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El miedo es una emoci\u00f3n negativa que si nos descuidamos se empodera de nuestra mente y nos paraliza. El temor a que todo vaya mal o el c\u00e1lculo infundado de una cadena de desastres que nos puede sobrevenir es una din\u00e1mica que precipita la vida de muchas personas hacia el abismo de la angustia, la desesperaci\u00f3n o la depresi\u00f3n.<\/p>\n
Hay miedos provocados por situaciones vitales imprevistas o situaciones de riesgo a las que nos enfrentamos que pueden afectar el normal desarrollo de nuestra vida si no generamos respuestas de control ante las mismas. Hay miedos que, por el contrario, solo est\u00e1n en nuestra mente y crean fantasmas ante los que nos inhibimos y frente a los que muchas personas son incapaces de mantenerse en pie provocando respuestas de autodefensa inconsciente refugi\u00e1ndose en enfermedades ficticias o som\u00e1ticas.<\/p>\n
Nos interesa, de modo particular, los miedos a los que se enfrentan los adolescentes y j\u00f3venes destinatarios de nuestra acci\u00f3n pastoral. Dejando a un lado los miedos patol\u00f3gicos (que merecer\u00edan otra consideraci\u00f3n en otro lugar), creemos que los temores que atenazan a los j\u00f3venes son el reflejo de los miedos de la misma sociedad en la que viven. Es bien sabido que cuando la sociedad estornuda, los j\u00f3venes se constipan. La realidad social que ha alcanzado altos niveles de desarrollo y bienestar; que ha empoderado a las nuevas generaciones con las m\u00e1s sofisticada preparaci\u00f3n tecnol\u00f3gica de las \u00faltimas d\u00e9cadas; que ha transmitido la idea del control a trav\u00e9s de la comunicaci\u00f3n o el dominio de las redes o que ha generado expectativas ante un progreso (casi) ilimitado es la misma sociedad que necesita enfrentar sus miedos de siempre.<\/p>\n
El miedo a la soledad, al dolor o a la muerte; el miedo al futuro o a la falta de sentido, son solo algunos rostros del temor al que se enfrentan cada d\u00eda millones de personas. Las grande cuestiones que han inquietado siempre a la humanidad siguen estando orilladas cuando la atrofia mental y emocional viene calmada con la anestesia del placer, la b\u00fasqueda de para\u00edsos de evasi\u00f3n o el atolondramiento de una vida superficial que se sumerge en las aguas tranquilas de la banalidad.<\/p>\n
La realidad, sin embargo es bien otra. Cuando las personas nos enfrentamos a situaciones complicadas o al limite (en no pocas casos) es cuando parece que nos desarmamos y no se tienen los recursos para afrontarlas. Perder la confianza en ti mismo, paralizarte ante los desaf\u00edos, quedarte sin recursos ante la enfermedad o la muerte de un ser querido, la incertidumbre ante el ma\u00f1ana\u2026 expresan con claridad los fantasmas que genera el miedo cuando hemos vivido inconscientemente una arcadia feliz sin imaginar otros escenarios en nuestra vida.<\/p>\n
Pastoralmente, nos inquieta afrontar con adolescentes y j\u00f3venes los grandes interrogantes humanos y ofrecer recursos para situarse adecuadamente ante la inevitable realidad del miedo con la que la inmensa mayor\u00eda de los seres humanos hemos de v\u00e9rnosla alguna vez en la vida. Desde la experiencia cristiana, la propuesta de Jes\u00fas nos invita a no tener miedo porque su presencia alienta y sostiene en la dificultad; porque nos ha prometido estar siempre con nosotros; porque la experiencia creyente nos libera de terrores, oscuridades y soledades; porque, en fin, en Jes\u00fas resucitado sabemos que el-amor-es-mas-fuerte-que-la-muerte y el futuro es de Dios.<\/p>\n
Hemos querido afrontar esta tem\u00e1tica en nuestra revista y nos hemos acercado a la cuesti\u00f3n desde tres \u00e1ngulos diferentes que nos invitan a centrar la mirada en la convergencia de sus intersecciones: desde el punto de vista sociol\u00f3gico, desde la perspectiva psicol\u00f3gica y desde la \u00f3ptica creyente:<\/p>\n
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