{"id":7723,"date":"2009-06-01T00:00:41","date_gmt":"2009-05-31T22:00:41","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=7723"},"modified":"2009-06-01T00:00:41","modified_gmt":"2009-05-31T22:00:41","slug":"en-tiempos-de-vulnerabilidad","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/en-tiempos-de-vulnerabilidad\/","title":{"rendered":"EN TIEMPOS DE VULNERABILIDAD"},"content":{"rendered":"
ANTONIO JIM\u00c9NEZ ORTIZ<\/p>\n LA FORTALEZA COMO VIRTUD STRAT\u00c9GICA Antonio Jim\u00e9nez es profesor de Teolog\u00eda en la Facultad de Teolog\u00eda de Granada S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO Socialmente, j\u00f3venes y adultos, nos encontramos zarandeados por la perplejidad, inquietud, inseguridad. Educativa y pastoralmente, saber proponer razones y motivaciones que despierten el inter\u00e9s y el esfuerzo es hoy un desaf\u00edo primordial. Este […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[674,1308,94],"tags":[],"class_list":["post-7723","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-antonio-jimenez-ortiz","category-estudios-389","category-mision-joven-2"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/7723"}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=7723"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/7723\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=7723"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=7723"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=7723"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}
\nAntonio Jim\u00e9nez es profesor de Teolog\u00eda en la Facultad de Teolog\u00eda de Granada<\/strong>
\n <\/strong>
\n <\/strong>S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/strong>
\nSocialmente, j\u00f3venes y adultos, nos encontramos zarandeados por la perplejidad, inquietud, inseguridad. Educativa y pastoralmente, saber proponer razones y motivaciones que despierten el inter\u00e9s y el esfuerzo es hoy un desaf\u00edo primordial. Este art\u00edculo vuelve la mirada al verdadero sentido de la virtud de la fortaleza, fij\u00e1ndose en la perspectiva de Tom\u00e1s de Aquino y en la experiencia de Jes\u00fas, y defiende la fortaleza como virtud estrat\u00e9gica en la pastoral juvenil para conducir a los j\u00f3venes por el camino de la fidelidad a la Palabra, la disponibilidad y apertura a Dios.
\n
\n\u00bfHablar de la virtud hoy? Ni est\u00e1 de moda en el ambiente ni resulta f\u00e1cil hacerlo, a pesar de que haya que reconocer que nuestra sociedad es algo m\u00e1s que un mercadillo posmoderno. No parecen ser tiempos para decisiones fuertes y compromisos firmes, para h\u00e1bitos permanentes que impliquen renuncias y sacrificios.Adolescentes y j\u00f3venes abrir\u00edan los ojos con pasmo e incredulidad ante un fervor\u00edn religioso o pedag\u00f3gico que quisiera ensalzar la belleza de la virtud y su necesidad insoslayable para la vida. El lenguaje sobre la virtud o sobre actos o decisiones virtuosas es incomprensible para no pocos y suena anacr\u00f3nico para otros muchos.
\nDesde Kant la \u00e9tica moderna opt\u00f3 por la categor\u00eda de obligaci\u00f3n o deber, abandonando los sistemas \u00e9ticos de Arist\u00f3teles y Tom\u00e1s de Aquino basados en la virtud. Posteriormente la reflexi\u00f3n moral se fue enriqueciendo con otros conceptos como valor, racionalidad, libertad, felicidad\u2026 Sin embargo en el \u00faltimo tercio del siglo XX se ha ido recuperando la noci\u00f3n de virtud en \u00e1mbitos filos\u00f3ficos y teol\u00f3gicos, mientras comenzaba a caer sobre la vida cotidiana en Occidente la niebla posmoderna del desencanto y de la desconfianza ante las grandes palabras, entre ellas tambi\u00e9n la palabra virtud.
\nYa no podemos asumir sin m\u00e1s los modelos areteicos del pasado, pero tampoco tenemos que renunciar al concepto de virtud, entre otros conceptos necesarios y posibles, para proseguir la siempre dif\u00edcil reflexi\u00f3n sobre el obrar humano, cuando tenemos ya una conciencia m\u00e1s exacta de la complejidad de la persona y de la vida humana, individual y social. Las palabras tienen historia, con frecuencia marcada por luces y sombras, por ambig\u00fcedades y abusos. Pensemos en la palabra Dios. Las palabras, condicionadas por la historia, manchadas o pisoteadas por la maldad o el fanatismo, pueden ser recuperadas cuando la experiencia humana que las hizo surgir sigue estando viva. Naturalmente sus significados van siendo matizados y enriquecidos a lo largo del tiempo, bajo la ley insoslayable de la continuidad y de la ruptura de los contextos culturales. Por eso no creo que sea necesario sustituir, por ejemplo, virtud por actitud[1]<\/a>.
\nY apuntando ya a la virtud de la fortaleza tendr\u00edamos un ejemplo claro del uso de la categor\u00eda virtud con sensibilidad actual y con elementos ling\u00fc\u00edsticos de hoy en estas palabras de Fernando Savater: \u201cEl n\u00facleo de las virtudes de existencia (si queremos hablar en lenguaje de ordenadores, el disco duro donde est\u00e1n conservadas todas), es el coraje<\/em>\u201d[2]<\/a>.
\n <\/p>\n\n
\nSe acumulan los diagn\u00f3sticos sobre nuestra sociedad. Posiblemente se trata de un intento de superar la perplejidad que nos invade. Estamos hechos un l\u00edo. Vivimos en una sociedad, que, en principio, nos ampara y defiende frente a la amenaza del caos. Esa ha sido siempre la gran tarea de toda cultura: ofrecer sentido, iluminar la realidad, darnos seguridad. Y sin embargo asistimos a la consolidaci\u00f3n de la llamada sociedad de la informaci\u00f3n sinti\u00e9ndonos hondamente zarandeados por la inquietud, por la ansiedad, por la inseguridad, porque de pronto nos vemos impotentes para gestionar con decisi\u00f3n y claridad la complejidad, la incertidumbre, los riesgos que nos asedian por todas partes: el sida, el mal de las vacas locas, la gripe aviar, el terrorismo, el desamor, el vac\u00edo interior, la depresi\u00f3n, la crisis econ\u00f3mica, el paro, las cat\u00e1strofes naturales\u2026
\nEst\u00e1n aconteciendo cambios fundamentales en nuestras escalas de valores, en las estructuras sociales y culturales, en los \u00e1mbitos de la sexualidad, de la familia, de la experiencia religiosa\u2026 Gozamos de m\u00e1s libertad pol\u00edtica, de m\u00e1s bienestar econ\u00f3mico, de m\u00e1s capacidad de informaci\u00f3n, pero tambi\u00e9n nos vemos enfrentados a m\u00e1s variabilidad, a m\u00e1s imprevisibilidad, a m\u00e1s incertidumbre, a una mayor inseguridad existencial. Convivimos con una sensaci\u00f3n inquietante de fragilidad y vulnerabilidad. El escenario social est\u00e1 poblado de individuos vacilantes, inseguros, propensos a desfallecer o a hundirse ante cualquier adversidad.
\nHoy no encontrar\u00edan eco las apasionadas palabras del l\u00edrico griego Arqu\u00edloco (S. VII a. C.) en su Eleg\u00eda a Pericles:
\n
\n\u201c(\u2026) hinchados de dolor tenemos los pulmones.
\nPero los dioses, querido m\u00edo, han puesto el esforzado aguante,
\ncomo medicina de los males sin remedio\u201d.[3]<\/a>
\n
\nPoco \u201cesforzado aguante\u201d hay en el ambiente de esta sociedad de la impaciencia y de la gratificaci\u00f3n inmediata de los deseos. La fidelidad, la confianza, la lealtad, la amistad, el compromiso\u2026 son valorados como actitud, incluso exaltados como algo deseable, como realidades humanizantes. Pero en la vida cotidiana esos valores no est\u00e1n sostenidos en el mundo juvenil por el apoyo imprescindible de la renuncia, del sacrificio, de la paciencia y la constancia. Se busca flexibilidad y adaptabilidad a costa de solidez y firmeza. La resistencia a la frustraci\u00f3n o a la ansiedad es poca, porque escasea la fortaleza de esp\u00edritu, el coraje de vivir, el esforzado aguante.
\n <\/p>\n\n
\nEn las \u00faltimas d\u00e9cadas se percibe un gran inter\u00e9s por la Edad Media, abandonados ya algunos prejuicios de siglos, que la consideraban simplemente como una \u00e9poca oscura y primitiva. Tom\u00e1s de Aquino representa el punto culminante de la filosof\u00eda y teolog\u00eda del medioevo. Su estructurada y matizada reflexi\u00f3n sobre la fortaleza, apoyada en referencias a situaciones humanas, que manifiestan sutileza de esp\u00edritu y profundidad en su an\u00e1lisis psicol\u00f3gico, nos puede iluminar hoy a pesar de la distancia entre su horizonte cultural y nuestro complejo contexto social. Desde su concepci\u00f3n antropol\u00f3gica y teol\u00f3gica puede ofrecernos en su constelaci\u00f3n ling\u00fc\u00edstica sobre esa virtud un filtro hermen\u00e9utico que nos ayude a discernir sobre las experiencias humanas de uno u otro signo que convergen en ese valor o virtud que llamamos fortaleza.
\nEn la l\u00ednea de Arist\u00f3teles, Tom\u00e1s de Aquino[4]<\/a> fundamenta su an\u00e1lisis en dos aspectos determinantes de la fortaleza: sustinere <\/em>\u2013 aggredi<\/em>. El primero consiste en afrontar<\/em> (resistir) la presencia del mal, controlando el miedo que se puede sentir. El segundo supone el enfrentarse<\/em> (atacar, acometer) al mal, sabiendo moderar la audacia.
\nFrente a la fortaleza, Tom\u00e1s de Aquino se\u00f1ala[5]<\/a> los vicios del temor o de la cobard\u00eda (timor<\/em>), de la petulancia (intimiditas<\/em>) que imprudentemente desconoce el miedo, y de la audacia o temeridad (audacia<\/em>) que empuja hacia el riesgo de perder la vida sin una raz\u00f3n v\u00e1lida.
\nVinculada a la fortaleza en su dimensi\u00f3n del aggredi<\/em>, est\u00e1 la magnanimidad (magnanimitas<\/em>), como virtud que gu\u00eda hacia objetivos nobles, sabiendo arrostrar los peligros que eso supone[6]<\/a>. No es magn\u00e1nima la persona presuntuosa (praesumptio<\/em>), que se siente superior a lo que en realidad es, ni el ambicioso (ambitio<\/em>) obsesionado por el honor que quiere conquistar para s\u00ed, ni el individuo que se contenta con las apariencias y la fama ef\u00edmera de la opini\u00f3n p\u00fablica (inanis gloria<\/em>), ni el pusil\u00e1nime (pusillanimitas<\/em>) que no se compromete por pereza o por miedo. Y frente a la magnificencia (magnificentia<\/em>) como virtud af\u00edn a la fortaleza, Tom\u00e1s de Aquino[7]<\/a> destaca los vicios de la mezquindad (parvificentia<\/em>) y del despilfarro (consumptio<\/em>).
\nSeg\u00fan Tom\u00e1s de Aquino[8]<\/a> las virtudes vinculadas a la fortaleza en su dimensi\u00f3n de sustinere<\/em> son la paciencia (patientia<\/em>), la longanimidad (longanimitas<\/em>) o capacidad de esperar sin desanimarse, y la perseverancia (perseverantia<\/em>), con la constancia de \u00e1nimo (constantia<\/em>) en las adversidades.
\nEste an\u00e1lisis de Tom\u00e1s de Aquino no es puramente antropol\u00f3gico. El plantea su reflexi\u00f3n en el marco de la gracia[9]<\/a>. De hecho el acto m\u00e1s perfecto de la fortaleza es el martirio. Sin embargo el entramado de su concepci\u00f3n de la fortaleza es antropol\u00f3gico: \u201cQue la fortaleza, como hemos dicho antes (q. 123, a. 2; I-II, q. 61 a. 3), implica una cierta firmeza de \u00e1nimo, requerida no s\u00f3lo para hacer el bien, sino tambi\u00e9n para soportar el mal, principalmente si se trata de bienes o males arduos. Y que el hombre, seg\u00fan su modo propio y connatural, puede tener tal firmeza en lo uno y en lo otro, que no desfallezca en la pr\u00e1ctica del bien a pesar de la dificultad que entra\u00f1e la realizaci\u00f3n de ciertas obras arduas o el aguante de ciertos males graves. Tal es la raz\u00f3n por la que a la fortaleza se la considera como virtud especial o general, como dijimos (q. 123, a. 2)\u201d[10]<\/a>.
\nDesde esta perspectiva, en la que convergen experiencias humanas b\u00e1sicas de ayer y hoy, nos queremos preguntar c\u00f3mo la virtud de la fortaleza encuentra hoy plausibilidad creyente en la pastoral de adolescentes y j\u00f3venes.
\n <\/strong><\/p>\n\n
\nEl cristianismo hace su aparici\u00f3n en la historia como un acto de valent\u00eda, como un ejercicio de fortaleza: \u201cViendo la valent\u00eda de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucci\u00f3n ni cultura, estaban maravillados (jefes, ancianos y escribas)\u201d (Hch 4, 13). Ya en la etapa apost\u00f3lica los cristianos son conscientes de que se han de enfrentar a la prueba, a la persecuci\u00f3n, y tambi\u00e9n a la lucha espiritual que comporta estructurar la propia interioridad y vivir la existencia seg\u00fan unos valores, que chocan frontalmente con el entorno inmediato social y religioso, y tambi\u00e9n con el dinamismo y la ambig\u00fcedad del deseo humano. Sin fortaleza no es posible la experiencia cristiana: \u201cOs escribo a vosotros, j\u00f3venes, porque sois fuertes y la Palabra de Dios permanece en vosotros, y hab\u00e9is vencido al maligno\u201d (1 Jn 2, 14). Y esa fortaleza necesita la garant\u00eda del Esp\u00edritu: \u201cY todos quedaron llenos del Esp\u00edritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valent\u00eda\u201d (Hch 4, 31).
\nLa incomprensi\u00f3n ambiental y las primeras persecuciones exponen a las primeras comunidades cristianas al sufrimiento y a la tribulaci\u00f3n, y en la carta a los Hebreos se les exhorta a la solidaridad y generosidad con los encarcelados, a la paciencia, a la confianza: \u201cPero nosotros no somos cobardes para perdici\u00f3n, sino creyentes para salvaci\u00f3n del alma\u201d (Hb 10, 32-36. 39). Y se argumenta en 2 Tm 1, 7: \u201cPorque no nos dio el Se\u00f1or un esp\u00edritu de cobard\u00eda, sino de fortaleza, de caridad, de templanza\u201d. La vida cotidiana del cristiano necesita de los valores o virtudes que convergen en el espacio de la fortaleza, am\u00e1ndose mutuamente, constantes<\/em> en la tribulaci\u00f3n y perseverantes<\/em> en la oraci\u00f3n (Rm 12, 10. 12). Y frente al deseo de enriquecimiento, al af\u00e1n del dinero, frente a la codicia insensata, se ha de buscar la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia<\/em> en el sufrimiento (1 Tm 6, 9-11). El amor todo lo soporta (1 Co 13, 7). Y en esa lucha desigual que entabla el cristiano, no s\u00f3lo \u201ccontra la carne y la sangre, sino tambi\u00e9n contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los esp\u00edritus del mal\u201d, como afirma la Carta a los Efesios en su lenguaje mitol\u00f3gico y expresivo, se ha de buscar la fortaleza en el Se\u00f1or y en la fuerza de su poder (Ef 6, 10. 12).
\nEs ah\u00ed donde est\u00e1 la fuente y el modelo de la fortaleza cristiana. Debemos tener \u201cfijos los ojos en Jes\u00fas\u201d, que soport\u00f3 la cruz sin miedo a la ignominia, para no desfallecer como seres pusil\u00e1nimes (Hb 12, 2-3). \u00c9l nos dej\u00f3 ejemplo para que sigamos tras sus huellas (1 P 2, 21). Probado en el sufrimiento, probado en todo igual que nosotros, menos en el pecado, es compasivo, porque \u00e9l tambi\u00e9n sinti\u00f3 la fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano (Hb 2, 18; 4, 15; 5, 2).
\nCreo sinceramente que la experiencia decisiva en la vida de Jes\u00fas es Getseman\u00ed (Mc 14, 32-42; Mt 26, 36-46; Lc 22, 40-46). En esa escena evang\u00e9lica tocamos palpablemente el fracaso existencial de Jes\u00fas ante el silencio aparente de Dios. Es una secuencia narrativa de gran complejidad espiritual: en el desierto del fracaso definitivo y de la soledad angustiosa, en la incertidumbre oscura y corrosiva, Jes\u00fas mantiene la obediencia y la fidelidad, desde la fortaleza del que ha puesto en las manos del Padre, de su Abba, su persona y su futuro. Y de esa experiencia de confianza \u00faltima y definitiva brotan, en el agujero negro de esa noche, consuelo, luz y serenidad en la tortura psicol\u00f3gica de quien se siente ya condenado a muerte.
\nEl misterio de la presencia de la ternura singular del Padre acontece en las tinieblas que caen sobre el coraz\u00f3n angustiado de Jes\u00fas. Es el momento de la verdad, de la inevitable fragilidad humana, de la fortaleza del creyente, en el naufragio definitivo de sus ilusiones humanas. \u201cAun siendo hijo, aprendi\u00f3 sufriendo a obedecer\u201d (Heb 5, 8). La fortaleza humana de Jes\u00fas est\u00e1 enraizada en la fuerza del Esp\u00edritu: \u201c(\u2026) c\u00f3mo Dios ungi\u00f3 a Jes\u00fas de Nazaret con el Esp\u00edritu Santo y con poder, y c\u00f3mo pas\u00f3 haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con \u00e9l\u201d (Hch 10, 38).
\nTras la experiencia de Pascua esa fortaleza humana de Jes\u00fas queda asumida definitivamente en su realidad gloriosa y exaltada, como confiesa el autor del Apocalipsis: \u201cDigno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabidur\u00eda, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza\u201d (Ap 5, 12). Por eso el cristiano puede ya hacer suyas, a pesar de su fragilidad y vulnerabilidad, a pesar de la opacidad y ambig\u00fcedad de lo que le rodea, estas palabras de Pablo: \u201cTodo lo puedo en aquel que me conforta\u201d (Flp 4, 13).
\n <\/p>\n\n
\nEn la espiritualidad cristiana la virtud de la fortaleza no es considerada simplemente como el fruto del esfuerzo del individuo. Para la fe la fortaleza es virtud y don del Esp\u00edritu de Dios.
\nEn la vida espiritual la fortaleza ha jugado siempre un papel decisivo: es \u201cvirtud estrat\u00e9gica\u201d. Como afirma Tom\u00e1s de Aquino, la fortaleza, entendida como firmeza de \u00e1nimo, es una \u201cvirtud general\u201d, condici\u00f3n necesaria de toda virtud[11]<\/a>. Y la detallada descripci\u00f3n que hace de ella Bernab\u00e9 Tierno confirma esta visi\u00f3n estrat\u00e9gica de la fortaleza en la vida humana: \u201cLa fortaleza es voluntad-acci\u00f3n, dominio de uno mismo, temple de \u00e1nimo, superaci\u00f3n y esfuerzo del d\u00eda a d\u00eda, control de instintos y emociones, perseverancia, tozudez inteligente y apasionada ante las dificultades, vigor ps\u00edquico, impasibilidad razonada, compa\u00f1era inseparable del j\u00fabilo, fuerza moral, coraje y audacia, raz\u00f3n, reflexi\u00f3n y sentido de la medida (\u2026). En definitiva, una mezcla de valor, de prudencia y de perseverancia en la misma proporci\u00f3n\u201d[12]<\/a>.
\nPodemos decir que la fortaleza es imprescindible en todo el entramado de la vida espiritual: no hay decisi\u00f3n o compromiso, virtud o actitud, que sean posibles sin coraje, sin firmeza, sin renuncia, en una palabra, sin fortaleza. En la fragilidad y vulnerabilidad frente a la presencia del mal en la historia, en la lucha interior que se desarrolla en el coraz\u00f3n de la persona que busca la verdad, el bien, el sentido de la vida, el cristiano descubre una realidad que le asiste y sostiene. Es el Esp\u00edritu de Dios como amor, como luz, como fuerza: \u201cSaldr\u00e1 un v\u00e1stago del tronco de Jes\u00e9, y un reto\u00f1o de sus ra\u00edces brotar\u00e1. Reposar\u00e1 sobre \u00e9l el esp\u00edritu de Yahveh: esp\u00edritu de sabidur\u00eda e inteligencia, esp\u00edritu de consejo y fortaleza, esp\u00edritu de ciencia y temor de Yahveh\u201d (Is 11, 1-2). En el evangelio de Lucas (Lc 4, 16-20), en la escena program\u00e1tica de Jes\u00fas en la sinagoga de Nazaret, \u00e9l confirma que el Esp\u00edritu del Se\u00f1or est\u00e1 sobre \u00e9l, porque lo ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia.
\nSeg\u00fan la fe cristiana el Esp\u00edritu Santo gu\u00eda y sostiene el coraz\u00f3n del que busca, consciente o inconscientemente, el encuentro con el Misterio de Dios. El Esp\u00edritu es la br\u00fajula que orienta y la luz que ilumina el camino hacia el encuentro con Dios Padre, revelado en Jes\u00fas el Se\u00f1or. Vivir de la bondad infinita del Padre, imitar esa bondad incondicional en la fragilidad y debilidad, con los condicionamientos de todo momento hist\u00f3rico en el seguimiento concreto de Jes\u00fas es nuestra gran tarea como cristianos.
\nEste seguimiento de Jes\u00fas s\u00f3lo es posible por la presencia del Esp\u00edritu que nos capacita para vivir el amor del Padre y la compasi\u00f3n de Jes\u00fas en los l\u00edmites de nuestra vida diaria. El Esp\u00edritu es el principio generador y animador de todo el desarrollo de nuestra experiencia religiosa, de nuestra vida teologal con su gracia, con su luz, con su fuerza. La vida seg\u00fan el Esp\u00edritu es la vida como hijo adoptivo de Dios, en una decisi\u00f3n libre, sostenida por las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad (cf. Rom 8, 14-17).
\nEn el camino de maduraci\u00f3n de esta experiencia teologal van surgiendo preguntas, dudas, dificultades, oscuridad: el coraz\u00f3n humano se resiste a entregarse definitivamente y a nuestra inteligencia le cuesta abrirse al Misterio. La certeza de la fe se funda en el compromiso de Dios con nosotros, con la historia, con la b\u00fasqueda de salvaci\u00f3n del ser humano. La verdad de Dios, que es lo mismo que decir su misericordia, su gracia, su fuerza son el fundamento de nuestra fe y la roca firme que nos sostiene ante la fragilidad de nuestra opci\u00f3n, ante los l\u00edmites de nuestra inteligencia, en la debilidad de nuestra voluntad, en las experiencias del sufrimiento y de la muerte que golpean nuestra sensibilidad y oscurecen nuestro horizonte humano y creyente, y que hacen tambalear tambi\u00e9n nuestra esperanza.
\nLa soledad, la vivencia de los propios l\u00edmites y de la precariedad de nuestros proyectos humanos, el esfuerzo constante por lograr la comuni\u00f3n a pesar de los fracasos en la fraternidad, no nos ahorra la prueba del cansancio que a veces ahoga la esperanza. Cultivar la esperanza supone vivir con misericordia, inclinarse sobre el ser humano y sostenerlo en su caminar a trav\u00e9s de la historia, luchar contra el poder de la muerte y de sus manifestaciones (cf.1 Cor 15, 26), resistiendo a toda clase de \u00eddolos, huyendo del fatalismo y tambi\u00e9n de las pretensiones autosuficientes.
\nY en la experiencia de la caridad teologal deben ir \u00edntimamente unidas la oraci\u00f3n y la solidaridad, la eucarist\u00eda y la actitud de servicio, el sentido de iglesia y la apertura cordial al mundo hist\u00f3rico que nos ha tocado vivir. Y esto conlleva el rechazo del individualismo y del ego\u00edsmo, la consistencia de la opci\u00f3n de fe, la conciencia eclesial, el sentido de la misi\u00f3n, la capacidad para la renuncia, para la compasi\u00f3n y la misericordia.
\nSin la fortaleza, como virtud humana y como don del Esp\u00edritu, no es posible la vida teologal.
\nEn el proceso de maduraci\u00f3n humana y espiritual no se puede prescindir del sacrificio, del esfuerzo asc\u00e9tico, que hacen posibles el despojamiento frente a nuestros deseos e intereses, la abnegaci\u00f3n, la renuncia de s\u00ed. Sin esto no hay coherencia, ni compromiso, ni hay suelo firme donde enraizar la fidelidad, que exige perseverancia, constancia, paciencia, cuando el desierto se hace interminable y la desolaci\u00f3n arrasa nuestro bien montado andamiaje de gratificaciones.
\nEn ese proceso de maduraci\u00f3n personal est\u00e1 incluido lo que se suele llamar acompa\u00f1amiento espiritual, entendido como una ayuda sistem\u00e1tica a la persona en el conocimiento progresivo y en la aceptaci\u00f3n serena de s\u00ed mismo, de su historia, de sus posibilidades y l\u00edmites; en la articulaci\u00f3n y profundizaci\u00f3n de su experiencia cristiana, sobre todo, descubriendo qui\u00e9n es y qu\u00e9 significa para \u00e9l Dios, Padre de nuestro Se\u00f1or Jesucristo; en el discernimiento de la voluntad de Dios en su vida y en la realidad que le rodea; en la realizaci\u00f3n de un proyecto de vida, desde la experiencia de la comunidad eclesial, en el proceso de una responsable y gozosa decisi\u00f3n vocacional.
\nEn la pastoral juvenil podemos describir el acompa\u00f1amiento personal como un camino, por el que pedag\u00f3gicamente, seg\u00fan su ritmo propio, el joven, con el apoyo incondicional y cercano del acompa\u00f1ante, va alcanzando las etapas de su madurez humana, de la personalizaci\u00f3n de la fe, del compromiso y de la opci\u00f3n vocacional. El acompa\u00f1amiento es, ante todo, un encuentro interpersonal en la fe, que hace posible la experiencia y la asimilaci\u00f3n de los valores centrales para el cristiano. En ese encuentro se intenta unificar a la persona del joven mediante una columna vertebral: la experiencia nuclear de la fe en Dios Padre, revelado en Jes\u00fas el Se\u00f1or por la fuerza del Esp\u00edritu.
\nSe busca integrar su personalidad desde la experiencia del seguimiento de Jes\u00fas, haciendo de la fe el n\u00facleo aglutinador de todo el engranaje interior del joven. El fin del acompa\u00f1amiento personal es la gestaci\u00f3n de una persona, que se sienta pose\u00edda y guiada por el Esp\u00edritu de Jes\u00fas, mediante la asimilaci\u00f3n de los criterios evang\u00e9licos. Y esto exige confrontaci\u00f3n con la propia verdad, reconocimiento de posibilidades y l\u00edmites, aceptaci\u00f3n de la correcci\u00f3n, disciplina, temple de \u00e1nimo, esfuerzo, coraje, no ceder al desfallecimiento, saber tolerar la frustraci\u00f3n\u2026, en una palabra, fortaleza.
\n <\/p>\n\n
\nA Peter Salovey, de la Universidad de Yale, agradec\u00eda Daniel Goleman el concepto \u201cinteligencia emocional\u201d sobre la que \u00e9l escrib\u00eda en 1995 un libro que se convertir\u00eda en un \u00e9xito editorial a escala mundial[13]<\/a>.
\nNuestra idea sobre la inteligencia humana se ha ampliado m\u00e1s all\u00e1 de su imagen \u201cracional\u201d: la inteligencia es una compleja realidad, en la que se da una vertebraci\u00f3n indisociable entre conocimiento y afectividad. La inteligencia es al mismo tiempo cognitiva y emocional. Las caracter\u00edsticas propias de la inteligencia emocional que subraya Goleman son: \u201c(\u2026) la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empe\u00f1o a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de \u00e1nimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por \u00faltimo \u2013pero no, por ello, menos importante-, la capacidad de empatizar y confiar en los dem\u00e1s\u201d[14]<\/a>. A simple vista podemos concluir que el ambiente social, como hemos mostrado m\u00e1s arriba, no promueve con entusiasmo esta inteligencia emocional, que vincula radicalmente las dimensiones afectivas y cognitivas de la persona.
\nQue la experiencia religiosa tiene profundas ra\u00edces en la afectividad es un dato permanente en las diversas tradiciones espirituales. Con frecuencia se ha identificado y se identifica lo afectivo con sentimientos o emociones. Y ya sabemos te\u00f3ricamente que no es lo mismo, aunque afectos, sentimientos, emociones pertenecen a ese mundo interior complejo de la afectividad humana. Hoy parece imponerse entre la gente joven la creencia de que la religi\u00f3n (y tambi\u00e9n el amor) s\u00f3lo tiene que ver con sentimientos. De hecho en la cotidianidad de la religiosidad de adolescentes y j\u00f3venes parece confirmarse que no son las razones las que sostienen su opci\u00f3n, sino las emociones despertadas por un testimonio de vida directo. Su vivencia religiosa adquiere un matiz muy sentimental. Son muy sensibles a los aspectos emotivos, est\u00e9ticos de la oraci\u00f3n personal y comunitaria.
\nHay que descubrir el papel \u00fanico y determinante de la afectividad en la experiencia de fe, sabiendo al mismo tiempo purificarla de emociones y sentimientos que parecen pulular al margen de lo que denominamos inteligencia emocional. Jos\u00e9 Antonio Marina ha organizado la multiplicidad de experiencias afectivas en tres niveles: el nivel impulsivo de los deseos, necesidades, tendencias y m\u00f3viles; el nivel sentimental, al que pertenecen los sentimientos como balance consciente de la situaci\u00f3n del individuo de cara a la realidad, y el nivel de los apegos, en el que se dan las relaciones psicol\u00f3gicas que enlazan a un sujeto con otra persona, o con alguna experiencia determinante para su vida[15]<\/a>. Yo propondr\u00eda el mismo esquema con peque\u00f1as matizaciones con la sola intenci\u00f3n de clarificar lo que pretendo decir. As\u00ed hablar\u00eda del nivel de los impulsos<\/em>, en cuyo \u00e1mbito destaca la presencia del deseo, del nivel de las emociones<\/em>, en el que bullen los sentimientos, y por \u00faltimo del nivel de las vinculaciones afectivas<\/em>, donde se juega el futuro de las relaciones personales decisivas y tambi\u00e9n la experiencia religiosa de Dios.
\nPosiblemente en el mundo juvenil la experiencia de la fe est\u00e1 enraizada en su mayor\u00eda en el nivel de las emociones, ah\u00ed donde borrascas de sentimientos deciden de un d\u00eda para otro sobre la l\u00e1bil consistencia de un compromiso. Nuestro desaf\u00edo en la pastoral juvenil, en el acompa\u00f1amiento personal consiste en ayudar al joven para que vaya anclando la experiencia de Dios, como amor y ternura infinita, en el nivel de las vinculaciones afectivas, en lo que yo llamar\u00eda, \u201cel coraz\u00f3n de su coraz\u00f3n\u201d. El proceso no es sencillo. En este momento s\u00f3lo quiero apuntar a la necesidad de una voluntad resuelta, es decir, a la imprescindible presencia de la virtud de la fortaleza.
\nEn palabras de Jos\u00e9 Antonio Marina el primer criterio de la vida sentimental es: el ser humano necesita vivir sentimentalmente, pero necesita vivir por encima de los sentimientos. En otras palabras: no basta con los valores sentidos, hay que vivir de acuerdo con los valores pensados[16]<\/a>. Es decir, si lo he comprendido bien: no podemos vivir perdidos en la jungla de los deseos, en el laberinto de las emociones. La inteligencia ha de ser puesta al servicio de la afectividad, sobre la base de una voluntad consistente. Porque habr\u00e1 que decidir continuamente entre lo que deseo y lo que quiero. Y como no coincidir\u00e1n muchas veces, resulta imprescindible emprender el duro camino de la virtud de la fortaleza, que pueda sostener nuestra voluntad all\u00ed donde el deseo o los deseos se quieran imponer a lo que la inteligencia emocional, nuestro Yo, nosotros podemos vislumbrar como un valor digno de ser vivido en una vinculaci\u00f3n afectiva definitiva.
\nLa voluntad es el gran ausente en este momento: ausente en la educaci\u00f3n familiar, en el ambiente escolar, en el \u00e1mbito religioso, en la febril atm\u00f3sfera del tiempo libre y de la diversi\u00f3n juvenil. \u201cConviene edificar de nuevo la demolida f\u00e1brica de la voluntad, para explicar as\u00ed mejor<\/em> el comportamiento humano, comprender mejor<\/em> nuestra situaci\u00f3n en el mundo, dise\u00f1ar mejor<\/em> la que desear\u00edamos tener, y encauzar mejor<\/em> los sistemas educativos\u201d[17]<\/a>. Y yo a\u00f1adir\u00eda: para estructurar mejor la educaci\u00f3n de la fe y, sobre todo, para consolidar mejor la opci\u00f3n religiosa y la fidelidad a la experiencia creyente.
\nLa voluntad implica la habilidad para inhibir el impulso, para deliberar serenamente, para decidir de forma resuelta, para mantener el esfuerzo[18]<\/a>. El ambiente familiar y educativo est\u00e1 colmado de fracasos de la voluntad. En adolescentes y j\u00f3venes comprobamos a trav\u00e9s de muchas y diversas actuaciones deficiencia de deseo, desgana, des\u00e1nimo, cansancio, volubilidad, obsesi\u00f3n por el capricho. La voluntad que va surgiendo en esas circunstancias es inestable e in\u00fatil. Se da tambi\u00e9n una marea de impulsividad, de desidia, es decir, una experiencia de descontrol y perplejidad ante la jungla de deseos que crecen desordenamente en la interioridad del sujeto y que no logran ser estructurados y jerarquizados, porque escasea la capacidad de renuncia, de sacrificio, el sentido de lo que supone una prioridad existencial seg\u00fan una escala de valores humanizante. Y las personalidades indecisas, incapaces de enfrentarse al deber, a la obligaci\u00f3n o a la limitaci\u00f3n de sue\u00f1os y deseos, abundan por doquier. La inconstancia, la poca capacidad para soportar el esfuerzo y la renuncia hacen con frecuencia imposibles la perseverancia inteligente y la fidelidad coherente. La fortaleza se hace camino inevitable en el quehacer educativo y en la pastoral juvenil.
\nComo hemos dicho, el n\u00facleo de la experiencia cristiana es el encuentro con el Misterio de Dios, revelado en Jes\u00fas el Se\u00f1or, guiado, sostenido, iluminado por la fuerza del Esp\u00edritu Santo. Ese encuentro supone el inicio de un largo camino de conversi\u00f3n personal, que transforma la interioridad del creyente y lo lleva a plantearse su vida con coherencia, a vivir seg\u00fan un estilo concreto: se siente hijo del Padre, vive en su presencia, intenta actuar seg\u00fan su voluntad. Y esto se convierte en una gozosa realidad que va creciendo cuando la relaci\u00f3n con el Misterio de Dios est\u00e1 sustentada por una confianza filial, llena de ternura y afecto, una confianza que abarca a toda la persona del cristiano, que significa entrega serena en el designio del amor de Dios.
\nEl encuentro con Dios se funda en una opci\u00f3n libre que ha descubierto, experimentado su ternura misericordiosa. Implica una actitud inteligente, libre, d\u00f3cil, de abandono en la misericordia de Dios, ofrecimiento de la propia persona y de su historia, afectividad centrada en \u00e9l como valor supremo de la existencia, asentimiento a su Palabra y obediencia a su voluntad. El proceso interior se desarrolla desde la libertad, bajo el influjo de la gracia del Esp\u00edritu, haciendo que la afectividad y la inteligencia, iluminadas por el Misterio, se abran a la realidad del amor en la vida concreta, intentando ser un reflejo eficaz y transformante de la bondad de Dios: \u201c(…) puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, Jes\u00fas\u201d (Heb 12, 2).
\nDesde el seno de la comunidad eclesial, el joven debe ir viviendo la fidelidad a la Palabra de Dios, el reconocimiento de las mediaciones hist\u00f3ricas, la actitud de conversi\u00f3n, la disponibilidad, la apertura a la realidad, la celebraci\u00f3n lit\u00fargica del Misterio, la oraci\u00f3n personal y comunitaria, el testimonio fiel…
\n\u00bfEs posible recorrer ese camino hacia la experiencia de Dios sin la presencia de la virtud de la fortaleza?
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\nConclusi\u00f3n<\/strong>
\n
\nConcluyendo esta reflexi\u00f3n tenemos que reconocer que en la sociedad actual, a pesar de todo, hay signos de fortaleza: en el voluntariado juvenil, en la asistencia de ancianos, de enfermos terminales o contagiosos, en el deporte profesional, en el mundo laboral y sindical\u2026 Y tambi\u00e9n conocemos en nuestra vida cotidiana numerosos ejemplos de fortaleza sorprendente: para soportar duros reg\u00edmenes de adelgazamiento, para mantener una figura atractiva con muchas horas de gimnasio, para disfrutar de modas o aficiones concretas, para experimentar actividades de alto riesgo, o para prepararse con disciplina unas oposiciones de las que depende la decisi\u00f3n de casarse o la posibilidad de conseguir un puesto de trabajo bien remunerado\u2026 La virtud de la fortaleza no est\u00e1 ausente. El problema reside en las escalas de valores. La cuesti\u00f3n decisiva es el porqu\u00e9 soy capaz de renunciar, de sacrificarme, de aguantar, de ser paciente, de perseverar, de ser fiel.
\nNuestra tarea educativa y pastoral consiste en saber proponer razones, motivaciones que despierten el inter\u00e9s y que sostengan el esfuerzo. En \u00faltimo t\u00e9rmino el fortalecimiento de la voluntad y el h\u00e1bito de la fortaleza convergen: \u201cAs\u00ed pues, la voluntad se aprende mediante la obediencia a una idea, a un proyecto, a una vocaci\u00f3n\u201d[19]<\/a>. Ah\u00ed reside el desaf\u00edo, ah\u00ed se encierra nuestra tarea. Mostrar c\u00f3mo la alteridad (el Otro, el otro, el amigo, el enfermo, el emigrante, el despojado de sus derechos\u2026) se convierte en raz\u00f3n para saber renunciar, para saber modular mi deseo por un valor que se me impone.
\nEs decir, en \u00faltimo t\u00e9rmino, la fortaleza necesita la raz\u00f3n del amor. La fortaleza es \u201camor que soporta f\u00e1cilmente todo aquello que se ama\u201d, como escribe Tom\u00e1s de Aquino, citando a San Agust\u00edn[20]<\/a>. Y en la educaci\u00f3n de la fe la fortaleza debe encontrar su motivaci\u00f3n \u00faltima en la experiencia de la ternura de Dios. Quien se siente amado incondicionalmente, quien va descubriendo que su propia identidad depende de su capacidad de trascendencia, de apertura sol\u00edcita hacia el otro, aceptar\u00e1 el sacrificio y el esfuerzo. Comprender\u00e1 que sin fortaleza no es posible la vida humana ni la experiencia religiosa. Y por ese camino, sostenido por la virtud estrat\u00e9gica de la fortaleza, perder\u00e1 el miedo a entregarse, a confiar, a abrirse, a renunciar a sus propios deseos que buscan imponerse de forma absoluta. Perder\u00e1 el miedo a sentirse miembro de una comunidad, que supone limitaciones y posibilidades, dependencia y autonom\u00eda generosa, que exige saber convivir, ser paciente, fiel, perseverante, aprender a respetar, ser capaz de acoger y de ser acogido.<\/p>\n
\n[1]<\/a> Como sugiere Marciano Vidal en \u00bfEs posible actualizar, de forma inteligente e innovadora, la \u201c\u00e9tica de la virtud\u201d?<\/em>, en \u201cMoralia\u201d 27 (2004) 411-412.
\n[2]<\/a> F. SAVATER, \u00c9tica como amor propio<\/em>, Mondadori, Madrid 1988, 116.
\n[3]<\/a> Tomado de F. R. ADRADOS, L\u00edricos Griegos. Eleg\u00edacos y yamb\u00f3grafos arcaicos (siglos VII-V a. C.)<\/em>. Texto y Traducci\u00f3n por Francisco R. Adrados, catedr\u00e1tico de la Universidad de Madrid, Vol. I, Ed. Alma Mater S. A., Barcelona 1956, [30]. En la traducci\u00f3n de Adrados he sustituido \u201cesforzada resignaci\u00f3n\u201d por \u201cesforzado aguante\u201d.
\n[4]<\/a> Cf. S. Th.<\/em>, II-II, q. 123, a. 6.: \u201cResistir es m\u00e1s dif\u00edcil que atacar. (\u2026) porque el resistir implica mucho tiempo, sin embargo el ataque puede ser repentino. Es m\u00e1s dif\u00edcil permanecer firme mucho tiempo que moverse con un impulso repentino para realizar alguna cosa ardua\u201d.
\n[5]<\/a> Cf. II-II, q. 125-127.
\n[6]<\/a> Cf. II-II, q. 129-133.
\n[7]<\/a> Cf. II-II, q. 134-135.
\n[8]<\/a> Cf. II-II, q. 136-138.
\n[9]<\/a> Cf. II-II, q. 139, a. 2.
\n[10]<\/a> II-II, q. 139, a. 2.
\n[11]<\/a> Cf. S. Th., <\/em>II-II, q. 123, a. 2. El P. JUAN BAUTISTA SCARAMELLI en su Directorio Asc\u00e9tico<\/em>, Tomo III, Imprenta de la Regeneraci\u00f3n, Madrid 1857, 3, 1, 87, en p. 89, comenta esa idea de Tom\u00e1s de Aquino con estas palabras: \u201cPor fortaleza se puede entender aquella constancia con que, venciendo uno las dificultades ordinarias que se encuentran en la pr\u00e1ctica de todas las virtudes, se mantiene firme en el ejercicio de ellas. Tomada en este sentido la fortaleza, no es virtud cardinal, sino una virtud com\u00fan, que conviene \u00e1 todas las virtudes, como condici\u00f3n necesaria para el uso de sus acciones. La raz\u00f3n es clara: no hay virtud que en el ejercicio de sus propios actos no encuentre alguna dificultad\u201d.
\n[12]<\/a> B. TIERNO, Fortaleza<\/em>, en Valores Humanos <\/em>III, Taller de Editores, Madrid 1993, 229.
\n[13]<\/a> Cf. D. GOLEMAN, Inteligencia Emocional<\/em>, Kair\u00f3s, Barcelona 19<\/sup>1997.
\n[14]<\/a> D. GOLEMAN, Inteligencia Emocional<\/em>, 65.
\n[15]<\/a> Cf. J. A. MARINA, La inteligencia fracasada. Teor\u00eda y pr\u00e1ctica de la estupidez<\/em>, Anagrama, Barcelona 2004, 55-57.
\n[16]<\/a> Cf. J. A. MARINA, El laberinto sentimental<\/em>, Anagrama, Barcelona 2<\/sup>1996, 234. 236.
\n[17]<\/a> J. A. MARINA, El misterio de la voluntad perdida<\/em>, Anagrama, Barcelona 4<\/sup>1998, 154.
\n[18]<\/a> Cf. J. A. MARINA, La inteligencia fracasada<\/em>, 97-98.
\n[19]<\/a> J. A. MARINA, El misterio de la voluntad perdida<\/em>, 184.
\n[20]<\/a> Cf. S. Th.<\/em>, II-II, q. 123, a. 4. En el Traitt\u00e9 de l\u2019Amour de Dieu<\/em>, Vol. II = \u0152UVRES <\/em>\u00c9dition Compl\u00e8te, Imprimerie J. Ni\u00e9rat, Annecy 1844, Livre XI, Chapitre XV, p. 292, afirma Francisco de Sales : \u00abla force<\/em> est l\u2019amour qui encourage et anime le c\u0153ur pour executer ce que le conseil a determin\u00e9 devoir estre (sic) fait\u00bb.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"