{"id":8255,"date":"2006-06-01T00:00:18","date_gmt":"2006-05-31T22:00:18","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=8255"},"modified":"2006-06-01T00:00:18","modified_gmt":"2006-05-31T22:00:18","slug":"reconducir-la-vida","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/reconducir-la-vida\/","title":{"rendered":"Reconducir la vida"},"content":{"rendered":"

El arte de relacionarnos con quienes viven en los m\u00e1rgenes<\/strong>
\nMar\u00eda Victoria Irigaray Bergara
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\nEl pasado mes de diciembre, durante dos d\u00edas, un grupo de animadores y educadores que trabajan en ambientes de marginaci\u00f3n se reunieron en El Plant\u00edo (Madrid), para reflexionar juntos sobre la manera de trabajar y aprender un modo m\u00e1s sano de relacionarse con los j\u00f3venes con quienes trabajan. Publicamos el texto que sirvi\u00f3 de base para la reflexi\u00f3n que realizaron.
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  1. Espacio sagrado<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

     
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    \nQuiero comenzar mi reflexi\u00f3n tomando e invitando a tomar conciencia de la sacralidad de nuestra misi\u00f3n. En el cap\u00edtulo 3 del \u00c9xodo cuando Mois\u00e9s descubre la zarza ardiente que no se consume decide acercarse; en ese momento el Se\u00f1or le dice: \u201cNo te acerques; qu\u00edtate las sandalias porque el lugar que pisas es sagrado\u201d. Estas palabras del Se\u00f1or siempre me han acompa\u00f1ado en mi labor pastoral. Vivo la profunda certeza de que la persona que sufre es un espacio sagrado, un espacio privilegiado de presencia y encuentro con el Se\u00f1or.
    \nComo a Mois\u00e9s, Dios nos manda detenernos antes de asomarnos al dolor del otro. Pararnos y ser conscientes de la tarea a realizar, pararnos para poner en manos de Dios nuestro encuentro. Entrar de \u201cpuntillas\u201d, conscientes de la sacralidad del espacio que pisamos. Un lugar donde cohabitan: debilidad y fortaleza, carencia y posibilidad, frustraci\u00f3n y esperanza, rebeld\u00eda y ternura. Si nuestra propia vida est\u00e1 hecha de contrarios con cu\u00e1nta m\u00e1s raz\u00f3n en estos j\u00f3venes cuyo camino es bien espinoso.
    \n\u201cQu\u00edtate las sandalias\u201d, desc\u00e1lzate, desp\u00f3jate de tu poder de acompa\u00f1ante, derriba tus barreras y acoge el mundo interior de quien lo est\u00e1 pas\u00e1ndolo mal. El Se\u00f1or nos invita a tratar con mucho cuidado y mimo a nuestros j\u00f3venes. Somos llamados a salir de nosotros mismos e ir al encuentro del otro. Tarea sagrada, tarea que nos desborda, tarea que s\u00f3lo podremos realizar con la gracia de Dios.
    \nGracia de Dios y formaci\u00f3n en y para la acci\u00f3n. Tenemos que aprender a relacionarnos con quien est\u00e1 sufriendo, con quien vive en la dificultad. Relacionarnos adecuadamente en medio del dolor no es f\u00e1cil, no nos sale espont\u00e1neamente, es necesario adiestrarnos hasta convertir en h\u00e1bito una serie de actitudes que son imprescindibles en una buena relaci\u00f3n de ayuda. Ejercitarnos hasta hacer nuestras una serie de habilidades que posibilitan una verdadera y sana comunicaci\u00f3n.
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    \n2. Saber acoger<\/strong>
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    \nEn nuestros encuentros con los j\u00f3venes tenemos que mimar de manera muy especial la acogida. Es muy importante que el chico\/a se sienta acogido y para eso tenemos que acogerle de verdad. Abrir de par en par las puertas de nuestro coraz\u00f3n y dejarle entrar, ofrecerle hospedaje, un espacio donde se sienta c\u00f3modo, relajado y aceptado. Un lugar donde ser alguien importante. No me refiero solamente a un lugar f\u00edsico, -que tambi\u00e9n tendremos que velar para que sea agradable y c\u00e1lido-, sino un lugar vital donde el joven, si quiere, pueda expresar con toda libertad su mundo interior. Acoger supone desear que quien tenemos a nuestro cargo entre a formar parte de nuestra historia, hacerle un espacio en nuestro interior para que \u00e9l pueda acampar a sus anchas. En ese espacio no puede haber juicios, prisas, \u201cperos\u201d; s\u00f3lo hay lugar para la aceptaci\u00f3n incondicional, una aceptaci\u00f3n integral del otro.
    \nAceptar al otro como se nos presenta, con su modo de vestir, de hablar, de comportarse. Acogerle tal y como se nos manifiesta sin pretender transformarlo a nuestro gusto. Acogerle incluso cuando sus conductas no nos resultan agradables. Acoger no significa aprobar cualquier conducta del joven, no supone una ausencia de criterio o escala de valores personal; acoger significa aceptar al otro con su historia real y tratar de suscitar su crecimiento personal. Acoger, en nuestra tarea concreta, no supone admitir cualquier tipo de conducta; todos sabemos que son necesarias unas normas y una disciplina para una buena convivencia, pero como ayudantes tendremos que bucear en esos comportamientos y descubrir los \u201cpara qu\u00e9s\u201d y los \u201cporqu\u00e9s\u201d que puedan esconder.
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    1. Meternos en el pellejo del otro<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

       
      \nSi queremos ser de ayuda ser\u00e1 imprescindible tratar de ponernos en el pellejo de quien tenemos enfrente, meternos en su pellejo y ver qu\u00e9 es lo que est\u00e1 pasando. Se trata de la actitud de la empat\u00eda sin la cual no es posible una buena relaci\u00f3n de ayuda. Ser emp\u00e1ticos significa evitar cualquier tipo de barrera, de distancia, supone hacernos vulnerables ante la presencia y la realidad profunda de quien sufre. Si nos abrimos de par en par para acoger, probablemente el joven acepte nuestra invitaci\u00f3n y entrando con sus heridas despierte las nuestras.Empatizar significa estar dispuestos a sufrir, a dejarnos interpelar por la realidad profunda del otro. Supone abrirse y esperar, sin prisas, sin juicio, sin \u201cperos\u201d. La empat\u00eda es aquella actitud que nos lleva a olvidarnos moment\u00e1neamente de nosotros mismos para centrarnos en el otro y as\u00ed tomar conciencia de lo que pueda estar viviendo. Es una actitud que nos permite comprender la situaci\u00f3n del otro y transmitirle comprensi\u00f3n.
      \nLa empat\u00eda nos exige estar dispuestos a quedarnos sin palabras, sin respuestas porque s\u00f3lo cuando dejamos que el dolor del otro nos duela es cuando descubrimos que no hay nada que decir y que tan s\u00f3lo podemos estar y acompa\u00f1ar. La empat\u00eda implica estar dispuestos a no tener soluciones ante los problemas con que nos encontramos. Nos hace humildes, sencillos; nos invita a valorar la importancia de nuestra misi\u00f3n aunque \u00e9sta pueda resultarnos a menudo tan frustrante. No tenemos soluciones, en nuestra tarea diaria tenemos pocas recompensas; sin embargo, nuestra mayor recompensa es saber valorar personalmente la importancia y necesidad de nuestros acompa\u00f1amientos.
      \n\u00a0<\/strong><\/p>\n

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      1. Escuchar: mucho m\u00e1s que o\u00edr<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

         
        \nSi no padecemos ninguna discapacidad auditiva el acto de o\u00edr nos resulta f\u00e1cil, espont\u00e1neo, natural. Saber escuchar, sin embargo, no es nada natural y ni evidente. Para escuchar primero tenemos que desear hacerlo, esuna acto de nuestra voluntad que supone nuestro deseo de prestar atenci\u00f3n a todo lo que el otro me comunica. Escuchar significa querer descifrar el significado que las palabras tienen para quien las pronuncia. Una misma palabra puede encerrar tantos significados como personas\u00a0 las reciben; pues bien, escuchar activamente supone captar el significado \u00fanico que la palabra tiene para quien se comunica.\u00a0 Tras esta breve definici\u00f3n de la escucha, tenemos que decir que la escucha es un acto voluntario que consume mucha energ\u00eda y esfuerzo.
        \nSe escucha con toda la persona. Con nuestros o\u00eddos, con nuestra mirada, con los movimientos de nuestras manos y nuestro cuerpo. La escucha nace en el interior de la persona y va hasta lo m\u00e1s profundo del otro. La escucha es un acto de entrega y recepci\u00f3n al mismo tiempo. Supone un abrirse al otro para dejarle entrar dentro de nosotros; o lo que es lo mismo: escuchar supone descentrarse para centrarme en el otro. Salir de m\u00ed para acoger el mundo interior del otro.
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        1. Cambiar nuestra mirada.<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

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          \nLa salud de nuestros ojos depende sobre todo del modo nuestro de ver, de mirar, porque hay, como todos sabemos, quienes mirando no saben ver. Colocarnos los ojos de Dios, mirar con su mirada, percibir al joven como s\u00f3lo Dios lo percibe. Cuando el Se\u00f1or nos mira nos reconoce por dentro, su mirada alcanza la profundidad de nuestro ser. S\u00f3lo El conoce hasta el fondo nuestras tentaciones, intenciones m\u00e1s profundas, debilidades, potencialidades, recursos y posibilidades. Saber mirar es saber amar; la mirada de Dios nos restituye, nos salva.
          \nLlamados a reeducar, educar de nuevo, nuestro modo de mirar. Vivir en la marginaci\u00f3n supone debilidad, vulnerabilidad, fragilidad, temor, inseguridad. Cuando uno se siente excluido, que no despierta el inter\u00e9s de nadie, la capacidad de valorar la propia realidad disminuye o desaparece. No es posible ver lo positivo, descubrir la posibilidad; hay momentos en los que el joven s\u00f3lo es rechazo social, adem\u00e1s el entorno en el que se mueve, las personas que le rodean, personal amigos, familiares, sin saberlo ni desearlo, aumentan este sentimiento deautominusvaloraci\u00f3n. De ah\u00ed que una de nuestras m\u00e1s importantes tareas sea saber ver, percibir, captar los recursos que el joven esconde. Despertar el lado sano de quien sufre. Estimular la posibilidad en medio de la carencia, transmitir confianza, convencer a quien sufre que puede hacer el camino, que en \u00e9l existen muchas posibilidades y dones.
          \nEsta mirada sanadora no nos brota espont\u00e1neamente. Tristemente estamos m\u00e1s adiestrados, por cultura o educaci\u00f3n, a ver enseguida lo negativo, la deficiencia, la discapacidad. Muchos de nosotros vemos lo negro, lo que nos parece a primera vista que no es posible. Adiestrarnos para cambiar nuestro modo de mirar, pedirle al Se\u00f1or que nos contagie y transmita su saber mirarnos. Nuestra mirada tambi\u00e9n tiene que sanar, posibilitar, reconstituir el coraz\u00f3n y el cuerpo enfermo. Olvidarnos de lo negativo para centrarnos en lo positivo, en lo bueno y posibilitadorde cada uno. Ofrecer flores en forma de piropos a quien est\u00e1 en dificultad es sanador. El joven sumergido en la debilidad descubre las posibilidades que le habitan y la fuerza que transmite nuestra visi\u00f3n positiva le ayuda a confiar en s\u00ed mismo y ponerse en marcha.
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          1. Reconciliarnos con nuestra verdad<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

             
            \nEstamos hablando de c\u00f3mo trabajar con aquellos que tenemos a nuestro cargo. Acoger, empatizar, escuchar activamente y mirar desde lo positivo, son sin duda algunas de las actitudes y habilidades que tenemos que desarrollar y potenciar en nuestra tarea diaria. Son \u201cpinceladas\u201d imprescindibles que no podemos olvidar si pretendemos dibujar el perfil del buen ayudante. No puedo dar por terminada esta reflexi\u00f3n sin nombrar una \u00faltima \u201cpincelada\u201d: la necesidad de realizar un trabajo de introspecci\u00f3n con nuestra propia historia. En mis conferencias y cursillos siempre insisto en la urgencia que, como ayudantes, tenemos de reconciliarnos con nuestra verdad.
            \nSe trata de andar un camino, de vivir un proceso que requiere nuestro esfuerzo y tes\u00f3n. Aceptar con paz nuestra verdad, amar nuestras sombras y heridas; reconocer nuestras ataduras personales y tambi\u00e9n las colectivas o comunitarias. Ir realizando un proceso de integraci\u00f3n, habitar amablemente con nuestro mundo interior: con los sentimientos y emociones que nos habitan, sin censurarlas ni negarlas, d\u00e1ndoles carta de ciudadan\u00eda en nosotros. Aprender a descubrir nuestra posibilidad justamente en nuestra debilidad, en aquello que m\u00e1s nos duele. Nuestra piedra de toque a menudo es tambi\u00e9n nuestro trampol\u00edn.
            \nEste mismo camino tenemos que ofrecer a quien vive en la exclusi\u00f3n, pero primero tenemos que recorrerlo nosotros para ser conscientes de lo que supone, despu\u00e9s ayudar al joven. Camino que tenemos que acompa\u00f1ar con mucho mimo, con delicadeza, siempre respetando el ritmo de cada uno. Sin imponer, contagiando esperanza, posibilidad, creyendo primeramente nosotros que nuestros j\u00f3venes pueden ser capaces de convivir con sus historias.
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              \n
            1. A modo de despedida<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

               
              \nQueridos amigos, como pod\u00e9is suponer no he realizado m\u00e1s que un peque\u00f1o esbozo de lo que es la relaci\u00f3n de ayuda. Se trata de humanizar nuestro quehacer diario, hacerlo m\u00e1s pr\u00f3ximo, m\u00e1s c\u00e1lido, en definitiva m\u00e1sposibilitador. Nuestros j\u00f3venes tal vez no nos lo agradezcan directamente, quiz\u00e1s porque no han tenido oportunidad de aprender la gratitud, pero sus trayectorias futuras ser\u00e1n a menudo nuestra recompensa. Ser\u00eda bueno que fu\u00e9ramos capaces de no necesitar ver los frutos de nuestro trabajo, pero somos humanos y todos tenemos la necesidad de sentirnos reconocidos en nuestra val\u00eda tanto personal como profesional. Creerme nuestra mayor recompensa est\u00e1 en nosotros mismos: en nuestra capacidad de saber valorar nuestra tarea, por que es peque\u00f1a pero grande y necesaria al mismo tiempo.
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