{"id":8361,"date":"2005-11-01T00:00:03","date_gmt":"2005-10-31T22:00:03","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=8361"},"modified":"2005-11-01T00:00:03","modified_gmt":"2005-10-31T22:00:03","slug":"vivir-el-sacramento-del-matrimonio-en-la-pareja","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/vivir-el-sacramento-del-matrimonio-en-la-pareja\/","title":{"rendered":"Vivir el sacramento del matrimonio en la pareja"},"content":{"rendered":"

Manuel S\u00e1nchez Monge<\/strong>
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\nMons Manuel S\u00e1nchez Monge es obispo de Mondo\u00f1edo-Ferrol
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\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/strong>
\nEl art\u00edculo explica el significado profundo del matrimonio cristiano en cuanto sacramento eclesial: presencia del amor y de la gracia de Dios en la propia vida matrimonial, en el amor de los esposos, en todas sus relaciones esponsales. Y hace una llamada a vivirlo en cristiano desde la perspectiva vocacional de ser testigos de la ternura de Dios. Destaca de manera especial, la importancia del crecimiento y maduraci\u00f3n en el amor, para responder desde el amor conyugal a las crisis y conflictos siempre presentes en la existencia humana.
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\nEl problema m\u00e1s serio que la Iglesia tiene planteado hoy, en mi modesta opini\u00f3n, no es ni el divorcio, ni el matrimonio de homosexuales, ni los matrimonios civiles y las uniones de hecho, aunque sean problemas que hayan provocado r\u00edos de tinta en estos \u00faltimos meses. Pienso que el verdadero drama de la Iglesia son los matrimonios que debieran vivir cristianamente porque celebraron el sacramento del matrimonio, pero se han dejado arrastrar por el ambiente y viven exactamente igual que los que no tienen fe. Son muchos. Aunque no podemos olvidar a las familias cristianas, minoritarias desgraciadamente, que tambi\u00e9n hoy, luchando contra corriente, tratan de vivir coherentemente el evangelio de Jes\u00fas en el seno de su hogar.
\nEsta situaci\u00f3n est\u00e1 reclamando de nosotros no admitir sin cautelas a la celebraci\u00f3n del sacramento del matrimonio, pero sobre todo nos exige que ayudemos a los esposos cristianos a descubrir cu\u00e1les son los caminos concretos para vivir cristianamente su vida matrimonial y familiar en el mundo de hoy. El sacramento del matrimonio no se agota el d\u00eda de la boda; es un sacramento permanente y por medio de \u00e9l, Cristo sale al encuentro de los esposos y les acompa\u00f1a a lo largo de toda su vida matrimonial y familiar. Por aqu\u00ed se orienta el presente trabajo que quiere ser como una gu\u00eda para encontrar el \u201ctesoro escondido\u201d en lo profundo de la vida cotidiana de los esposos cristianos. Nuestra sociedad necesita urgentemente que los matrimonios cristianos, estables y fecundos, se presenten como su c\u00e9lula b\u00e1sica, en nada comparable a otros tipos de convivencia; y que muestren el valor irremplazable de la familia como lugar adecuado para el nacimiento, crecimiento y educaci\u00f3n de los hijos.
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    \n
  1. Nos casamos por la Iglesia<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

    <\/strong>
    \nCasarse por la Iglesia no es s\u00f3lo un rito. <\/strong>El centro de la boda lo ocupa el s\u00ed que intercambian un hombre y una mujer. A partir de ese momento, se convierten en esposos. Este acontecimiento encierra un significado profundo: decir s\u00ed a otro es regalarle confianza. Quien se casa conf\u00eda en el otro. Quien da su s\u00ed al otro lo afirma por completo. Cuando dos personas se aceptan como son, cuando dicen s\u00ed a todo lo que el otro es, surge un espacio en el que los dos pueden trasformarse cada d\u00eda. El s\u00ed del otro es como un asidero para que lo m\u00faltiple y contrario que hay dentro de m\u00ed no me destruya, sino que me permita alcanzar la armon\u00eda de la unidad. La presencia amorosa del otro junto a m\u00ed me ayuda a sacar a la luz lo mejor de m\u00ed mismo. Quien se f\u00eda de otro y se conf\u00eda a \u00e9l, lo hace con la esperanza de ser fiel y de recibir fidelidad. Esta ser\u00e1 su apoyo firme y su fuente de seguridad. De la misma manera que un \u00e1rbol cuyas ra\u00edces son profundas puede crecer cada d\u00eda sin perder firmeza, algo semejante ocurre en el matrimonio. Quien se casa, demuestra que su confianza en el otro es suficientemente fuerte como para vincularse con \u00e9l de por vida.
    \nM\u00e1s a\u00fan, en la proximidad de dos personas que se afirman incondicionalmente, tambi\u00e9n otros se sienten afirmados y aceptados. Por eso la boda es una fiesta del s\u00ed, una fiesta de la alegr\u00eda, en la que no s\u00f3lo participan los novios porque todos nos sentimos aceptados los unos por los otros<\/sup><\/a>.
    \nEl s\u00ed que se dan los que se casan tiene mucho que ver con Dios. No se conocieron por casualidad; alguien les ha dado fuerza para superar las crisis que vivieron en el noviazgo y, por fin, no han tomado por s\u00ed solos la decisi\u00f3n de casarse. Dios andaba siempre por medio. Lo verdaderamente nuevo y original por parte de los esposos cristianos es que, animados por su fe cristiana, se comprometen a vivir su matrimonio como expresi\u00f3n, manifestaci\u00f3n (es decir, sacramento) de la ternura del amor que Dios nos ha revelado en Cristo. La Biblia lo compara al amor de un padre y una madre por sus hijos, al amor de los esposos entre s\u00ed…. Al casarse en el Se\u00f1or, los esposos cristianos se dicen el uno al otro: \u00abTe amo con tal hondura, con tal verdad, con tal entrega y fidelidad que quiero que veas siempre en mi amor matrimonial la se\u00f1al m\u00e1s palpable de c\u00f3mo te quiere Dios. Cuando sientas c\u00f3mo te quiero, c\u00f3mo te perdono, c\u00f3mo te cuido, podr\u00e1s sentir de alguna manera c\u00f3mo te quiere, te perdona y te cuida Dios\u00bb. Y manifiestan p\u00fablicamente a la comunidad cristiana: \u00abNosotros queremos vivir nuestro amor matrimonial como una manifestaci\u00f3n, un sacramento del amor de Dios. Todos los que ve\u00e1is c\u00f3mo nos queremos, podr\u00e9is intuir de alguna manera c\u00f3mo Dios nos ama a todos. Queremos que nuestro amor y nuestra vida matrimonial os recuerden a todos c\u00f3mo os quiere Dios\u00bb.
    \nLos esposos cristianos descubren el amor de Dios en muchas experiencias de la vida y en muchos lugares del mundo. Para ellos Cristo es, sobre todo, el Sacramento de Dios y a ese Cristo lo pueden descubrir en la Iglesia de muchas maneras, por ejemplo, en la Eucarist\u00eda, o en el sacramento de la Reconciliaci\u00f3n. Pero ellos, en su propia vida matrimonial, en su encuentro interpersonal, en su amor conyugal es donde ahondan, disfrutan y saborean el amor de Dios, encarnado en Cristo y comunicado a trav\u00e9s de su Iglesia. El encuentro sexual entre los casados cristianos no es el encuentro accidental entre dos cuerpos que se utilizan mutuamente para su propia satisfacci\u00f3n pasajera, sino el encuentro entre dos personas que se comunican y se funden en el seno de un amor integral, permanente y capaz de trascenderse.
    \nPor tanto, los esposos cristianos se comprometen a compartir incluso su vida sexual, como expresi\u00f3n de un amor mutuo que exige fidelidad, como una realidad que desean sea reconocida socialmente y como una comunidad de amor abierta a la fecundidad. La base humana del sacramento del matrimonio no es algo material (como el pan y el vino de la Eucarist\u00eda), ni algo puramente exterior (como derramar agua sobre la cabeza del bautizado), sino la misma vida de los esposos, su entrega mutua, su encuentro amoroso. Es esta vida matrimonial la que se convierte en signo, en sacramento cristiano. Los esposos cristianos, por el sacramento que les une, se convierten en testigos de la ternura del amor de Dios para todos. Cuantos los conocen de cerca han de intuir de alguna manera que Dios les ama con entra\u00f1as de padre y de madre.
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    \n2. No todo termina con la boda<\/strong>
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    \nPara los esposos cristianos, la boda es el punto de partida de una vida matrimonial que queda toda ella marcada por el sacramento. Por eso, la vida matrimonial entera, con todas sus vivencias y expresiones, es fuente de gracia, expresi\u00f3n eficaz del amor de Dios que se hace realmente presente en el amor de los casados. La mutua entrega, el perd\u00f3n dado y recibido dentro del matrimonio, las expresiones de amor y ternura, la intimidad sexual compartida, la abnegaci\u00f3n de cada d\u00eda con sus gozos y sufrimientos, con su grandeza y su peque\u00f1ez,… toda esa vida matrimonial es sacramento, lugar de gracia, experiencia sacramental donde Dios se hace realmente presente para los esposos.
    \nPor eso, los esposos cristianos viven toda su experiencia humana y su vida cristiana de manera diferente a los que no se casaron por la Iglesia. Ellos pueden y deben encontrarse con el perd\u00f3n de Dios en el sacramento de la Reconciliaci\u00f3n, pero pueden y deben encontrarse tambi\u00e9n con el perd\u00f3n de Dios que se les ofrece en el perd\u00f3n que mutuamente se regalan el uno al otro. Los esposos cristianos pueden y deben alimentar su vida y su amor cristiano en la Eucarist\u00eda vivida con la comunidad, y tambi\u00e9n pueden y deben alimentar su vida y su amor en el disfrute gozoso de su amor matrimonial. Necesitan acercarse a la comunidad eclesial a la que pertenecen; su mismo matrimonio lo viven como sacramento dentro de esa comunidad eclesial, pero ellos viven toda su vida cristiana de manera matrimonial.
    \nEste car\u00e1cter sacramental da una hondura y una plenitud diferente a su abrazo conyugal. Los esposos cristianos no \u00abhacen el amor\u00bb, sino que lo celebran. La uni\u00f3n sexual de los esposos cristianos es una fiesta, donde ellos, con su propio cuerpo, con su capacidad er\u00f3tica, con la fusi\u00f3n de sus cuerpos y de sus almas, con el disfrute compartido, hacen presente en medio de ellos a Dios. Es sobre todo en esa experiencia \u00edntima donde mejor pueden entender y saborear su amor matrimonial como sacramento del amor de Dios.
    \nEl lazo mutuo que une a las personas que se casan no tiene por qu\u00e9 convertirse en una traba, m\u00e1s bien lo que hace es unir lo que en ellos amenaza desagarrarse. Toda persona puede experimentar en s\u00ed el desgarramiento interior. Entonces necesita un lazo que mantenga unida la pluralidad. Ese lazo es el amor. La ligaz\u00f3n a otra persona expresa el amor incondicional hacia ella y la confianza en que ese v\u00ednculo hace bien a los dos, que los mantiene vivos y supera el desdoblamiento interior en ellos
    <\/sup><\/a>.
    \nEl don de Jesucristo no se agota en el momento de la celebraci\u00f3n del sacramento del matrimonio, sino que acompa\u00f1a a los c\u00f3nyuges a lo largo de toda su existencia. Jesucristo permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como \u00c9l mismo am\u00f3 a la Iglesia y se entreg\u00f3 por ella. Por eso los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de casados, est\u00e1n fortalecidos y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misi\u00f3n conyugal y familiar, llegan cada vez m\u00e1s a su propia perfecci\u00f3n y a su mutua santificaci\u00f3n, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificaci\u00f3n de Dios.
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    \n3. Testigos de la ternura de Dios<\/strong>
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    \nPara los cristianos, el matrimonio no es camino para el que no vale para sacerdote o religioso; se trata de una verdadera vocaci\u00f3n. A algunos de sus hijos, Dios les llama por medio del bautismo, de la confirmaci\u00f3n y del sacramento del matrimonio a vivir su vida cristiana en los gozos y las preocupaciones de los que forman un hogar. Su vocaci\u00f3n es ser testigos vivientes de la ternura del amor de Dios para con todos. En las circunstancias familiares concretas, y no a pesar de ellas, se santifican. La vocaci\u00f3n universal a la santidad est\u00e1 dirigida tambi\u00e9n a los c\u00f3nyuges y padres cristianos. Para ellos viene especificada por el sacramento del matrimonio que han celebrado y se traduce concretamente en las realidades propias de la existencia conyugal y familiar. De ah\u00ed nacen la gracia y la exigencia de una aut\u00e9ntica y profunda espiritualidad conyugal y familiar, que ha de inspirarse en los motivos de la creaci\u00f3n, de la alianza, de la cruz, de la resurrecci\u00f3n y del signo. Nos encontramos ante todo un reto para los esposos cristianos en orden a lograr que su vida real y concreta sea expresi\u00f3n de su espiritualidad espec\u00edfica y original, que no es precisamente la de un sacerdote o un consagrado. Porque Dios no llama s\u00f3lo al matrimonio, sino que llama en el matrimonio. Cada d\u00eda han de estar despiertos los esposos cristianos para descubrir a qu\u00e9 les invita el Se\u00f1or, porque el Se\u00f1or siempre es capaz de sorprender.
    \nPara madurar en esta vocaci\u00f3n, se requiere una preparaci\u00f3n adecuada y especial, porque es un camino espec\u00edfico de fe y de amor. Una vivencia feliz de la vocaci\u00f3n matrimonial redunda en bien de la Iglesia y de la sociedad.
    \nY no olvidemos que junto a la vocaci\u00f3n va unida siempre la misi\u00f3n. La Palabra de Dios subraya que, para los esposos cristianos, el matrimonio supone la respuesta a la vocaci\u00f3n de Dios y la aceptaci\u00f3n de la misi\u00f3n de ser signo del amor de Dios a los hombres. No en vano lo considera participaci\u00f3n en la alianza definitiva de Cristo con su Iglesia. Por esto los esposos llegan a ser cooperadores del Creador y Salvador en el don del amor y de la vida.
    \n 
    \n4. \u00bf Qu\u00e9 es eso de vivir en pertenencia?<\/strong>
    \n <\/strong>
    \nUna tentaci\u00f3n de nuestro tiempo consiste en casarse o convivir sin pertenecerse. Sin embargo, necesitamos sentir que pertenecemos a los nuestros, que somos parte de su vida, que cuando llegamos a casa alguien nos espera y hasta nos echa de menos. Vivir en pertenencia con una persona es, en primer lugar, saber que, al tiempo que nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella. El sentido de pertenencia<\/em>es una necesidad profunda del ser humano y un deseo universal.
    \nVivir perteneciendo a alguien (amigo, familiar, esposo….) es algo m\u00e1s que sentirse vinculado a \u00e9l. Es un reconocimiento del valor y del sentido <\/em>que tiene para nosotros la persona a la que nos adherimos. En otras palabras: esta persona, lejos de resultarnos caduca o irrelevante, suscita en nosotros una estima grande. A la estima va unida la confianza <\/em>en su competencia y en su honestidad. Esta confianza nos induce a fiarnos y a apoyarnos en ella. La confianza se entrelaza con el afecto, <\/em>conquistando de este modo el coraz\u00f3n de los que se pertenecen. En virtud de \u00e9l, las dichas y las desgracias son compartidas. Pertenecer a alguien alcanza los dinamismos operativos de la persona, traduci\u00e9ndose en un compromiso activo <\/em>con el otro. Tal compromiso se expresa, en primer lugar, en la aceptaci\u00f3n exterior e interior de sus criterios o convicciones fundamentales y de sus pautas de comportamiento. Se manifiesta igualmente en la cooperaci\u00f3n del sujeto en los proyectos y actividades comunes. En resumen, requiere estima, confianza, afecto, compromiso.
    \nFelizmente se dan muchos casos de vivir en pertenencia sana y robusta. Hemos de confesar, con todo, que en algunos otros encontramos una patolog\u00eda que alcanza a uno, a varios y, en algunos casos, a muchos elementos de la adhesi\u00f3n. A veces se difumina el sentido de pertenencia y en su lugar se instala la desafecci\u00f3n. Cuando languidece la estima, ocupan su puesto la indiferencia y el menosprecio. Si se cuartea la confianza surge, en contrapartida, el recelo. Cuando se debilita el afecto, le sustituyen la agresividad o la indiferencia. Se quiebra el compromiso y llenan su hueco la pasividad y las adhesiones parciales. Pero la aut\u00e9ntica pertenencia confiere seguridad y apoyo. Y no consiste tan s\u00f3lo en dar; tambi\u00e9n es recibir. El anillo que llevan en sus dedos los comprometidos y los casados da a entender que no est\u00e1n disponibles para cualquiera, sino que voluntaria y libremente pertenecen a alguien.
    \n <\/p>\n

      \n
    1. El amor conyugal ha de crecer y desarrollarse<\/strong><\/li>\n<\/ol>\n

       
      \nLa boda no es meta definitiva para el amor conyugal; si acaso ser\u00eda meta volante. Los esposos cristianos han de crecer y madurar en su amor matrimonial. Parece a primera vista que el amor fuera algo espont\u00e1neo, instintivo. Sin embargo, el amor es algo vivo que crece y se desarrolla, tiene un dinamismo interno que sigue sus propias leyes.
      \nAnte todo, obliga a aceptar<\/em> al otro tal como es. Amar al otro como quisi\u00e9ramos que fuera, es, en el fondo, amarnos a nosotros mismos, o sea ego\u00edsmo puro y duro. Espont\u00e1neamente tendemos a lanzar sobre el otro la imagen idealizada del otro sexo, que nos forjamos durante la infancia y la adolescencia. Esto agrava la dificultad de amar. Por otra parte, es preciso no sucumbir a la tentaci\u00f3n de suprimir las diferencias. \u00abQuien no se resigna a aceptar la interpelaci\u00f3n de la diferencia, o anula al otro con voluntad de dominio o se anula a s\u00ed mismo, refugi\u00e1ndose, por lo general, en el papel de v\u00edctima, o entra en componendas que le permitan disimular la diversidad\u00bb, ha advertido M. Cuy\u00e1s
      <\/sup><\/a>. Anular al otro no es indicio de personalidad vigorosa; son m\u00e1s bien los d\u00e9biles quienes necesitan reducir a nada a los que tienen a su lado. El respeto mutuo es la condici\u00f3n primera y la apremiante consecuencia de esta primera ley del amor; cuando los esposos se han perdido el respeto -con palabras, gestos, comportamientos- inician una pendiente donde todo lo negativo es posible.
      \nLa segunda ley es dialogar.<\/em> La capacidad de escucha es uno de esos logros que marcan la madurez humana, condici\u00f3n indispensable para la plenitud del amor. Es punto de partida y es meta a la vez. Es vaciarse de s\u00ed mismo para acoger al otro, ser sensibles a su presencia, captar lo que nos quieren transmitir m\u00e1s all\u00e1 de sus palabras, a trav\u00e9s de sus gestos, de sus silencios. Escuchar y luego guardar, saborear…, es una manera de ser, de vivir hacia dentro, dando lugar al otro en nuestra propia vida. Es una forma de no prescindir del otro, de no hacernos indiferentes a lo que le pasa. Escuchar es la base de la vida conyugal y de la vida en familia. Aunque brille por su ausencia en muchos hogares, desgraciadamente. Para dialogar es preciso vencer dos dificultades muy frecuentes: la falta de tiempo y la soberbia. Siempre se encuentra tiempo para lo que ocupa los primeros lugares en la propia escala de valores. Nada es m\u00e1s rentable para los esposos que el tiempo invertido en cultivar el di\u00e1logo conyugal. La humildad, por otra parte, nos permite dialogar sabiendo que lo m\u00e1s importante y dif\u00edcil es escuchar porque escuchar es m\u00e1s que o\u00edr.
      \nFinalmente, la tercera es crecer.<\/em> O se ama siempre m\u00e1s y mejor o el amor se agota y desaparece. Crecimiento cuantitativo, extensivo y perfectivo. \u00abEl grado y la intensidad de los encuentros sexuales \u2013recomienda el autor citado- debe atemperarse, con todo, a la capacidad de entablarlos sin caer en servidumbres, que bloquear\u00edan la propia expansi\u00f3n, o en vinculaciones, cuyas imprevistas exigencias no ser\u00eda uno capaz de controlar\u00bb
      <\/sup><\/a>. La fijaci\u00f3n en las satisfacciones pasajeras bloquea a la persona. Porque las tendencias humanas no son meras fuerzas instintivas que comienzan y terminan en s\u00ed mismas, sino que est\u00e1n al servicio de proyectos de existencia plena. Ser persona madura consiste en saber integrarlas para lograr las grandes metas a las que el ser humano se siente llamado. La fidelidad puede y debe ser capacidad creativa; convertida en rutina, pasividad y aburrimiento no interesa a nadie.
      \n <\/em>
      \n6. La redenci\u00f3n del amor conyugal.<\/strong>
      \n <\/strong>
      \nEl hombre, como se\u00f1al\u00f3 el Papa Juan Pablo II, \u00abno puede vivir sin amor. Permanece para s\u00ed mismo un ser incomprensible, su vida est\u00e1 privada de sentido, si no le es revelado el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y no lo hace propio, si no participa en \u00e9l vivamente\u00bb
      <\/sup><\/a>.
      \nEsta revelaci\u00f3n del amor tiene en la historia del hombre una forma y un nombre: Jesucristo, Redentor del hombre, que as\u00ed revela plenamente el hombre al propio hombre. Por el sacramento del matrimonio, el amor de Jes\u00fas \u2013fiel y lleno de ternura- se une al amor de los esposos y lo transforma. Cristo sana el amor de la pareja siempre quebradizo y siempre expuesto al af\u00e1n de posesi\u00f3n, a las proyecciones psicol\u00f3gicas y a los ego\u00edsmos humanos.
      \nCuando el abrazo conyugal es signo y veh\u00edculo de un verdadero amor interpersonal, este amor no nace s\u00f3lo ni principalmente del instinto sexual, sino que es un amor, marcado ciertamente por la condici\u00f3n sexuada de la persona, pero asumido, purificado, fortalecido y santificado por el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Esp\u00edritu Santo. Cuando el amor humano est\u00e1 transformado por el amor de Dios y de Cristo que habitan en nosotros, la relaci\u00f3n amorosa entre hombre y mujer tiene las caracter\u00edsticas de un amor sexuado, pero tiene tambi\u00e9n las cualidades del amor sobrenatural de Cristo a su Iglesia, del amor gratuito, fiel y misericordioso con que Dios ama a su Iglesia y nos ama a cada uno de nosotros, en Cristo y por Cristo.
      \nLa familia es, ante todo, \u00abcomunidad de personas, para las cuales el modo propio de existir y vivir juntos es la comuni\u00f3n… S\u00f3lo las personas son capaces de vivir en comuni\u00f3n. La familia arranca de la comuni\u00f3n conyugal que el Concilio Vaticano II califica como alianza<\/em>, por la cual el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente\u00bb
      <\/sup><\/a>. Este es el proyecto de Dios, \u00abdesde el principio\u00bb, el contenido normativo de una realidad que existe desde \u00abel principio\u00bb (cf. Mt 19,6).
      \nEs el amor el alma de la familia: el amor de Cristo Redentor presente en la familia, vivido y trasparentado en las relaciones familiares. La verdad, la esencia y el cometido de la familia son definidos, en \u00faltima instancia, por el amor. Por esto la familia recibe la misi\u00f3n de vivir, custodiar, revelar y comunicar el amor como reflejo vivo de Dios que es amor, que es comuni\u00f3n en el amor de personas, del Padre en el Hijo por el Esp\u00edritu Santo.
      \nMuchos matrimonios naufragan \u2013aunque parezca una paradoja- porque esperan demasiado el uno del otro. Esperan del otro amor absoluto, comprensi\u00f3n total y fidelidad plena. Pero lo absoluto, lo total y lo pleno s\u00f3lo lo puede regalar Dios. Con su presencia permanente al lado de los esposos, Cristo les comunica la esperanza de que su uni\u00f3n ser\u00e1 inquebrantable e invulnerable. El matrimonio vivido como sacramento, el contacto tierno de los c\u00f3nyuges, que culmina en la uni\u00f3n sexual, es veh\u00edculo por el que pasa el amor de Dios. El amor de los c\u00f3nyuges en su dimensi\u00f3n corporal es el lugar en que les es dado experimentar a Dios m\u00e1s intensamente. El acto sexual apunta siempre m\u00e1s all\u00e1 de s\u00ed mismo, al misterio inagotable e infinito de Dios.
      \nEl evangelista San Juan (2,1-12) nos expone lo que Jes\u00fas piensa del matrimonio en su relato de la boda en Can\u00e1 a la que asistieron \u00e9l, su madre y sus disc\u00edpulos. Es una historia simb\u00f3lica. Cristo transforma el amor de los esposos en vino nuevo del Reino: su vida adquiere un sabor nuevo. Muchos matrimonios temen que con el paso del tiempo su amor vaya desapareciendo poco a poco o se vuelva ins\u00edpido. La rutina, es verdad, puede dar al traste con la fuerza encantadora del primer amor. Pero a este miedo Jes\u00fas da una respuesta que podr\u00eda sonar as\u00ed: \u201cPorque Dios se ha hecho hombre, el vino de tu amor nunca se agota. Si entras en contacto con el amor de Dios que hay en ti, tu vida tendr\u00e1 siempre un sabor nuevo. Puedes celebrar tranquilo la fiesta del amor\u201d
      <\/sup><\/a>.
      \nSan Pablo, por su parte, exhorta: \u201cAs\u00ed deben tambi\u00e9n los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a s\u00ed mismo. Pues nadie jam\u00e1s ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia\u201d (Ef. 5,28s). No le preocupan a San Pablo los deberes que los matrimonios deben cumplir, sino que invita a un trato atento y respetuoso entre ambos. En el matrimonio cristiano no hay lugar para la opresi\u00f3n, el dominio de unos para con otros, sino todo lo contrario: ambos c\u00f3nyuges deben preocuparse de reconocer la dignidad del otro y proporcionarle la ayuda necesaria para que llegue a ser plenamente \u00e9l mismo. Si purificamos de elementos condicionados por la \u00e9poca esta comparaci\u00f3n entre el amor de Cristo a la Iglesia y el amor matrimonial de los cristianos de la carta a los efesios, podremos ver algo esencial del misterio del amor matrimonial. Los c\u00f3nyuges no s\u00f3lo se encuentran rec\u00edprocamente en su amor, sino que en \u00e9l tocan el misterio del amor de Cristo. El matrimonio es un internarse en el misterio del amor de Jesucristo y un entrenamiento para vivir la entrega total. A trav\u00e9s del amor cotidiano, los esposos cristianos pueden experimentar el amor entra\u00f1able de Cristo de manera semejante a como lo experimentan en una celebraci\u00f3n religiosa.
      \nUna de las causas de las crisis familiares es la reducci\u00f3n del amor a sexo, olvidando otras dimensiones profundas, que \u00e9l presupone y suscita. S\u00f3lo cuando en el encuentro, entrega y fidelidad del esposo y de la esposa se mira ante todo a la persona, se tiene capacidad para asumir dificultades y esperanzas de otro orden. La felicidad real reclama confianza absoluta, fidelidad inquebrantable todos los d\u00edas de la vida y entrega a la persona, de las que nace el gozo m\u00e1s all\u00e1 de obtener un placer. Sin fidelidad absoluta no hay solidez afectiva; no hay gozo perdurable. Una familia asentada en tal comuni\u00f3n de amor de personas, rezuma cari\u00f1o y crea la posibilidad de adentrarse con gozo en el mundo. Los hijos encuentran en ella el suelo de una realidad s\u00f3lida para percibir que vivir es una posibilidad gozosa y una gracia; no una desgracia o un azaroso destino.
      \n 
      \n7. Las crisis y los conflictos matrimoniales<\/strong>
      \n 
      \nNo es bueno para nadie presentar el amor de los esposos cristianos como algo id\u00edlico y paradis\u00edaco. Ser\u00eda pecar contra la verdad de la vida real y ponerse una venda ante los problemas de cada d\u00eda. En toda vida matrimonial se dan conflictos peque\u00f1os o grandes. Lo anormal<\/em> ser\u00eda que no los hubiera. Ignorar, por tanto, esta realidad ser\u00eda verdaderamente peligroso. Porque la presencia de conflictos o de crisis no quiere decir que el matrimonio vaya mal; no son necesariamente perjudiciales. Aunque es verdad que algunas crisis en la vida matrimonial endurecen a las parejas y hacen que entre ellas aumente el desamor, pudiendo llegar, m\u00e1s tarde o m\u00e1s temprano, a la ruptura de la convivencia. Pero tambi\u00e9n hay crisis que, de hecho, pueden dar ocasi\u00f3n a una nueva vitalidad, a una madurez mayor, aunque no de manera autom\u00e1tica. Cuando se pierde el trabajo, cuando muere una persona querida, cuando la salud queda da\u00f1ada para siempre…, la convivencia queda perturbada y a veces se dan p\u00e9rdidas irreparables. Pero tambi\u00e9n en ocasiones como \u00e9stas, algunas personas han experimentado en sus vidas algo completamente nuevo, m\u00e1s vivo y m\u00e1s profundo. Precisamente los matrimonios felices han sido capaces de resolver positivamente sus crisis y sus conflictos. Los conflictos conyugales son situaciones provocadas por la dificultad que tienen los casados para armonizar intereses encontrados, por las diversas mentalidades o por los caracteres dif\u00edciles. Advirtamos en todo caso que, cuando la situaci\u00f3n conflictiva no se resuelve a tiempo, desencadena un enfriamiento del amor y eventualmente alguna crisis de mayor o menor importancia.
      \nSe han tipificado las diversas etapas que suele recorrer la vida matrimonial as\u00ed como las crisis que las acompa\u00f1an
      <\/sup><\/a>. Cuando estas crisis se resuelven bien contribuyen a una mayor madurez y a un amor de mejor calidad. Cuando se vive una situaci\u00f3n de conflicto conviene cuidar:
      \n– la objetividad<\/em>: no hay que agrandar los problemas ni dramatizar; que lo peque\u00f1o sea peque\u00f1o y lo grave sea grave;
      \n– <\/em>la generosidad<\/em>: en el conflicto conviene rebajar al m\u00e1ximo el amor propio y llenarse de generosidad para poder comprender y perdonar;
      \n– la flexibilidad<\/em>: saber ceder, sin adoptar posturas r\u00edgidas;
      \n– la oraci\u00f3n<\/em>: para superar el conflicto, los cristianos pueden y deben contar con la ayuda de Dios. Es bueno que se pregunten juntos: \u00bfcu\u00e1l es la voluntad de Dios sobre el conflicto que nos afecta? \u00bfQu\u00e9 nos est\u00e1 pidiendo el Se\u00f1or para encontrar la mejor soluci\u00f3n?
      \nPara que las crisis supongan crecimiento es necesario que uno y otro adopten determinadas actitudes y comportamientos.
      \n– No sumirse en la depresi\u00f3n y la pasividad de manera permanente. Intentar ser creativos.
      \n– No pretender volver a toda costa a la situaci\u00f3n anterior posiblemente irrecuperable. Rebelarse contra la crisis y a\u00f1orar tiempos pasados supone perder energ\u00edas que se han de emplear en busca de nuevos enfoques y v\u00edas in\u00e9ditas.
      \n– Una gran ayuda para superar las crisis es la disposici\u00f3n de ambos miembros de la pareja a colaborar, a buscar juntos.
      \n– Mantener viva la esperanza o el convencimiento de que se puede dar un sentido a la vida tambi\u00e9n en circunstancias como las que est\u00e1n atravesando
      <\/sup><\/a>.
      \nEl verdadero amor es resistente; es fuerte como la muerte, dice el Cantar de los cantares (8, 6s). As\u00ed como las tempestades obligan al \u00e1rbol a que afiance sus ra\u00edces, as\u00ed al amor no lo debilitan los conflictos, sino que lo fortalecen. La pareja que ha superado numerosos conflictos es cada vez m\u00e1s capaz de resistir, no teme que su amor se pueda venir a bajo de buenas a primeras. Es consciente de que no tiene un seguro que le pueda ahorrar las crisis, pero como la capacidad de resistencia de su amor se ha visto fortalecida, mira el futuro con confianza.
      \n <\/strong>
      \n8. El amor s\u00f3lo puede crecer con el perd\u00f3n<\/strong>
      \n <\/strong>
      \nFinalmente, hay que tener en cuenta que el amor conyugal pide siempre respuesta, pero la persona amada puede que no corresponda a quien la ama o que no lo haga exactamente como ella esperaba. Entonces el que ama puede sentirse decepcionado, no correspondido y hasta traicionado. Por otra parte, la convivencia diaria origina roces, momentos de malhumor, nerviosismo, tensiones y cansancios en los que es imposible no herir al otro con faltas de delicadeza, inadvertencias e incluso con ofensas culpables. Es necesario perdonar. El verdadero amor, en circunstancias como \u00e9stas, se convierte en perd\u00f3n, comprensi\u00f3n, disponibilidad para la reconciliaci\u00f3n. En muchas ocasiones el amor matrimonial s\u00f3lo puede crecer con el perd\u00f3n. La vida matrimonial exige una actitud de perd\u00f3n, de comprensi\u00f3n de la debilidad del otro, de paciencia, de disponibilidad para la reconciliaci\u00f3n. Casarse con una persona es estar dispuesto a perdonarle siempre.
      \nEl perd\u00f3n no es un sentimiento, sino una decisi\u00f3n, escribi\u00f3 Madre Teresa de Calcuta. El perd\u00f3n no es sentimentalismo edulcorado; es condici\u00f3n indispensable para poder vivir una vida plenamente humana. Hacer del rencor el motor de su vida y el centro de su existencia es fruto muchas veces de pensar que no hace falta perdonar, que el tiempo lo solucionar\u00e1 todo. Sin embargo, el paso del tiempo en muchas ocasiones, no hace sino enconar las heridas y ahondar el resentimiento.
      \nY no basta cualquier perd\u00f3n. Quien en el matrimonio perdona, pero no olvida, o perdona como quien hace un acto de indebida generosidad, se ver\u00e1 acusado de sus propias debilidades. \u00abEl amor no se irrita, no lleva cuentas del mal, disculpa sin l\u00edmites\u00bb (1 Cor 13,4-6). Los esposos cristianos no pueden olvidar que el sacramento del matrimonio les convierte en iconos del amor de Dios que perdona siempre, aunque no merezcamos su perd\u00f3n.
      \nCiertamente, las heridas son inevitables. Las palabras y los gestos ofensivos que el otro me dirige, me hieren. No se puede evitar herir a la persona con quien convives, por mucho que la ames. A veces tocamos -queriendo o sin querer- los puntos sensibles de la pareja. Como en la convivencia con la pareja nos mostramos m\u00e1s como somos, sin disimular nuestro lado oscuro, nuestras diferencias chocan unas con otras, se producen incomprensiones, los defectos de car\u00e1cter producen heridas. A decir verdad, esas heridas dejan huella en nuestro coraz\u00f3n y en nuestra alma. Tal vez no siempre graves, pero peque\u00f1as decepciones, peque\u00f1os desprecios… cuando vienen de la persona que m\u00e1s amamos, duelen y duelen de verdad. A veces acuden a nuestra mente despu\u00e9s de la discusi\u00f3n y hacen que la herida sea m\u00e1s profunda. Y hay que tener en cuenta que las heridas que no se curan bien, debilitan el amor o lo matan.
      \nNo se trata de ser generosos sin m\u00e1s, perdonar y… a otra cosa. Como quien se quita algo de encima lo antes posible. Frecuentemente este comportamiento, aparentemente tan noble y generoso, encierra una forma de represi\u00f3n. Aunque no queramos, deja en el alma un rencor sordo que acaba creando distancias entre la pareja. Si hurgo en mi herida, volver\u00e1 a supurar y el pus de mis sentimientos heridos har\u00e1 que la relaci\u00f3n quede contaminada. Y lo m\u00e1s seguro es que si me siento herido, herir\u00e9 al otro, aun sin darme cuenta de ello.
      \nCuando se producen heridas, ofensas, hay que recorrer el camino de la reconciliaci\u00f3n, que tiene su itinerario y sus pasos bien se\u00f1alados.
      \nEl primer paso, nada f\u00e1cil, es reconocer ante el otro que le hemos herido<\/em>, aunque fuese sin pretenderlo. Sin un acto de humildad, dif\u00edcilmente cicatrizan las heridas. La valent\u00eda no se muestra permaneciendo enfadado y alejado, sino acerc\u00e1ndose y reconociendo los propios errores.
      \nEl segundo paso es pedir perd\u00f3n<\/em>. Cuesta mucho pedir perd\u00f3n: es como reconocer que estamos supeditados a otra persona para que las cosas puedan funcionar de nuevo. Pero en una relaci\u00f3n donde entra en juego la intimidad, no se puede prescindir del pedir perd\u00f3n.
      \nEl tercer paso es frecuentemente el desagravio.<\/em> Cuando la otra persona ha sido testigo de c\u00f3mo reconocimos nuestra culpa y le hemos pedido perd\u00f3n, seguramente se ha sentido aliviada y es posible que haya perdonado de coraz\u00f3n. Pero a veces, las palabras no bastan y es necesario a\u00f1adir una acci\u00f3n: un acto de desagravio. Mostrarnos dispuestos y ofrecernos a hacer algo concreto para crear un contrapeso a la herida causada.<\/p>\n

      Manuel S\u00e1nchez Monge<\/p>\n

      estudios@misionjoven.org<\/p>\n

       
      \n 
      \n
      <\/sup><\/a> Cf. A. GR\u00dcN, El matrimonio, bendici\u00f3n para la vida com\u00fan<\/em>, San Pablo, Madrid 2002, 8.
      \n
      <\/sup><\/a> Cf. A. GR\u00dcN, El matrimonio….,<\/em> 9.
      \n
      <\/sup><\/a> M. CUY\u00c1S, Antropolog\u00eda sexual<\/em>, PPC, Madrid 1991, 52
      \n
      <\/sup><\/a> M. CUY\u00c1S, Ibid.,<\/em> 33.
      \n
      <\/sup><\/a>JUAN PABLO II, Carta enc\u00edclica Redemtor Hominis,<\/em> 10
      \n
      <\/sup><\/a> JUAN PABLO II, Carta a las familias<\/em>, 7.
      \n
      <\/sup><\/a> Cf. A. GR\u00dcN, El matrimonio<\/em>…, 17-18.
      \n
      <\/sup><\/a> Cf. M. S\u00c1NCHEZ MONGE, \u2018Ser\u00e1n una sola carne\u2019. Estudio interdisciplinar del matrimonio y la familia,<\/em> Atenas, Salamanca 1996, 218-226.
      \n
      <\/sup><\/a> Cf. H. HELLOUSCHEK, El amor y sus reglas de juego. Las crisis en la relaci\u00f3n de pareja como oportunidad de crecimiento<\/em>, Sal Terrae, Santander 2003, 146-148.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

      Manuel S\u00e1nchez Monge   Mons Manuel S\u00e1nchez Monge es obispo de Mondo\u00f1edo-Ferrol   S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO El art\u00edculo explica el significado profundo del matrimonio cristiano en cuanto sacramento eclesial: presencia del amor y de la gracia de Dios en la propia vida matrimonial, en el amor de los esposos, en todas sus relaciones esponsales. Y […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","inline_featured_image":false,"footnotes":""},"categories":[1016,730,94],"tags":[],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/8361"}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=8361"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/8361\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=8361"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=8361"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=8361"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}