{"id":8114,"date":"2007-04-01T00:00:43","date_gmt":"2007-03-31T22:00:43","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=8114"},"modified":"2007-04-01T00:00:43","modified_gmt":"2007-03-31T22:00:43","slug":"varios-anos-despues","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/varios-anos-despues\/","title":{"rendered":"Varios a\u00f1os despu\u00e9s…"},"content":{"rendered":"

Personajes del evangelio<\/h1>\n

Jos\u00e9 Joaqu\u00edn G\u00f3mez Palacios<\/strong>
\n 
\nEl lenguaje de los Evangelios es escueto. El encuentro de muchos personajes con Jes\u00fas queda dibujado con unas breves frases. Sin embargo, tras las escasas palabras que les presentan y definen, pueden adivinarse rasgos de la personalidad que les define y de actitudes que orientaron sus vidas. Una forma de mirar con detenimiento a los personajes que desfilan por los evangelios es imaginar c\u00f3mo pudo ser su vida varios a\u00f1os despu\u00e9s de haber vivido el encuentro con el Maestro de Nazareth. Con un sencillo ejercicio de imaginaci\u00f3n afloran valores que, en una lectura r\u00e1pida, pueden quedar en un segundo plano.
\nPara iniciar el ejercicio es suficiente con formular la siguiente pregunta sobre algunos personajes: \u00bfC\u00f3mo pudo ser la vida del joven rico diez a\u00f1os despu\u00e9s de su encuentro con Jes\u00fas?, \u00bfcomo vivi\u00f3 el ciego Bartimeo de Jeric\u00f3?, \u00bfen qu\u00e9 termin\u00f3 la historia de la viuda de Na\u00edn, a quien Jes\u00fas resucit\u00f3 a su hijo…? Respondiendo a estas preguntas, y otras similares, se ponen en juego los valores del evangelio que hemos percibido en m\u00faltiples lecturas que de \u00e9l hemos hecho. Surgen nuevas asociaciones de ideas.
\nA modo de ejemplo se sugieren los siguientes textos. El lector hallar\u00e1 otros muchos personajes en\u00a0 evangelio que esperan a que nos fijemos en ellos para contarnos c\u00f3mo fue su encuentro con Jes\u00fas.
\n <\/p>\n

    \n
  1. El joven rico <\/strong>(Mt 19, 16-22)<\/li>\n<\/ol>\n

    \u00a0<\/strong>
    \nHab\u00eda atardecido en la peque\u00f1a poblaci\u00f3n de Betfagu\u00e9. Muchos de sus habitantes regresaban de la cercana Jerusal\u00e9n. Era el inicio del invierno y, desde el cercano Monte de los Olivos, se esparc\u00eda un tenue olor a aceitunas maduras y dispuestas para las almazaras.
    \nUn conjunto de casas de piedra blanca destacaba del resto de viviendas humildes, levantadas con paredes de adobe y recubiertas con techumbres planas. En una de las casas nobles hab\u00eda un traj\u00edn de m\u00fasica y fiesta. El due\u00f1o daba un banquete para agasajar a dos ricos comerciantes llegados de lejanas tierras. El comercio era floreciente. En varios meses no se hab\u00eda producido ning\u00fan ataque a su larga caravana de asnos y dromedarios que transitaban el desierto de Negev cargados con telas, perfumes, resina de incienso y especias. No hab\u00eda reparado en gastos ni en prescripciones religiosas. El mundo de los negocios y del comercio tan s\u00f3lo respeta sus propias reglas, y cualquier noche es buena para cerrar nuevos tratos.
    \nUn sirviente llen\u00f3 las copas con vino, a\u00f1adi\u00f3 unas gotas de agua caliente y luego un poco de pimienta. Los invitados paladearon aquella delicia con muestras de alabanza y agradecimiento.
    \nFrente a las esteras repletas de alimentos, unos m\u00fasicos hac\u00edan sonar una animada melod\u00eda de flautas y liras, mientras que c\u00edmbalos y panderos marcaban el ritmo. Una muchacha oriental danzaba para ellos. De pronto, el sirviente se acerc\u00f3 nuevamente al due\u00f1o de la casa. Le susurr\u00f3 unas palabras al o\u00eddo, al tiempo que se\u00f1alaba disimuladamente el p\u00f3rtico que conduc\u00eda al exterior… El amo reflexion\u00f3 unos instantes. Luego, disculp\u00e1ndose ante sus invitados, se levant\u00f3 y sigui\u00f3 al criado por el p\u00f3rtico hasta la entrada. Hab\u00edaca\u00eddo la noche.
    \nAl llegar a la puerta se encontr\u00f3 con un hombre de mediana edad que se proteg\u00eda del fr\u00edo con un manto gastado y pobre. No se atrev\u00eda a levantar la mirada. El due\u00f1o de la casa hizo un leve gesto y el reci\u00e9n llegado habl\u00f3 con voz queda y temerosa.
    \n– Se\u00f1or, disculpad mi atrevimiento. Pero s\u00e9 que sois persona importante y valiente que no teme ni a los Sumos Sacerdotes ni a los influyentes saduceos… Llevo dos d\u00edas huyendo de ellos por las callejas de Jerusal\u00e9n. Me indicaron que vos… tal vez pod\u00e1is darme refugio en vuestra mansi\u00f3n por esta noche. Ma\u00f1ana partir\u00e9 con el alba.<\/em>
    \nEl due\u00f1o de la casa no se sorprendi\u00f3. No era la primera vez que alguien llamaba a su puerta buscando cobijo. En toda Jerusal\u00e9n se conoc\u00eda su riqueza y tambi\u00e9n su oposici\u00f3n a los dirigentes de la ciudad. Antes de responder afirmativamente, pregunt\u00f3 al reci\u00e9n llegado:
    \n– \u00bfPor qu\u00e9 te persiguen? \u00bfNo ser\u00e1s uno de esos ladrones que merodean por Jerusal\u00e9n?<\/em>
    \n– No, se\u00f1or. Me persiguen por mantenerme firme a mis convicciones. Soy seguidor de Jes\u00fas de Nazareth, a quien hace tiempo crucificaron como a un malhechor, pero a quien Dios devolvi\u00f3 <\/em>la vida. Sus<\/em> disc\u00edpulos sentimos su fuerza y su presencia que nos ayuda a vivir como hermanos.<\/em>
    \nEl due\u00f1o de la casa no pudo reprimir el sobresalto al escuchar aquel nombre. Y record\u00f3 aquella ma\u00f1ana, junto al lago de Galilea, cuando Jes\u00fas le dijo: \u00abSi quieres ser perfecto, vende lo que tienes y d\u00e1selo a los pobres; luego, ven y s\u00edgueme…\u00bb Pero \u00e9l, ni dej\u00f3 sus posesiones ni le sigui\u00f3. Y sonri\u00f3 levemente al pensar que tan s\u00f3lo recordaba la petici\u00f3n del Maestro de Galilea cuando le iban mal los negocios. Con gesto de magnanimidad orden\u00f3 al criado que le escondiera en la parte trasera de los graneros. Y aquel hombre, antes de seguir al sirviente, levant\u00f3 los ojos y le mir\u00f3 con infinita profundidad al tiempo que le dec\u00eda con voz llena de respeto:
    \n– Se\u00f1or, no tengo nada con qu\u00e9 pagaros, pero en nombre de Jes\u00fas de Nazareth, recibid la paz de Dios.<\/em>
    \nEl se\u00f1or regres\u00f3 a la fiesta y continu\u00f3 ejerciendo como atento anfitri\u00f3n de sus invitados. Pero ni las suculentas viandas, ni la m\u00fasica, ni el licor de higos t\u00edpico de aquella tierra de higueras, apartaban su mente de las palabras de aquel hombre que tanto le recordaba al Maestro de Galilea.
    \nLuego el banquete termin\u00f3. Dej\u00f3 de sonar la m\u00fasica. Las criadas fueron apagando, una a una, todas las l\u00e1mparas de aceite\u2026 Los invitados se retiraron a sus aposentos. Rein\u00f3 el silencio. Poco antes del amanecer dos sombras sigilosas cruzaron las callejas de Betfagu\u00e9. El hombre del manto gastado y pobre iba delante, mostrando un nuevo camino al rico due\u00f1o de las caravanas del desierto que quedaban definitivamente atr\u00e1s.
    \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

      \n
    1. La viuda de Na\u00edn<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

       
      \nLa orgullosa ciudad de Jerusal\u00e9n se hab\u00eda tornado inh\u00f3spita para los disc\u00edpulos del Maestro. Los miembros del Sanedr\u00edn, que en un principio se limitaban a vigilar a sus seguidores, hab\u00edan comenzado a encarcelarlos. As\u00ed fue como aquellas dos mujeres, que hab\u00edan seguido a Jes\u00fas desde los inicios de su misi\u00f3n, emprendieron camino hacia el norte. Tal vez lejos de la presi\u00f3n de los Sumos Sacerdotes, todo fuera distinto.
      \nTras una semana de camino por las inc\u00f3modas tierras de Samar\u00eda, arribaron a Na\u00edn. Un centenar de peque\u00f1as casas se agazapaba a los pies del monte Dah\u00ed. Un riachuelo regaba f\u00e9rtiles campos de higueras y olivos. Comprendieron porqu\u00e9 los antiguos dieron en llamar a aquella poblaci\u00f3n, Na\u00edn: \u00abLugar amable\u00bb. El nombre del lugar les trajo el recuerdo de uno de los relatos que hab\u00edan o\u00eddo contar: En aquella aldea el Maestro devolvi\u00f3 la vida al hijo \u00fanico de una pobre viuda. \u00bfVivir\u00eda todav\u00eda aquel joven?
      \nNo les fue dif\u00edcil encontrar a la viuda. Habitaba una peque\u00f1a casa a las afueras de la poblaci\u00f3n. La buena mujer les recibi\u00f3 amablemente. Les invit\u00f3 a sentarse a la sombra de una higuera. Les obsequi\u00f3 con una jarra de agua del aljibe y un plato de arcilla repleto de higos frescos. Ante las preguntas de las dos mujeres, la anciana, clavando sus ojos en el horizonte, les explic\u00f3:
      \n\u00abConoc\u00ed a Jes\u00fas de Nazareth el d\u00eda m\u00e1s triste de mi vida. Hac\u00eda poco m\u00e1s de un a\u00f1o que mi marido hab\u00eda fallecido. Pero aunque \u00e9l march\u00f3 al Sheol para reunirse con nuestros antepasados, me dej\u00f3 un hijo joven y fuerte. Mi hijo trabajaba los campos, manten\u00eda lleno el granero, recolectaba los olivos, las higueras y las vi\u00f1as… Nunca nos falt\u00f3 el aceite y la sal; el pan, el vino y los frutos. Un aciago d\u00eda lleg\u00f3 sudado del campo, entr\u00f3 en la bodega, se enfr\u00edo y muri\u00f3. Le enterraron enseguida. Los vecinos me ayudaron a envolver su cuerpo en un sudario de lino. Con dos varas gruesas hicieron unas parihuelas. El cortejo f\u00fanebre sali\u00f3 de la aldea, y justo al pasar bajo el arco de piedra por donde hab\u00e9is pasado, nos tropezamos con Jes\u00fas. Yo ten\u00eda los ojos llenos de l\u00e1grimas. Mis amigas no cesaban de gemir y gritar para mostrar su dolor. Cuando vieron a Jes\u00fas, cesaron en sus llantos. Se hizo silencio. El profeta deNazareth orden\u00f3 detenerse a los que portaban las parihuelas… Me mir\u00f3 con mirada de infinito cari\u00f1o, y sin esperar a m\u00e1s, grito con voz serena y recia: \u00a1Muchacho, lev\u00e1ntate!. Durante unos segundos no ocurri\u00f3 nada. De pronto, mi hijo regres\u00f3 a <\/em>la vida. Yo<\/em> me sent\u00ed resucitada junto \u00e9l. Nunca m\u00e1s he vuelto a ver al Maestro, pero aquel d\u00eda comprend\u00ed que el Dios de <\/em>la Vida<\/em> actuaba en la persona de aquel nuevo profeta\u00bb<\/em>
      \nCuando concluy\u00f3 el breve relato, las dos mujeres preguntaron a la anciana por su hijo. Deseaban conocer al que regres\u00f3 de la muerte, hablar con \u00e9l, tocarle… La anciana simplemente sonri\u00f3: \u00abMi hijo ya no est\u00e1 conmigo. Muri\u00f3 al poco tiempo.\u00bb
      \nUna duda asalt\u00f3 a las dos mujeres. Tal vez el signo de Jes\u00fas no fue tal signo. Intuyendo sus pensamientos, la anciana prosigui\u00f3:
      \n\u00abSemanas despu\u00e9s adivin\u00e9 en los ojos de mi hijo algo extra\u00f1o. Estaba inquieto, como quien quiere tomar una decisi\u00f3n y no encuentra la forma de hacerlo. Antes mis preguntas, una noche me confes\u00f3 que deseaba marchar de casa para ayudar a la gente, curar a los heridos, levantar a los ca\u00eddos\u2026 devolver a los pobres campesinos de estas aldeas la vida que gratis hab\u00eda recibido. Me confes\u00f3 que no emprend\u00eda camino por temor a dejarme sola. Cuando le escuch\u00e9, tan s\u00f3lo le dije: \u00a1Hijo, marcha ma\u00f1ana mismo. Yahv\u00e9 cuidar\u00e1 de m\u00ed, como el Maestro de Galilea cuid\u00f3 de ti! Al d\u00eda siguiente march\u00f3. Tan s\u00f3lo se llev\u00f3 una t\u00fanica, las sandalias y una cantimplora llena con aceite de nuestros olivos\u00bb<\/em>
      \nTras estas palabras la anciana clav\u00f3 su mirada en la ladera del monte. Las dos mujeres no se atrevieron a romper aquel silencio lleno de emociones. La viuda prosigui\u00f3:
      \n\u00abVarios meses despu\u00e9s, unos campesinos me trajeron su cuerpo malherido. Ellos fueron quienes me contaron c\u00f3mo mi hijo se opuso valientemente a los soldados y recaudadores del gobernador romano, que tras haberse llevado la escasa cosecha de una pobre familia, a\u00fan pretend\u00edan llevar a la mujer y los ni\u00f1os para venderlos como esclavos. S\u00f3lo vivi\u00f3 unas horas. Muri\u00f3 en mis brazos\u2026 por segunda vez. Perder a un hijo dos veces es un dolor inmenso para una madre. Pero muri\u00f3 sabiendo que entregaba con dignidad la vida que gratis hab\u00eda recibido del Enviado de Dios\u00bb<\/em>
      \n <\/p>\n

        \n
      1. El hijo mayor <\/strong>( Lc 15, 11-31)<\/li>\n<\/ol>\n

         
        \nHablaba poco y trabajaba mucho. Antes que el sol se levantara por las colinas estaba camino de los campos para aprovechar la luz. Supervisaba puntualmente las met\u00f3dicas faenas de la cebada y el trigo. Recog\u00eda las almendras. Antes de que terminara el verano, ten\u00eda limpio y dispuesto el lagar para pisar las uvas. Cuando acababa de envasar el mosto en grandes tinajas, no cesaban de girar las grandes piedras de las almazaras para extraer el aceite de las aceitunas. Amasaba cuidadosamente los higos, con la proporci\u00f3n exacta de harina, para conseguir un pan de higo que durara hasta el a\u00f1o siguiente\u2026 Respetaba el descanso del sabat, pero su mente no cesaba de repasar tareas pendientes. Tal vez por todo ello se enfad\u00f3 tanto cuando su padre hizo una fiesta para celebrar el regreso de su hermano peque\u00f1o, que hab\u00eda marchado de casa derrochando parte de la herencia y viviendo como un perdido. Aunque aquel primer enfado, fue tan s\u00f3lo inicio y presagio de otros enojos mayores.
        \nTras la fiesta en honor del peque\u00f1o, todo pareci\u00f3 volver a la normalidad. Pero de pronto, sin que nadie supiera explicar el motivo, el peque\u00f1o volvi\u00f3 a marchar de casa. Y volvi\u00f3 a aflorar la misericordia en el padre, que diariamente sub\u00eda a la torre construida al lado del vi\u00f1edo para otear el horizonte en b\u00fasqueda de su hijo menor.
        \nLas idas y venidas del hermano peque\u00f1o se hicieron habituales. Cada vez que marchaba, el padre sub\u00eda a la atalaya de la vi\u00f1a cargado de compasi\u00f3n, aguardando el momento del regreso.
        \nMientras todo eso ocurr\u00eda, el mayor segu\u00eda levant\u00e1ndose antes del sol para aprovechar la luz y tenerlo todo dispuesto. Hablaba poco y trabajaba mucho\u2026 y maldec\u00eda en su interior aquella extra\u00f1a compasi\u00f3n de su padre hacia el hermano peque\u00f1o.
        \nPasaron muchos a\u00f1os. El hermano peque\u00f1o asent\u00f3 la cabeza. Cre\u00f3 una familia, se march\u00f3 definitivamente de la hacienda dejando todos los campos al hermano mayor, y regresaba de tanto en tanto para que el padre, ya anciano, viera a los nietos.
        \nMientras todo esto ocurr\u00eda, el hermano mayor hac\u00eda tiempo que se hab\u00eda casado y cuidaba diligentemente de su familia. Sus hijos tambi\u00e9n hab\u00edan crecido. El padre era ya muy anciano. Su mirada se hab\u00eda tornado borrosa y sus pasos lentos. Pasaba largas horas sentado bajo la sombra de la higuera que crec\u00eda junto a la casa, musitando oraciones y madurando pensamientos de sabidur\u00eda.
        \nUn d\u00eda de aquellos, el hijo mayor cruz\u00f3 r\u00e1pido por debajo de la higuera. El anciano padre llevaba muchos a\u00f1os vi\u00e9ndole cruzar con prisa, afan\u00e1ndose en los quehaceres del campo\u2026 pero aquella forma de caminar y aquel gesto adusto en su rostro eran distintos. El anciano padre le pregunt\u00f3 hacia d\u00f3nde se dirig\u00eda\u2026 Fue entonces cuando el hijo mayor se detuvo ante el padre y le revel\u00f3 el secreto que guardaba desde hac\u00eda varios d\u00edas: \u00abPadre, disculpadme si no os he dicho nada, pero debo ir a la torre de la vi\u00f1a a otear el horizonte\u2026 para ver si regresa mi hijo que hace d\u00edas march\u00f3 de casa\u00bb
        \nEl anciano padre le sigui\u00f3 con la vista y qued\u00f3 unos segundos en silencio. Quiz\u00e1s el hijo mayor comenzaba a comprender cu\u00e1nto es capaz de esperar un padre al hijo que march\u00f3 de casa.
        \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

          \n
        1. El ciego Bartimeo <\/strong>(Marcos 10, 46-52)<\/li>\n<\/ol>\n

           
          \nCuando recobr\u00f3 la vista, tan s\u00f3lo ten\u00eda una obsesi\u00f3n: seguir al Maestro. Si fuertes fueron sus gritos para hacerse notar al paso de la gente que rodeaba a Jes\u00fas, m\u00e1s fuertes fueron los primeros deseos de acompa\u00f1ar a quien le hab\u00eda dado la posibilidad de descubrir la luz y los colores. Pero su vida estaba ligada para siempre al mercado de la rica ciudad de Jeric\u00f3; oasis entre palmeras y puerta abierta a las largas caravanas que llegan del desierto.
          \nSu triste vida de mendigo cambio con el encuentro del Maestro que devolvi\u00f3 la luz a sus pupilas, la esperanza a sus d\u00edas oscuros y la fe a su esp\u00edritu cansado. Con la vista recibi\u00f3 una forma nueva de mirar la vida en profundidad. Todav\u00eda recuerda con una sonrisa cuando regres\u00f3 a su m\u00edsera casa de adobe, tras aquella jornada de luz y emociones. Rodeado de pobreza, se restregaba los ojos, una y otra vez, absorto por el milagro de un sol anaranjado ocult\u00e1ndose por entre las palmeras del oasis.
          \nCuando cay\u00f3 la noche, pas\u00f3 largo tiempo contemplando el movimiento de la luz de una l\u00e1mpara de aceite: soplaba levemente y contemplaba c\u00f3mo la llama se agitaba durante unos momentos para luego quedar quieta… As\u00ed una y otra vez. Cuando se cans\u00f3 de jugar con la l\u00e1mpara de aceite, sali\u00f3 fuera y observ\u00f3 las estrellas. Y, viendo la luz blanca de la luna sobre los tejados chatos de las casas de Jeric\u00f3, comprendi\u00f3 el significado del nombre de su ciudad: la ciudad de la Luna.
          \nPasados los primeros descubrimientos, regres\u00f3 al rinc\u00f3n del mercado donde cada d\u00eda ped\u00eda limosna. All\u00ed permaneci\u00f3, como si nada hubiera cambiado, con su cuenco de madera, esperando aquellas monedas que eran su sustento diario. Los primeros d\u00edas fueron un ir y venir de gentes curiosas que acud\u00edan a certificar su mirada de mendigo ciego, antes vac\u00eda y ahora repleta de luz. A medida transcurrieron los d\u00edas, las visitas disminuyeron. Y quienes se llegaban hasta \u00e9l, ya no sent\u00edan ninguna compasi\u00f3n y se alejaban sin depositar moneda alguna. As\u00ed fue como el ciego Bartimeo comprendi\u00f3 que, aunque hab\u00eda recobrado la vista, su vida no hab\u00eda cambiado en nada: segu\u00eda siendo el mismo mendigo de antes. Y comenz\u00f3 a pensar c\u00f3mo hacer para cambiar su vida.
          \nQuienes frecuentaban diariamente el mercado echaron a faltar aBartimeo. Su rinc\u00f3n permanec\u00eda vac\u00edo. Alguien coment\u00f3 que se hab\u00eda unido a una caravana de mercaderes que se dirig\u00eda Damasco. Muchos le olvidaron. Sin embargo, meses despu\u00e9s se volvi\u00f3 a escuchar la voz de Bartimeo en el rinc\u00f3n del mercado. Ya no era el mendigo ciego que ped\u00eda una moneda por compasi\u00f3n. Se hab\u00eda convertido en un comerciante de extra\u00f1os productos que ofrec\u00edan nuevas posibilidades. Hombres y mujeres descubrieron unos extra\u00f1os objetos de los que alguna vez hab\u00edan o\u00eddo hablar a mercaderes llegados de lejanas tierras: Sobre peque\u00f1os aros de metal sostenidos por un delgado mango,Bartimeo hab\u00eda colocado finas l\u00e1minas de piedras de colores. Los habitantes de aquella ciudad ten\u00edan la posibilidad de ver la vida de colores. Y sobre la algarab\u00eda del mercado volv\u00eda a escucharse, una y otra, vez la voz recia deBartimeo: \u00a1Acercaos, quienes no ten\u00e9is luz en los ojos para ver la vida! \u00a1Bartimeo os ense\u00f1ar\u00e1 a mirar la vida con el color rojo de los rub\u00edes!\u00a0 \u00a1Con el color verde de la esmeralda! \u00a1Acercaos para mirar la vida con la luz de la fe y la esperanza!
          \nDurante los primeros d\u00edas fue muy grande la demanda de anteojos color rojo-rub\u00ed y azul-turquesa… Pasadas las primeras semanas muchos acudieron para prender a mirar la vida con fe y esperanza. Y Bartimeo, sin saber todav\u00eda c\u00f3mo, les repet\u00eda las palabras del maestro de Nazareth que hab\u00eda devuelto la luz a sus ojos y la esperanza a sus d\u00edas cansados.
          \n <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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