{"id":1870,"date":"2012-04-01T19:03:41","date_gmt":"2012-04-01T19:03:41","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=1870"},"modified":"2012-04-01T19:03:41","modified_gmt":"2012-04-01T19:03:41","slug":"la-tahitiana","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/blog\/la-tahitiana\/","title":{"rendered":"La tahitiana"},"content":{"rendered":"
Hace unos d\u00edas descubr\u00ed entre mis libros uno, de apenas sesenta p\u00e1ginas, que cre\u00eda perdido y del que guardaba un entra\u00f1able recuerdo de su lectura. Se trata de una segunda edici\u00f3n del libro Buscando a Dios<\/em>, del legendario routier franc\u00e9s Guy de Larigaudie<\/strong> (el primero que uni\u00f3 en autom\u00f3vil Francia con Indochina). En especial recordaba un pasaje que reproduzco y que, Dios lo quiera, me quede para siempre grabado en el alma:<\/p>\n \u201cMe sucedi\u00f3 en una de las islas sembradas a voleo sobre el Pacifico y cuyo nombre es como una canci\u00f3n a flor de labios. Sub\u00eda con unos ind\u00edgenas una monta\u00f1a. A la mitad, tropezamos con un torrente que ca\u00eda en cascada por entre las rocas angostas. El agua estaba fr\u00eda, suave como la seda.<\/em> Guy de Larigaudie<\/strong> Para hacer<\/p>\n Este texto, actualizado el 6 febrero de 2012, est\u00e1 tomado del blog Los tres mosqueteros<\/strong>, formado por Jos\u00e9 (Athos), Fran (Porthos), Jaime (Aramis) y Luis (D\u00b4Artagnan), cat\u00f3licos laicos adultos, miembros de un grupo, y que desde hace muchos a\u00f1os se est\u00e1n formando en profundidad en las cuestiones m\u00e1s relevantes que un cristiano necesita. Todo un ejemplo.<\/p>\n \u00cbste en concreto lo firma Porthos y termina as\u00ed [El amor] es lo \u00fanico que permanecer\u00e1 de veras.\u201d \u00bfLo creemos tambi\u00e9n as\u00ed? \u00bfEn qu\u00e9 lo traducimos?<\/p>\n \u00bfQu\u00e9 nos parece la experiencia de Guy de Larigaudie? \u00bfQu\u00e9 experiencias significativas tenemos nosotros<\/p>\n <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Hace unos d\u00edas descubr\u00ed entre mis libros uno, de apenas sesenta p\u00e1ginas, que cre\u00eda perdido y del que guardaba un entra\u00f1able recuerdo de su lectura. Se trata de una segunda edici\u00f3n del libro Buscando a Dios, del legendario routier franc\u00e9s Guy de Larigaudie (el primero que uni\u00f3 en autom\u00f3vil Francia con Indochina). En especial recordaba […]<\/p>\n","protected":false},"author":10,"featured_media":0,"comment_status":"closed","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[290,312,229,313,258],"tags":[],"class_list":["post-1870","post","type-post","status-publish","format-standard","hentry","category-2012-cuaderno-joven","category-312","category-cuaderno-joven","category-guy-de-larigaudie","category-textos"],"_links":{"self":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1870","targetHints":{"allow":["GET"]}}],"collection":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/posts"}],"about":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/types\/post"}],"author":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/users\/10"}],"replies":[{"embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/comments?post=1870"}],"version-history":[{"count":0,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/posts\/1870\/revisions"}],"wp:attachment":[{"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/media?parent=1870"}],"wp:term":[{"taxonomy":"category","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/categories?post=1870"},{"taxonomy":"post_tag","embeddable":true,"href":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/wp-json\/wp\/v2\/tags?post=1870"}],"curies":[{"name":"wp","href":"https:\/\/api.w.org\/{rel}","templated":true}]}}
\n<\/em>Una tahitiana trep\u00f3 atrevidamente a un saliente seis o siete metros por encima de nosotros. Muy pura de l\u00edneas, armoniosa de colores, su silueta brillaba como una luz sobre el fondo m\u00e1s sombr\u00edo de la pared. Ondearon sus negros cabellos y se sumergi\u00f3. Apenas sac\u00f3 la cabeza del agua se dirigi\u00f3 a mi entre risas estrepitosas: \u00a1A que no saltas como yo!, dijo.<\/em>
\n<\/em>El amor propio es un gran est\u00edmulo. Y aunque una altura de seis metros era demasiado para m\u00ed, sub\u00ed decididamente. Vi debajo el hoyo de piedra, redondo como una min\u00fascula copa de cristal. Algunas hojas, ocultando a medias el agua, parec\u00edan alejarlo m\u00e1s todav\u00eda.<\/em>
\n<\/em>Salud\u00e9 a mi hermosa tahitiana, y me lanc\u00e9.<\/em>
\n<\/em>Bruscamente, debido a un efecto \u00f3ptico, tuve la impresi\u00f3n de haber calculado mal mi impulso; comprend\u00ed que me iba a estrellar contra el pe\u00f1asco.<\/em>
\n<\/em>En momento as\u00ed toda la vida se hace presente con una claridad meridiana. En un instante vi toda mi existencia: lo bueno y lo malo, lo luminoso y lo oscuro. Pero no se me ocurri\u00f3 ni arrepentirme, ni hacer un acto de contrici\u00f3n.<\/em>
\n<\/em>Pensaba solamente una cosa pero con tal intensidad que imped\u00eda cualquier otro pensamiento: \u201cDios m\u00edo, s\u00e9 que valgo poco, pero a pesar de todo os he amado\u201d. Eso fue todo. No hubo la m\u00e1s m\u00ednima inquietud. Solamente una inmensa alegr\u00eda.<\/em>
\n<\/em>Pero llegu\u00e9 prosaicamente al agua, de donde sal\u00ed un poco aturdido.<\/em>
\n<\/em>Los ind\u00edgenas, asombrados, re\u00edan. La tahitiana aplaud\u00eda. Yo me re\u00eda con ellos. Pero algo en m\u00ed hab\u00eda cambiado. Acababa de comprender que verdaderamente no hay m\u00e1s que una cosa importante: el amor a Dios; un amor inmenso, sin medida, un amor de chiquillo que adora a su madre, un amor total que nos arrastra por completo en cada instante de nuestra vida. Ese amor infantil, ese maravilloso amor borrar\u00e1 m\u00e1s tarde todas nuestras fealdades\u201d<\/em><\/p>\n
\n<\/em>\u00a0<\/strong><\/p>\n