Y para mi perro ¿qué?

1 octubre 2004

Ángel Miranda
 

  1. Año Santo

 
Hace pocos días en Santiago de Compostela me comentaban algunos datos o anécdotas que suceden en el entorno de la Oficina de peregrinos, reforzada con motivo de la celebración del Año Santo. Lo que inicialmente comenzó siendo todo un proceso de peregrinación penitencial y de conversión al encuentro, en el “finis terrae”, con la iglesia apostólica, poco a poco se ha ido convirtiendo en viaje, peregrinación, hazaña deportiva, tiempo de realización grupal, manifestación devocional o militante, etc. al amparo de denominaciones cívico-comerciales como el Xacobeo con su apóstrofe y todo.
 

  1. La compostela o compostelana

 
Bueno pues entre las atenciones que se prestan a los peregrinos en esta Oficina está la de expedir el certificado de haber realizado la peregrinación “con sentido cristiano” que dice la normativa, teniendo presente que, quienes han realizado el camino dejando de lado ese sentido que debe darse al menos en una “fase de búsqueda” reciben un diploma de bienvenida o similar.
Aquí viene eso de los sellos de entidades oficiales que certifican el recorrido efectuado por las personas a lo largo de su “camino” particular. Y en ese maremagno de personas y situaciones no falta un nutrido anecdotario que, esperamos vea su luz en alguna publicación más específica.
Los cien kilómetros que se exigen como mínimo andando, o los doscientos en bicicleta se tratan de reducir cuando el peregrino o la peregrina son personas de especial relieve social o político. No faltan quienes aprovechan su calidad de senderistas para sumar kilómetros con los recorridos atléticos efectuados a lo largo y ancho de zonas geográficas, más o menos, relacionadas con el “camino”. Y tampoco falta la correspondiente a quienes llegan a la oficina con su animalito de compañía. Hombre ¡los que van a caballo…!
 

  1. Mi perro

 
El caso es que alguien llegó con su perro fiel, que seguro que realizó la misma caminata que su amo, solo que doble, por ir a cuatro patas. Allá llegaba el peregrino con su buen y fiel perro que, a lo largo del camino, no pudo dormir, como el amol, en el interior de ninguno de los albergues, porque en general tienen prohibida la entrada de animales de compañía.
La anécdota surge cuando el peregrino rellena su formulario para pedir la “compostela” o “compostelana” que dicen otros y se queda admirado cuando la solicita para su perro y los encargados de “atender al peregrino” se le niegan. ¿Cómo es posible que se le niegue la “compostela” a un perro que ha demostrado a lo largo de tantos caminos su fidelidad?
Claro que la contrapartida de los responsables de la oficina, empeñados en salvar el sentido y el valor del camino, se plantearía en el mismo sentido: ¿cómo es posible que se pida la “compostela” para un perro cuando se exige hacer el camino con “sentido cristiano”?
Y es que estamos en fase de confusión.
 

  1. ¿Signos? ¿Señales?

Exacto. No falta la confusión también en el significado de los signos. Unos porque no significan, otros porque no se entienden y no significan y otros porque hay quien se empeña en hacerles perder su significado.
En efecto: se bautizan barcos, aviones, animales, y con cava o champán, según países en algunos casos. En esto la sidra tiene perdida la partida. Se bendicen los locales, los automóviles, los negocios, aunque a veces, como me ocurrió en cierta ocasión, haya quien entiende que vale la pena y gana categoría la bendición del “club de alterne” como un servicio alternativo a la juventud de la zona. Se celebran primeras comuniones “por lo civil”. Están de moda incluso en países menos católicos que el nuestro. Su traje, su regalo, su banquete y si el cura o su suplente se deja seducir, la foto del momento “cumbre”, que la seducción no falta tampoco.
El bar “Pepe” o la casa “Manolo”, el restaurante “Bellavista”, el hotel o el complejo… son especialistas en primeras comuniones y en bodas según niveles y posiciones sociales. Se reclama el “matrimonio” para los homosexuales o las lesbianas. Existen cementerios para animales, donde la dignidad del sepelio tiene poca diferencia con la de los cementerios de sus dueños.
Alguien tan importante en el Concilio llegó a anunciar con gran visión de futuro        que la Confirmación podía convertirse en el sacramento de despedida de la Iglesia. Se legan herencias en virtud de la fidelidad que demostraron a sus dueños algunos de ellos. Se debate el “derecho” de los cerdos o de los terneros que son transportados en camiones al matadero a tener un tiempo de descanso durante el viaje. Postura compatible con la de no desdeñar el chuletón o el jamón después de que otras personas, crueles ellas, no les respetaron su sagrado derecho a la vida.
En el mismo periódico leemos la “protesta” de entidades administrativas o ciudadanas contra las corridas de toros y la “noticia” de la anciana expulsada de su casa con su silla y su maleta ¡faltaría más! en virtud de una ley que sanciona los retrasos en el pago de los alquileres.
 

  1. ¿Cuestión de nominalismos significativos?

 
Ni hablar. El tema es más profundo. Es la pérdida del sentido del signo que afecta a nuestro mundo actual y con él, también, la de los signos y significados religiosos de las cosas, de los ritos, de los acontecimientos.
En el mismo viaje a Santiago de Compostela, era fácil comprobar el cambio profundo del paisaje, las comunicaciones, los polígonos industriales, la acumulación de una población rural dispersa en núcleos de población mucho mayores. Forzosamente, comentábamos, no es posible mantener el mismo significados de las cosas cuando la gran mayoría de la población se ha convertido en una población “urbana” y nuestros signos religiosos se mueven más en el ámbito de lo rural.
El buen pastor, la mujer que echa levadura en la harina, el trigo, la cizaña, el sembrador, la red, la camilla del paralítico, , el niño que es arrojado al fuego por el demonio, el aceite que puso el samaritano para curar las heridas o paliar el dolor del asaltado ¿qué significan para nuestros destinatarios? ¿no son algo tan difícil de conocer como las “medidas de harina”, las “didracmas”, los “tímpanos”, las “cítaras” o el architriclino de Caná de Galilea? ¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar qué puede significar para nuestra gente expresiones tan claras para nosotros como “con tu espíritu”, “hosanna”, o “cordero de Dios”?
No basta con decir que la significación es difícil porque falla la explicación. El tema va más allá de la comprensión y de las nociones. Lo que está en juego es la significatividad, una significatividad que cambia necesariamente con la evolución galopante de la cultura, de los hábitos y del hábitat de las personas y de los pueblos..
 

  1. Fidelidad y creatividad

 
Sin afán de caer en la herejía iconoclasta – que de todo hay cuando comentamos estas cosas – es evidente que hacer significativas nuestras acciones pastorales exigen armonizar la exigencia de trasmitir, comunicar, hacer experiencia de realidades transcendentes (¡otra palabreja) o sagradas con el ambiente, la sensibilidad, los sistemas de aprendizaje de nuestros destinatarios cuando muchos signos de lo religioso y lo sagrado se desacralizan o cuando se elevan a la categoría de “sagrado” otros muchos elementos que ni lo son ni lo deben ser. Y aquí viene eso del diálogo fe-cultura-vida que debe caracterizar nuestras ofertas pastorales.
El final del Concilio supuso una ampliación de horizontes para la creatividad de unos, el intercambio de otros, la publicación de nuevas propuestas para la evangelización entre las que no faltaron ni un magnífico catecismo para preadolescentes ni la propuesta de revitalizar la Pascua como celebración llena de sentido para los jóvenes o la recuperación del sentido de “vigilia” aprovechando el inicio de una cultura de la noche entre los más jóvenes.
Es fácil decir que es evidente: “de aquellos polvos estos lodos”. Es demasiado fácil echar la culpa de la secularización o de la ignorancia, si no del abandono del sentido religioso de las cosas y de la vida, a una “pastoral de guitarra”, a una “catequesis de la experiencia” que no eran capaces de dar el “salto al trascendente”, a la pérdida del sentido “presidencial” en ciertas liturgias, a la difusión de una cultura del “comic”, de la música o del audiovisual, a la superficialidad de la formación de los agentes de pastoral o al afán de diluirse personal y confesionalmente en las aguas de una creciente secularización. “¡Hay gente pa tó!” que decía aquel.
 

  1. Coordenadas y coordenadas

 
Y claro, el problema – problema de algunos de nosotros, no de la mayoría de nuestros jóvenes – está en que las coordenadas de nuestros destinatarios son otras, distintas de las nuestras. Verdaderas o falsas, pero “otras”. Virtuales, si se quiere, pero para muchos de ellos, las únicas “reales” y de futuro. Y viene el dilema, la pregunta, el empeño por mantener o recuperar, un empeño, en muchos casos loable, de gran tesón y esfuerzo pero que podemos traducir en unas cuantas “parábolas” sencillas:

  • – cuando se impone el microondas, queremos mantener el fuego lento de la leña, que da mejor sabor, es cierto pero…;
  • – cuando la lavadora no para en todo el día, defendemos el lavado a máquina y el “azulete” (que levante la mano el que sepa que era eso) para blanquear la ropa;
  • – cuando se eliminan semáforos poniendo rotondas de amplia visibilidad, quisiéreamos mantener un guardia en cada cruce por eso de humanizar el tráfico;
  • – cuando se impone el GPS con voz incorporada al programa, nos fiamos mucho más de la guía manual o del mapa que yo estudié;
  • – cuando nuestra gente dice todo lo que quiere decir y resume sus mensajes al móvil en 150 letras, nos empeñamos en producir textos largos donde todo quede claro;
  • – cuando nuestros chavales pasan horas en su “play station” buscando caminos nuevos para vencer al enemigo, o para encontrar el tesoro, a sabiendas de que siempre hay un camino y unas pruebas que superar, nos empeñamos en decirle que el camino es único y que nosotros ya lo sabemos;
  • – cuando ellos no tienen inconveniente en dedicar horas al “chateo” con gente desconocida, en muchos casos, pero donde se sienten protagonistas y con la posibilidad de decir lo que piensan, lo que creen o lo que quieren, nosotros nos empeñamos en organizar y ordenar su vida conforme a unas normas concretas o unos esquemas de expresión, incluso religiosa;
  • – cuando la vida lleva a tener gente que trabaja, estudia, come y duerme durante el día y la noche, cuando la noche, como el día tiene también 24 horas, cuando es difícil estipular horarios y tiempos, defendemos loablemente el domingo como el día de la misa;

Y podemos seguir con más parábolas, discutibles, como en su día fueron muchas de las parábolas de Jesús, cuando muchos se enfadaban porque entendía que la cosa iba a cambiar o había cambiado.
 

Concluyendo

 
Basta acercarse a los jóvenes o, al menos, no escaparse de ellos, para entender que sus pantalones cortos largos o medios, sus botas desabrochadas, sus limitaciones de expresión reducida a no mucho más de 100 palabras, sus músicas, sus mensajes en las camisetas, sus grafitti, sus móviles, su velocidad, sus irremediables viseras, sus tirantes o sus shorts, sus manifestaciones afectivas … están dando a luz un nuevo mundo simbólico (sacramental que dirían algunos) totalmente diferente del nuestro. Y claro está, peregrinos ellos, dentro de nuestra iglesia peregrina, corremos en el fondo el peligro de que:

  • – a los agentes de pastoral que intentan encontrar caminos diferentes, que lo hacen con sentido cristiano, aunque en muchos casos se sienten sólo en búsqueda, alguien les dé sólo cierto diploma de comprensión y bienvenida
  • – y de que a muchos de esos jóvenes, les ocurra como al perro del peregrino que se quedó sin “compostela” porque es   imposible que detrás de sus signos esté latente un mínimo de “sentido cristiano”.

Todo muy lógico desde quien se considera habitado o contratado para cumplir la tarea de acogida de quienes nos sentimos peregrinos en un mundo de incertidumbre y de búsqueda.
Lo seguro es que, al final del camino, hasta el perro tendría una buena recompensa del amo por su fidelidad y su compañía. Y eso, en la gran mayoría de los casos no va a faltar. Optimismo que dirán algunos lectores.