{"id":2806,"date":"2009-09-01T18:43:23","date_gmt":"2009-09-01T16:43:23","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=2806"},"modified":"2009-09-01T18:43:23","modified_gmt":"2009-09-01T16:43:23","slug":"no-quieren-estudiar","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/blog\/no-quieren-estudiar\/","title":{"rendered":"\u00abNo quieren estudiar\u00bb"},"content":{"rendered":"
Son cada d\u00eda m\u00e1s los que, obligados por ley a estar en la escuela y en la misma ense\u00f1anza hasta los diecis\u00e9is a\u00f1os, no quieren este tipo de estudio, pero no tienen otra salida y son un factor frecuente de conflictos. Cabe recordar que, en nuestro pa\u00eds, la escolarizaci\u00f3n no es s\u00f3lo un derecho, sino una obligaci\u00f3n hasta los diecis\u00e9is a\u00f1os y ello es un factor de distorsi\u00f3n para muchos maestros, adem\u00e1s de un gasto p\u00fablico extraordinario.<\/p>\n
Muchos consideramos que, a partir de los catorce a\u00f1os, el estudiante ya deber\u00eda poder decidir si continuar el ejercicio del estudio o empezar una iniciaci\u00f3n profesional con rigor y competencia. El mito de que todos tienen que llegar a la universidad necesariamente <\/strong>es un error descomunal y s\u00f3lo se alcanza rebajando niveles de exigencia.<\/p>\n Estudios realizados en varias provincias, por diferentes instituciones, corroboran el dato siguiente: las experiencias escolares negativas son el mejor camino hacia el deslizamiento de los ni\u00f1os y los adolescentes hacia la droga y la delincuencia. En cambio, son menos vulnerables los ni\u00f1os y adolescentes que, aunque tengan un rendimiento acad\u00e9mico normal, tienen una adecuada integraci\u00f3n en el medio escolar.<\/p>\n Los educadores sabemos que no somos islas y que no educamos en campanas antirruidos. A la escuela llegan todos los est\u00edmulos de la satisfacci\u00f3n vital que los ni\u00f1os y adolescentes disfrutan en la calle, en los c\u00edrculos de amistades, o que les venden los medios de comunicaci\u00f3n. Y la escuela no es siempre un espacio y un tiempo placentero y l\u00fadico<\/strong>, sobre todo a partir de ciertas edades, en las que la carga de estudio exige m\u00e1s aplicaci\u00f3n y rendimiento y en las que el \u00e9xito y el fracaso cobran m\u00e1s significado social.<\/p>\n La escuela exige esfuerzo, grandes dosis de voluntad para concentrarse; exige abnegaci\u00f3n, sacrificio personal, constancia, paciencia laboriosa, organizaci\u00f3n, autodominio y fortaleza interior. En contra, predomina en nuestra sociedad un clima de moral blanda, guiada por los deseos y la imaginaci\u00f3n, las pasiones y la b\u00fasqueda ilimitada de sensaciones, en definitiva, una cultura que convierte los deseos en derechos<\/strong>.<\/p>\n En contra, la difusi\u00f3n de mensajes reduccionistas sobre la democratizaci\u00f3n de la escuela nos arrastr\u00f3 hacia una cierta tiran\u00eda del estudiante que se resiste ante el esfuerzo, ante las exigencias de los profesores, ante la necesidad de respetar las reglas de juego del trabajo y la convivencia. Es el resultado de la prevalencia de lo que me apetece y lo que no me gusta en el seno de la escuela, la familia y la sociedad.<\/p>\n Hoy es urgente recuperar en la escuela las condiciones previas para reflexionar, para aprender, para convivir, para educar<\/strong>: el orden ambiental, la disciplina, el ambiente sano y seguro. Para ello, es esencial discernir antes los diecis\u00e9is qui\u00e9nes tiene aptitudes y capacidades para el desarrollo de la vida intelectual y qui\u00e9nes pueden articular con competencia una labor profesional de tipo manual.<\/p>\n Algunos estudiantes est\u00e1n dilapidando el tiempo en las aulas<\/strong>. Y no s\u00f3lo ellos, sino tambi\u00e9n tiempo del maestro y tiempo de sus compa\u00f1eros. No podemos permitirnos este lujo y menos a\u00fan en contextos de movilidad laboral y de competitividad. Debemos formar excelentemente a nuestros j\u00f3venes para que puedan competir con otros j\u00f3venes procedentes de otros pa\u00edses europeos con un nivel de exigencia mucho m\u00e1s elevada. La cultura de la permisividad y del todo vale<\/em> tiene los d\u00edas contados<\/strong>.<\/p>\n Hace falta sobre todo recuperar el sentido de jerarqu\u00eda y autoridad, el respeto a las normas sociales y a las leyes; en definitiva, el respeto a los derechos y deberes propios y de los dem\u00e1s.<\/p>\n