{"id":5847,"date":"2000-06-01T00:00:41","date_gmt":"2000-05-31T22:00:41","guid":{"rendered":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/index2.php\/?p=5847"},"modified":"2000-06-01T00:00:41","modified_gmt":"2000-05-31T22:00:41","slug":"las-normas-de-la-casa-de-la-sidra","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/pastoraljuvenil.es\/blog\/las-normas-de-la-casa-de-la-sidra\/","title":{"rendered":"LAS NORMAS DE LA CASA DE LA SIDRA"},"content":{"rendered":"

\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0 Las normas de la casa de la sidra<\/em> es, ante todo, el relato de un aprendizaje vital. Homer Wells, su protagonista, vive su infancia en un orfanato, en un pueblo perdido lejos de la civilizaci\u00f3n, bajo la tutela del doctor Larch, un m\u00e9dico singular que ejerce de educador de todos los muchachos y muchachas acogidos en su centro. Este hombre, seguidor de unos principios morales bastante heterodoxos (se droga con \u00e9ter, practica abortos, no duda en falsificar t\u00edtulos m\u00e9dicos si as\u00ed lo requiere) ser\u00e1 para Homer el punto de referencia constante en su periplo hacia la madurez: en un principio, como maestro y padre putativo; despu\u00e9s, como figura tutelar a la que ha de destruir para crecer; finalmente, como modelo de existencia en todos los sentidos, cuya tarea en el hospicio debe continuar una vez muerto aquel. En este recorrido circular, Homer acabar\u00e1 por encontrar su lugar en el mundo, despu\u00e9s de probar las mieles del amor y los falsos espejismos de la libertad: regentar el orfanato en el que se cri\u00f3 y acompa\u00f1ar a aquellos ni\u00f1os y ni\u00f1as que, como \u00e9l, fueron condenados a crecer sin una familia; aquellos que, para los ojos amorosos del doctor y, al final, para los de Homer, son los aut\u00e9nticos \u00abpr\u00edncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra\u00bb, seres humanos \u00abVIP\u00bb, merecedores de especial respeto, cari\u00f1o y dedicaci\u00f3n, puesto que las circunstancias se han encargado de ponerles cuesta arriba su ingreso en el mundo.<\/p>\n

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Recapitulemos, por un momento, el recorrido vital de nuestro protagonista. Homer, como todo adolescente, se enfrenta a su juventud con un bagaje de creencias y convicciones aparentemente s\u00f3lido e inquebrantable, seguro de que el horizonte esconde excitantes regiones donde la vida es siempre mejor, \u00edntegra, plena. Con estas expectativas como norte, decide abandonar al doctor por varios motivos: rechaza sus pr\u00e1cticas abortistas (\u00e9l es, en el fondo, un hijo no querido y abandonado, como todos aquellos fetos que acaban incinerados por sus propias manos en el hospicio), encuentra demasiado estrecho el peque\u00f1o mundo del orfanato para sacrificar entre cuatro paredes y treinta mocosos todo su destino y, adem\u00e1s, empieza a notar el gusano del deseo amoroso corroy\u00e9ndole el coraz\u00f3n. Al final de su aventura, tras pasar una temporada trabajando como recolector de manzanas y, lo m\u00e1s importante, acumulando vivencias, regresar\u00e1 de nuevo al lugar de donde parti\u00f3, despu\u00e9s de que todos los prejuicios y quimeras que motivaron su marcha fueran desmentidos por su trato con la vida: ni las normas \u00e9ticas son inamovibles cuando de por medio hay seres humanos, ni las aspiraciones e ideales han de llevarnos necesariamente lejos, m\u00e1s all\u00e1 del territorio acotado por nuestra vocaci\u00f3n (a veces tan dom\u00e9stico que est\u00e1 aqu\u00ed al lado: en nuestro hospicio, en nuestra familia, en nuestro barrio), ni el amor, por poderoso e id\u00edlico que sea, est\u00e1 inmunizado contra la decepci\u00f3n y los embates de la realidad. S\u00f3lo acatando la ley que dictan la tolerancia y los sentimientos m\u00e1s sinceros y viviendo la realidad d\u00eda a d\u00eda all\u00ed donde podemos ser \u00fatiles sin hero\u00edsmos y grandes sin elocuencia dibujaremos el mapa de una existencia, si no feliz, al menos digna y valiosa.<\/p>\n

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\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0 Las normas de la casa de la sidra<\/em> coincide en m\u00e1s de un aspecto con Una historia verdadera<\/em>, pel\u00edcula que coment\u00e1bamos aqu\u00ed hace un par de meses, y es el reverso perfecto de American beauty, <\/em>de la que habl\u00e1bamos el mes pasado. Respecto a la primera comparaci\u00f3n, recordemos que, ante todo, ambas son obras de calidad, con una profunda pulsaci\u00f3n po\u00e9tica (es decir: saben sugerir m\u00e1s all\u00e1 de lo que con absoluta transparencia dicen). Por otro lado, las dos cometen la feliz osad\u00eda de intentar responder a las \u00fanicas dos preguntas verdaderamente urgentes para el ser humano: primero, \u00bfqu\u00e9 es la vida?; segundo, \u00bfc\u00f3mo vivirla? En un caso, la respuesta se deduce de la recapitulaci\u00f3n final de un anciano; en otro, se obtiene tras observar el proceso de maduraci\u00f3n de un muchacho inocente. A la hora de abordar estas cuestiones, las dos obras renuncian a engolar la voz y a proferir grandes palabras, las dos vuelven la espalda al triunfalismo sin, por ello, dejar de ser optimistas. Sus personajes son tan imperfectos como corrientes y, por ello, cercanos, entra\u00f1ables, reconocibles: ejemplares.<\/p>\n

Finalmente, Las normas de la casa de la sidra<\/em>, como inversi\u00f3n de American beauty<\/em>, apuesta por proponernos alternativas consecuentes al declive del imperio americano. Para ello, se centra en seres al margen de la vor\u00e1gine urbana neocapitalista, al otro lado de la vacua est\u00e9tica del \u00e9xito y el bienestar: s\u00f3lo humildes aspirantes a vencedores de s\u00ed mismos.<\/p>\n

JES\u00daS VILLEGAS<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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