Y a todo esto ¿qué pasa con la escuela? ¿qué hacemos con ella?

1 septiembre 2003

Ángel Miranda, Delegado Nacional de Escuelas de los Salesianos
 
A mediados del pasado mes de Junio, en la ciudad alemana de Bensberg, en la periferia de Colonia, se celebraba un encuentro organizado por el Comité Europeo de la Escuela Católica (CEEC) en torno a dos temas de trabajo concretos: la libertad de enseñanza y la clase de Enseñanza Religiosa.
 
Los participantes en el encuentro éramos 28: 12 obispos procedentes de otros tantos países miembros de la U.E. o en vías de adhesión y otras 16 personas, religiosos, religiosas y laicos que dedicamos gran número de nuestras horas de trabajo a tareas de coordinación o animación de la escuela en distintos países.
 
No podía faltar en un encuentro de este tipo una cuestión de fondo: la presencia de la Iglesia en la Escuela y, por lo tanto, la presencia “pastoral” en la escuela, o sea, la pastoral escolar.
 
1. Un encuentro con interrogantes
El encuentro, aparte las posibilidades y horizontes que puede proporcionar sobre el tema, dio paso al intercambio de situaciones y planteamientos de fondo con preguntas explícitas de honda repercusión sobre la pastoral diocesana o institucional en las presencias escolares:
– La Escuela Católico como “servicio a la fe de los jóvenes”
– La Escuela Católica como “lugar” donde los jóvenes puedan vivir su fe
– La Escuela Católica en una sociedad multirreligiosa y multicultural
– La Escuela Católica capaz de traducir el saber, saber ser, saber hacer y saber convivir desde criterios evangélicos
– La Escuela Católica con presencia cada vez mas pequeña de referentes religiosos: religiosos/as…
– La Escuela Católica como única experiencia de fe para muchos alumnos y familias
– La Escuela Católica en medio de una sociedad liberal que se interroga continuamente sobre sus diferencias y aportaciones específicas
– La Escuela Católica como espacio para vivir en Comunidad una espiritualidad
– La Escuela Católica como lugar de encuentro y diálogo entre religiones diferentes
– La Escuela Católica para todos los que la solicitan o sólo para aquellos que son confesionalmente católicos
 
Y muchas más que afectan a la identidad de la Escuela Católica, considerada en el Concilio como “plataforma privilegiada de evangelización”.
 
2. Algunos puntos de referencia
Podemos afirmar que son dos los aspectos que van apareciendo en este y en otros encuentros nacionales o internacionales sobre la Escuela Católica como definitivos para la pervivencia y fortalecimiento de la presencia de la Iglesia en el ámbito de la Escuela: la identidad y la calidad de la oferta que realiza a la sociedad en general. Y esto cuando todos reconocemos estar inmersos de lleno en una sociedad secularizada que rompe no sólo con la Iglesia, sino con sus propias tradiciones morales o religiosas. Basta ver la polémica planteada en torno a la redacción de la Nueva Constitución Europea y la ausencia de referencia a sus raíces cristianas.
A pesar de ello, afirmaba el Profesor Verhack, de la Universidad de Lovaina, en su comunicación al encuentro de Bensberg que “la sociología más reciente nos permite caer en la cuenta de que esa secularización no se puede identificar con el final de toda religiosidad. Será necesario descubrir algunos elementos de la nueva religiosidad.”
 
Desde esa perspectiva, y con esa esperanza, podemos afirmar que la apreciación del Concilio Vaticano II en la “Gravissimum Educationis” sigue siendo plenamente actual aunque habrá que seguir leyéndola en las perspectivas que ofrecen otros documentos como pueden ser el documento sobre la “Escuela Católica en el tercer milenio” o el de la “Presencia de los consagrados en la Escuela Católica” o el que se está preparando sobre la presencia de los laicos católicos. Será cuestión de mirar al futuro con sentido de “profecía”, es decir, apostando una y otra vez por la libertad y el amor a la verdad como claves de respuesta a las preguntas permanentemente nuevas que nos plantea la vida de nuestra escuela.
 
3. Y hablamos de Pastoral
 
A la hora de plantearnos algunas claves de evaluación de la acción pastoral en la Escuela Católica o la que realizan tantos y tantas seglares creyentes en la Escuela Pública conviene tener en cuenta algunos criterios ineludibles:
 
* “La escuela católica debe ser ante todo una escuela” -afirma el Concilio Vaticano II-, lo que exige redefinir los valores y las finalidades sobre las que queremos construir nuestra escuela, también en la sociedad multicultural y multirreligiosa actual porque,
– ¿qué es eso de la verdadera escuela?
– ¿no tienen demasiado protagonismo lo escolar frente a lo pastoral?
– ¿se pueden aplicar los criterios escolares de nota, de evaluación… a la pastoral?
 
* “La escuela es lugar privilegiado de presencia activa en el mundo de la cultura” -afirma más adelante-, lo que debería marcar el proyecto de diálogo fe-cultura-vida que debe presidir la acción pastoral en la escuela. Pero vuelven las preguntas:
– ¿cómo hablar con la cultura actual que es “anti” o que no tiene elementos de conexión con nuestra propuesta religiosa?
– ¿cómo se hace eso en las áreas no religiosas como las matemáticas, la física o la informática, por ejemplo?
– ¿es posible entrar en el mundo de la cultura cuando la propia cultura rechaza o ignora el hecho religioso?
* “Una escuela que evangeliza educando y educa evangelizando”, que se convierte en Buena Noticia, en noticia de salvación para todos los miembros de la Comunidad Educativa. Pero:
– ¿Qué hacer cuando tienen todo y no sienten necesidad de salvación?
– ¿Cómo luchamos con tantas buenas noticias?
– ¿ Cómo educar cuando tantas cosas – familia, televisión, calle… – deseducan?
 
Lo que ocurre es que nos pasa como a los grandes profetas del Antiguo Testamento: “soy pequeño” “tengo los labios impuros” o “¿cómo será eso si …?
 
Un buen desafía: tener el olfato, la sensibilidad y el buen sentido del “profeta” que es capaz de leer la novedad de la presencia de Dios en la escuela, a partir de los signos que aparecen como llamada a la novedad o como seguridad de la cercanía del Dios que camina con nosotros.
 
4. La Escuela Católica en Europa
Las estadísticas del 2000-2001 indican que en la U.E. existen 38942 centros de identidad católica que cuentan con unos 7.750.000 alumnos, cuyo porcentaje respecto al alumnado general de los países va desde el 57,80 de Bélgica, el 29 de Holanda o el 19,60 de España, hasta el 10% de Italia, el 7,8 de Gran Bretaña y Gales, el 5,5 de Austria, el 3,7 de Portugal y cantidades inferiores al 1% en Bosnia, Chequia, Grecia o Noruega, entre otros.
Podríamos analizar, también los niveles de financiación pública de la Enseñanza Católica que experimenta enormes desigualdades en los distintos países, entre los que España resulta estar en cierta situación de privilegio respecto a la media.
 
Tampoco resulta difícil constatar el descenso casi geométrico de la presencia de religiosos y religiosas en la Escuela, por la disminución de vocaciones, por el incremento de la edad o, en muchos casos, por la diversificación y reorientación de la presencia y distribución de fuerzas pastorales por parte de las entidades de Iglesia.
 
En medio de ello la revista L’express del pasado 12 de Junio, en Francia, presenta un artículo de divulgación sobre la “Huida de la escuela hacia el sector privado” fijándose de manera especial en el crecimiento desmesurado de la demanda de la “catho” en el ámbito de las familias francesas que, en su mayoría, han crecido en un clima de enseñanza “libre y laica”.
Se trata de un fenómeno que se refleja, incluso, en el ámbito de la inmigración musulmana o de otras religiones, lo que permite comprender que esta determinación por la enseñanza católica se mantiene más sobre razones “educativas” que sobre razones “escolares o académicas”.
 
¿Cómo armonizar este dato positivo y bastante común en otros países europeos con el descenso de la práctica religiosa en Europa donde del 35% al 45% de los españoles – mucho menos el algunas regiones – o el 12% de los franceses dicen acudir a misa sólo una vez al mes?
 
¿Cómo armonizarlo con el abandono, rechazo o simple pasotismo respecto de los criterios y la normativa moral católica sobre diferentes campos de la vida humana como la sexualidad, la investigación científica o la convivencia de pareja? ¿Es sólo cuestión de anunciar con descaro a Jesús y su mensaje? ¿Es cuestión de que la Escuela Católica no es fiel a su misión? ¿Será que los cristianos en la escuela ocultan su propia identidad? Y más preguntas que forman parte del diálogo, del debate o de la discusión más acalorada sobre la Pastoral de la Escuela.
 
5. Eso de la Pastoral en la Escuela
Estamos ante fenómenos que como la ropa de nuestros adolescentes, o los estilo musicales que les apasionan, se hacen presentes en todas las latitudes donde, si como en España, deriva hacia una demanda creciente de puestos escolares en la Enseñanza Privada y Católica en concreto a pesar de las dificultades o prioridades políticas respecto a la Enseñanza Pública, no deja de plantear interrogantes a los modos o esquemas de pastoral escolar como propuesta de “salvación”, animada por el “Espíritu Santo”, con repercusión en “situaciones concretas de vida”.
 
El reciente estudio de FERE-SM sobre la Significatividad Social de la Escuela Católica en España, que está resultando paradigmático para otros países de nuestro entorno europeo, pone de relieve las motivaciones desde las que las familias eligen el centro católico para sus hijos. Y no deja de llamar la atención que pese al crecimiento numérico de la demanda, o a pesar de la imagen positiva que la Escuela Católica tiene en la sociedad, los criterios prioritarios de elección se centran más en la proximidad del centro a la vivienda familiar, o la seguridad de los hijos o el nivel académico y el orden que se mantiene en la Escuela, que en la identidad católica o en la oferta explícitamente pastoral de los centros.
 
6. Cambios en las claves de evaluación
 
Por eso no resulta fácil concretar los datos para una evaluación objetiva de la acción pastoral de la Escuela Católica. Porque todo va a depender de los objetivos que se planteen para esa labor pastoral, puesto que los resultados y la calidad del trabajo habrá que medirlos a partir de los objetivos propuestos.
 
Una observación desde la práctica, para comprender mejor este tema. Hace años, las actividades “pastorales” de la escuela tenían un parámetro quasi oficial para la evaluación: “¿Cuántos han comulgado?”, preguntaban con frecuencia los que tenían interés en el tema o afirmaban quienes estaban satisfechos de los resultados pastorales de su trabajo. Más adelante, y frente a la misma propuesta pastoral, cambió el criterio de evaluación. Se habían puesto en marcha algunos márgenes de opcionalidad y el criterio ya era otro. “¡Cuántos han venido!”. En la actualidad y en muchos casos, se ha dado un paso más cuando los profesores o agentes de pastoral afirman al final de la celebración “¡Qué bien han estado!”. Bueno, pues esa es la pregunta: ¿Qué queremos evaluar? ¿Los que comulgan?, ¿los que vienen?, ¿cómo están?
 
O sea ¿cuáles deben ser los resultados de una “buena animación pastoral”? Que los hay que los cifran en los conocimientos de Religión, o en los que van después a la parroquia o en el número de vocaciones que “salen” de los colegios.
 
7. Enfoques, objetivos y resultados
 
En este sentido no es fácil establecer el acuerdo porque los puntos de partida y, por tanto, los de llegada, son muy distintos.
 
Están quienes ven en la actualidad un momento interesante de religiosidad entre los jóvenes y las familias: las visitas del Papa, o la participación en peregrinaciones populares, o el eco de algunos movimientos eclesiales, como si fueran indicadores evidentes de que estamos asistiendo a una recuperación de resultados pastorales en el ámbito de la sacramentalización, del crecimiento de las vocaciones, del fortalecimiento de los movimientos sin juveniles de cada congregación o institución, etc. Y en este sentido se podría afirmar que la Escuela Católica consigue presencia juvenil en estos aconteceres.
Otros, por el contrario, consideran que las dificultades de evangelización en la escuela han provocado una renuncia a lo explícito doctrinal y católico con un conjunto de fórmulas que algunos llamarían «descafeinadas” como la opción por hablar de una “simple” – dicen – educación en valores humanos, o la oferta de un humanismo cristiano más o menos “light”, que de ninguna manera llega a conformar personalidades “bien formadas” o “convencidas” o … tal como deberían tener al terminar sus estudios en una Escuela Católica. Porque si no ¿para qué la queremos?
 
A lo mejor en ambos casos el problema está en el enfoque que queremos dar a «la pastoral de y en la escuela», enfocada más a partir de las acciones llamadas pastorales que de un enfoque pastoral de toda la escuela, en su organización, sus objetivos educativos y, -¡cómo no!- su propuesta explícitamente evangelizadora.
 
Del enfoque o perspectiva que se adopte dependerá la visión y, sobre todo, los criterios de evaluación que se apliquen. ¡Y aquí las diferencias pueden ser radicales! Basta comprobar, en el día a día de la formación de los agentes de pastoral, de los coordinadores o de los “pastoralistas” como llaman todavía al “encargado” de pastoral del centro o de la sección (¡todo un enfoque!) para descubrir personas que pretenden encontrar soluciones a situaciones de dificultad, que intentan paliar el desencanto de sus propios agentes, o intentan seguir haciendo lo que siempre se ha hecho, incluso reconociendo los cambios de nuestros destinatarios.
 
Y entonces, nos encontramos con personas o instituciones que caminan afanosamente en busca de recetas pastorales para seguir ofreciendo y realizando lo que siempre se ha hecho: oraciones, celebraciones, grupos de fe, convivencias, etc. Y esto, a pesar de reconocer interna y externamente que se tropieza con un alumnado o, incluso, con unas familias, para quienes el elemento religioso no define de manera fundamental su opción por el centro católico .
 
Con algo más de amplitud se piensa, a veces, en fórmulas más o menos ambiguas como: » todo es pastoral en la escuela» o «la pastoral escolar es cosa de todos» o «el Ideario o Carácter propio de nuestra institución es claro respecto a este tema». Y nos quedamos tan tranquilos.
 
Se hacen cosas, se organizan cosas, incluso se encuentran alumnos dispuestos a participar en la preparación y desarrollo de esas cosas, pero no por ello nos sentimos satisfechos respecto a la marcha pastoral de la escuela. Y entonces nos asalta otra tentación: facilitar las cosas relativizando la exigencias de que la escuela sea verdadera escuela, con un nivel aceptable de exigencia académica, para quedarnos en una escuela – plataforma pastoral, pensamos, en virtud de las acciones religiosas que allí se realizan.
 
Basta ver, por ejemplo, la pugna por la enseñanza de la Religión en la Escuela, cuando los hechos demuestran tercamente que no pocos profesores y profesoras tienen que estar luchando para conseguir que los alumnos estén suficientemente bien en clase y, por lo tanto, para que no desaparezca, esta materia del currículo, o que, en muchos casos las horas de ERE se convierten en el cajón de sastre para la realización de las campañas, celebraciones, o propuestas que cuando llegan a la escuela se consideran de antemano como cosas “para el de religión», que se ve imposibilitado para el desarrollo curricular serio, como “el de cualquier otra asignatura” de su propia materia.
Otro dato puede ser el de los capellanes o sacerdotes presentes en la escuela, incluso a tiempo parcial, para dar clase de religión o para las celebraciones de fe, o para ayudar en las convivencias, o… a quienes casi nunca se les ve presentes allá donde se juega la identidad pastoral del centro: reuniones del claustro, consejos escolares, tutorías, jornadas de formación pedagógica, etc. Y es que, en muchísimos casos, su actividad se convierte en algo “sobreañadido” y no en la manifestación o consecuencia del “alma pastoral” de la escuela.
 
Para seguir ahondando en lo que supondría optar por criterios diferentes de animación pastoral de la Escuela Católica, y continuando con cierto talante anecdótico, bastaría analizar la proporción de los tiempos de encuentro de Claustro, de Equipo Directivo, de Consejo Escolar o de Comisiones Económicas de los centros, que realmente se dedican al estudio y debate de las opciones didácticas, metodológicas o funcionales de la animación pastoral de la escuela. O lo que es parecido, bastaría comprobar la diferencia abismal de los presupuestos económicos de pastoral y de otras actividades de la escuela como pueden ser otras actividades culturales, deportivas, o sociales. Ya sabemos que algunos dirán que también son actividades pastorales. ¡Ojalá!
¿Por qué no hablar de la formación pastoral de todo el profesorado de la escuela? ¿Podemos comentar los criterios pastorales de evaluación de la vida del centro, del profesorado, o de los alumnos? ¿Es verdad que en muchos centros católicos los valores que se dicen evangélicos están presentes en la acción de cada día? ¿Y qué pasa con eso de que los pobres constituyen el centro de la preocupación de Jesús en el Evangelio? ¿Y con eso del perdón hasta no sé cuántas veces, también de los alumnos que nos molestan? ¿O el alargue de filacterias o el cuidar excesivamente la imagen y apariencia del centro respecto al entorno?.
Por eso podemos afirmar la necesidad de que la de “pastoral de la escuela” se convierta hacia la construcción de una » escuela en pastoral «, es decir una escuela con alma pastoral, en la que la organización, las normas disciplinares, los criterios de éxito académico, los criterios de inversión económica, los de selección de alumnos, los de relaciones interpersonales, etc. se conviertan en una vida escolar que es «buena noticia» para todos los miembros de la comunidad educativa que pasa a convertirse en una «comunidad educativo-pastoral». ¡Y esto no es fácil!
 
8. En la escuela
No es frecuente que la acción pastoral de la escuela asuma los cánones de toda la acción educativa de la misma. Hablar en pastoral de constructivismo, de evaluación inicial, de aprendizaje significativo, de modificabilidad cognitiva, de evaluación continua, etc. es un lenguaje que escapa, en general, al argot de los coordinadores y de los responsables de pastoral de los centros, por evitar llamarles » pastoralistas».
 
Y es que, si la pastoral quiere ser escolar, debería asumir en lo más profundo de su ser aquello que es propio de una » verdadera escuela», es decir, la pastoral de la escuela tiene que entrar en los cánones de las opciones educativas, sociales, económicas, políticas, didácticas o metodológicas de la Escuela. Y esto ordinariamente no se hace, sobre todo porque resulta difícil y complicado hablar de diversificación, o de adaptación curricular, o de interculturalidad, o de individualización de las intervenciones, o de calidad que, poco a poco, se va abriendo paso en la escuela, cuando hablamos de pastoral.
 
Y entonces surge la visión de una pastoral “gorro” o sobreañadida a la vida de la escuela, y unos hablan de una pastoral de «paquistaníes” (p’aquí están), «individualista”, mientras otros se quejan de que la gente no colabora. No deja de llamar la atención que, entre otros, este es uno de los motivos por los que la gente mas “academicista” o de “escuela” o más “profesionalizada” se quejan de algunas intervenciones de tipo pastoral en el ámbito escolar, entre las que se encuentra la Enseñanza Religiosa que enfocan como elemento de manipulación ideológica.
 
Sólo asumir los cánones de la escuela, con una presencia cualificada de quienes creemos en ello, abre caminos para creer, con mentalidad de creyentes y, perspectiva pastoral, en el valor intrínseco de la escuela, sin otros añadidos llamados también pastorales. Sólo de esta manera estamos haciendo de nuestra escuelas una “escuela en pastoral”
 
9. Mirando al futuro
Aunque resulta difícil evaluar la marcha de la Escuela Católica en general y admitiendo su buena salud entre nosotros, la reflexión planteada nos permite mirar con optimismo al futuro si somos capaces de
 
creer y de crear una escuela nueva, una escuela » en pastoral» y una pastoral nueva, capaz de convertir la pastoral integral de la escuela en alma de toda su vida y acción, es decir, en esta fuente y energía, que hacen nuevas todas las cosas, convencidos de que no todas las cosas por hacerse en la escuela son pastorales (incluidas algunas celebraciones o propuestas religiosas poco o nada educativas) y de que no toda acción pastoral, por el hecho de hacerse en la escuela, responde a las exigencias de la propia escuela.
– contar con entidades titulares y equipos de animación de la escuela que optan por un modelo de escuela en pastoral, lo que supone la transformación paulatina de nuestros criterios de evangelización en la escuela, no tanto en función de las situaciones nuevas de los destinatarios, o de la legislación de turno, cuanto desde el convencimiento profundo de la necesidad que tenemos de «reformular» nuestra propia identidad sin renunciar a lo más profundo del carisma que anima la escuela.
– realizar una opción por una mayor radicalidad evangélica en la vida y organización de nuestros centros que supone abrirlos con más decisión a las necesidades y exigencias de los más pobres desde claves de identidad fundacional, en la mayoría de los casos.
– dar pasos hacia la configuración de una escuela significativamente cristiana en la que el diálogo fe – cultura – vida sirve de referencia para todas las actividades del centro.
– promover una escuela en continua búsqueda de sus mejores posibilidades desde una visión optimista y esperanzada (creyente) de la humanidad y de las personas, dejando de lado cierta sensación de impotencia y de incapacidad para hablar de tú a tú con una sociedad secularizada, pluricultural o multirreligiosa.
– animar una escuela que da motivos para vivir, aportando elementos para que sus destinatarios puedan ir descubriendo un sentido de la vida establecido en la seguridad de sus propios valores y, para algunos, en la seguridad del amor de un Dios cercano y presente en la vida diaria de la Escuela.
 
10. A modo de epílogo.
No es fácil realizar una evaluación objetiva y generalizada de la Escuela Católica y de su acción pastoral, aunque podemos afirmar algunas claves para hacerlo, como pueden ser :
– la fidelidad a su misión carismática
– la posibilidad de establecer una visión positiva de futuro
– la coherencia con un conjunto de valores
– la adecuación de las claves generales de la pastoral a las de la escuela
– el camino realizado para pasar de la pastoral en la escuela a una escuela “en pastoral”.
 
Ahora bien, tomando una vez más algunas de las grandes formulaciones a que nos tienen acostumbrados diferentes estamentos de la Escuela Católica de Francia podríamos decir, con ellos que el futuro de la enseñanza católica depende de nuestra capacidad para construir:
– una escuela de «todas las inteligencias», que rechaza un modelo uniforme y conjuga las diferencias con procesos de atención individualizada, desde claves de interdisciplinariedad y de intercambio.
– una escuela de «rupturas y de umbrales», que establece itinerarios individuales de ciencia y de fe atípicos y que es capaz de integrar los puntos de vista de los alumnos sobre los modos de aprendizaje (también en lo religioso) y la organización del tiempo escolar.
– una escuela “sin muros”, que deja de ser “escuela ciudadela” para convertirse en “escuela Encrucijada”, con servicios escolares más allá de la propia escuela y sentido de proyección de la comunidad educativo pastoral hacia la propia zona.
– una escuela que enseña a todos a aprender a lo largo de toda la vida
– una escuela que es signo de vida y que afirma, con su vida, que cada ser lleva dentro de sí «un tesoro» y una historia «sagrada» con una pedagogía abierta a una “oferta de sentido” para nuestros jóvenes.
 
¡Tarea apasionante para todos los miembros de la Comunidad Educativo Pastoral!