HAY DIVERSIDAD DE CARISMAS, HAY DIVERSIDAD DE CAMINOS,

1 julio 2011

PERO UN MISMO SEÑOR

Álvaro Ginel Vielva, sdb.
Director de la revista CATEQUISTAS

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO
El autor se acerca a la pastoral familiar desde la catequesis. Ante la dificultad para transmitir la fe a las nuevas generaciones, la catequesis está ensayando nuevos caminos. Son intentos de búsqueda del camino más adecuado. En este artículo, el autor, después de hacer un recorrido histórico se detiene especialmente en la catequesis intergeneracional y en la pastoral del engendramiento.
 
Este número de la revista Misión Joven pone la lupa sobre la pastoral familiar. Al decir “pastoral familiar” entendemos las acciones y propuestas que las comunidades cristianas ponen al servicio de las familias cristianas para avivar en ellas la conciencia bautismal y la celebración cotidiana del sacramento del Matrimonio. El sacramento del Matrimonio no se celebra en la Iglesia. Su lugar de celebración es la vida, el hogar, la relación que entablan los esposos y los hijos.
La familia cristiana vive y experimenta las mismas dificultades de todas las familias. No es un “enclave” protegido en medio del mundo. Es una porción de mundo regada por el Bautismo y donde el Reino de Dios puede actualizarse y visibilizarse.
Al escribir esta reflexión, orientada desde el ángulo de la catequesis, quiero recoger dos aspectos fundamentales de la presencia de la familia en la actual preocupación de la acción catequética. No se trata de algo exhaustivo. Por una parte da noticia de algo que se está haciendo, con sus interrogantes, con su apertura a la aventura… Estamos ante un territorio que no conocemos muy bien. Salimos de una manera de hacer catequesis en la que las familias presentaban a sus hijos en la parroquia y más o menos decían: “Aquí se lo dejo; ya nos veremos el día de la celebración sacramental. Hagan con él lo que ustedes crean, y cuanto menos me molesten, mejor. Ustedes son los profesionales de lo que hay que hacer”.
De pronto, desde la acción catequética se ve la necesidad de aunar fuerzas, de sentir la necesidad de la complementariedad entre la acción de la comunidad cristiana y la acción de la “comunidad cristiana doméstica”. En unos casos es posible. En otros, impensable. Y empiezan a surgir propuestas que tienen como finalidad acabar con el esquema una cosa es la familia, otra la comunidad cristiana.
En el punto de partida podemos situar dos polos: la dificultad de transmitir la fe[1] que las comunidades cristianas experimentan no solo en el momento de hacer la transmisión, el acto catequético, sino después que la catequesis ha terminado y el sacramento para el que se preparaba el niño, el joven, el adulto se ha celebrado[2]. Existe un abandono considerable en niños y jóvenes (sacramentos de la Eucaristía y Confirmación), jóvenes que celebran el sacramento del Matrimonio. Después de prepararse para el sacramento y celebrado este, no permanecen en la comunidad cristiana de manera regular. Añadamos como aclaración que la dificultad de transmisión de la fe no es algo específico de la comunidad cristiana. También la familia y otras entidades viven el mismo problema de transmisión de valores a las nuevas generaciones.
El otro polo es la preocupación y la búsqueda de soluciones alternativas a una pastoral catequética que no da los frutos esperados, o que se la percibe como fórmula que fue válida en unos momentos, pero que ya no lo es en la situación actual.
Es normal que en tiempo de búsqueda haya diferentes intentos o formulaciones[3]. Ninguno de ellos se presenta con un carácter unificador que lo abarque todo como pudieron ser los movimientos catequéticos del siglo pasado.
De estas iniciativas os vamos a detener en la llamada catequesis intergeneracional[4] para saber cuáles son sus objetivos y en qué consiste.
 

  1. El momento presente en el marco de una larga historia de transmisión de la fe

Lo primero de todo, quisiera decir una palabra para aquellos que en la situación presente de la transmisión de la fe ven un cataclismo universal y, sobre todo, pronostican un futuro oscuro para la fe y la Iglesia. Es posible que sea así. No entraré en el juego de hacer pronósticos. Prefiero asomarme a la realidad y ver que el Espíritu de Dios está con nosotros, aunque no esté de la manera que nosotros quisiéramos o le dictaríamos. Para mí hoy las palabras de san Pablo recobran una vigencia especial: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Rom 8,28). Es la manera que Pablo tiene de concretar las palabras del Señor: “Hasta los cabellos están contados” (Lc 12,7). Estamos en las manos de un Dios providente y caminamos hacia el triunfo de la Resurrección, aunque en el camino alguien siembre cizaña mientras descansábamos (Mt 13,25).
Cuando pasamos por la historia del proceso de evangelización de la Iglesia, desde nuestro horizonte cultural advertimos algunos elementos que nos hacen caer en la cuenta de acentuaciones diversas según el momento histórico.
La primera constatación es que la Iglesia siempre ha iniciado a los que querían formar parte de la comunidad cristiana. No se llega a pertenecer al grupo de los seguidores de Jesús, su Iglesia, sino es después de un proceso de iniciación o noviciado. No basta inscribirse en el grupo o querer formar parte de él. Hay que iniciarse.
Quizá la falta de iniciación suficiente ha sido la que nos ha conducido al momento actual. La iniciación cristiana no ha sido practicada siempre con la misma intensidad y formas. Si bien su meta y objetivo han sido, en el fondo, idénticos, la realización práctica tuvo en la historia muchas manifestaciones o acentuaciones debido a las circunstancias sociales.
 
1.1. Antes de la paz constantiniana
Egeria (siglo IV-V), al describir las catequesis mistagógicas que ve en Jerusalén, dice: “Cuando llegan los días de Pascua, durante aquellos ocho días, es decir, desde pascua hasta su octava, una vez hecha la despedida de la iglesia, se va con himnos a la Anástasis[5]; luego se hace oración, son bendecidos los fieles, y el obispo, de pie, apoyándose en el cancel interior que está en la gruta de la Anástasis, va exponiendo todo lo que se hace en el bautismo. Durante ese tiempo, ningún catecúmeno se acerca a la Anástasis: sólo los neófitos y los fieles que quieren oír los misterios entran en la Anástasis. Ciérranse las puertas, para que ningún catecúmeno vaya allí. Mientras el obispo expone y narra cada cosa, son tales los gritos de los que aclaman, que sus voces se oyen aún fuera de la iglesia. Porque en verdad expone todo los misterios de tal manera que nadie puede menos de conmoverse al oír lo que tan bien expone”[6]. Lo que percibe Egeria es una Iglesia de neófitos y de fieles que sabe, entiende, está instruida y que se instruye en la fe. “Siguen” la predicación sin perderse. Es el fruto de una iniciación cristiana realizada en el marco del catecumenado que da unos frutos de verdaderos iniciados. La importancia de la comunidad es absoluta. La comunidad participa como en “algo suyo” de la entrada de nuevos miembros en su seno.
 
1.2. Después de la paz constantiniana
Cuando el grupo eclesial se fue identificando con el grupo sociológico civil y la religión del Estado fue el cristianismo, la iniciación cristiana pierde el marco del catecumenado y pasa a depender de la familia, del ambiente social que impone unas leyes inspiradas en el cristianismo. Sucesivamente nos vamos a encontrar con documentos que hablan de la incultura religiosa del pueblo cristiano. Lutero, en el prefacio de su Gran Catecismo, exclama con pasión y dolor: “¡Qué cosa tan triste he visto! El hombre común no sabe nada de la doctrina cristiana, especialmente en las aldeas. Y, por desgracia, muchos párrocos son ineptos e incapaces de enseñar. Y todos se llaman cristianos, están bautizados y gozan de los santos sacramentos; pero no conocen ni el Padrenuestro, ni la fe, ni los diez sacramentos, y viven por eso como las pobres bestias…”.
Pasamos al siglo XX y tomamos un párrafo de la carta Acerbo Nimis del papa Pío X (15 de abril de 1905): “¡Cuán comunes y fundados son, por desgracia, estos lamentos de que existe hoy un crecido número de personas, en el pueblo cristiano, que viven en suma ignorancia de las cosas que se han de conocer para conseguir la salvación eterna! Al decir «pueblo cristiano», no Nos referimos solamente a la plebe, esto es, a aquellos hombres de las clases inferiores a quienes excusa con frecuencia el hecho de hallarse sometidos a dueños exigentes, y que apenas si pueden ocuparse de sí mismos y de su descanso; sino que también y, principalmente, hablamos de aquellos a quienes no falta entendimiento ni cultura y hasta se hallan adornados de una gran erudición profana, pero que, en lo tocante a la religión, viven temeraria e imprudentemente” (n. 2).
 
1.3. Formas de combatir la ignorancia
La forma de combatir la ignorancia religiosa de los “bautizados no iniciados” tiene un denominador común, aunque las concreciones sean plurales: la enseñanza de los contenidos de la fe. El Catecismo de Trento reconoce que los fieles de su tiempo “necesitan, como nunca, nutrirse de auténtica y sana doctrina, que les dé fuerzas y vida”[7].
La palabra doctrina y catecismo[8], prácticamente sinónimos en muchas etapas de la historia de la Iglesia hasta el concilio Vaticano II, era la iniciación o preparación para la recepción de los sacramentos y para el mínimo exigible a un bautizado.
El presupuesto de esta praxis era considerar a la persona ya bautizada formando parte de una familia y sociedad fundamentada en el cristianismo. La familia y la sociedad ponían el humus de la vivencia religiosa de la fe, y la doctrina, que de ordinario era impartida en la comunidad cristiana por vía los presbíteros, sobre todo en las homilías y otros actos, la sistematización y justificación teórica[9].
En la medida en que las sociedades modernas descubren su independencia y se fragmenta la sociedad basada en el cristianismo, algo comienza a crujir. La transmisión de la sola doctrina se hace insuficiente. Se abandona el término doctrina y catecismo. Toma más vigor el término catequesis. Pero al hablar de catequesis se siente la necesidad de enmarcarla en un ámbito superior dador de sentido: el proceso de evangelización[10]. Y es ahí donde aparece la expresión iniciación cristiana y con ella la importancia de la comunidad cristiana, de los adultos, de la familia que será el origen de muchas iniciativas de pastoral catequética en el momento presente.
 

  1. El momento presente

El profesor Enzo Biemmi tiene este comentario del momento actual de la catequesis: “El adjetivo más adecuado para definir la situación actual de la catequesis europea es, a mi entender, este: “Despistada”. La catequesis europea tiene ahora el aspecto de aquellos misioneros que, después de muchos años de ministerio en los países extraeuropeos vuelven a Europa: “No me reconozco más, dicen. Había dejado un mundo y he encontrado otro nuevo”[11].
Cuando nos despistamos, es decir, cuando nos salimos de pista o no tomamos la verdadera salida de la autopista, es normal recorrer un camino de desorientación, de búsqueda, de nervios, de no saber cómo volver a la pista de nuevo, de decisiones apresuradas que quizás nos “despistan aún más”. Intentando orientarnos, son posibles muchas iniciativas hasta erróneas. Todas ellas tienen algo de valioso: el deseo de volver al camino verdadero. Pero la buena voluntad no quita para que nos perdamos y “demos muchas vueltas” sin lograr encontrar el camino adecuado.
Esta imagen me parece sugerente para explicar el momento presente y para entender muchas de las propuestas que surgen. Quizá no es tiempo de decir: “Este es el camino mejor”. Lo que sí es cierto es que existe un intento de búsqueda del camino más adecuado a la realidad eclesial actual para transmitir la fe a las nuevas generaciones, y se advierte también una ruptura del modelo de catequesis “tradicional[12]” que se fue imponiendo poco a poco en la primera mitad del pasado siglo XX[13] y comenzó a transformarse con la aparición del Directorio Catequístico General de 1971. Pero por lo general, estamos aún hoy en el plano de las ideas. Las comunidades cristianas sienten miedo o se siente incapaces de pasar las ideas a la práctica. Lo refleja bien esta cita de otro de los catequetas del momento actual: “Después de años y años, hemos tenido numerosas y buenas ideas sobre el futuro de la catequesis, pero decidme dónde se han puesto por obra estas ideas sobre el futuro. Hemos renovado teorías referentes a la catequesis; ya no decimos más “catecismo”, decimos “catequesis”. No hablamos de catequesis de niños, sino de catequesis de adultos, de catequesis intergeneracional, de catequesis comunitaria. Ya no decimos que la catequesis es colorear o hacer trabajos manuales, decimos que la catequesis es bíblica, hermenéutica, simbólica. No hablamos de que la catequesis debe imitar la pedagogía escolar, sino que es mistagógica, diferenciada, abierta, que es un itinerario atento a la singularidad de cada persona. Cada uno de estos desplazamientos era necesario, lo acepto totalmente, pero observad conmigo la realidad de encuentros de catequesis en nuestras ciudades y haced cuentas: raros son los lugares en los que realmente se haya cambiado y se hayan llevado a la práctica las ideas”[14].
El momento presente de la catequesis es un momento de búsqueda y contradictorio entre las reflexiones sobre la catequesis y la realidad práctica de la catequesis. Vivimos pensando una cosa para el futuro y haciendo lo que sabemos hacer y que viene de lejos. Este “malestar” entre el pensamiento y la acción pueden ser la causa que explique algunos comportamientos en el mundo de la catequesis o la cerrazón a pensar la catequesis que hacemos[15].
 

  1. La dimensión misionera de la catequesis

¿Por qué tanta reflexión? ¿Por qué tanto “reflexionado y no practicado” cambio? ¿Dónde está el problema? El problema está en la dimensión misionera de la comunidad y cómo esta encuadra la catequesis dentro de su modo de comprenderse, de darse identidad. Las comunidades perciben, aunque no sepan explicarlo bien, que “tocar la catequesis es tocar el sentido mismo de entenderse como comunidad[16]”.
La dimensión misionera de la comunidad cristiana[17] consiste en que no solo tiene que pensar en los que vienen a ella, sino en los que no vienen. Tiene que actualizar el “Id a hacer discípulos entre todos los pueblos” (Mt 28,19).
La dimensión misionera de la catequesis que la comunidad debería tener en cuenta consiste en que muchos de los que vienen a la comunidad, por lo que sea, están bautizados pero no catequizados, es decir, poseen una “cultura religiosa” de mínimos o insuficiente para sostenerse en la fe y dar razón de su fe. Los Obispos españoles lo habían advertido con estas palabras: “La catequesis deberá acentuar la función misionera y tratará de suscitar, muy en primer término, la conversión al Evangelio. No es su función propia, ya que la catequesis debería seguir a la actividad misionera. Pero la situación concreta de muchos cristianos está pidiendo una fuerte carga de primera evangelización en la actividad catequética propiamente dicha”[18].
Hay experiencias que consisten en “alargar” el tiempo de catequesis. La argumentación es sencilla: como con dos años no están preparados, vamos a añadir uno más, y desde ahora serán tres años de preparación. Después se cae en la cuenta de que, a pesar de alargar un año más, siguen sin estar preparados cuando llegan al sacramento. ¿Está, pues, la solución en alargar? En algunos casos, posiblemente sí; en otros, no se ve claro.
Pío X, al abrir la puerta de la comunión de niños, fue muy realista y admitió que se podía hacer la comunión sin “estar del todo preparados”, “sin conocer todo”, “sin haber llegado a una perfección de preparación”. Claro, esto después pedía un sistema de catequesis continuado, que no siempre se dio[19].
El problema de “estar preparados o no” no lo podemos centrar en añadir más tiempo de preparación. Por otra parte, ¿qué significa estar bien preparados? ¿Saber cosa de memoria que no han entrado en la vida de la persona? Muchos catequizandos han recibido un sacramento “sabiendo cosas elementales”, y después, ¿qué? ¿Podemos reducir la iniciación cristiana al aspecto noético solo? La duración y el saber (o cultura religiosa) de un proceso no son los únicos elementos que hay que tener en cuenta. Más importante que la duración es la calidad del itinerario propuesto, el protagonismo que la persona adquiere y su compromiso personal de dejar que Dios realice en ella el nacimiento a la vida nueva. “Estar preparado o no” es una pregunta, en muchos casos, sin respuesta. Mirando hacia atrás, en muchas decisiones y opciones de la vida humana tenemos que convenir que “no estábamos preparados” en el momento en que las tomamos las tomamos. Pero, a renglón seguido, hay que añadir que eso lo vemos ahora; eso lo decimos ahora después de años. Entonces estábamos preparados “con los condicionamientos” propios del momento. Quizás esperar a estar preparados del todo (¿cómo se puede saber esto? ¿Cómo se puede medir?) nos llevaría a no tomar jamás una decisión firme en la vida, o a concebir la vida como cerrada y no como un camino donde, al recorrerlo, vamos haciéndonos más por dentro y por fuera.
En la catequesis muchas veces prevalecen más los deseos de los catequistas que los deseos de los catequizandos. Ni nacemos cristianos ni nacemos en una sociedad de cristiandad. Nos hacemos cristianos por respuesta personal a una llamada interior de Dios escuchada y seguida en libertad. La catequesis tiene que alinearse con el don de la libertad, con la realidad y con la capacidad e historia personales. En este sentido, la catequesis consiste en ofrecer un dispositivo que haga que la persona se abra a la fe.
Desde esta perspectiva comienzan a caerse muchos esquemas prácticos en los que la catequesis se mueve actualmente, sobre todo la catequesis de niños y de adolescentes: en tal curso comienza la preparación de la primera comunión, en tal curso se hace la Comunión, la Confirmación. Se reciben los sacramentos y se va a la catequesis “porque toca”, no porque se desee o se busque, al menos en una gran parte de nuestros actuales catequizandos y de sus familias. Pero viene la pregunta práctica, ¿quién se atreve a romper la tradición? Y en la mayor parte de las comunidades las cosas siguen como siempre… aunque se tenga claro que “hay que cambiar el sistema”.
¿Qué es lo que pasa? Ante los resultados palpables, surgen no pocas preguntas y respuestas de cambiar las cosas. Pero estamos sometidos a dos fuerzas: la fuerza de la lógica de lo que vemos y reflexionamos, y la fuerza de la costumbre, de lo que está clavado en el colectivo general y que nos da miedo tocar… Tenemos ideas, pero no nos atrevemos a ponerlas en práctica.
Algunos sí se están lanzando a poner en marcha una catequesis diferente. Aquí vamos a dar noticia de dos experiencias: la catequesis llamada catequesis intergeneracional y la pastoral de engendramiento.

  1. La catequesis intergeneracional

La expresión “catequesis intergeneracional” hace referencia a una forma de realizar la catequesis que pone el acento en los destinatarios de la catequesis considerados como comunidad, no en los contenidos para cada grupo. Los destinatarios no se estructuran por franjas de edades (catequesis según edades o por edades), sino que la catequesis intergeneracional[20]pretende buscar una forma donde estén presentes todas las edades a la vez, aportando cada una de ellas a los demás miembros de la comunidad o del grupo, aquello que le es específico.
 
4.1. Elementos en que se apoya y potencia
La catequesis de la que se quiere salir es esa catequesis que aparece como una actividad confiada a voluntarios en el “territorio o locales” de la parroquia pero como una realidad cerrada: “Eso es cosa de los catequistas”. “Eso lo lleva el cura con sus amigos”. No existe una presencia significativa ni de las familias ni de las comunidad cristiana.
La catequesis intergeneracional surge del reconocimiento de la potencia formadora que tiene la vida de la comunidad cristiana y de la necesidad de una continua inmersión en la vida de la comunidad y en la profundización del sentido del Bautismo. Iniciarse sería familiarizarse progresivamente unos con otros y por otros en la vivencia cada vez más plena del cristianismo. Se extraen estas reflexiones y opciones del pensamiento del Directorio General para la Catequesis. Por poner algunos ejemplos: “La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios” (n. 257). En otro lugar, el DGC explicita: “Las tareas de la catequesis corresponden a la educación de las diferentes dimensiones de la fe, ya que la catequesis es una formación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana. En virtud de la misma dinámica interna, la fe pide ser conocida, celebrada, vivida y hecha oración. La catequesis debe cultivar cada una de estas dimensiones. Pero la fe se vive en la comunidad cristiana y se anuncia en la misión: es una fe compartida y anunciada. Y etas dimensiones deben ser cultivadas por la catequesis” (n. 84).
Aunque el mismo Directorio da importancia grande a la familia[21] en la tarea de iniciación de los hijos, son muchas las familias que hoy no están capacitadas para realizarla y es preciso acudir a la comunidad para paliar los déficits que presentan.
La catequesis intergeneracional quiere poner en práctica, no solo formular teóricamente, esta dimensión formativa de la comunidad muy valorada en el Directorio. De hecho, cuando se habla de la formación de los catequistas se enumera como primer cauce de formación la comunidad: “Entre los cauces de formación de los catequistas destaca, ante todo, la propia comunidad cristiana. Es en ella donde el catequista experimenta su vocación y donde alimenta constantemente su sentido apostólico. En la tarea de asegurar su maduración progresiva como creyente y testigo, la figura del sacerdote es fundamental”[22].
 
4.2. Consecuencias prácticas
La vida de la comunidad tiene un poder formativo[23] para todos sus miembros.
Este poder formativo no excluye reuniones específicas para niños, jóvenes o adultos. Pero estas reuniones no son el centro de la formación, sino complemento de una formación que es la vida de la comunidad en su conjunto. Toda reunión parroquial, bajo cualquier forma y por la razón que sea, constituye una ocasión de formación. Un encuentro de catequistas o bien una reunión para elaborar el presupuesto del año, un encuentro de padres de niños de 10 años: cada vez que hay una reunión en la parroquia, se tiene la posibilidad de poner a los participantes en contacto con la vida y las enseñanzas de la Iglesia y así alimentar su fe. Este contacto es particularmente claro y eficaz cuando existe enlace con la asamblea dominical.
La comunidad es lugar de iniciación.
“Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra de Dios, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de la fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística”[24].
Frente a otras concepciones de iniciación procedentes del mundo de la antropología, de la educación o de las ciencias de las religiones, la iniciación cristiana tiene su propia originalidad: “La originalidad esencial de la iniciación cristiana consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración a la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte y resurrección de Cristo”[25]..
Cuando en catequesis y en pastoral hablamos de iniciación cristiana, lo primero de todo es que no entendemos una acción pedagógica propuesta por los agentes de pastoral para unos determinados destinatarios en orden a modificaciones de conducta personal o de destrezas, o de alcanzar la fe, sino que se trata de una acción cuyo protagonista primero y principal es Dios que llama y transforma interiormente el corazón de las personas. La iniciación cristiana supone la participación en el misterio del Señor Resucitado, la integración en la Iglesia, la decisión libre de la persona de aceptar y caminar hacia Dios bajo la acción del Espíritu. La iniciación cristiana es una realidad compleja que no se puede reducir al cultivo de la dimensión doctrinal o comportamental.
La iniciación en la fe dentro de la comunidad se desarrolla no solo en actividades formales, sino en pequeños detalles, en la vida misma de la comunidad. La iniciación es de toda la comunidad y es algo complejo y multidimensional. Todo lo que coexiste en la parroquia no es algo yuxtapuesto, sino algo complementario.
El aspecto intergeneracional.
Esta manera de entender la catequesis da importancia a toda la comunidad y a la persona en cualquiera de sus edades. Todos son miembros sujetos de dar y de recibir. Todos son agentes y destinatarios de la acción catequética y formativa de la comunidad. Todos aprenden de todos y todos se influyen en una circulación de vida. La parroquia es el ámbito propio de la acogida de todos, sin distinción de edades. Más que separar por edades, la perspectiva de la catequesis intergeneracional insiste en lo contrario, sobre todo en la celebración dominical, lo cual no quita que haya que tener en cuenta a las diversas franjas de edades que componen la comunidad y la asamblea celebrante.
Lo intergeneracional comienza por la catequesis, pero supera el marco catequético. Se comienza a partir de una invitación dirigida a los padres de los niños catequizados, pero los itinerarios intergeneracionales llegan a ser el primer lugar de intercambio entre el despertar cristiano en familia y la socialización religiosa en comunidad. La Eucaristía dominical se convierte en lugar que hace Iglesia, nutriendo a todas las generaciones en la Palabra de Dios que es proclamada; refuerza los lazos entre liturgia y catequesis[26].
Relevancia de la celebración dominical.
Hay muchas maneras de llevar adelante esta perspectiva de la catequesis intergeneracional. En Europa hay algunos ejemplos de catequesis intergeneracional muy relacionados con la celebración eucarística del domingo y, además, muy unido a los ciclos litúrgicos. Las lecturas de los domingos y las fiestas son prácticamente el esqueleto de catequesis del que beben tanto los adultos como los más pequeños de la comunidad.
 
4.3 Interrogaciones a esta propuesta
A esta perspectiva catequética se le pueden hacer algunas preguntas. Las tomamos del profesor H. Derroitte: “Los autores anglosajones, que han descrito con todo detalle los beneficios de este proyecto intergeneracional, insisten en la importancia de la dimensión comunitaria. Hay comunidades que tienen reuniones frecuentes prolongando la misa de las familias e invitan a los padres a vivir una parte de las actividades catequéticas con sus hijos. El hilo conductor sigue siendo la catequesis de niños, a menudo en un recorrido marcado por los niños, un año de catequesis, una etapa hacia la confirmación o la profesión de fe. De nuevo nos podemos preguntar: la catequesis intergeneracional, ¿no es una “falsa buena idea”, en la medida que prolonga la vieja asociación de la preparación sacramental y la obligación? ¿No es simplemente buscar el apoyo de los padres que están implicados en la catequesis, no tanto sobre la base del deseo del adulto de profundizar la maduración de su fe, sino por fidelidad a la educación dada a sus hijos? ¿Vienen a la catequesis intergeneracional como si fueran a un partido de futbol del niño el domingo por la mañana o como si fueran a ver un espectáculo preparado por los pequeños?”[27].
Es decir, algunos miran con recelo a esta propuesta de catequesis fundados en dos sospechas principales: que se esté dando el nombre de catequesis intergeneracional a una catequesis de niños acompañados por los padres sin que los padres hayan decidido para sí mismos un proceso de catequesis. En segundo lugar, el acento que se pone en el poder formativo de la comunidad cristiana. Se desconfía de que las actuales comunidades cristianas, al menos en una gran mayoría, puedan ser punto de referencia de lo que tendría que ser la comunidad cristiana. No faltan casos de que algunas comunidades cristianas “espanten” más que atraigan. Esto mismo lleva a preguntarse si es la comunidad cristiana la que hace la catequesis o ¿no será la catequesis la que tenga que remover y rehacer las comunidades cristianas?
 

  1. La pastoral de engendramiento

Ante todo, precisemos que no se trata de una corriente catequética. La expresión pastoral de engendramiento engloba mucho más que la sola catequesis[28]. La cuna de esta reflexión está en Francia y no se postula como un nuevo modelo de pastoral que venga a eliminar otros. “Se trata más bien de un estado de espíritu que puede animar todos los modelos pastorales existentes[29]”.
 
5.1. Significado de pastoral de engendramiento
Engendrar, según el Diccionario de la Real Academia, significa “procrear, propagar la propia especie. Engendramiento es la acción y efecto de engendrar. Las palabras nos sitúan ante un hecho de la vida humana que es “admiración y poder de la vida” y que es, a la vez, “fragilidad”.
Engendrar nos sitúa en un ambiente de amor, de entrega, de unión de vidas que hacen posible la vida; se engendra desde el darse mutuamente.
Aplicado a la realidad pastoral, nos situamos en primer lugar en poner toda nuestra atención en el don de la vida, en suscitar la vida, en cuidar la vida del otro en aquello que tiene de más ordinario, de más básico en todas las dimensiones. Suscitar la vida es guardarla de los ataques que destruyen la vida humana o la degradan. El estilo del Evangelio es importante. Cuando Jesús encuentra al leproso (Mc 1,41), o a la viuda de Naim (Lc 7,13) o ve a la multitud que acude a él (Mc 6,34) el siente compasión. De la compasión surgen gestos, palabras, acciones de vida. Se puede engendrar vida teniendo una disposición constante de atención y cariño hacia la vida. El modelo de referencia podría ser el de los padres que “están atentos” a la vida del bebé que no puede expresarse y al que hay que mirar mucho, sin anularlo, para “intuir” lo que necesita.
Nadie se engendra a sí mismo. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida es don, es regalo. Somos un regalo. Somos y existimos por una donación de dos personas, por una relación íntima. El término engendramiento nos envía a una manera de existir que es a cogida y don, acogida y donación.
La pastoral de engendramiento “toca” la identidad de las personas. Lo primero no es ofrecer una doctrina, un mensaje. Lo primero de todo es acoger la vida. Y la vida singular, la vida concreta, la de esta persona que está delante de mí en este momento. La vida de cada ser humano tiene identidad y “color” propio. En la acción pastoral, lo primero no es “que me sigan”, lo primero es que el otro está ahí, y está llamado a ser él mismo, a gestionar su libertad, sus deseos, su identidad al ponerse en relación con las identidades que le rodean y que le ayudan a ser él mismo.
La transmisión, la proposición de la fe pueden inducir a objetivar el contenido de la fe y a preocuparnos más de él que de la persona concreta, de su ritmo, de su originalidad, de su experiencia concreta de acoger a Dios en su vida
La pastoral de engendramiento no se pregunta en primer lugar “¿cómo hacer para suscitar nuevos cristianos?”, sino “¿qué ocurre entre Dios y la persona concreta cuando entran en relación?” “¿Cómo Dios se aproxima a esta persona y cómo esta le acoge o rechaza, cómo es ella misma en diálogo con Dios?”
En esta orientación y perspectiva pastoral adquieren una gran importancia los acompañantes. Acompañar pide formar cristianos capaces de releer juntos su vida a la luz del Evangelio y descubrir que hay una nueva posibilidad de existencia que no nos inventamos, sino que se nos ofrece como don de Dios. Hay también una forma de hacer compañía que consiste en ser referencia, en mostrar una vida ejemplar que provoque en el otro las ganas de decir: “Vivir así, con esa alegría y coherencia, merece la pena”.
 
5.2. La propuesta viene de Dios
Si nos detenemos en el pasaje de san Juan en el que propone a Nicodemo “si uno no nace de nuevo no puede ver el reinado de Dios” (Jn 3,3) vemos que la iniciativa de nacer de nuevo, la oferta de una nueva manera de engendramiento viene siempre de Dios. “Nadie puede arrogarse nada si no se lo concede Dios” (Jn 3,27), responde Juan bautista a sus discípulos.
No sabemos muy bien por qué y cuándo se hace la propuesta. “El viento sopla hacia donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así sucede con los nacidos por el Espíritu” (Jn 3,8).
Y este Espíritu “se mueve” en todas partes y “lo llena todo” (Gén 1,1) y en todas las partes produce y engendra novedad. Hay bienaventurados que lo son por ser pacíficos, por ser pobres de espíritu, por haber dado de beber, de comer o vestido… y escucharán: “Venid, benditos de mi Padre” (Mt 25,34). Y son benditos sin ellos saberlo, sencillamente por haberse dejado guiar del viento que les llevaba a reconocer al otro como valioso y como alguien al que había que acoger y estar junto a él.
 
5.3. Engendra una manera de ser
La pastoral de engendramiento supone una manera de ser que atañe a las relaciones que las personas establecen entre ellas de proximidad, de respeto, de poner unos a disposición de otros los carismas recibidos.
Una manera de ser atañe a la capacidad de acogida del otro, de diálogo. Donde es posible decir la palabra y decirse hay siempre novedad y algo nuevo se crea como cuando la Palabra creó todo al principio. La palabra que se pronuncia en libertad y en verdad es siempre portadora y creadora de nueva vida. “No poder pronunciar ni palabra” es encontrarme ante una actitud hermética donde nada puede nacer, y menos las personas libres y con palabra personal.
Una manera de ser atañe a todo aquello que puede hacer surgir la vida del otro en presencia de otro. Cuando mi presencia suscita y anima la vida del otro quiere decir que hay una manera de ser capaz de engendrar vida, se haga lo que se haga, se utilice el esquema pastoral que se utilice. Y la inversa también ser verdad. Hay maneras de ser que ahogan la vida se revistan del adjetivo que se revistan…
 
5.4. Engendra una manera de actuar
“Insistir sobre la calidad de las relaciones es una manera renovada de encarar la evangelización. Sin embargo, el camino de engendramiento no es del orden de una nueva espiritualidad; se inscribe resueltamente en los dominios de la pastoral propiamente dicha. En efecto, no renuncia a elaborar “proyectos de pastoral”, pero está ante todo preocupada por establecer relaciones armoniosas y solidarias entre los actores que los realizarán. En este espíritu, vigila que estos proyectos sean discernirlos, elaborados y puestos en obra por las personas implicadas. Se toma el tiempo para reunirlos, sensibilizarlos, pedirles sugerencias y propuestas…”[30].
La pastoral de engendramiento no comienza por querer cambiarlo todo. Comienza por acoger y reconocer las pequeñas palabras y sugerencias que nos vienen de aquí y de allá. Moisés responde a los que protestan porque Eldad y Medad profetizan: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!” (Núm 11,29). Y Pablo a los corintios les dirá que hay diversidad de dones y de carismas, pero un mismo cuerpo y un mismo Espíritu. “Todo lo ejecuta el mismo y único Espíritu repartiendo a cada uno como quiere” (1 Cor 12,11). Lo importante es reconocer ese soplo del Espíritu que está donde menos nos imaginamos, pero está. Porque nos situamos con una perspectiva clara y bien evangélica: “Mi Padre está actuando y yo también actúo” (Jn 11,17). No somos nosotros los que actuamos en solitario ni los únicos. Reconocemos que antes que nosotros y con nosotros y después de nosotros el Padre y el Hijo están actuando… Presentarse como “tocados” por Dios y anunciar las obras del Señor con sencillez es la manera de actuar que engendra vida porque sitúa al otro en el camino de la Palabra y le da la oportunidad de dejarse alcanzar por Dios.
Esta manera de situarse, de obrar, de presentar el Evangelio, de presentarse como grupo de seguidores de Jesús puede ser transformadora de la misma Iglesia.
La pastoral de engendramiento no es una pastoral de “unificar” para llegar a una uniformidad. Comienza por acoger la diversidad. El Evangelio puede llegar a mí o al otro de una manera “inédita”. En la práctica pastoral cada vez somos más conscientes de que los caminos del Señor no son nuestros caminos.
La exégesis nos habla hoy de cómo los relatos bíblicos no proponen una manera uniforme de creer, bien cuadriculada, codificada… Había una manera de creer de los judeo-cristianos, de los paganos convertidos. Hay una convergencia esencial, y una diversidad de situaciones por la que pasa la vida de los hombres y mujeres de entonces y también de hoy. Podemos tener una celebración en una iglesia románica o gótica o moderna o rupestre… Todas en sí bien diferentes… pero lo que importa más es cómo se hacen las cosas, qué espíritu hay detrás de lo que hacemos, qué “aliento” dejamos entrever que nos alienta… No podemos proponer el Evangelio con formas no evangélicas…
 
5.5. Inspirados en los relatos evangélicos
“Para aquellos y aquellas que se inspiren en la dinámica de engendramiento, los textos evangélicos llegan a ser la matriz misma del pensamiento teológico y de la acción pastoral. ¿Por qué razones? Son particularmente significativas en la sociedad postmoderna, que ha dado gran relieve a la autonomía de los sujetos y la experiencia personal. En nuestra cultura, cada uno está invitado a trazar su propio itinerario, con sus riesgos y peligros, entre múltiples elecciones vitales posibles… En este universo, los evangelios prestan un servicio inestimable. Son narraciones que ponen en escena actores que reaccionan de manera diferente a los mismos acontecimientos. Cristo y su manera tan personal de entrar en relación con unos y otros, totalmente verdadero con él mismo, construye la verdad a su alrededor comunicando la vida; libera, restaura, traza un camino de humanidad que interroga e interpela[31]”.
Es sorprendente el legado que nos hacen las comunidades cristianas primeras. Nos podemos acercar a Cristo por caminos de evangelio diferentes. El anuncio de Cristo supera a lo que una comunidad pueda percibir y afirma de él. Más que excluir a unos, lo que se nos invita es a compartir unos con otros. Anunciar a Cristo hoy, en la cultura plural que es la nuestra, es tener en cuenta las diversas maneras de creer, bajo la pena de impedir a dios engendrar a la vida a una gran multitud de personas diferentes.
 
Una reflexión final
Hemos iniciado la reflexión con una preocupación: la pastoral familiar. La terminamos sin poder decir hay que hacer así. Pero esto no nos impide decir: algunos hacen así, algunos ponen estos cimientos para sostener una manera de hacer. El panorama está abierto. Y las posibilidades son muchas. Nos tenemos que acostumbrar a buscar nuestra propia respuesta pastoral a las necesidades concretas. Compartir lo nuestro con lo que otros hacen para progresar en la vivencia del Evangelio es una de las tareas del momento presente. Esto exige tener dos polos bien cimentados: el polo de la experiencia personal y comunitaria del Evangelio que nos viene por la celebración sacramental y la escucha de la Palabra de Dios, y el polo de la atención a la vida de las personas, tomándolas en serio.
Esta perspectiva es exigente. Nos invita a ser creativos y a ejercitar nuestras responsabilidades en la situación concreta donde confesamos a Jesús como el Señor. El Directorio General para la Catequesis dar orientaciones generales para la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. Una de las orientaciones es la primacía que da en la pastoral catequética a la Iglesia particular[32], a la comunidad cristiana local[33], y al catequista[34]. Nada ni nadie nos ahorra el trabajo pastoral de responder a los hombres y mujeres concretos con los que nos encontramos.

Álvaro Ginel

 
 
[1] J. MARTÍN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea, Sal Terrae, Santander 2002, pp. 37-80. H. DERROITE, Por una nueva catequesis, Sal Terrae, Santander 2004, p. 22. F. PAJER, La transmission religieuse interrompue, en “Lumen Vitae”, vol. LVI, 1(2001), pp. 5-14.
[2] A. GINEL, Repensar la catequesis, Editorial CCS, Madrid 2009, pp. 28-29.
[3] Entre nosotros tenemos la llamada catequesis familiar con muchas y diferentes versiones o concreciones según diócesis, comunidades locales, catequistas que la llevan adelante. Se habla también de pastoral de engendramiento, cfr. PHILIPPE BACQ, La pastoral de engendramiento, ¿qué quiere decir?, en “Sinite”, vol. L, n. 150 (enero-abril 2009), pp. 27-46. GILES ROUTHIER, Reinventar la catequesis en una sociedad plural, en “Sinite”, vol. L, (enero-abril 2009), pp. 47-66. HENRI DERROITTE, Reinventar la catequesis en un mundo en movimiento, en “Sinite”, vol. L, n. 150 (enero-abril 2009), pp. 67-91.
[4] ISABEL AZEVEDO DE OLIVEIRA, Catequesis intergeneracional, PPC, Madrid 2007.
[5] Templo construido en el lugar donde el Señor fue enterrado, y lugar, pues, del momento de la resurrección. Existía también el templo llamado Martirium, edificado sobre el lugar donde Jesús fue clavado en cruz. Unas celebraciones se realizaban en un templo y otras en otro.
[6] A. ARCE, Itinerario de la Virgen Egeria (381-384), Editorial Biblioteca Autores Cristianos. Segunda Edición, Madrid 1996, p. 317.
[7] EL CATECISMO ROMANO» DEL CONCILIO DE TRENTO, traducción y notas de P. Pedro Martín Hernández. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), n. 158, Madrid 1951, p. 10.
[8] Doctrina = contenido esencial de la fe. Catecismo = libro que recogía y exponía la doctrina. El instrumento se convirtió en sinónimo de lo que contenía.
[9] Cfr. Acerbo Nimis, n.10/I: “Todos los párrocos, y en general cuantos ejercen cura de almas, han de instruir, con arreglo al Catecismo, durante una hora entera, todos los domingos y fiestas del año, sin exceptuar ninguno, a todos los niños y niñas en lo que se debe creer y hacer para alcanzar la salvación eterna”.
[10] La catequesis de la comunidad cristiana, nn. 24-38 es un claro ejemplo de esta sensibilidad que intuye con fuerza la irreductibilidad de la IC a un elemento. O dicho en positivo, intuye que la catequesis necesita otros elementos que le den consistencia y a loes que ella dar consistencia.
[11] ENZO BIEMMI, La catequesis en Europa, en “Sinite”, vol. L, n. 152(septiembre-diciembre 2009), p. 496.
[12] Podemos definir aquí como catequesis tradicional, aquella que se apoya en un maestro (catequista), un libro (catecismo o material catequético que había que aprender), un tiempo (uno o dos años antes de recibir la Primera Comunión, la Confirmación; o unas reuniones previas al sacramento del Bautismo de niños o al sacramento del Matrimonio), un estilo o método (el método que calca al sistema escolar ya sea para la forma como para la estructuración de las materias por edades).
[13] La llamada catequesis tradicional se desarrolla a partir del Pontificado de Pío X y de Pío XI. Tiene, pues, un siglo de existencia. En los primeros años del siglo XX, el Papa Pío X, publicaba la Exhortación Acerbo Nimis, 15 de abril de 1905, sobre la enseñanza del catecismo. Exclamaba: “¡Cuán comunes y fundados son, por desgracia, estos lamentos de que existe hoy un crecido número de personas, en el pueblo cristiano, que viven en suma ignorancia de las cosas que se han de conocer para conseguir la salvación eterna” (Acerbo nimis 2). Por ello prescribe: “Todos los párrocos, y en general cuantos ejercen cura de almas, han de instruir, con arreglo al Catecismo, durante una hora entera, todos los domingos y fiestas del año, sin exceptuar ninguno, a todos los niños y niñas en lo que deben creer y hacer para alcanzar la salvación eterna.” (Acebo nimis 10,I). El mismo Pío X, en el decreto Sacra tridentia synodus (20 de diciembre de 1905) supera las influencias jansenistas y promueve la comunión frecuente: “Dése amplia libertad a todos los fieles cristianos, de cualquier clase y condición que sean, para comulgar frecuente y diariamente, pues así lo desean ardientemente Cristo nuestro Señor y la Iglesia Católica” (n. 10/1º). El 8 de agosto de 1910, Pío X promulga el decreto Quam singulari sobre la comunión de los niños. “La edad de discreción para la Comunión es aquella, en la cual el niño sepa distinguir el Pan Eucarístico del pan común y material, de suerte que pueda acercarse devotamente al altar. Así, pues, no se requiere un perfecto conocimiento de las verdades de la fe, sino que bastan algunos elementos, esto es, algún conocimiento de ellas; ni tampoco se requiere el pleno uso de la razón, pues basta cierto uso incipiente, esto es, cierto uso de razón. Por lo cual, la costumbre de diferir por más tiempo la Comunión y exigir, para recibirla, una edad ya más reflexiva, ha de reprobarse por completo” (n. 9). Estos son los orígenes de la catequesis de la que venimos y que conocemos, centrada en los niños y adolescentes que se preparan ya sea para el sacramento de la Eucaristía o el de la sacramento de la Confirmación. Obsérvese que se insiste en que no se requiere un perfecto conocimiento de las verdades de fe. Esto indica que el campo de la catequesis queda abierto. Posteriormente se irían organizando los Secretariados de catequesis diocesanos y demás. Pero partiendo siempre de este punto.
[14] HENRI DERROITTE, Reinventrar la catequesis en un mundo en movimiento, en “Sinite”, vol. L, 150 (enero-Abril 2009), p. 68.
[15] ÁLVARO GINEL, Repensar la catequesis, Editorial CCS, Madrid 2009, pp. 114-116.
[16] Ibídem, p. 25.
[17] Para una ampliación de este tema de la dimensión misionera de la comunidad, Cfr. pp. 127-139 del libro Repensar la catequesis citado anteriormente.
[18] La catequesis de la comunidad, n. 49.
[19] Cfr. nota 13 de este mismo trabajo.
[20] En algunos ambientes francófonos, especialmente en Bélgica, recibe el nombre familiar y cariñoso de “caté-tous”: la catequesis de todos, catequesis para todos. La denominación indica también el arraigo de esta catequesis en algunas regiones y diócesis.
[21] DGC, nn. 226-227.
[22] DGC, n. 246.
[23] Es sencillo y claro el artículo de JANE REGAN, Une catéchèse de toute la communauté pour tous les âges de la vie, en Lumen Vitae”, vol. LXI, II(2008), pp. 5-17. Un resumen de este artículo en “Selecciones de teología”, 190(2009), pp. 151-160.
[24] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1229.
[25] La iniciación cristiana. Reflexiones y Orientaciones, n. 9.
[26] Henri DERROITTE, La catequesis al servicio de los “desbloqueos pastorales”, en “Sinite”, vol.
[27] Henri DERROITTE, Reinventar la catequesis en un mundo en movimiento, en “Sinite”, vol. L, 150 (enero-abirl 2009), p. 69.
[28] Quienes deseen profundizar en este aspecto pueden encontrar más bibliografía en PHILIPPE BACQ-CHRISTOPH THEOBALD, Une nouvelle chace pour l’Évangile. Vers una pastorales d’engendrement, Lumen vitae-Novalis-Les Éditions de l’Atelier, Bruselas 2004. PHILIPPE BACQ, La pastoral de engendramiento: ¿qué quiere decir?, en “Sinite”, vol. L, (Enero-Abril 2009), pp. 27-46.
[29] PHILIPPE BACQ, La pastoral de engendramiento…, art. cit., p. 27.
[30] PHILIPPE BACQ, art. cit., p. 41.
[31] PHILIPPE BACQ, art. cit., p. 45-46.
[32] DGC, nn.217-219.
[33] DGC, nn.220-221.
[34] DGC, nn. 244-245.