{"id":2311,"date":"2011-05-01T18:32:18","date_gmt":"2011-05-01T16:32:18","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=2311"},"modified":"2011-05-01T18:32:18","modified_gmt":"2011-05-01T16:32:18","slug":"maneras-de-leer","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/blog\/maneras-de-leer\/","title":{"rendered":"Maneras de leer"},"content":{"rendered":"

La cultura tecnol\u00f3gica nos conmina a tomar partido de forma excluyente. O con ella o contra ella. O nos manifestamos como unos defensores a ultranza de la inform\u00e1tica, Internet, los videojuegos, las redes sociales, los libros electr\u00f3nicos y las descargas gratuitas, o nos oponemos a ella con firmeza numantina alzando la voz de alarma sobre sus perniciosos efectos en las costumbres, la cultura e incluso la misma democracia.<\/p>\n

En muchas de las discusiones acerca de los nuevos medios se percibe el lastre de esa simplificaci\u00f3n apasionada que impide valorar en su justa medida los pros y los contras de las tecnolog\u00edas. Un claro ejemplo lo ofrece el debate sobre la forma en que internet est\u00e1 influyendo sobre nuestros h\u00e1bitos culturales y, en particular, sobre nuestras capacidades lectoras.<\/p>\n

Por un lado est\u00e1n quienes aseguran que gracias a la Red tenemos acceso a una mayor cantidad de informaci\u00f3n en menor tiempo, lo cual adiestra al cerebro para asimilar m\u00e1s datos y para reaccionar a los est\u00edmulos con mejores reflejos. Por otro, los que a\u00f1oran la lectura sosegada, atenta, reflexiva y enriquecedora que seg\u00fan algunos s\u00f3lo puede cultivarse a trav\u00e9s del canal del papel impreso.<\/p>\n

Nicholas Carr<\/strong>, profesor de literatura y especialista en el estudio del impacto de las tecnolog\u00edas de la comunicaci\u00f3n en el pensamiento, ha contado c\u00f3mo al cabo de un largo tiempo de relaci\u00f3n con los ordenadores observ\u00f3 con alarma que hab\u00eda perdido su capacidad para leer textos largos. Se hab\u00eda acostumbrado a los vertiginosos cambios de pantalla que le permit\u00edan acceder a distintas fuentes de informaci\u00f3n en fogonazos instant\u00e1neos, pero a cambio de un precio demasiado alto: le costaba concentrarse en secuencias de texto m\u00e1s extensas. Lo explica en Superficial. \u00bfQu\u00e9 est\u00e1 haciendo Internet con nuestras mentes?<\/em> (ed. Taurus), un aviso necesario para todos aquellos s\u00f3lo ven ventajas en el uso de las tecnolog\u00edas.<\/p>\n

Las primeras v\u00edctimas del cambio son, seg\u00fan Carr, la atenci\u00f3n y la concentraci\u00f3n. Contra el viejo adagio latino \u00abnon multa, sed multum\u00bb (no [hay que saber] muchas cosas, sino mucho), internet nos facilita el acceso a una infinidad de contenidos a cambio de no permanecer con la mirada fija en ninguno de ellos. Somos surfistas que se deslizan por su tabla por encima de textos movedizos como olas inestables. Tal vez hayamos conseguido m\u00e1s habilidad para mantenernos en pie, pero no sabr\u00edamos sumergirnos en las profundidades.<\/p>\n

No es una simple mudanza de h\u00e1bitos. La pantalla privilegia lo visual. El escrito, lo mental. Internet favorece las comunicaciones intuitivas transmitidas en c\u00f3digos ic\u00f3nicos. El papel, en cambio, invita al di\u00e1logo reflexivo (y, por tanto, cr\u00edtico y creativo) con un texto en el que el lector puede demorarse y recapitular cuantas veces quiera. Todo necesita un tiempo de maduraci\u00f3n para poder ser asimilado.<\/p>\n

La pregunta es si Internet no nos hurta ese tiempo a la vez que lo desperdicia al mostrarnos continuas invitaciones al consumo de datos, im\u00e1genes y sonidos muchas veces irrelevantes. \u00bfD\u00f3nde est\u00e1 la sabidur\u00eda que hemos perdido en el conocimiento? \u00bfD\u00f3nde est\u00e1 el conocimiento que hemos perdido en la informaci\u00f3n?<\/p>\n

Los viejos interrogantes formulados por T. S. Eliot vuelven a sonar en los o\u00eddos de un lector que no lee, sino consume. Se podr\u00e1 replicar que al fin y al cabo Internet no es m\u00e1s que un canal a trav\u00e9s del cual el usuario recibe unos datos; corresponde a \u00e9l en \u00faltima instancia decidir las condiciones de ese acto comunicativo. Dicho de otro modo, al receptor le queda la libertad de elegir entre la cascada de signos inconexos que se amontonan y se suceden a toda velocidad o el uso de la pantalla como si fuera la p\u00e1gina quieta de un libro. Pero no nos enga\u00f1emos. El medio es el mensaje, ya lo advirti\u00f3 Mac-Luhan. Internet es, por definici\u00f3n, el reino de lo breve y lo r\u00e1pido, de la multitarea, de los mensajes entrecortados e interrumpidos que rivalizan con otros mensajes para atraer nuestra precaria atenci\u00f3n.<\/p>\n

Todo eso no quita para admitir que las tecnolog\u00edas de la informaci\u00f3n tienen otras ventajas, la no menor de las cuales radica en la eficacia antirret\u00f3rica de su lenguaje. La necesidad de crear mensajes breves obliga a prescindir de signos y palabras superfluas, a ir al grano, a buscar la m\u00e1xima econom\u00eda de unos enunciados escuetos, sin ornamentos, sin palabrer\u00eda. En este sentido, se podr\u00eda afirmar que Internet es un medio m\u00e1s ‘natural’, puesto que encaja mejor en nuestros cerebros programados para la respuesta instant\u00e1nea y emocional m\u00e1s que para la digesti\u00f3n lenta. Pero hace tiempo que abandonamos \u2013\u00bfo no?\u00ad nuestra condici\u00f3n de seres primitivos obligados a permanecer alerta e interactuar con el entorno a base de respuestas impulsivas. Ahora nuestra mente puede ocuparse de otras cosas. \u00bfDejaremos que Internet decida de cu\u00e1les?<\/p>\n

Jos\u00e9 Mar\u00eda Romera<\/strong><\/p>\n

\u00a0La Verdad 1\/03\/2011<\/strong><\/p>\n

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