstruir sus contenidos.
\n[6]<\/a> Y de hecho a lo largo de toda la historia de la Iglesia no han dejado de surgir en su seno movimientos carism\u00e1ticos, no el de menos significaci\u00f3n la vida consagrada, en los que, algo al margen de la instituci\u00f3n a menudo y siempre sirviendo nuevas necesidades apost\u00f3licas, se ha refugiado el radicalismo de los inicios.
\n[7]<\/a> Aunque desapareciera como realizaci\u00f3n hist\u00f3rica, el modelo subsisti\u00f3 en comunidades que muy pronto se dieron una estructura mon\u00e1rquica de gobierno, como fue – en los inicios del siglo II \u2013 Antioqu\u00eda, origen hist\u00f3rico del cristianismo en el Asia Menor y, sobre todo, Roma \u2013 desde mediado el siglo II \u2013 por estar en el centro geogr\u00e1fico y hegem\u00f3nico del Imperio y hospedar la memoria del martirio de Pedro y Pablo.
\n[8]<\/a> En lugares p\u00fablicos: en \u00c9feso (Hch 19,9-10), en Roma (Hch 28,16.30). Hu\u00e9spedes de cristianos o simpatizantes: de Judas, en Damasco (Hch 9,11), de Lidia en Filipos (Hch 16,14-15.40), de Jas\u00f3n, en Tesal\u00f3nica (Hch 17,5-7), del matrimonio Aquila y Priscila, en \u00c9feso (1 Cor 16,19; Hch 18,18-19; Rom 16,3), de Ticio Justo y Cayo, en Corinto (Hch 18,2-3.7).
\n[9]<\/a> Juan J. Bartolom\u00e9, Pablo de Tarso<\/em>. Una introducci\u00f3n a la vida y a la obra de un ap\u00f3stol de Cristo (Madrid: CCS, 1999) 126.
\n[10]<\/a> O. c., 126.
\n[11]<\/a> O.c., 279-280.
\n[12]<\/a> Hablar de comunidad jo\u00e1nica es una forma c\u00f3moda de referirse al grupo cristiano donde surgi\u00f3 el cuarto evangelio y las tres cartas; en realidad, \u201cno podemos hablar de una ciudad definida, ni siquiera podemos referirnos a una regi\u00f3n concreta. Por otra parte tampoco acaba de ser claro si estamos ante una comunidad urbana o rural. Y por si todo esto fuera poco no sabemos si se trata de un comunidad \u00fanica o de un grupo de comunidades que se re\u00fane espor\u00e1dicamen\u00adte\u201d (J. O. Tu\u00f1\u00ed, Las comunidades jo\u00e1nicas. <\/em>Particularidades y evoluci\u00f3n de una tradici\u00f3n cristiana especial [Bilbao 1988]10).
\n[13]<\/a> No en vano necesit\u00f3 para expresarse la mayor\u00eda de los g\u00e9neros literarios presentes en el NT. Pero a pesar de las diferencias que existen entre ellos, tienen en com\u00fan un origen tradicional y un substrato cultural homog\u00e9neo: una comunidad local, posiblemente poco estructurada a\u00fan y con escasa vinculaci\u00f3n con las restantes iglesias.
\n[14]<\/a> La precisa identificaci\u00f3n del fundador de este grupo jo\u00e1nico es cuesti\u00f3n a\u00fan abierta. La investigaci\u00f3n m\u00e1s seria sigue proponiendo a Juan el ap\u00f3stol, el disc\u00edpulo amado, Juan el presb\u00edtero, el presb\u00edtero autor de 2-3 Jn.
\n[15]<\/a> Cf. Juan J. Bartolom\u00e9, Cuarto evangelio. Cartas de Juan<\/em>. Introducci\u00f3n y comentario (Madrid: CCS, 2002) 15-28.
\n[16]<\/a> Caracteriza a la obra jo\u00e1nica haber encontrado, desde su primera difusi\u00f3n en la iglesia, \u00e9xito r\u00e1pido y temprano lo mismo que recelo y rechazo, tanto en sectores ortodoxos como en los heterodoxos. La popularidad que Jn y Ap obtuvieron en c\u00edrculos gn\u00f3sticos contribuy\u00f3 a retrasar su aceptaci\u00f3n eclesial en amplios sectores, mientas que la tendencia antidoceta de 1 Jn favoreci\u00f3 su popularidad en c\u00edrculos ortodoxos. Aunque hoy siga despertando entusiasmo, la literatura jo\u00e1nica no resulta de f\u00e1cil acceso a la mayor\u00eda de los cristianos y cuando logra encandilar no siempre es bien entendida. Donde es acogida, suele estimular una forma de vida com\u00fan radicada en Cristo e intimista, con cierta tendencia a aislarse del mundo.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"