{"id":9160,"date":"2004-03-01T00:00:36","date_gmt":"2004-02-29T22:00:36","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/?p=9160"},"modified":"2004-03-01T00:00:36","modified_gmt":"2004-02-29T22:00:36","slug":"condiciones-de-posibilidad-de-las-comunidades-juveniles-hoy","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/condiciones-de-posibilidad-de-las-comunidades-juveniles-hoy\/","title":{"rendered":"CONDICIONES DE POSIBILIDAD DE LAS COMUNIDADES JUVENILES HOY"},"content":{"rendered":"
Pedro Jos\u00e9 G\u00f3mez Serrano<\/strong> Pedro Jos\u00e9 G\u00f3mez Serrano Pedro Jos\u00e9 G\u00f3mez es profesor de la Universidad Complutense y del Instituto Superior de Pastoral (Madrid) S\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO Convencido de la necesidad de promover comunidades juveniles como germen de comunidades adultas, el autor intenta identificar en estas p\u00e1ginas las condiciones que pueden hacer m\u00e1s viable la consolidaci\u00f3n de […]<\/p>\n","protected":false},"author":3,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[868,94,540],"tags":[],"class_list":["post-9160","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-estudios-326","category-mision-joven-2","category-pedro-jose-gomez-serrano"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/9160"}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/users\/3"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=9160"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/9160\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=9160"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=9160"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/misionjoven\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=9160"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}
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\nPedro Jos\u00e9 G\u00f3mez es profesor de la Universidad Complutense y del Instituto Superior de Pastoral (Madrid)
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\nS\u00cdNTESIS DEL ART\u00cdCULO<\/strong>
\nConvencido de la necesidad de promover comunidades juveniles como germen de comunidades adultas, el autor intenta identificar en estas p\u00e1ginas las condiciones que pueden hacer m\u00e1s viable la consolidaci\u00f3n de los procesos comunitarios juveniles. Como requisitos previos subraya la realizaci\u00f3n de procesos serios de iniciaci\u00f3n cristiana, experiencias del valor del compartir, referencias comunitarias adultas, acompa\u00f1amiento personal y grupal. Desde este marco de referencia centra ya la reflexi\u00f3n sobre las condiciones para crecer y para madurar.
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\nQuienes nos movemos en el mundo de la evangelizaci\u00f3n juvenil constatamos las notables dificultades que afrontan los procesos comunitarios. Todos los pastoralistas coinciden en la necesidad de vivir comunitariamente la fe, pero parece que la experiencia no resulta f\u00e1cil para la mayor parte de los grupos juveniles. Sabido es que la fe vivida personal y comunitariamente es consecuencia del misterioso encuentro entre Dios y los seres humanos, por lo que no puede determinarse de un modo mec\u00e1nico. \u201cPara cada hombre guarda un rayo de luz el sol y un camino virgen Dios\u201d escrib\u00eda certeramente Le\u00f3n Felipe y algo parecido podr\u00edamos decir de los itinerarios comunitarios. Hay incluso quienes han cuestionado la conveniencia de promover comunidades juveniles, por el riesgo de que \u00e9stas se distancien o mantengan al margen de la comunidad adulta. Soy de los que piensa, por el contrario, que las experiencias juveniles de comunidad pueden ser muy positivas como germen de comunidades adultas o como paso previo para su inserci\u00f3n en ellas. M\u00e1xime, cuando en muchos lugares faltan esas referencias de un cristianismo maduro, est\u00e1n demasiado alejadas generacionalmente o no son atractivas en absoluto. Por otra parte, aunque la historia de cada grupo cristiano es un mundo que depende de sus miembros y de sus circunstancias, no es menos cierto que la experiencia compartida y contrastada de quienes llevamos a\u00f1os de trayectoria en peque\u00f1as comunidades permite descubrir algunas regularidades en el \u00e9xito y el fracaso de los grupos juveniles que merecen ser destacadas. Con un lenguaje m\u00e1s tradicional dir\u00edamos que, tambi\u00e9n en los grupos cristianos, la gracia act\u00faa a trav\u00e9s de las leyes que rigen la vida ordinaria o, como se\u00f1alaba Luis Gonz\u00e1lez Carvajal en t\u00e9rminos m\u00e1s populares, que \u201ccuando Dios trabaja, el hombre suda\u201d[1]<\/a>.
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\nEn las p\u00e1ginas siguientes pienso identificar algunas de las condiciones que pueden hacer m\u00e1s viable la consolidaci\u00f3n de los procesos comunitarios juveniles. Naturalmente, semejantes pistas o sugerencias tienen un valor aproximativo. Siempre habr\u00e1 grupos que, debido a la profunda fe de sus miembros, a la calidad y riqueza de su personalidad o a otras circunstancias particulares, puedan haber crecido en la fraternidad alcanzando un alto grado de intensidad en dicha experiencia, salt\u00e1ndose los criterios pastorales que vamos a enumerar. Yo, sin embargo, deseo fijarme en la situaci\u00f3n de la mayor\u00eda de los grupos compuestos por \u201cbuena gente\u201d que no posee una formaci\u00f3n, habilidades o experiencia excepcionales. Por otra parte, las condiciones de posibilidad deber\u00edan entenderse, en terminolog\u00eda matem\u00e1tica, como \u201cnecesarias, pero no suficientes\u201d. A la postre, lo que hace avanzar o retroceder a un grupo comunitario es la fe, el amor y la esperanza con los que sus miembros acogen y responden a la llamada amorosa de Dios a vivir como hermanos. Si falta la voluntad de esta respuesta, no hay estrategia pedag\u00f3gica que haga posible la comunidad.
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\nPero, \u00bfpor qu\u00e9 plantearse el prop\u00f3sito de impulsar la creaci\u00f3n de comunidades juveniles? En mi modesta opini\u00f3n se trata de una cuesti\u00f3n de vida o muerte para la Iglesia ante la constataci\u00f3n de que \u201cel feligr\u00e9s\u201d es un esp\u00e9cimen en extinci\u00f3n de casi nula operatividad evangelizadora. El cristianismo sociol\u00f3gico, esto es, el meramente derivado del ambiente social no tiene futuro. Hoy, como en los primeros siglos de la vida de la Iglesia, la comunidad vuelve a ser el lugar en el que nace, crece y se reproduce el sujeto creyente. A la permanente vocaci\u00f3n a vivir la hermandad que nace de la experiencia de un Dios que es Amor (1\u00ba Juan 4, 8) y produce amor, se a\u00f1aden hoy una serie de circunstancias que hacen la experiencia de la fraternidad a\u00fan m\u00e1s necesaria.
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\nResulta f\u00e1cil fundamentar esta convicci\u00f3n apelando a la realidad. Asistimos a una profunda mutaci\u00f3n cultural que representa un verdadero \u201ccambio clim\u00e1tico\u201d y las \u201cespecies religiosas tradicionales\u201d encuentran un entorno adverso para desarrollarse. El clima social dominante produce, m\u00e1s que un ataque argumentado a la experiencia religiosa, una especie de erosi\u00f3n continua de las convicciones creyentes, que son percibidas por la mayor\u00eda como poco relevantes para la vida o como cuestiones de \u201cmera preferencia o gusto personal\u201d. Desde el punto de vista estrictamente cristiano, el actual desierto social de la religi\u00f3n se manifiesta en que los creyentes pasan a ser minor\u00eda cognitiva (en la fe), su tipo de vida resulta alternativa (en el amor) y su misi\u00f3n, la lucha por la justicia y el anuncio del Evangelio, se percibe a veces como una \u201cmisi\u00f3n imposible\u201d (en la esperanza). \u00bfC\u00f3mo mantenerse con vigor y alegr\u00eda a contracorriente de algunas visiones sociales dominantes, sin poder disponer de un espacio comunitario en el que cultivar esa experiencia?
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\nPor otra parte, asistimos a otro fen\u00f3meno clim\u00e1tico adverso que K. Rahner denomin\u00f3 \u201cinvierno eclesial\u201d y que refleja una reacci\u00f3n defensiva de la instituci\u00f3n que, ante el cambio acelerado de las \u00faltimas d\u00e9cadas, huye de las culturas moderna y postmoderna intentando resguardarse en la tradicional. Esta opci\u00f3n, suicida a medio y largo plazo, ha conducido a un profundo desencanto entre amplias capas de creyentes y en particular entre los j\u00f3venes que no pueden sentirse \u201cen casa\u201d dentro de la Iglesia por sus \u201cachaques\u201d de envejecimiento: falta de flexibilidad (arteriosclerosis), mirada limitada (cataratas), moral conservadora (visi\u00f3n chapada a la antigua), car\u00e1cter gru\u00f1\u00f3n (las cosas no son como debieran), estilo autoritario (en las relaciones), preocupada por sus cosas (batallitas), vocabulario muchas veces obsoleto, etc \u00bfC\u00f3mo descubrir entonces que la Iglesia debe ser, como se\u00f1alaba recientemente Jos\u00e9 Ignacio Gonz\u00e1lez Faus recordando una plegaria eucar\u00edstica, \u201cun recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz para que todos encuentren en ella motivos para seguir esperando\u201d[2]<\/a>, si los j\u00f3venes no participan en alg\u00fan grupo donde la fraternidad no sea un eslogan, sino una realidad vivida y disfrutada?
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\nNo podemos pasar por alto las caracter\u00edsticas propias de la condici\u00f3n juvenil que influyen mucho, como es l\u00f3gico, en la manera particular de vivir la experiencia cristiana. La mayor\u00eda de los j\u00f3venes se ubican culturalmente entre la modernidad y la postmodernidad. La primera se percibe en la seriedad que conceden al estudio, al trabajo o a las relaciones familiares, la segunda estalla ante nuestros ojos en la forma de vestir o cuidar la imagen, en la afici\u00f3n por la m\u00fasica, en la cultura de la noche, en las formas de vivir la afectividad. A\u00f1adamos a estos rasgos el car\u00e1cter de provisionalidad que tienen muchas de sus acciones y relaciones o la precariedad que contamina el segmento laboral juvenil. Respecto a la experiencia creyente est\u00e1n \u201cestren\u00e1ndose\u201d, lo que puede te\u00f1ir de entusiasmo los primeros pasos del seguimiento pero, al mismo tiempo, los reclamos de la sociedad del consumo y el ocio, la inestabilidad afectiva y laboral y la falta de ra\u00edces profundas, amenazan permanentemente la opci\u00f3n por Jes\u00fas. \u00bfD\u00f3nde, si no en una comunidad, podr\u00e1 personalizarse al adhesi\u00f3n adulta al Evangelio? \u00bfD\u00f3nde podr\u00e1n discernirse las opciones fundamentales de la vida? \u00bfD\u00f3nde se encontrar\u00e1n las energ\u00edas para perseverar y crecer en ellas?[3]<\/a>
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\nCon todo, podemos alegrarnos porque el Se\u00f1or hace que, tambi\u00e9n actualmente, surjan numerosos grupos juveniles que, cual oasis en el desierto, nos recuerdan que el Evangelio puede fructificar en cualquier contexto cultural y social. Se trata, sin duda de grupos dispersos y vulnerables, pero cargados de creatividad, entusiasmo y esperanza. Los que yo conozco, est\u00e1n m\u00e1s preocupados por acoger y construir el Reino que por combatir con otros grupos; por tender puentes con la modernidad y la postmodernidad que por condenarlas; por unir dimensiones de la vida cristiana (espiritualidad y compromiso, fraternidad y misi\u00f3n, lucha y fiesta) que por separarlas. Van a necesitar, con todo, mucho apoyo de los adultos, cierto respeto institucional y un notable acierto pastoral para consolidarse sin caer v\u00edctimas del ambiente cultural, del desamparo institucional o de los tent\u00e1culos de la sociedad del bienestar. Para atravesar estos parajes apasionantes y, a veces desolados, no existen mapas oficiales, ni caminos seguros. S\u00f3lo cabe apelar a la sabidur\u00eda acumulada por los exploradores que nos han precedido y que ofrecen algunas orientaciones a nuestro caminar. En este sentido voy a referirme a las \u201ccondiciones de posibilidad para la creaci\u00f3n de comunidades de j\u00f3venes\u201d.
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\nAlgo muy importante queda por se\u00f1alar. Al leer un borrador de este texto, algunos amigos me han hecho caer en la cuenta de que se presentaba la propuesta comunitaria como algo demasiado arduo y complicado. Sin negar que se trata de una realidad exigente, hay que afirmar con rotundidad que, lo verdaderamente dif\u00edcil, no es vivir en comunidad, sino adoptar acr\u00edticamente el modelo de vida dominante en el que las personas est\u00e1n obsesionadas por el trabajo, \u00e1vidas de consumo, apoltronadas frente a la televisi\u00f3n, llenas de contactos pero carentes de comunicaci\u00f3n, alteradas por el estr\u00e9s y la agresividad, en permanente actitud competitiva, preocupadas por su imagen f\u00edsica o profesional, etc. Estoy convencido de que la experiencia b\u00e1sica de la fraternidad sintoniza con lo mejor del ser humano y sus aspiraciones m\u00e1s profundas. \u00bfQui\u00e9n puede decir que no aspira a ser aceptado, reconocido, valorado y querido por los dem\u00e1s y que no le gustar\u00eda ofrecer eso mismo a otros seres humanos? \u00bfQui\u00e9n puede afirmar que compartir la fe, la vida, los problemas, las ilusiones, los sentimientos, los fallos, los proyectos o las dificultades con otras personas no es enormemente enriquecedor? \u00bfQui\u00e9n puede negar que los dem\u00e1s con sus aportaciones, sus cualidades, sus cr\u00edticas o sus sugerencias no pueden ayudarnos a crecer y desarrollarnos como personas? \u00bfQui\u00e9n puede sostener que no desea ofrecer lo mejor de si mismo en relaciones de amor y libertad? \u00bfQui\u00e9n puede dudar que la vida cobra un sentido m\u00e1s pleno y profundo cuando se entrega a un valor o una causa que trascienda el inter\u00e9s individual y se abra a las necesidades de todos los hombres y mujeres de nuestro mundo? Millones de personas de todas las \u00e9pocas y culturas podr\u00edan testimoniar la verdad y el valor antropol\u00f3gico de la fraternidad, a pesar de que, en nuestro entorno, tenga m\u00e1s audiencia una forma de vida que, aspirando al \u201cbienestar\u201d consigue, mas bien, elevar el nivel y variedad del consumo al precio de cierto desquiciamiento personal y un difuso desasosiego que, aunque no suele reconocerse en un primer momento, afecta a capas profundas del ser.
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\nLa comunidad cristiana no se encuentra en el inicio de la vida de un grupo cristiano juvenil sino, en el mejor de los casos, en su desembocadura. Por ello, sin olvidar que \u201ca caminar se aprende andando\u201d, podemos mencionar algunos requisitos para que pueda plantearse razonablemente el inicio de la andadura comunitaria.
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\nEl primero de ellos radica en la realizaci\u00f3n previa de procesos serios de iniciaci\u00f3n cristiana<\/em> que hayan conducido a una cierta conversi\u00f3n inicial de la mayor\u00eda de los miembros del grupo. Este proceso es fundamentalmente vital, no \u201ccurricular\u201d, y no puede, por tanto, presuponerse por el hecho de que los chavales hayan tratado ciertos temas a lo largo de un catecumenado juvenil. M\u00e1s all\u00e1 del programa dise\u00f1ado, de los contenidos asimilados, de las acciones realizadas o de las reuniones celebradas interesa saber si los j\u00f3venes se han encontrado personalmente con Jes\u00fas, es decir, si han descubierto en \u00e9l a la persona capaz de desentra\u00f1ar el misterio m\u00e1s hondo del ser humano, a una persona llena del Esp\u00edritu Santo y que, a trav\u00e9s de su incansable acci\u00f3n liberadora, de su injusta muerte y su sorprendente resurrecci\u00f3n fue capaz de revelar la presencia amorosa del Dios Padre que le habitaba. No se trata aqu\u00ed de pedir a los j\u00f3venes un alto grado de coherencia \u00e9tica o de radicalismo evang\u00e9lico, sino de saber si tienen algo que podamos denominar experiencia de fe o experiencia religiosa. La comunidad es un camino de seguimiento compartido. Si no existe ese deseo de organizar y orientar la vida desde la perspectiva evang\u00e9lica hablar de comunidad queda fuera de lugar.
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\nPara adentrarse en esta aventura resulta, tambi\u00e9n, muy positivo haber saboreado a fondo el valor de compartir como forma de vida apasionante, exigente y llena de riqueza<\/em>. El cultivo de ciertos valores y actitudes permite encarnar culturalmente el ideal evang\u00e9lico de la comunidad. En mi propia experiencia tuvieron mucha importancia la profunda amistad que exist\u00eda dentro del grupo que iniciamos el proceso y que se hab\u00eda cultivado durante a\u00f1os; el esp\u00edritu cr\u00edtico y ut\u00f3pico de sus miembros, que no quer\u00edamos reproducir sin m\u00e1s el estilo de vida dominante en nuestro entorno; la enorme sensibilidad y el inter\u00e9s por todo cuanto nos rodeaba (a nivel social, familiar, religiosos, pol\u00edtico, etc.) y que demandaba una respuesta comprometida; cierta audacia para asumir opciones de tipo alternativo tanto en \u00e1mbito social como en el eclesial (objeci\u00f3n de conciencia, comunidad de bienes, revisi\u00f3n de vida, denuncia de ciertas pr\u00e1cticas eclesiales, etc.). Quienes han hecho suyas, poco a poco, las actitudes del perd\u00f3n, de la comunicaci\u00f3n, del discernimiento, del compartir o del servicio, y disfrutan con ellas, aspirar\u00e1n de forma natural a vivir de forma estable de esa manera.
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\nOtro factor que suele resultar estimulante para las fraternidades nacientes radica en la existencia de referencias comunitarias adultas<\/em>, al menos, sugerentes. Porque el mayor \u201cantisigno\u201d que pueden percibir los j\u00f3venes en la Iglesia es la inexistencia de grupos de cristianos que sepan encarnar el Evangelio en la vida adulta. Cuando esto ocurre, el mensaje que estamos dirigiendo a las nuevas generaciones, consciente o inconscientemente, consiste en que el proyecto de Jes\u00fas es inviable o poco interesante. Ellos sacar\u00e1n la l\u00f3gica consecuencia de que el seguimiento de Jes\u00fas vale, todo lo m\u00e1s, para la etapa juvenil de la vida; aquella en la que el entusiasmo propio de la edad, la disponibilidad de tiempo y la b\u00fasqueda de experiencias intensas convierten en atractivos los valores del Evangelio. Cuando llegue el momento de \u201csentar la cabeza\u201d optar\u00e1n por adoptar un patr\u00f3n de vida convencional. Estos referentes comunitarios no tienen por que ser necesariamente extraordinarios, aunque si deber\u00edan poder mostrar la alegr\u00eda, vitalidad y fecundidad de la fe cristiana. Los j\u00f3venes no tienen por qu\u00e9 imitar a quienes van delante de ellos, pero s\u00ed necesitan modelos adultos con los que confrontar sus propias intuiciones para poder elegir su propio camino, como ocurre, por otra parte, en los campos profesional, sociopol\u00edtico o familiar. Por desgracia, en los \u00faltimos a\u00f1os, la distancia generacional entre los j\u00f3venes y la mayor\u00eda de los miembros de la Iglesia se ha hecho excesiva. La pr\u00e1ctica ausencia de la generaci\u00f3n intermedia dificulta de forma muy significativa el est\u00edmulo de las referencias cercanas.
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\nEn el inicio de la aventura comunitaria resulta tambi\u00e9n positivo poder contar con alguna persona que tenga competencia en el acompa\u00f1amiento personal y grupal<\/em>. Una comunidad cristiana es un grupo original, tanto desde el punto de vista de la din\u00e1mica creyente, como desde la din\u00e1mica relacional. Para impulsar su desarrollo no basta conocer algunas nociones b\u00e1sicas sobre psicolog\u00eda y sociolog\u00eda de los peque\u00f1os grupos, aunque tales conocimientos puedan resultar de suma utilidad. Y, lo cierto, es que no abundan por nuestras latitudes las escuelas dedicadas a la formaci\u00f3n de animadores comunitarios. Sin ellos, o sin la posibilidad de poder confrontar con personas expertas en la vida comunitaria ajenas al propio grupo los pasos que se van dando, todo el camino se vuelve m\u00e1s dif\u00edcil. En el caso de que el catequista que hab\u00eda animado al grupo hasta ese momento sea quien le acompa\u00f1e en esta nueva etapa, el reto consistir\u00e1 en que su presencia y protagonismo vaya reduci\u00e9ndose, a fin de que el grupo vaya asumiendo una responsabilidad y autonom\u00eda cada vez mayores. La ausencia de un acompa\u00f1ante espec\u00edfico podr\u00eda suplirse, en la medida en la que el grupo pudiera compartir y contrastar su andadura con otros grupos afines cada cierto tiempo.
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\nFinalmente, doy mucha importancia a lo que podr\u00edamos llamar el \u201cflechazo\u201d por la vida comunitaria<\/em>. En un contexto marcado por el individualismo competitivo, por la multiplicaci\u00f3n de los contactos pero la carencia de relaciones estables y de comunicaci\u00f3n profunda, por el temor a los v\u00ednculos personales y a los compromisos duraderos con valores y causas, no parece f\u00e1cil que surja el deseo de hacer comunidad si faltan las experiencias fuertes en las que se descubra que compartir la fe y la vida pueden ser pr\u00e1cticas que sintonizan con los anhelos humanos m\u00e1s radicales, parcialmente anestesiados por el ambiente. Quienes estamos en esto podemos poner fecha y lugar a esa convivencia, esa Pascua, esos ejercicios, ese campo de trabajo, esa experiencia de cooperaci\u00f3n, ese testimonio personal, esa estancia en Taize, esa visita a un monasterio o a una comunidad de base en la que el sue\u00f1o narrado en el libro de los Hechos de los Ap\u00f3stoles logr\u00f3 atrapar nuestro coraz\u00f3n: \u201cAcud\u00edan asiduamente a la ense\u00f1anza de los ap\u00f3stoles, a la convivencia, a la fracci\u00f3n del pan y a las oraciones\u201d (He 2, 42), \u201cLa asamblea de los creyentes tenia un solo coraz\u00f3n y una sola alma. Nadie consideraba como suyo nada de lo que pose\u00eda, sino que todo lo ten\u00edan en com\u00fan\u201d (He 4, 32). Es el descubrimiento de una convicci\u00f3n: \u201cDios me dio hermanos\u201d, como ha expresado bellamente Jos\u00e9 Luis P\u00e9rez[4]<\/a>. Jean Vanier, fundador de las comunidades del Arca, en las que conviven personas aquejadas de ciertas enfermedades con otras m\u00e9dicamente sanas, contaba as\u00ed su \u201cenamoramiento\u201d de la vida comunitaria: \u201cNo hay nada m\u00e1s bello que una comunidad donde se empieza a amar realmente y a tenerse confianza los unos en los otros. \u201cVed: qu\u00e9 dulzura, qu\u00e9 delicia, convivir los hermanos unidos. Es ung\u00fcento precioso en la cabeza… que baja por la barba de Aar\u00f3n\u201d (Sal 133). Nunca he llegado a entender muy bien esta referencia a la barba de Aar\u00f3n, sin duda porque nunca he tenido barba. Pero si el perfume que se desliza por una barba produce una sensaci\u00f3n tan asombrosa como la vida en com\u00fan, debe ser maravilloso\u201d[5]<\/a>.
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\n\u00bfCu\u00e1ndo se da el paso de grupo a comunidad<\/em>? Es \u00e9sta una pregunta que preocupa a algunos j\u00f3venes para quienes la palabra comunidad puede generar, en ocasiones, sentimientos ambivalentes: algunos desean ser comunidad cuanto antes; otros tienen miedo a la palabra, por haberla idealizado demasiado. Al igual que ocurre en el desarrollo personal, donde no resulta f\u00e1cil distinguir el paso de la infancia a la adolescencia o de la juventud a la adultez, tampoco resulta sencillo se\u00f1alar cuando un grupo cristiano posee las notas que aconsejan definirlo como comunidad. En mi modesta opini\u00f3n, deber\u00edamos llamar comunidad a aquel grupo cristiano que se siente convocado por Jes\u00fas para compartir seriamente la fe, la vida y el compromiso a favor del reinado de Dios, cuando su proyecto tiende a la estabilidad y cuando sus miembros aspiran a vivir en \u00e9l todas las dimensiones de la vida cristiana (oraci\u00f3n, fraternidad, servicio, discernimiento, celebraci\u00f3n…). Si la agrupaci\u00f3n es de tipo temporal (p.e. un catecumenado) o si se dedica a desarrollar s\u00f3lo alguna de las acciones de la vida cristiana (p.e. la oraci\u00f3n o una acci\u00f3n pastoral), deber\u00edamos denominarlo grupo o equipo. Por otra parte, no se es cristiano o comunidad de una forma n\u00edtida y de una vez para siempre, la din\u00e1mica creyente consiste en aspirar a ser, m\u00e1s plenamente, aquello que ya se es en cierta medida.
\n <\/p>\n\n
\nSuponiendo que un grupo cristiano desee iniciar el camino comunitario, parece oportuno que intente clarificar una serie de cuestiones b\u00e1sicas en el terreno de los hechos. Porque, efectivamente \u201cdel dicho al hecho, hay mucho trecho\u201d, todo colectivo necesita atravesar por una etapa de definici\u00f3n y configuraci\u00f3n inicial en el que se ir\u00e1 clarificando, poco a poco, qu\u00e9 es el grupo y cu\u00e1l es su misi\u00f3n.
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\nJos\u00e9 M\u00aa Fern\u00e1ndez Martos ha expresado con precisi\u00f3n algunos desaf\u00edos que cualquier grupo que quiera avanzar por la senda comunitaria deber\u00eda plantearse[6]<\/a>:
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\na) El descubrimiento y cultivo de la identidad cristiana del grupo<\/em>. Porque, lo normal, es que predominen en un primer momento motivaciones muy plurales: el deseo de transformar la realidad, el ideal de participar en un grupo perfecto, la experiencia de la amistad con los miembros del grupo, la necesidad de ser aceptado, etc. S\u00f3lo, poco a poco, se descubre que la comunidad nace, m\u00e1s radicalmente, de una llamada de Dios que nos invita a compartir y a tratarnos como hermanos a los que somos diferentes, limitados, pecadores. No asumir este reto supone introducir en el proyecto un veneno de efecto retardado que terminar\u00e1 conduci\u00e9ndonos a la decepci\u00f3n, cuando los dem\u00e1s o nosotros mismos \u201cno demos la talla\u201d, cuando las actividades dejen de ser gratificantes, cuando los resultados sean pobres, cuando lleguen los inevitables conflictos interpersonales. En definitiva, opino que \u201cSi el Se\u00f1or no construye la casa, en vano se cansan los alba\u00f1iles\u201d (Sal 126, 1)
\nb) Clarificar la misi\u00f3n del grupo<\/em>, lo que implica definir sus metas, su ideario, su talante, su carisma. Es cierto que toda comunidad cristiana, como la Iglesia en su conjunto, existe para ser signo e instrumento del reinado de Dios. Pero, dado que cada grupo humano lee el Evangelio en unas circunstancias \u00fanicas y que la riqueza del mensaje de Jes\u00fas es enorme, cada grupo creyente suele hacer una interpretaci\u00f3n propia de ese mensaje, se encuentra mas sensible a ciertas exigencias y descubre modos concretos de encarnarlas. Nadie podemos ser todo al mismo tiempo. La identidad de un grupo es el horizonte ut\u00f3pico de valores que unifica las energ\u00edas y estimula el crecimiento de todos. Por eso el grupo habr\u00e1 de plantearse: \u00bfpara qu\u00e9 somos comunidad aqu\u00ed y ahora?
\nc) Definir unos criterios de participaci\u00f3n y pertenencia<\/em>. Es imposible que un grupo crezca si no sabe con qui\u00e9n cuenta y para qu\u00e9, en qu\u00e9 es necesaria la unidad y en qu\u00e9 es leg\u00edtima la diferencia. Todo grupo tiene sus criterios o normas de funcionamiento, sean explicitas e impl\u00edcitas. Como sobre ellos se construyen las expectativas de todos, es preciso que sean transparentes, justos, asequibles y consensuados. Cuando esto no ocurre, el malestar y el enfrentamiento est\u00e1n asegurados. Es muy positivo que los criterios de pertenencia sean realmente claros y asequibles para que todos los miembros del grupo puedan saber a que atenerse y realizar su aportaci\u00f3n. Sin embargo, no deber\u00edan convertirse en un nivel estricto de cumplimiento legalista, porque ello iniciar\u00eda una din\u00e1mica de m\u00ednimos contraria a la l\u00f3gica generosa del Evangelio que exige, a cada cual, seg\u00fan sus talentos.
\nd) Establecer una estructura organizativa m\u00ednima<\/em>, para que el grupo pueda llevar a cabo sus actividades con normalidad. Resulta evidente que cualquier grupo humano necesita organizar el tiempo, el espacio y todos sus recursos para cumplir con su misi\u00f3n. No existen formas organizativas que sean necesariamente las mejores en todos los casos. Parece que la sensatez indica que las estructuras deben estar al servicio de las tareas del grupo y no viceversa. Aunque la palabra suene mal en ambientes \u201cpiadosos\u201d, en todo colectivo existe el poder. La cuesti\u00f3n es saberlo ejercer de un modo evang\u00e9lico, es decir, dando la palabra a todos y facilitando la participaci\u00f3n de los m\u00e1s d\u00e9biles o limitados. Si nadie asume las responsabilidades o si \u00e9stas son monopolizadas por algunos, el futuro del proyecto comunitario ser\u00e1 poco halag\u00fce\u00f1o.
\ne) Dinamizar de un modo sano la comunicaci\u00f3n y las relaciones afectivas<\/em>. Se trata de las realidades m\u00e1s ricas de un grupo cristiano pero, al mismo tiempo, de las m\u00e1s delicadas. Por una parte, conviene aprender a distinguir las caracter\u00edsticas propias de la fraternidad cristiana (que nos une por la fe), de otras formas de amor diferentes (amistad, enamoramiento, compa\u00f1erismo). Por otra parte, no todos tenemos las habilidades necesarias para comunicarnos sincera y respetuosamente con los dem\u00e1s, para expresar nuestros sentimientos y acoger los de los otros. Por ello, el aprendizaje de la inteligencia emocional y relacional (para el que la escuela no prepara suficientemente) y la creaci\u00f3n de cauces para resolver los conflictos de un modo constructivo, deben ser preocupaci\u00f3n prioritaria de los grupos que comienzan.
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\nPara afrontar con \u00e9xito los cinco interrogantes enumerados, resulta decisivo descubrir y desarrollar la ministerialidad comunitaria<\/em>. Esta se asienta en dos convicciones. Primera: si no surgen personas capaces de responsabilizarse de la animaci\u00f3n y realizaci\u00f3n de las tareas b\u00e1sicas de un grupo, \u00e9ste languidece o se sumerge en el caos. Segunda: las personas no poseen id\u00e9nticas cualidades y cada servicio requiere de unas competencias espec\u00edficas. En este terreno cabe realizar un par de precisiones de orden pr\u00e1ctico. Ser\u00eda ideal que todas las comunidades pudieran contar con un presb\u00edtero que expresara la centralidad de Jes\u00fas en la vida de la comunidad y su vinculaci\u00f3n con todos los dem\u00e1s grupos de la Iglesia. Desgraciadamente, muchos grupos juveniles no pueden contar con la participaci\u00f3n de un cura. No obstante, con o sin su presencia, la cuesti\u00f3n de los ministerios y de los carismas afecta a todos sus miembros. Todos los hermanos tienen que asumir alguna responsabilidad dentro de la vida comunitaria, lo que no significa que nadie tenga un poder o control absoluto sobre ninguna de sus dimensiones o que todas las personas tengan que hacer la mismas cosas. El ejercicio correcto de un ministerio requiere del discernimiento de todos para ver si existe verdadera vocaci\u00f3n de ayuda, que ese servicio se armonice con el resto, que su ejercicio est\u00e9 sometido a la revisi\u00f3n com\u00fan y que se eval\u00fae por la capacidad de implicar a todos en la actividad de la que se es responsable. Lo deseable es que el esp\u00edritu fraternal e igualitario aleje todo indicio de estilo autoritario en el ejercicio de las responsabilidades, pero ello no deber\u00eda conducir tampoco a la desorganizaci\u00f3n o a dejar la din\u00e1mica comunitaria dependiente del estado de \u00e1nimo de los hermanos. La sensibilidad igualitaria y participativa propia de la cultura actual, deber\u00eda ser un est\u00edmulo para la recuperaci\u00f3n de una din\u00e1mica ministerial sana y rica.
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\nOtro requisito elemental para crecer en la fraternidad consistir\u00e1 en el cultivo m\u00ednimo de todas las dimensiones comunitarias b\u00e1sicas<\/em>. Es dif\u00edcil se\u00f1alar desde fuera los ritmos y la intensidad con las que un grupo ha de vivir la oraci\u00f3n, la revisi\u00f3n de vida, la comunicaci\u00f3n de bienes, la formaci\u00f3n teol\u00f3gica, el an\u00e1lisis de la realidad, el compromiso social, el expresamente evangelizador o la celebraci\u00f3n lit\u00fargica. De lo que cabe poca duda es de que, los grupos que olvidan sistem\u00e1ticamente cualquiera de las acciones mencionadas, terminan por deteriorar su calidad de vida cristiana. Estos elementos no est\u00e1n simplemente yuxtapuestos, sino que se articulan y complementan. Una oraci\u00f3n sin conversi\u00f3n y servicio no es oraci\u00f3n cristiana, sino otra cosa. Un compromiso carente de espiritualidad puede ser una forma de farise\u00edsmo progresista disfrazado. La celebraci\u00f3n sin implicaci\u00f3n en la vida es alineaci\u00f3n religiosa; el an\u00e1lisis sin discernimiento, mera erudici\u00f3n. El Se\u00f1or gu\u00eda a sus disc\u00edpulos s\u00f3lo en la integraci\u00f3n de todos los elementos mencionados y, cada uno de ellos, precisa de una atenci\u00f3n especial.
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\nSe\u00f1alaba J\u00fcrgen Moltmann que resulta f\u00e1cil querer a los que son iguales a nosotros y satisfacen nuestras expectativas, o durante los momentos en los que un grupo inicia su camino y todos mostramos nuestro mejor rostro[7]<\/a>. No lo es tanto amar a los diferentes, a los que no responden a nuestras demandas o cuando el paso del tiempo comienza a multiplicar los roces y las decepciones, algo inevitable cuando hablamos de relaciones afectivas intensas, cuando se comparte en profundidad y cuando se da una fuerte interdependencia. Todas las relaciones intensas de amor, las que m\u00e1s felicidad nos proporcionan, son tambi\u00e9n las que precisan de permanente cuidado. Por ello, la creaci\u00f3n de mecanismos de revisi\u00f3n, resoluci\u00f3n de conflictos y correcci\u00f3n fraterna <\/em>resulta decisiva para la vida duradera de un grupo. Que existan momentos peri\u00f3dicos en los que de modo sistem\u00e1tico se puedan sanear las relaciones en un clima de fe, humildad, sinceridad y cari\u00f1o es la mayor garant\u00eda para el crecimiento del amor. S\u00f3lo as\u00ed la comunidad podr\u00e1 ser un \u201clugar de perd\u00f3n y fiesta\u201d.
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\nPor \u00faltimo, quiero destacar otro elemento que ayuda a consolidar la experiencia comunitaria: la apertura externa<\/em>. Frente al a tentaci\u00f3n narcisista de vivir de s\u00ed y para s\u00ed, tan frecuente en j\u00f3venes y no tan j\u00f3venes, no hay mejor terapia grupal que la de abrirse a las necesidades de los dem\u00e1s seres humanos y, en ellas, a la voluntad de Dios. Adem\u00e1s, cualquier grupo juvenil necesita encontrar fuera el \u201calimento s\u00f3lido\u201d que le nutra y vigorice para la praxis cristiana. Llegado un momento no resultan suficientes \u201cun par de charlas anuales y tres fotocopias\u201d. Se hace imprescindible asistir a ciclos de conferencias, retiros de oraci\u00f3n, encuentros intercomunitarios, congresos de teolog\u00eda, poder leer libros y revistas especializadas, etc. De igual modo, termina siendo de importancia capital establecer alg\u00fan tipo de vinculaci\u00f3n eclesial firme. La peque\u00f1a comunidad es una realidad rica pero fr\u00e1gil, que requiere el apoyo de instituciones eclesiales m\u00e1s amplias, como las parroquias, los arciprestazgos, los movimientos, etc., a las que puede aportar su frescura y vitalidad No se trata s\u00f3lo de una obligaci\u00f3n jur\u00eddica, sino de una necesidad eclesial y vital. Cualquier comunidad aislada corre un claro peligro de desaparici\u00f3n si sufre alguna crisis interna o de progresiva sectarizaci\u00f3n si pierde el contacto con el resto de la Iglesia.
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\nCuando el recorrido del grupo comunitario juvenil va dilat\u00e1ndose, pueden surgir numerosas circunstancias que constituyan tanto ocasiones de crisis como oportunidades de crecimiento. Ser\u00eda pretencioso aspirar a enumerarlas todas. No obstante, s\u00ed podemos se\u00f1alar algunos aprendizajes que resultar\u00e1n particularmente necesarios.
\na) Afrontar con decisi\u00f3n y lucidez la transici\u00f3n a la vida adulta<\/em>
\nSon muy frecuentes los casos en los que grupos juveniles, aparentemente s\u00f3lidos, se desmoronan cuando la mayor parte de sus miembros, que hab\u00edan compartido la condici\u00f3n de estudiantes, toman las decisiones que configurar\u00e1n su vida adulta. Si la elecci\u00f3n de profesi\u00f3n, el tipo y jornada de trabajo, la formaci\u00f3n de la pareja y la familia, la ubicaci\u00f3n geogr\u00e1fica, la gesti\u00f3n del dinero o la estructuraci\u00f3n del tiempo se realizan al margen o en contra de los criterios evang\u00e9licos y sin tomar en cuenta las necesidades de la vida comunitaria, la experiencia de fe vivida anteriormente puede ser insuficiente para mantener la vocaci\u00f3n primera. De hecho, estas opciones concretas dan contenido real a nuestra opci\u00f3n fundamental. Casi nadie es capaz de mantenerse en el camino de seguimiento de Jes\u00fas, si las elecciones que dan estabilidad a la vida adulta no est\u00e1n en cierta sinton\u00eda con esa orientaci\u00f3n. Casi nadie puede estar contento manteniendo una esquizofrenia vital permanente o defendiendo sus opciones a contracorriente de las circunstancias en las que se desenvuelve su existencia cotidiana. Como suele decir Jes\u00fas Sastre: \u201ca largo plazo, todos hacemos lo que nos da la gana\u201d. Y lo que a los cristianos nos da la gana, porque hemos aprendido una manera particular de ser felices es buscar en nuestro trabajo una forma de servicio, emplear una parte de nuestro tiempo en ejercer la militancia pol\u00edtica o el voluntariado, compartir nuestros ingresos con quienes tienen menos, hacer de nuestra familia una escuela de libertad, justicia y solidaridad, practicar un ocio alternativo, vivir de un modo sencillo y cerca de la gente m\u00e1s humilde, superar el estr\u00e9s mediante el cultivo del canto, la alabanza, el encuentro, etc. Lo dicho, no obstante, no pretende ser una llamada a pedir radicalismos heroicos o puritanismos religiosos. La realidad muchas veces no se amolda a nuestros deseos y esa es una ense\u00f1anza b\u00e1sica de la vida adulta. Estamos llamados ha elegir, dentro de nuestras posibilidades, los caminos que nos parezcan mas acordes con el esp\u00edritu de las bienaventuranzas, evitando tanto el perfeccionismo como el autoenga\u00f1o.
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\nb) Introducir una din\u00e1mica de renovaci\u00f3n continua<\/em>
\nEl paso del tiempo erosiona todo lo humano, de ah\u00ed la pertinencia de la expresi\u00f3n: \u201crenovarse o morir\u201d. En la vida de los grupos ese desgaste puede ser a\u00fan mayor que en la realidad personal. Por ello, una comunidad que no quiera verse presa de la rutina, el des\u00e1nimo, el deterioro de las relaciones, el apoltronamiento y la p\u00e9rdida de la fe, tiene que crear estructuras que impulsen la revitalizaci\u00f3n. El enfado de los miembros m\u00e1s din\u00e1micos del grupo suele conducir a reacciones defensivas de quienes no quieren asumir nuevos retos y a un enrarecimiento del ambiente poco favorecedor del cambio y la mejora. Suelen ser mucho m\u00e1s positivos que la recriminaci\u00f3n y la cr\u00edtica, el recurso al est\u00edmulo positivo y la integraci\u00f3n en la programaci\u00f3n general de momentos para la revisi\u00f3n personal y comunitaria. El hecho de que todo cristiano, por definici\u00f3n, tenga que asumir una actitud de conversi\u00f3n y crecimiento personal, puede facilitar la expresi\u00f3n sistem\u00e1tica de los objetivos personales y colectivos, el establecimiento de medios para alcanzarlos y la evaluaci\u00f3n de los resultados alcanzados. El verdadero sentido de la revisi\u00f3n de vida y de la correcci\u00f3n fraterna no consiste en juzgar a los dem\u00e1s en nombre de Dios o en medirlos con nuestros propios criterios, sino en ofrecer un elemento de contraste, a modo de espejo, para confrontar lo que cada hermano dice haber descubierto como voluntad de Dios en su vida, y la respuesta que va dando a esa llamada. Nadie podemos sustituir a nadie, pero s\u00ed podemos ayudarnos a ser mejores en el plano individual y en el comunitario. Ni que decir tiene que el contraste ha de realizarse desde el respeto, la empat\u00eda, el cari\u00f1o y la intenci\u00f3n de ayudar al otro. Pero, si faltan los mecanismos habituales de revisi\u00f3n, se acumular\u00e1n los resentimientos, toda interpelaci\u00f3n ser\u00e1 vista como una amenaza y la decadencia terminar\u00e1 atenazando al grupo.
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\nc) Encontrar un espacio eclesial estimulante y enriquecedor<\/em>
\nDada la situaci\u00f3n actual de la Iglesia, muchos grupos juveniles no encuentran f\u00e1cil acomodo en las estructuras parroquiales. Por desgracia, el cambio de sacerdotes o el crecimiento del esp\u00edritu cr\u00edtico de los j\u00f3venes cuando aumentan de edad conducen a frecuentes choques que se saldan, en muchos casos, con la salida de las comunidades del espacio en el que nacieron. Adem\u00e1s, son pocas las parroquias o colegios religiosos en los que el n\u00famero de experiencias comunitarias sea numeroso. En consecuencia, aquellos grupos que no forman parte de familias comunitarias con copyright<\/em> o vinculadas a congregaciones religiosas se encuentran en una situaci\u00f3n de cierta orfandad y necesitan descubrir lugares en los que puedan vivir la eclesialidad de su fe y donde puedan llevar a cabo una labor pastoral reconocida, celebrar los sacramentos o compartir sus vivencias. De ah\u00ed, la conveniencia de crear v\u00ednculos con otras comunidades juveniles con las que se pueda intercambiar experiencias, b\u00fasquedas, proyectos, reflexiones, amistad y fiesta. Por otra parte, no es sano que la vivencia eclesial est\u00e9 marcada por la cr\u00edtica. Es, con mucho, preferible que las energ\u00edas se orienten a crear zonas eclesiales de coloridos y tonalidades diversas que, sin convertir a la Iglesia en una \u201cfederaci\u00f3n de sectas\u201d, si la permitan aparecer como una realidad pluriforme en la que prime el respeto y el di\u00e1logo. La pluralidad del mundo juvenil y de la sociedad actual en su conjunto deber\u00edan ayudarnos a reconocer la riqueza que encierra la diversidad.
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\nd) Desarrollar capacidades de adaptaci\u00f3n a los cambios y a la diversidad<\/em>
\nEl punto de partida de los grupos cristianos juveniles suele estar caracterizado por la homogeneidad (misma edad, mismo barrio, a veces mismo colegio, misma espiritualidad, etc). Como es l\u00f3gico, el paso del tiempo introducir\u00e1 profundas modificaciones en esta situaci\u00f3n: incorporaci\u00f3n de nuevos miembros, marcha de otros antiguos, dispersi\u00f3n de horarios estudiantiles y mayor aun de los laborales, situaciones econ\u00f3micas diversas, altibajos en la experiencia de fe, cansancios y recuperaciones, formaci\u00f3n de parejas en diferentes momentos, nuevos proyectos, llegada de los primeros hijos. M\u00e1s adelante, pueden ocurrir \u201cfen\u00f3menos mayores\u201d que pongan en cuesti\u00f3n la vida en su conjunto: enfermedades graves, desempleo o pluriempleo, cambios de residencia, rupturas afectivas, nuevas relaciones, etc. Si un grupo ha asumido una forma estandar de funcionamiento y pretende mantener la \u201cf\u00f3rmula\u201d inalterable en el tiempo, sean cuales sean las circunstancias que atraviesan los miembros del grupo, estar\u00e1 cavando su propia fosa. Salvo quienes se encuentren a gusto con el promedio del grupo, los dem\u00e1s se encontrar\u00e1n asfixiados por el ritmo excesivo o quemados por su lentitud. La flexibilidad, que no ha de confundirse con la acomodaci\u00f3n, es una virtud de los grupos. La duraci\u00f3n de una comunidad depende tanto de la fidelidad a las intuiciones de fondo que la dieron origen como a la creatividad para adaptarse con realismo y esperanza a las situaciones de cada momento, intentando llegar lo mas lejos posible en el amor que es, en definitiva, el n\u00facleo de nuestra fe. Aunque no venga mal practicar una cierta gimnasia de mantenimiento comunitario, resulta necesario adaptar el \u201cvestido\u201d al cuerpo que lo utiliza y al clima en el que se emplea, y no al contrario. Aunque aprender a combinar sanamente en un grupo la radicalidad evang\u00e9lica y la pluralidad de respuestas lleva su tiempo y, casi siempre, ciertas dosis de sufrimiento, pocas cosas producen tanto gozo y resultan tan significativas para nuestros contempor\u00e1neos como la perseverancia en el tiempo de las relaciones de fraternidad y la capacidad de integrar a los que somos muy diferentes en un proyecto com\u00fan.
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\ne) Descubrir modos enriquecedores de vivir ciertos \u201ctemas calientes\u201d<\/em>
\nLa experiencia se\u00f1ala que la comunicaci\u00f3n de bienes, las relaciones interpersonales, la constancia en el compromiso, la correcci\u00f3n fraterna o la integraci\u00f3n de los \u00e1mbitos familiar, profesional y comunitario presentan dificultades recurrentes. Estas tensiones son m\u00e1s propias de las comunidades laicales que de las de la vida religiosa que han desarrollado, a lo largo de los siglos, mecanismos institucionales para atemperarlas. En algunos casos se puede mejorar notablemente la resoluci\u00f3n de estos desaf\u00edos, en otros hay que cargar pacientemente con las tensiones sin magnificarlas. Los cristianos tenemos algunos problemas que se derivan de intentar llevar a cabo valores apasionantes aunque dif\u00edciles. Acabar con ciertas tensiones puede conllevar la enorme factura de asumir una vida mediocre. Tener presente que el amor y la vida cuestan muchas veces el precio de la cruz no deber\u00eda sorprendernos a los seguidores de Jes\u00fas. Cuando surjan estas dificultades habr\u00e1 que discernir cuidadosamente si la ra\u00edz del problema se encuentra en el m\u00e9todo comunitario propuesto para vivir esas realidades o en una falta de actitudes personales para compartir. No es lo mismo, como dir\u00eda Alejandro Sanz, \u201cno poder\u201d, \u201cno saber\u201d, o \u201cno querer\u201d en estos \u00e1mbitos. Para evaluar adecuadamente la vida comunitaria no debemos olvidar tampoco el enorme influjo que tiene en nosotros la cultura del consumo, del bienestar, del individualismo. En este contexto, cada peque\u00f1a comunidad es un verdadero milagro (tanto en su sentido teol\u00f3gico como en el sociol\u00f3gico). Sin embargo, cuando, pese a las tensiones, se logra mantener la experiencia de la fraternidad a largo plazo se comprueba en la propia vida que, realmente, estamos hechos para el amor. Y el amor, cuando es verdadero, tiene vocaci\u00f3n de continuidad.
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\nNo estoy muy seguro de que las pistas pedag\u00f3gicas ofrecidas en las p\u00e1ginas precedentes sean siempre acertadas cuando se intentan aplicar a la vida de los grupos. S\u00ed lo estoy, sin embargo, de que los grupos que no se planteen de forma consciente y rigurosa los desaf\u00edos que se han enumerado, situadas en las distintas fases de la vida de una comunidad juvenil, tienen enormes posibilidades de disolverse sin haber llegado a cuajar como comunidades adultas, al margen de las mayores o menores cualidades de sus miembros. Algunos \u201cqu\u00e9s\u201d fundamentales han sido planteados; los \u201cc\u00f3mos\u201d deber\u00edan ser cuidadosamente discernidos comunitariamente y, posiblemente, deber\u00e1n ir cambiando conforme cambien las circunstancias internas de la comunidad o del entorno en el que vive. La fidelidad ha de referirse a la llamada actual de Jes\u00fas, no a los moldes, patrones o modelos con los que hemos contestado en el pasado.
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\nA la Iglesia de nuestras latitudes se le plantea en el futuro inmediato un dif\u00edcil dilema que expresado en sus extremos podr\u00eda formularse as\u00ed: o pasar a ser una gloriosa reliquia del pasado, con la encomienda de decorar ceremonialmente algunos actos sociales o familiares aislados, o constituirse en una red de comunidades fermento que aspiran a ser, no \u201cla chispa de la vida\u201d que adorna como el champagne al final de cualquier noche de diversi\u00f3n, sino testigos de la \u201cllama de amor viva\u201d que habita en lo m\u00e1s \u00edntimo de la existencia humana, alimentando nuestra lucha y nuestra fiesta. Pero la pertenencia eclesial efectiva de los j\u00f3venes, ser\u00e1 muy dif\u00edcil si faltan la experiencia personal de fe, la participaci\u00f3n activa en alg\u00fan grupo, el acompa\u00f1amiento cercano de algunos animadores y la realizaci\u00f3n de una tarea de servicio que merezca la pena.
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\nPara madurar en la vida comunitaria con vigor y salud mental ser\u00eda muy conveniente desarrollar tres cualidades evang\u00e9licas en cada miembro del grupo que, asumidas unilateralmente tienen sus peligros pero que, integradas de forma complementaria, son garant\u00eda de madurez personal y de crecimiento espiritual. Primero, saber descubrir, valorar y agradecer todo lo que Dios nos da cada d\u00eda gratis (la vida, el cuerpo, nuevos retos, los hermanos de comunidad, el amanecer, la comida, el trabajo…); cada uno podemos tener mil motivos de alabanza distintos. Segundo, aceptar, acoger, comprender e intentar curar las mil heridas y limitaciones que todos llevamos a cuestas, convencidos de que la misericordia infinita de Dios deber\u00eda inspirar la nuestra. Por \u00faltimo, estar siempre dispuestos a cambiar, a crecer, a mejorar, a entregarnos m\u00e1s a fondo, pues la exigencia razonable de nuestro Dios es signo de su paternidad: el no quiere hijos in\u00fatiles que no desarrollen todas sus potencialidades, jornaleros que no quieran trabajar, administradores que entierren sus talentos. Sin gratuidad, la comunidad muere asfixiada por las exigencias mutuas, amargada por \u201clo que no se hizo\u201d, por \u201clo que falta\u201d, por \u201clo que no tiene nuestro grupo\u201d, por \u201clo se hizo mal\u201d. Sin misericordia, el legalismo fariseo corroe la fraternidad y la cr\u00edtica implacable convierte la convivencia en un infierno. Con el pretexto de perseguir el Evangelio podemos convertirnos en verdaderos perseguidores de los hermanos. Sin una actitud de permanente conversi\u00f3n, la comunidad envejece, se burocratiza, se aburguesa, traiciona la misi\u00f3n para la que fue constituida y pierde la alegr\u00eda de la fe y la llama del Esp\u00edritu.
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\nComparto, finalmente, la convicci\u00f3n de Patxi Loidi cuando en su bell\u00edsima oraci\u00f3n Una comunidad que convence y llena<\/em>, sostiene que, en definitiva, lo \u00fanico importante, la \u00fanica condici\u00f3n de posibilidad verdaderamente necesaria y suficiente para hacer comunidad es permanecer abiertos a la utop\u00eda del Evangelio, no haberse cerrado a Jes\u00fas[8]<\/a>. Y si Jes\u00fas dijo que \u201cdonde haya dos o tres reunidos en mi nombre, all\u00ed estoy yo, en medio de ellos\u201d (Mt. 18, 20), no voy a ser yo quien le lleve la contraria.
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\n[1]<\/a> GONZ\u00c1LEZ CARVAJAL, Luis: Esta es nuestra fe. Teolog\u00eda para universitarios.<\/em>, Sal Terrae, Santander 2002, pp.126-136.
\n[2]<\/a> GONZ\u00c1LEZ FAUS, Jos\u00e9 I.: \u00bfPara qu\u00e9 la Iglesia?<\/em> Cuadernos CRISTIANISME I JUSTICIA n\u00ba 121, Barcelona, 2003, p.9.
\n[3]<\/a> Para profundizar en esta cuesti\u00f3n puede verse, G\u00d3MEZ SERRANO, Pedro Jos\u00e9: \u201cLa desembocadura de la pastoral de juventud\u201d, en Pastoral de ni\u00f1os y j\u00f3venes.<\/em> CCS, Madrid 1995., pp.259-295
\n[4]<\/a> PEREZ, Jos\u00e9 Luis: Dios me dio hermanos<\/em>, CCS, Madrid, 1993.
\n[5]<\/a> VANIER, Jean: Comunidad: lugar de perd\u00f3n y fiesta<\/em>, Narcea, Madrid, 1985, p. 14.
\n[6]<\/a> Para todo grupo que quiera caminar hacia la comunidad este art\u00edculo no tiene desperdicio. FERN\u00c1NDEZ-MARTOS, Jos\u00e9 M\u00aa: \u201c\u00bfC\u00f3mo diagnosticar la salud y din\u00e1mica de avance de un grupo comunitario?\u201d, Sal Terrae<\/em> n\u00ba 835. Santander, 1982, pp. 837-852.
\n[7]<\/a> MOLTMANN, J\u00fargen: Un nuevo estilo de vida. Sobre la libertad, la alegr\u00eda y el juego,<\/em> S\u00edgueme. Salamanca 1980, p. 21.
\n[8]<\/a> LOIDI, Patxi: Gritos y plegarias<\/em>, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1996, p. 472.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"