{"id":5590,"date":"2001-05-01T00:00:11","date_gmt":"2001-04-30T22:00:11","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=5590"},"modified":"2001-05-01T00:00:11","modified_gmt":"2001-04-30T22:00:11","slug":"misioneros","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/blog\/misioneros\/","title":{"rendered":"Misioneros"},"content":{"rendered":"

A mi colegio de monjas de la congregaci\u00f3n del Amor de Dios<\/em> iba, de vez en cuando, a visitarnos alguna misionera reci\u00e9n llegada de Nigeria o Mozambique. Eran mujeres que hab\u00edan entregado su juventud a Dios y que, despu\u00e9s de profesar, hab\u00edan solicitado voluntariamente un traslado a aquellas regiones fustigadas por el hambre y la p\u00f3lvora y las epidemias m\u00e1s feroces, para inmolarse en una tarea callada. Eran mujeres enjutas, prematuramente encanecidas, calcinadas por un sol imp\u00edo que hab\u00eda agostado los \u00faltimos vestigios de su belleza, y sin embargo risue\u00f1as, como alumbradas por unas convicciones ind\u00f3mitas. Hab\u00edan renunciado a las ventajas de una vida regalada, hab\u00edan renunciado al regazo protector de la familia y la congregaci\u00f3n para agotarse en una labor tan numerosa como las arenas del desierto. Entregaban su vida f\u00e9rtil en la salvaci\u00f3n de otras vidas con un denuedo que parec\u00eda incongruente con la fragilidad de sus cuerpecillos entecos, reducidos casi a la osamenta. Con cuatro duros y toneladas de entusiasmo, hab\u00edan puesto en marcha comedores y hospitales y escuelas, hab\u00edan repartido medicinas y viandas y consuelo espiritual, hab\u00edan ense\u00f1ado a los ind\u00edgenas a labrar la tierra y a cocer el pan. Tambi\u00e9n hab\u00edan velado la agon\u00eda de muchos ni\u00f1os fam\u00e9licos, hab\u00edan apaciguado el dolor de muchos leprosos besando sus llagas, hab\u00edan sentido la amenaza de un fusil enca\u00f1onando su frente. \u00bfDe d\u00f3nde sacaban fuerzas para tanto?<\/p>\n

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\u00abUn d\u00eda descubr\u00ed que Dios no era invisible \u2014recuerdo que me contest\u00f3 una de aquellas misioneras\u2014. Su rostro asomaba en el rostro de cada hombre que sufre\u00bb. Este descubrimiento las hab\u00eda obligado a rectificar su destino: \u00abSi no atend\u00eda esa llamada, no merec\u00eda la pena seguir viviendo\u00bb. Y as\u00ed se fueron al \u00c1frica o a cualquier otro arrabal del atlas, con el petate m\u00ednimo e inabarcable de sus esperanzas, dispuestas a contemplar el rostro multiforme de Dios. A veces tardaban a\u00f1os en volver, tantos que, cuando lo hac\u00edan, sus rasgos resultaban irreconocibles incluso para sus familiares; luego, tras una breve visita, regresaban a la misi\u00f3n, para seguir repartiendo el vi\u00e1tico de su sonrisa, la eucarist\u00eda de sus desvelos. Y as\u00ed, en un ejercicio de caridad insomne, iban extenuando sus \u00faltimas reservas f\u00edsicas, hasta que la muerte las sorprend\u00eda ligeras de equipaje, para llevarse tan s\u00f3lo su envoltura carnal, porque su alma ac\u00e9rrima y abnegada se quedaba para siempre entre aquellos a quienes hab\u00edan entregado su coraje. Algunas, antes de dimitir voluntariamente de la vida, eran despedazadas por las epidemias que trataban de sofocar, o fusiladas por una partida de guerrilleros incontrolados.<\/p>\n

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Si los peri\u00f3dicos dedicasen la misma atenci\u00f3n a la epopeya an\u00f3nima y cotidiana de los misioneros que a este esc\u00e1ndalo tan s\u00f3rdido de abusos y violaciones y embarazos y abortos, no quedar\u00eda papel en el mundo. Repartidos por los parajes m\u00e1s agrestes u hostiles del mapa, una legi\u00f3n de hombres y mujeres de apariencia human\u00edsima y esp\u00edritu sobrehumano contemplan cada d\u00eda el rostro de Dios en los rostros acribillados de moscas de los moribundos, en los rostros tumefactos de los enfermos, en los rostros llagados de los hambrientos, en los rostros casi transparentes de quienes viven sin fe ni esperanza. Son hombres y mujeres como aquellas monjas que iban a visitarme a mi colegio, enjutos y prematuramente encanecidos, en cuyos cuerpecillos entecos anida una fuerza sobrenatural, un incendio de benditas pasiones que mantiene la temperatura del universo. Un d\u00eda descubrieron que Dios no era invisible, que su rostro se copia y multiplica en el rostro de sus criaturas dolientes, y decidieron sacrificar su vida en la salvaci\u00f3n de otras vidas, decidieron ofrendar su vocaci\u00f3n en los altares de la humanidad desahuciada. Que nos cuenten su epopeya silenciosa y cotidiana, que divulguen su peripecia incalculablemente hermosa, a ver si hay papel suficiente en el mundo.<\/p>\n

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Juan Manuel de Prada (\u00abAbc\u00bb, 26.03.01)<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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